FINAL



"Lo gracioso de ser un dios, es desear ser mortal cuando pruebas el amor..."




México

Mexiko

メキシコ

Mexique

Мексика

"Deja de huir, solo abre los ojos, acepta el sacrificio que tendrás que hacer..."

¿Por qué siento ganas de llorar? ¿Por qué siento que esto es una despedida?

– No es una despedida, es una renuncia a mis sentimientos por ti... – dijo el mexicano a la nada comenzando a abrir los ojos.

Arriba de él, solo veía un cielo nocturno mágico, uno con galaxias infinitas. Sintió su cuerpo húmedo, sintió su ropa empapada, ¿Dónde estaba? Apenas se movió, vio que sostenía una hermosa flor en sus manos, y después se vio a si mismo flotando en aguas azules fluorescentes que no llevaban a ningún lado.

¿Hace cuánto había dormido?

Tenía que recordar.

Cerró los ojos obligándose a recordar, y solo vio suaves imágenes, de él derritiéndose con el ruso frente a una chimenea, de gozar el placer y el dolor, de verse a sí mismo uniendo almas con él, y después dejarlo. También recordó el dolor que traía el contrato de Judas, la pena de Chile, la miseria de España, la ira de Perú, todo golpeaba su cabeza. Hasta que no pudo más y abrió los ojos de nuevo.

– Hice lo que tenía que hacer, sin mí en la ecuación ellos podrían vivir. Si abandonaba mi sueño de ser potencia, un sueño tan mortal, ellos seguirían con su vida, todo sería como antes, UL no existiría, y Rusia... Rusia. – el mexicano frunció el ceño acercando la flor a su pecho. – Rusia tal vez, caminaría por la nieve, y sentiría a alguien rozar su mano mientras recorre el paisaje invernal. Rusia tal vez tendría copos en su cabello y voltearía a ver a esa persona, una que nunca lo abandonaría. Una...

No se dio cuenta de las lágrimas que caían y se volvían una con el rio. Le dolía el solo pensar ver al ruso amando a alguien más, le destruía el alma solo imaginarlo.

– México, cuando amas algo, no lo abandonas. Has llenado este rio seco solo con tus lágrimas, flotamos a una ruta sin camino, flotamos en la nada, dime, ¿No estas cansado de flotar? Lloras y lloras llenando este lugar, te lastimas, te odias, pero, sigues flotando sin hacer más. Yo ya estoy cansado, ¿Tú no?

– ¿Uh? – El mexicano volteó un poco su rostro y lo vio.

A un lado suyo había un hombre de piel roja, igualmente flotando en las aguas sin rumbo fijo, con ojos rosados mirándole, era un hombre fuerte, enorme y atractivo, un hombre andrógino, con rasgos suavemente finos, pero igual masculinos, y con la mirada más gentil que había visto en su vida. El hombre estiró su mano, para tomar dicha flor que el mexicano protegía con recelo, y apreciarla.

– Que belleza, ¿Es acaso esta flor la representante de tu amor? La cuidas con tanto afán que tengo celos. Me gustaría que alguien me cuidara como si fuera lo más preciado de su existencia. – el hombre sonrió, abrazando dicha flor, viendo como esta crecía y retoñaba más. – Ah, todo crece mejor con amor...

– Xipe Tótec... – dijo sorprendido. Ver al último de los Tezcatlipoca era sorprendente, Xipe no solía tomar presencia en disputas. Los cuatro Tezcatlipoca eran hermanos, prácticamente cuatrillizos de una misma creación.

– Ometéolt, sigues siendo tan sentimental como siempre, tonto. – sonrió devolviéndole la flor colocándosela en su pecho. – Primero fue Quetzalcóatl, que siempre te ha estado cuidando, después Tezcatlipoca, que no lo admitirá, pero tiene un ojo en ti siempre. Después en tu resurgimiento liberaste a Huitzilopochtli, el más fuerte de todos, llevando contigo tu devoción y valentía. Y ahora en tu martirio y pérdida de fe, me encuentras a mí. Tus cuatro creaciones, hijos y amantes de ti.

– Odio cómo funciona el árbol genealógico entre nosotros. Es más, ¿Tenemos árbol genealógico?

– No compartimos sangre, no obedecemos el tiempo ni espacio, somos creados y seguimos un propósito. No somos familia, somos entes que flotan en el universo. No lo pienses tanto, no hay explicación lógica, porque los dioses vamos más allá de la lógica y el concepto. Los dioses somos ese algo inexplicable que acompaña a la mente en su descubrimiento.

– Odio esto... – suspiró el mexicano. – Pero odio mas el hecho de no saber que haces aquí.

– Bueno, te he visto flotar sin rumbo en este rio seco, al que ahora llamo el de los lamentos. Me he cansado de ver a la humanidad destruyéndose cuando sabes que puedes salvarlos de ese destino. Solo tienes que pararte y hacerlo. Únete a tus otras mitades, sabes que tienes que ser uno si quieres parar la masacre que esta allá fuera.

– Si me uno, no sé si pueda amar a Rusia, quiero amar a Rusia, no quiero que mis pensamientos se mezclen y no poder estar con él. Porque sé que siendo uno, seré México en todo mi esplendor, y ... me duele pensar no poder estar cerca de él. Soy cobarde en ese punto, así que prefiero seguir cuidándolo, cerca de mi pecho que tener que sacrificar...

– México, un dios no sacrifica. Un dios resurge, un dios guía, un dios enseña. Entiendo que te sientas desolado, pero es tiempo de que te quites aquella sensación para ver lo esencial que pasa en tu vida. No reflejes tu miedo en la realidad, porque estás equivocado.

– ¿Equivocado de mi visión?

– Si. México, soy un dios de abundancia, ¿Sabes lo que se da con la abundancia?

– ¿Qué se da?

– Todo México, se da todo. En la abundancia se da el amor y la riqueza, pero igualmente, se da el odio y el dolor. Ahora mismo, te encuentras en un punto decisivo en solo una pizca de tu vida. Cualquier decisión que tomes, créeme, que todos estaremos de acuerdo con ella. Al final, tú decides tu futuro.

– No comprendo. Ya no puedo comprender que hacer...

– Sabia que dirías eso, así que traje a alguien que va de mi mano. De tu mano, de la de todos...

– ¿Uh? – dijo el mexicano viéndolo.

– El ultimo destino... la muerte.

El mexicano nunca pensó verlo de nuevo, verlo así, caminando por el agua y acabar recostándose a lado de él, flotando con Xipe, donde aquel hombre flotaba sin más, la muerte, haciendo esas aguas fluorescentes brillar aún más. El gran señor del Mictlán sonrió para después ver al mexicano y dedicarle una sonrisa suave y cálida.

– No creí que fueras tonto para no entender tu destino. – dijo Mictlantecuhtli mirándole. – Te dije, que me mostraras algo por el cual deberías vivir. Puse demasiadas trampas en tu camino, puse de todo. Pero, al final, fue una resiliencia increíble a los problemas lo que te hizo seguir. Aunque, no fue precisamente por ello por lo cual te deje regresar al mundo de los vivos. Eventualmente, tu hubieras podido salir del obscuro pasaje, pero, eso no te hubiera ayudado. Te di un mundo donde todo era perfecto, como el que quieres, uno donde no hay guerra, donde tienes a tu amado contigo, y eres feliz. Pero, decidiste destruirlo. ¿Recuerdas porque lo destruiste?

– Porque era irreal. – respondió el mexicano. – Un mundo perfecto no es una creación perfecta, es un placebo, el mundo tiene que tener un balance, tiene que ser imperfecto para sobrevivir.

– Entonces, el mundo que exiges es irreal, México. Los problemas vienen, las muertes suceden, el amor acaba, la vida se marchita. Son cosas que pasan, son cosas que se estipularon, ¿Y sabes qué? Eso es lo que hace que la vida sea plena. Porque si te dijera que la vida es como la muerte; eterna, única, sin sentido. Entonces, nadie quisiera vivirla. La vida es cambiante, la muerte es calma, la vida es impredecible, la muerte es añorada por la paz.

– ¿Quieres que regrese? – Preguntó el mexicano abrazando su flor. – ¿Quieres que deje morir mi amor?

– Quiero que hagas algo, que en tu corazón sabes. Al final, no te obligaré a nada, tú decides tu propio destino. Pero hay algo seguro. El hilo de vida de Rusia, está por terminar. Puedes tomar dos opciones, dejar que todos mueran, y el mundo como lo conoces deje de existir, para esperarlos aquí en el Mictlán, y ser feliz. Oh, arriesgar todo, e ir a ser uno de nuevo con tus contrapartes. Han sido 5 años México, no hay más tiempo que perder.

– Yo... Yo... – Xipe tomó la mano del latino, dándole fuerza mientras este comenzaba a lagrimear. – Tómala...

Mictlantecuhtli sonrió, estirando su mano para sujetar dicha flor que al mas simple toque con aquellas manos se marchitó hasta hacerse polvo. Cosa que hizo que el mexicano acabara sollozando.

– México, Has hecho muchos lazos en la historia de tu existencia, los lazos son intangibles, no necesitas nada para representarlos.

El mexicano sonrió, para levantarse y sostenerse por encima del agua.

– Solo necesito algo, Xipe, mantente en mi corazón hasta que todo esto acabe.

– Que curioso, he estado en tu corazón todo este tiempo México. ¿No te has dado cuenta de cuanto tiempo hemos estado juntos?

– Creo que hasta ahora lo entiendo.

Y con una simple sonrisa, el mexicano vio a la abundancia y a la muerte a los ojos, decidido de su destino.

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Fue un jadeo, lo que lo hizo esconderse, abrazando fuerte a su hijo.

Entre pánico, decidió protegerlo en su pecho mientras seguía el camino. Si lograba llegar a la base de USA, podría encontrar refugio, podría suplicar, haría de todo. Esa bomba que había caído en Chile lo había dejado herido, además que había entrado en parto cuando la cápsula de Hugo decidió abrirse. Por la condición en la cual se encontraba, había decidido quedarse bajo la protección que España le ofrecía, pero, en el momento que escuchó sobre el alemán acercándose a la fortaleza, con un ejército, además de Third Reich con ellos, decidió huir.

No quería que el alemán lo encontrara y le quitara a Hugo, no quería.

– Vamos a estar bien Hugo, lo prometo. El gringo nos ayudará, lo sé. Solo tenemos que llegar allí. – dijo el chileno acomodando a su hijo, en la improvisada cangurera que había creado.

El niño era tranquilo como el alemán, de ojos grandes y azules como los de su padre, cabello rubio y piel clara. Aun estaban en desarrollo sus colores al igual que su cultura, pero, una vez acabada la guerra el chileno se dedicaría a eso, a tener a su hijo fuerte. A la gran isla de Hugo. El latino siguió su camino, alejándose de los campos de batalla lo mejor que podía, alimentando al niño y tratando de protegerlo del sol abrazador y de la fría noche. La base militar del americano no estaba lejos, tenía que llegar, tenía que hacerlo, hasta que...

– ¿Y si es su aliado? – se sintió estúpido al pensarlo hasta ahora. Si el americano era aliado del alemán, entonces, huía por nada, al final, lo entregarían a Alemania. Le quitaría a Hugo, y no podría ver mas a su bebé.

Abrazó al pequeño bulto en su pecho, comenzando a sollozar. Nunca lograría llegar a Canadá, e ir de regreso seria enfrentar al alemán. Tenía que seguir con su plan justo como estaba, y esperar que, por un milagro, el estadunidense no estuviera aliado con el alemán.

Pero entonces escuchó los cañones demasiado cerca. Y supo al voltear y ver todo ese humo, que se encontraba en medio de un campo de batalla.

Sonrió.

Abrazó a su hijo más.

– Sabes Hugo, aun no sabes hablar, pero cuando lo hagas... espero que sea español. Aunque, el alemán es muy bonito también, amo como suena el "Te amo", suena tan bonito que lo crees. – el chileno comenzó a lagrimear, siguiendo su camino, intentando salir de allí, corriendo lo más rápido que podía. – Cuando decidí tenerte, pensé que iba a asustarme el hecho de ser padre, pensé que sería cobarde, pero no, me hizo valiente. Me hizo fuerte, me hizo querer dar todo para mantenerte con vida. Sé que crecerás, mucho, más que nadie, sé que serás fuerte y serás una potencia, se que veras un mundo lejos de la guerra, y se que...

Sintió mucho dolor en su hombro derecho.

Y cuando apenas iba a voltear a ver esa parte de su cuerpo, sintió dolor en su pierna izquierda haciéndolo caer. Protegió a su bebé en la caída, quedándose encima, usando su cuerpo como escudo mientras el llanto de su hijo iba en aumento.

– Y sé que tendrás a... este mundo a tus pies. – el chileno lo sabía, no podía moverse, y la pérdida de sangre hacia que su celular sonara sin parar. Los llantos de su hijo se hacían mas fuertes, y él solo pudo protegerlo. – Cuando se acerquen no llores, no llores... Hugo, mírame, Hugo... – cuando los ojos de su hijo se conectaron con los de él, el chileno sonrió. – I'll stay with you, by your side, close your tired eyes. I'll wait and son, I'll see your smile, In our dream...

El niño se calmó al escuchar la voz de su padre. Mientras este sentía los pasos y las balas aun mas cerca, ese sonido de guerra.

– Hice lo que pude Hugo... – sonrió el chileno depositando un dulce beso en la frente de su hijo. – Ojalá hubieras tenido la oportunidad de verme ser más fuerte, pero ya no puedo moverme. Se que España va a sentir cuando muera, y vendrá a buscarte, estarás seguro con él.

Fue donde escuchó unos pasos frenándose frente a él. Escuchó un arma cargándose y abrazo fuerte a su bebé.

– Por favor... mátame a mí, no le hagas nada...

– Ich habe dich gefunden, Chile. Die Mutter meines Enkels wurde verletzt, bringen Sie ihn ins Tierheim und rufen Sie Deutschland an. – escuchó el chileno decir, para después solo cerrar los ojos abrazando a su bebé. – Te va a doler esto... – dijo alguien, una voz gruesa, mientras sentía un enorme dolor en la pierna.

Cosa que hizo que se desmayara en aquel campo de batalla.

Cuando despertó, se encontraba en una habitación, vendado de su pierna y hombro, con dolor en el abdomen, al parecer una bala lo había impactado de igual forma allí. Aunque sin importar el dolor, se levantó de golpe mirando a su alrededor. No veía una cuna, no veía a su niño, no veía en ninguna parte a su Hugo.

– ¡Hugo! – gritó fuerte, levantándose con dolor, viendo como las puntadas comenzaban a abrirse. – ¡Hugo!

– Chile, tranquilo, está aquí. Estaba llorando así que me di cuenta que tenia hambre, le di de comer y ahora se ha quedado dormido de nuevo.

Esa voz congeló al chileno.

Con algo de miedo volteó a ver, y a pocos metros, donde estaba la puerta de entrada, vio al alemán con su hijo en brazos. Hugo estaba dormido y bien, regordete y feliz en sus sueños, mientras el alemán le acariciaba dulcemente ese cabello rubio.

– Mi padre te encontró en la tierra de nadie, los trajo a ambos. Él sabe que es mi...

– No es tuyo. – contestó el chileno. – Es mío, dame a mi hijo, no te permito que le pongas una mano encima, dámelo. – dijo desesperado el chileno queriendo levantarse, viendo su bata manchada de sangre, abriendo las puntadas.

– No puedes ni siquiera sostenerte solo. – respondió cabizbajo el alemán. – Puedes tomar mi sangre y curar tus heridas, sanaran en un dos por tres.

– No te necesito, dame a Hugo, dámelo ya.

– ¿Se llama Hugo? – el alemán sonrió feliz viendo al bebé. – L– lo que acordamos, es un hermoso nombre porque ambos podemos pronunciarlo. – el europeo se acercó al chileno para depositarle al niño en sus brazos, y ante los gruñidos y negativa del latino, lo acomodó bien en la camilla. – Le di un baño, estaba algo sucio. Y por tu cuerpo, noto que tú estas algo descuidado, aunque sigues igual de hermoso desde la última vez que te vi. Si no quieres beber mi sangre, puedo pedirle a mis aliados que...

– Vete weon de mierda, vete, déjanos solos.

– Chile, me necesitas, solo...

– Lárgate. – dijo el chileno molesto. – Solo vete.

El alemán sonrió con dolor, y dio media vuelta, dejando al chileno en su habitación.

Apenas salió el alemán, el chileno miró a ese pequeño bebé en sus brazos. Estaba limpio, alimentado y dormía feliz. Suspiró acomodándolo con él, cuidándolo y durmiendo con su bebé. Tenía que encontrar una forma de sanarse rápido, y que, además, sea discreto para que el alemán no descubriera cuando decidiera huir.

Cuando despertó de esa pequeña siesta, le llevaron comida, cosa que le dio la fuerza suficiente para que sus heridas dejaran de doler. Después sin que se diera cuenta, sintió sueño en exceso y acabó durmiendo más, pero, al despertar sintió que veía a la muerte en persona. Vestido con su traje militar sosteniendo a su pequeño Hugo, mientras daba esa sonrisa afilada que tiene, haciendo reír al pequeño.

Third Reich, sujetando a su bebé.

– Hugo es hijo de Alemania, aunque lo intentes, no puedes borrar el parecido. No puedes eliminar los colores de Alemania en él. –el Reich sonrió acariciando esa cabellera dorada del pequeño. – Sabes, odio a mi hijo en estos momentos, es una vergüenza absoluta para nuestro régimen. Primero, se mete con un tercermundista como tú y lo fecunda para traer a un mestizo a este mundo de perdición, aun así, no tiene los huevos para quitártelo. Está enamorado, ¿Puedes creerlo? De un don nadie como tú, enamorado, una maldita deshonra. Segundo, te di una dosis mas alta de calmantes y no quiso abandonarte y quitarte a ese niño. Decidió seguir cuidándote. Estoy muy decepcionado, una sangre tan barata como la tuya, mezclada con la sangre azul de Alemania, que deshonra.

– Si solo vienes a molestarme, guárdate tus palabras hijo...

– Pero. – dijo Third Reich, acercándose. – me he quedado encantado con lo que crearon en conjunto. Puedes decir que es la muerte, o puedes decir que es el pesar, no lo sé, solo sé que he visto muchas cosas, y he aprendido otras, y ahora creo que al fin veo todo lo que me perdí por discriminarlos. Mi padre tenía una obsesión contigo y eso lo odiaba, ahora puedo ver porqué, Hugo es muy hermoso. Es una mezcla exquisita de ambos, felicidades Chile. Al parecer me había equivocado, los mestizos son creaciones muy hermosas y únicas.

– ... no se que decir.

– No tienes que decir nada. No es como si mi opinión importara. Al final, cuando decidas sanar tus heridas, te largarás de aquí. Dejaras a Alemania de nuevo, así que, es lindo sostenerlo, en lo que haces eso, es mi nieto, al fin y al cabo. Se parece mucho a Alemania de bebé.

– Lo se... Third Reich.

– ¿Si? – respondió el nazi volteando.

– Quiero ducharme.

– Las regaderas están al fondo de este pasillo.

– ¿Podrías cuidar a Hugo un momento? – dijo el chileno ante un sorprendido nazi.

– ¿Confías en mi de golpe? ¿Por qué? Prácticamente te dije que quería que Alemania te dejara y llevarnos a tu hijo.

– Si quisieras lastimar a Hugo, lo hubieras hecho cuando me encontraste, hubieras matado a ambos, sabiendo quienes éramos y como habíamos manchado tu linaje, pero no lo hiciste. También, pudiste matarme en lugar de dejarme dormir, pero tampoco lo hiciste, tal vez quiero creer que has cambiado. Además, sé que, si le pasa algo a Hugo, no solo yo lo sabré, Alemania igual, y entre tú y Alemania, le tengo más miedo a él. – el chileno suspiró. – Seré rápido, dame 10 minutos.

– Esta bien.

Por supuesto que había duda en el chileno, había incertidumbre, pero, su olor era peor, y debía tocar a Hugo estando limpio. Caminó guiado de Reich a las duchas, ayudándose con una muleta, y una vez allí comenzó a desnudarse lentamente. En cuanto al nazi, él se limitó a volver a la habitación, y arrullar al bebé en la cuna para que descansara tranquilamente.

Fue allí cuando vio a su hijo asomarse con cautela.

– ¿Qué haces aquí? ¿Dónde está Chile? Si lo has lastimado te juro que...

– Cuido a mi nieto, por cierto, si quieres recuperarlo, es ahora o nunca. Esta en las duchas. Me dijo que no tardaba...

– No pienso interrumpirlo en un momento tan vulnerable. – dijo el alemán. – No es como si quisiera recuperar a Chile, lo perdí, lo sé, ya no insistiré más.

– Hijo, nunca tuve la oportunidad de darte un consejo, estaba cegado por mi pasado, mi dolor y mi ego, así que, si me permites, lo haré ahora. – dijo el nazi mirándolo. – Toma un par de bolas y lucha por lo que quieres. No seas una terrible gallina, sino será otra deshonra que mi corazón no va a aguantar.

– ¿Qué?

– Si tienes una oportunidad, tómala, no cometas mi error, no estés solo, necesitamos los lazos para sobrevivir, porque si te aíslas, de lo único bueno que has hecho en tu vida, acabaras poniendo una bala en tu cabeza como yo. Lamento haberme alejado de ti Alemania, por favor, no cometas ese error con Hugo. No dejes que solo unas palabras definan tu futuro, ve, y recupera a tu esposo y a tu hijo. Porque si has de perderlos, piérdelos peleando por ellos, no rindiéndote.

– No soportaría más rechazo.

– No seas cobarde al dolor, y solo lucha. Alemania, si quieres dejar las cosas así, como están ahora mismo, te puedo prestar mi pistola y dejar que te des el tiro en la cabeza, antes de que en tu desesperación y dolor formes un nuevo holocausto.

– No sería capaz.

– Si, bueno, nuestra familia tiene fama de que, cuando se enoja, destruye el mundo. Si pierdes a Chile y a Hugo para siempre, este jodido lugar acabara en cenizas. La fuerza de Prusia, el deseo de Second Reich, mi violencia, todo encapsulado en tu sangre. Tú sabes que, si Chile cruza esas puertas con Hugo, enloquecerás. De por sí, no te veo muy sano últimamente.

– ... Entiendo.

– Buena suerte. – sonrió su padre moviendo suavemente la cuna arrullando a su nieto.

El alemán no dijo nada, solo dio media vuelta, caminando a las duchas, retirando su playera en el camino. Después una vez dentro, retiró su pantalón, y caminó en ropa interior por las duchas hasta verlo. Su cuerpo estaba muy delgado, estaba herido, con puntadas, mientras con una mueca de dolor limpiaba de nuevo sus heridas. Cuando notó su presencia, el chileno trató de huir, pero el alemán se acercó, sosteniéndole el rostro, sin decir una palabra, mirando la belleza del chileno.

Con mi vida te prometo cuidarte, con mi cuerpo protegerte, con mi alma procurarte en la eternidad de la vida. Toma este anillo, como muestra de mi amor, como muestra de mi persona, déjalo brillar por siempre en tu mano, como guía de nuestro destino, déjame darle brillo con cada muestra de amor en nuestra historia, y déjame ser tu compañero, por todas nuestras vidas que pasemos, que vengan y que fueron. – dijo el alemán sacando el viejo anillo de boda del chileno, que le había devuelto cuando se separaron.

– ¿Qué estás haciendo? ¡Déjame solo! ¡Fuera de aquí!

Toma mi vida si es necesario, toma mi alma si es requerida, que me comprometo no solo en cuerpo, sino en espíritu a procurarte siempre. Mi corazón es uno y late dentro de ti, mi mente solo es una y piensa por ti, mi vida es entregada, como muestra de mi amor, que sea un pago simple, para la vida que viene y se va, que, en el fin de los tiempos, seguiré atado a ti, con este lazo irrompible por una eternidad. – concluyó el alemán sujetándole las manos. – Juré eso, ante ONU cuando nos casamos. Estaba muy nervioso, pero me calmé cuando vi tu sonrisa... sabía que estaba haciendo lo correcto desde ese momento. Desde que decidí unirme a ti.

– ... no puedes hacerme esto. – dijo en un sollozo el chileno. – No puedes manipularme a tu antojo.

– Puedes matarme, pero, necesito que hagas esto por mi antes. – respondió el alemán captando la atención del chileno, mientras cortaba su muñeca dejando su sangre correr. – Necesitas ser fuerte para Hugo. Está bien si borras mi existencia, pero tienes que ser fuerte ahora. Bébela y protege a tu hijo.

– ¿Con que fin? Buscarás cualquier cosa para quitármelo.

– No lo haré. – el alemán suspiró acariciándole la mejilla, mientras las gotas de sangre caían y se fusionaban con el agua para terminar en el desagüe. – En nuestra boda me hiciste una pregunta que nunca respondí. Dijiste, ¿Qué estarías dispuesto a hacer para mantenerme feliz?, en ese entonces, solo reí mientras nos besábamos sin parar en la pista de baile. Bueno, perdón por tardar tanto en responder. Estoy dispuesto a entregarte todo. Puedes consumirme por completo y dejaré de existir, serás mas fuerte, podrás proteger a Hugo y podrás heredarle si lo deseas mis tierras a él. Cuando dije que te amaba no era un juego o un sentimiento momentario, era real. Entregaría mi mera existencia para hacerte feliz.

El chileno le miró, para después acariciarle la mejilla, comenzando a lagrimear.

– No tienes que morir por mí.

– Esta bien, pero, tienes que absorber cosas de mi si quieres estar fuerte y retirarte. Puedes llevarte a mi ejército, yo estaré bien.

El lazo se había roto, eso pasó por la mente del chileno mientras tomaba la muñeca del alemán y comenzaba a beber. Tenía que volverse fuerte, por Hugo. Tenía que proteger a su dulce hijo. Solo era sangre, solo eso, que estaba curando sus heridas tan rápido como la sangre entraba en su organismo y su celular sonaba como loco. Vio el rostro del alemán, quien solo depositó un tierno beso en su frente, donde el chileno cerró los ojos, disfrutando ese roce de labios con su piel.

Sintió un cosquilleo en su vientre, y miró sonrojado al alemán. Donde terminó alejándose de golpe, ocultando su excitación con sus manos.

– Me iré, no te preocupes. – respondió el alemán sonrojándose más, ignorando el hecho de que ambos habían reaccionado de la misma manera. – Chile, cuida a Hugo, estás haciendo un excelente trabajo.

Y salió, tomando una toalla, pero el chileno le sujetó el brazo, un simple toque. Como había sido siempre, un simple toque que lo enloquecía, que lo hizo amarlo, que lo hizo entregarle su vida.

– Ya no sé qué hacer para mantenerlo a salvo, ya no sé cómo, te necesito ahora. – sollozó el chileno mirándolo.

– Chile...

– Alemania, ¿Me amas?

– Sí, claro que sí.

– Entonces no me dejes. Sea verdad o no, no me dejes.

Y eso fue todo.

El alemán se lanzó a los labios del chileno quien se aferró a él sin pensarlo, fue entre besos desesperados, y caricias donde el chileno abrió sus piernas, dándole entrada al alemán para seguir. Cuando notó que sus lágrimas se fundían con la regadera, se aferró al alemán, gimiendo alto mientras le permitía que lo embistiera de esa manera. Sin control, salvaje, provocándole un placer enorme, uno que no había sentido en años.

– ¡Ah! ¡Alemania! – gimió el chileno alto. Mordiendo y besándole el cuello. – ¡Ah!

El alemán lo besó, lo hizo suyo tanto tiempo quiso, le dio aquellas caricias que había ansiado darle, aquellos besos que solo soñaba, aquellos susurros de amor que decía al aire esperando le llegaran. Se quedaron así, unidos mientras terminaban ambos de nuevo, y el chileno hacia una mueca de placer abrazándole.

– Chile... ich liebe dich.

– hnn... – el chileno se abrazó de él, escondiéndose en el pecho del alemán. – Te amo... Tengo que ir con Hugo.

– Okey, vamos.

Después de asearse, el chileno llegó cargando a su pequeño bebé mientras nazi sonreía muy suavemente dejando a los tres solos. Aun así, Chile no dejaba que Alemania tomara a Hugo, seguía algo a la defensiva, protegiendo a su hijo en sus brazos. Hizo una mueca de dolor suave acariciando un poco sus propias caderas, a lo que el alemán acabó por sonrojarse rascando su nuca.

– Hugo... – besándole la frente. – Mi Hugo...

– Chile, tienes que quedarte aquí, debo protegerlos.

– Tengo que encontrar a Perú. Aunque este a salvo ahora, y Hugo también, debo encontrarlo, está por allí, solo, posiblemente herido. Se supone que venía a conquistar este lugar para tener más resistencia, y no lo he visto por ningún lado.

– Si no llegó a este fuerte, pueda que haya seguido el camino, pero espero que no.

– ¿Por qué?

– USA perdió la cabeza, así que le pedimos que cuidara el norte. Esta aislado desde hace 3 años. Aunque es bueno deteniendo a los enemigos, ya no distingue mucho. Digamos que había cargado mucha mierda ya, y explotó. Perder a Perú fue la gota que derramó el vaso, no es bueno para nadie ir allí, por suerte te encontré aquí, no sé qué hubiera hecho si te encontraba él. No le hubiera importado que cargaras a Hugo, lo hubiera hecho sin más.

– Con más razón debo ir, debo ayudarlo. – dijo el chileno levantándose, pero un suave sonido de bebé lo alertó, y fue allí cuando vio a su Hugo, mirándole de vuelta. – No puedo dejarlo aquí.

– Estamos alertas, avisaré a Rusia que si lo encuentra en tierras europeas lo proteja. Ahora mismo enviaré un equipo de drones a buscarlo. Si lo encontramos lo protegeremos.

– Alemania, esto está peor, ¿verdad?

– ¿A qué te refieres?

– La guerra no va a terminar, hasta que todos cumplan su venganza. Corea va a lanzar el misil. Todos los que tiene, y será todo. Mas con USA en ese estado, será todo.

– No pienses en ello ahora.

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No sé cuándo acaba un día y comienza otro.

Solo sé que me la he pasado encerrado aquí, viendo las cámaras. He disparado a 100 ardillas, porque se movieron, no sé si deba seguir haciéndolo, tal vez son ardillas enemigas. ¿He perdido la cabeza? Muy probable. Solo que simplemente ya no aguanto fingir que todo está bien cuando no lo está. Estoy cansado de ser el "héroe", estoy cansado de que todos me culpen por todo. Así que solo le hice caso a Canadá y Alemania, y protejo el norte, solo eso, proteger el norte.

Solo proteger el norte.

Protegerlo incluso de un sol naciente. De todo lo que venga y vaya, de todo lo nuevo y único.

Vi ante mi locura y perdición, una luz acercándose a gran velocidad, así que hice lo que se planea que haga, comencé a disparar. Para mi sorpresa no cayó, no se derrumbó, nada, solo seguía volando directo. Disparé con armas más potentes, pero sin conseguir nada, fue hasta que lo vi, al fin, lo vi en la mirilla y quedé impresionado. Tal vez fueron sus colores, su vestimenta, todo, solo sé que dejé a un lado las armas y esperé a que viniera.

Ya lo esperaba desde hace años. Solo no pensé que sería hoy.

Sonreí apagando las cámaras, y después mirando a la puerta, no tardó en absoluto en llegar. Y lo vi, apuntándome directo a la cabeza, mientras yo solo podía alzar los brazos. Seguía odiándome, eso era obvio, tal vez por su mente pasaban todas las cosas que quería hacer con mi cadáver, y yo solo podía pensar en lo hermoso que era de cerca, donde podía notar esas leves pecas, esos ojos marrones rojizo, más rojizo que marrón, con un brillo dorado especial cerca de la pupila. Los ojos de Perú eran únicos, mas especiales que los de México, era como ver al sol, esa combinación que da el amanecer, eran colores hermosos que se fundían poco a poco en la obscuridad.

Noté su cabello alborotado, ya más largo de lo que recordaba. Note su cuerpo, seguía igual de delgado y lindo, y note sus labios, sus bellos labios suavemente rojizos. ¿Cómo puedes ser tan hermoso? ¿Cómo no pude enamorarme de ti desde el inicio? ¿Cómo fui tan idiota al perderte?

– Solo venía a robarte las armas, pero realmente ahora debería hacerle un favor al mundo y acabar contigo. Tu estúpida codicia nos trajo aquí, a dividirnos por completo, a arruinar nuestra vida. Alza tu maldita arma y enfréntame. – dijo, y yo solo sonreí, una sonrisa suave. – ¿A quién mierda le sonríes?

– No pienso pelear contigo.

– ¡Pelea! – Gritó el sudamericano empujándolo para tirarlo de la silla. – ¿No se supone que eres el gran Estados Unidos? ¿El gran héroe? ¡Deberías defender a los de tu lado!

– ... Perú, tú y yo sabemos que nunca he sido héroe de nada. Solo provoque esto, de no ser tan idiota pude haber evitado que esto pasara, pero mi ambición en ese momento me cegó, ahora estoy pagando las consecuencias de mis actos. Así que no Perú, no voy a levantar la maldita arma y tratar de defenderme. A decir verdad, concuerdo contigo, si muero, protegerás a todos de mis locuras futuras.

– ... USA, no voy a caer en tus estupideces...

– Solo quiero decir algo antes de que me mates. – dijo el americano. – Hace mucho tiempo, alguien especial me dijo que uniéramos almas, así podríamos estar juntos para siempre. Era joven y estaba enamorado, así que decidí que quería hacerlo. Pero, me alegra no haber podido hacerlo, porque me hubiera unido a alguien que nunca me amaría porque él ya tiene a quien amar.

– ¿Hablas de México? Claro... – suspiró el peruano mirando al suelo. – Siempre es México.

– No sé si es siempre, lo único que sé es que pensé que estábamos destinados a estar juntos por nuestro pasado. Que equivocado estaba porque llegaste tú y en un simple día caí a tus pies. – sonrió el americano a sí mismo. – Fue estúpido haber caído tan rápido, pero no pude evitarlo. Solo llegaste como si fueras el dueño de todo, y de pronto ya estaba a tus pies, ni siquiera pude darme cuenta, o ponerme a la defensiva, solo llegaste y lo hiciste. Así que gracias, me gustó haber sido realmente amado, me gustó saber que soy el número uno en la mente de alguien, me gustó saber que realmente podía ser un héroe, solo para la persona correcta. No tienes idea lo feliz que me hiciste en esos pocos días. No la tienes, estoy seguro que nunca la tendrás, pero no importa. Pronto lanzarán esas bombas, para matarnos, sé que ustedes sobrevivirán, y yo no. Así que, realmente esperaba a que vinieras a matarme, porque así sería la única forma en la que podría ver tu rostro antes de morir, y eso lo considero enteramente una bendición.

El peruano se quedó estático mirándolo. No habían sido días en los que él se enamoró, habían sido años. Porque el americano de alguna forma u otra, solía ayudarle siempre. Siempre pensó que era altruismo, porque siempre estaba detrás del mexicano, pero, en el momento en que se veían a los ojos, sentía que todo iba a estar bien.

"Perú, los lazos que nos unen se sienten en la mirada, el destello, el amor, son cosas complicadas que el entendimiento aun no nos ha dado razón. Si te ves envuelto en él, hijo mío, déjate llevar, las cosas más importantes en tu vida son aquellas que ocurren en un parpadeo."

– ¿Solo puedo preguntarte una cosa antes de hacerlo? – dijo el peruano frunciendo el ceño.

– Si.

– ¿Aún me amas? Aun sabiendo que quiero asesinarte, que he querido hacerlo desde que esto salió al aire, después de que sabes los celos que siento por todo, de todos mis problemas, de mi complejo de inferioridad en contra de México, después de todo eso, ¿Aún lo haces? ¿Aún me amas?

– Como el primer día en el que me quitaste el aliento. – el estadunidense retiró sus gafas, dejando ver sus ojos reales, esa pérdida de color en ellos. – Estoy listo Perú.

– Bien.

El norteamericano sonrió, mirando al suelo donde escuchó el arma que tenía su amado siendo cargada. Después escuchó un disparo, y al final sintió calidez. Una calidez que no dolía, solo la sentía. Abrió los ojos, y pudo ver al sudamericano abrazándole. No dijo nada, solo le abrazó fuerte con él, sintiéndose aliviado, no por estar vivo, sino, por tenerlo en sus brazos un momento más. Sentía su dulce olor, su cuerpo hermoso, su cabello rozándole la mejilla, todo, adoraba esa sensación, una sensación una, una que no quería perder.

– Hay una enorme guerra que debemos parar, por favor, unamos las fortalezas, protejamos América. – dijo el latino mirándolo. – Necesito que me ayudes. Chile acaba de parir a Hugo, no podemos dejar que muera, protejamos todo. Si defendemos estas tierras, si sobrevivimos a este infierno desatado, quiero que me hagas una promesa.

– ¿Cuál?

– Cuando se escuche el último grito, cuando caiga la última bala y el sol se ponga en lo alto, cuando el gris de la guerra se vaya y el azul del cielo reine, ámame y no dejes de amarme. Arráncame el corazón, quédatelo, embriágame de ti hasta que me vuelva tan adicto que quiera consumir gota por gota. Ámame hasta la muerte y más allá de la misma.

– Lo prometo. – dijo el del norte mirándolo. – Lo juro.

– Entonces queda sellado, protejamos América, y seamos felices después de todo.

Y en una dulce sonrisa, ambos países unieron fuerzas al fin.

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Antes la sangre adornaba las calles, donde los imperios reinaban en su gloria, pero ahora, en tiempos de paz, eso quedo en el pasado.

"España, llegara un día donde todo tu reinado caiga, y ese día veras lo que se siente ser una colonia desesperada por vivir. La vida cambia, y cuando cambie la tuya, sabrás que realmente, el poder nunca valió la pena... Yo lo aprendí ahora, viéndote asesinarme cuando estaba siendo un imperio poderoso, el más poderoso de América, y ahora, e caído ante tus pies."

Inca...

Nos volveremos a ver algún día. Espero comprendas mis palabras.

Eso tenía que haber quedado en el pasado.

El imperio había dado un simple movimiento. Un salto donde acabó por disparar y comenzó a derrotar a la primera fila de la armada enemiga. Había algo que los niños no entendían sobre jugar a la guerra, y era que no puedes intentar ser un soldado cuando aún estas en pañales. El imperio sabía todo, los movimientos, el tipo de armas, hacia donde dispararían, que tipo de formación usarían. Sonrió, no puedes hacer el arte de la guerra con aquellos country que estuvieron allí cuando se comenzó a pintar el lienzo de sangre en la tierra.

El imperio no daba clemencia, en un abrir y cerrar de ojos, había acabado con toda la primera flotilla, haciendo que hubiera una retirada del enemigo. Acabó por sacudir la sangre de sus manos y después giro los ojos al sentir la presencia de alguien.

– ¿Qué? – dijo el español mirándolo.

– Nada, solo que hace tiempo que no te veía, y nos has hecho la ley del hielo estos años. Te la pasas matando y protegiendo el fuerte, solo quiero saber si te sientes bien.

– ¿Tú hablándome de bien, Inca? – dijo el español mirándole.

El antes rey de Sudamérica sonrió, para después simplemente suspirar mirando a ese precioso español de nuevo como lo recordaba, hábil, fuerte, y sin una pizca de duda en su mente.

– Estar bañado en sangre a diario no es reflejo de una mente en paz. Mira a Azteca, cada día está peor, mas ahora cuando está descubriendo que es. El orgullo y su propio ego no lo dejan aceptar que él nunca fue realmente alguien importante, sino una pieza más en el juego de sus dioses.

– ¿Sigue de loco?

– Tú lo estás igual. España, solo olvidemos lo que pasó, realmente nuestra guerra y odio no nos llevó a ningún lado. – comentó el Inca. – Lo importante es unirnos ahora mismo. Tenemos que tener el continente completo si queremos ganar, es por eso que Perú fue directo a arreglar dicho asunto.

– No mandes a mis hijos por tus ideas. Arriesgar a Perú cuando el mismo está perdido es lo más estúpido que pudiste pensar. Si le hacen daño no hay nadie que lo proteja.

– Es mi hijo. – replico el Inca. – Tu solo lo adoptaste.

– ¡Yo lo crie!

– A punta de abusos y golpes.

– ... ¿Quieres que tengamos esta discusión de nuevo? Pensé que quedo claro cuando te arranqué la cabeza, son míos desde que decidí matarte. Yo los conozco más de lo que tú o Azteca o todos pudieron conocerlos. Son míos, y no puedo creer que dejaras que Perú fuera solo, grandísimo idiota.

– ¿Qué es lo que te dolió tanto que decidiste asesinarme?... – dijo tajante el hombre mirándolo. – ¿Por qué nos guardas tanto odio a Azteca y a mí? Pensé que los que tendríamos que estar odiándote seriamos nosotros. Además, estas perdiendo la cabeza, estas molesto con Perú, pero no te has dado cuenta de que Chile huyó de aquí con el bebé.

– ¿Qué?

– Tranquilo, está bien, llamó Alemania esta mañana, lo encontraron y tanto él como Hugo están bien. Ahora, si sigues preocupado por Perú, te aviso que llegó a un acuerdo con USA, al fin tenemos todo el continente de nuestro lado, porque Canadá apoya a su hermano, y solo vasto decirle que, "España necesita tu ayuda" para que ese muchacho con una hoja de maple aceptara. – Sonrió el Inca. – Ahora que sabes lo que está pasando y que tus hijos están bien, responde.

– Déjame en paz.

– ¿Vas a huir como siempre? Alejándote de tus deseos porque temes ser rechazado.

– ¡Basta!

– ¿Por qué nos odias?

– ¡Yo te amaba Inca! – gritó el español ya fastidiado. – Yo te amaba con mi alma, y tú solo me tenías como alguien más del montón. Eras feliz abriéndole las piernas a Mexica cuando no estaba, joder, te amaba Inca, te...

– Te acostabas con Azteca. – dijo el imperio soltando una risa. – No venga a hacerte la victima España, te cogiste casi a toda América, no solo a mí y a él, a todos para conquistarlos. Y no solo eso, también seguías teniendo sexo con Inglaterra. ¿Qué quieres que te diga? Eran otros tiempos, solíamos ser más polígamos, solíamos compartir la cama con muchas personas. Éramos reyes, nuestras camas nunca estaban vacías, mi cama siempre era compartida, como la de Azteca, como la tuya.

– Yo te amaba...

– ¿Me amabas? – suspiró el Inca. – Si me amabas, ¿Por qué diablos no lo dijiste de frente? Hubiera hecho algo al respecto.

– ¿Me amabas también? – replicó el español mirándolo. – De la manera en que yo lo hacía. Deje de acostarme con Azteca, solo te quería para mí, solo para mi... ¿Me amabas también?

– ... No. – dijo el Inca. – Amaba lo que teníamos, tu, Azteca, Mexica y yo. Amaba poder estar con los tres, porque, aunque los odiara, no había nadie que pudiera hacerme sentir de esa forma en la cama. Te apreciaba mucho España, pero realmente nunca te llegue a amar. Solo amaba a mis hijos. Es todo.

– Pero...

– Nunca... formamos realmente un lazo propio, siempre fue un lazo compartido entre los cuatro. Eso es todo.

El español sonrió, dolido y después caminó hacia él besándole dulcemente, porque quería decirle adiós a aquellos sentimientos que había almacenado en su memoria. Unos sentimientos creados a partir de su propia fantasía, porque era verdad, Inca nunca le amo como quería, él solo asumió que lo hacía, él asumió muchas cosas, porque quería tenerlo, y nunca fue así realmente.

Le besó aún más, cuando sintió los brazos del Inca rodeándole la cintura, se derritió en sus memorias sintiendo esas manos recorrer su espalda. Y ese cuerpo tan cálido cerca del suyo, lo hacían recordar estar en ese lugar, en su cama, rodeado de oro y joyas, mientras entre sus piernas tenia a un hombre que lo deseaba y hacia suyo cada noche. Un hombre tan perfecto... ¿Por qué no puede tener un lazo con él? Uno propio, uno donde pudieran unirse.

"¿Y los lazos que forme contigo?"

El español abrió los ojos separándose, mirando al suelo. ¿Por qué diablos Canadá seguía interrumpiendo su mente? Un maldito mocoso como ese, haciendo esa cara tierna de buena persona para que al final resultara ser peor que todos, ocultándose detrás de su sonrisa tierna. Odiaba a las personas como él, hipócritas, estúpidas, e...

– ¿Quién te tiene tan distraído? – dijo el Inca.

– ¿Uh?

– Sea lo que sea que estés pensando, te distrae demasiado. O es algo que te importa mucho, o es alguien que te importa mucho. Nunca en la vida pudiste resistirte a mis besos y ahora lo rompiste como si nada, haciendo esa cara, como si estuvieras engañando a alguien.

– Cállate.

– Sigues tan hermoso como siempre, España. Siendo adorable y letal al mismo tiempo, no has cambiado en nada, siempre ocultando tus sentimientos porque tienes miedo de que te rompan el corazón de nuevo. Eres el mismo que eras hace años, el tiempo no cambia a las personas, solo las hace vivir más cosas.

– No me hagas regresar al pasado.

– Es necesario regresar, cuando quieres comprender tu futuro. Es necesario volver, déjate volver para que dejes todo ese dolor detrás y puedas seguir. España, como amigo te pregunto, ¿Hay alguien al que ames ahora?

– No empieces.

– Trato de ayudarte.

– ... No lo sé. – dijo el español mirándole. – Creí que había encontrado a alguien, alguien que conocía desde que era un niño. Al principio pensé que solo quería jugar, después me di cuenta que no, pero fue tarde, paso todo eso, y pensé, en mi estúpida mente, que, al despertar, lo vería allí, tratando de pedirme perdón, pero no, nunca lo vi, nunca lo vi esperando por mí.

– Creo que ese es el problema mi dulce España, no debes esperar nada de nadie, solo de ti. Además, si mal no recuerdo, lo que ocurrió en esa junta es ustedes gritándoles a los otros para que no se acercaran nunca más. Yo creo que hizo lo correcto, en demostrarte su amor, al dejarte ir. Complicas demasiado tu vida por caprichos que tú mismo te provocas.

– ... Eso es fácil decirlo, tú estás muerto. Tu resurgimiento solo es momentario, volverás a morir una vez que todo esto acabe, yo seguiré aquí. Vi una vez el Mictlán, vi una vez tu inframundo, y vi lo hermoso que es, me encantaría irme contigo. Me encantaría poder dejar todo, pero no puedo, tengo muchas cosas que cerrar para poder dejarme morir o conquistar. Al final tu sabes que tú, yo, Azteca...

– Vivimos mucho para conseguir más, y no tenemos la voluntad de dejarlo morir. – sonrió el Inca. – Creo que aún no es tu momento. Creo que aun tienes que vivir muchísimo más, y dejar tu terquedad para alcanzar tu felicidad antes de unirte a mi o Azteca en la muerte.

– Tengo miedo a un rechazo más.

– Así es la vida, tienes que comprender que nada es como deseas, si quieres algo lucha a pesar de la decepción. Crece en tu vida España, deja de lamentarte tanto, y solo vive.

El español acabó por sonreír y después simplemente caminó con él, de regreso, para reunirse con alguien que estaba rompiéndose en su propia mente. Nunca en la vida pensó ver a Azteca de dicha forma, destrozado y con tantas dudas de su mente en él. El azteca hacia días que no podía salir de su habitación, se la pasaba solo allí, encerrado, con el miedo de encontrarse con esos ojos de serpiente, con el miedo de perderse y acabar siendo solo una pieza más de su hijo, si es que podía llamarlo hijo.

Simplemente mirarlo desde la puerta, desecho, con esas alas caídas, con esas ojeras, con ese cuerpo debilitado era humillante. Azteca preferiría la muerte antes de que alguien lo viera así, pero, al parecer, no puede controlar su miseria.

El español y el Inca entraron para después solo acercarse. Fue el europeo que decidió acariciarle un poco el cabello para captar la atención del amante de sacrificios.

– Azteca, deja de dudar. – dijo el español. – Que tremenda cara tienes puesta tío, solo deja de luchar contra tu verdad. Tienes que aceptar tu destino, cuando México regrese, si es que lo hace, maldito crio que se fue sin despedirse, te necesitara para poder unirse.

– No. – respondió el azteca. – No lo acepto.

– Azteca, mírame. – sonrió el español, pero el hombre no le miró.

– Mírame hijo de puta. – dijo, sosteniéndole el rostro, obligándolo a verlo. – Que eres el primer coñazo que veo que se deprime cuando le dicen que es un dios, maldito idiota, levántate, ve con tu mujer, busquen a su hijo, sean uno de nuevo, y arregla toda esta mierda antes de que explote.

– ¡No quiero ser uno! – gritó el azteca. – No quiero ser una simple parte de un dios.

– ¿Por qué mierda no? ¡Eres más poderoso que todos aquí!

– ¡Tú no lo entiendes!

– ¿Qué no entendemos? ¡Deja de actuar como un niño!

– Me la pasé años tratando de entender mi propósito y cuando lo conseguí al ver a México, cuando al fin lo vi, ya no hubo dudas, sabía que mi deber era traer a ese dios al mundo. Pero me equivoque, y ahora me están diciendo que yo soy parte de aquel dios. ¡No quiero! ¡Me rehusó a que sea así! Se supondría que México arreglaría todo esto, yo volvería a la vida y podría gobernar el gran Imperio Mexa junto a él, no solo ser una simple pieza que tiene que desaparecer para ayudar a mis tierras.

– Que cobarde eres ante el destino Azteca. – Replico Inca mirándolo. – No estamos hablando de ti, Imperio y yo ya tuvimos nuestro momento en esta tierra, y lo vivimos como grandes, ahora, es tiempo de la descendencia, desaparecerás, y eso está bien, porque en el destino, ninguno de nosotros tiene cabida. España debe regresar a ser España, no Imperio, yo debo dejar esta tierra y tú debes unirte, eso es todo, no puedes ir contra algo que tú mismo estipulaste. Deja a México renacer, eres el único culpable de que eso no suceda, porque Mexica aceptó su destino, y a diferencia de ti, ella está disfrutando su libertad momentánea con su amante, esperando el regreso de su hijo.

– Y tú deberías hacer lo mismo. – concluyó el español.

– ¿Mexica?

– Mexica era la amante de Tezcatlipoca, así que, ella está disfrutando su amor por el tiempo que le queda, aceptando su destino, y tú, eres el único miserable, encerrado aquí, negándote a ver a Quetzalcóatl, perdiendo todo el tiempo, y sin darte un momento para ser feliz antes de que desaparezcas. Acepta tu destino de una buena maldita vez. – concluyó el español levantándose. – Acéptalo, Azteca.

– México no me necesita.

– México necesita de ti para estar completo. Ningún dios nos ayuda en esta guerra, porque todos dicen lo mismo. "Solo obedecemos el destino, y nuestra ayuda aquí no depende de ustedes." Ellos nos dejaran morir, porque ellos solo obedecen el final. Y el final es que dejes de actuar como un niño berrinchudo y asumas tu posición. Llama a México aquí y se uno de nuevo, maldita sea.

El azteca se quedó en la habitación, después de esa llamada te atención, de sus antiguos compañeros de vida retirarse, no sabía cómo sentirse, por un lado, quería ser un imperio y gobernar el nuevo mundo, pero por otro, se sentía incompleto. ¿Por qué se sentía tan incompleto?

Decidió escuchar a España, y despejarse un poco, saliendo de su habitación, en el fuerte protegido que ahora llamaba hogar, caminando por los pasillos, sin rumbo fijo, hasta que una voz que conocía le llamo la atención. Caminó siguiendo esa voz, solo para encontrarse frente a una habitación, que, al abrirla, notó lo que no pensó nunca notar.

Miró a su esposa, siendo tomada con tanta pasión por Tezcatlipoca, mientras ambos se fundían entre besos interminables, gemidos y jadeos que los llevaban a un paraíso de placer. La miró dejándose tomar por ese dios, mientras se le veía feliz y complacida, abrazándolo y amándole como ella nunca pudo hacerlo con él. Fue allí cuando entendió, que no podía hacerla sentir así porque nunca podría tener su corazón que ya le pertenecía a un dios.

Sintió rabia y celos, por una parte, comprendía muchas cosas, Mexica solo le amaba porque era lo más cercano a un dios, y él solo la amaba, porque era lo más cercano a un amor que perdió. Aun así, esos celos de ver a la persona que amas siendo tomada por alguien más, le dolía, pero, no tanto como pensó que le dolería.

– Mexica... – no sabía que pensar, por un lado, tenía algo de celos, y por el otro, tenía envidia. – ¿Cómo puedes aceptarlo tan rápido? – dijo el azteca siguiendo su camino. No quería, no podía aceptarlo...

– ¿Ya vas a dejar tus rabietas infantiles, Azteca?

El sonrojo en sus mejillas llegó de golpe, al ver a ese sujeto rubio mirándole. Frunció el ceño a punto de huir, pero fue sostenido por el dios, sujetándole el brazo, mirándole. El azteca trató de liberarse, pero la serpiente sonrió, acabando por abrazarlo y cargándolo, llevándoselo con él.

– Espere 5 años a que te descuidaras, así que ahora no te dejare ir. – dijo el dios, llevándoselo. – Vas a hablar conmigo. Vas a escucharme, y vas a dejar de actuar como un niño.

– ¡Suéltame!

– ¡Deja de pelear! ¡Me amas! ¡Admítelo! Has desperdiciado tanto tiempo en una rabieta sin sentido.

– ¡Ya quisieras pendejo! – gritó el azteca zafándose. – Eres un dios, y ya, me caes bien, pero es todo. No me importa si éramos amantes siglos atrás, nunca me ha importado, no quiero ser el complemento de Ometéolt, así que por mí, todos pueden irse a la verga si ese es el destino.

– Estas siendo egoísta con él mundo.

– Bueno, dime, ¿Cuándo no lo fui?

– Deja de comportante como un niño.

– Y tu deja de decir que te amo, no te amo, solo eres un dios al que le rezo, es todo,

– Entonces dilo, dilo a mi cara. – dijo el dios acorralándolo contra una pared. – Tu egoísmo, tu altanería, tu sarcasmo, todo para esconder tu miedo y tu desconfianza, todo para esconder lo solo y confundido que te sientes. Con mexica te sentías casi completo, porque Mexica es otra parte de ti. Pero con Inca, siempre sentiste que faltaba algo y con España, aunque lo amaste nunca fue suficiente para ti, siempre buscaste algo más, y ahora que lo sabes, no aprovechas nada ese conocimiento, me siento ofendido de que no lo hagas. Te la pasas escapando de ti mismo en un sinfín de dudas para no aceptar la realidad. Así que acéptalo ahora, dilo, di lo que piensas ahora.

– Pienso que tengo miedo a dejar de existir. – contestó el azteca mirándolo. – Tengo miedo de dejar de existir. ¿Contento?

– ¿Qué?

– Es difícil volver a unirte con alguien cuando ya has hecho tu vida. Supongo que al principio pensaba que era lo correcto, formaríamos a la unión y él vendría por nosotros para hacernos completos. Pero eso llevó mucho tiempo, y en ese tiempo, comencé a sentirme parte de todo, a tener una vida, donde hice amigos, me enamoré, tuve a los humanos, todo. No tenía ni una memoria de ti, eso lo sé, pero, yo me sentía bien. Y ahora tengo miedo, porque una vez que mi hijo llegue, yo ya no existiré, ¿No te daría miedo eso? Simplemente seré borrado, no iré al Mictlán, no te veré mas, simplemente ya no existiré Quetzalcóatl.

– Existirás, estarás viviendo dentro de él. E incluso si no lo crees, toma mi palabra, vivirás dentro de mí. Hay algo que tienes que entender, tu eres imborrable de la historia, déjame protegerte y mantenerte seguro en mi alma, para el día en el que me veas de nuevo, unido, mi simple presencia te haga sonreír.

– Tus promesas se las lleva el aire, como tu promesa de regreso.

– Oye, estoy aquí, regrese ¿no?

– No cuando te necesitábamos.

– Estoy cuando me necesitas. Ustedes deben de dejar de pensar que los dioses son perfectos, no lo somos, tenemos muchos defectos, por eso son creados a nuestra semejanza, para que vean que incluso un dios comete errores. La vida es así, si yo solucionara todos sus problemas, ¿Qué sentido tendría?

– ¿Tengo que sacrificar mi vida? – preguntó el azteca.

– Tienes que sacrificar tu esencia, y todo de ti, no solo tu vida. – respondió el dios. – Un cambio requiere voluntad y sacrificio, dime, ¿Qué es más importante? Matar a todos, y a tu hijo, o dar la vida por él. Dime, en ambos, morirás, pero solo uno, te llevara a la grandeza que tanto anhelas.

– No quiero que México muera.

– Entonces acepta tu destino... es hora de dejar se pelear.

El azteca lo miro y después acabó por sonreírle sin más. Dejando resbalar unas lágrimas por sus mejillas.

Era como aceptar su muerte, y por alguna razón eso también le trajo paz, al fin, después de tanto tiempo, paz, una vez que expuso todos sus miedos fuera. El azteca acabó por suspirar y después, cuando se disponía a regresar a su habitación a descansar, el dios se acercó a él para acabar por besarlo sorprendiendo al semi dios.

El beso fue rápido, solo un beso robado, solo eso. Si el español lo hubiera hecho, lo hubiera seguido besando y llevándolo a la cama. Si hubiera sido el Inca, hubiera sonreído y seguirlo besando sintiendo las dulces caricias de ese imperio, pero no, lo hizo Quetzalcóatl, y no tenía idea cómo reaccionar, porque sus memorias se avivaban, y no podía dejar de pensar en ello.

Se acercó lentamente, volviendo a besarlo, para después sentir unos brazos alrededor de su cintura. Sintió un poco de pánico, pero los besos lo estaban mareando, más cuando sentía esas manos deslizándose por sus caderas hasta llegar a su trasero y apretarlo. Por supuesto que su rostro se enrojeció al sentir una vergüenza enorme por ello, más cuando la serpiente no dejaba de hacerlo. Trató de alejarse, pero la serpiente apretó el agarre siguiendo el beso profundo.

– Espera, joder, eres el dios de la sabiduría no el dios de la lujuria, suéltame. – dijo el azteca apartándolo.

– Fueron siglos, siglos tras siglos, no pienso esperar más. No cuando sé que te tengo en un límite de tiempo.

– Tas pendejo... Deja de apretarme así, yo soy quien...

– ¿Creías que en nuestra relación eres el de arriba? No me hagas reír.

– Espera... ¿Qué?

Y el azteca hubiera deseado no recordar ni aceptar la mano del dios. Porque no solo acabó en la cama, sino que acabo en la cama con las piernas bien abiertas, gimiendo y gritando sin parar. Nunca pensó que sería tratado como muñeco de trapo en la cama, para complacer a esa enorme serpiente que no le daba un respiró. No solo tenía que aguantar las embestidas, sino, tendría que aguantar la burla que le haría el Inca y el español mañana.

Eso era lo que le dolía mas, perder su orgullo al ser el pasivo por primera vez.

Cuando abrió los ojos de nuevo, se encontraba desnudo entre los brazos del dios mientras ambos descansaban de la larga jornada que habían disfrutado ambos anoche. Quetzalcóatl estaba refrescado y feliz, descansando dulcemente hasta abrir los ojos y encontrarse con el rostro del moreno.

– Buenos días. – dijo la serpiente.

– ¿Qué tienen de buenos? – dijo quejándose el azteca. – No mames, me rompiste el culo.

– No puedes herirte, eres un dios, solo duerme un rato – dijo, besándole la frente soltando una risa.

– Si duerme un rato, pasiva. – y esa voz riendo entre carcajadas del español y el inca asomándose en la puerta.

El azteca se cubrió con las sabanas ante una risa histérica de ambos ex imperios que se revolcaban en el suelo riéndose, mientras la serpiente compartía la risa con ellos. Al parecer, aún quedaba algo bueno en este mundo para reír.

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– – – Noticia de última hora, el ejército en América se ha unido como uno. Norte, Centro y Sur unidos por un mismo pensamiento. Hay esperanza para la paz. – – –

El dios miraba al cielo relajado, mientras sentía debajo de sus pies ese concreto. Paredes que eran transparentes le rodeaban, mientras él solo podía ver la belleza de ese cielo azul que no lo había contemplado desde que había llegado, dado el gris de la guerra que ocultaba la bella naturaleza en su manto de humo y fuego.

– ¿Qué pasa Huitzilopochtli? ¿Necesitas atención? – dijo con burla su hermano, Tezcatlipoca mirándole. – Digo, ni siquiera me muestras tu forma humana, ¿Qué tan necesitado de atención estás? ¿Te molesta no ser el centro de atención?

– Eres odioso. – respondió el dios. – No me gusta mi forma humana.

– Miedoso.

Y con un gruñido, el dios redujo su tamaño y esa piel morena clara apareció. Mientras esos ojos potentes y azules miraban a su hermano. El cabello negro azulado caía por sus hombros, y todas esas runas en su piel quedaban como tatuajes dorados. Era hermoso, atractivo y fuerte, el que mejor cuerpo tenía, además de ser el más alto entre todos sus hermanos, incluso, en su forma humana.

– ¿Cuánto mides, tres metros?

– En forma humana sí. – respondió el dios de la guerra sentándose en el suelo.

– Yo llego a los dos metros y medio, Quetza lo mismo. ¿Qué hay de Xipe? ¿Sabes algo de él?

– No he hablado con él en siglos, la única vez que lo vi en forma humana, fue cuando bajaba y llenaba de abundancia las tierras de los humanos. Tal vez dos metros por lo mucho. Depende que tanta energía tengamos para encogernos, supongo. Soy más alto porque hay una guerra ocurriendo, no por otra cosa. Hoy he despertado y he visto el azul del cielo. Es la primera vez que lo veo sin esa nube gris de ceniza y pólvora.

– ¿Y?

– Ya viene.

– ¿Quién?

– Ometéolt. – dijo suspirando. – Ya viene a unirse con sus otras mitades. Y ya está cerca mi momento. Sabes que una vez que yo este fuera, tú y Quetzalcóatl se quedaran aquí. Si intervienen...

– Nos matarás, por supuesto, nada fuera de lo común. – rio el Tezcatlipoca. – ¿Tan rápido?

– Han sido cinco años.

– Si bueno, Quetzalcóatl prometió volver y lleva más de 5 años sin aparecer a los humanos.

Y una leve sonrisa se formó en el dios de la guerra mirando a su hermano, ¿Hace cuánto no estaban juntos de esta forma? Era raro cruzarse incluso en el Mictlán.

– Te estoy diciendo esto, porque, tienes una promesa inconclusa. Mictlantecuhtli me ha dejado ver el hilo de vida de ese country, no queda mucho tiempo. La razón por la que volviste fue gracias a ese country, has cumplido tu propósito, Mexica ha aceptado su destino. Es hora de que concluyas con tu deber, y en el momento que Ometéolt llegue, te apartes del camino.

– hmm... se supone que yo tengo a Mictlantecuhtli de mi lado, pero él se comunica contigo, debería reconsiderar mi amistad.

– La muerte está del lado de todos, a él solo le importa que las almas perezcan. La guerra acaba, la obscuridad se esfuma, la sabiduría se pierde, la abundancia perece, la vida termina. Solo la muerte reinara en el fin de los tiempos, es por eso que Mictlantecuhtli no obedece a nadie, ni siquiera a Ometéolt.

– Entonces no me ayudara a mí. – comentó el Tezcatlipoca negro. – ¿Oh sí?

– Te ayudara a cumplir lo que prometiste, fuera de eso, no te ayudara a cumplir tu cometido. Tezcatlipoca, ha llegado la hora, no hay tiempo que perder, buena suerte, y, es hora de que todos se preparen.

– Entendido...

Fue un simple caminar, uno que llevaba consigo una tarea.

Desde el primer momento que había tocado tierra, Tezcatlipoca sabía que había una razón por la que Mictlantecuhtli había aceptado que tocara el mundo de los vivos. Una parte ignorante de él, pensó que se debía a que estaba dispuesto en ayudarle y obtener a México. En ese entonces, no sabía que él mexicano era un ser dividido, su plan inicial era, tomar las fuerzas suficientes para volver y después mezclarse con el ruso para estar cerca de México en toda la eternidad. Pero se equivocó.

Quetzalcóatl sabia la verdad que reflejaban los ojos del señor del Mictlán, la única razón por la que ambos habían tocado tierra de nuevo se debía a una simple cosa, a reunir en conjunto a Ometéolt.

– Ojalá hubiera tenido más tiempo, serán siglos y siglos sin Mexica de nuevo. – dijo por último el dios, abriendo las puertas de una oficina.

Al abrir se vio cara a cara con el español, un dios frente aquel que había masacrado a su pueblo. Sonrió inclinándose, para después sonreír ante aquel de tierras lejanas. Inclinándose, para susurrarle solo en su oído el mensaje de su hermano,

– El cielo es azul, Huitzilopochtli ha hablado. "Prepárense, que México se acerca y la guerra está a punto de explotar"

– ¿México? ¿Está por llegar?

– Supongo, un cielo azul es indicativo de algo. Cuando llegue, estarán por su cuenta, Ometéolt puede tomar decisiones. Una, dejar que todos mueran y él mismo crear un nuevo inicio, dos, salvarlos. Yo que ustedes me prepararía para lo que se acerca.

– ¿Nos dejara morir?

– ¿Valen la pena sus almas? Ante los dioses, no son más que simples animales. Tú, creaste un increíble dolor a mi pueblo, el chico del norte, USA, destruyo a mas country, Canadá es doble cara, Alemania es un exterminador oculto, Rusia es represivo en secreto, Perú es ignorante, Chile es una pérdida de tiempo. Para un dios, ustedes no son más que la tierra que tanto cuidan. Así que, si te preocupa si los va a matar, mejor pregúntate, como puedo presentarme ante un dios y hacerle ver que mi vida vale más de lo que él piensa.

– Es imposible lograr algo como eso.

– ¿Uh? México lo logro, batallando años con la muerte, Mictlantecuhtli le dio valor a su lucha, entonces, es aquí donde sentencio. – sonrió el dios mirándole. – Una vez que Huitzilopochtli este suelto, será mejor que ante los ojos de él, de Ometéolt y de Mictlantecuhtli sean valiosos, si no lo son, olvídense de su estúpida guerra. Serán exterminados como todos los demás. No pierdas más el tiempo y da el aviso.

El dios dio media vuelta y salió, para encontrarse con Mexica una vez más, y sin decir nada, la mujer asintió, era el adiós. Aquel dios sonrió, para después solo desaparecer en la nada.

El español por su parte salió corriendo lo más rápido que pudo, y reunió a los country, le había compartido la información principalmente a Inca, pero, Perú estaba allí cuando estaban hablando, así que también recibió la información.

– Entonces, ¿Regresa? – preguntó el peruano.

– Si. – respondió el español. – ¿Cómo lo decimos?

– De la misma manera en la que íbamos a hacerlo, estuviera él aquí o no. Voy a demostrarle a esos dioses asesinos que mi sangre de hijos de sol vale más que su sangre de sacrificios. – el peruano estaba molesto, molesto por la ironía. Esos dioses habían asesinado a los suyos, esos dioses habían escupido en su legado, y ahora esos dioses se encargaban de su vida. No más, no necesitaba a ningún dios como México, se tenía a él, tenía su fuerza, inteligencia y audacia para lograrlo.

Ante los ojos sorprendidos de sus padres, el peruano camino al estrado, viendo al equipo que estaba bajo su cargo. Cerró los ojos por un momento, recordando todo lo que han pasado, todo lo que ha pasado desde el momento en el que esos lazos con sus hermanos, su padre, con todos, comenzaron a enredarse en su cuerpo hasta casi dejarlo sin aire, pero ahora, al fin, había logrado contenerlos.

"Posiblemente México adoraría ver a toda América sin fronteras, creando un fuerte en conjunto." – pensó.

Posiblemente México sería el primero en tomar una iniciativa para ver cómo se podía solucionar esta guerra que acabaría por matarlos, pero México no estaba allí, así que alguien tenía que levantar la voz. Él había decidido hacerlo, mirando a todos para después ver a su padre de reojo sonriéndole, se suponía que tenía que ser así siempre, el gran Perú gobernando, como lo hizo su ascendencia, como debió estar escrito.

– Chicos, Rusia y URSS están defendiendo parte de Europa, pero no podrán resistir tanto, incluso aunque China decidió unirse a nosotros, posiblemente acabaran por matarlos los demás. No podemos dejar que esta guerra siga extendiéndose, tenemos que pararla. Los errores del pasado nos marcaron, pero no definirán en absoluto nuestro futuro. Lucharemos hoy por nuestro presente, lucharemos para evitar más derrame de sangre. América está unida, América vive, América lograra sobrellevar esta guerra. Si en ese cielo gris, lleno de fuego y muerte, perecemos, recuerden que perecemos por un bien mejor, así que entréguense y hagamos que esto funcione. Si morimos, moriremos por el azul en el cielo, no por nuestra propia grandeza, si morimos, es por todos, no por solo uno, si morimos, nos veremos vitoreando en la muerte por el logro que costo nuestra vida. Al ataque...

Por supuesto que todos vitorearon, y por supuesto que el peruano se sorprendió de tal respuesta, pero acabo por sonreír, estaban listos, solo necesitaban abordar e ir a apoyar al ruso con la defensa. O eso iba a hacer hasta que alguien entro en la sala corriendo y con un ritmo agitado. El canadiense había llegado al fin a la base, y todos pensaron que iría a los brazos de USA, saludándolo, ya que estaba a dos pasos de él, pero no, solo miro alrededor hasta que vio a España, con sus colores de Imperio, y se quedó un momento viéndolo, hasta que después no aguanto y corrió hacia él, abrazándolo y cargándolo en sus brazos.

El europeo quedo en shock, sintiendo los brazos del chico abrazándole y sujetándole con fuerza contra él. Alguien lo estaba abrazando, y no solo eso, había tenido la osadía de cargarlo y besarlo de pronto mientras los sostenía en sus brazos.

– ¡Soltadme crio de mierda! – gritó el español empujando al canadiense.

– ¡Espera España! – gritó el del norte. – Espera.

– Mira chaval, lo nuestro no debió ser nunca, olvídalo. ¿Entiendes? Solo déjame solo y concéntrate en controlar esta guerra. No vengas aquí a cargarme y hacer la escena de diario de una pasión cuando estamos en medio de una guerra, yo ya lo he olvidado asi que por tu bien te recomiendo...

– ¡No!

– ¿Qué?

– ¡No! No voy a seguir lo que dices. Estoy harto de eso, me aleje estos años porque me gritaste que no querías verme, y como siempre allí tienes, a Canadá evitando las peleas y haciendo lo que le dicen, pero estoy ya realmente harto, no voy a alejarme, y quieras o no, voy a recuperarte, te he deseado desde que te vi, y no pienso rendirme ante ti. Me rendí con México, me rendí con Ucrania, me rindo siempre porque me deprimo al nunca poder tener a alguien, y eso estaba mal, porque todo era mi culpa por no pelear. Pude haberle dicho a México que todo fue culpa de USA y recuperarlo, pude olvidar a México y ser feliz con Ucrania, pude hacer muchísimas cosas que no hice, y ahora estoy asqueado de mi comportamiento anterior.

– Entonces lo que quieres es...

– Yo sé que tienes mejores propuestas que yo. Se que tienes a Inca, tienes a Azteca, tienes a UK, a Francia, a quien quieras. Pero, aun teniendo a todos, sé que te has sentido solo mucho tiempo, como yo, tal vez eso tenemos en común, a ambos siempre nos remplazan por alguien más, nunca podemos ser el numero uno con nadie. Y cuando aceptaste estar conmigo, no se tu pero me sentí tan bien de estar en tus brazos. Me sentía tan bien que no quiero alejarme nunca de nuevo.

El español se quedó sin palabras después de eso. Un mocoso estaba allí, queriendo reforzar sus lazos con él, de la manera más loca posible, y no sabía cómo reaccionar. Si saltar a sus brazos y amarle, o simplemente rechazarlo.

– Canadá...

– No voy a aceptar un no. Incluso si es no, hare que veas que soy alguien digno de ti. Para que me aceptes tal vez después.

– ... eso suena bien. Por ahora, ganemos esto antes de que nos maten a todos.

El español sonrió, haciendo al canadiense sonreír. A veces la vida era así, de momentos simples, nada adornado, donde los sentimientos sobrepasan las situaciones, y a veces un te amo se suelta en tiempos de guerra y destrucción.

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Creo que es la primera vez que realmente siento frio verdadero.

Estoy herido y ellos lo saben, tienen grandes bombas, se han aliado, y América está siendo atacada de igual forma, mi deber como el país mas grande de este lado es proteger. Alemania dejó su ejército conmigo, y hasta ahora estamos sobreviviendo como podemos, pero, el frio realmente se siente estos días. Mis heridas no cierran y sanan, tengo que cubrir los vendajes sangrantes con mas vendajes, es que acaso... ¿Estoy perdiendo?

Caminó un poco saliendo de la trinchera, viendo ese paisaje de guerra. Ni un alma alrededor, sol cuerpos tirados en la áspera tierra donde antes había flores, incendios a lo lejos, humo sin parar por las bombas y municiones. Japón no puede arreglar su armadura, le faltan implementos y tiene que mejorar su salud. China trata de mantenerse fuerte, y mi padre, trata de darme apoyo lo mejor que puede, planeando estrategias para ganar territorio, pero no es suficiente, ellos están ganando y cada día esa creciente idea en mi cabeza crece, quiero usar las bombas nucleares.

Pero sería matar a mi mundo, matarme a mi en el proceso, dejarme tan débil.

Dañaría a Japón y parte de china, y si la exploto en mi territorio, acabaría con muchas cosas en mí. Además, que nuestra defensa se vendría abajo y podrían acabarnos más rápido. No es opción. No se que hacer, realmente no lo sé.

– Rusia, tienes que mantenerte sereno, si dejas que tus miedos te dicten que hacer y no tu libertad estarás perdido. La guerra es así, juega contigo hasta destruirte de la peor manera posible. Depende de ti dejarla o hacer algo al respecto. Solo recuerda que Mex...

– Él se fue papá, no volverá. No esta vez. Las rosas que creen después de ser arrancadas tienen una condición, si vuelven a ser destrozadas, la siguiente flor en crecer será pequeña y con apenas pétalos, recordándote lo hermoso que pudo ser si la dejaras crecer. Tuve mi oportunidad y la arruine, México va a vivir, aunque todos aquí nos matemos y creme que para mi ese es el mejor alivio de alma que pudo darme. Saber que, él seguirá aquí con vida, recuperando todo cuando nosotros dejemos este mundo.

– Rusia...

– Esta bien papá. Amé a México con todo lo que tenía, y viví los momentos más hermosos que he tenido en mi corta vida con él. Ahora es tiempo de que trate de dar lo mejor aquí con ustedes, y si he de morir, está bien, lo acepto, pero no quiero que él piense que morí porque me deje morir, quiero que él vea que luche hasta el final para estar junto a él y simplemente no pude.

Una explosión se escuchó a lo lejos, haciéndome soltar una sonrisa cargada de emociones.

– Ha llegado el momento. – dijo mi padre, acomodando mi ushanka.

– Lo sé.

– Hagámoslo juntos. Protejamos Rusia.

– Tengo miedo. – dije comenzando a lagrimear, al fin siento mi muerte a la vuelta de la esquina, donde se que en el momento que corra a esas explosiones, moriré.

– Rusia, eres muy joven... es normal. Recuera que la razón por la que iras a esta misión suicida a dejado de ser por ti. Es por todos a los que proteges. Un soldado no va a la guerra por buscar gloria, va por supervivencia, por proteger algo, y eso es exactamente lo que harás hoy. Y yo estaré a tu lado, protegiéndote sin pensarlo.

– ... Hagámoslo. Hagámoslo juntos padre.

– Hagámoslo juntos.

Los disparos

Las bombas.

La adrenalina golpeando su corazón sin parar.

De niño tenia el recuerdo de la guerra, donde solo escuchaba a lo lejos las explosiones, y se escondía con sus hermanos en el bunker, mientras esperaban a que su padre regresara o que su gente les dijese que podían salir. Nunca había sentido el olor a tierra, humo, carne quemada y sangre de esa forma. Tuvo entrenamiento, pero nunca lo puso en practica como ahora. Miró de reojo a su padre, y vio determinación en su mirada. Un día su padre le había dicho, que, en la guerra, para poder pasar desapercibido, se necesitaba no tener miedo.

Porque el miedo es ese olor que en la guerra se percibe más, y te volvía un blanco fácil.

Pero era difícil no sentirlo, mas cuando acababa de pasar una bala rozándole y cortando su mejilla derecha. Estaba en la cuna de la batalla, donde podía ver a miles de hombres luchando. Era la primera vez que veía el punto Zero de la guerra, cuerpos mutilados, sangre por doquier, hombres peleando a muerte solo para poder pasos hacia delante.

Miró a su padre llegar, y como un experto comenzó a ganar terreno, disparos, agilidad, resistencia, por algo URSS había sido tan grande, tan imponente, tan feroz. Su padre no dejaba cabida a los errores, era certero con cada muerte, no los hacia sufrir, los mataba de un golpe. Al enemigo igual se le tiene que respetar en la pena, si lo has de matar, no hagas largo su sufrimiento, que suficiente mal ya ha sufrido con estar equivocado.

Eso le decían, esos solían decirle, pero, sus movimientos ahora eran más lentos, sentía las heridas en su cuerpo, y, aun así, trataba de mantener el ritmo de su padre.

Entonces lo vio, en el cielo gris y negro por el humo, un pequeño destello, donde sintió que todo se detuvo. Una granada tal vez, una bomba, no tenia idea, solo sabia que estaba en dirección donde estaba su padre. URSS se encontraba batallando, así que no había notado el arma que acababan de soltar. A lo que el ruso sí.

– ¡папа!

"Me hiciste un favor, y ahora pago mi deuda, después de esto, estas por cuenta propia."

Esa voz en su cabeza resonando, como si se hubiera detenido el tiempo. Después de ello, mientras corría hacia su padre, sintió un ardor insoportable en la espalda, que dejaban salir dos grandes pares de alas negras, donde su cuerpo se llenaba de extrañas runas, runas en ruso, letras, letras y símbolos. Salió directo con su padre, sin importar el dolor, volando directo para al llegar, envolver a su padre con él como un capullo con sus alas, y escuchar una fuerte explosión que los mando a volar metros lejos de allí.

Su padre estaba bien, él estaba bien, había ganado un par de alas y fuerza, y eso era lo único que importaba ahora.

– ¿Rusia?

– Padre, déjame tomar la delantera esta vez. – dijo el ruso mirándole.

– ¿Qué diablos le pasa a tu cuerpo?

– Un dios me debía un favor. Hagámoslo, tengamos la esperanza que pensábamos que íbamos a perder apenas pisáramos la tierra de nadie.

– Hagámoslo. Ve y caza hijo.

Eso fue lo que dijeron, y así salieron a vencer a las primeras líneas enemigas, pero, las alas poco a poco se hicieron cenizas, las runas se borraron, y al final el ruso estaba solo de nuevo. Habían ganado terreno, pero, no era suficiente, los superaban en número. Lanzo un último suspiro al aire mirando a los ojos a su padre, y después ambos se unieron en un grito, disparándose a la guerra.

El Tezcatlipoca había aterrizado de golpe frente a Mictlantecuhtli quien le miraba. Mientras frente a ambos, el espejo de la vida reflejaba la situación.

– ¡No me has dado tiempo! ¡Van a matarlo! ¡Lo deje en el centro de la zona zero!

– Es el tiempo que se estipulo.

– ¡Van a matarlo!

– ¿Y? – dijo el señor del Mictlán mirándolo. – Tu no controlas la vida. Mucho menos la muerte, dios de la obscuridad, engaño, protector de la fuente, fuerza única, creador. Ante la muerte no eres más que una hormiga a la que he de aplastar cuando llegue su momento. El hilo de vida de Rusia está por romperse, solo aceptare un sacrificio para repararlo. Pero tu no puedes dármelo. Quiero un alma por alma. Veremos que deciden al final.

Y el Tezcatlipoca tuvo que callar, Mictlantecuhtli estaba muy activo mirando la vida correr, esperando pacientemente, a romper los hilos y reclamar las almas para la eternidad en su dominio.

Eso era algo, en lo que nadie podría prevenir.

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"Regresa a casa, y se uno completo. Que la vida sonríe ante un ser formado, que la muerte respeta un alma inalcanzable. Regresa a casa cuando seas uno, que, ante los ojos de todos, solo la abundancia de tu corazón guiara en un mundo destruido."

Suspiro al llegar.

En aquel lugar estrellado, con una lluvia de estrellas en el cielo adornando el cielo que lo iba a ver renacer.

Sintió el frio concreto, ¿Era esto su fortaleza? Al parecer la habían mejorado bastante. Caminó sin rumbo, pasando por diferentes habitaciones, hasta que vio por alguna de ellas a esos países durmiendo como podían, mientras otros vigilaban en el cuarto de cámaras. No dijo nada, solo siguió su caminar, hasta encontrarse con una bella mujer, quien le miro y sonrió. Para después caminar a un balcón donde ambos miraron fuera.

El mexicano saco esas alas, relucientes, sacudiéndolas, haciendo que cualquier country despierto quedara dormido de golpe. Cosa que sorprendió a la mujer, quien le miro recogiendo un mechón de cabello por detrás de su oreja.

– ¿Por qué los has dormido? Son tu ejército, deben pelear a tu lado.

– Porque esta guerra ni siquiera debió suceder. No voy a dejar que se maten, voy a detenerlos.

– Pero... – la mujer estaba confundida, su hijo había vuelto, y cuando pensó que lideraría un ejército, al final había hecho algo totalmente distinto.

– Me la he pasado, ahogándome en mis males por cinco años sin que me diera cuenta. Ahora que al fin veo todo con claridad, me he dado cuenta que voy a terminar con todo esto, como lo inicie, yo solo. Pero, para hacer eso, debo estar completo, de nuevo, una vez más, como cuando Pangea vivía, y solucionar todo en lugar de huir como siempre. – sonrió el latino mirando a su bella madre – Mamá, ¿Sabes a que he venido?

– Si, y aunque me has tomado por sorpresa, aun así, quiero ayudar a mi pequeño. Seamos uno de nuevo.

– No sé quién va a liderar nuestra mente una vez que estemos unidos. Así que mantén a Xipe en tu corazón si eres tú. Y protege este mundo con tus manos.

– ¿Aunque Rusia no sea mi prioridad? – preguntó la mujer mirando esos ojos de galaxias escondidas en los ojos de su hijo. Ese cielo del Mictlán.

– Aunque no sea tu prioridad.

– ¿Aun guardas rencor en tu corazón, México? – preguntó la mujer. – ¿Aun odias a Rusia?

– No. Nunca lo hice, nunca lo odié. Lo amo, demasiado, y me duele que ese haya sido mi adiós hacia él, pero, sé que será feliz, así que hagámoslo.

– No digas adiós si no estás dispuesto a sacrificar tu corazón. – sonrió la mujer besándole la mejilla. – Azteca...

– Tardaste mucho. – dijo el hombre caminando hacia ellos mirándolos. – Tardaste demasiado, yo recuerdo criar a un valeroso guerrero.

– Bueno, resulte ser igual a ti. – contestó el mexicano comenzando a lagrimear. – Yo...

– Moriremos, los tres, para formar uno. Lo entendemos, es hora.

– Papá.

– México, la única forma en salvar todo lo que representas, es que al fin te encuentres completo, sin peleas, sin conflictos, y así resurjas en tu gloria. Donde venzas como Huitzilopochtli, decidas como Quetzalcóatl, seas fuerte como Tezcatlipoca y abundes en el futuro como Xipe. No hay más tiempo que perder, no diré adiós a ninguno de ustedes, ya que al final, estaré viviendo en sus corazones.

El mexicano sonrió, dejando caer las lágrimas como lo hacía su padre y madre, quienes sujetaban su mano una última vez.

– ¿Están listos? No volveremos a vernos. – sonrió Mexica. – Nunca más.

– Tienes razón, espera un momento. – Azteca acabo por abrazar al mexicano más pequeño, cargándolo y acariciándole suavemente el cabello. – No sabes lo orgulloso que estoy de ti. Buen trabajo tlatoani.

El mexicano acabo por sollozar, abrazándose de su padre, sin poder pronunciar las palabras que no quería decir. No quería decir adiós, no quería, quería estar con sus padres, con Rusia, con todos, pero, la muerte demandaba un sacrificio, y este solo podía ser dado por él, por quien había causado todo en primer lugar.

– Nos veremos cuando cada quetzal pase por tu ventana, un jaguar duerma en tu sala y un águila te anuncie el inicio de un nuevo amanecer. – dijo el azteca, sujetando a su esposa e hijo junto a él.

El mexicano asintió, para después ver como su madre y padre sacaban sus alas. Y después verse a sí mismo rozando alas con las de su familia, su amada familia.

– Nos veremos pronto.

Fue lo ultimo que dijo, antes de fundirse en aquel abrazo eterno. Donde los tres se envolvieron con sus alas, formando un capullo. Y puede que nadie se diera cuenta en ese instante, pero al juntar sus almas, un suave brillo los rodeo, donde poco a poco ese capullo se fue abriendo en un par de hermosas y multicolores alas, donde un México estaba parado, fuerte, dejando aquellas vendas que lo cubrían caer, sin ninguna cicatriz cubriéndolo, siendo mas alto y mas fuerte de lo que imaginaba.

Ometéolt al fin estaba completo, fue allí cuando un rayo se presento frente a él, y Huitzilopochtli le sonrió acariciándole el rostro. El mexicano sonrió, mientras veía al dios y después fruncía el ceño.

– ¿No te acostumbras a estar completo?

– No pensé que sería yo quien controlara todo al final. – respondió el hombre mirando al dios. – Tengo que parar una guerra.

– Una vez allá, demuestra el valor ante la muerte. Una última prueba.

– ¿Prueba?

– Mictlantecuhtli no te dejo regresar a la vida solo porque demostraste tu osadía, te dejo regresar para la última prueba, una donde decidas realmente que lazo es más fuerte en ti. Un dios, o trascender más allá de lo que tú mismo creaste.

– No comprendo... ¿Mas allá?

– Lo comprenderás cuando tengas que decidir. No hay tiempo que perder, y solo puedo salir una vez, asi que, mantenme en tu fuerza, que Xipe está en tu corazón, Quetza en tu mente y Tezca en tu audacia. Haz el sacrificio final para burlar a la muerte Ometéolt.

– Hagámoslo.

"¿Qué es lo que elegirás al final, México?"

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Todo se había tornado obscuro.

Las runas habían desaparecido de su cuerpo. Y una de sus piernas no se movía. Saco la cabeza de la tierra solo para ver aquel paisaje, de muerte y destrucción, su padre no estaba cerca, y no tenía idea como seguía vivo, porque su pierna estaba destrozada, abierta y sangrando, pero, no sentía dolor, era tanto el trauma de golpes en su cabeza, que ya no sentía el dolor y apenas escuchaba algo.

– Tezca...

La voz no respondió. El dios cumplió su promesa, lo ayudaría, pero nunca dijo que lo salvaría. Si el ruso fuera inteligente, ahora mismo estaría usando sus ultimas fuerzas para salir de ese campo de batalla, pero no, porque escuchó el grito de su padre, y en lugar de huir, se quedó. Porque quería salvarlo, quería verificar que estaba bien.

Así que soltó un grito, y después uno más fuerte que el anterior, sin parar, hasta que escucho los pasos aproximándose a él. Y lo vio, allí estaba Corea del Norte mirándolo, con desdén, mientras el ruso apenas podía levantar la mirada. Vi al coreano caminar alrededor de él, mirando su miseria y después poniéndose en cuclillas para verlo más de cerca.

– Puedo ver el hueso en tu pierna. Nota las articulaciones y cartílagos en tu rodilla. Tu pierna es un desastre, está expuesta la arteria. – dijo el coreano. – ¿Duele?

– No lo sé... solo tengo de repente mucho sueño.

– Eso es la muerte llegando por ti Rusia, ya ni siquiera dolor, aunque, puedo provocarlo, mira. – y con una sonrisa disparó al hueso, para romperlo haciéndole soltar un enorme grito de sufrimiento al ruso. – Ups, la rompí.

– Tsk... basta... por favor.

– Si eres más suave que tu padre, antes de que lo asesinara él nunca pidió piedad. Pero dije, que si había alguien quien matara a Rusia, tenía que ser yo, somos "amigos" ¿No es así?

– Lo lamento...Corea...

– ¿Por qué aceptaste que me exiliaran? ¿Por qué tú? Si hubiera sido idea de USA, o de Inglaterra o de quien quieras, lo hubiera aceptado, pero no de ti. Estuve muriéndome en depresión y soledad durante años por su culpa, perdí a Sur por su culpa, hiciste que mi corazón se rompiera cuando me quitaron a Sur, y nunca pude tenerlo de nuevo. Sembrándole ideas de mi hasta que el mismo me vio con repudio. Haciendo todo ese circo de noticias falsas en mi contra, destruyéndome, dejándome como un dictador, violador, asesino, todo. Hasta el punto donde me quitaron tecnología, bienestar y comunicación para dejarme aislado de todos para siempre. Y aun así, te atrevías a mirarme y decir que somos amigos. Cuando te pedí ayuda y aceptaste, seguramente te reíste en mi cara.

– No es así, realmente... quería ayudarte. Solo que ... comenzaron muchas cosas... que ya no pude controlar.

– Tienes razón, míranos ahora, ya nadie puede controlar este desastre. Corazones rotos, amistades rotas, alianzas rotas y desintegradas. Mírate a ti, el país más grande, muriendo lentamente en el suelo. Polvo eres y polvo serás, Rusia.

– Lo lamento... – dijo el ruso luchando para mantener los ojos abiertos.

– Pensé que al menos tenia un colega. – dijo el coreano recargando su arma. – Pero eres igual que todos al final.

Y tenían razón, cuando estas por morir tu vida pasa por delante.

Al mirar directo a ese cañón de pistola, el ruso vio todo, pero para su sorpresa, no se vio a si mismo, sino vio a las personas que amó. A su padre, sus hermanos, y a él. Principalmente a él. México. Lo vio en todo su esplendor, entre sus brazos, riendo, sonriendo, bailando y mirándole con esa belleza de ojos únicos que tiene. México, su bendito y único México, que creo un lazo tan fuerte con él, que apenas podía comprender como llego hasta aquí después de una cita. Donde se relajaban mirando el ballet.

"Mi México, mi bendito México... Por favor, déjame que Xólotl me guie, y déjame esperarte en el Mictlán."

Y al escuchar el disparo cerro sus ojos.

Pero, no se sentía diferente, ¿Así era la muerte? Con miedo, abrió lentamente los ojos para mirar lo que estaba frente a él. Esos benditos colores, verde, blanco y rojo. Miro esos ojos de galaxia, ese pelo negro y perfecto, su México. Vio como este depositaba un dulce beso en su frente y después acabó por desmayarse debido a su falta de energías y fuerzas.

– Después de lo que nos hizo lo proteges. No puedes proteger a este idiota. – dijo Corea mirando al mexicano.

– Yo pensaba lo mismo, Corea, siempre lo pensé. ¿Cómo voy a perdonar a alguien que me vendió como si fuera un simple trozo de carne? Así que armé toda esta revuela dejándome llevar por mi odio, y adivina que conseguí. Que mis hermanos por poco mueran, destrucción de mis tierras, de tus tierras, de la de todos, un sinfín de muerte, todo por una rabieta mía. El mundo se está destruyendo porque al parecer el único conocimiento para resolver un conflicto es por medio de la guerra. Pero no pienso aceptarlo más, esto acabara ya, tiene que acabar aquí y ahora.

– ¡No! ¡Tú no fuiste puesto a un confinamiento sinfín! ¡Tú no sabes lo que sentí!

– ¡Basta Corea! ¡Si esto sigue así no solo nos matarás, matarás en el proceso a Sur! ¡Corea del Sur va a morir por tu negligencia! ¡Y también vas a morir tu pendejo!

– Prefiero mil veces eso a que me vuelvan a apartar de todos. Tú no sabes lo que es estar muerto en vida. Tratar de hablar y que no te dejen, tratar de decir algo y que nadie te escuche, no tienes ni la más mínima idea de lo que sufrí. Y lo que va a pasar ahora es solo una muestra, una mínima muestra del dolor que me provocaron todos ustedes. Incluyendo a los desdichados que nunca me dirigieron la palabra tampoco.

– ¡Corea, espera!

Y en un arranque de ira, el coreano soltó la bomba, una serie de bombas que destruirían no solo a América, sino a lo que queda de Europa, África y Asia. Era ver a los jinetes del apocalipsis en esas bombas, que solo tenían como opción aniquilar a todos. Fue allí cuando el mexicano comprendió todo lo que pasaba de pronto. El dolor del que huyó y sanó, Corea no había tenido la oportunidad, y entre guerra y odio, solo avivo su deseo de venganza.

"¿Cuál es tu sacrificio para mí, México?"

– Ven aquí. – dijo el mexicano jalando al coreano con él, encerrándolo en un capullo con el ruso y él.

– ¿Qué haces? ¿Por qué me proteges? Vamos a morir.

– No, no hoy al menos. Este es mi sacrificio... Voy a morir con todos. Con los dioses en mí, donde la muerte quede sola para siempre. Veremos cuanto duras en tu soledad de nuevo, Mictlantecuhtli.

El dios de la muerte soltó una sonrisa, una que no había hecho en siglos y siglos de su existencia. Para al final, asentir y suspirar.

"Lo acepto."

– ¡Huitzilopochtli, ahora!

Y después fue todo blanco.

Fuertes ráfagas de aire movían al mexicano, pero este había clavado las garras para proteger al debilitado ruso y al coreano. Después de ello, solo silencio. El latino poco a poco abrió sus alas, mirando alrededor, viendo como ninguna bomba había caído. Sonrió, usar al dios de la guerra como escudo ante la destrucción había sido lo mejor que pudo pensar, y hacer creer a la muerte que tendría un sacrificio, fue aún mejor. Ahora, solo podía ver como las ráfagas se habían llevado consigo el humo y nubes grises, dejando claro el cielo, un azul brillante adornando.

– ¿Cómo nos salvaste? – dijo el coreano mirando alrededor.

– Eso no importa, lo importante ahora, es detener esto. Rindámonos al mismo tiempo. El acuerdo de Judas queda destruido, y todos empezamos de cero de nuevo. No hay potencias, no hay muros, solo nosotros tratando de hacer algo mejor cada día.

– Aunque me rinda, ya no hay nadie que escuche.

– Descuida, hare que escuchen. Te has perdido de un chingo de cosas wey, es hora de que las vuelvas a vivir. Es tiempo de que creemos un tratado nuevo. Uno donde todos seamos iguales, déjamelo a mí.

– ¿Quieres que confié en ti?

– Si, nada puede ser peor ahora. – sonrió el mexicano, haciendo sonreír al coreano.

– Supongo que es cierto lo que dicen, tu gente refleja lo que es un country.

– Sí, soy tercermundista y un idiota analfabeto e...

– No. – interrumpió el coreano. – Yo no creo eso, creo que lo que define a un mexicano es lo que demuestra en los momentos cruciales. Vi a tu gente luchar y ganar, vi a gente dispuesta a poner la otra mejilla, vi a tu gente tener una increíble resiliencia a los problemas, y, además, vi que, a pesar de estar en un apocalipsis pleno, siempre hay calidez y amor en su corazón. Porque México es lo que lo conforma, y tú eres un perfecto ejemplo de ello. Tenías todas las desventajas a tu favor, eras el caballo negro por el que nadie daba nada, y ahora mírate, alzándote en tu gloria cuando al fin te encontraste a ti mismo en el caos. México ruge hoy, ¿No crees?

México se quedó viendo los ojos marrones del coreano para después ver a un charco en el suelo, viendo su reflejo, notando ese brillo en su ser, esos colores, esa lividez. México estaba vivo y México latía como hoy y nunca.

– Creo que al fin entiendo lo que se siente tener a México en la piel. – sonrió el latino. – Arreglemos este desmadre Corea.

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Fue una sesión de horas.

Donde hubo gritos, llanto y sonrisas.

Pero, al final de cuentas, el mensaje fue el mismo que se dio desde el principio. Donde se firmó un nuevo acuerdo, el acuerdo del nuevo mundo. Donde la economía estaba tan destruida que la única forma en sostenerse era todos empezando desde cero, sin deudas, sin nada.

La ONU caminó al estrado, donde el mexicano le dio una sonrisa y este se lanzó a abrazarlo. Una sonrisa de agradecimiento de la organización se formó en su rostro. Al fin tenia vida, al fin podía expresar sentimientos, al fin sabia como hacer lo correcto.

La organización tomo lugar, y cuando el mexicano tomó asiento, comenzó a hablar.

– Estimados country, nos hemos enfrentado al más maligno de nuestros males, a nuestro propio reflejo de maldad. Incluso yo, me vi involucrado en lo malo dentro de mí, llegando a un punto de destrucción inmensurable. La vida nos golpeó de las peores formas, donde nos escondimos detrás de los prejuicios, egoísmo e ignorancia. Nos vimos a nosotros mismos como enemigos, en lugar que como hermanos. Nos destruimos como si fuéramos una clase de mal, ignorando el hecho que moríamos con cada bala disparada, cada golpe dado, cada bomba lanzada. Ser ciegos a la realidad causa el peor de los problemas, ser ciegos a la verdad. Nos refugiamos en los defectos en lugar de ignorarlos. Decidimos quien era mejor según color de piel, nivel socioeconómico, habla o recursos, en lugar de ver el potencial de cada uno que se veía opacada en opiniones de odio. Nos dejamos llevar por tantos prejuicios que acabamos descubriendo que el mayor prejuicio que teníamos era que éramos ciegos a la verdad, y la verdad era que todos cometemos errores, todos somos una excelente muestra de este mundo, trayendo tanta belleza de él, tanta fauna y flora, tanta cultura y tradición, que dejamos que se opacara detrás del odio y estereotipos acumulados para cada uno. Pero ahora, en este momento, nos hemos visto como realmente somos. Siendo blancos o morenos, siendo altos o bajos, siendo artistas o ingenieros, siendo latinos o europeos, nos dimos cuenta que tenemos un mismo corazón que late con los lazos que Panguea dejo al morir. Es por ello, que hoy nos miramos como lo que somos, hermanos de una misma madre tierra, hermanos de un mismo corazón, hijos del universo. Hoy se conmemora la firma del nuevo mundo, uno donde nos dejaremos de ver por lo que no tenemos, y nos veremos por el potencial que somos. Un mundo, donde podamos dar la mejilla en lugar de la espalda, un mundo, donde renacemos de nuestros errores.

Y ante los aplausos de aquella firma, un último dios comenzó su trabajo, saliendo del corazón del mexicano para volar alrededor del mundo, dejando que la abundancia tocara tierra, y los recursos, fauna y flora, como limpieza sucedieran. La tierra se había regenerado, y era el día en el que Xipe sonreía por última vez a aquel country y se retiraba con los suyos.

"Deja que la abundancia llene tu corazón en lugar que la incertidumbre."

La fiesta comenzó después de la firma, en un bello jardín en USA, donde todos estaban celebrando, excepto un mexicano que caminaba cerca de una fuente, mirando su reflejo, para al final, ver a un hombre de piel pálida y cabello negro que arrastraba en el suelo. Con un traje completamente negro mirándolo.

– México.

– Mictlantecuhtli. Tu forma humana me gusta.

– Me engañaste, burlaste a la muerte, estoy orgulloso. – sonrió el chico. – La primera vez que te dejé ir de mi reino, supe, que había tomado la decisión correcta, un alma como la tuya aun no debía perecer, y me lo demostraste al fin, dándome el sacrificio que quería.

– ¿Un engaño?

– No, el sacrificio de tu ideología. No todo es perder o ganar, no siempre hay que tener un sacrificio que perderás, no es una cosa u otra, puedes tener todo lo que te propongas si estás dispuesto a luchar por ello. Cuando burlaste de mi petición, estaba feliz, al fin habías dejado de ser ese dios asustado y deprimente, a ser lo que eres, aquel guerrero que todos vimos crecer. El mejor regalo para la muerte, es la vida misma. Felicidades Ometéolt.

– Señor del Mictlán, gracias. – sonrió el mexicano. – Hay algo que quiero hacer. Antes de que se retire, porque es el único que puede ayudarme.

– ¿Qué deseas? – preguntó el hombre mirándolo.

– Voy a dividirme. Voy a hacer que mi padre y madre estén fuera de mí, y puedan vivir felices en el Mictlán con sus amantes.

El dios de la muerte se sorprendió, mirando confundido al country delante suyo.

– ¿Por qué?

– Porque no quiero ser un dios, creo que al ser el creador de todo te das cuenta que no vale la pena. Quiero sentir y sufrir como mis hermanos, quiero tener miedo a todo, y disfrutar todo viviendo como mortal a vivir una eternidad como un dios. Así que, esa es mi petición, llévese consigo a mis dos mitades, y déjeme ser solo México, un country de Norteamérica que disfruta mucho de tequila y los días soleados.

– ¿Es lo que deseas?

– Si. Oh y una cosa más... – dijo el mexicano caminando hacia la muerte para robarle un beso. – Quería hacer eso desde que te vi, estas bien bueno, no mames...

Ambos acabaron por reír, disfrutando ese momento de libertad en ambos. Donde al final, la muerte tomó los hombros del mexicano, y como si estuviera rompiendo tela, jalo de ambos extremos, para extraer y separar a Mexica y Azteca de él, inconscientes, a quienes termino cargando.

– ¿Algún mensaje para ellos?

– Diles que los veo en día de muertos, cuando me dejas entrar al Mictlán. Diles que cuiden a URSS y a Nazi, al igual que a Inca. Trae a la vida a sus dioses de nuevo, y déjalos a todos vivir en el eterno Mictlán. Que aquí en suelo firme, también estaremos viviendo a lo grande. Además, agradece a todos por ayudarme a ser como soy, y por último, gracias por elegir México como la nación a la que decidieron llenar de tanta cultura y tradición, somos tan ricos por ustedes, muchísimas gracias.

– Bien, entonces hasta pronto, Ome... México.

– Hasta pronto.

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3 días después.

El mexicano se encontraba acostado en su jardín, viendo como los jaguares bebes jugueteaban y el cielo azul era tan brillante que podía perderse en ese color. La vida estaba mejorando, las cosas estaban tomando su curso, sus recursos crecían al igual que sus exportaciones, estaba haciéndolo bien. Por supuesto no había potencias hasta ahora, pero, era divertido ver a todos luchar por ser el mejor. Además, últimamente se escribía mucho con Corea, descubrió que no era tan malo como lo pintaban, solo un tipo solitario, quien volvió a sonreír en el momento que Corea del Sur volvió a sonreírle. Su reunión fue hermosa, todos acabaron llorando al ver al fin a dos amantes juntos de nuevo.

Y eso no era todo, USA y Perú anunciaron a su primer hijo, Saint Marco que estaba formándose. Chile y Alemania comenzaron a criar a Hugo en un mundo fantástico. ¿Sabían que la isla de Hugo tiene diamantes y oro a morir? Ese niño cagaba dinero. También estaba feliz de que Canadá y España sonrieran en cada cita, donde ambos se notaban felices con su vida.

Y él, bueno, él era feliz sabiendo que sus hermanos y padre eran felices. Además de que, tenía todo lo que podría desear ahora, un hermoso país, perfecta salud, y...

– Amor, ¿Cuánto tiempo llevas allí? – Dijo el ruso, caminando hacia él. – ¿Qué haces?

El mexicano sonrió, viendo al ruso recuperado, caminando con él, recostándose a un lado. Donde ambos unieron sus manos viendo el cielo azul.

– Solo veo nuestro futuro... tuve muchas visiones. – sonrió el mexicano. – Vi un Rusia muy homofóbico que poco a poco fue ayudado por mí y superar su homofobia. Vi un México desecho, llevado a su punto de quiebre, que poco a poco fue revelando su verdad para terminar con su dolor. También vi un México que se llevaba muy bien con un humano, llamado Alejandro, y hacían muchas locuras juntos.

– ¿Y estábamos juntos en todas esas visiones?

– Por supuesto que sí. – sonrió el latino, poniéndose de lado mirando esos hermosos ojos violeta del ruso. – Siempre el violeta de tus ojos me reflejaba la calma que necesitaba en mi vida.

– ¿Y viste nuestro futuro? El de aquí y ahora. – sonrió el ruso.

– No. Ese no, porque ese no está escrito, quiero que todo llegue como nuestro amor, espontáneo, sin planearlo, donde en un invierno nuestras manos se rozaron, y fue todo para iniciar esta historia. Solo tú y yo, creando juntos este mundo. Hasta el final.

– Como debe ser, solo tú y yo... mi México.

– Mi Rusia.

Y un simple beso, acompañado de caricias y un cálido abrazo, fue lo que un dios necesitaba para vivir. El poder, la fuerza, todo, quedaba de lado, cuando tenías a la persona por la que respirabas entre tus brazos. Un dios es incluso débil ante el amor que el mismo había creado, porque, cuando encontrabas a la persona perfecta para unir tu alma, ya no había marcha atrás en aquel deseo. Solo tú y él, solo eso se necesitaba para ser feliz.

Donde aquellos lazos se enredaban más y más entre ellos, para florecer y dejarlos unidos en toda la eternidad.

FIN

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ACLARACIONES

– Ya al fin se acabó esto alv. Okno, este final me costó mucho terminarlo, no porque fuera difícil, sino, que no quería dejarlo ir. Pero al final, si me siguen en twitter saben que tuve que reescribir todo esto porque se dañó mi compu y tuve que comprar otra :v, pero bueno, al final, al reescribirlo, me encanto como había quedado.

– El México de lazos, ya ha visto el destino de la historia Homofobia como Punto de quiebre, ya que, aun tiene algunos poderes de dios. Y además siempre he dicho que mis historias se conectan. Jaja. Por eso mismo, el diseño de México, es igual para punto de quiebre como para Homofobia.

- Espero hayan visto mi homenaje a Death Stranding <3 

– Si tienen otra duda déjenmela aquí.

– Ahora solo me dedicare a terminar punto de quiebre y escribir de vez en cuando las aventuras de Alejandro y México. Que son hilos pedorros que escribo para reír. Incluso, los están siendo ilustrados, les recomiendo que me sigan en twitter: @CeciRockslml para leer los hilos.
Y sigan a @sakurabonte ya que ella está ilustrando los hilos por diversión, además de que dibuja todo precioso.

– No tengo nada más que decir, solo que muchísimas gracias por seguir esta historia hasta el final. Por su apoyo y por los hermosos mensajes, que si, leo todos, y me encantaría responder uno por uno, solo que se me acumula mi trabajo y no me da tiempo TnT, tratare de responderles todos al menos en este capítulo.

¡Gracias a todos! 

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