🔞Kaido x Reader🔞
Pedido por Dream_joestarwh
Tema: mundo mitológico.
Bestia: Kaido como dragón y reader como conejo.
Tipo de contenido sexual: normal.
Advertencia: este capítulo contiene contenido sexual. Si no te gusta este tipo de contenido, no sigas leyendo, aunque eso implique que perderás información de la historia.
LA ROSA TURQUESA
En un reino lejano, se alzaba un castillo sombrío, custodiado por un señor de corazón helado y un dragón de fuego. Los aldeanos que residían en las cercanías del imponente castillo, enclavado entre dos montañas colosales, susurraban rumores de una maldición que caía sobre aquellos osados que osaran cruzar sus umbrales, condenados a ser devorados por la bestia que vigilaba la fortaleza.
No obstante, para los coleccionistas de lo extraordinario, el castillo guardaba un tesoro singular: una rosa de un azul turquesa, tan raro como el reflejo del cielo en el mar. La rosa turquesa, como la llamaban, era el deseo de muchos, pero el fin de todos aquellos que intentaron poseerla, devorados por la maldad que habitaba en las sombras del castillo, o al menos eso rezaban los rumores. Por esta razón, los ancianos del lugar prohibían a los jóvenes aventurarse en aquellos parajes malditos.
Sin embargo, una valiente joven llamada ___, una mujer con la gracia de un conejo, desoyó las advertencias de sus ancestros. Apasionada de la jardinería, anhelaba contemplar con sus propios ojos aquella rosa de tonalidad única. Nada temía, ni al señor oscuro ni a su dragón.
En su travesía, ___ recolectó diversas flores y arbustos para su colección, hasta que se encontró frente a las imponentes puertas del castillo. Un letrero que advertía: "Peligro. No pasar" captó su atención, pero para ella, no era más que una tontería, así que decidió ignorarlo y entrar.
El jardín, descuidado por la ausencia de cuidados, entristeció a ___, pero no era un obstáculo para una recolectora de su calibre. Con cautela, comenzó la búsqueda de la rosa turquesa, evitando cualquier trampa oculta. Quienes la observaran, pensarían que estaba loca.
Desde una ventana alta, una sombra acechaba a la intrépida coneja que se paseaba por su jardín. Un rugido estremecedor se liberó, y la sombra decidió salir para confrontar a la visitante.
___ entró en un área repleta de rosas turquesas, y sus ojos se dilataron ante la magnífica vista. El color de las flores era espléndido, casi celestial. No pudo evitar acariciar los pétalos, sintiendo un cosquilleo mágico en sus dedos.
—Es... increíble —susurró ___, embelesada por la belleza ante ella.
De repente, una presencia imponente se materializó detrás de ella, sus orejas de conejo se agitaron hacia atrás en alerta. Al girar, se encontró con una figura majestuosa; un hombre de estatura y corpulencia notables, con cabello y bigote oscuros como la noche, su piel adornada con tatuajes intrincados y ojos de un amarillo intenso. Pero lo que verdaderamente capturaba la atención eran los cuernos que se alzaban sobre su cabeza y la cola que ondeaba tras él, reminiscentes de un dragón.
¿Podría ser el señor del castillo?
___ se giró completamente para enfrentarlo. A pesar de su imponente presencia, no sentía temor alguno. En su rostro se dibujó una sonrisa dulce y serena.
—Hola, mi nombre es ___. Lamento si he invadido su morada, pero mi fascinación por la rosa turquesa supera incluso el asombro ante el descubrimiento de nuevas estrellas —declaró con firmeza.
La mirada del hombre dragón destilaba desagrado por la intrusión en su dominio. A punto estuvo de emitir un rugido que la expulsara de su vista, pero algo en su interior, un instinto primordial, se despertó. Ante él se encontraba una pequeña y valiente Omega, cuyo aroma era irresistible para cualquier criatura.
Los que habían osado entrar en su castillo eran meros Betas o Alfas, siempre mostrando agresividad frente al dragón. Pero él era superior en esencia y fuerza.
—Mi nombre es Kaido, el soberano de este castillo —se presentó con una cortesía inesperada.
—¡Qué nombre tan regio, como su persona! —exclamó ___ con una sonrisa radiante—. No tendrá inconveniente en que recoja algunas rosas para mi hogar, ¿verdad?
Kaido observó, fascinado, cómo ___ seleccionaba las flores con delicadeza, como si temiera dañarlas.
—Eres una Omega, y sin embargo, no muestras miedo —murmuró con un gruñido suave.
—¿Por qué habría de temerle?
Aquella pregunta, por alguna razón desconocida, provocó la risa de Kaido. Hacía tiempo que nada le causaba tal regocijo. ___ se mostró confundida ante su reacción.
—¡Porque soy un dragón Alfa! —proclamó con orgullo, elevando la voz hacia el cielo—. La criatura más temida de estas tierras.
—Y yo soy una coneja Omega encantadora que ha aprendido a sobrevivir y a convivir con cualquier ser.
—¿De veras? Aunque apenas te conozco, empiezas a agradarme —admitió el dragón con una sonrisa—. ¿La jardinería es tu pasión?
—¡Absolutamente! —respondió ___, sus ojos brillando con emoción.
Kaido se llevó la mano a la barbilla pensando con claridad, mientras su cola de dragón ondeaba de un lado para otro. Por otro lado, la coneja Omega miraba con curiosidad a la gran bestia.
—Como eres la primera Omega en pisar mi hogar, tienes el privilegio de entrar a mi jardín y cuidar las flores.
—... ¡Eso sería genial! —exclamó la chica.
___ estaba rebosante de alegría al haber recibido la bendición del señor del castillo para visitarlo. Con su cesta repleta de rosas turquesas, se preparó para partir, no sin antes ofrecer una sonrisa de despedida al dragón. Kaido, en silencio, observaba cada paso de la coneja Omega, sintiendo un inesperado deseo de que se quedara.
Los meses transcurrieron, y las visitas de ___ al castillo de Kaido se convirtieron en una dulce rutina. El dragón se encontraba cada vez más cautivado por la joven; su delicadeza y su pasión por la jardinería eran un bálsamo para su solitaria existencia.
Sin embargo, la época de celo se aproximaba, y con ella, una tormenta de emociones que Kaido luchaba por controlar. Se mantenía a distancia, evitando el aroma de ___ que lo embriagaba, temiendo que su naturaleza Alfa lo traicionara. Era una prueba de fuego para el dragón, que se debatía entre el deseo y la razón.
Con el paso de las estaciones, la amistad entre ___ y Kaido floreció, al igual que las rosas turquesas en el jardín del castillo. Kaido, quien una vez fue un solitario guardián de su fortaleza, ahora esperaba con ansias las visitas diarias de la coneja Omega. Su presencia traía vida a los pasillos silenciosos y color a los jardines olvidados.
Un día, mientras ___ trabajaba en el jardín, Kaido se acercó a ella, su figura imponente proyectando una sombra sobre las flores que ella cuidaba con tanto esmero.
—___, tu pasión ha transformado este lugar —dijo Kaido, su voz profunda resonando con un matiz de gratitud—. Nunca imaginé que compartiría mi hogar con alguien... y menos con una Omega tan única como tú.
___ levantó la vista, sus ojos reflejando la luz del atardecer.
—Este castillo y sus jardines tienen más vida ahora, gracias a usted, Kaido. Es un honor para mí ser parte de este cambio —respondió ella, su voz suave pero firme.
Kaido contempló a ___, una decisión formándose en su mente. La época de celo estaba cerca, y sabía que no podía ignorar los lazos que se habían formado entre ellos. Era el momento de enfrentar la verdad de sus sentimientos.
—___, hay algo que debo confesarte —comenzó Kaido, buscando las palabras correctas—. Estos meses a tu lado han despertado en mí algo más que una simple admiración por tu valentía y tu arte en la jardinería. Me he dado cuenta de que...
Kaido hizo una pausa, sus ojos amarillos fijos en los de ___, buscando en ellos una señal de comprensión.
—...me importas más de lo que había previsto. Y aunque mi naturaleza me insta a alejarme durante esta época, no deseo estar lejos de ti.
___ escuchó, su corazón latiendo con fuerza ante la sinceridad del dragón Alfa. Una sonrisa se formó en sus labios, y con un gesto de confianza, se acercó a Kaido.
—Y tú a mí, Kaido. No importa lo que dicte nuestra naturaleza, lo que hemos construido aquí es real y valioso. Juntos, hemos creado un hogar, no solo un castillo.
Kaido asintió, una sensación de paz llenándolo por primera vez en mucho tiempo. Juntos, se prometieron cuidar el castillo y sus jardines, un lugar donde la magia de la rosa turquesa y la unión de dos seres tan diferentes podían coexistir en armonía.
Mientras la luna llena se elevaba en el cielo, bañando el castillo y sus jardines con una luz plateada, la relación entre ___ y Kaido se profundizaba. Los días compartidos habían tejido un lazo fuerte entre ellos, un vínculo que iba más allá de las diferencias de sus naturalezas.
Una tarde, ___ se acercó a Kaido con una mirada pensativa. Había notado cambios en sí misma, una serie de síntomas que no podía ignorar. Kaido, con su instinto agudo, percibió la inquietud de ___ y la acompañó en silencio a los jardines, donde la tranquilidad de las rosas turquesas ofrecía un refugio sereno.
—Kaido, he estado sintiendo cosas extrañas últimamente —comenzó ___, su voz apenas un susurro entre el murmullo de las hojas—. No estoy segura, pero creo que... podría estar esperando una nueva vida.
Kaido la miró, sus ojos amarillos reflejando la luz de la luna. La posibilidad de un nuevo ser, fruto de su unión inesperada, lo llenó de una mezcla de asombro y temor. Pero al mirar a ___, su temor se disipó, reemplazado por una sensación de esperanza.
—Si eso es verdad, ___, entonces este castillo no solo será un hogar para nosotros, sino también para una nueva generación —dijo Kaido, su voz firme y llena de promesa—. Juntos, crearemos un futuro donde la magia de este lugar pueda florecer en paz.
___ sonrió, su corazón lleno de amor y gratitud. En los brazos de Kaido, bajo la luz de la luna llena, se permitió soñar con un mañana donde su pequeña familia pudiera vivir en armonía, rodeada de la belleza de las rosas turquesas y la fortaleza que ahora llamaban hogar.
La vida en el castillo tomó un nuevo significado con la noticia de la llegada de un nuevo miembro a la familia. ___ y Kaido, unidos por un amor que había florecido en las circunstancias más improbables, se preparaban para recibir a su descendencia.
Los días pasaban, y con cada amanecer, el vientre de ___ crecía, al igual que su amor y su conexión con Kaido. El dragón Alfa, protector y cariñoso, se aseguraba de que nada perturbara la paz de Luna, mientras ella, con su toque mágico, continuaba embelleciendo los jardines del castillo.
En el quinto mes de embarazo, ___ comenzó a sentirse decaída y triste. Se miraba al espejo, acariciando su vientre, tratando de conectar con el pequeño ser que crecía dentro de ella. Una inseguridad empezó a crecer en su interior, consciente de la naturaleza de Kaido. Muchas preguntas la asaltaban.
¿La abandonaría Kaido ahora que su cuerpo estaba cambiando?
Suspiró, sin saber qué hacer. Por un lado, se sentía feliz en el castillo, donde sentía que tenía un propósito. Por otro, extrañaba su pueblo, donde la gente la miraba con devoción y respeto.
Con las orejas caídas, sumida en sus pensamientos, unos golpes en la puerta la sobresaltaron. Kaido entró, sosteniendo una botella y con el olor a alcohol en el aire. El gran dragón tenía la costumbre de beber más cuando se sentía agobiado.
___ pensaba que esa era una de las razones por las que él no se acercaba a ella.
—Te veo... disgustada —murmuró Kaido, soltando un hipo.
—¿Tú crees? —respondió ___, siguiéndole un poco el juego.
—A lo mejor son cosas mías.
—A lo mejor —repitió ella, con una leve sonrisa.
Kaido observó a ___, notando la tristeza en sus ojos. A pesar de su estado, ella seguía siendo la misma mujer valiente y decidida que había conquistado su corazón. Decidió que era momento de hablar con sinceridad.
—___, sé que he estado distante —dijo Kaido, dejando la botella a un lado y acercándose a ella—. Pero no es porque no te quiera. Es porque temo hacerte daño, temo no ser el compañero que necesitas.
___ lo miró, sorprendida por su franqueza. Las palabras de Kaido resonaron en su corazón, disipando algunas de sus inseguridades.
—Kaido, no necesito que seas perfecto. Solo necesito que estés aquí, conmigo —respondió ella, tomando su mano—. Este castillo, este hogar, lo hemos construido juntos. Y no quiero hacerlo sin ti.
Kaido sintió una oleada de alivio y gratitud. Se arrodilló frente a ___, colocando una mano sobre su vientre.
—Prometo estar a tu lado, ___. Prometo cuidar de ti y de nuestro hijo. No importa lo que pase, no te abandonaré.
Luna sonrió, sus ojos llenos de lágrimas de felicidad. En ese momento, sintió que todas sus dudas se desvanecían. Kaido, el dragón Alfa, estaba dispuesto a enfrentar sus miedos por ella y por su futuro juntos.
Una noche, mientras ___ se preparaba para dormir, Kaido entró a la habitación con una mirada intensa. Podía ver la inseguridad en los ojos de su compañera, consciente de los cambios que su cuerpo estaba atravesando.
Kaido se acercó lentamente, sus ojos amarillos brillando con deseo. Tomó a ___ entre sus brazos, acariciando con delicadeza su vientre abultado.
—___, eres la criatura más hermosa que he visto —susurró con voz ronca—. Cada cambio en ti me fascina. Eres una flor en plena floración.
___ se sonrojó sorprendida por la pasión en las palabras de Kaido. A pesar de su evidente barriga, se sentía hermosa y deseada bajo su mirada ardiente.
Kaido deslizó sus manos por los costados de ___, memorizando cada curva. Dejó un reguero de besos desde su cuello hasta sus labios, robándole el aliento.
—Eres mi Omega. Mi compañera. Y jamás dejarás de serlo, sin importar lo que cambie —murmuró contra su piel—. Déjame mostrarte cuánto te deseo.
Kaido besó a ___ con pasión, sus manos recorriendo con reverencia las curvas de su cuerpo. Acarició con devoción el vientre abultado, donde su futuro cachorro crecía, sintiendo cómo su conexión se fortalecía.
___ se entregó a las caricias de su compañero, su piel estremeciéndose al contacto. Podía sentir el deseo de Kaido, su naturaleza Alfa inundándola con una oleada de calor y necesidad.
Sus cuerpos se fusionaron en una danza íntima, moviéndose al ritmo de sus corazones sincronizados. Kaido adoraba cada una de las formas que el embarazo había traído al cuerpo de ___, besando y acariciando cada rincón con adoración.
___ se sentía hermosa y amada, olvidando cualquier inseguridad. En los brazos de Kaido, se entregaba por completo, sabiendo que era la única que podía calmar la bestia que residía en él.
Las manos de Kaido recorrieron la piel caliente de ___, sus dedos trazaron el vientre. Le besó el cuello, le mordisqueó el lóbulo de la oreja y dejó un rastro de aliento caliente a su paso.
—Joder —murmuró en voz baja, sintiendo una oleada de posesividad.
___ gimió suavemente, arqueándose ante sus caricias.
—¿Te gusta lo que ves? —bromeó ella, mordiéndose el labio seductoramente.
Kaido gruñó por lo bajo, con los ojos oscurecidos por el deseo. "No tienes ni idea", respondió, con la voz cargada de lujuria.
Sin previo aviso, Kaido empujó a ___ sobre la cama y se subió encima de ella, sujetándole las muñecas por encima de la cabeza. Se inclinó hacia ella y la besó con fuerza, explorando con la lengua cada centímetro de su boca.
___ no pudo resistirse a corresponder el beso con el mismo fervor, sintiéndose cada vez más húmeda. Se arqueó contra él, buscando más contacto entre sus cuerpos.
Pero justo cuando las cosas se calentaban, Kaido se separó bruscamente y se levantó de la cama. Miró a ___ con una intensidad que le aceleró el corazón.
—¿Qué ocurre? —preguntó ella sin aliento.
Kaido entrecerró los ojos, con expresión tensa.
—No podemos hacer esto —dijo con firmeza, con la voz cargada de frustración.
___ frunció el ceño, confundida por su repentino cambio de actitud.
—¿Por qué no? —preguntó, con la voz llena de incertidumbre.
Kaido soltó un suspiro y se pasó una mano por el pelo.
—Porque estás embarazada —dijo finalmente, con las palabras suspendidas en el aire como un peso.
Los ojos de ___ se abrieron de sorpresa y una mezcla de emociones inundó su rostro. No se lo podía creer: había estado tan consumida por la pasión que ni siquiera había pensado en las consecuencias.
—Eres un conejo Omega —continuó Kaido, con voz grave y seria—. Y yo soy un dragón Alfa. No deberíamos haber hecho esto.
El corazón de ___ se hundió ante sus palabras, dándose cuenta de lo estúpida que había sido al ignorar los signos del embarazo. Sabía que no había remedio: iba a ser madre.
—Lo siento —murmuró en voz baja, avergonzada por haberse puesto en esa situación.
Kaido soltó un gruñido frustrado y salió furioso de la habitación, dejando a ___ sola y confusa. Sabía que Kaido tenía razón: no debería haberse quedado embarazada en su primera noche juntos. Pero la idea de no poder volver a tocarlo la ponía enferma.
Mientras yacía sola en la cama, ___ no pudo evitar sentir una punzada de arrepentimiento por lo ocurrido. Conocía los riesgos, pero en el calor del momento se había dejado llevar por la pasión de Kaido.
De repente, llamaron a la puerta. ___ se incorporó rápidamente, sintiendo que la invadía una oleada de pánico. ¿Quién podría ser? Su corazón se aceleró cuando abrió la puerta y vio a Kaido de pie, con cara de avergonzado.
—No puedo alejarme de ti —dijo bruscamente, entrando en la habitación y cerrando la puerta tras de sí.
___ dudó un momento antes de cerrar la puerta y volverse hacia él.
—No deberías haber venido aquí —dijo con firmeza.
Los ojos de Kaido se oscurecieron de deseo al mirar el vientre embarazado de ___.
—No puedo resistirme a ti —gruñó por lo bajo.
___ sintió una oleada de ira ante las palabras de Kaido, pero sabía que tenía razón. Había sido una tonta al pensar que podían ignorar las consecuencias de sus actos.
—Vale —dijo apretando los dientes—, pero será mejor que no me toques, joder.
Kaido sonrió satisfecho y se acercó a su oído, su aliento caliente le produjo escalofríos.
—Oh, sí que te tocaré —susurró con voz ronca, antes de capturar sus labios en un beso abrasador.
___ gimió suavemente en su boca, sintiéndose cada vez más húmeda. No podía resistirse a su contacto, aunque fuera incorrecto y peligroso.
Kaido siguió besando y acariciando el cuerpo de ___, sus manos recorriendo cada centímetro de su piel. Ella no pudo evitar gemir con fuerza cuando él encontró el punto que hacía que sus entrañas se estremecieran de placer.
Pero por mucho que disfrutara de sus caricias, una pequeña parte de ella no podía deshacerse del sentimiento de culpa y vergüenza que le producía estar embarazada. Sabía que debería estar haciendo algo para prepararse para el bebé, pero la idea de estar sin Kaido aunque sólo fuera un momento era demasiado para soportarlo.
—Joder —murmuró en voz baja, sintiendo que una oleada de frustración la inundaba—. ¿Por qué tengo que estar embarazada ahora mismo?
Kaido dejó de hacer lo que estaba haciendo y la miró con una mezcla de preocupación y frustración en los ojos.
—Lo siento —dijo bruscamente, acercándose para tocarle la cara con suavidad.
___ negó con la cabeza e intentó apartarlo.
—No, no es culpa tuya —dijo con firmeza—. Es culpa mía.
Kaido dejó escapar un gruñido frustrado antes de volver a besarla profundamente. Los dos estaban perdidos en el momento, sus cuerpos se movían juntos en perfecta armonía.
Pero cuando el instinto alfa de Kaido se puso en marcha, se volvió algo salvaje con ___. ___ gimió con fuerza, incapaz de resistirse a sus caricias y se dejó someter. Podía sentir su aliento caliente en el cuello mientras la mordía suavemente, haciéndola estremecerse de placer.
—Joder —gimió Kaido, con voz grave y áspera—. Estás tan jodidamente apretada.
___ sonrió complacida, sintiendo una oleada de poder al sentirse deseada tan intensamente. Sabía que no debía hacerlo, que estaba mal y era peligroso, pero el placer era demasiado bueno para resistirse.
—No pares —le suplicó sin aliento—, te necesito dentro de mí.
Kaido gruñó en respuesta antes de penetrarla profundamente una vez más. ___ gritó con fuerza mientras la llenaba por completo, la sensación era abrumadora e intensa.
Se movían a un ritmo perfecto, sus cuerpos se movían con una urgencia animal que los dejaba a ambos jadeando y jadeando en busca de aire. ___ sintió que perdía el control de todo lo que la rodeaba: su cuerpo, su mente, incluso de sí misma.
Con el tiempo, la relación entre ___ y Kaido se fortaleció aún más. Kaido dejó de lado sus temores y se convirtió en un compañero atento y cariñoso. Luna, por su parte, encontró en él el apoyo y el amor que tanto necesitaba.
Los días pasaron, y el embarazo de ___ avanzó sin complicaciones. La llegada del bebé se acercaba, y ambos se preparaban con ilusión y nerviosismo. El castillo, que una vez fue un lugar de soledad y oscuridad, ahora rebosaba de vida y esperanza.
Finalmente, una noche bajo la luz de la luna llena, ___ dio a luz a un hermoso bebé, una mezcla perfecta de sus dos mundos. Kaido, con lágrimas en los ojos, sostuvo a su hija por primera vez, sintiendo una felicidad indescriptible.
—Nuestra hija es el símbolo de nuestro amor y nuestra unión —dijo ___, acariciando la cabecita del bebé.
Kaido asintió, su corazón lleno de orgullo y amor. Juntos, prometieron proteger y cuidar a su hijo, creando un futuro lleno de amor y magia en el castillo que ahora llamaban hogar.
Siento haber tardado, pero me bloqueé a la hora de escribir jajajaja.
Espero que les haya gustado. ♥️
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