Parte 5
Pasaron 5 minutos desde que la gran Unión Soviética no paraba de abrazar al latino.
Después de esos 5 minutos, pasaron otros 10 minutos, y seguía sin soltarlo.
Deslizaba sus manos por su cabello, por su espalda, como si no creyera que lo tenía entre sus brazos. Lo apretujaba a su pecho, como si deseara unirse más y más a él, como un intento desesperado de atarlo y nunca dejarlo ir. Pasaron otros minutos y el latino subió sus manos para acariciarle el rostro. URSS pudo sentir esa tela en sus guantes rozar su mejilla.
– No, hazlo bien, por favor. – dijo el más alto retirándole el guante para ver esa pequeña mano algo fría de las puntas de los dedos. Sentía su suave piel, y sentía las vendas que cubrían la palma del latino. No hubo caricia más bella que aquella dada por el mexicano, nunca la hubo. – México, no sabes cuánto tiempo he estado esperando. No sabes cuánto he deseado poder volver a sentir tu dulce piel, sentirte tan cerca de mí. Aun añoro mis memorias, aun, tu dulce sonrisa, tus suaves labios, tus hermosas palabras, México, mi México.
– ... URSS, ¿Por qué estas vivo? – preguntó el pequeño levantando la mirada.
– No pienses en ello, no lo hagas, solo, disfrutemos que estamos juntos al fin. – dijo el mayor, cargando entre sus brazos al mestizo subiendo las escaleras con él. Le repartía besos suaves por las mejillas, mientras le retiraba esa bufanda, dándole pequeños besos en el cuello, sobre las vendas de este.
México estaba asustado, eso era obvio. De pronto, su antiguo amante que lo destrozó estaba vivo, y peor aún, lo tenía en sus brazos, dándole suaves besos, suaves y tiernos besos que le llegaban hasta las memorias del pasado. Donde en épocas obscuras había encontrado el amor, donde se había sentido tan bien en unos brazos tan fríos como los de URSS.
– ... URSS, antes de ir a la habitación, ¿Puedes hablar conmigo? – El pequeño sabía lo que el de mayor tamaño quería, así que, había decidido reprimir el miedo y tratar de controlar la situación antes de que avanzara a un punto donde no pudiera liberarse. Tenía que controlar sus emociones o no podría vencer en lo que se avecinaba.
– ¿De qué quieres hablar? – Preguntó la unión, subiendo y entrando en una gran habitación. Estaba muy bien ordenada y tenía un escritorio con un sinfín de papeles bien organizados. Por la ropa y el olor, sabía muy bien que esa habitación era de Rusia, pero, no entendía porque lo había metido allí.
– Bueno, primero. – dijo el latino. – Estoy feliz de verte de nuevo. – Mentía, por supuesto que era una vil mentira, pero, URSS estaba tan cegado por su obsesión al latino, que ni siquiera lo notó.
– Yo lo estoy aún más. – dijo, depositándole un beso en la frente, y el corazón del latino se estremeció.
– URSS, maldita sea. – Acabó por jalarlo para plantarle un beso dulce en los labios. Un beso que llevaba consigo sentimientos de hace años, memorias de un corazón frágil y roto, que había sido entregado sin miedo al soviético, que había sido puesto a disposición de él, y que había sido roto tan rápido como se le entregó. El mexicano deseaba no haberlo besado, porque sabía que esos sentimientos volverían, sabía que pasaría, pero tenía que hacerlo. Si lograba ganar la confianza de URSS, podría lograr que lo soltara, y así, correr piso abajo, a la salida, tomar su celular y enviar la alerta de emergencia.
El beso continuó mientras el mayor disfrutaba como nunca antes lo había hecho, tenía al de menor estatura besándole dulcemente, y esa dulzura lo estaba poniendo débil, era tal su amor por México que un simple beso lo estaba volviendo tan sumiso ante él. Le acarició la cintura y caderas dejándose caer en la cama con el latino mientras seguía una sesión de besos, donde depositaba tiernos y dulces en sus mejillas, en sus hombros y cuello. Tiernos besos que moría por dárselos desde años atrás, desde la primera vez que el latino le sonrió sin temor. Comenzó a subir la intensidad de ellos, abriéndole el abrigo, quitándolo del camino, quitando el suéter debajo, y dejándolo en esa dulce camiseta color verde que portaba. No tardo mucho para que la unión acabara por romperla liberando el torso dulce del mexicano. Se sorprendió al ver un cuerpo más atlético, aunque con muchas cicatrices en él, además de sus tatuajes de historia.
Pero, en ningún momento le desagradó, es más, el cuerpo de México era mejor que antes.
– URSS. – dijo el pequeño deteniendo los besos, sintiendo a la enorme Unión encima de él. URSS media más de 2 metros, y el mexicano medía 1.65cm. Solía crecer hasta 1.70 pero dependía de que tan bien alimentado estuviera. – ¿Me puedes decir que pasó? ¿Por qué estás aquí?
– No pienses en ello, solo... – el más alto acabo bajando al pecho, dejando sus marcas, mientras deslizaba sus manos más abajo, comenzando a desnudarle. México trataba de parecer calmado, pero dentro de él estaba gritando, no sabía que pasaba por su cabeza. Quería apartarlo, pero su corazón se estrujaba y latía un poco por el soviético, ¿Qué hacer?
Acabó por estar semidesnudo debajo de la unión, que lo tenía jadeando debajo de él mientras besaba cada parte de su cuerpo. Pudo notar cuando el mayor comenzó a retirarse sus ropas, y dejaba ese cuerpo perfecto solo que sin un color tan brillante como antes. México recordaba lo que se sentía besar ese dulce abdomen pulido, lo bien que se sentía estar entre esos gruesos brazos, lo protegido que se encontraba entre sus besos.
Y eso lo hizo odiarse aún más. Este country lo había destrozado, y estaba dejando que, sin decir perdón, lo siguiera tocando.
– URSS, dime, ¿Por qué estás aquí? – dijo el latino, alzando el rostro del soviético. – Dímelo.
– Cuando fui derrocado pensé que había muerto, cuando se disolvió la unión de mis tierras, pero, desperté en mi tumba y me arrastré fuera de ella para darme cuenta que mi cuerpo seguía intacto. Entonces corrí con Bielorrusia y aunque casi se infarta, decidió dejarme pasar la noche. Fue allí cuando comprendí que, mientras haya personas queriendo mi regreso, entonces seguiré vivo. Pensé que el efecto acabaría cuando Rusia se convirtió en potencia, pero, no. La gente sabe que Rusia no es nada a comparación de mí.
El latino sintió un pinchazo de molestia en su cabeza. Sabía que Rusia no era la mejor nación del mundo, pero, al menos había conseguido ser potencia a su corta edad, eso ya lo hacía mejor que URSS o él. Aunque, no tenía idea si podía decirlo, URSS era impredecible con su humor, era mejor no molestarlo.
– Okey am... – el latino le acaricio el pecho y después le dio una sonrisa cálida. – ¿No quieres sentarte? Digo, estaríamos más cómodos. – sonrió, siguiendo las caricias en el abdomen desnudo de la ex nación.
– Estoy cómodo así. – respondió, besándole las mejillas. – estoy entre tus piernas y realmente me siento en el paraíso ahora. Aunque, me sentiría mejor si no estuviera esta dulce tela entre nosotros.
El latino sintió su vientre hormiguear cuando un suave roce entre ambos bultos llegó a su cuerpo. Estaba allí, en boxers, con su ex pareja encima de él, igual, en boxers. Tratando de procesar que tenía que hacer. El ruso no le dio tiempo de pensar, porque una mano se había metido en su ropa íntima, comenzando a manosearle el trasero, mientras repartía más dulces besos en su cuello, que poco a poco lo iba despojando de las vendas que tenía.
– ¡Ah! No, espera... – dijo el mexicano sujetándole las manos.
– México ambos lo queremos, está bien, confía en mí. – respondió el más alto atacando de nuevo a sus labios, mientras con suaves caricias estremecía al mexicano quien se retorcía debajo de él por las sensaciones.
– ¡No, espera! – exclamó agitado el menor. – Okey, saca tus manos que no soy fruta para magullar. – suspiró el pequeño retirando las manos de su cuerpo. – URSS, ¿Qué piensas hacer ahora? Si ONU te encuentra.
– No lo hará, y cuando lo haga será demasiado tarde. Renaceré México, me volveré fuerte y te ayudare a ser una potencia como prometí. Solo tú y yo, ¿Qué dices?
Esas dulces palabras de nuevo, lo creyó la primera vez, no sabía si lo creía la segunda.
– Okey... URSS, ¿Por qué no te comunicaste conmigo? ¿Después de lo que hiciste? – dijo nervioso el latino tratando de moverse y escabullirse, pero, el más alto pegó sus caderas a las de él, dándole de vez en cuando suaves besos en los hombros. Si esto seguía así, acabaría cediendo a sus memorias del pasado.
– No quería que me vieras derrotado, o que vieras que me había dolido. México, quería que siempre me vieras como alguien que podría protegerte sin importar que. Y después de esa noche, estaba tan destrozado que pensé que te avergonzarías de mí. Yo, no hubiera podido soportar que me hubieras dado una mirada de lástima.
– ... lo entiendo. – contesto el latino, al final, URSS no era de los que agachaban la cabeza y lloraban tan fácil. – Pero, am, URSS, me lastimaste mucho y, fue difícil superarte, digo, mi relación con USA empeoró, aunque creo que últimamente estamos en mejores términos ahora. A lo que quiero llegar es, que mucho tiempo sufrí por ti, preguntándome continuamente si había sido buena decisión amarte. Y ahora, creo que realmente... creo...
– ¿Te arrepientes de haberme amado? – preguntó la unión viendo a los ojos al pequeño.
– ... No, siento que, si regresara el tiempo, volvería a amarte de la misma forma en la que lo hice. Donde todo eran bombas y guerra, y joder, todo era más simple.
El soviético sonrió, inclinándose a besar de nuevo los dulces y suaves labios del latino, mientras acariciaba suave y dulcemente su cuerpo. Acabó por bajar poco a poco su ropa interior sin pudor o vergüenza, acabando por desnudar al mexicano debajo de él. Pero, una mano detuvo sus besos, mientras el latino soltaba algunas lágrimas, tal vez de dolor, tal vez de remordimiento.
– URSS, no puedo creer que volvieras. – dijo el mexicano dándole una sonrisa dulce. – Pero, solo tengo una última pregunta. Vi sangre en el pasillo mientras subíamos las escaleras, y en cada escalón. Dime, ¿Dónde está Rusia?
El mayor hizo un gesto de molestia a lo que él latino se encogió de hombros. ¿Por qué tenia que mencionar a su hijo? ¿Le interesaba? ¿Qué le importaba a México donde estaba Rusia?
– ¿Por qué te interesa Rusia? – dijo el mayor, deslizando una de sus manos por el cuello del pequeño, con una suave caricia. – Es un idiota borracho, seguramente debe estar mejorando su defensa contra USA, haciendo más armamento nuclear.
– URSS...
– ¿Te interesa? Porque por lo visto en tu cuerpo, veo que se conocen bien. – dijo, al notar esas pequeñas marcas de besos, en el cuello y pecho del latino. Rusia había tocado la bendita piel de su amado. – ¿Por qué lo dejaste tocarte? Tú nunca dejarías que alguien te tocara, ni siquiera por la compatibilidad entre países. ¿Te lanzaste a sus brazos porqué te gustó? México. ¿Es porque creías que estaba muerto? ¿Es porque se parece a mí? ¿Qué es?
El mexicano no dijo nada. Solo cerró los ojos, para tomar un suspiro. Ni siquiera él lo sabía, no tenía idea porque había dejado que Rusia lo tocara.
– ... No cambies el tema URSS. ¿Dónde está Rusia? – dijo firme el mexicano mirando a la antigua potencia.
– ... No lo sé, lo apuñalé en el estómago y se fue.
– ¡¿Qué hiciste que?! Pinche Ruso desquiciado de mierda, ¡¿Qué diablos pensabas?! – el mexicano asustado sostuvo el rostro del soviético. – ¿Qué diablos pasa por tu cabeza?
– No pensaba, me arrepiento de ello. Quería decírselo, pero no ha regresado. Aunque no importa eso ahora.
– ¿Qué no importa? ¡Es tu hijo maldición! ¡Puede necesitar ayuda! ¡Vamos!
Y justo cuando el latino lo empujó, con el deseo de salir y buscar a Rusia para asegurarse de que estuviera bien, la antigua unión lo volvió a jalar a la cama.
– Esta bien, porque las tierras siguen fértiles y vivas. Si hubiera muerto, Rusia estaría muerta, todo su territorio y extensión. Así que no te preocupes más por él México.
Y antes de que pudiera responder. Un beso fue a parar a sus labios, pero, el latino acabo dándole un puñetazo en la cara, enfurecido con sus palabras.
– ¿Qué no me preocupe? ¿Eres acaso alguien sin sentido común? Rusia podría estar muriéndose por tu culpa. ¿Eres acaso idiota? ¡Joder URSS! ¿Qué no puedes ver a alguien mas que a ti? Puta madre, lo único que quieres es que todos sean parte de tu unión, con tus reglas, sin dejar a nadie mas decidir. – el mexicano suspiró. – Tengo que encontrar a Rusia.
El soviético sintió su rostro obscurecerse. Podría soportar que México tuviera una nueva vida, incluso, que hubiera tenido una nueva pareja. Pero, no podía soportar, que su amado estuviera buscando a su hijo, no podía, porque solo lo hacia desear haber destruido a Rusia desde el momento que había nacido. Y eso lo lastimaba, porque, en el fondo, amaba a Rusia, y sin Rusia, el no hubiera podido ser la gran nación que fue.
– Te dejare ir con una condición. Vas a necesitar de mi ayuda si quieres encontrarlo México. No eres tan fuerte, tus alas se congelarán apenas salgan al ambiente. Y no puedes ver a través de la nieve.
– ¿Qué quieres a cambio?
Después de ello, mi casa se llenó de un silencio total.
Cuando regresé al fin a casa, vi un celular tirado entre la nieve.
Al inclinarme a recogerlo, vi un gran, "Chingué su madre el América" en el protector del teléfono. ¿Es un insulto para USA acaso? De cualquier forma, solo había alguien que tendría un chihuahua de protector de pantalla usando un sombrero. Asustado, entre rápido a mi casa, para después escuchar un golpe en el piso de arriba. Subí, a punto de matar a mi padre, pero me di cuenta que eso no era necesario. Y lo que vi, me dejo impresionado, nunca en mi vida había visto tales colores preciosos en alguien.
Cuando entre en la habitación, vi las alas extendidas de México con esos colores, vibrantes, encendidos, como si hubiera luces de neón en ellos. Lo vi usando un casco de guerrero Águila, lo sabía, padre me habló de ello, antiguos guerreros que ganaban su posición. Lo vi con aquellos tatuajes encendidos por todo su cuerpo, donde parecía que los imperios revivían una vez más. Y lo mejor de todo, lo vi allí, sometiendo a mi padre debajo de él. Estaba usando solo unos boxers, pero no le tomé mucha importancia a ello, solo podía sentir mi corazón latir mientras lo miraba, miraba realmente el imperio que es México.
La razón, tal vez por la cual no dejaban que saliera de ser un tercermundista, es esta. Una vez que enciendes las plumas del Quetzal, ni el más grande de los desastres pueden apagar su brillo de dioses.
– México... – dije, viéndolo con maravilla en mis ojos.
Su rostro volteó a verme, clavando esos ojos directamente en mí. Acabó soltando a mi padre, caminando hacia mí, quedándose enfrente. ¿A caso creció? ¿Cómo aumento de estatura? Sus colores se fueron apagando, el casco parecía que se deshacía como arena soltada al aire, sus tatuajes se apagaron como focos, y su estatura comenzó a volver a la normalidad.
– Me voy a desmayar, así que puto si me dejas caer. – fue lo último que dijo, mientras se desplomaba, afortunadamente, estaba allí para no dejarlo caer nunca más. Lo tenía en mis brazos, y no podía ignorar la calidez de su cuerpo, pero también, no podía ignorar esas marcas de besos por su cuerpo, y más importante, esa mordida fresca en su cuello.
– ¿Qué tratabas de hacerle para que se pusiera así? ¡¿Por qué diablos lo mordiste?!
Antes de que pudiera responder, la puerta de la casa comenzó a sonar frenéticamente. Imposible, no esperaba visitas, y desde que la reunión había terminado, todos habían dejado Moscú. ¿Quién era? ¿Alemania acaso?
Le dije a mi padre que se quedara en mi habitación y no hiciera ruido mientras bajaba con México. Sea quien sea, no podía dejar que viera a mi padre, menos, que viera el estado inconsciente de México o acabaría con más problemas de los que tengo ahora. Dejé a mi México en el sofá para después abrir la puerta.
Fue enorme mi sorpresa ver quien era.
– ¿Qué diablos haces aquí? – dije con molestia, viendo a ese idiota.
Allí estaba, con un abrigo, cubriendo su cabeza con un simple gorro con estrellas como su bandera. Mirándome de arriba abajo, analizando cada gesto o movimiento que fuera a hacer. Pero eso no me enfureció, me enfureció que tuviera una maleta tricolor y un abrigo pequeño en sus manos. Eso es de México, mi México, ¿Qué diablos haces con sus cosas USA?
– México, nos vamos a regresar juntos, pero, me dijo que vendría a entregarte algo y de pronto él sale. Tus tierras se dañan, y estás ... herido por lo que veo. ¿Dónde está México, Rusia? Eres el ultimo que lo vio, ¿No es así?
– México está bien, yo lo llevaré a casa.
Me hervía la sangre de pensar que este idiota viajaría con mi México, y que se aprovecharía de él lo máximo que pudiera. No, sobre mi cadáver.
– ¿Tú? Tú ni siquiera vives en América, solo dámelo, ¿Dónde está? ¿Le hiciste algo? – dijo frunciendo el ceño.
– Nunca tocaría a México sin su permiso. No como otras personas que se esconden en su máscara de "héroe" para dañar a los demás. – contesté y este hizo un gesto de molestia, soltando una risa sarcástica. – Solo vete a casa USA.
– ¿Jugando al héroe? Bueno, dile como quieras a los sacrificios que hago para mantener todo en paz. – el americano volvió a depositar su vista en mí. Vi esos ojos azules potentes clavarse en los míos. – No pienso moverme hasta saber que le hiciste, ¿Dónde diablos está?
– En mi cama. – contesté, bueno, era mentira, pero, tenía que tratar. Quería dejarle claro que es mío, que no puede tocarlo o acercarse a él, lo prohíbo, no puede. – En mi cama, está agotado así que yo lo llevaré de regreso.
– ¿Tú cama? – el americano comenzó a reír sosteniendo su estómago. – ¡Bullshit! Primero se acostaría con Corea del Norte antes que con un perdedor como tú. – sonrió limpiándose una lagrima de risa. – México no tiene tan mal gusto para fijarse en un comunista bueno para nada como... – el americano paró su habla para después ver al más alto frunciendo el ceño. Y supe por su mirada, que algo estaba mal. – Dame a México, ahora.
– ¿Y ese cambio de actitud? – pregunté, haciendo mofa.
– La última vez que un comunista trató algo con México, este acabo destrozado por años. Dame a México, tu clase solo lo quiere por sus recursos. Malditos chupa sangre. No voy a dejar que el hijo de ese idiota le haga lo mismo.
– ¿Con qué derecho lo dices tú? – dije enfurecido, ¿Cómo diablos me había llamado? – Te la pasas aprovechándote de México sin parar, lo odias. Yo nunca le haría daño, nunca lo lastimaría, tu eres la verdadera porquería aquí, tú lo has lastimado toda su vida.
– ¡No lo odio! Y tú no tienes idea de que estas hablando. ¡Solo dámelo Rusia! No metas tu nariz en cosas que ni siquiera entiendes o conoces, solo eres un niño tratándose de meter en cosas de adultos. Dame a México, maldito comunista.
– Yo lo llevaré a casa. – sentencié.
– Joder, que voy a destruir toda Rusia si no me lo entregas ahora. – pude ver, como una especie de armadura comenzaba a cubrir a USA, realmente estaba dispuesto a declararme la guerra y pelear a muerte conmigo por México. Esos ojos llenos de rencor y desesperación me sorprendieron, no lo niego, pero, no pienso entregarle a la única cosa que me ha dado calidez en la vida.
Nuestros celulares comenzaron a sonar frenéticos. Nuestro gobierno estaba teniendo muchos roces de golpe.
– Oblígame a darte a México, USA. Estas en mis tierras. ¿Qué no sabes de historia? Nadie puede vencer a Rusia en el invierno.
– Si, claro, como digas niño, pero recuerda, no eres nada en comparación a URSS, y aun te falta mucho por aprender.
Y aunque me cueste admitirlo, USA tenía razón.
Había luchado contra USA, era demasiado inteligente en cuanto a nuestra guerra fría, pero, aun necesitaba aprender mas de combate cuerpo a cuerpo, porque, me distraje. Que sacara su armadura de guerra solo había sido una distracción. Acabo por golpearme en mi herida y caí de rodillas escupiendo sangre, sintiendo mis tierras temblar debajo de mí.
Joder eso dolió. Apenas podía soportarlo, me ardía y me tenía en el suelo con solo un golpe. Odio que sea una potencia con demasiado poder.
– ¡México! ¡¿Dónde estás?! – gritó el americano entrando en mi casa.
– Hn... ¿USA? – el latino despertó por el gritó, para después soltar un grito fuerte que alerto al americano. – ¡Aléjate!
USA aceleró sus piernas para después correr a encontrar a México, quien lo abrazo de golpe, rodeándolo con sus brazos y piernas. Corrí detrás de ellos, pero incluso aunque fue instintivo, no quería ver a mi México aferrándose a USA de esa forma. Porque ahora moría de celos viendo como el idiota capitalista, besaba la frente de México abrazándolo como si lo hubiera perdido durante años.
– ¿Estás bien? estaba preo...
No pude detener eso.
La mirada de USA se encontró con los ojos amarillos de mi padre. Estaba allí, viéndose el uno al otro, a un par de metros de distancia. Allí estaba un antiguo rival, allí estaba en todo su esplendor, con sus colores más vivos, más fuerte. No sabía que decir, como intervenir, ¿Qué se suponía que hiciera? Él lo sabe ahora, él lo sabe.
Y como mi sentencia ya estaba escrita en el futuro, llegó.
Usa actuó de manera rápida, enviando una señal por su celular. Sabía que había hecho, lo supe por como el celular de México y el mío comenzaron a sonar. Había lanzado una alerta de emergencia dando su posición. Una alerta que haría que todos los países se reunieran, una alerta que haría que mi vida como país estuviera en la cuerda floja...
– Lo sabía, sabía que Rusia quería revivirte. Lo sabía, ahora, es tiempo de que ambos comunistas mueran al fin. – dijo el americano abrazando al latino, haciendo que mi sangre y la de mi padre, ardiera en rabia y celos. – No sabes cómo voy a disfrutar cuando ONU acabe con ustedes dos.
Y un escalofrío recorrió mi espalda cuando mi celular comenzó a sonar, y supe, que ONU estaba en camino para exterminarnos a ambos.
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