Parte 10
Años atrás...
Solía tener cosas favoritas que hacer, solía escuchar a mi tribu. Solía disfrutar el color de mi piel roja y ver las estrellas contadas por el líder de la tribu. Solía sentirme caliente durmiendo entre las pieles de los animales, y solía soñar en que algún día me convertiría en un animal, y así, hacer que el ciclo de la vida comenzara una y otra vez.
Entonces, él llegó.
Portaba ropa graciosa, y sus colores eran, raros y diferentes. Su piel, su rostro, todo de él era nuevo. Me atrajo, y creo que yo le atraje a él. Recuerdo que tomó mi mano, y caminó conmigo, por mis tierras. Dijo, "Hermosas tierras, pero necesitan un líder." Yo lo miré, sonriente, con mis ojos reflejando el cielo y las estrellas. "Ya hay un líder." contesté, pero su mirada se vio obscura.
– No, no lo hay. Pero, puede haberlo. – dijo, y acabé con una bala en el estómago.
No recuerdo que pasó después, solo que desperté, y nada de lo que veía a mi alrededor era como antes. El señor Inglaterra me llamaba Trece colonias. Y no entendía por qué. Decía que era su hijo, y no entendía por qué. No entendía este dolor en mi cuerpo, no entendía porque se desvanecían mis marcas de tribu, porque mi piel roja comenzaba a desaparecer. ¿Dónde esta mi madre? ¿Dónde esta mi padre?
¿Dónde estoy?
No reconozco este lugar, ¿Es acaso mi hogar?
Corrí, para tropezar apenas había dado cinco pasos, por el fuerte dolor en todo mi cuerpo. Solo pude alzar la vista, y los vi. Mis humanos, mis... humanos, todos, muertos y algunos siendo fusilados, estaban quemando sus cosas, estaban destruyendo mis tribus. No, esperen, si los destruyen yo no podré, yo no podré...
– Acepta el cambio trece colonias, deja ir algunas cosas, y gana otras.
– Mi... cultura.
Después de eso, mi cuerpo se puso débil, muy débil. Mi piel comenzó a palidecer, como la del señor Inglaterra. Mis ojos se hicieron negros, inservibles, así que el señor Inglaterra me dio un par nuevo. Mi larga cabellera negra fue cortada cuando el pelo se caía de mi cabeza, y comenzaba a nacer un color rubio potente.
Lloré durante días cuando el señor Inglaterra me hizo ver mi reflejo. ¿Dónde esta mi tribu? ¿Dónde están mis marcas? ¿Dónde esta mi hermosa piel roja? ... ¿Dónde está mi gente?
– ¡Acéptalo! – gritó, pero no pude. Acabe tatuando en mi piel, a mi mismo, un atrapasueños, con mi nuevo nombre, trece colonias.
Trece colonias.
Que horrible.
Traté de ayudar a las pocas personas, a mis pocos humanos que aun quedaban con vida, traté de esconderlos, de darles todo. Pero aun así el señor Inglaterra fue cruel, y casi los exterminó por completo. Lo lamento, no pude protegerlos, no pude, soy débil, mi cuerpo ya no es fuerte, no tengo cultura, no tengo tradición, no tengo tierras propias, soy solo un muñeco de Inglaterra, lo lamento, dios, lo lamento.
Pero, comencé a ganar fuerza en la fantasía.
Así es, me había hecho mi propio héroe, entrenándome sin parar, haciéndome listo cada día, demostrándole a Inglaterra que puedo crecer, puedo hacerlo por mi cuenta, estas son mis tierras y yo su super héroe, esto es mío, esto es algo por lo que voy a luchar hasta la muerte si se necesita. Esto...
– Muérdeme. – dijo, una noche mientras visitaba mis tierras el señor Inglaterra. – Niño listo, muérdeme, te daré la oportunidad de crecer un poquito más.
– ¿Eh? – dije confundido viéndolo.
– Por mi sangre, corre mas que vitalidad, corre historia, corre cultura, corre ganancias que ni te imaginas. Una mordida te dará la oportunidad de ser fuerte, y te la estoy regalando trece colonias, tómala o déjala. Por esta razón, tus colmillos son suavemente mas puntiagudos y grandes, no por tus tonterías de descendiente de lobos y grandes osos, si no, por la oportunidad de ser alguien mejor, alimentarse de otros y crecer, aplacarlos y sobrevivir, ser el numero uno en todo. Obedece a la reina y muérdeme.
No entiendo porque lo hice.
Sentía miedo, pero también curiosidad, así que me acerque con temblor en mis piernas, a su mano extendida, y con miedo de algún golpe, o que de nuevo me volviera a atravesar el estómago. Mordí con fuerza. Desde ese día, el deseo de querer hacer eso, con todos, con cada uno, ser el mejor, no volver a dejar que mataran a mi gente, mi cultura, no dejar que me cambiaran de nuevo, que fuera un muñeco, que fuera débil y frágil. Aumentó.
Iba a matar a Inglaterra si era necesario, iba a despedazarlo si era necesario, solo uno iba a portar la corona, y el idiota ya es demasiado viejo para seguir reinando en mis tierras. Pero aun soy un niño, así que solo tengo que esperar, solo un poco mas y podre vencerlo a como de lugar.
Y esperé, como debía hacerlo. Pero algo se interpuso en mis planes.
Algo hermoso.
Algo único.
Algo sin comparación.
Mientras en mi adolescencia caminaba por los limites de mis tierras, lo vi. Un hermoso chico, de cabellera larga y negra, de piel morena, de ojos brillantes y únicos, de rostro definido y hermoso, de cuerpo fuerte y trabajado. Pero, no era eso lo único que llamaba mi atención, fueron esas grecas cubriendo su cuerpo, llenándolo de color, brillantes como si usara luces debajo, luciérnagas de colores debajo de su piel. Y, por todos los dioses, sus alas, grandes y coloridas, extendiéndose, mientras solo descansaba en la noche, a un lado del rio. Amarrado con grilletes y cadenas a una enorme roca.
Pero, aun así, se le veía feliz mirando al cielo, mirando y sonriendo.
– Who are you? (¿Quién eres?) – dije una vez que crucé para estar más cerca de él. – Are you one of Mr. England's children? (¿Eres uno de los hijos del señor Inglaterra?) pregunté.
El postro sus delicados ojos en mí, y tuve que dar unos pasos hacia atrás al ver la maravilla de esos colores, esos ojos tan vivos como las estrellas en el cielo. ¿Qué son? ¿Por qué parece que hay estrellas encerrados en ellos?
– ¿Akin makoa ka? (¿Quién eres tú?) – contestó, en un idioma que no conozco, ¿Qué dijo? No estoy seguro.
– Ah... I can't understand you. (No puedo entenderte). – dije, y él se levantó de donde estaba sentado, y noté más su cuerpo, tenía heridas en todos lados, pero, era hermoso. ¿Cómo puede ser hermoso algo tan herido?
– Pregunté, ¿Quién eres? – dijo, y di un paso hacia atrás cuando lo vi hablando perfectamente mi idioma. ¿Cómo? ¿Cómo puede hablar tantas lenguas? – Mi nombre es Nueva España. ¿Él tuyo?
– Trece colonias. – dije mirándolo. ¿Nueva España? Hijo de imperio español. O sea que sabe mas lenguas. ¿Cómo? ¿Cómo puedes saber tanto? ¿Tener tanto cuando estás amarrado? ¿Cómo es que tienes tus colores intactos? ¿Cómo es que tienes tu cultura? ¿Cómo?
Creo que fue allí cuando comenzó mi obsesión por él.
Su sonrisa, sus bellos ojos, su larga cabellera. Todo de él me hipnotizaba, me recordaba a casa. Me recordaba vagamente a mi tribu, a mi gente. Nueva España siempre estaba herido, siempre había una herida fresca que apenas estaba cicatrizando. O un nuevo golpe que estaba pasando de verde a morado. Oh que decir, de su cabello, el cual fue cortado y peinado.
Aun así, era salvaje y rebelde, cosa que adoraba al máximo.
Comencé a pasar mucho tiempo con él, hasta el punto donde no podía estar feliz si no iba a verlo. Me estaba enamorando como idiota, y tan perdidamente de la colonia, que no podía pensar mucho en mí. Me contó de muchos dioses, de su cultura y comida. Me contó del cielo y la astronomía.
– Un día, voy a ir allí. – dijo señalando el cielo. – Voy a volar muy alto, e iré allí.
– ¡Déjame llevarte Nueva España! – grité, sonrojándome mientras captaba su atención. – ¡Yo te llevaré! ¡Yo construiré algo y te llevaré conmigo! ¡Me dedicaré a estudiar el cielo y conocer que hay más allá! ¡Creare algo nuevo solo para ti! ¡Seré el primero! ¡Ya lo verás!
– Llega a la luna por mí. – dijo y me sonrió.
Mi rostro probablemente no podía estar más rojo. Mis emociones no podían estar más expuestas, y mis deseos no podían ser más transparentes. Estaba haciendo mi mejor esfuerzo para que Nueva España fuera mío. Y se volviera mi pareja, donde viviríamos felices siempre.
Pero, aun sentía mucho dolor en mi cuerpo.
– ¿Trece colonias? – dijo, mientras me veía en el suelo. – ¡Trece colonias! – gritó, acercándose.
– ¡No me veas! – grité apartándolo, mientras el dolor en mi apenas visible piel roja en mi pierna comenzaba a desaparecer. – ¡No!
– ... Estas perdiendo tu identidad. – dijo. Y lo sabía, se alejaría, soy horrible, soy una masa horrible, un muñeco horrible de Inglaterra, que fue destruido en su totalidad. Pero...
Él retiró mi zapato, y calceta, para subirme el pantalón, mostrando de la rodilla para abajo mi pie desnudo. Yo sentía terrible dolor, mientras la piel pálida se extendía, quitándome mi piel roja. Pero, en mi tobillo de lado derecho, Nueva España besó, para después tomar su navaja y comenzar a tallar en mi piel, con una especie de líquido negro que traía consigo. El dolor del tatuaje fue menor al que sentía por perder mi todo.
– Esta listo, no te quitarán todo. – dijo, mientras veía de mi tobillo para abajo, mi piel roja, con un tatuaje protector como pulsera alrededor de este. – Recuerda siempre que no te quitaron todo, y el tatuaje servirá, recuerda a tus nativos, y prevalecerás. Tu cultura y tradición viven siempre que las tienes presentes, así que, cada día que sientas dolor, recuerda este tatuaje y no dejes que te quiten todo Trece colonias. Él no tiene poder sobre ti.
"El no tiene poder sobre ti"
No se como acabe llorando, solo recuerdo que lo hice, mientras me abrazaba de él. Gracias a él, mis descendientes de tribu pudieron sobrevivir, no todos fueron exterminados, y mi tobillo y pie derecho, me recuerdan un poco de mi casi pulverizada cultura. Gracias a él, solo a él.
– Me gustas.
Dijo, haciendo que el silencio entre nosotros se hiciera enorme. Habían pasado meses de vernos, y era la primera vez que notaba nerviosismo en su hablar. Siempre hablaba con sabiduría, y ahora, por primera vez, dejaba ver su nerviosismo, un adolescente nervioso. Noté sus mejillas sonrojadas, su nerviosismo al momento de morderse el labio. Estaba herido, por los mil y un golpes que recibe diariamente, estaba herido, por los grilletes que siguen lastimando su cuerpo. Pero, aun así, allí estaba, diciéndome que le gusto, sosteniendo un regalo. Allí estaba, sosteniendo un collar, sin importarle su situación, arriesgándose a una nueva paliza, solo para confesarme sus sentimientos.
– ¿Qué? – dije mirándolo y este me sonrió.
– Me gustas trece colonias, quiero protegerte y estar siempre contigo. Por favor, acepta mi alma para fusionarla con la tuya en la eternidad. – dijo, inclinándose, mostrándome el collar. – Deja que los dioses bendigan nuestra unión y nunca hemos de separarnos.
Solo pude sonrojarme dando un paso hacia atrás. ¿Qué diablos acaba de decir? ¿Fusionar? ¿Qué diablos hacen las parejas de los aztecas? ¿Qué diablos debo decir?
– Me gustas también. – respondí dejando ver mis sentimientos a flor de piel. – Yo, yo seré el que te proteja Nueva España, soy el líder de la tribu. Yo haré que nadie te lastime de nuevo, lo prometo.
– Trece colonias. Quédate siempre conmigo.
Fue lo ultimo que dijo, antes de acercarse y besarme. Fue un beso inexperto, así, como son los primeros besos, así, mas lleno de sentimientos que de técnica, así, dulce y feliz, como me estaba sintiendo en esos momentos.
Nueva España era más alto que yo, más resistente que yo. Por lo cual, juré, volverme mas fuerte para proteger y no dejar que ninguna cicatriz volviera a aparecer en su cuerpo.
La cosa es, que no lo hice rápido.
Padre se había enojado conmigo al negarme a acompañarlo a una fiesta en Italia. Me sentí tonto cuando me enteré que Nueva España había ido, pero, aun así, no importaba ya, lo vería cuando regresara. La cosa es, que padre regresó, pero él no.
– Está herido así que se quedara con España unas semanas más. Tienen que asegurarse que Imperio Ruso no haya hecho una unión con él.
– ¿Qué? – dije confundido.
– Hm... eres muy niño aún. Pero, si Imperio Ruso se unió a Nueva España, a la fuerza, puede que un territorio nuevo, uno compartido nazca, pero, España se encargará de arrancárselo a ambos, haciéndolo morir.
– ¿Eh?
Comprendí muy tarde, como nos reproducimos y nacemos los country.
Son tratados. Cuando Imperio Ruso y España firmaron, se creo un tratado por Nueva España. Así que, la fertilidad en las tierras de Nueva España comenzó. Imperio Ruso lo tomó, y las tierras de Nueva España comenzaron a formarse, creando un nuevo territorio. Para el country, una especie de embarazo. Nueva España fue colonizado por Imperio, pero, España impidió esto, así que aquel nuevo territorio, murió antes de que se formara por completo.
Y mi corazón, como él, murieron por completo.
Alguien había abusado de Nueva España.
Y yo no había estado allí para protegerlo.
No podía ni siquiera mirarme en un espejo, la vergüenza y la ira dentro de mi era tan grande, que trataba de calmarla antes de volver a verlo, incluso cuando sabía que había regresado, no me permití verlo, no puedo, no puedo ver sus ojos sabiendo que pude ir a protegerlo, no puedo, joder, no quiero.
– ¡Malditos Rusos! – grité golpeando la mesa.
– Hmm... niño tonto. Los gritos y el enojo no hacen nada, si quieres vencer a Imperio, vuélvete más grande, más poderoso. No lograras nada si no atacas. Niño tonto. – dijo padre, dejándome solo.
Sabía que tenía que hacer, tenía que crecer, tenía que hacerme fuerte, tenia que hacer todo lo que fuera necesario para protegerlo. Así que esa noche, lo decidí. Deje de verlo, deje de jugar, deje de buscar sus colores, primero, me haría lo suficientemente fuerte para protegerlo.
Aunque lo amaba, no podía estar con él ahora.
Ambos comenzamos a luchar por nosotros.
Y en esa lucha, nos reencontramos. Muchísimos años después. Donde yo ya era Estados Unidos de América. Y él se había vuelto, Estados Unidos Mexicanos. Lo vi, a ese tricolor mirándome. Era aun mas alto que yo, con sus alas bien extendidas, con su poder a todo lo que da. ¿Cómo alguien como yo iba a protegerlo? Él no necesitaba protección, ni siquiera se si me recuerda.
– ¿Quién eres? – preguntó.
Mi corazón se destrozó más de lo que estaba. Soy yo nueva España, soy con quien decidiste unirte toda la eternidad, soy yo a quien amabas cerca del rio, soy yo, recuerdas mi tatuaje, gracias a ti no perdí todo, soy yo, ¿Sabes quien soy? ¿Por qué no me recuerdas? ¿Soy el único que sigue amándote? ¿Soy?... soy.
Soy solo un idiota para ti. Soy solo una burla, soy nada.
Nada para ti.
– ¡Soy Estados Unidos de América! – grité entre lágrimas. – ¡Y he venido a destruirte!
No sé porque inicié una guerra. No se porque maté a tanta de su gente, no sé por qué no lo dejé hablar. Cuando me di cuenta. Él ya estaba herido y de rodillas frente a mí, mientras protegía con sus alas ensangrentadas a sus hijos. Alta California, Texas y Nuevo México. Allí estaba. Tratando de protegerlos y levantarse, mientras veía como su tamaño perdía altura, como su cuerpo perdía musculatura, como su sangre se derramaba, y, aun así, allí estaba, tratando de defenderse.
– Ríndete México. No tiene caso pelear con un pobre diablo. – dije, y este sonrió.
– Ah... no cambiaste en nada, Trece colonias. – dijo. Escupiendo sangre por la boca y yo, me quede allí, mirándolo, mientras lo veía abrir su vestimenta y sacar el atrapa sueños que había tejido para él. ¿Me recordabas? ¿Sabías de mí? ¿Por qué no me lo dijiste? ¿Por qué? – Quería ver... que tanto habías hecho, y pensé, que haciendo que gritaras tu nombre, te devolvería la seguridad y gloria de tu pueblo. No sabía que te haría enojar. Me abandonaste muchos años, y, aun así, te amé como idiota esperándote. Lo lamento, rompí tu corazón igual. Así que vas a romper el mío más.
No lo digas, no lo digas, no me hagas sentir...
– Te amo.
Le arranqué a sus hijos, y lo dejé herido, en el suelo.
El Cuerpo de México quedo allí, en sus tierras, durante tres días. Donde su cuerpo encogió, y sus cicatrices se hicieron mas fuertes. Yo lo visité, al cuarto día, y lo cargué en mis brazos. Le di de comer, limpié cada herida, y dejé que mordiera mi cuello. No hubo palabras, porque ninguno de los dos sabía explicar este amor tan toxico que tenemos.
– México.
– USA.
Cuando se recuperó, se quedó conmigo, un tiempo. Aunque nunca sacó sus alas de nuevo, le cuidé, le protegí. Y aunque manteníamos nuestra distancia, al final acabábamos en el mismo juego. Yo, lastimándolo por rencor, él, lastimándome por venganza. Era un ciclo del que no podíamos escapar. Al final México tenía razón, estamos unidos, pero, no de la manera que ambos queríamos estarlo. El sexo era salvaje y, a decir verdad, asombroso, pero, me hubiera gustado, que un beso, uno solo, se sintiera como aquel primero que nos dimos, después de confesar nuestros sentimientos.
Fuimos felices de la única manera que podíamos o sabíamos. Entre amor y odio, siendo pareja, queriendo matarnos, pero también cuidándonos la espalda. Y cuando pensé, que nuestra relación estaba mejorando, él llegó a nuestras vidas. Él con su estúpido comunismo, con su estúpida piel blanca, con su estúpido escudo dorado. Él, con su estúpido cabello rubio, con ese estúpido parche, con esa exagerada estatura, él.
Un jodido ruso.
Un descendiente del que lastimó a mi México, él.
Él.
Él durante la guerra, había seducido y buscado a mi México, enamorándolo, seduciéndolo con dulces palabras, hasta que los vi. Mi México aferrándose a su estúpido abrigo mientras se besaban cálidamente en su oficina. Ése maldito soviético, ese maldito hijo de puta. De nuevo, no pude proteger a México de las garras de los rusos, de nuevo, un ruso quitándome todo, de nuevo...
De nuevo enfurecí.
– ¡Maldita puta! – grité, dios, ¿Qué diablos estoy haciendo? No sé ni porque estaba tan molesto, o porque lo había golpeado. O porque seguía golpeándolo. – ¿¡Como pudiste hacerme esto!?
Solo lo vi, allí, en el suelo, sosteniendo su mejilla. Ahora siendo más pequeño, más delgado, más débil. Él alzó su vista, y acabó por darme una sonrisa.
– USA...
– ¿Estas acostándote con él? ¿Con ese jodido comunista? – dije y México se levantó del suelo, para después suspirar, retirándose mi collar con un atrapasueños de oro, dejándolo en la mesa. ¿Qué haces? No puedes, no debes, estamos unidos, tú mismo lo dijiste, tú lo juraste, mi collar con el tuyo... yo.
– Ya basta.
Dijo arreglando su ropa. Para después ponerse cara a cara conmigo.
– Solo, déjame. Nuestra relación acaba aquí, has lo que quieras USA. Mátame, tortúrame, has lo que quieras. Solo, ya no quiero seguir amándote, así que, has lo que pinches quieras. Pinche gringo de mierda. Te he de amar, pero nunca volveré a hacerlo de la manera que quieres, que te entre eso en tu pinche cabeza jodido toxico de mierda.
Él se volvió su amante.
Y nunca volvimos a estar juntos como pareja. Porque estaba herido de toda la mierda que le había hecho. Y lo comprendía. Así que me dediqué a tratarlo mejor, y crear un lazo de amistad de nuevo, arrepintiéndome de mi pasado, queriendo mejorar las cosas. Y mejoraron, pero la cosa es, que era el único que estaba enamorándose perdidamente, era el único que aun quería más que amistad. Porque...
– ¡AH! ¡Canadá! ¡Mas despacio! ¡Ah!
Escuche mientras teníamos la reunión del TLC.
Me acerqué negando con la cabeza, no queriendo aceptar lo que escuchaba, negándome a lo evidente. Caminé a la puerta de mi hermano, abriéndola discretamente, solo para que me diera cuenta que nunca iba a poder recuperarlo tan fácil. Solo para que me diera cuenta, que mirara lo que estaba pasando. Podía ver a mi México, contra la pared, abierto de piernas, siendo sostenido por los brazos fuertes de mi hermano, mientras lo embestía sin parar, entre besos y gemidos.
No sé qué me dolió más, ver a mi hermano estar con él cuando él sabía mis sentimientos hacia México. Cuando él era mi confidente y mi hombro en donde lloraba, cuando está tocando lo más preciado para mí, incluso cuando juró no acercarse a él porque respetaba y cuidaba mis sentimientos. O ver a México, derritiéndose en sus brazos, gimiendo su nombre fuerte, rasguñando su espalda, fundiéndose en los brazos de ese maldito doble cara.
¿Qué duele más? Ya no lo sé.
Estábamos en mis tierras, así que a propósito cause un temblor, uno fuerte, uno que rompería parte de mí. Se creo la falla de San Andrés, dejando una grieta tan grande como la que había en mi corazón. El dolor fue insoportable, ver mi piel abrirse y sangrar por una herida tan profunda, pero, preferiría ver mi piel desgarrarse una y otra vez, que ver de nuevo a México en los brazos de Canadá.
Después de ello, me dedique a mantener un perfil bajo, uno donde él no sospechara. Uno donde él sentiría el dolor que yo sentí ante su traición. Así que espere durante años, hasta que fue el momento justo. Y en esa fiesta, hice que él tomara la peor decisión.
Canadá engañó a México con Ucrania, estando borracho, estando drogado, estando como un perro en celo que encontró al primer chico para llevárselo a la cama. Se lo cogió con tanta pasión en aquella cama que compartía con mi México. No quiero admitirlo, porque debería sentirme mal por ver a mi hermano caer, pero, a decir verdad, fue música para mis oídos, escuchar a México lloriquear, maldiciendo a mi hermano, mientras me abrazaba sollozando en mi pecho.
Y gocé aún más, mirando a Canadá de rodillas y en lágrimas, con tanto odio y rencor en su mirada, mientras abrazaba a mi dulce México.
Como diría mi lindo latino, "Ojo por ojo".
Aunque, esta pelea entre mi hermano y yo, termino de la peor forma. México ya no está, murió, y ahora, ni siquiera puedo sentirlo. Unimos nuestras almas, ¿Por qué no estás? ¿Por qué no estas aquí? ¿Por qué no puedo sentirte?
Abrí los ojos de golpe, como era costumbre estos últimos años. Estar soñando sobre lo que ocurrió antes de su muerte solo me está afectando más. Y no soy el único, Canadá esta psicótico, y no se porque FBI esta tan deprimido. Prácticamente no puedo ver a ninguno de los dos. Canadá es violento y explosivo, está manejando la situación de la peor forma, y FBI no habla conmigo, solo hace su trabajo a medias y esta demasiado deprimido para contarme que sucede.
Además, ni siquiera tengo con que distraerme, Rusia dejo la guerra fría, es más, si lo matara, le haría un favor. Rusia es un jodido borracho que se la pasa en las tierras de México, como si esperara verle de regreso. ¿Cuánto impacto tiene ese país? Al parecer mucho.
– Maldición México, ¿Por qué te fuiste así? – Dije levantándome de mi cama. Soy un héroe, y como nación reconocida, debo mantener el orden, debo mostrarles que podemos seguir viviendo, debo, debo ser el idiota que ellos creen que soy, debo hacerlos odiarme, si con eso consigo que las cosas sean como antes.
Bajé a mi comedor, y me jure que esta vez podría hacer un desayuno mexicano sin morir en el intento, hacerlo como lo hacia mi México, con cariño, sabor y amor. Y lo intenté, pero, sabia horrible.
– No tengo gastronomía. – dije acabando por tirar mi desayuno por el desagüe. De nuevo, tendré que salir a comprar cosas.
Y aunque estaba poniéndome mi chaqueta y lentes para salir. El sonido de la puerta me alertó. Alguien había venido a verme, y sabia que no era Canadá, así que pensé que tal vez Australia había venido a verme, pero no. Al abrir la puerta solo vi un rostro lindo, con un gorro pintoresco, haciéndolo doblemente lindo. Pequeño y delgado, con una belleza exótica y sosteniendo en sus manos algo envuelto.
– ¿Perú? ¿Qué haces aquí? – dije viéndolo, a lo que este arqueo una ceja mirándome de arriba abajo.
– Pe' no fuiste a la última reunión. Así que todos se preocuparon, pero no te preocupes, traje algo de comida para ti, y vine a verte, porque nadie más quería hacerlo. ¿Estás bien? – dijo, dándome una suave sonrisa.
– Lo estoy Perú. – suspiré dándole paso a mi hogar. – Por favor, ya que viniste hasta aquí, pasa. Por cierto, eso huele delicioso, ¿Qué es?
– Te lo serviré y ya tú sabrás que es. ¿Dónde está la cocina?
– Al fondo, a la izquierda.
– Bien, ahora vuelvo. Por cierto, Rusia no está escuchando a nadie, siento que eres el único que puede hacerlo reaccionar. Se que se odian ahora más, pero, a veces necesitas a tu enemigo para poder superar algo, sabes. Como en los animes de Japón, donde el protagonista reacciona hasta que su rival le dice la verdad del asunto.
– ¿Y cuál es la verdad? – dije a lo que Perú volteó a mirarme, negando con la cabeza.
– Mi hermano está muerto USA. Eso es algo que debería entrarles en la cabeza a ti, a Rusia y a Canadá. El sacrificio estaba en su sangre desde que nació. Así que murió como los dioses lo habían sentenciado. Si su familia lo entendemos, ¿Por qué ustedes no?
– No comprendemos la muerte como ustedes. – contesté a lo que Perú me hizo un gesto de compasión bajando la mirada.
– Sabes, hay una historia, que dice que mientras recuerdes, aquellos muertos, siguen vivos. Es una historia de México. Y está bien pensar en ello, pero tienes que recordar, que solo están vivos en alma. El cuerpo nunca regresa.
– ... ¿Qué sugieres entonces? – pregunté a lo que él me sonrió.
– Déjalo ir USA. Por tu bien, si realmente lo amabas, entonces, no hagas sufrir el alma de mi hermano, viéndote destruido, encerrándote aquí en tu hogar, diciéndote al espejo que estarás bien, que eres el mejor, y al final solo vuelvas a recostarte en tu cama. Necesitas ayuda pe'.
– ¿Qué quieres que acepte?
– Estas deprimido, eso lo sé yo, y lo saben hasta China. Es tiempo de que dejes todo eso atrás y sanes tu alma. – dijo mientras avanzaba a la cocina.
Perú era el único latino que me visitaba, además de mi padre, y Australia. De allí en fuera, nadie venia a verme. Así que estaba agradecido con él por eso. Al final, creo que es mejor tener a alguien con quien hablar. Lo seguí a la cocina, donde lo vi quitarse su abrigo, y quedar en una simple camiseta y unos jeans, retirándose el gorro, dejándome ver ese dulce cabello castaño suavemente rizado. Esa cintura pequeña, esas caderas levemente anchas.
– No pienso ayudar a un asesino. – dije sentándome en la isla de la cocina. – Si Rusia quiere morirse entre alcohol y culpa, mejor para mí.
– Él no mató a México. No es su culpa que ONU lo metiera en el mismo saco. Es más, él ayudo a México mas que cualquiera.
– Es un asesino, punto final. – dije, cerrando el argumento de golpe. Los jodidos rusos son tóxicos para este planeta, para mi México.
– Nunca cambias. – dijo Perú, sirviéndome un delicioso lomito al jugo. – Come.
Compartimos el desayuno juntos.
Perú se había hecho cercano a mi después de la muerte de México. A tal punto que, era con el único que podía hablar normalmente, sin aparentar, donde podía ver mi fragilidad y yo estaba bien con ello. Eso me llenaba de intriga. No comprendía nuestra relación, yo sabía que él se sentía atraído hacia mí, y yo me sentía atraído hacia él. Pero, era muy complicado dar un paso hacia delante con él.
Es listo, es rápido y es estratégico. Usaba esa linda apariencia a su favor, y no se dejaba fácilmente de nadie. México era más masculino. Perú es una belleza letal, una de la que tenía que tener cuidado por cada paso que diera. Por supuesto que no olvido que, al ser conquistado por España, aun así, logró ganarse su confianza y logro hacerse cargo de las demás colonias cuando España no estaba en América. Es como un enorme y controlador estratega metido en un empaque adorable.
Y, a decir verdad, eso me atraía.
Al terminar ambos el desayuno, hubo un gran silencio. Yo solo pude notar como Perú se acercó a mí, limpiando una mancha de mi barbilla, para después retirar mis lentes de sol, y mirar mis ojos. No sentía miedo de ellos, repulsión o lástima. Me miraba de una forma normal, como si estuviera viendo unos ojos vivos.
– Luces mejor sin ellos. – susurró a metros de mi rostro. – A veces, las cicatrices que ocultas, son las que te hacen tú. Deberías dejar de cubrir tanto tus debilidades detrás de tu ego incontrolable.
Supongo que era ya el limite de nuestra tensión sexual.
Porque acabé besándolo mientras este me besaba, y tirábamos las cosas al suelo para hacernos espacio en la enorme isla de mármol en la cocina. Recuerdo arrancarle la camiseta, mientras él retiraba la mía. Recuerdo mis manos desesperadas, bajándole el pantalón, llevándome los boxers con él. Y recuerdo su gemido entre los besos que dábamos, mientras sentía sus dulces manos abrir mi pantalón y meter su mano debajo de mis boxers.
– Escucha USA, si me acuesto contigo, estoy consciente de que mi hermano sigue en tu mente. Así que recuerda estas palabras. No pienso amarte, ni ser tuyo completamente en alma, hasta que olvides a México. Porque tú solo serias otro dolor en mi cabeza que no quiero tener. Esto solo es sexo, porque lo quiero y lo necesito. Además, tengo el libido hasta las nubes y necesito olvidarme de todo lo que esta pasando por ahora.
– Trato. – contesté.
¿Por qué es tan lindo y letal?
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Cuando el libro dejó de rebotar en el suelo, un silencio inundó la casa. Los Jaguares se estiraron en el sofá, Paco y Dante corretearon por las escaleras bajando a la sala, y yo solo podía mirar al frente, viendo a aquel hombre.
¿México? Fue lo que dije, porque delante de mí había un hombre. Y no se si son las botellas de vodka que bebí, o realmente estaba viendo a mi dulce México, mi hermoso y perfecto México.
– Rusia, soy yo, CDMX. ¿Volviste a tomarte toda la botella de vodka de nuevo? – suspiró frustrado. Negando con la cabeza. – Se que tengo un poco de parecido con él. Pero, creo que, por el tamaño, debería ser obvio. Además, mi color, soy rosa. Bueno, ahora verde, pero me caga ese color, así que me quedo con rosa. Pinche viejito me la pela.
No de nuevo.
– Lo lamento. Pensé que Argentina vendría hoy. – dije, tratando de cambiar de tema.
– Vine de parte de Argentina a darte de comer. Es su aniversario con Italia. Así que no quería que sacrificara su día alimentando un poste. Ven a la cocina. Espero no estés tan borracho esta vez. Por cierto, dile a Moscú que se puede ir a chingar a su puto padre, ósea a ti, si no le parece lo que sucede en mi ciudad.
– ¿Uh?
– ... Nada Wey, solo baja carnal.
No sé qué diablos me pasa últimamente.
Veo a México en todos lados, veo sus dulces colores, veo sus alas, lo siento cerca, ¿Qué diablos pasa? ¿Qué diablos? Cuando Moscú vino por mí en el jet, juré ver a México. Juré verlo, mientras era noviembre, juré verlo entre la lluvia de fuera, juré ver su rostro, juré verlo por completo. Pero, solo era una fantasía más de mí.
Además, que dicha fantasía, acabo en una pelea entre Moscú y CDMX.
Una pelea que no pude evitar por estar lo suficientemente ebrio para moverme. Moscú llamó marica a CDMX, y este se le fue a los golpes. Al final CDMX prohibió a Moscú pisar sus tierras sin ser invitado previamente, y Moscú prohibió para toda la vida, que CDMX entrara en sus tierras. Si México estuviera aquí, hubiera evitado que se odiaran, pero, no lo está, y parece que soy el único sufriendo por su pérdida.
Sus hijos, dios, ¿Qué diablos ocultan? Ninguno, y juro que ninguno, derramó ni una lagrima en su funeral. Vi llorar a España, a Argentina, a Perú. Vi llorar a todos, pero sus hijos parecían tranquilos, solo estaban allí, escuchando lo que decíamos en su tumba, escuchando un sinfín de lloriqueos. Pero nada de esto les afectó, ellos solo estaban allí, despreocupados e incluso sonrientes. ¿Por qué ninguno esta triste? ¿Por qué ninguno esta de luto? ¿Lo odiaban a caso? ¿Qué es?
– Te traje un guajolocombo, sabe chingón así que comételo. – sonrió sacándolo de su empaque de papel de estraza.
– ¿¡Porque diablos estas tan feliz si él murió!? – grité, golpeando la mesa a lo que CDMX frunció el ceño fastidiado. – ¿Qué lo odian? ¿Por qué de todos ustedes soy el único sufriendo? ¿Por qué su propia gente le vale su muerte? ¿Por qué nadie hace nada?
– Wey...
– ¡No me digas así! ¡Dame una razón del porque no les importa en absoluto su muerte!
– ... me tomaría años explicarte porqué. – contestó tranquilo sentándose, comenzando a tomar un atole. – No lo entenderías, menos cuando estas alterado, iracundo y semi borracho. ¿Qué caso tiene hablar contigo?
– ¡Tengo todo el maldito tiempo del mundo! – dije sentándome a lo que CDMX giró los ojos. – Prometo que me emborrachare más tarde, así que comienza.
– Pinche ruso loco de mierda. – suspiró. – Ta bien, te cuento, pero bájale de huevos a tus gritos o yo mismo te los bajo.
– Okey, perdona.
– Pinche jefe, pinches novios que te vienes a conseguir. – susurró para sí.
CDMX comió un poco de su torta de tamal, para después tomar papel y pluma, comenzando a dibujar unos símbolos extraños. Miré aquellos trazos, y después, se retiró su chaqueta para mostrarme sus brazos, con una serie de símbolos. En especial, un tatuaje donde había una muerte adornada de flores. Me miró, y acercó el papel y su brazo a mí, para que los mirara detenidamente.
– Leíste sobre nosotros no. ¿Sabes qué es esto? – dijo. – ¿Sabes donde has visto este rostro de muerte?
– Es el señor del Mictlán. – contesté mirándolo.
– Ajá, ¿Quién se llevó a mi padre? Según escuché de España, una enorme mano esquelética salió de la tierra fértil, arrastrando su cuerpo con ella. ¿No es así? ¿A quién pertenecía esa mano?
– Mictlantecuhtli. – lo único bueno de todo esto, es que había aprendido a pronunciar sus nombres.
– Y ¿De dónde salió mi padre antes de morir? Tengo entendido que, una pluma de la gran serpiente cayo a la tierra, y esa pluma...
– Era México. – dije, y CDMX me miró arqueando su ceja, acomodando sus lentes. – ¿Y eso que significa? No tiene sentido para mí.
– Mi padre debe estar en el Mictlán, muerto, eso es obvio, pero, con una oportunidad de salvar su alma. Debe estar enfrentando a Mictlantecuhtli en la prueba que los dioses le han de imponer. Rusia, mi padre fue elegido por nuestros dioses desde que nació, esperando, con cautela, a que derramara su sangre en sacrificio. El gran México tenía que morir sacrificando su alma por otra, aquella que mereciera vivir en la tierra fértil. Quetzalcóatl juzgo esto, ese sacrificio. Y lo aceptó.
Abrí mis ojos al recordar, como esa serpiente me miró por unos segundos a los ojos, y después desapareció.
– Para la gran serpiente eras digno de un sacrificio. Así que, mi padre debe estar luchando, probando cada parte de él por la oportunidad de que Quetzalcóatl, le dé una oportunidad de vida. El renacimiento del imperio mexicano. Lo debe estar haciendo bien. – dijo mientras tomaba un poco de su atole. – porque nuestras tierras son fértiles, más que antes, nuestra fauna está creciendo y la flora sigue expandiéndose. Mi padre está muerto, sí, pero nuestro concepto de muerte es diferente. Él sigue vivo, solo que no podemos verlo. Así que por eso los humanos no están alterados, México vive en su sangre regada en el maíz. Si mi padre pasa todas las pruebas, regresará. Pero no puedo prometerte que lo haga pronto, o que cumpla cada prueba y regrese. Los dioses adoran a los guerreros fuertes, en este caso, tienen un imperio con ellos, con él que pueden jugar y consumir. Mi padre tiene la bendición de la serpiente, pero, la muerte no lo dejara tan fácil. Si regresa o no, depende de él.
– ¿Entonces está vivo? – dije y CDMX golpeó su frente.
– Joder, como lo pongo para ti. Pinche ruso pendejo... – suspiró dibujando tres líneas en la servilleta. – Esta línea de arriba representa el cielo, la de abajo el infierno, y la de en medio el purgatorio. Mi padre está muerto, por completo, pero está en el purgatorio, idiota. Solo él puede decidir si volverá. No tú, no yo, pero, por lo mismo, todo de él sigue vivo igual, sus tierras, su nombre, su bandera. Porque aún no se decide si México dejara de existir o no.
– ¿Qué pasara en el caso de que dejé de existir? – pregunté a lo que la ciudad bajo la mirada.
– Una transformación.
– ¿Qué? – dije y él se encogió de hombros.
– Uno de mis hermanos, o yo, cambiaremos apariencia y nos volveremos México en su totalidad. – suspiró terminando el atole. – Y sabes que es lo peor, que, como capital, lo más seguro es que sea yo. No quiero cambiar, no quiero volverme él. No estoy listo para ese trabajo, no estoy listo para dejar mi verdadera apariencia, y convertirme en una copia de él. No estoy listo para que mis memorias se borren y todas sus memorias lleguen a mí, donde nunca sabré que fui CDMX y solo tendré en mi cabeza sus pensamientos, sus recuerdos, sus anhelos.
– ¿Te volverás México?
– No, no pienso hacerlo. – dijo golpeando la mesa de madera. – No pienso dejarme llevar por su vida, y mucho menos, aunque creo que eres buen sujeto, no pienso meterme contigo, ni con la gorda odiosa, ni con el mata focas, ni con nadie, son puro pinche güero culero que no quiero en mi vida.
Y hubo un gran silencio.
Me dedique a comer, comí todo lo que trajo CDMX para mí, y después destapé otra botella de vodka a lo que CDMX negó con la cabeza. No tenía una razón para estar sobrio, estar sobrio solo significaba que iba a recordar que él no está, y recordarlo me ponía tan mal que no recordaba lo que hacía, hasta despertar al día siguiente. Cosa que pasa igual con el vodka, pero al menos, no tengo deseos de suicidarme estando borracho.
Acabé recostado en el sofá reclinable de México mientras CDMX se recostaba en el sofá, abrazando a los jaguares, y ambos mirábamos la televisión. Aunque, a decir verdad, yo solo veía manchas de color mientras terminaba esa botella y abría otra.
– Oye, en la última reunión. La que tuvieron extraoficial que realizo CIA. ¿Te acostaste con China y Japón cierto?
Mierda.
– ... no quiero hablar de eso. – contesté cubriéndome el rostro, eso, fue un enorme error de una borrachera que intentaba olvidar con otra borrachera. Ni siquiera yo mismo entiendo como acabé en la cama con ambos, cuando desperté, los vi a mi lado, desnudos, llenos de mordidas, y de... ugh. No quiero recordarlo.
– Deberías regresar con China, es tiempo de que dejes de lloriquear por mi padre, se un hombre Rusia. Tienes la oportunidad de empezar de nuevo y lo echas a perder. – dijo y acabé bebiendo de la botella. No quiero un nuevo inicio, no quiero dejar ir el único sentimiento puro que he tenido después de mucho tiempo, no quiero dejar ir a mi México, no puedo, no podré nunca. – Pero, deja al señor Japón en paz, quédate con China.
– Deja de molestarme. Joder cállate. – dije, bajando mi Ushanka cubriéndome los ojos, pero por supuesto, CDMX no dejaría de molestarme nunca, porque como diría México, "Le gusta estar chingando".
– Oh, si no quieres a China, y quieres algo más latino, puedes volverle a abrir las piernas a Venezuela. – dijo y apreté la botella, No lo digas, dios, no me lo recuerdes. – Digo, en año nuevo te acostaste con él, ¿No?, Bueno, o como decirlo, ¿Él se acostó contigo? Es lindo ver a Venezuela de nuevo con vida y saludable. Y me alegra que tú lo notaras, porque lo primero que hiciste fue cogértelo duro y sin descanso toda la noche. No sé tú, pero joder, que buena manera de regresar, recupera sus tierras y economía y pum, le cae un ruso de más de dos metros para darle la cogida de su vida. Así hasta yo.
– ¡Cállate! – grité, ocultando mas mi rostro en mi ushanka. – ¿Cómo diablos sabes eso? Tú no estabas allí.
– El video circuló por todo el mundo. Que buena cogida le diste, aunque siento que hubiera sido mejor que dijeras "Vene" en lugar de "México" pero mira, no juzgo, cada quien sus fetiches. Al final, no te culpo Rusia, mi padre murió hace años, que quieras rehacer tu vida esta bien. Mereces ser feliz. Sea con quien sea que quieras irte, hazlo. Olvida y deja a mi padre descansar en paz.
"Deja a mi padre descansar en paz"
Esa frase sigue rebotando en mi cabeza. Esa frase seguirá rebotando, porque CDMX sigue repitiéndola una y otra vez. Y estoy harto de escucharla, estoy harto de sentir mi corazón rompiéndose más, quedando en polvo, estoy harto de escucharlos decirme que sea feliz. ¿Qué no lo entienden? Lo que me hacia feliz ya no está, la única persona que tomó mi depresión y la desapareció no está, la única persona que me mostro sol en mis eternas noches no está, no está y no volverá. Mi depresión esta afectando tanto a mi país que mis humanos mueren de lo mismo, ¿Qué no entienden? Que necesito de nuevo a mi sol para poder ver el fin del invierno de nuevo.
Quede dormido después de las bebidas y las lágrimas. Solo para ser despertado por CDMX quien sostenía mi teléfono. Te pareces tanto cuando veo borroso y cuando no distingo si sueño o es realidad.
– Wey, tu celular suena, dice Moscú que te necesitan para unos tratados, vamos, le llame a tu jet, te llevaran ahora, así que...
No se porque lo hice, lo jalé para besarlo. ¿Eres México? ¿Vas a ser México? ¿Podrías regresarme a México?
– ¡Espera! – gritó, pero lo jalé besándolo más, deslizando mis manos por su cintura, bajando mis manos a su trasero, fue allí cuando acabé tumbado en el suelo, sintiendo que me arrancaban la mano con una llave de Judo. – ¡Jodido ruso demente! ¡Nunca vuelvas a tocarme! ¡Voy a matarte pinche pervertido!
Acabé con un brazo adolorido y un ojo morado.
Pasaron otros cinco meses, y una reunión de emergencia se suscitó.
Era en EUA así que fue fácil llegar, ya que me encontraba de nuevo en la casa de México. Guardé en mi maletín cosas importantes, y tal vez, utilice el espacio sobrante con 5 botellas de vodka y una de tequila. Tome mi jet hasta llegar con USA, quien por supuesto, recibió a todos con un estrechón de manos, extrañamente a Perú con un beso en la mejilla, y a mí, con un enorme golpe en la cara.
– ¡Bienvenido a América hijo de puta! – dijo para acabar pateándome en el estómago, haciéndome caer de rodillas.
Trataba de detener el sangrado de mi nariz, y cuando me di cuenta, China ya se estaba peleando con USA y Venezuela me había dado un pañuelo para limpiarme. Joder, que USA estaba furioso mirándome mientras discutía con China respecto a los golpes que me dio, y Venezuela me ayudaba a levantarme preocupado de mi situación. He perdido algo de peso, pero aun así soy más grande que todos, más fuerte, y... estoy dejando que me den palizas porque realmente siento que las merezco.
– Rusia, vas a estar bien, te protejo la espalda. – dijo China dándome una suave sonrisa.
– No dejaremos que se acerque más. Puedes estar seguro. – sonrió Venezuela.
Estoy harto.
Miré a ambos. China es alto, pero delgado, y con piel pálida. Venezuela es bajo, con piel morena y lindo, muy lindo. Ambos son lindos, perfectos diría yo, ambos tienen cosas hermosas en ellos, ambos tienen historia y buena cultura, probablemente con cualquiera de ellos seria feliz.
Pero, No quiero algo lindo. No quiero algo perfecto.
No lo quiero.
Quiero algo con músculos, quiero algo varonil y salvaje, quiero una sonrisa que me derrita, quiero un cabello negro, quiero cicatrices, quiero un humor que me enloquezca, quiero una forma de hablar que me saque de mi zona, quiero reír y llorar, quiero poder explotar y dejar todas mis fragilidades expuestas sin miedo a que me lastimen con ellas, quiero ver ojos tan hermosos que me hagan llorar, quiero sentir los rayos de sol en la eterna noche.
Quiero a México, quiero a mi México de vuelta.
Pero, eso no pasará, mi México ya no está.
Llegamos al fin a la junta, donde UNESCO y UNICEF, acompañados de INTERPOL, estaban ordenando las cosas, mientras OMS nos indicaban nuestros asientos, y NASA comenzaba a leer nervioso las formas, ya que él hablaría ante todos esta vez. FBI también estaba, pero estaba tomando en una esquina, cosa que me agradó, al fin alguien con quien hablar. Al fin alguien con estilo, tal vez ambos estábamos sufriendo lo mismo, aunque, no entiendo de que puede estar sufriendo FBI, a lo mejor, solo USA lo esta tratando mal.
Tomé mi asiento. Mientras dejaba descansar mi cabeza en mi mano, esperando a que esto acabara.
Vi a NASA discutir con INTERPOL, mientras CIA los separaba. Fue hasta que USA se acercó a ellos que se calmaron. Dios, todo esto es aún más tedioso que antes, más largo y aburrido que antes, al menos con ONU, él iba directo al punto y sabia poner todo en orden, todas estas organizaciones, no tienen idea de que hacer.
Dejé que mi cabeza azotara en mi escritorio mientras trataba de dormir un poco, antes de que esta mierda de reunión comenzara, pero claro, no me iban a dejar dormir ni siquiera un minuto. Porque había hecho muchas cosas en estos años, y debería aprender que tengo que enfrentarlas.
– Rusia, tenemos que hablar. – dijo Venezuela moviéndome. – Sobre lo que pasó. Sobre esa noche y sobre como estas ahora.
– Tuvimos sexo, nada del otro mundo, te di inversión, es todo, solo olvídalo, yo haré lo mismo. – contesté, pero jalaron mi ushanka y la retiraron.
– ¿Qué diablos es esa solución? Rusia, entiendo si no quieres nada conmigo, pero, realmente necesitas ayuda. Déjame ayudarte. Y por dios, deja de hacer tanto drama, México murió, supéralo.
– Если ты скажешь это снова, я оторву тебе голову. (Si dices eso de nuevo te arranco la cabeza.) – dije sujetándole el cuello, pero me arrepentí al instante soltándolo – Lo lamento, solo déjame solo Venezuela. No quiero hacer algo de lo que me voy a arrepentir toda mi vida. No quiero dejarme llevar por mi ira, la ultima vez que lo hice, causé demasiada destrucción para todos.
– Tienes que comenzar a sanar Rusia, piensa en ello. – comentó, regresando a su asiento. Dios, solo estoy cayendo mas bajo.
Lo único bueno que sucedió en esos momentos, es que NASA comenzó la jodida reunión al fin, y Venezuela me dejo en paz. Aunque, agradezco el detalle de preocuparse, creo que, aun no estoy listo para comenzar a volver a tener relación con los demás. Mantengo mi economía estable, y ya, porque... mis ciudadanos no tienen la culpa de mi estado.
Creo que nadie tiene la culpa de mi estado, solo yo.
– Gracias por su atención. Ahora, el tema que queremos tratar es el siguiente... verán. – NASA se veía nervioso, más cuando los planetas a escala que giran alrededor de su cabeza, comenzaron a girar más rápido. – Uff... jaja, bueno, saben, este trabajo es difícil, y ninguno de nosotros debería hacer esta función, donde tratamos con ustedes directamente. Es mucho trabajo, y necesitamos a alguien especializado en ello. Por suerte, lo tenemos, en la bodega internacional, donde está la cápsula aún. La reunión de hoy es para decirles que... necesitamos a ONU de vuelta.
Joder, México hubiera adorado eso.
Ver a todos esos países gritando en contra de ello, ver a NASA asustado dando unos pasos hacia atrás, ver a INTERPOL fastidiado, a FBI interesado por lo que se había dicho. Ver un sinfín de caos en esa sala. Fue hasta que INTERPOL sacó un arma y la disparó al aire, que todos se callaron.
– Es necesario, punto. – dijo tomando el micrófono. – Necesitan a ONU antes de que los humanos se den cuenta que no pueden ingresar a las facilidades de este. Si eso pasa, los humanos pueden comenzar a romper relaciones, y peor, comenzar a odiarse entre ustedes. ONU es el único que evitaba que se mataran, así que, si, hizo mal, por eso queremos que regrese como un ser vivo. Un ser vivo que sienta y razone, un ser vivo que pueda pensar y razonar como nosotros. Un ONU en el que podamos confiar y que realice el trabajo. Tenemos el jodido cuerpo en una cápsula, solo hagámoslo. Necesitamos de todos, de cada uno de ustedes para despertarlo, necesitamos una gota de sangre para traerlo a la vida.
Y hubo un silencio enorme.
Pero fue hasta que Canadá se levantó de su asiento. Y caminó al estrado, dejando su gorro de lado, sacudiendo su cabello. Sosteniendo su hacha en su mano, últimamente esta mas psicótico que antes.
– Aunque quisiéramos no es posible INTERPOL. – dijo el amante del maple, sonriendo. – Ese cuerpo solo se reanimará si todos depositamos una gota de sangre en la cápsula. Pero nos falta una gota, la de México, y él ya murió. – joder, esas ojeras eran enormes, ¿Hace cuánto no duerme? O peor aún, ¿Canadá desde cuando es tan serio? Parece un jodido psicópata cargando esa hacha a todos lados. – Lo único que podríamos hacer es crear otro cuerpo orgánico para ONU, pero, tardaríamos años en lo que comienza a formarse desde un embrión. Así que allí está la cosa. Esperar, o simplemente desechar la idea.
– Debe haber otra solución, ¿Qué tal los hijos de México? – dijo INTERPOL. – La sangre de México corre por ellos.
– No exactamente INTERPOL. – dijo OMS. – Los country no funcionan como los humanos, el ADN es diferente.
– Joder. – suspiró la organización. – ¡Necesitamos a ONU! Vuelvan a construirlo como una máquina, eso lo hicieron en un día. La cosa es que no podemos seguir así o causaremos estragos en el mundo humano como no tienen idea.
¿Regresar a ONU? ¿La máquina? Joder no, no, es un rotundo no.
– No, imposible. – dije y suerte que se luchar y mi padre me preparó con buenos reflejos incluso cuando estoy ebrio, porque, tuve que esquivar un hachazo que fue directo a mi cabeza.
El hacha quedo incrustada en la madera de atrás, dañando el escritorio de China, quien se molestó rotundamente por la falta de ética en Canadá, pero este ni se inmutó a la ira de China, solo tenía esos ojos clavados en mí, sin decir nada, mirándome, como si quisiera asesinarme con sus propias manos. Por supuesto que quiere matarme, no es ningún ángel, es un jodido loco que perdió a México, y ahora es más agresivo, más insensible, y con un deseo de verme muerto aun mayor que antes.
– ¡Basta! – grito NASA. – basta... podemos al menos, pensarlo un poco antes de dar su veredicto. – ¿Podemos?
– Bien. – sonrió Canadá. – Pensémoslo.
Y subió las escaleras, para llegar a mi lugar. Ni siquiera me miro de nuevo, solo la desencajó de las maderas de atrás, y volteo para regresar a su asiento. La tensión se hizo enorme, estaba a centímetros de mí, con un hacha en sus manos, y con mi cabeza lista para ser cortada.
– Hazlo si tienes bolas, maldito doble cara. – dije.
Y comenzó una pelea.
Acabó por tomarme de mi cabello, azotando mi cara con fuerza en el escritorio. Joder, debo estar muy ebrio, porque eso ni siquiera dolió, esta vez no iba a dejar que los jodidos americanos siguieran su juego de ver quien me mata primero.
Al final soy Rusia, así que saqué un arma debajo de mi abrigo apuntándole, aunque, no tardo mucho para que USA me apuntara con armas igual. Y todo se volviera aún más tenso. Sonreí, mostrando mis afilados dientes, que esta vez no pienso dejar que sigan lastimándome, esta vez les arrancaría los ojos con mis propias manos, estoy harto, harto de ellos, harto de todas sus miradas, harto de todo este caos, harto de mi dolor, estoy harto.
No me importaba que mi frente estuviera sangrando, porque mis brazos comenzaron a protegerse con metal, y USA comenzaba a ponerse su armadura, mientras Canadá hacia lo mismo, joder, olvidaba que estos dos idiotas son hermanos. Cuando me di cuenta, ya estaba golpeando a Canadá, soportando los golpes de USA, protegiéndome con mi escudo, pero, siendo jalado por Canadá contra la pared. Escuchaba los gritos, y escuchaba el celular de los tres sonando sin parar por los daños y tensiones en el gobierno.
Fue FBI quien tuvo que separarnos y dejarnos a cada esquina, para evitar de nuevo conflictos.
– ¡Voy a matarlos! – grité, a lo que ambos me respondieron de igual forma, pero, FBI nos contuvo a cada uno en una esquina, mientras habíamos destruido toda esa sala.
OMS comenzó a regañarnos a todos. Por lo infantiles que éramos. Yo solo podía mirar hacia arriba, viendo el techo con un enorme cráter que dejaba ver el cielo. Joder, ni siquiera me di cuenta cuanto habíamos jodido esa sala.
Seguía mirando el cielo, y vi nubes formarse. Solo para que al final, comenzara a llover.
Sentí unas suaves gotas golpear mi nariz, sonreí. Porque se sentían como caricias, como las que me daba México mientras ambos estábamos recostados en el sofá, en mi casa, disfrutando el calor de ambos. Mientras el trenzaba mi cabello, mientras nos calentábamos con la chimenea, mientras nos dábamos suaves caricias. Mi México...
– Вернись, любовь. (Regresa, amor.)
La junta siguió en discusión, y yo solo cerré mis ojos, dejando que la lluvia mojara mi rostro, recordando cuando hice lo mismo, en CDMX, mientras el hijo de México me contaba una historia.
Dijo que su padre le contó muchas cosas. Entre ellas, sobre una chica guerrera que tuvo que tomar el mando después de que su padre muriera. La chica sacrificó muchas cosas, pero ganó otras. CDMX dijo, "A veces tienes que entender que el dolor es la clave para llegar a la felicidad, si no experimentas la tormenta, entonces, nunca sabrás realmente lo que es la calma de un cielo claro." La chica guerrera perdió su corazón, pero, logró que su gente viviera más que nadie. Al final, ella pudo reparar su corazón y ser una líder por muchos años.
"Es hora de que dejes a mi padre descansar en paz"
Deje correr un par de lágrimas por mis mejillas.
Creo que es hora de reparar mi corazón. Traté de esperarte más, y siento que siempre voy a hacerlo México, pero, si no comienzo a sanar, no podre recordarte. Y si no te recuerdo, será como si no hubieras existido, y me rehusó a ello. Me rehusó a dejar que tu memoria se acabe, sanaré solo para ti.
– Te amo. – susurre, bajando mi mirada al suelo.
kaltsa (Regresa)
Escuche una voz en mi cabeza, diciendo algo que no entendía, cuando de pronto, un enorme rayo azoto en el techo del lugar, rompiéndolo y dejando caer un bulto entre los escombros. Todos nos hicimos hacia atrás, alejándonos de la zona de derrumbe, ayudando a las organizaciones a protegerse. ¿Qué diablos había sido eso? ¿Un ataque de Corea del Norte? ¿Qué? ¿Un terrorista?
Vimos los escombros comenzando a moverse, y después vimos colores brillantes, como luces, debajo de estos escombros, para comenzar a ver unas alas extendiéndose, enormes y coloridas quitando todo el cemento y barillas de encima. Retirando los escombros que lo ocultaban.
Era un hombre, un hombre con alas saliendo de los escombros.
Se dio la vuelta y clavo unos maravillosos ojos en todos nosotros.
Gruñó, sacando una lengua como serpiente, mientras aquella cola de ave sagrada se movía con el viento. Gruñó de nuevo, guardando sus alas, desapareciendo su cola, apagando el brillo en sus grecas.
Creo que nadie dijo nada, yo menos, solo, mis piernas se movieron solas, acercándose a ese hombre, ¿Quién eres? ¿Eres quien yo creo? ¿Quién eres? Dime que no estoy soñando, dime que no lo hago, porque estoy comenzando a llorar, y mis piernas no dejan de acercarse cada vez más a ti.
Estás diferente, muy diferente.
Un poco más alto que el México que recordaba, con el cabello largo y sedoso hasta la cintura. Tenía ropa extraña, parecida a la que había visto en los libros de historia, una vestimenta de guerrero Azteca. Sostenía en su mano un casco de guerrero, y tenía la cara pintada de manera muy discreta por los ojos. Y esos ojos, con galaxias dentro, brillantes y únicos. Ese cuerpo, levemente más tonificado que el México que recordaba, pero dios, esa cintura tan pequeña, y esas caderas anchas, como sus piernas perfectamente estilizadas. Tenía sus colores, tenía su escudo, pero había algo diferente en él.
– ¿México? – dije ya frente a él. Y el hombre frente a mi gruñó tensando la mandíbula. Era más alto, el México que recuerdo me llegaba a medio brazo, este me llega al hombro. – ¿México eres tú?
– ¿Kanin ka? (¿Dónde está?) – dijo, en, náhuatl, es náhuatl creo. – ¿Dónde está Mictlantecuhtli?
– ¿Qué?
– Kixtia (Quítate.) – dijo apartándome, empujándome lejos. Tropecé por los escombros mientras lo veía mirar a todos. ¿Quién eres? ¿Eres México? ¿Qué pasa?
Decidí hacer algo, lo único que se me ocurrió, era loco, pero, podría sacarlo del trance en el que estaba.
– México, ya no estas en el Mictlán, estas de nuevo en tierra de vivos. Los dioses dejaron que resurgieras.
El hombre sonrió, soltando el casco, y comenzó a reír, sacando sus alas, encendiendo sus grecas. Parecía feliz, y lucia lindo dando suaves brincos de alegría, mientras esos colores de su bandera brillaban tanto que comencé a babear, una gota de él repararía cualquier mal que tuviera.
– México. – dije, y capté su atención. Pero, no de la manera que quería.
El hombre volteo a verme, y me ofreció una mano para ayudarme a levantarme. Me sonrió. Esa dulce sonrisa...
– ¿Eres Rusia? ¿El verdadero Rusia? – preguntó, en un perfecto inglés.
– Si, si lo soy, mi México... – comencé a lagrimear, no podía contenerme, solo quería abrazarlo, regresó, realmente regresó. – Mi amor...
– ¡No me llames así! ¡Soy el gran imperio mexicano! ¡pinche ruso pendejo! – dijo, y si no fuera por mi armadura, estoy seguro de que ese golpe me hubiera arrancado la cabeza. Porque ese macuahuitl o "Espada Azteca" estaba tan filosa que hizo grietas en la armadura de mi brazo. – ¡Rusia nunca lloraría en frente de los demás! ¡No volverás a engañarme Mictlantecuhtli! ¡Mi rusia nunca se descuidaría tanto! ¡Saldré de tus ilusiones y el abismo jodido dios pendejo!
Y estaba queriendo matarme, realmente matarme, su rostro estaba sumergido en la locura, su cuerpo se notaba cansado, pero sus colores brillaban, dios, brillaban tanto.
– ¡Te amo! – grité.
Y México cambio su expresión. Una sorprendida, una única.
– ¿Rusia? – dijo, a lo que asentí.
Estiré con miedo mi brazo, tragando saliva, solo para acariciar esa tersa mejilla, pero, sus ojos de galaxia se volvieron como los de una serpiente, y una enorme mordida a mi mano fue lo que recibí. Sus dientes afilados, su arma a punto de golpearme de nuevo, va a matarme, la persona por la que estoy muriendo, va a matarme.
Que ironía.
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