☾» Capítulo 2

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~CRISTINE~

Al ver la distorsión en su rostro aparto mis manos del mango, la sangre empieza a manchar el piso como sus jadeos llenan la habitación, que se vuelven gruñidos gruesos que me helan la sangre. No lo dudo dos veces, para salir corriendo tan rápido que ya estoy cerca de la puerta del recibidor.

Tira de mi trenza hasta lastimarme el cuello, dejo salir un alarido cerrando brevemente los ojos cuando me gira sin cuidado para verle. El miedo se cierne en cada parte de mis huesos, cuando me doy cuenta que no pude hacerle daño, a pesar de haberle hundido todo el cuchillo. En ese tono distorsionado provoca que abra los ojos.

Quiero que se trate de una ilusión más, quiero creerlo pero esto es tan real. Una horrible realidad. Los miedos me invaden como mi curiosidad. Parece leerme el pensamiento, pues al ver como estoy de aterrada ve la oportunidad en sonreír lleno de malicia.

—¿Sabes, pequeñuela? —saca el cuchillo lentamente de su pecho, sin mostrar una sola mueca más que esa misma sonrisa—. Sería mejor que vivas un tiempo con este temor, resulta tan grato ver como tu piel adquiere palidez, que tu cuerpo queda tan inmóvil... todo por mí —sus labios se ensanchan más y sus comisuras sangran, a su vez que sus dientes se transforman en filosos colmillos.

Al tratar de escapar, es ahora él quien me amenaza con el cuchillo para que me quede quieta. Poco a poco comienzo a sentirme débil, mi cabeza da vueltas, punzadas que frenan más mis movimientos inútiles por hacer algo para sacarme de ahí. Ojalá hubiera seguido las instrucciones al pie de la letra, hace años debí haber seguido tomando esas pastillas.

—No aparezcas más, solo... déjame en paz —incluso el aire me hace falta para hablar, me siento tan cansada que las piernas me quieren fallar. Mi vista empieza a nublarse, en ese instante se ríe en una carcajada que casi me deja sorda—. Las cosas de valor...-

—Te necesito más que un ladrón buscando cosas de valor, eres magnífica... —en un movimiento ágil, una de sus manos aprisiona mis muñecas y las rompe. Las deja caer a mis costados para tomarme del cuello.

Disfruta el dolor de mis gritos, que mi garganta ya no de para más llamados de auxilio. Ojala me pudiera matar en este mismo instante, quiero dejar de sufrir, que haga lo que tenga que hacer... o hacerme. Con esa misma extraña agilidad de antes, apenas me doy cuenta que el cuchillo lo guía hacia mi pecho. Grito, pero no me sale la voz.

Lleva una mano a mi cuello, con brutal fuerza que me siento ensordecida. Apenas niego con la cabeza, hasta que pierdo por completo las fuerzas hasta cerrar los ojos en una tormentosa oscuridad, sintiendo como mi consciencia se fuer en declive a un agujero negro.

Me rindo, y solo imágenes atraviesan mi mente ¿son acaso mis recuerdos, advirtiéndome la muerte...? Me pierdo sintiendo solo mi pesado cuerpo caer sin fin.

Un horrible dolor en mi cabeza acompañado de un olor agrio me hacen recobrar la conciencia. Me incorporo de golpe ahogando un grito de horror, solo para ganarme un mareo. Analizo mi entorno tan deprisa, que me desplomo en la silla viendo que estoy en mi dormitorio. Abandono a rastras el lugar del piano para analizar el departamento. Mis piernas y fuerzas son la misma gelatina, analizo mis muñecas, mi pecho, y estoy sin ningún rasguño.

Mi dormitorio está intacto, al igual que el resto del departamento, no hay nada roto, alguna cerradura forzada, las luces están encendidas... ni si quiera rastros de sangre.

De pronto tomo una fuerte bocanada de aire por un dolor proveniente de mi abdomen, mi voz no está, me duele la garganta. El dolor punzante en mi cabeza hace detener mi paso, me apoyo en el marco de mi puerta sin otra opción. Mi celular empieza a sonar donde lo dejé; en el escritorio. Alcanzo a tomarlo con pocas fuerzas, apenas alcanzando a leer el nombre del contacto de Isabella.

—Cris, estoy en camino ¿Se te ofrece algo? Estoy cerca de tu dulcería favorita —su entusiasmo no puede contagiarme.

Mi respiración se hace difícil e irregular, siento el cuerpo frío pero a la vez tibiez en mi piel. Las palabras, las ideas me dak vueltas que ya no sé que puedo decir.

—Es perfecto —logro decir en un murmuro. Camino hacia la sala en un intento para esperarla como es mi costumbre, prometí quedarme a esperar lo suficiente a su llegada.

—Dios, no puede ser. Estaré en un momento en casa, por favor busca tus pastillas. ¡Ya llego! —sin más termina la llamada.

Apenas pienso en lo ridículo de esta situación, no puedo entenderlo esta mañana estaba tan bien y alegre, es imposible que haya regresado. Se suponía que estaba dado por terminada mi situación, ya no era algo preocupante como dijo esa señora.

Antes de moverme, siento en mis pies una extraña humedad, espesa. Al bajar la mirada me aterro al ver que estoy manchada de sangre, ¡Proveniente de mi pecho! Es tan irreal, incluso es la misma incisión de esa pesadilla, lo que me hizo ese hombre.

¿Habré sido yo de nuevo? ¿Es verdad que tendré que volver a lo de antes? Quiero huir de mi misma, ya no puedo soportar más las irrealidades que se topan en mi camino... Mis pensamientos son interrumpidos cuando mis piernas dejan de sostenerme, dejándome caer de golpe al suelo, soltando el móvil y saliendo de mi corto alcance.

Después de haber peleado tanto, volverán a creer que estoy loca, que necesito volver a aquellos lugares... y con mamá. Mi cuerpo ya no responde a las débiles señales de querer moverme, mis sentidos se empiezan a apagar, mi respiración también. La cabeza me empieza a dar vueltas, la siento tan pesada, quisiera dormir, por mucho, mucho tiempo.

Apenas logro escuchar como Isabella entra rápido, y cae a mi lado para socorrerme. Sus gritos se apagan a lo lejos de mi, conforme a los segundos pasan, la oscuridad me abraza y siento como fácilmente me entrego a ella sin mis temores presentes.

—¡CRISTINE! ¡AMIGA, NO ME VUELVAS A HACER ESTO...!

* * *

Después de mucho tiempo, quiero al menos volver a tener de esa oscuridad que me brinda la situación, quisiera permanecer un poco más en la oscuridad, con tal de no ver los mismos rostros distorsionados por la tristeza y preocupación. Solo fue un largo momento ese capricho mio, pues la respuesta a esa silenciosa petición fueron constantes ruidos pequeños, lejanos, que poco a poco toman forma y tono. Son diminutos pitidos de una máquina cerca, siento una ventisca en las fosas nasales con algo que me resulta incómodo; algo me ayuda a tratar de respirar.

La realidad me azota con volver a la misma situación con la que he estado huyendo por meses, creí que había terminado esto. No me sorprendería que toda esa pesadilla que pude sentir a flor de piel, haya sido efecto de mi problema olvidado que por lo que veo sigue siendo malo.

Pasan los minutos para que yo pueda acostumbrarme al entorno, observando la habitación del hospital a detalle, viendo diversidad de flores en donde haya superficie que las sostenga. Aferro mis dedos a la sabana ante lo que significa, tuve preocupada a mucha gente, les hice pensar en mi joven y tonta muerte, se compadecen por las molestias que causo. Quisiera llorar, pero el nudo se queda atorado en mi estómago y garganta, como si ya no tuviera las fuerzas de llorar.

Doy un ligero brinco cuando escucho la puerta abrirse con brusquedad y la persona entrando en escándalo, y justo cuando la quería evitar por un momento más, aparece con la boca abierta y los ojos empezando a ponerse llorosos. La persona a la que tanto quería ver pero a la vez no quiero escucharla en los próximos dos o cinco minutos.

—Mamá —murmuro con la voz bastante entre cortada, me doy cuenta que tengo la garganta muy seca. Hago el esfuerzo de darle una sonrisa para mostrarle que empiezo a sentirme bien, en eso es algo cierto.

Se limita a abrazarme y soltar aire para aliviar su tensión, logro abrazarla con pocas fuerzas dándole un beso en la mejilla. Cuando acaricio su cabello, suelta en sollozos en mi hombro dándome diversos besos también en la mejilla. Se aparta de mi para dejar en la mesita de al lado lo que tiene en sus manos; una bolsa de comida.

—¿Cómo te sientes? ¿Llamo a la enfermera? —toma asiento al borde de la camilla limpiandose las lágrimas. En respuesta niego con la cabeza sonriéndole.

—Tranquila, empiezo a sentirme bien, solo quisiera agua por ahora —apoya su mano en la mía, mirándome con cierta rigidez que en vez de preocuparme me da poco en que pensar. Lo poco que tenia de tranquila, su expresión me la arrebató—. ¿Estuve dormida por más de un día? —se levanta hacia una mesita con cosas personales, ahí es donde me sirve el vaso con agua. Su silencio me mata e incomoda, esta aura no ha cambiado nada, o quizá sea mi propia imaginación. Le evito la mirada yendo con mis ojos hacia la ventana.

—Si, casi cuatro días —si ya estaba rígida, ahora me siento tambalear, hundo mis labios llevando una mano a la herida del pecho. Al notarlo mamá, noto que cambia su rostro repentinamente a uno molesto—. ¿Volviste a hacerlo? —suspiro hondo cerrando los ojos.

Oculto el pánico que me inunda al pensar en esa horrible pesadilla donde peleaba por mi vida, dándome cuenta que solo se trató de un episodio grave. Más real que todas las anteriores juntas... Vaya vida la mía.

—Sabes que tal vez, accidentalmente me lo provoqué, ha sido tan común desde mi adolescencia —me da el vaso de mala gana, desprendiendo molestia. Me da la espalda para pensar sus palabras, averiguar que ha pasado en su ausencia. En nada me termino el vaso—. Sabes como es mi esquizofrenia...

—Fue una etapa temporal desde tu adolescencia y no a este grado, no después de años. Dime lo último que te dijo el doctor —si, esos minutos llegaron donde quiero hacer oídos sordos, o haberme despertado cuando no estuviera ella, aunque de todos modos no la puedo evitar mucho tiempo. Pero, ¿años? ¿Qué tan perdida estoy para haber pensado que eran meses?—. Cristine, ¿por qué eres tan malditamente necia? —contengo las inmensas ganas de sacar mi ira acumulada, tengo tanto atravesando mi garganta que me arden los ojos por las  lágrimas.

—Cancelé la última cita programada hace cinco semanas, porque ya no puede hacer nada por mí —puedo verla de reojo, me mira fijamente con obvia molestia. Reúno el coraje para mirarla con firmeza, aunque me este quebrando—. Lo último que quiero se ti es que te molestes por...

—¡¿Cómo no voy a molestarme por tus niñerias?! ¡Eres una estúpida! —quedo fría, mi cuerpo se tensa como es la misma costumbre cuando ella está aquí, y me hace esto—. ¡CONTÉSTAME!

—¡CIERRA LA BOCA QUE POR CULPA TUYA ESTOY ASÍ! —la dejo sorprendida, pero no me inmuto en hacerla sentir mal. Me quito la intravenosa, los parches del monitor que al quitármelos emite un pitido largo, me pongo de pie que ella no se inmuta más que imitar lo mismo—, ¡¿Crees que pedí ser así?! ¡¿Tener lo que me heredaste?! ¡Si no he ido, es porque estoy buscando en otro lugar mejor atención, mejor que tu maldita doctora de "confianza"! Además, mis episodios habían desaparecido hasta apenas ayer con tal grado de agresividad, deja de preocuparte cuando solo es drama tuyo —tomo grandes bocanadas de aire como si me faltara el aire, saqué esa tensión haciendo que mi corazón palpite sin control.

Provoco lo peor con el peor de los sentimientos haciéndome juego, pues veo a mi madre asentir para si misma mientras sigo sollozando bajo sin control, quisiera gritar de la tristeza. Casi se me cumple esto anterior, pues veo que sin dudarlo un segundo más se pone de pie tomando su bolso, me da la espalda solo por unos segundos hasta que con su mismo bolso, empieza el desastre en la habitación. Observo asustada como destroza los floreros con esa cosa, como si fuera un mazo en una batalla contra un enemigo, su expresión me aterra como siempre lo ha sido. Rompe todo lo frágil que se le atraviesa, soltando jadeos, reprimiendo refunfuños.

Quedo paralizada cuando por fin decide verme a la cara, sin mostrar una pizca de arrepentimiento o algo parecido. Es más, da dos pasos lentos hacia mi levantando su dedo índice.

—Eres una hija tan cruel, mal agradecida... y estoy tan segura ahora más que nunca el horror que fue haber decidido tenerte junto a ese hombre, estoy tan asqueada de haberlos tenido en mi vida —cierro los ojos y me escondo como puedo en mis manos y las sábanas—, ¡MIRAME A LA CARA, MOCOSA COBARDE! –me sobresalta su ira y otro estruendo, ahora fue la televisión. Cubro mi boca por inercia reprimiendo mis sollozos, entonces la encaro—, Espero que algún día te arrepientas de todas las groserías y vergüenzas qué me has hecho pasar. Que esto te quede muy claro; pagarás muy caro el no haberme escuchado hoy y hace tiempo —sin más rabia que tirar, se esfuma al momento que las lágrimas llenaron mi campo visual.

* * *

No fue necesario haberle contado lo sucedido a Diana ya que había escuchado todo al estar todo ese tiempo afuera, que mi madre también le había espetado tantas groserías como a mi, pero ella puedo defenderse mejor que yo. Soy una vergüenza, jamás he podido defenderme de mi propia madre, mi familia.

Ella es la única que me ha demostrado lo que ellos nunca fueron para mi, siempre ha estado ahí, para mi y para todo, sin esperar en recibir algo a cambio justo como ahora, ella terminó pagando los daños y además de eso se quedó a pasar el resto del día y dormir en el hospital.

Es medianoche y no consigo conciliar el sueño ni un poco, en comparación a Diana que no tuvo ningún problema con eso, se le ve tan cómoda y tan dormida en el sofá que me lastima verla ahí. Giro mi cuerpo en dirección al ventanal del exterior, que desde aquí solo puedo ver algunos edificios altos, el cielo nublado con esas características nubes rojizas, la lluvia cae sin parar como desde hace horas, es extraño pero hipnotizante de ver porque es de color rojo, supongo que es por las luces del exterior que las hacen tomar ese color tan peculiar.

Me sumerjo tanto en mis pensamientos, que me sobresalto al ver el cielo brillar anunciando una próxima tormenta eléctrica. Me acurruco un poco más a la cama, como si esta me pudiera proteger de algo, o de mis propios pensamientos que me alentan el sueño. Yo misma me hago daño.

Observo cada detalle hasta que mi mirada se queda en la ventana, fija casi sin poder parpadear, hasta que se asoman las lágrimas con el tormento de mi mente. Me controlo para evitar despertar a Diana, sería el colmo hacerla pasar por otra crisis así, por lo que me quedo donde mismo, mirando al cielo que entre momentos se ilumina y empiezan leves los truenos.

«Dios... alguien, por favor, que pueda escucharme en algún lugar; si hay una deidad, suplico su temerosa piedad y una nueva oportunidad. Anhelo seguir con mi vida de la forma en la que sea posible, que el destino, la vida me pueda sonreír por primera vez en mi vida. Dame una oportunidad, quiero por fin tener una vida tan distinta a la de ahora...». Me pierdo en un sueño tan profundo que la tormenta eléctrica solo era melodia como la lluvia que golpeaba la ventana.

Quizá esté terminando de ser una demente por rezarle a un Dios que no conozco, a uno inexistente porque no conozco ninguno. Pero cuando alguien está solo, busca hasta la manera más milagrosa por pedir que las cosas salgan bien, quizá es algo a lo que queremos aferrarnos y no caer más profundo.





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