Capítulo 5: Memorias, noticias, peleas


La carta en los dedos -cortados por viejas heridas- del hombre, auguraba muchas cosas. Más de las que hubiera querido. Eran esos los momentos en los que dudaba de su accionar. Conocía muy bien a quien fuera Karl Knox, su pasado, su presente y no dudaba que de seguir en los mismos pasos, su futuro. Resopló cansado, bebió, sin vacilar, del trago puesto sobre la mesa y golpeó la misma al terminar. Héctor sabía muy bien por qué no le pidió ir con él, pero aun así él se recriminaba no haber sido lo suficientemente valiente para ponerse a la orden.

Tal como recordaba, Kareina era un país al cual el dolor de la guerra aún se sentía. Era una sombra que no les dejaba comer, respirar ni caminar. Sus ciudadanos eran regentes en esa permanente oscuridad. Cualquier forastero era visto como un enemigo y tratado con la austeridad que fuera necesaria. En ese lugar, el frío hacia mella en los huesos y la sangre teñía la nieve en cualquier momento. Pocas eran las veces en que la justicia kareiana hacía algo por los muertos, pocas eran las veces en que alguien reclamaba los cuerpos. Suspiró una vez más.

Ava lo había estado observando desde hacía algunas horas. En la lejanía, intentaba limpiar todo el local para prepararse para la noche, pero no podía evitar ver al hombre hecho un manojo de nervios.

-Héctor -Lo llamó-. Pronto vendrán los distribuidores ¿quieres que me haga cargo de ello? -West sonrió penosamente. Se levantó y caminó hacia ella, negando.

-Ese es mi trabajo.

-Anya, Gabs, arreglen todo para acomodar las botellas, por favor. -El par que la ayudaba asintió, fuera de la vista de la pareja, Héctor hizo una mueca-. Necesitarán más ayuda de lo que pensamos ¿verdad? -preguntó, aun cuando estaba segura de tener la razón.

-Knox puede valerse por sí mismo, Ava. Lo has visto, ese sujeto se parece más a los gatos que a los humanos -recalcó.

-Sin embargo ambos sabemos que Kareina se guarda sus trucos ¿Qué dice la carta? ¿Qué te han comunicado? -Él sabía que no podía ocultar ni sus inquietudes ni las verdades ahí escritas, Ava podía ser bastante considerada cuando era necesario, pero también terca y orgullosa.

-El círculo ha sido resguardado. Hay todo un arsenal fuera de los muros e incluso los túneles han sido sellados. El "rastreador" no ha podido moverse más allá de unos cuantos metros cuando fue capturado. -El miedo recorrió la cervical de Ava, empezaba a entenderle.

-No... no, no...

-Será ejecutado mañana en las horas que murió el hijo de Dios -culminó.

En aquella época del año, el calor reinante hacía que la ropa se pegase al cuerpo. El muchacho, somnoliento, luchaba con todas sus fuerzas contra los monstruos que habitaban su cabeza. Los brebajes y medicinas ayudaban a mantenerlo quieto, a disminuir el dolor y bajar la fiebre, pero solo por unas horas, luego volvían con forma de pesadillas, con más fuerza. Se despertó en un instante en que creyó sentirse atravesado por un cuchillo. Observó el techo de la casa donde yacía dormido. Más de cinco días, un día era peor que el otro.

La inexistencia de su brazo le hizo fruncir el ceño. Siempre lo olvidaba. Cuando despertaba, su primer accionar era ver su mano derecha. Al no verla, sus recuerdos le transportaban al momento en que su extremidad había desaparecido frente a él. Se imaginaba nuevamente la estruendosa maquinaria atravesándolo hasta caer y chorros de sangre emanar como una cascada de lo que quedase de él.

-Otra vez despierto -Reily Zoraj era un hombre viejo con la imagen de alguien de la cuarta edad, para su tiempo estaba bastante conservado. A pesar de que las heridas eran visibles; había perdido su ojo en uno de sus trabajos. La cabellera azabache se tornaba blanquecina y parte de su agilidad se veía menguada.

-¿Cuántos días? -preguntó a duras penas.

-Solo uno, desde la última vez -respondió luego de sorber de su botella-. El muñón está mejor. No se ha infectado. Con el pasar de los días, te acostumbraras.

-Hablaré con Dolan -comentó. Inevitablemente, Reily no pudo no mirarlo. Hacía rato que se encontraba limpiando algunos instrumentos sin precisar en verlo.

-Ya lo hice. Me debes cien grandes, muchacho. -Karl sonrió a gusto. Esa era una deuda que, aunque pudiera y quisiera saldar, no lo haría, porque a Reily Zoraj no le gustaba que le pagasen las cosas que hacía por afecto.

Se pudo levantar pasado catorce días; únicamente para caer en manos de Dolan, un sujeto paliducho con una mala visión, pero excelente en la mecánica. Eric solía llamarlo "recreador de marionetas" y es que el hombre tenía una gran debilidad por crear muñecas a partir de piezas diminutas. Le parecía una gran obra cuando veía el resultado, y también le parecía que Dolan necesitaba algo en que ocuparse a parte de muñecas.

Zoraj jugueteaba con alguno de sus dispositivos mientras que el hombre se hacía con lo necesario y le regañaba de vez en cuando. No paso ni dos minutos cuando el mecánico le quitaba de las manos un diminuto objeto parecido a un cerebro.

-Deberías dejar eso ahí. Dolan nos correrá si no dejas las manos quietas -musitó Karl. Se había lanzado sobre un sofá viejo al que el aroma de la humedad no le dejaba. Aguardaba al momento en que Dolan le llamase y de igual manera veía a su amigo pasear por toda la habitación como un perro rastrero.

-Estoy nervioso. Y toda esta chatarra me pone peor. -Su compañero alzó la ceja, dudoso.

-¿No debería ser yo el nervioso? Debo recordarte que es a mí a quien le harán trizas los nervios, Zoraj. -bufó

-Sí, pero si te mueres en esa camilla yo te seguiré los pasos al infierno, imbécil -resopló. Se tomó varios segundos para pensar en ello, en cómo se habían dado las cosas y lo que tendría que haber sucedido-. Yo debí estar en tu lugar -susurró.

-Recuerdo una historia que me contó alguien. La historia es estúpida en sí, pero una frase me ha quedado grabada: "Todos para uno, y uno para todos" -comentó. Zoraj bufó y, como si ambos hubieran pensado lo mismo, el par se echó a reír.

-Semejante idiotez te leían, eh. Qué bueno que estés de este lado, aquí te contarán verdaderas historias. -Se rio. Serio, meditó en lo siguiente:

-Eric, si necesitas mi otro brazo, ten por seguro que primero haré que te arranquen una pierna -se mofó.

Judi llevaba todo un día practicando con Ravi a cuesta de la tormenta a la que se enfrentaba el dirigible. El manejo de espadas era algo que se le daba fatal, nunca quiso practicarlo, en cambio le gustaba el combate cuerpo a cuerpo y en eso podía ser mejor que cualquiera o por lo menos, que la mayoría de la tripulación. Ravi había constatado la fuerza de la fémina al caer por primera vez contra el duro suelo, el resto de las veces, su ego se había quedado roto así como sus articulaciones parecían quebrarse en cualquier momento. Aun así, él seguía.

Y no importaba cuanto insistiera, Judi lograba hacerle ver su lugar: el piso.

En un ataque la tomó desprevenida. Judi apenas pudo girar para enfrentarse al puñetazo que el muchacho preparaba. El dolor causado por el golpe la hizo tambalear un poco, más no lo suficiente. De pie, con el rostro en el suelo y la sangre emanando de la comisura de labio, ella se dio cuenta de la severidad de aquel movimiento. Ravi había asestado y también se había confiado. En dos simples pasos ella ya se encontraba encima de él y lo había enviado al otro extremo con una patada a la barbilla y otra al abdomen.

El rugido emanando de un par de sujetos que veían el enfrentamiento, ponía de mal humor a Ravi, mientras, Judi se sentía en casa.

-¿Es todo muchacho? -Clement se acuclilló frente a él. Verificaba que aun respirase, que estuviera consciente y si era capaz de levantarse. Sin embargo, Ravi no tenía más fuerzas para seguir. Aníbal suspiró con una sonrisa de suficiencia que, quizá, de haberlo visto, lograra irritarle, pero no fue así-. Estas declarada como vencedora, Judi ¡Victoria para El asolador! -gritó.

-Basta, Clement -espetó y se acercó al par. Apenas vio que Ravi respiraba con dificultad supo que no se levantaría de nuevo. Lo agradecía en tal caso, el chico había sido un duro contrincante contra el cual enfrentarse-. Lo hiciste bien, nada mal. Aún me duele ese último golpe. -El chico resopló poco convencido.

-¿Me enseñarás? -preguntó mirándola por segunda vez.

-Te dije que lo haría. Esto tan solo fue una prueba -secundó y le tendió la mano.

-Siempre que no descuides tu trabajo, yo no me opongo -repitió Clement. Una frase que ambos le habían escuchado decir varias veces.

-No lo haré. No seas tan aguafiestas, Clement -bufó.

Cuando Ravi se puso de pie, las articulaciones dolieron más de lo que alguna vez sintió. Sentía que en algún momento, se caería de nuevo y si lo hacía, no se levantaría. Ansiaba un lugar donde dormir por horas hasta que fuese de día o de noche. A esas alturas, poco le importaba. Recibió ayuda de Teressa, le había brindado su mano como soporte, lo llevaba a la zona médica por orden expresa de Judi.

El par recorrió todo el pasillo principal hasta dar con una puerta en su lateral, al abrirse daba paso a otro pasillo lleno de puertas selladas a presión y, al final, la entrada a la zona. El aroma cambiaba drásticamente y la temperatura disminuía a diferencia del exterior. Judi solía burlarse del doctor Jean D' Marco al llamar al lugar como la gran nevera.

Jean D' Marco era un hombre austero, siempre con una mirada capaz de atravesar a cualquiera y absorto en sus propios pensamientos ¿cómo había dado con El asolador? Era algo que pocos sabían, ni siquiera ella se atrevía a preguntar.

El muchacho se quedó quieto en la camilla mientras esperaba porque el doctor lo revisara. Luego de que el hombre terminara de escribir sin cesar sobre varias fichas, procedió a inspeccionarlo con cuidado. Los hematomas eran evidentes, empezaban a tornarse rojizos y cada lugar que tocaba hacía gemir a Ravi.

-No hay ningún hueso roto -comentó con indiferencia. Zoraj lo observó indignado.

-¿Me duele hasta las uñas y no tengo un solo hueso roto? -Jean negó.

-No. Te daré algo para aliviar el dolor y ya te puedes ir. Infectas mi zona -comunicó.

Llevaba varios minutos observando la cantidad de nubes por la cual sobrevolaban, los truenos resonar que provocaban el titilar del vidrio. Le empezaba a marear, pero eso no evitaba que dejase de hacerlo. Era eso o ver a Tarrell, implacable, con las manos detrás de su espalda y la sobriedad de su postura. No, Karl prefería beber y juguetear un poco, lujos que no podría darse a aquellas alturas.

Maldecía el momento en que salió de Hoogland sin siquiera divertirse un poco más o robarle alguna botella a West o algo. Se había despertado con todo el mal humor que solía evitar. Recordar le hacía volver a abrir viejas heridas, le invitaba a momentos que buscaba dejar en el pasado y que volvían siempre que podían.

Resopló cuando no pudo contenerse más. La tormenta empeoraba cada vez que se acercaban. Se sostuvo de las vigas de metal a su alrededor y bajo la cabeza.

-¿Alguien esta mareado? -Judi se cruzó de brazos y, recostada de la una de las vigas, observó al mercenario-. Todavía no lo soportas, me sorprende que hayas tomado este vuelo.

-Era necesario -musitó como pudo-. Necesito...

-¿Una letrina? -Se mofó-. La segunda puerta a mano derecha. Procura no hacer un desastre -exclamó, aunque Karl ya estaba lejos como para escucharle o intentarlo.

Después de las promesas, lo que más odiaba era volar y, si seguía esa línea, también odiaba navegar. Lo peor era que, para regresar a Hoogland, debía hacer esa misma trayectoria. Se enjuagó la boca y suspiró. Al mirarse en el pequeño espejo vencido del cuarto de baño, solo notó lo mal que llevaba el viaje.

Cerró la puerta detrás de sí viendo a la mujer aun burlarse de su penosa situación. Y bien que lo disfrutaba, le lanzó una botella de agua y aguardó a que se sintiera mejor.

-Será un largo viaje, Karl. ¿Te parece dormir todo el viaje? Creo que si te anestesiamos, lo conseguiríamos. -Karl la miró por breves segundos que ella disfrutó. Era esa clase de mirada asesina que daba cuando lo hacían molestar.

-Estoy bien con un par de botellas. Si me quieres poner a dormir, que sea por una intoxicación con alcohol -bufó.






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La hora en que murió el hijo de Dios, hace referencia a Jesús. Según algunas fuentes esto ocurrió a las 3:00 p.m

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