Prologo.

El olor a flores muertas era insoportable, era el olor a omega, a un omega herido y roto.

En un rincón de Inglaterra vive una prestigiosa familia de alfas, con una gran fortuna, pero para su desgracia uno de sus pequeños hijos era un omega.

Un chico de aspecto débil, piel blanca como la nieve del invierno y ojos verdes como dos grandes jades, un cabello oscuro como la noche, pero brillante como las estrellas. Con aquel delicado aspecto podría ser la esposa de cualquier alfa.

A sus 16 años empezó su primera etapa de celo, por lo cual era encerrado, pues al ser una familia de gran importancia, todos sus trabajadores eran alfas, al igual que betas, quien eran los únicos que podían soportar aquel aroma, en las primeras veces, se usaron supresores, pero estos no servían, así que la elección del monarca de la familia fue traerle alfas que ayudaran aquel omega.

No lo podían marcar, solo quitaban aquel deseo de ser devorado, al principio el olor de aquel omega era a flores de cerezo, pero después comenzó a oler a flores muertas.

Decían que aquel cambio era por las múltiples veces que fue violado.

Era como si una parte de él hubiera muerto.

—Por favor ayúdame —suplicó aquel de ojos verdes

—Te daré tus supresores, maestro —pronunció aquel de ojos azules, cabello dorado como el oro y una rudeza en el cuerpo, un gran ejemplar de alfa, que podía tener a quien quisiera, pero estaba ahí para servir a su señor, pues era el mayordomo de aquel omega.

—Esas cosas no sirven y lo sabes —su cuerpo estaba semi desnudo, el olor era fuerte, su rostro pareciera agonizar —trae alguien para que quite este sufrimiento, este ardor interno, esta agonizante sensación en mi ano.

—Así que de nuevo quieres ser violado, ese rostro que muestras es de una puta, mi querido amo —pronunció para tomarlo del cuello —¿Por qué no me permites que yo quite ese dolor en ese pequeño ano?

—No importa que tan agonizante me encuentre, de todo el mundo, la persona que menos deseo que me tome, eres tú —dijo alejándose de él —así que, por el bien de tu trabajo, ve y busca alguien.

—Muy bien mi señor —salió de aquella habitación con la mirada triste —¿Por qué te gusta tanto ser lastimado así?, ¿Por qué no me dejas ser tu dueño?... aunque tú me salvaste de la oscuridad y el frio, con tu olor y sonrisa, no me dejas salvarte a ti... Loki Laufeyson.

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