Nudo 1:La marioneta sin vida

“Me abuuuuuuurro-pensaba Cassandra mientras contaba los blancos azulejos que se encontraban frente a ella-otra vez en el mismo lugar. Definitivamente yo odio los hospitales”.

Y sus razones tenía, en los casi dos meses que llevaban en la nueva ciudad, había visitado el mismo hospital universitario cerca de 30 veces. La verdad es que creo que me he pasado un poco con este dato pero a la pobre Cassie le parecía más o menos así. Pero lo peor de todo no eran las visitas al hospital sino las circunstancias de las mismas porque lo que más la enojaba era que estos dos meses eran sus últimas vacaciones antes de comenzar su ansiado instituto y que de todas las veces que había entrado o salido del hospital, jamás había sido por una enfermedad suya.

Luego de contar los casi 150 azulejos que había entre las dos puertas frente a ella comenzó a mirar a las personas a su alrededor. Casi todos mostraban la misma expresión de aburrimiento que ella, otros mostraban un poco de tristeza en sus rostros, la mayoría de estos adultos.

Sin embargo, vio como caminaba por los pasillos un chico que le parecía a ella más que triste, vacío.
Llevaba el mismo horrible pijama de hospital que el resto de los pacientes que ella había visto, aunque parecía desarreglado y mal colocado. Tenía el cabello muy oscuro, largo y muy despeinado, le daba la idea de uno de esos chicos descuidados que veía a veces por la calle, pensó que por su tamaño probablemente sería de su misma edad o un poco mayor, solo un poco. Pero lo que más llamó la atención de Cassie fueron sus ojos oscuros y perdidos, parecía como si no hubiese vida en ellos, no había brillo ninguno, ni siquiera el más mínimo rasgo de haber sido feliz en algún momento.

Este chico caminaba como si no tuviese la más mínima gana de hacerlo, arrastrando sus pantuflas con cada paso, como si fuera un títere siendo halado por una cuerda invisible al otro lado del pasillo. Parecía ignorar a las personas a su alrededor, o simplemente sería él el ignorado por todo el mundo, quien sabe.

De igual modo pasó frente a ella ignorándola por completo, sin embargo, ella no pudo ignorarlo así como así, le parecía una existencia que destacaba de entre todos los demás, como una marioneta sin vida en medio de un bosque. Y así fue como la curiosidad, o simplemente el hilo rojo del destino que la dirigía hacia el rol exacto que debía cumplir, la hizo levantarse de su banco de metal brillante y seguir al chico vacío sin pensarlo dos veces.

Ella lo siguió mientras seguía su marcha aparente errante por los blancos pasillos de aquel hospital. No parecía estar perdido porque miraba siempre al frente, nunca a los lados, como si supiera perfectamente hacia donde iba. Tampoco parecía tener mucha prisa porque no aumentaba ni disminuía la velocidad del paso. Ella caminaba considerablemente cerca, de manera que su presencia pudiese ser notada en cualquier momento, pero nunca fue así.

Finalmente le pareció ver frente a ellos el destino final del joven frente a ella: eran las escaleras que conducían directamente al techo del hospital. Ya había subido allí en otras ocasiones, la primera había sido cuando recién se acababan de mudar, la cual fue también la primera vez que iría a este hospital que odiaba tanto. En ese momento estaba muy triste y frustrada, planeaba llorar mucho sin que nadie la viera, pero terminó gritándole a los cuatro vientos la razón de su tristeza:

“¡¡¡Solamente quiero que se cure, ya no quiero regresar a nuestra antigua casa, ni volver a ver a mis amigos, no pediré nada más, así que por favor cúralo ya!!!”
Eso era lo que había gritado, la verdad no sabía a quién se lo gritaba. Tal vez sería a aquel Dios al que su mamá rezaba a diario o a cualquier otro, solo esperaba desesperadamente que alguien, sin importar quien fuera, lograra escucharla y por supuesto, cumplir su petición.

Mientras Cassandra estaba absorta en sus recuerdos el chico comenzaba a subir lentamente las escaleras, poniendo demasiado peso en cada paso que daba, como si sus pies y todo su cuerpo le pesaran demasiado como para poder sostenerlo. Inmediatamente ella retomó la marcha y comenzó a subir las escaleras siguiéndole el paso.

Al final de las escaleras había una puerta de Metal también blanca que fue abierta por el chico con mucha desgana y luego fue atravesada por la chica. Al salir, lo primero que observó fue el amplio cielo azul con esponjosas nubes blancas y un enorme disco brillante que se observaba desde esa gran altura. También se podía ver una panorámica de toda la gran ciudad que rodeaba el edificio.

Cuando volvió su vista otra vez al chico, este seguía de espaldas a ella y dirigiéndose con el mismo paso débil hacia la alta cerca que delimitaba la enorme azotea, seguido obviamente por los pasos pequeños y sonoros de la chica detrás de él, que intentaba sin frutos, intentar dar con los planes que tendría ese niño tan curioso en su cabeza.

Luego de darle vueltas y más vueltas a su cabeza, observar como el chico seguía dirigiéndose hacia el límite sin titubear y analizar el poco tiempo que llevaba siguiendo al misterioso personaje logró comprender la idea que podría llevar este niño en su cabeza y corrió sin dudarlo hacia su encuentro.

-¡¡¡Aléjate de allí-le gritó muy alarmada e ignorando que de este modo iba a revelar su presencia definitivamente-Eso es muy peligroso. ¡¡¡No vayas hacia allá!!!

El joven no hizo el más mínimo caso al aviso de la niña y sin decir palabra, o hacer gesto alguno, se dirigió a su destino ignorando por completo  a la chica a sus espaldas. Está al ver que no se detenía y que se encontraba a menos de 2 pasos del límite, no lo pensó dos veces y lo agarró con todas las fuerzas que podía tener haciendo que el delgado cuerpo del chico cayera fuertemente apoyado sobre su espalda.

La chica, que también había caído por el impacto se encontraba en el lado derecho de este con las manos aún fuertemente agarradas de la camisa del pijama del mismo
-Te dije que te alejaras de allí, pero tú no me escuchaste. Debes de tener mucho cuidado.

El chico volvió a ignorarla por completo e intentó levantarse de nuevo pero se encontró con una chica morena de cabello castaño y vestida de rosa y azul pastel, que lo abrazaba  firmemente por la cintura y que no tenía planes de soltarlo en ese momento.

-No puedes hacer eso te dije ya-le dijo ella mirándole directamente a los ojos para que no pudiera volver a ignorarla-No tengo la menor idea de porque podrías querer hacer eso, y si no quieres decirme no me importa tampoco, pero te vas a hacer mucho mucho daño si sigues así. Y eso está mal, muy mal.

Este finalmente la miró a los ojos por unos segundos, aunque sin quitar su expresión sombría y luego volvió la vista hacia el suelo y simplemente resopló débilmente sin volver a levantar la vista. Al ver esta señal de rendición y sin soltarle la cintura, la niña comenzó a hablar con la marioneta triste a la que abrazaba con fuerza.

-Me llamo Cassandra, aunque casi todo el mundo me llama Cassie. Tengo 15 años recién cumplidos y soy nueva en esta ciudad. He venido a este hospital 30 veces aproximadamente en dos meses para hacerle compañía a mi hermano Tristán. Somos gemelos, aunque el insiste en que es el hermano mayor solamente porque nació siete segundos antes-al no obtener ninguna reacción de parte de su compañero se decidió a continuar su monólogo introductorio:

-Mi hermano es muy fuerte y valiente, aunque es algo temperamental y se enoja fácilmente. Pasamos mucho tiempo en el hospital porque se enferma con mucha facilidad y cada vez que eso pasa hay que ingresarlo. A mí no me gusta venir al hospital pero aún así vengo a acompañarlo. Yo quiero mucho a mi hermano. ¿Tú también estás muy enfermo?

-No lo estoy-dijo finalmente el chico en voz baja y sin levantar la vista del suelo.

-Y, ¿entonces?

-¿Entonces, qué?-le dijo el chico finalmente levantando la vista hacia ella.

-Te ves raro-le dijo Cassandra mirándolo de arriba abajo como si lo estuviese escaneando-Pareces un muñeco sin cuerda, un cascarón vacío. Es como si estuvieras tan, pero tan triste que no quisieras ni siquiera respirar. ¿Por qué estas tan triste?

-No estoy triste

-Entonces ¿Qué?

El chico puso su vista en el horizonte tratando de evitar la pregunta de cualquier modo. Sin embargo, ella se levantó del suelo y se interpuso en el medio de la línea de visión de este. Inmediatamente colocó su cara justo en frente de la de este para que así no pudiera ignorarla y le volvió a preguntar haciendo énfasis en cada sílaba que pronunciaba.

-Entonces ¿Qué?

-Estoy cansado-dijo con un tono de voz forzado con el que intentaba parecer más adulto de lo que era en verdad.

-¿De qué?-le dijo ella sin alejarse de él.

-De estar vivo- dijo en un susurro prácticamente imperceptible para cualquier otra persona que no fuese ella. Al parecer, se lo decía más a él mismo que a ella o a cualquier otra persona en el mundo.

-Y ¿por qué? 

-Porque lo odio-lo dijo con la voz entrecortada solo para volver a colocar la vista perdida en el suelo.

-¿Sabes? Cuando yo era muy pequeña realmente odiaba la noche. Era  oscura y fría. No podía jugar afuera ni ver a mis amigos y todo a tu alrededor se ve raro. Tenía que irme temprano y dormir, por eso me sentía muy triste cuando el Sol se ponía. Deseaba que la noche no existiera.

-Y eso, ¿qué?-le dijo el chico sin entender mucho lo que ella decía.

-En algún momento entendí que la noche era la unión ente los días. Era simplemente un paso muy largo que comunicaba el día que ya pasó con el día que vendría. En ese momento no sabes que podrá pasar cuando el sol vuelva a asomarse por el horizonte. Puedes hacer nuevos amigos o tener una nueva aventura diferente cada vez que el sol salga, y eso solo sucede porque un momento como la noche existe.

-No entiendo

-En estos momentos esto es tu noche. –le dijo Cassie bajando la cabeza para poder encontrar los ojos vacios de el chico frente a ella.-En estos momentos, odias tu vida. Solo en estos momentos. Si no le das oportunidad a que el Sol vuelva a salir en tu vida, no sabrás que pasaría en tu vida si simplemente esperas un poco más.

-No quiero esperar

-Pues no lo harás solo, entonces-dijo la niña a la vez que soltaba la larga cinta roja que recogía su cabello castaño y la emplea a modo de cuerda para amarrar su mano a la del inmóvil chico a su lado. Hizo varios nudos empleando su mano libre y los dientes, hasta considerar el extraño nudo  como bien cerrado-Yo voy a estar todo el tiempo a tu lado hasta que encuentres otra vez tu Sol. Así de sencillo.

-¿Qué haces?-dijo el chico mientras observaba totalmente perdido su mano envuelta en un rustico nudo escarlata.

-Así voy a evitar que te intentes rendir otra vez.

El chico subió la vista levemente hacia el totalmente sonriente rostro de Cassandra y ella pudo ver por primera vez en el rostro  de este una pequeña pero intensa luz de vida. Este simple hecho logró a hacer a Cassandra enormemente feliz por alguna razón.

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