Parte 12
AÑOS ATRÁS...
Siempre voy a recordar esa piel morena, esos dientes, esos colores y esa pasión al tomarme. Juré por mi vida nunca rebajarme ante nadie, y estoy seguro que él juró por su vida, nunca tomar a alguien que desprecia tanto. Pero al final, su deseo por mi sangre, mi deseo por su cuerpo, fueron más fuertes.
– ¡Ah! ¡AH! – no pensé que esa cama fuera tan cómoda, ni que esa almohada de plumas preciosas fuera tan suave. Ni que el ardor de las mordidas que me daba me provocase tanto placer. Solo podía notar esos ojos encendidos, esas grecas con luz, como si estuvieran vivas, esa cola de quetzal suave y brillante, y esas alas, que aparecían en el momento del clímax. – ¡Azteca!
– Silencio. – dijo, mordiendo con fuerza mi cuello, tomando más de mí, sintiendo como esos grandes y filosos dientes penetraban mi piel sin aviso. Azteca era enorme, seguramente más alto de lo que fue URSS. Y tan sensual y fuerte, que mi cuerpo se derretía a su toque. Quiero más, necesito más de él. – Que preciosa adquisición. – susurró, mirándome, lamiendo la sangre que brotaba de mi herida, para al final, siempre poner una mano en mi pecho, sintiendo mi corazón latir solo por el deseo del libido.
– Tómame, has lo que quieras conmigo. No pares. – jadeé, envuelto en deseo, envuelto en todo. – Hazlo antes de que... acabe destruyendo todo de ti.
Él sonrió.
Solo sonrió, su gente moría por enfermedades, los estaba esclavizando, había ultrajado a su mujer, y él solo sonrió mirándome. Después, puso un dedo en mis labios, y recuerdo bien sus palabras, las recuerdo, aunque, en ese momento no las entendí.
– Me destruirás, y moriré. Este cuerpo mortal morirá, pero, nunca matarás a mis dioses, porque hay algo que no entiendes España. Yo no soy un country, todo mi territorio ni mis antiguas caras son un Country, ni mi esposa, ni mi hijo. Tenemos otro nombre, y me pregunto, si en tu estúpida cabeza, alguna vez lo descubrirás.
– ¿Qué? – dije, y él sonrió de nuevo. – ¿Azteca?
– Cuando me veas regresar, y sientas miedo de mí. Recordarás mis palabras. Mi pequeña puta personal.
– ¿Qué diablos eres? ¿Qué diablos es tu sangre?
No recibí ninguna respuesta.
Nunca recibí ninguna respuesta. Él murió, Mexica murió, y yo me quedé con su hijo. Intentando cambiarlo, alejarlo lo más que pudiera de él, queriendo tenerlo bajo mis ordenes, porque sabía que si un día, su hijo sabía lo que realmente era, no solo yo sufriría las consecuencias. Si México no es un country, ¿Qué diablos se supone que es?
¿Qué diablos es México?
+0+0+0+0+0+0+0+0+0+0+0+0+0+0+0+0+0+0+
Escuchaba muchas voces.
Creo que escuche a mi madre, y después a mi padre. Sentía el abdomen arder, y sentía que alguien me cargaba. ¿Dónde estoy? Pensé que había muerto, pero ahora, no estoy muy seguro de ello. No sé cuánto tiempo ha pasado, solo siento a alguien cargándome en su espalda. ¿Dónde estoy? Recuerdo el dolor de mis heridas, recuerdo el martirio de mis penas, recuerdo su rostro, mirándome.
Rusia...
Acabé desmayándome de nuevo, sin recordar mucho de lo que estaba pasando.
– ¿Estas despierto? – una voz, una voz gruesa me habla, debo abrir los ojos, ¿Por qué no puedo abrir los ojos? – México. Es hora de despertar.
– Vale verga... – dije abriendo un poco la mirada, viendo a un enorme y jodido perro que era más grande que mi casa, con llamas en su cuerpo, de sombras y esquelético, con colores en sus huesos y rostro, como maquillaje único de día de muertos. – No mames...
– Mictlantecuhtli te cargo hasta aquí, dijo que vendrías a verme. Te ha juzgado, dijo que podrías entrar en el Mictlán, claro, gracias a que Quetzalcóatl así lo pidió. – dijo ese enorme perro.
Esos colores, esa obscuridad sin fin, él, siendo un perro enorme mirándome. Eras real, siempre fuiste real, siempre...
– ¿Xólotl? ¿Eres tú? ¿El gran perro del inframundo? Joder, soy tu fan. – dije, algo pendejo la verdad, pero, era más genial de lo que se podía ver en las pinturas. Y más enorme aún. – ¿Cómo le haces para hablar mi idioma?
– Soy un dios. No me es imposible hablar diferentes lenguas. Al igual que tú México. ¿No creíste que era curioso como aprendías lenguas tan fácil sin nunca haberlas escuchado? Como tus humanos entendieron a los españoles al llegar. ¿Nunca te pareció curioso?
– ¿Qué tratas de decir? – dije confundido mirándolo, a lo que él solo deslizó su lengua en mí, dándome una lamida.
– Aun tienes que aprender cosas de ti, pero todo a su paso.
– Esta bien, Wey. – contesté mirándolo. – Y bueno, ¿Dónde estoy?
– México, tu travesía de tu muerte ha iniciado. Por la bendición de Quetzalcóatl has sido admitido en el Mictlán. Cosa que al dios del inframundo no le ha agradado la idea. Pero, él juzgara si tu permanencia aquí es eterna o no.
No pude responder, o quejarme de lo que me había dicho, porque me tomó con su boca y me sentó en su lomo, sorprendentemente no era incomodo, era suave. Era una obscuridad inmensa en donde estábamos, pero, los colores y luz de Xólotl me tranquilizaban, hacían que mi luz interior resplandeciera, no dejándome consumir por las sombras.
Me quede dormido, aun sigo sin saber cuánto tiempo ha pasado, pero, acabé despertándome cuando sentí algo encima mío. Algo un poco pesado, pero no demasiado. Solo lo suficiente para despertarme.
– ¡A la verga! – grité al ver un alebrije de un cachorrito encima mío. Y después, al voltear, vi un sinfín de alebrijes, de diferentes tamaños y formas, caminando a lado del gran Xólotl. – ¿Q–qué?
– ¿Reconoces a alguien? – preguntó el gran perro del inframundo. – Estas a punto de entrar al Mictlán, tus memorias se aclaran a cada paso que avanzamos. Tus vidas vuelven a tu memoria, como un canto que has esperado. Así que, México, ¿Los reconoces?
– Yo... am...
No sabía a qué se refería Xólotl, hasta que los escuché, esos dulces ladridos, esos ladridos sin fin. Allí estaban, mis perros, allí estaba, pedro, pánfilo, pancracio, testarudo, memo, el michi, la pelusa, la Rosalía, la maría magdalena, allí estaban, todos mis perros, todos y cada uno que había tenido a lo largo de mi vida. Mis bebés preciosos.
– Mis bebés... – dije, tratando de aguantarme las ganas de llorar. – Son mis bebés.
– Eres bueno con los animales, cumpliste mi mandato. "Todo hombre que sea bueno, se reencontrará con su animal guardián, quien lo guiara en el abismo del Mictlán. Si alguna vez eres malo, con aquellos guardianes en vida, estarás perdido durante la eternidad en el abismo." Fue la única manera de protegerlos en vida, ya que no puedo estar tanto tiempo en las tierras vivas. Pero, aun así, hay muchos humanos que no los cuidan. Los animales viven aquí, conmigo, en el Mictlán, disfrutando su vida, los humanos, pues, viven sufriendo en la inmensa obscuridad.
– Traté de hacerlos cambiar de idea. Si tan solo España no hubiera llegado con su dios, yo...
– No te lamentes pequeño heredero. Sabíamos de su llegada desde hace mucho, las cosas fluyen como los ríos, hay veces, donde no importa cuánto controles el flujo, al final, acabará desbordándose. Lo que pasó, tenía que pasar de alguna forma u otra. Porque, tú tenías que nacer, tú tenías que enfrentarte a la prueba de los dioses. Y la pasaste con éxito, pero, hay un dios, que te ha reclamado ahora, y si quieres vivir feliz en el Mictlán, será mejor que pases su prueba.
– ... Tengo miedo.
– Bien, el miedo te mantiene alerta, es normal, el miedo nos pone sensibles a nuestro alrededor.
– Xólotl, no me dejes solo.
– No lo haré joven heredero, mi trabajo es cuidarlo del abismo, y lo cumpliré con gusto. Para el momento en que deje de pelear, lo proteja con el calor de mis flamas, y haga una casa para usted con mis huesos.
– Gracias...
Creo que el agotamiento del abismo, me dejó sin energías de nuevo, haciéndome dormir no se cuánto tiempo.
Dormí más, en la calidez de Xólotl, hasta que este me despertó, bajándome de su lomo. Había unas enormes puertas de piedra, con diferentes símbolos, resplandecientes, de diferentes colores. ¿Qué es eso? ¿Qué es? Xólotl me empujó con su hocico, y di unos cuantos pasos adelante. Mordí mi labio y me acerqué más, solo para cegarme con la luz que se vio al momento que las puertas se abrieron poco a poco.
– No mames... ugh – cubrí mis ojos, había pasado con tan poca luz en el abismo, que ahora, una luz resplandeciente como rayo de sol, me cegaba más de lo normal. – Xólotl ¿Qué pedo?
Sentí como Xólotl me empujo un poquito más, entrando conmigo, y después, solo pude comenzar a llorar. No se podía describir con palabras, allí estaba, el gran lugar de reposo, el Mictlán. Era tan hermoso y colorido, tan tranquilo y único, tan vivo y muerto a la vez. Era un lugar que me absorbía a tal punto que no podía entender porque la tierra no era tan hermosa como este lugar. Sonreí, para después echar a correr por las hierbas, sintiendo los pétalos de flores rozar mis rodillas, corriendo lo más rápido que podía, sin detenerme, dejándome caer por una colina rodando, sintiendo a los alebrijes jugueteando conmigo, viendo esa infinidad de colores en el cielo y esas estrellas.
Espera...
¿Estrellas y constelaciones? Esos colores cambiantes en el cielo.
Mis ojos, mis ojos reflejan el gran cielo del Mictlán. Al fin, mis ojos reflejan la astronomía del Mictlán. Esa fusión de espacio y tiempo, esos colores danzando con la infinidad de un universo. Mis ojos son el gran cielo del Mictlán.
– ¿Te gusta? – dijo una voz.
– Esta poca madre Wey, no mames, esto es... increíble, al fin después de tanto tiempo, se la razón del color de mis ojos. Se la razón por la que madre conocía tanto de astronomía, es porque ella la veía reflejada en su mirada. Entender las estrellas fue sencillo porque siempre las llevaba consigo.
– Mexica siempre fue muy lista, y una excelente guerrera igual, siempre creí que era más letal y sádica que Azteca.
– No mames Wey, mi madre es un amor, es... – acabé por callarme, ¿Con quién chingados estoy hablando?
Solo pude voltear y verlo. Allí había un hombre, con ropas doradas y brillosas, con piel dorada como el oro, con colores adornando sus prendas, con un genial penacho en su cabeza. Sus ojos eran hermosos y luminosos, como si hubiera luz infinita escondida detrás de ellos. Era jodidamente atractivo y el hijo de su puta madre estaba mamadísimo. Además de ser un poste con patas, es enorme. Momento, yo sé quién eres, joder no me la creo.
– No mames, no mames... yo te conozco, eres... eres... ¿Eres Tonatiuh? Dios del sol.
– El mismo, bajo al Mictlán cuando la obscuridad reina en la tierra, y Meztli, diosa de la Luna, cubre con su manto a los humanos. – sonrió levemente, poniéndose de rodillas ante mí, para no estarse agachando. – Eres muy pequeño, pero al fin estas aquí México. Pensamos que el día de tu muerte nunca llegaría. He cubierto con mis rayos tus tierras y a ti, y pensé, que tu cuerpo nunca tocaría el Mictlán, incluso, ya me estaba haciendo a la idea que vivirías humillado y odiándote toda tu vida.
– Ah... yo... – me sonrojé, no sabía cómo hablarle a un dios, no puedo, ¿Qué vergas le digo? – Am, es que siempre valgo verga.
– Lo noté después de los primeros cien años de tu existencia. – rio un poco, incluso muerto me hacen bullying, valgo verga incluso muerto.
– Pinche culero. – dije a lo que Tonatiuh acarició mi cabeza.
– Se fuerte cuando tu prueba llegue, México eres nuestra última descendencia. Nuestro último creyente. Si mueres, nuestra unión con los humanos se romperá. Se fuerte, ese es mi consejo, y oh... – dijo, creando un orbe de luz. – para tus viajes, un poco de sol, cuando sea el momento, sabrás que hacer con él. Mantenlo cerca del corazón, así nunca se ensombrecerá con las sombras del mal. – dijo, hundiendo dicha luz en mi pecho, que acabó absorbida por mi cuerpo.
– G–gracias... yo. – no pude decir mucho, porque Tonatiuh me miró y depositó un dulce beso en mi frente. – uh...
– Cuídate México, no le demuestres que eres débil. Y si lo ve, demuéstrale que, dentro de tu debilidad, hay coraje y fuerza. – sus ojos parecían preocupados, y yo solo pude mirarlo, ¿Qué diablos está pasando?
– No quiero ser descortés, pero, ¿Qué viaje? ¿Por qué puso ese orbe en mi pecho? ¿A qué se refiere?
– ¿No lo sabes aún? Bueno, me refiero ah...
Tonatiuh no pudo acabar de decirme. Ya que una enorme arma se clavó en el suelo, justo en medio de nosotros, di un salto para atrás, a lo que Tonatiuh giró los ojos cruzándose de brazos. No tardo mucho para que un hombre enorme y fuerte aterrizara, y me mirara de arriba abajo. Este tenía piel azulada, y humillándome porque igual estaba mamadísimo, super guapo y lleno de colores y vestuarios preciosos que yo solo puedo aspirar a verlos dentro de una pintura en un museo de arte prehispánico.
– ¿Es este el descendiente de olmeca, azteca, Teotihuacán, maya y demás? – hizo un gesto de disgusto mirándome. – es diminuto, sin porte, sin fuerza y estúpido. ¿Realmente él es nuestra decendencia? Azteca debió coger con más ganas, esto es vergonzoso.
Ya sacó boleto este hijo de su puta madre.
– ¡Ah! Mamoncito, pues me ves pequeño y todo, pero si te rompo tu madre. Pinche Huitzilopochtli, dios de la guerra. ¡A huevo que se quién eres! El único dios mega mamón que lo único que quiere es imponer la fuerza, ante todo. Pinche hijo de tu pinche madre, ahora si ya valiste verga.
– Tu alma será de Mictlantecuhtli antes de que puedas hacer algo. Una decepción, y demostrarás serlo cuando el trague tu alma sin pensarlo.
– ¡Ahora si cabrón, ya te cargo tu rechinada madre! – dije, pero una enorme mano, de una enorme mujer me sostuvo. Y no solo eso, me rodeo cargándome. A la verga, es hermosa... tiene esos bellos colores, ese cuerpo hermoso, ese rostro de ángel, es... – uh...
– No peleen. – dijo, acariciándome suavemente la mejilla. – No ahora México, disculpa a mi hijo y su boca que parece solo soltar veneno. Aunque, a decir verdad, es un alivio verte reaccionar así, tienes el temperamento de Quetza con Tezcatlipoca. No es tu deber pelear con mi hijo ahora, pequeño heredero.
– Lo siento madre Coatlicue. – dije, sonrojándome, que vergüenza, pelear frente a la madre de dioses. ¿Por qué siempre me pasan estas cosas?
– México, ves el rio de aguas cristalinas, síguelo, Tláloc te ayudará, tienes que encontrarte con Mictecacihuatl. Ella te ayudara en lo que viene para ti, por ahora, solo sigue tus instintos, pequeño, que una gran prueba viene, y todos apostamos por ti.
– Pero, madre Coatlicue, ¿No puede acompañarme usted? ¿De qué prueba hablan todos? – dije, algo temeroso.
– Mi pequeño, en esta ocasión, no puedo acompañarte. Pero, tienes mi bendición. – culminó, besando mi frente. – te veremos pronto. Siendo un gran imperio.
Los dioses se despidieron de mí, y yo solo seguí el rio.
Donde me encontré con Tlaloc, quien me guio con tranquilidad por el lugar. Después, no comprendí lo que me quiso decir, solo, acabó por darme una gota de agua resplandeciente en mi palma, que fue absorbida por mi cuerpo. Para después decir. "Cuando son tiempos de sequías, siempre recuerda que hay agua en tu interior. Reconstruye tu verdadero ser en las aguas de vida." Sonreí ante esto, para no verme tan pendejo y preguntarle a que se refería. Al final, siento que no me hubiera dicho, aunque lo hubiera preguntado.
"Rusia, si estuvieras aquí me dirías que diera el enorme salto de fe a mi destino. Pero la única razón por la que lo di, fue porque estaba seguro que te vería apenas abriera los ojos"
Entré en un enorme palacio, obscuro, pero lindo, donde caminé por grandes pasillos, para al final ver a una hermosa mujer. Ella estaba vestida de negro, con un hermoso maquillaje de muerte, enorme, como todos los dioses. Su belleza era fuera de este mundo, era esa combinación sagrada de la muerte y la belleza en ella que me tenía cautivado. Michoacán seguramente se moriría de ver tan hermosa muerte frente a mí. Ahora que lo pienso, ese porte, esa belleza, ese cuerpo y aura, parece la catrina, claro, que sin ser un esqueleto. Creo que estoy viendo a la original catrina que mi gente adora dibujar.
Sonreí, pero, en este momento, ella se percató de mi presencia. Ella sonrió, a lo que yo hice una leve reverencia, mientras esa enorme mujer se inclinaba poniéndose de rodillas, para después hablarme.
– México, bienvenido al Mictlán pequeño. – dijo, acariciando mi cabello. – Tengo a alguien que quiere verte desde hace mucho tiempo, solo para poder estrecharte en sus brazos. Puedo ver en tu conciencia, que, tú también has estado esperando este momento.
– Diosa de la muerte, Mictecacihuatl, esposa del señor del Mictlán, es un honor verla en persona. Pero... ¿Verme? ¿Quién?
– ¿Piltsin?
Creo que nunca había llorado tan rápido como lo hice en ese momento.
Nunca había corrido tan rápido como lo hice, y nunca me había dolido el pecho tanto como en ese momento.
Allí estaba mi hermosa madre, la luz de mis ojos, tan chula, tan hermosa, tan colorida, allí estaba mi madre, la gran Mexica, mi hermosa y única madre. Corrí con ella y me abracé de mi jefa lo más fuerte que podía, sintiendo sus cálidos brazos alrededor de mí. Solo podía sollozar mientras mi madre repartía dulces besos en mi frente y mejillas, solo podía lloriquear cuando mi madre me decía cuanto me amaba, solo podía abrazarla, cuando me decía lo mucho que me había extrañado. Mi madre regresó, al fin, y está conmigo de nuevo.
– nantli (madre)... – dije, entre lágrimas. – Te extrañé.
Mi madre sonrió, acariciándome las mejillas, limpiando cualquier rastro de lágrimas en mis ojos.
– Yo te extrañé más bebé. – dijo, besando mi frente. – Mi pequeño México, te has puesto tan guapo mi amor, mira esos colores, rojo, verde y blanco. ¿Los elegiste tú?
– Si, fui yo, y, y mi escudo, como la ciudad.
– Donde un águila este luchando con una serpiente. Mi bebé, no te olvidaste de nada.
– No jefa, eso nunca. Nunca olvidaría a la mujer más chula que he visto, nunca. Si he estado enamorado de ella desde que nací.
Me la pase con ella durante horas, solo hablando, solo riendo y contándonos diferentes cosas. Madre compartía sus conocimientos y yo los míos. Le dije que mi gente es muy lista, solo que, un poco desmadrosa, pero eso puede que se deba a mí. Madre me dijo que estaba feliz de todos mis logros, hasta que, bueno, tocó un tema que tenía un chingo de miedo que tocara. Ay diosa madre, ayúdame...
– Bebé, ¿Tienes pareja? – dijo, y yo solo pude verla, allí, como jitomate fresco, rojo hasta el culo mirándola. ¿Qué le digo? ¿Qué le digo? – ¿México?
– Ah...
– ¿Qué pasa? ¿No piensas contarle a tu madre?
– uh... – sonreí, ¿Cómo vergas le digo a mi madre que, si he tenido parejas, pero la mayoría han sido hombres que me rompen el culo o yo se los rompo, claro, depende la situación? – Am...
– México, dime ya. – sentencio cruzándose de brazos, si no le respondía me iba a dar un pinche chanclazo, lo sabía.
– La neta me han partido el culo un chingo de veces, pero yo también se las he metido a un chingo de country así que esta balanceado como diría el tunas.
Mi madre solo sonrió, para después soltar una risa, y yo estaba gritando por dentro. ¿Qué verga había dicho? ¡Maldita sea!
– Me refería a un plano sentimental México, no a uno sexual. Dios, si Tlazoltéotl te oyera, estaría brincando de felicidad. Pensé que su bendición te convertiría en un buen amante, no en un... am... siuauiani (Puta, prostituta, etc.) – al parecer que ella te bendijera fue un problema.
– ¿Eh? ¡Mamá no soy puta! Además, tú no puedes decir mucho, ustedes organizaban orgias en los temazcales. – mejor me hubiera cayado porque santo vergazo que me dio, me mando de vuelta a la vida, a la verga, pinche mano pesada que tiene. – No mame jefa, pinche putazo que me metió.
– Respeta a tu madre. – dijo, acabando por sobarme la cabeza. – Cuando naciste todos los dioses dieron su bendición, pero, Tlazoltéotl, aunque es diosa del amor, ella es también es la diosa de la pasión y lujuria. México, no seas tan ofrecido.
– Que no soy puta, chingada madre.
– Cuida tu vocabulario, escuincle caliente. – y si, un zape fue a parar a mi cabeza. – Lo que realmente quiero saber no es tu vida sexual, es un amor al estilo de la diosa Xochiquétzal. Un amor puro, uno de conexión intima.
– Ah, bueno... – dije sonrojándome bajando la mirada. – Hay alguien, pero, ya nunca podré verlo. Es alguien muy, muy raro, jefa. Tiene tantos defectos, no es perfecto y puede que no sea lo suficientemente consiente de lo que dice, pero... ah...
– ¿Lo amas? – preguntó mi madre, a lo que yo asentí.
– Me late un buen, sí. Es el único que, me ha hecho sentirme tan loco por él. No con regalos o promesas, sino, ayudándome a sanar y perdonarme a mí, antes que cualquier cosa. Madre, creo que estoy...
– ¿Enamorado?
– Iba a decir bien enculado, pero sí. – contesté a lo que mi madre sonrió. – Pero, estoy muerto, yo nunca podré... nunca podré decirle cuanto se había significado para mi todo lo que hizo, cuanto mi corazón anhela su calidez, ni cuanto deseo tiene mi alma de unirse con él. Madre, creo que nunca...
– México, es hora. Mi esposo quiere verte. – dijo Mictecacihuatl. Interrumpiendo mi tiempo con mi madre.
Yo solo asentí, y mi madre besó mi frente. "El amor rompe la muerte si este se siente de manera pura y real" susurró mi madre antes de dejarme ir con la diosa.
Caminé detrás de esa enorme mujer, algo nervioso, sintiendo como mis manos temblaban mientras me abría las puertas a un lugar más al fondo. Entonces al fin lo vi, cara a cara, mirándome. Era enorme e intimidante, ese rostro esquelético, ese enorme cuerpo, ese trono de calaveras y piedra, ese color negro en su piel, allí estaba, el gran señor del Mictlán, Mictlantecuhtli. Mordí mi labio e hice una respetuosa reverencia. La diosa de la muerte nos dejó solos, y un enorme silencio lleno la sala.
Solo podía verlo mirándome, con esos ojos rojos potentes, con ese porte, con ese rostro que dejaba lo esquelético de lado, y ahora un maquillaje vibrante y colorido adornaba su rostro. Vamos, no me tengo que dejar intimidar, pero joder, que no puedo, esta mamadísimo y buenísimo, a la verga, ahora sí que me lleve la muerte, pero directo a su v...
¡No! Se que hacemos bromas y joteamos cuando estamos medio nerviosos, pero concéntrate cerebro, por favor, por favor.
– México. Acércate. – dijo, con esa voz gruesa y tenebrosa, que me mega espantó, pero lo hice, hasta llegar a unos metros de su trono.
– Mictlantecuhtli. – dije, dando una reverencia.
– Quetzalcóatl dijo que te bendecía y te daba la oportunidad de regresar a la vida, para que resurgieras al fin como el heredero de nuestra fuerza. Para esto, tendrías que tomar de la gran fuente de la vida que está a cuidado de Tezcatlipoca. Y con la ayuda de ambos, resurgir. Pero, me niego a perder tu alma.
– ¿Qué? – dije alzando mi mirada viéndolo incrédulo.
– Un fuerte guerrero ha regresado al Mictlán, la vida acaba, la muerte es eterna, prefiero mantener tu alma conmigo, antes de dejarte volver a surgir. A diferencia de esa serpiente relajada, yo calculo los pros y los contras de dicha acción. Tu alma está a salvo a mi cuidado, y, además, puedo alimentarme de tu espíritu tanto como yo quiera, todos los dioses podemos hacerlo si te mantengo en el Mictlán. Así que veo más coherente dejarte aquí con nosotros mientras uno de tus hijos toma tu puesto.
– ¡No te pases de verga pinche señor del Mictlán! – grité. – ¡La única razón por la que me deje morir fue porque tendría oportunidad de renacer!
– Bueno, parece que Quetzalcóatl no te dijo todo. No es tan fácil solo porque la serpiente adicta al cacao lo diga. Estas en mis tierras, y fui yo quien te trajo aquí. Y soy yo él de la última palabra.
– Pero... no puedes hacerme esto, no ahora. ¡No cuando al fin tengo un motivo por volver!
– Suficiente. – dijo, golpeando el suelo con su bastón, haciendo que el suelo retumbara. – Si quieres vivir de nuevo, harás mi prueba en el gran abismo. Si considero que tu alma es digna de la vida, entonces, te dejare libre para volver. Ya que me aseguraré que tu vida estará a salvo porque puedes protegerla. Tal vez ganaste el juego de la vida México, heredero de los dioses, pero, la prueba de la muerte, es la única que te concederá el poder supremo, donde todos los dioses te darán su fuerza y poder, para que crees el gran Imperio Mexicano.
– Pero...
– Si tu corazón sigue lleno de duda, tus acciones reflejaran miedo e inseguridad. ¿Crees que voy a dejar que alguien así vuelva a la vida?
– ...
Me quedé cayado mirándolo. Literalmente tenia a la muerte frente a mí, y no sabía si le agradaba o no. Tengo su símbolo, tatuado en mi piel, desde que nací, al gran Mictlantecuhtli en mi piel. Haciéndome ver que la vida después de la muerte es algo hermoso, bueno, al menos lo es cuando no eres yo. ¿Qué se supone que le diga? Él quiere devorarme, él quiere alimentarse de mí, en resumen, quiere hacerse un pinche pozole conmigo, una y otra vez.
Esta pendejo si cree que lo voy a dejar comerme tan fácil.
– Acepto la prueba.
– Prepárate entonces. Tienes una hora. Mi prueba es simple, te probaré de todas las formas, te destruiré de todas las maneras, y si sigues de pie después de ello, te consideraré digno de nuestra fuerza. Guerreros como tú han pasado por aquí, y son leyendas escritas para el fin de los tiempos. Si México merece un lugar en nuestra historia, entonces, demuéstralo. Solo recuerda que yo juzgo el alma, no la fuerza ni el coraje. Demuéstrame que tienes alma, México.
Fue lo último que dijo, antes de ordenarme que saliera de sus aposentos.
Recuerdo que mi madre me habló de esta ceremonia.
Fue Huehuecóyotl, dios de las artes, quien comenzó a pintar mi cuerpo, y Huitzilopochtli quien comenzó a armarme. No tendría permitido comer hasta que terminara la prueba, y solo contaría con Xólotl a veces. Era una ceremonia de dioses, donde yo era el sacrificio. Antes, sé que tomaban a la gente, los humanos y... joder.
Cubrí mi rostro, todas esas vidas, solo por dioses que deseaban un corazón para ellos, ¿Lo valía acaso? Me rompe el corazón pensar que mis humanos, pensar que los dioses, estaban bien con aquella barbarie. Yo era el sacrificio, y sin no pasaba la prueba, el señor del Mictlán consumiría mi alma teniéndola solo para él.
No puedo dejarlo.
No puedo, necesito regresar.
Necesito volver.
Necesito a mi familia, a mis amigos, a mis hijos.
Necesito a Rusia.
– ¿México? – esa voz. – Has crecido demasiado. Aunque, esos colores. ¿Verde, blanco y rojo? ¿Por qué?
– ¿Papá?
Lo vi allí, mirándome. Allí estaba, gran imperio Azteca mirándome. Tan fuerte, tan alto y con el cabello tan largo y peinado. Allí estaba, con esas alas y cola, con esa fortaleza inalcanzable, con su traje ceremonial, allí estaba, el hombre que quería llegar a convertirme, allí estaba la razón de mi resistencia y valentía, allí estaba mi coraje y mis males. Joder, allí estaba la razón por la que soy un puto desmadre, por ese hombre, por el hombre que huía de casa conmigo solo para divertirnos en los bosques, quien me enseñó a caza, me enseñó a alimentarme y sobrevivir, allí estaba.
Mi padre.
– ¡Papá! – grité, corriendo hacia él, y sus brazos me estrecharon contra él. Joder, que es más grande que Tripalosky, más fuerte, es hermoso, papá siempre ha sido hermoso. – Papá... – dije con la voz quebrada comenzando a sollozar.
– No tienes idea, cuantos soles y lunas he tenido que contemplar, para por fin tenerte de nuevo entre mis brazos. Mi pequeño piltsin.
No dije nada más, solo sollozar como un bebé mientras traía un traje de guerrero azteca, sí, yo siempre cagandola en poner en vergüenza las tradiciones, pero como saben, valgo verga siempre. Al final, mi padre limpió mis lágrimas y besó mi frente como lo hacía cuando era bebé. Miró mis marcas de esclavitud, los golpes de España tatuados en mi piel, los abusos y los traumas que me dejó. Y ante esto, mi padre solo sonrió. ¿Por qué sonríes a esto?
– Lo lograste, superaste el tormento de España. – dijo sonriente. – Estoy orgulloso.
– Papá, fue horrible, solo llegaron y nos esclavizaron sin importarles nada. Tomaron nuestras tierras y las saquearon, él solo se mostraba indiferente a todo. Solo pensaba en conquista y dominación, en crear un imperio más grande, ¿Qué clase de country piensa así? – el rostro de mi padre se ensombreció, mirando a otro lado. Como si quisiera ocultar la culpa que cargaba en su corazón. – ¿Papá?
– México... yo era igual.
– ¿Eh? Pero tú... nosotros, vivíamos tan felices. Y, además...
– Eso era porque eras mi hijo, te negué que vieras como... sometía y conquistaba a los demás. Como... como destruí a tantos imperios, solo para mi gusto. Eran mis hermanos, y los masacré, usándolos como esclavos para hacer mi imperio aún más grande. Usando el poder de los dioses a mi propio beneficio. México, tienes que entender algo. – mi padre parecía mortificado, no entendía porque me veía como si estuviera a punto de matarme. – Ser aquel que carga con los dioses no es una bendición, es un castigo, espero algún día llegues a perdonarnos. Porque en el momento que entiendas todo, puede que te envuelvas en un... en un problema aún mayor.
– ¿Padre? – dije mirándolo. – ¿De qué hablas?
– Sentirás un deseo por conquistar cuando todo el poder fluya en ti. Los dioses necesitan adeptos, necesitan un imperio fuerte. Él dios Ometeótl, gran dios de la dualidad, pedirá eso, al momento que lo veas.
– ¿Qué diablos?...
– México no tenemos mucho tiempo, escúchame. Los dioses viven en nosotros, te lo dijo tú madre ese día. Tezcatlipoca y Quetzalcóatl, pelearan sin fin, los dioses no son malos, solo, necesitan ciertas cosas. México, tener el poder requiere una gran responsabilidad. Y, sé que es difícil procesar toda esta información de golpe, pero necesito que confíes en mí.
– Padre... pero tú, tú no eres como España, tú, lo hiciste por obligación de los dioses, además, Tenochtitlán, tú...
– Y España hacia dichoso al imperio español. ¿Cuál es tu punto, hijo? Las cosas son como son, y lo veras en la prueba. Si ganas, el penacho de Quetzalcóatl te será otorgado, y reinarás el nuevo imperio. Pero, los dioses pelearan por obtener tu alma, Quetzalcóatl querrá protegerte, eso es seguro, aunque, a decir verdad, es una serpiente amante del cacao, puede que a veces olvide querer mantenerte sano. ¿Entiendes lo que digo?
– Creo que sí.
– ¿Estas listo?
– Tengo miedo padre.
– Mantén lo que amas en la mente y esconde tu alma en tu corazón, refúgiate con Xólotl en el abismo frio, y mantén tu fuerza, inteligencia y resistencia. Eres eso y más hijo, estoy orgulloso de ti, podrás lograrlo. Si quieres volver, es hora que demuestres porque eres el heredero de todos. Y cuando vuelvas, podrás ser lo que tú quieras.
– Padre... solo tengo una última pregunta. – dije mirando esos ojos. – ¿Por qué España te venció? Era imposible.
– Porque yo tenía que morir, estaba escrito en la historia. Porque México. Yo, tu madre, las antiguas civilizaciones en tu tierra, todos nosotros, perecimos para dar vida a aquel que lleva toda nuestra sangre en sus venas, creando el mestizaje perfecto. Necesitábamos sangre del viejo mundo para completar tu surgimiento.
– ... Siempre... esperaste a España. Dejaste que... – cubrí mi rostro dando pasos atrás. – Dejaste que matara a nuestros humanos, porque necesitabas que él me tomara como su hijo para hacer que mi sangre mestiza tuviera sangre de su imperio corriendo en mis venas.
– ... Si. – contestó mirándome, a lo que yo acabé golpeándole el rostro, claro, que tuve que saltar para hacerlo.
– ¿Qué verga te pasa? ¡¿Qué putas madres estabas pensando?!
– ... No lo sé, dímelo tú. – contestó, sobando su mejilla. – México, no eres un country. Y si no lo has notado, no eres como los demás. Yo, y toda tu ascendencia. Somos tú. Soy tú versión del pasado, tu madre igual, maya, olmeca, Teotihuacán, todos somos tú.
Solté el arma mirándolo, ¿Qué diablos había dicho? ¿Qué diablos? No, no, soy un country, soy un gran country, soy un country chingón donde cuido a mis humanos, como los demás. ¿Verdad?
– ¿Qué?
– Solo renacemos. Es un ciclo sin fin. Morimos y renacemos con un nuevo cuerpo, una nueva meta. Yo cumplí, y tu madre lo hizo. Pero al final, somos tú. ¿No lo entiendes aun? ¿No entiendes quién diablos eres aun? Eres alguien que se crea a sí mismo una y otra vez para nunca morir. México es fuerte, México es fértil, México tiene los mejores paisajes, México es glorioso, y todo es porque México es creador, todo es porque México al momento de verse en un espejo, cuando salga de aquí, lo único que vera es a su verdadero ser. Y ese ser, no es nadie más que...
– Silencio. – dije mirándolo. – Tengo algo que hacer. – mi padre sonrió, mostrando esos afilados dientes, esos ojos encendidos, no lo creo, no puedo creerlo, México es un country.
México es un country.
¡SOY UN COUNTRY!
– Buena suerte hijo, o debería decir...
– Gracias padre. – contesté, solo acercándome a él. – ¿Algún mensaje para los vivos? – pregunté.
– Dile a España que le mando mis saludos, que es una lástima que nuestra actual versión no pueda tocarlo. Sería muy raro, ¿no?
– Se lo diré. – sonreí. – Le voy a dar un infarto al viejo. ¿Él lo sabe?
– Lo sospecha.
– Hmm...
Había leído una historia de un guerrero, que era tan fuerte que los dioses lo desafiaron.
Se la había leído a mi hijo Veracruz, mientras este descansaba recargado en mí. Le encantaba esa historia, siempre le gustó. Solía acariciarle el cabello cada vez que la leía, y Veracruz sonreía siempre. CDMX se ponía celoso a mas no poder, pero, al final, dejaba que pasara mis días con Veracruz. Allí en los puertos, viendo nuestra vida pasar.
Ahora, me gustaría verlos. A todos, a todos ellos, decirles que estoy luchando por volver a verlos.
¿Cuántos días han pasado? ¿semanas? ¿Meses? ¿Años?
Ya no se si puedo levantarme.
Me he quemado la piel con lava, me han devorado jaguares, me han golpeado sinfín de veces por Huitzilopochtli, me ha devorado Quetzalcóatl, Mictlantecuhtli me ha arrancado el corazón tantas veces que no sé cómo mi cuerpo sigue resurgiendo de nuevo. Ya no sé qué es real, y que no, lo único que puedo hacer, es refugiarme en Xólotl, mientras este se queda a mi lado, dejándome descansar en su lomo. Xólotl no puede intervenir, pero al menos, me da confort. Mis alas volvieron a crecer después de que las devoraran, así que, puedo usarlas, puedo volver a usarlas.
– ¿México?
Abrí los ojos, mirando la obscuridad. Esa voz, yo la conozco, ¿USA?
– ¿Gringa? – dije, deslizándome del cuerpo de Xólotl, cojeando me acercaba al sonido. – ¿Gringa que haces aquí?
– ¿Tú que haces aquí?
Y allí estaba, la gringa, pero, no. ¿Qué diablos pasa? ¿Por qué tiene mis alas? ¿Por qué tiene mis ojos? ¿Por qué tiene mi cultura? ¿Qué diablos está pasando?
– ¿Qué diablos USA?
– Moriste, así que me quedé con todo. Es lindo tener estas cosas, descuida, cuidaré bien a tus hijos, digo, mis hijos. Y am, tu comida, creo que trataré de mejorarla. Pero, ese no es el punto. – dijo, sacando una pistola – solo dejarán de desear tu regreso si acabo contigo aquí y ahora. Lo siento mi pequeño frijolito, pero, yo siempre busco ganar, y borrarte del mapa es lo mejor para mí.
Creo que tenía tanto plomo en mi cuerpo después de esos balazos que ni siquiera me dolió. Solo me quede allí, desangrándome mientras volvía a morir, cerrando los ojos, para abrirlos de nuevo horas después, con mis heridas cerrándose poco a poco mientras me permitían levantarme una vez más.
Otra ilusión. Y otra vez acabé muerto y desgastado.
Ya no tengo idea de que es real o no.
Mictlantecuhtli sigue apareciendo en diferentes formas, haciendo que mi estabilidad mental y física este en los suelos. No sé si es día o noche, estoy cansado, pero, no puedo dormir, muero de hambre, pero, no puedo comer, mi cuerpo está muriendo, pero, no me deja morir. Es un infierno, el abismo del Mictlán es un infierno eterno, lleno de ilusiones y alucinaciones.
– México, descansa. – dijo Xólotl, resguardándome en su lomo. – Tienes que entender, lo que él quiere y vencerlo en ello.
– Vencer... – dije, por inercia, cerrando mis ojos de nuevo, hundiéndome en la obscuridad de mis parpados, que era mil veces mejor que la obscuridad del abismo.
Extraño a mis padres.
Hay veces donde tengo vagos recuerdos. Uno, donde voy corriendo con un jaguar bebé, otro, donde un quetzal se postra en la ventana de mi habitación, otro, donde mis hijos me cocinan un gran banquete por mi cumpleaños. Otro, donde puedo mirar un poco el mundo humano, y los veo allí, tan diminutos, más pequeños que una hormiga, viviendo y haciendo su día a día.
Y otro.
Uno en especial.
Es ver a Rusia, tenerlo debajo de mí, mientras este estira su mano, fría y grande, que se vuelve cálida cuando me acaricia la mejilla. Noto sus ojos violetas, su cabello blanco con gris, sus labios suavemente rojos por el frio. Su piel tersa y pálida, su musculatura, y ese tatuaje de la unión soviética marcado en su piel. Mi Rusia... No pensé que un escuincle me fuera a gustar tanto. Quería alejarte lo máximo de mí, y acabaste, acabaste enamorándome tanto.
Tanto.
Mi recuerdo más preciado, mi Rusia, mi pequeño Rusia.
– México, despierta.
Abrí los ojos y me encontraba en una sala, una cálida sala, donde había una chimenea. Levanté la vista, y por fuera estaba nevando, ¿Dónde estoy? ¿Dónde diablos estoy? ¿Dónde está Xólotl? ¿Dónde está el eterno abismo?
– Xólotl esto... esto que es... esto no es típico. ¿Dónde está el abismo? – dije, mirando alrededor. – Él crea ilusiones, pero, nunca lo ha hecho de esta forma, de esta forma que se ve tan real, donde no hay obscuridad.
– ¿México? ¿De qué hablas?
Esa voz.
Era Rusia, mi Rusia, acariciándome la mejilla. ¿Qué diablos? ¿Ya volví? ¿Al fin volví? ¿Pasé la jodida prueba? ¿La pasé? No quiero que jueguen conmigo, pero, dios, mi Rusia, ¿Eres tú cierto?
– Estaba encerrado en el abismo del Mictlán, todo porque te querían matar, y me sacrifiqué para asegurar tu bienestar, y todos los dioses esperan que yo pase la prueba del jodido Mictlantecuhtli y...
– Mas despacio bebé, no entiendo. – dijo acariciándome la cintura. – México, regresamos del teatro, y nos quedamos dormidos. Es todo. ¿No lo recuerdas?
– ¿Qué?
Rusia me miró ladeando su cabeza, y yo, dios, debo parecerle un pinche desquiciado con todo. Solo fue un sueño, joder, que pendejo estoy, solo fue un sueño. Yo nunca podría ver a mis padres o a los dioses, menos destruir a ONU, no sé qué tacha o perico me metí, pero si, fue un sueño. Mi dulce Rusia está aquí, acariciando mi cintura mientras me da confort, mi Rusia, si, estas aquí. Lo sé, tu calidez es tan buena.
– Rusia, no dejes que duerma de nuevo. – dije, jalándolo de su estúpido gorro, besándolo. Lo besé lo más que podía, dejando que sus manos me acariciaran la espalda y la cintura, sin pudor alguno. Dejé que el beso se intensificara, dejé que sus manos se deslizaran debajo de mi playera, si Rusia, tócame todo lo que quieras, no pares. –Rusia... hnn...
– México, ¿Q–quieres ir a mi habitación? – Preguntó, con esa cara de chamaco calenturiento que se carga, pero a huevo iba a responder que sí. Si ya me senté en el palo mientras esta caído, imagínate parado.
– Llévame...
No recuerdo hasta ahora, cuantas horas me la pasé gimiendo su nombre, cuanto tiempo me la pasé rasguñando su espalda sin fin, besándolo, acariciando su pecho. No recuerdo cuanto tiempo estuve montándolo, moviendo mis caderas sin parar, mientras mezclaba nuestros gemidos en esa habitación. Dejando que me tomara, que marcara todo mi cuerpo como suyo. No lo recuerdo. Solo sé que quería fundirme en Rusia, en su cuerpo, y nunca separarme.
Vivíamos felices, durante mucho tiempo, lo tenía conmigo. Tenía su dulce sonrisa, su fuerte cuerpo ayudándome. Y no solo tenía a Rusia, también tenía a mis hermanos, escuchaba las maldiciones de Argentina, las risas que tenía con Perú, las bromas que le hacíamos a Bolivia. Tenía a USA peleándose como siempre conmigo, a Canadá llamándome "taquito" todo el tiempo. Tenía a España acariciándome el cabello levemente de vez en cuando.
Si, lo tenía todo.
Durante años.
Todo.
Pero me di cuenta, un día, de que todo era falso.
Me di cuenta porque cuando Rusia y yo adornábamos mi casa para mi cumpleaños, este sonreía sin parar, era perfecto, el novio perfecto. En resumen, este Rusia era perfecto, en todo, perfecto en hacerme feliz, perfecto en la cama, perfecto como pareja, perfecto para mi familia.
Y mi Rusia, la razón por la que me enamoré de él, no es por ser perfecto.
La razón por la que me enamoré perdidamente de él, es porque tiene defectos como yo, y hace lo mejor con lo que puede, sin ocultarlos, llevando con orgullo sus cicatrices, llevando todo en sus hombros para al final surgir como una gran nación.
Mi rusia es jodidamente imperfecto, y eso lo hace hermoso y divino.
– ¿México? – dijo mirándome, dándome una suave sonrisa, hasta que esta se borró, cuando me vio tomar el macuahuitl que estaba en mi pared. – ¿México qué haces?
– Perdón... – dije, empuñando mi arma. – Perdón, te amo Rusia, realmente lo hago. Pero sé que no eres real, no puedes serlo, no puedes.
– Baja el arma, me estas asustando México. – dijo dando suaves pasos hacia atrás. – No entiendo de que hablas, si estas molesto con algo podemos hablarlo, me estas asustando amor.
– Perdón, pero tú no eres Rusia, tú no lo eres. – Dije, tratando de darle el primer golpe, pero, lo esquivó.
– ¡México! ¡Baja el arma! – gritó, sacando una pistola apuntándome. – No me hagas hacer esto, por favor, mi amor, te amo, por favor... – comenzó a lagrimear y mi corazón quedaba al descubierto.
– ¡Tú no eres Rusia!
Recuerdo el primer golpe, ver como toda esa sangre salió de él.
Después recuerdo los siguientes, donde se retorcía del dolor mientras destrozaba su cuerpo. Recuerdo el punto donde dejó de moverse y yo seguía desmembrándolo bañándome con su sangre. Recuerdo cuando lo dejé en el suelo, siendo no más que un puñado de carne y viseras. Lo peor, era que recordaba, que tenía un arma, y nunca intento dispararme, confió en mi hasta el final.
Confió en mi ciegamente y acabé asesinándolo. Acabé matando a mi Rusia.
Y no fue el único.
No lo fue. Toda mi familia y amigos llegaron, vieron lo que hice con Rusia, y huyeron en pánico. Y yo, yo, acabé destrozándolos uno a uno. Acabando por devorar su corazón, joder, que es delicioso, joder que no había comido nada, joder que no puedo parar de devorarlos.
¿Qué diablos pasa? ¿Qué diablos me pasa?
¡Ya no lo soporto!
Acabé por mirar al cielo.
– Ya no me importa. ¿Digno? ¿Qué es eso? No rindo las cuentas a nadie, es mi vida y la vivo, y la pago solo yo. No me interesa ser digno para ti, ni para ninguno de los dioses, no me interesa ser un imperio, lo único que me interesa es cuidar a mi gente, porque ella me ha enseñado más que todos ustedes juntos. – dije, comenzando a lagrimear. – y la estoy olvidando por estar aquí, en el juego de la muerte, mientras ellos están allá. Mi pueblo, mi familia, todas las personas que me importan, están allá, y está bien. Acepto morir, acepto mi ruina. Acepto toda y cada una de las cosas que pongas para mí, porque me lo merezco si eso quieres, pero, mis tierras no, mis humanos, mis hijos, mis amigos y hermanos, no. Así que cómeme Mictlantecuhtli, devórame tantas veces hasta que te asquees de mi sabor, has lo que quieras conmigo, porque, ya no me importa, la única razón por la que seguiré poniéndome de pie, es para protegerlos hasta el final.
Después de eso, recuerdo ver los colores de Xólotl encenderse, y después, una mano esquelética rodeándome por el torso. No alcanzaba a ver nada, todo era obscuridad de nuevo, pero...
– Disfruta la vida, México. – dijo el señor del Mictlán, y después de ello, me arrojó lejos. Hasta una enorme fuente donde me estaba ahogando en ella. Realmente quería respirar, pero toda esa agua estaba inundando mis pulmones sin parar.
Grité, y el oxígeno se acabó.
Después solo recuerdo caer en un vacío, y un fuerte golpe retumbo en todo mi cuerpo provocándome un dolor inmenso.
Me dolió un putero el golpe, demasiado, estaba tan cansado, no quería otra alucinación. Y esta era la primera vez que se sentía algo diferente. Quité los escombros y vi un salón, uno enorme, uno jodidamente enorme donde había muchas personas. Me puse a la defensiva, porque, no mames, tenía mucho miedo de lo que venía. Y entonces lo vi de nuevo.
Allí, desgastado y roto, allí, descuidado y triste, allí... ¿Rusia? ¿Eres Rusia? ... No, no, no voy a caer, no de nuevo, no ahora. No voy a caer de nuevo en sus estúpidos juegos.
– ¡Tú no eres Rusia!
Y bueno, supongo que quedé como estúpida cuando me di cuenta que si había regresado.
Pero, aun así, hay algo diferente, no sé qué es. Realmente no lo sé.
+0+0+0+0+0+0+0+0+0+0+0+0+0+
– Y así es como llegué aquí. – dijo México, acabando de contar la historia. Aunque, por como desviaba la mirada, sabía que había omitido un sinfín de cosas. ¿Por qué no quieres decir todo lo que pasó?
Solo lo veía allí, mirando a los demás, mientras controlaba que sus grecas no se colorearan, mientras ocultaba sus alas. Es como si estuviera haciendo un esfuerzo enorme para calmar algo en él, pero no sé qué es. ¿Debo ayudarte? ¿Me dejarías ayudarte?
– Bien, gracias por contarnos sobre... am, ese lugar de muerte. – dijo OMS haciendo una mueca, queriendo evaluar a México seguramente por demencia.
– Volviendo al punto de la reunión. – dijo FBI. – Me he tomado la libertad de traerlo aquí. Así que dejemos a dioses imaginarios y paraísos estúpidos de lado.
Por la forma en la que FBI se estremeció, supe que México se había molestado por ese comentario. Ni siquiera lo tocó, solo lo miró con repudio y después soltó una sonrisa falsa. Dios, estoy orgulloso de mi México, es tan perfecto. Pero, creo que no podía mirar mucho a México, porque, todos miraron la cápsula, incluido mi lindo tricolor.
Y allí estaba, la cápsula, con el cuerpo orgánico de ONU dentro. Allí, flotando en agua, listo para ser despertado.
– Tenemos los discos duros de ONU, descargaremos la información directamente a su subconsciente, para que, al momento de despertar, no tenga que aprender todo de nuevo. Creo que es lo mejor y lo que será más sencillo para todos. – dijo FBI a lo que OMS bufó.
– ¿Es eso? ... a mí me parece que solo quieres que te recuerde a ti FBI. – dijo la chica mirando a su hermano en la cápsula. – ¿Cuáles son realmente los riesgos? ¿Lo has pensado? Mi hermano no tenía los mejores recuerdos de nadie de esta sala. ¿Qué te hace pensar que en su nuevo cuerpo no acabará por querer destruirnos?
– Maldita perra. – gruñó molesto FBI, pero, fue interceptado por INTERPOL.
– Puede que recuerde todo y quiera asesinarnos por matarlo. Bueno, quiera matar a México. – dijo INTERPOL. – puede que guarde rencor y odio hacia nosotros. Es un 50/50, pero no hay tiempo de pensar en ello por ahora. Tenemos que movernos rápido o el mundo humano que vive en nosotros comenzara a notar su ausencia, y si eso pasa, estoy seguro que la gente de USA va a comenzar una guerra.
– No acuses a mis humanos de esa forma. – gruño el americano, recargándose en el hombro de mi México. – Renacido, dime algo, ¿Qué va a pasar cuando vuelva? ¿Qué vas a hacer? Dijiste que tú eres mayor amenaza, ¿Te refieres a que piensas matarlo de nuevo?
– No, era solo una broma. Como las que solía hacerte cuando éramos niños. – dijo, y USA frunció el ceño mirándolo. – Despierten al pendejo.
– Eso si no se va a poder. – dijo Perú suspirando. – Mi padre salió de aquí, sin España no podemos despertar a ONU.
– ¡Maldita sea! –gritó FBI a lo que Canadá hizo una mueca.
– Yo iré por él. – ofreció Canadá, tomando su hacha y saliendo del lugar.
Al parecer todos están alterados aun de todo. México regresó, ONU va a revivir y casi teníamos una tercera guerra mundial en estas oficinas. Por supuesto que nadie tiene cabeza para nada.
– ... ¿Podemos hablar un momento? – dijo USA, jalando el brazo de mi México, alejándose del grupo. ¿A dónde diablos te lo llevas? No pude intervenir porque me tomó por sorpresa que México aceptara ser jalado por USA.
Solo lo veía hablando con él, lo veía alzando los brazos, y después lo vi, tomando el rostro de México mientras este tomaba el suyo. ¿Qué pasa? ¿Qué sucede? Lo único que pude escuchar, fue cuando USA lo soltó y dijo. "Espero no estés ocultándome nada de todo esto, México". Después de ello, México regresó y se puso entre sus hermanos, evitando mi mirada.
Paso una hora, y nos reunimos en otra sala, una más pequeña, pero, cabíamos todos.
Hubo votos, donde se decía si se estaba a favor o en contra, el voto de México fue el decisivo. ONU iba a revivir, ONU iba a volver este día, y México estaba de acuerdo con ello. ¿Por qué estás de acuerdo con que traigan a ese maniaco?
– México.
– Ahora no, Rusia. – fulminó. – Háblame, cuando yo te hable, no es momento. Entiende, ¿sí? – comentó apretando los puños, y tensando la mandíbula, evitando mirarme.
– ¿Qué diablos significa eso? – dije algo molesto.
– Significa que eres un jodido escuincle que no entiende nada, y que estoy buscando las palabras para explicarte, pinche pendejo.
– Odio cuando me dices niño.
– Y yo cuando te pones terco, a la verga.
¡Maldito adicto al chile! Si no te amara te estaría golpeando ahora mismo. ¡Joder!
Entre mi enojo me percaté que México temblaba un poco, esa ropa, dejándolo semidesnudo, en este país, lo hacía temblar. Me quité el abrigo, poniéndoselo encima, a lo que México se sonrojo lanzándome una mirada de agradecimiento. Puede que estuviera molesto, pero no iba a dejar que muriera de frio.
– Cúbrete. – dije a lo que México asintió. – Si tienes más frio, dime, tengo más abrigos para ti.
– Este está bien Wey, me encanta el aroma de tu colonia y el vodka combinado en tu ropa. – dijo, a lo que ambos acabamos sonrojándonos apartando la mirada él uno con el otro.
Me alejé de él después de esto.
México quería estar alejado de mi por el momento, aunque no comprendía porque, pero, supongo que me toca dejarlo ser. Suspire sentándome a lado de Bielorrusia mientras jugaba en mi celular. El jodido maple no regresa con España, así que me pregunto si fue exitosa la búsqueda o no. Pasó otra hora, y quede dormido, cubriéndome el rostro con mi Ushanka, FBI estaba insertando las memorias, en lo que hacían más tiempo para traer a España de vuelta. Esto fue lo que me hizo dormir. Hasta que, una suave caricia llegó a mi rostro. Quité mi gorro y lo vi mirándome, se veía tan adorable con mi abrigo enorme encima de él. Joder esto es una fantasía, he tenido sueños eróticos con él así, solo usando mi abrigo.
– ¿Cuál es tu habitación? – preguntó. ¿Qué diablos está pasando?
– La 40A. – respondí, mirando sus labios, mientras él pasaba un dedo por los míos. Acercándose a mí, sentándose a mi lado. – México...
– ¿Podemos ir allí? – dijo, mirando mis labios.
– ¿Para qué? – pregunté, a lo que México sonrió mordiéndose el labio y yo acabé lamiendo aquel dedo que pasaba por los míos.
– Quiero quitarme esta ropa. ¿Por qué no me ayudas?
Me sonrió, a lo que yo solo pude tragar saliva.
Creo que México estaba disfrutando mi sonrojo, porque acabó por besarme en los labios suavemente, y después, tomar mi mano, alejándome del grupo, para salir al pasillo, y colgarse de mí, abrazando sus desnudas piernas a mi cintura. Podía sentir su dulce cuerpo aferrándose a mí, sus dulces labios besando mi piel, sus jadeos y gemidos entre besos mientras apasionábamos más el momento, con desesperación, acariciando nuestros cuerpos. México deslizaba sus manos descaradamente por mi abdomen, metiendo su mano debajo de mis pantalones, acariciando mi bulto, mientras yo deslizaba mis manos por debajo del abrigo, apretando ese jodido trasero monumental, grande, trabajado, esponjoso y suave, que tiene.
– Rusia... – susurró en mi oído dándome un suave beso en la mejilla. – Rusia, fue mucho tiempo lejos de ti. Quería apartarte, porque, tenía que controlar algo en mi primero, antes de acercarme a la persona que más me importa en este mundo. Tenía que protegerte. – besó mi cuello, y sentí un cosquilleo en mi abdomen, acariciando sus piernas, subiendo mis manos a su pequeña cintura. – hnn... Tócame más, tócame sin parar.
– ¿De ti? – pregunté, besando sus hombros y cuello, dejando a propósito mis marcas. – ¿Por qué de ti? Yo... bueno. – mordí su labio entre besos, tenía que concentrarme, pero no puedo. – España dijo que...
– Tengo que decirte algo, pero, hn... ah, primero, solo vayamos a tu cuarto y desnúdame, ya después vemos que pasa.
– A la orden.
– ¡NUEVA ESPAÑA!
Y el momento se vio arruinado por España sonrojado acompañado de Canadá, mirándonos en el pasillo. México sonrió nervioso abrazándome a lo que yo gire los ojos. No puedo ser feliz, ¿verdad? Acabamos por ser escoltados de regreso.
O al menos eso pensé, porque solo Canadá y yo llegamos a la sala de reunión. Tenía a México detrás de mí, siendo regañado por España, pero, no me di cuenta cuando desaparecieron ellos dos.
¿Dónde están?
+0+0+0+0+0+0+0+0+
No entiendo que se le metió al jefe.
Solo me había jalado de repente a un pasillo, y ya había pasado un minuto, solo me miraba y yo solo podía sentirme incomodo ante esa mirada que se carga este pendejo. Pero pues al menos esta bonito, así que no es desagradable verle el rostro.
– ¿Viste a tu padre? – preguntó, a lo que yo asentí.
– Te manda saludos. – dije, porque aún no entendía lo otro que había dicho mi padre.
– Entonces era verdad. – dijo haciendo una cara de terror alejándose de mí. – No eres un country.
– ¿Qué? – me quede incrédulo mirándolo. – jefe, no mame, le estoy diciendo que si lo soy.
– ¡No lo eres y lo sabes! ¡Él te lo dijo! ¡Escucha México!
– ¡No me van a meter ideas raras en la cabeza! – grité a lo que España me tomó de los hombros. Dios, desde cuando... ¿Desde cuándo España se ve tan pequeño a lado mío? Era más alto que él, sí, pero, ahora, lo siento más diminuto. – No tengo tiempo para esto, van a revivir a ONU, vamos.
España me soltó, a lo que yo acomodé el abrigo de mi Rusky y me dispuse a volver, pero...
Pero...
– Bienvenido Ometeótl. ¿Esta vez elegiste a Rusia para amar?
Me detuve en seco. Mientras me ardía el pecho, y mis alas y cola salían sin que yo las sacara, mientras mis ojos se encendían y mis grecas por igual. ¿Qué diablos me esta pasando? ¿Qué diablos dijo España? ¿Qué diablos pasó conmigo?
Ayuda.
Ayuda Rusia.
Ayuda.
+*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+
Aclaraciones:
– España si hizo su tarea e investigo sobre la cultura de Azteca para entender lo que decía. Cuando supo que fue usado por él, fue cuando decidió matarlo y quedarse con México. España le tenía miedo a lo que México era realmente, así que lo sometió y alejó lo mas que pudiera de sus raíces por miedo que él supiera quien es. Por eso impuso su lenguaje, religión y pensamientos en él. Pero, México nunca olvido.
– Azteca sabía que no iba a poder España borrar algo de su hijo, por eso se alegro que México sobreviviera.
– Los dioses saben quien es México, pero, la jerarquía de dioses Aztecas es diferente a las convencionales, no sigue una dirección. No hay dios mas fuerte o poderoso que él otro, o mas joven etc. Por ejemplo, la diosa madre nació de la pareja creadora, pero aun así es la madre de su madre. No hay una línea establecida.
– "Ometeótl" engloba el creador de todo, el principio, el único. Él se pensó y se inventó para constituir el principio y generar todo lo que existe. Equivale al Ptah egipcio. Ometeótl que adquiere una doble vertiente, por un lado, la masculina, Ometecuhtli, quien se representa con el cielo claro donde esta el sol. y, por otro, la femenina, Omecihuatl. Quien representa el cielo obscuro de la noche, con la luna (Pareja creadora) Juntos hacen a Ometeótl. suministra la energía cósmica universal de la que todas las cosas derivan, así como la continuidad de su existencia y sustento. Provee y mantiene el ritmo oscilante del universo, y le confiere a cada cosa su naturaleza particular. En resumen, el universo se fundamenta en él, o en el ombligo de este.
– México significa Ombligo de la Luna. México siempre se ha pensado como el ombligo del mundo. 7u7.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top