Capítulo 12 | Alerta
ALERTA
No tuve noticias de Lucía durante el fin de semana, ni durante los primeros días de la semana nueva. Aguanté la tentación de contactarla, pues no quería presionarla, y había aprendido a no excederme con la atención que daba. Me esforcé por tomármelo con calma. Sin presión y recordando que, si era para mí, todo fluiría como debía ser. Estar trabajando era bueno para ocupar mi mente.
Excepto durante la hora de almuerzo. Últimamente sentía que una hora libre era demasiado.
Me aferré a la bandeja y caminé lentamente hacia una mesa vacía. Mis acostumbrados acompañantes no estaban a la vista, así que supuse que Luis continuaba enfermo y quizá Vanesa había pedido el día para cuidarlo.
Ya habiendo comenzado a comer mi pasta, alguien apretó mi hombro. Me sobresalté por tener la mente ida pensando en Lucía.
—Disculpa, no era mi intención asustarte —dijo Vanesa ocupando el asiento frente a mí.
—Tranquila —respondí mientras me limpiaba la salsa del mentón con una servilleta—. No te vi cuando llegué.
—Acabo de salir de mi oficina. Luis sigue con fiebre, así que traje de nuevo mi almuerzo. —Sacó una vianda de su bolso térmico, la cual veía con frecuencia desde la ausencia de su esposo—. Jorge está atendiendo el problema de unas bombas. Lo más probable es que no venga al comedor.
Asentí, concentrándome en masticar. No me agradaba la idea de estar almorzando con una mujer casada, dulce, y sin su esposo cerca. Así no hubiera razones escondidas cuestionables, era fácil de malinterpretar por nuestro entorno.
—Roberto, lamento si te incomodamos la otra vez con el tema de la infidelidad —comentó luego de unos minutos también enfocada en comer.
—Ya fue hace mucho. No te preocupes por eso —repliqué, confundido de por qué lo mencionaba tanto tiempo después de que ocurrió—. Fue solo una conversación que surgió.
Mis palabras no convencieron a Vanesa.
—Es que has estado callado. ¿Fue otra cosa que te desagradó?
Me mantuve en silencio por unos momentos, fingiendo estar analizando su pregunta. La verdad era que Lucía era la que me mantenía distraído; el enigma tras ella. Sin embargo, no podía simplemente relatar que una dama de compañía estaba volteando mis ideales de cabeza. ¿Yo considerando tener sexo casual? Jamás.
—Estoy bien, solo algo cansado. He estado muy ocupado en el trabajo.
—¿De verdad?
—Sí.
—Bien, me alegra. Ya casi cumples tu primer mes en la compañía.
—Así es —Removí más la pasta en la salsa blanca con sabor a tocineta—. Estoy contento.
Con eso, Vanesa estuvo satisfecha por un rato. Terminó de comer casi igual que yo. Todavía quedaba un poco menos de media hora antes de tener que dar mi ronda.
Arrastré la silla hacia atrás para ponerme de pie. Regresaría la bandeja e iría por una botella de agua, pero Vanesa me detuvo colocando su mano sobre la mía.
La miré desconcertado, deseando que no estuviera a punto de hacerme una insinuación. Ella debió haber adivinado mis pensamientos a través de la expresión de mi rostro, pues se ruborizó y la retiró apenada.
—Perdón, es que no sé cómo hablar de esto —admitió—. ¿Puedes quedarte unos minutos más? Quiero pedirte un consejo.
Solté la bandeja y me acomodé otra vez en la silla.
Lo menos que necesitaba era involucrarme en sus asuntos, ya que yo no era el más indicado para dar consejos. Ni en el ámbito laboral, ni en el amoroso. No obstante, por haber sido por tanto tiempo solo mi madre, mi hermano y yo; era consciente de cuánto ayudaba solamente escuchar.
—¿Te parece que soy molesta? Porque a veces siento que Luis se cansa de mí. Quizá porque hablo mucho.
Definitivamente, un tema en el que no tenía que involucrarme.
—Ehh... creo que deberías comentarle directamente cómo te sientes. Suponer nunca es bueno —contesté—. Y así encontrar una solución juntos.
—¿Eso crees? ¿Y si quedo como una exagerada que se imagina cosas?
Así pensaba que iba a quedar yo cuando comencé a notar los cambios en Laura y esas alertas respecto a Christian. ¿Qué hubiera sucedido si desde el principio la hubiera confrontado? ¿Hubiese sido sincera conmigo? ¿Hubiéramos podido encontrar una solución juntos?
—Las conversaciones incómodas y difíciles también son necesarias. No evites tenerlas por suponer que quedarás como exagerada. —Coloqué una mano en mi nuca y me incliné hacia atrás—. Si puedes conversarlo conmigo, ¿por qué no con tu esposo?
Vanesa asintió lentamente, captando el sentido en mi argumento.
—¿Cómo es que esa mujer te engañó si eres tan lindo? —murmuró, más para ella misma que para mí.
—Fue culpa de ambos, incluyendo mala comunicación —respondí.
Decirlo en voz alta fue extraño. Las charlas con Gabriel no habían tocado ese punto y, por ser mi hermano, estaba de mi lado. Sin embargo, en mi proceso de introspección, acepté mi propia responsabilidad en el fracaso de la relación con Laura.
Estando más tranquila, Vanesa me dejó ir. Esperaba que pudiera solucionar sus problemas con Luis, ya que iba a ser lamentable ser testigo de que ese matrimonio acabara.
Me coloqué mi equipo de protección personal y fui a dar mi ronda de control de la tarde. Dejé de último la zona de tratamiento de efluentes, porque sabía que me recibiría el operador Martínez, a quien no le caía bien por lo sucedido en mi trabajo anterior.
—Oh, vaya. Por la hora, suponía que se había olvidado de nosotros hoy —fue su saludo.
Forcé una sonrisa y saqué por enésima vez el bolígrafo de mi bolsillo para abrir la carpeta con el formato rutinario a llenar. Así era casi todos los días y ya había dejado de prestarle atención a su acidez. Era imposible caerle bien a todo el mundo.
—Sería un pecado privarlo de mi presencia —contesté con esa frase que practiqué la noche anterior.
No pude ignorar cómo la esquina de su boca tembló, como conteniendo una sonrisa, o una mueca. Poco a poco, iba agrietando ese muro causado por su negativa percepción de mí. No, yo ya no me iba de malhumor a mi oficina, sino que asumí el objetivo de demostrar que yo no era tan malo.
Avancé hacia los medidores correspondientes. Con su cercanía y supervisión de mi actividad, realicé las anotaciones y la inspección visual para asegurarme de que el proceso daba resultados dentro de los parámetros establecidos. Podía ser repetitivo, pero era importante.
—Voy al baño —informó el operador cuando yo estaba revisando el último elemento.
Aunque era la primera vez que me dejaba solo, y por protocolo no debía hacerlo, no me pareció extraño. Durante su ausencia, terminé con mi labor y cerré mi carpeta para esperarlo. En eso, me llamó la atención un lapicero cerca de un grupo de válvulas.
Tenía el logo de la empresa y existía la posibilidad de que se le hubiera caído a un operador. Lo recogí para dárselo a Martínez y, unos instantes después, una de las alarmas se disparó. Al examinar las variables del tanque, noté que el nivel del agua aumentaba.
—¿Qué mierda hiciste? —exclamó Martínez mientras se apresuraba hacia mí.
—Nada. Hay que abrir la compuerta de...
—No me des órdenes. ¡Fuera de aquí!
Consciente de que un evento de ese tipo estaba fuera de los lineamientos de mi departamento, salí del lugar para que el operador se hiciera cargo. Me topé con otros trabajadores y en el pasillo me esperaba mi jefe.
—¿Qué sucedió? —interrogó el ingeniero Boada.
—No lo sé. La alarma empezó a sonar y los niveles del agua subían —expliqué—. Quizá se obstruyó una tubería, o el caudal de ingreso creció por alguna razón.
Boada suspiró y colocó su mano en mi hombro—. Vamos de regreso a la oficina. Seguramente van a querer hablar contigo cuando se controle la situación.
Obedecí, cayendo en cuenta de lo mal que era el hecho de que me encontrara solo justamente cuando el proceso sufrió un desperfecto. Debido al manual, sabía que en el área había cámaras de seguridad que podían demostrar mi inocencia, pero no tenía claro si apuntaban en donde estuve.
—Bien, dame tu carpeta mientras tanto. Siéntate —indicó mi jefe directo ya estando en medio de nuestros escritorios.
Hice lo que pidió y me quité mi bata para ocupar mi silla.
—Martínez había ido al baño —dije.
—¿Te dejó solo?
—Sí.
Vi la preocupación asomarse en él, mas lo disimuló ojeando los formatos que le entregué. Preparé café para ambos en busca de distracción. Con mis antecedentes y los detalles del evento, yo estaba en una mala posición.
—Todos los valores lucen bien —comentó—. Tuvo que haber sido algo que ocurrió mientras estabas allí.
—No vi nada.
—Martínez no debió dejarte solo —señaló—. No lo entiendo. Nunca ha dejado a alguien solo cerca de su agua.
No quería pensar en que el operador lo hubiera hecho con mala intención. La dedicación a su trabajo era innegable, así que el sabotaje, poniendo en peligro a la procesadora, solo para perjudicarme, era difícil de creer. Tenía que haber otra explicación. Debió haber sido una coincidencia.
Alguien tocando la puerta me sobresaltó. Era la licencia Rodríguez, quien estuvo a cargo de mi entrevista.
—Permiso, señores. Vengo a informales que ya el nivel del tanque se controló y a pedirle al ingeniero Rojas que por favor me acompañe para tomar su declaración —dijo—. Ya el operador Martínez nos dio la suya.
—¿Y luego revisarán las cámaras de seguridad? —preguntó Boada.
—Si lo consideramos necesario, sí.
—Claro que es necesario. No había más nadie allí —bufó.
—Después de que nos diga qué ocurrió, revisaremos las cámaras para verificarlo —contestó.
—Bien, entonces vamos. Como su jefe directo, estaré presente.
Tuvo un efecto tranquilizador que mi superior me respaldaba. Seguía confiando en mí. Todavía no todo estaba perdido.
La licenciada de Recursos Humanos me llevó a su oficina. Boada tuvo que esperar afuera mientras ella tipeó mi versión de los hechos. Unos minutos después, nos dirigimos al departamento de vigilancia y seguridad de las instalaciones. Anotaron nuestros nombres y nos guiaron a una habitación con una pared repleta de pantallas con las imágenes capturadas por cada cámara.
El encargado de ese espacio nos recibió. Ya el operador Martínez estaba con él y optó por ignorarnos por completo.
—En este monitor voy a reproducir la grabación de la sección de efluentes desde que el ingeniero Rojas ingresó —explicó el de seguridad.
Todos indicamos el estar listos y posamos nuestra atención en el monitor de su escritorio, más grande y girado hacia nosotros.
Pude verme entrando en el recuadro, con la hora coincidiendo. Apareció Martínez, realicé mi recorrido según la normal, me quedé solo y me agaché a recoger el bolígrafo.
—¡Aquí! ¿Qué está haciendo? —intervino Martínez—. ¿Puede hacer zoom? Debió haber cerrado una de las válvulas.
—En realidad el problema fue un objeto extraño obstruyendo la tubería —dijo la licenciada.
—Ese soy yo agarrando un lapicero del suelo —respondí de todas formas.
—Él me lo entregó. Lo dejé en mi escritorio —añadió Boada—. ¿Esa cámara no debería estar apuntando también a las escaleras de la plataforma? ¿Está movida?
Aunque ese detalle era interesante, me limité a continuar analizando el video. Yo ya me estaba poniendo de pie y... en ese momento algo circular cayó desde arribar.
—¿Vieron eso? ¿Lo puede retroceder? —pregunté.
Al parecer se habían enfocado en si el ángulo de la cámara estaba mal o no, porque ninguno vio la primera vez lo que yo. El de seguridad retrocedió el video y, efectivamente, algo había caído desde arriba. Tal vez desde la plataforma. Quizás incluso arrojado.
—Eso debe ser la pelota que estaba en la tubería —dedujo la licenciada.
—Y qué conveniente que no pueda verse quién subió o bajó de allí —comentó mi jefe.
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