Capitulo 1: Silencio
— El sol está cayendo.... Que lindo, ¿no lo crees? Espero no volver a ver tanta estupidez tan calurosa— murmuro en voz baja, era apenas un susurro de aquellos labios agrietados.
La mano delgada toco la ventana que lo separaba del hermoso jardín del palacio Garnet. Los ojos azules oscurecidos por la enfermedad observaron con suma decepción como el sol comenzaba a caer lentamente.
La sirviente que estaba presente no pudo evitar mirar con lastima aquel hombre pálido, frágil y lleno de miseria.
— Algún día podra salir y disfrutar de su calor. — la sirvienta expreso con voz suave y comprensiva. Sabía que muy en el fondo su señor anhelaba salir.
El frágil hombre rió, sus labios ligeramente agrietados se movieron en una sonrisa irónica. Estaba tan cansado de su situación, lo único que quería era descansar eternamente pero no sé le era permitido, aquel rubio nunca dejaría de darle demasiada seguridad para evitar sus intentos de morir.
— Eso no pasará, ya me resigne a pasar mis días aquí, encerrado. Mi cuerpo no podría soportar el cambio de ambiente, es inevitable.— Adonis murmuró en voz baja y amarga.
Todos en aquel palacio sabían el horrible destino que le esperaba al débil Adonis de Alger Obelia, el hermanastro del actual emperador, Claude de Alger Obelia. Como tal, muchas personas tendrían que poner
— ¿Quiere que lo lleve al ventanal del ala principal? Recuerdo haber visto un nido de gorriones recién nacidos.— La sirvienta trato de animarlo.
— ¿En serio? Bueno, me gustaría ver a los pollos antes de que lleguen a la mesa como comida. — Adonis comento con interés tan ácido que su sirvienta suspiro.
Se dejo llevar en aquella silla de ruedas especialmente construida para el.
En silencio, se dirigieron hacia la sala pulcramente decorada con muebles costosos y cuadros hechos con marco de oro y gemas. Adonis resoplo, su encarcelador se burlaba de el sabiendo que no podía sentarse en aquellos sofás.
— Las sirvientas hicieron sus galletas favoritas. Iré por unas cuantas, ya regreso.
Adonis asintió mientras miraba por la ventana, justo como prometió, ahí estaba un nido de pájaros. Esas escandalosas creaturas que lo despertaban por las mañanas. Hizo una mueca fastidiado y aburrido.
Odiaba su vida. La odiaba, quería morir ya.
Los polluelos en las ramas de aquel inmenso árbol comenzaron a trinar, pidiendo comida. Al fruncir los labios, Adonis observo como los padres volaban con gracia hacia sus crías.
Su corazón latio fuertemente, pero lo ignoro.
— ¿Uh? ¿Una niña? — Adonis murmuró confundido al ver tras el ventanal a una pequeña niña rubia caminar por el jardín.
Aquello lo confundió, era imposible tener a gente que no trabajará ahí. Estaba prohibido entrar a este lugar.
Sonrió con emoción, podría divertirse un poco.
— ¡Margot!
Y así comenzó, la historia dió un giro bastante inesperado con la intervención de Adonis. Athanasia no logro encontrarse con Claude y en cambio, termino frente a un desconocido bastante pálido y ligeramente desaliñado. Pero algo le llamo la atención, eran aquellos ojos azules tan opacos y sin brillo.
— ¿Quién eres? Por tus ojos, seguramente eres una cría bastarda ¿Eh? ¿Mi padre te oculto del emperador y de mi? Bueno, es sorprendente que su majestad no te haya matado aún.
Adonis sonrió con dulzura enferma, como si aquello le pareciera una especie de broma, lo cual, era de muy mal gusto para Athanasia.
— Soy hija del emperador actual, uh... Yo no sabía que alguien habitaba aquí. Solo di un paseo...— Athanasia murmuró intranquila, se removió incómoda.
— Ya, ya, tranquila niña, no es como si te cortará la cabeza. — el hombre murmuró mientras agitaba su mano. — Un juguete deplorable como yo no está en condiciones de ordenar a nadie más que a su criada.— rió suavemente.
La mirada perpleja de Athanasia quedó fija en el y después en la mujer que estaba parada respetuosamente al lado del hombre. La mirada que le brindaba la única sirvienta era tan...
— E-eso...— Athanasia murmuró sin saber que decir. Su vista bajo hacia la tiza humeante de té.— Perdón, si lo ofendí, pensé que aún seguía en el palacio Rubí. No me dí cuenta que atravese el jardín de... Amm, su palacio.
El bufido del hombre la hizo parpadear confundida.
— Está prisión no es mía, es mi muy querido hermano, Claude de Alger Obelia. — el pelinegro le dió una sonrisa divertida. — Eso me hace tu, ¿tío? Que fantástico, seré tío Adonis.
El hombre aplaudió con una falsa felicidad. La sirvienta suspiro bastante cansada, la personalidad de su señor era tan peculiar. Suponía que estaba en una faceta de locura.
—¿Tío? Yo no... Uh...— Athanasia no sabía ni que decir debido a la conversación tan rara.
Nunca pensó que aquel hombre estuviera conectado con ella, no tenía rasgos de la familia imperial y parecía que un tornillo se le había zafado.
—Sera mejor que te vayas, Anastacia.
— Athanasia.— la pequeña corrigió.
— Como sea, vete ya. A esta hora el carcelero vendrá a torturarme. — Adonis le sonrió mirando hacia su sirvienta que asintió.
La rubia se levantó y alzó su vestido para reverenciar.
— Nada de eso, mini rubia. No soy alguien importante, vete de aquí. Ahora.
Ante la orden de Adonis, Athanasia emprendió camino hacia la puerta. Justo antes de salir, observo por última vez a su auto nombrado tío, el cual tenía una expresión tan deprimente y neutra. Aquel comportamiento juguetón había desaparecido.
Salió de ahí sin hacer ruido.
Por alguna razón sintió mucha lastima por Adonis, apenas lo conocía y ya sentía algo de empatia. Conocía esa mirada tan bien, era la misma que la misma Athanasia tenía cuando Claude la ignoraba, repudiaba y despreciaba.
Aunque había una diferencia, Adonis parecía tener cierto aire de odio, el no estaba deprimido. Estaba furioso, frustrado tal vez.
¿Pero de qué? Athanasia se propuso a volver, tal vez y podría sacar algo de información con respecto al pasado de Claude y bueno, hacerle algo de compañía.
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— Margot. — Adonis murmuró estando algo alejado de la mesa de postres que estaba colocando su sirvienta. Margot levantó la mirada. — Necesitaré licor para soportar la presencia del perro ese.
El delicado hombre murmuró, aunque Margot no pudo hacer mucho más que terminar de acomodar. Adonis no podría jamás probar el licor o si quiera algún postre, carne o guarnición, eran órdenes del emperador.
Por esa razón estaba tan delgado y... Debil.
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