Parte 3


Aún siento que estoy soñando.

Sentí que mi cabeza se enloquecía con el simple recuerdo de lo que pasó.

Allí estaba México, levantando los papeles de la propuesta y después mirándome directamente a los ojos. Podía ver como había sacado sus alas, y un suave cigarrillo en su boca se depositaba mientras me miraba de arriba abajo.

– Eres demasiado inocente para ser hijo de URSS, pero claro, apenas eres un escuincle nalgas miadas. – sonrió y no sabía si eso era una ofensa o un alago en jerga mexicana. – Aceptaré tu propuesta si firmas ese tratado conmigo, el que mencionaste. No te dejaré tomar nada de mí. No puedes morderme, no puedes tomar mis recursos. Fírmalo Rusia, y aceptaré la visita de tu gente a mis tierras sin necesidad de Visa.

– ... Yo...

El me miró para después lanzar una bocanada de humo sin apartar su mirada de mí. Había visto esa mirada antes, mi padre solía dármela, y odiaba eso. Odiaba como naciones mayores miran a las más jóvenes probándolas.

– Sabía que solo eran puras pendejadas, un niño enorme diciendo esas cosas. – dijo soltando un bufido mirándome. – Claro que ustedes de primer mundo nunca mirarían a nosotros como iguales. Pero no es como si me importara, al final, puedo cuidarme solo.

Y mi lengua de nuevo parecía inservible porque no sabía cómo responder a eso. Así que ese lado de mí, ese lado que tengo por mi padre salió, algo que trataba de mantener oculto, porque, la mayoría de gente me teme por ello.

– Me subestimas México, si te ofrezco algo es porque es cierto, firmaré el tratado si es lo que necesitas para creer en mí, dame papel y pluma, al menos, que el único niño en esta habitación seas tú, y sigas negándote, aunque tu seguridad ha sido garantizada. – me ahogaba cada vez que México me hablaba, pero, al mismo tiempo, me llenaba de ira que no pudiera articular palabra ante él.

Él sonrió para después dar otra bocanada a su cigarrillo y apagarlo. Me miró de arriba abajo y asintió.

– Entonces ven conmigo... – dijo, comenzando a caminar a una de las salas. Cuando lo seguía pude darme cuenta de más cosas en él. Su cuerpo tenia vendas en las manos, sangrantes. Supongo que el nivel de sangre derramada en sus tierras es alto, y por la forma en la que suele soltar gotas de sangre cuando tose de vez en cuando, es por la corrupción dentro de él.

Yo estaría muriéndome si algo así estuviera en mi cuerpo, pero México parece sano y como si no estuviera pasando nada. Admiro eso de él. Me gusta esa actitud, era como decía mi padre, muy valiente y fuerte para alguien de su nivel.

Cuando entramos lo vi comenzando a abrir los cajones hasta sacar papel y pluma

– "Yo Rusia, prometo no pasarme de verga con México, y nunca en mi vida lo usaré para tomar sus riquezas a mí favor, si no que me castren. Alv." escribe eso y fírmalo.

– Ah... – no sabía que decirle, creo que realmente soy un niño. – ¿Cómo se escribe pasarse de verga?

Y pasó.

El latino comenzó a reírse fuertemente sosteniendo su estómago y yo solo podía estar allí, sosteniendo mi pluma, mientras me grababa su risa en mi memoria, me grababa esos dulces hoyuelos qué forma su sonrisa, grababa como lágrimas de risa resbalaban por sus tersas mejillas. ¿Cómo puede brillar tanto? ¿Cómo puede? ¿Cómo puede ser tan fuerte cuando hace horas estaba siendo dominado por USA? ¿Cómo puede? Quiero aprender a ser así.

– Por la virgencita Tripalosky, bien, yo lo escribo y tú lo firmas. De todos modos, hacer un tratado no es algo que se les dé bien a los tuyos. – soltó una risa y después solo pude asentir mientras escribía en la hoja. Notaba sus mangas remangadas, dejando ver esos dulces tatuajes en su piel, notaba los suaves músculos debajo, músculos estilizados y tenues, como el de un clavadista, como alguien ágil y rápido. Notaba sus largas y finas pestañas, y ese cabello tricolor que me estaba enloqueciendo. – listo, fírmalo.

Una nación como yo, debería haber leído lo que firmaba, pero, sus colores tan resplandecientes, su sonrisa tan cálida. Sus alas abiertas, iguales a la de un águila real, su dulce cuerpo frente al mío. Todo me tenía mareado y solo podía verlo mientras mi mano se movía sola y firmaba el documento. Él sonrió, y me dio un apretón de manos.

– Se lo daré a la ONU. – dijo sonriente guardando el tratado en un folder. – ahora, siguiendo la cláusula uno. Descúbrete el cuello, quiero mi parte. Prometo hacerlo rápido, a diferencia de ustedes. Prometo que será sin humillaciones como ustedes acostumbran a hacérselo a los demás.

– ¿Qué? – dije extrañado mirándolo.

– Tu padre abusó demasiado de Polonia. Y ni se diga de la pelea de sus recursos con Third Reich. Tú vas por el mismo camino pequeño Rusia. – sonrió y me sentí intimidado un poco, si, era extraño, un chihuahua me tenía intimidado.

– Aun así, no entiendo porque debo hacer algo. – contesté.

– "Rusia accede a dar inversión a México, así mismo como recursos, sin pedir nada a cambio por el acuerdo de visas, culo si no." Lo firmaste, así que hazlo, no he comido nada en meses. Y necesito recuperarme. Mi gente necesita dinero antes de que sigan muriendo de hambre. Además, necesito inversión porque el jodido de USA no piensa soltarla. Solo quiere que detenga a todos los migrantes pero, joder, apenas puedo cuidar de mi gente.

– ... ¿Qué hay de Canadá? – pregunté y este suspiró.

– Canadá sería mejor opción, pero, solo sigue sonriendo mientras ve como todos los problemas caen en mí. Si realmente fuera un tercer país seguro, me ayudaría llevándose a la mitad de los migrantes en mis albergues y ayudándome a cuidarlos en lo que consiguen su Visa.

– Siempre dije que Canadá era un doble cara. – comenté y México sonrió arqueando una ceja.

– Si... menos charla y más acción Tripalosky.

– ... Espera. – dije titubeante, pero no fue suficiente.

México solo se acercó, a mi cuerpo mientras yo permanecía sentado en la silla detrás del escritorio. El latino se subió en mis piernas y sin apartar su mirada de mí, fue retirando mi bufanda lentamente, también, retirando mi Ushanka, dejando que mi cabello cayera. Debí recortar mi cabello hace meses, pero, supongo que me gusta el estilo de mi padre, dejándolo crecer sin parar.

Desabrocho mi saco y aflojo mi corbata, retirándola, delicadamente como si tuviera miedo a lastimarme. Después, abrió los primeros tres botones de mi camisa, para liberar por completo cualquier tela alrededor de mi cuello.

– Tienes ojos lindos, son violeta, son gentiles. Para ser hijo de URSS, eso es impresionante.

– No soy gentil. – respondí y este acaricio un mechón de mi cabello.

– Lo sé, pero tus ojos engañan a todos. Serás una nación enorme, y me pregunto al verte, si esos ojos alguna vez volverán a mirarme con curiosidad y comprensión como ahora, o, acabarán mirándome como los ojos de USA, donde no soy más que una pieza mas en su tablero.

– No soy como él. – respondí frunciendo el ceño. – No soy un cerdo capitalista.

– Pero eres un loco comunista. – dijo y me hizo mirar directamente a sus ojos, note ese color verde intenso en uno y el color rojo pasión en el otro. No pude responder, porque me quería dejar llevar por sus insultos. Quería dejarme llevar por él, por lo que representa ahora para mí. – ... Yo, no he comido nada en meses. Solo he tenido que dar... – dijo reprimiendo sus lágrimas, como lo hizo con USA mientras lo tenía entre la espada y la pared. – Tu dinero, puedo olerlo, lo necesito, necesito tu inversión.

– México... Está bien, hazlo.

– No te atrevas a morderme.

– No lo haré, lo firme, así que solo hazlo. Está bien.

Y apenas sentí sus dientes atravesando mi piel, mi temperatura comenzó a subir. Pensé que posiblemente sería una fiebre, como era común en mí. Me da algo de fiebre cuando China me muerde, pero se me quita en el instante que se aparta, así que no había problema de ello. Pero, esta vez, el calor no era una fiebre. Mi estomago tenía un hormigueo y ciertas partes de mi se pusieron mas sensibles.

Imposible.

No es posible.

México abría sus alas en todo su esplendor, comenzando a colorearlas de diferentes y brillantes colores, mientras podía sentir su temperatura comenzando a subir, y por la forma en la que sus caderas se movían, sabia que estaba ocurriendo lo mismo en su cuerpo.

Me sentía mareado, nunca me había sentido así. Nunca me había sentido tan esclavo de mis instintos como ahora. Mis manos comenzaron a moverse solas, delimitando la cintura del pequeño, deslizándose y acariciando esa pequeña curva que me dirigió a sus caderas. Cuando las toque, el de sangre mestiza lanzó un suave gemido apretujando más su cuerpo con el mío. Mis ansias de morderlo se dispararon al cielo, pero no debía, así que me mordí el labio en su lugar mientras sin vergüenza alguna, México comenzó a mover sus caderas frotándose conmigo mientras el color y el tamaño de sus alas crecían a la par que mi libido.

No sabía que sentir, solo podía sostenerlo mientras esté absorbía recursos. Solo podía mojar mis ganas en pensamientos eróticos que se apoderaban de mi mente, solo podía desear querer poseerlo hasta el final.

Y eso pensé, que solo sería un deseo sexual y ya, solo eso, un pensamiento fugaz mientras mi lujuria aumentaba, pero...

Los labios del latino se separaron de mi cuello, y de momento a otro, sus labios fueron directo a los míos.

No es que nunca hubiera besado a nadie, ya lo había hecho, ya había tenido que lidiar con países que quieren relación conmigo y ya los había rechazado, pero, el sabor dulce de sus labios me intoxicó, y ya no podía pararlo. Le besé, le besé como él me besaba, le bese con la pasión que él lo hacía, le bese porque mi cuerpo me gritaba por tocarlo, me gritaba que lo mantuviera cerca, que nunca lo alejara.

Deslicé mis dedos por debajo de sus ropas y el seguía absorbiendo todo de mí. No me di cuenta cuando mi deseo llegó a niveles que no pensaba que tenía, y comencé a deslizar sus pantalones y boxers por sus piernas llenas de marcas y cicatrices, llenas de historia.

Vi su semidesnudes en todo su esplendor y ya estaba ansioso y babeando por más, mientras este depositaba suaves y tenues besos en mi cuello antes de seguir absorbiendo mis recursos.

¿Porque estoy tan excitado?

¿Por qué es él?

¿Por qué el amor de mi padre? ¿Por qué aquel que me llama niño? ¿Por qué somos compatibles si nunca hablamos? ¿Por qué?

Solo tenemos tres formas de reaccionar a esto, ¿Por qué México y yo reaccionamos de esta forma? ¿Por qué mis manos siguen desnudándolo? ¿Por qué me excita tanto este sujeto? Me excita aún más, ver su cuerpo retorcerse cada vez que mis manos acarician su dulce y tersa piel. Me excita mas aun, como me deja besar sus pectorales mientras sus piernas me rodean deseosas de las mismas cosas que mi perversión quiere reflejar. Porque México me miraba como si deseara acercarse a mí, joder, no entiendo porque estamos reaccionando así.

– Rusia ah, espera... No vayas a tocarme en ¡AH! – jadeo abrazándome, mientras mis manos se deslizaban a su trasero y comenzaba a acariciar esa pequeña y estrecha entrada. Gemía justo en mi oreja derecha y yo sentía que explotaría más rápido que una bomba nuclear. Si no me detengo ahora, no podre detenerme ya. El mordió de nuevo directo en mi cuello, apretando más el agarre de sus piernas, mirándome con el mismo deseo que yo. Joder, ¿Que se supone que haga?

– México, voy a entrar... – dije abriendo sus piernas, mientras dejaba libre mi miembro de mi ropa.

– Espera Rusia, esto es... – pude notar como su cuerpo se tensó. – Joder que me vas a matar con esa cosa. – dijo y sonreí mientras depositaba un tenue beso en sus labios dulces.

– Confía en mi...

Pero, antes de que ocurriera algo del cual me arrepentiría en la noche.

Fui salvado.

La ONU entró en la oficina. Se nos quedó viendo sin ninguna expresión a ambos, para después cerrar tras de sí aclarando su garganta. Por supuesto que esto nos sacó del trance en el que estábamos, y comenzamos a vestirnos rápidamente mientras la mirada que nos juzgaba cada segundo se hacía mayor.

Ya vestidos, aún los colores de México seguían vivos, y sus alas eran tan hermosas y multicolor como los de... si, la historia que dijo padre, la cultura de México, son como las de esa serpiente emplumada. El poder de México radica en sus...

– No sabía que eran pareja. – dijo la ONU arqueando una ceja. – Además, hay un hotel a unas calles de la sede, por favor, si saben que esto puede ocurrir, solo háganlo allá.

– ¡No somos pareja! – gritó México avergonzado. – ¡No tengo idea de que pasó! De pronto mi cabeza dejo de pensar y tenia a este poste encima de mí.

– México... – dijo ONU mirándole.

– ¡No pienso estar cacheteando las banquetas por un escuincle nalgas miadas! – gritó y de nuevo, no se si eso es un insulto o un cumplido.

– México, Rusia y tú son compatibles, acéptalo. Si no quieres que vuelva a pasar, no vuelvas a tomar algo de él.

– ... Espera, ¿Qué? – preguntó confundido ladeando la cabeza.

– La compatibilidad de los países los hace candidatos a que los country sean pareja. Rusia y México no tienen gobiernos amigos, correcto, son colegas. Pero, tu gente México, aprecia a la gente de Rusia y viceversa, se volvieron amigos durante las fiestas del mundial. Rusia y México comparten gente con la misma mentalidad. Son relajados, son fiesteros, son homofóbicos, son extrovertidos y reservados a la vez, y tienden a hacer un sinfín de desorden. Son gente parecida así que, si su gente aprecia a la de otro país, ustedes se vuelven compatibles.

– ¡No ni mergas! – gritó México molesto. – Mi gente es igual con Canadá y ...

– ¿Y? ... Que yo recuerde te acuestas con Canadá.

– oh... ¡Maldición! – y de la nada, sus manos me jalaron para que lo viera, haciendo que me tuviera que inclinar. – ¡No vuelvas a acercarte a mí, firmare tu estúpido tratado! ¿¡Bien!? ¡Así que vete a la verga! ¡No quiero un jodido mocoso aprovechándose de esta compatibilidad!

Después de eso México desapareció lo más rápido posible de ese lugar.

No éramos pareja, apenas habíamos logrado hablar entre nosotros. No debimos haber reaccionado así, ninguno de los dos. Pero al menos comprendía lo que decía ONU. Es nuestra gente quien decide que es lo mejor para nosotros, y si mi gente aprecia a la de México de esa forma, supongo que, este cosquilleo e inquietud, se deben a que me siento atraído hacia él.

Maldición.

Con dudas y aún algo alborotado por todo esto, regresé a casa, ocultando las dos mordidas en mi cuello con mi bufanda. Al llegar, padre prácticamente corrió a mi lado, mientras yo caminaba a mi habitación. No tenia tiempo para esto, no podía mirar a padre a los ojos y decirle lo que pasó. No podía decirle que México y yo tenemos tensión sexual ahora, prácticamente lo destruiría si digo algo así de su tan querido México.

– Y, ¿Qué dijo? ¿Cómo te fue? – preguntó ansioso. – Cuéntamelo todo Rusia, ¿Cómo se portó? ¿Sigue siendo tan desconfiado? ¿Sigue sonriendo, aunque muere por dentro? ¿Sigue tan lindo? Dios lo extraño...

– Acepto el convenio. – contesté, no debía saber lo demás. – Así que, tendremos relaciones con él.

– ¡Perfecto Rusia! No esperaba menos de ti, de mi enorme hijo, vas por buen camino. Ahora, solo tienes que traerlo aquí, y podrás alimentarte de él, te daré eso. Y yo, podre tener entre mis manos de nuevo a mi querido México... – dijo y una pizca de molestia apareció en mi cabeza.

– Padre... Deja de desear a México. – dije, sin medir mis palabras. – Deja de hablar de él como si fuera tu propiedad, él no es tuyo, él es ... es...

Al menos comprendía el terror que le tenían las naciones a padre. Su mirada de pronto se volvió psicótica apuntando sus ojos directamente a mí. Padre quería matarme por lo que acababa de decir, y como es, no dudo que lo intente.

– ¿Qué? ¿Qué dijiste Rusia? – dijo.

– México no es tuyo – respondí.

Por primera vez en mi vida me ponía cara a cara frente a él. Mi enorme padre, mi ejemplo, tengo que ser mas grande que él, tengo que ser mejor, ser mas memorable que él.

– Tu insolencia te costará muy caro Rusia. – dijo – Veo que creciste, antes solías llegarme a mis rodillas.

– Si, ahora pudo patearte el trasero. – contesté. – Aléjate de México.

– ¿Por qué? – dijo y gruñí mirando a mi padre reír de mi furia.

– Ahora él es mío. – dije quitándome la bufanda mostrando mis mordidas. – Somos compatibles, tenías razón padre, su cuerpo no solo luce delicioso, es delicioso...

Antes de que me diera cuenta, padre me había apuñalado en el vientre.

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