ONE SHOT - танцор (Bailarín)
Quiero dejar mi contribución al rusmex con esta pequeña historia. Que me inspiraron esos bailarines.
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Esto es un rusmex Omegaverse. .
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Estaba agotado.
Recibir a todos esos países de golpe en su tierras era agotador. Sus mejillas ardían de tanto sonreír, tenía cansado los ojos y definitivamente estaba harto de el entorno social. México era un hombre de principios, pero ahora mismo quería tirarlos a la basura, estaba agotado de toda esa plática, fiesta, muestra de cultura, de todo. Además que las feromonas en el aire lo habían mareado provocándole un dolor de cabeza.
— Verga, ¿No sé le puede atravesar una caguama a uno? — se dijo el mexicano caminando sin rumbo por las calles obscuras de su capital. — ¿Estará abierto el OXXO?
No tuvo que pensarlo mucho, en la esquina encontró uno, compró la bebida y caminó con ella, hasta toparse con una hermosa estructura. Allí estaba, su Bellas Artes, perfecta y hermosa siendo alumbrada con luces de noche.
- Amor del alma, mi amor eterno, dime tú qué sientes la luna en tu mente, ¿Que ves en este inculto hombre que te reverencia por tu grandeza? - el mexicano sonrió caminando al lugar, diciendo palabras dulces, como solo un poeta mexicano podría hacerlo. - Dime, amada mía, ¿Que es lo que he hecho para vencer a todos por un toque tuyo? Me siento triste y desolado, me siento roto y despistado ante mi futuro, pero solo un roce de tu tacto puede llevarme a aquella grandeza sin igual que esconden tus bloques, que esconde tu arte. Dime mi Bellas Artes, ¿Cómo aceptaste a este hombre pobre de tu belleza? ¿Cómo aceptaste que este inculto aragán pase por tu cuerpo y trate de conquistarte con palabras perdidas de un poeta incomprendido? Dime, mi Bellas Artes, dime, ¿Cómo es que tú arte me hace sentir tan vivo?
Y un simple beso fue a parar a las puertas de aquel lugar, que abrió sus puertas al país que le susurraba palabras dulces en una noche acompañada de cansancio y alcohol.
Caminó por sus pasillos hasta persivir un aroma diferente, un aroma imponente, si, ese aroma que había olfateando en la reunión. Esas feromonas desplegadas en batalla contra otras. Los alfa realmente son primitivos. Siguió dicho aroma, directo a reclamar. ¿Quien se atrevía a estar dentro de su bella dama cuando él había venido a cortejarla?
Siguió su camino y lo vio.
Un hombre, con una camiseta blanca floja que se pegaba a su cuerpo por el sudor, usando una especie de leggins negros y balerinas. Suspiró entrando y haciendo notar su presencia ante dicho hombre. El cual le miró, y siguió sus giros sin detenerse.
¿Cómo osaba ese ruso a usar el lugar de sus bailarines?
Pensó, mirándolo girar, sin ninguna imperfección, ningún desbalance, nada, ni siquiera un ligero espanto en su pierna que dejara ver la presión.
— ¿Los rusos siempre son tan robóticos? - preguntó el mexicano haciendo parar al eslavo. — sabes qué, no necesitas responder, al menos eso no, dime, ¿Cómo entraste a Bellas Artes? Y ¿Quién chingados te dijo que podías usar estás salas?
— Tu hijo. — respondió tajante el ruso, limpiandose el sudor con una toalla mirándolo. — me dijo que podía venir aquí y practicar si yo no te decía nada de que lo encontré cogiendo con Moscú en una oficina de tu palacio nacional. Ups, se me salió.
— Ya hablaré con él después. Por ahora, retirate.
— Sabes, apestas a chocolate, es un dulce aroma, me gusta, pero, esa liberación de feromonas México, me recuerda a siglos atrás, dónde solías hacer eso cuando eras una simple colonia. Apestar de feromonas mareando a los alfas. Lo hacías porque te gustaba tanto algo que las dejabas salir como una muestra de felicidad.
— No uses los recuerdos de tu pasado ahora, Rusia. Te recuerdo que no eres más un Imperio, moriste y renaciste, ahora solo eres un adolescente. Al menos para mí.
— Tú igual moriste, Nueva España.
—. Hay una diferencia marcada entre morir y resurgir mi querido amigo.
— Si que estás lleno de sorpresas, nunca seguiste las reglas, eres un Omega que debería estar temblando porque yo no lo acabe violando o maltratando. Pero, no, en realidad soy yo él que teme a la legalidad de un Omega dominante que ha puesto a los alfas de élite a sus pies. — sonrió el más joven, acariciando apenas la cintura del latino.
— Basta. — concluyó México, retirando la mano del ruso.
— Dime que es lo que te gustó del baile que te hizo sentir así. Dilo y me iré, tal vez...
— Es la destreza. ¿Que pieza bailabas?
— La muerte enamorada.
— La pieza que compuso Moscú. Escuché por las noticias sobre ese baile, ha llevado al límite a mis bailarines.
— Lo hace, para mis tierras el Ballet no es algo para tomarse a la ligera, el Ballet es control y arte, es disciplina y libertad, es fuerza y emoción. La puesta en escena te relata la historia de como la muerte vaga por el bosque, haciendo su trabajo, matando a cualquier ser vivo, planta animal, insecto, que encuentre en su camino donde él sabe que ha llegado la hora. En ese instante, la muerte se mueve con elegancia y clase, a través de los bosques, con movimientos perfectos y delicados.
El ruso lo hizo, esos pliegues, esos saltos acabando de manera dulce, donde se podía respirar la calma que solo la muerte podría dar, una dónde la ves danzar y esperas a que se acerque, disfrutando el espectáculo.
— Entonces todo cambia, la muerte divisa entre los arbustos un precioso ciervo. — El extranjero clavó sus ojos en el latino, quien sintió su corazón dar un vuelco mirándolo. — La muerte se acerca, rompiendo el paso suave a uno más rápido, tanto como su corazón hasta divisar a centímetros al ciervo. Aquel ciervo representado por la prima balerina. La muerte no puede creer lo que ven sus ojos, una hermosa criatura que tiene que tocar y matarla. Aquí es donde aquel ser omnipotente y omnipresente se pregunta, por primera vez, porque no dejar que la vida continúe. Es allí, dónde aquel ciervo y la muerte danzan tan cerca, pero sin tocarse, haciendo que la vida de estrmezca con los susurros de amor de la muerte.
El latino sonrió, retirando sus zapatos y pantalón formal, quedando solo en camiseta, el ruso no dijo nada, apreciaba ver esas piernas desnudas, estirandose y calentando mientras el ruso se tomaba un respiro.
— ¿Crees que puedes ser el ciervo?
— ¿Tú crees que puedes ser la muerte y seducirme con susurros? ¿Que sigue en la historia?
— Pasión.
El ruso de colocó detrás del mexicano, donde ambos danzaron una danza rápida y consista, difícil y precisa, donde el único objetivo era permanecer juntos pero sin dar ni siquiera el más mínimo roce entre ellos. Era erótico el pensar ver sus cuerpos tan juntos sin poder tocarse. Aquellos cuerpos danzaban, saltaban y giraban mientras las feromonas se iban liberando.
— La muerte sentía pasión desbordandose, cada respiro, cada pasó, cada mirada, el ciervo era la vida misma, aquello que la muerte ansiaba día tras día, hora tras hora, minuto tras minuto, segundo tras segundo.
— La vida jugaba con la muerte. — dijo el latino siguiendo el ritmo del ruso. — La vida se estaba enamorando de lo que la muerte podía darle, pero nunca de ella. La muerte pensaba que los susurros eran suficientes, tanto que de dejó caer en el peor error.
— El amor. — respondió el ruso dando un salto enorme cayendo en punta, para quedar cara a cara con el mexicano mientras ambos hacian equilibrio, a centímetros del otro. — La vida siempre ha danzado como el cisne que despliega las alas blancas y sin ningún esfuerzo obtiene las ovaciones. La muerte es la sombra, el cisne negro a punto de resurgir. El amor es el arma, que se utiliza al final de la escena, donde se toma una elección que cambiará la vida de ambos.
— ¿Qué elección tomo el ciervo?
— Escuchar los susurros. — dijo el ruso. — La muerte se dio cuenta que la vida volvía a enredarlo usando al precioso ciervo como carnada. Pero está vez sería diferente, no dejaría jugar al ciervo y que la vida se saliera con la suya, la muerte comprendió entonces que su amor estaba destinado a un tiempo limitado, y fue allí cuando el danzar acelera a un punto de caos. Dónde el más mínimo error causaría el roce mortal.
El sudor, las piernas moviéndose, los movimientos en aquel lugar, la agilidad y destreza de ambos, era algo digno de ver.
— Y es entonces donde todo acaba, la muerte, como acto final, toca al ciervo. - sin pensarlo el ruso sujeto la cintura del mexicano pegándolo a él, deslizando sus manos hacia arriba hasta terminar en el cuello del latino, donde acabo por depositar un dulce beso en este, sintiendo la piel morena estremecerse. — El final es dramático, el ciervo muere probando el amor de la muerte, la vida pierde, y la muerte regresa a sus penumbras para amar eternamente a un ciervo que danzaba con ella para escuchar los dulces susurros de este.
El cuarto apestaba a feromonas, chocolate y vodka mezclándose en el aire, donde dos miradas, marrón y azul se mezclaban. El mexicano no lo pensó más y acabo por lanzarse a los labios del ruso, quien lo tomó con emoción y siguió los besos con desesperación.
Arrancó la ropa del latino, le abrió las piernas y se dejó embriagar por aquel dulce aroma, por aquel Omega que lo seducía con feromonas, por aquel ciervo que jugaba con la muerte para enloquecerla. Embistió sin parar, escuchando los dulces gemidos escuchando su cuerpo golpear con fuerza al del contrario. Que bendita era esa piel extranjera, que bendita eran aquellas gotas de sudor que desbordaban placer, que bendito era México moviendo las caderas hasta el amanecer.
Trató de hacer lo que la muerte hizo, hacer que la vida fuera suya una vez. Notó aquella nuca descubierta, y sin pensarlo bajo a morder, pero, la vida siempre era más lista, así que, una mano se interpuso en su actuar, dónde acabo mordiendo unos dedos y palma.
— Ni lo pienses... - dijo una voz entre gemidos. — No creas que con una danza me tendrás para toda tu vida.
Ambos acabaron jadeando en el suelo después de un rato. Un Omega repleto de un alfa joven, se miraron y el latino acarició suavemente el mentón del ruso para después levantarse. El mexicano no dijo nada, se vistió y después sintió al ruso siguiendolo mientras ambos salían del lugar.
— El ballet ruso es impresionante. — dijo México una vez fuera. — No hablaremos de esto más, así que lo dejaré claro. Tomaré la pastilla, por lo tanto, no te preocupes por un embarazo. No diré nada a nadie, me llevaré este momento a la tumba, así que tú reputación está a salvó. Nadie quiere que un alfa de elite este con un Omega tercermundista. ONU nunca te castigará así que tampoco te preocupes por ello. Este es mi adiós amada muerte, por favor, si algún día tienes más deseos de seducirme con susurros, ven a verme, y nos encontraremos allí, en una noche melancólica que huele a chocolate y vodka mezclándose al ritmo de unas piernas danzarinas de bailarín.
México no dijo más, se retiró con los primeros rayos de sol cayendo.
En la siguiente junta, el mexicano tenía una venda en la mano y actuaba natural, platicando y bromeando como siempre solía hacerlo.
— México, ¿Que te pasó? - pregunto el americano viéndole la mano vendada.
— No te preocupes gordis, es solo que... — y así sus miradas se cruzaron, de nuevo el ruso y el mexicano se miraban como aquella noche pasada, por unos segundos de sintieron de nuevo sumergidos en aquel lugar, danzando para al final entregarse a su pasión reprimida. — me resbalé mientras danzaba anoche.
El ruso sonrió, soltando sus feromonas, a lo que el mexicano respondió soltando la suyas, el lugar tenía esa mezcla de vodka y chocolate que confundió a todos, excito a algunos y ahuyentó a otros, pero, esa mezcla bendita enmarcaba algo, una noche pasional.
Una noche de muerte y vida, que solo un bailarín puede dar. ......
Aclaraciones.
— No existe esa puesta en escena, me inspire en un vídeo animado que vi donde la muerte se enamora.
— Tampoco existe esas palabras hacia bellas artes en un poema, me lo inventé. Esta historia dio inicio a todo el Ale Godín.
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