33 ; lazo I

Yeong

Cuando los ojos de Jeongguk se enfocaron en los ojos vidriosos de su novio, todo en su interior se revolvió. La emoción, la nostalgia, la preocupación, la felicidad, todas esas emociones y sentimientos se manifestaron de golpe cuando el albino, a la par que abría el lazo, abrió los brazos para invitar al alfa a un abrazo.

No le importó el ardor en sus pulmones ni el dolor a su costado derecho. El pelinegro corrió hacia Jimin y de un golpe casi en seco, lo sostuvo en sus brazos. Lo levantó en el aire en el proceso, sonriendo ampliamente, ahora con los ojos vidriosos él también. Olerlo de cerca después de los meses, sentir su piel contra la suya, todo se sintió terapéutico.

—Yo también te extrañé mucho, mi amor —dijo Jimin entre risas, tomándolo por la nuca y abrazándolo más fuerte.

Jeongguk soltó una risa, que se escuchó más como un suspiro ahogado lleno de alivio —No puedo creer que estás aquí —respondió en un murmullo, hundiendo la nariz en su cuello y disfrutando el cálido contacto.

—Y regresé mejor que nunca.

Se separó de sus brazos y lo tomó por ambas mejillas. Jeongguk dejó un beso en la frente descubierta del omega y ambos, ansiosos, buscaron los labios del otro.

Parecía que no se habían dado un beso por más de un año, una década, una vida entera.

Desesperados, hambrientos, emocionados, chocaron sus labios en un beso lento y dulce, casi opuesto a lo que ambos se esperaban. No hubo necesidad de siquiera profundizarlo. Dos enormes sonrisas se formaron en sus rostros y el contacto entre sus labios se reanudó al instante. Primero besos cortos y con los labios abultados y húmedos, después con las bocas entreabiertas y las emociones al flor de piel.

—Mi amor, mi amor, mi amor...—canturreó Jeongguk en los labios de su novio, volviéndolo a tomar por la cintura para fundirlo en un abrazo mucho más asfixiante del anterior.

El albino se refugió en su cuello y Jungkook se congeló cuando escuchó un leve sollozo. Asustado, lo separó de su cuerpo para tomarlo por ambos hombros y mirarlo. El omega estaba con la cabeza gacha, tratando de esconder —sin éxito— su respiración irregular.

—¿Qué pasó mi amor?—preguntó el alfa, de pronto con los ojos igual de aguados. Se agachó un poco para mirarlo a los ojos, pero Jimin se encorvó más.

—Quería salir antes para estar contigo en tu cumpleaños —respondió, volviendo a fundirse en los brazos del alfa apenas terminó de hablar.

El pelinegro soltó una risa, acunándolo por la parte trasera de su cabeza y meciéndolo para que se sintiera en confianza de seguir llorando o no.

—No me asustes así, Jimin. Pensé que te había lastimado.

—Perdón —dijo, volviendo a reír de forma débil —Hay un pastel en el refrigerador, pero yo no te pude hacer uno.

—Ay, mi amor —respondió besando su coronilla —No te preocupes, ya estamos juntos ¿verdad? Ya no importa nada.

—Pero salí tres días tarde.

Jimin se separó del alfa y corrió a la cocina. Jeongguk lo siguió y soltó una risa cuando lo vio entrar de nuevo a la sala con la nariz y los ojos rojos, pero con un pequeño pastel de chocolate en sus manos.

—Sé que no te gusta que te canten feliz cumpleaños y tampoco pude conseguirte una vela, así que solo comete un pedazo ¿Sí? —dijo, sintiéndose peor —Perdóname...

El alfa sonrió con las cejas arqueadas. Se acercó más, le quitó el pastel de sus manos, lo dejó en la mesa, y apurado, se pegó a él. Lo separó solamente un poco de su cuerpo y lo acunó por las mejillas. Dejó un beso suave y lento sobre sus labios, después otro, luego otro. Besó su frente, luego su nariz y, con repentinas ansias, volvió a atraparlo entre sus brazos, abrazándolo de nuevo, sintiéndose el alfa más afortunado del mundo.

Entendía de cierta forma su sentir y su tristeza por no haber estado con él, en lo que para todos parecía ser un día muy importante. Pero la verdad es que no le importaba. Tenía tantas cosas en su mente, que por primera vez en toda su vida, Jeongguk olvidó su cumpleaños. Si no hubiera sido por la llamada de su madre y la de Namjoon y Sunji, no se hubiese enterado. Supo por Seongji que el pueblo quería festejarlo a lo grande, pero le pidió que lo dejaran para después con la excusa de que estaba "demasiado ocupado". Casi nadie sabía de la ausencia del albino y mucho menos en el estado en el que se encontraba, pero su madre y prácticamente el pueblo entero tuvo que aceptar la petición del alfa a regañadientes.

El primero de septiembre, a pesar de que era una de sus fechas favoritas, no fue más que otro día sin Jimin. Uno de tantos.

—No tienes ni que pedir perdón. Nos quedan muchos cumpleaños juntos.

—Pero era tu primer cumpleaños conmigo —dijo, volviendo a llorar —Cuando fue el mío ni siquiera nos llevábamos bien, en serio quería quitar ese recuerdo, pero por más que intenté e insistí no pude salir el primero de septiembre.

—Mi amor...

—Tampoco te conseguí un regalo...

—Que estés aquí, mejor que nunca, es el mejor regalo que pude haber recibido jamás. Así que deja de pensar en ello. Mañana hacemos una mini fiesta y hacemos un pastel juntos. ¿Sí? No estés triste, por favor.

Jimin lo miró a los ojos, y asintió. Lo abrazó por la cintura y hundió la cabeza cerca de su cuello.

—Vamos a sentarnos —pidió el alfa después de unos largos segundos. La cabeza de Jimin se alejó, pero sin despegar sus cuerpos —Quiero que me platiques todo lo que me puedas contar.

Después de asentir, ambos caminaron hasta la sala oscura, donde Jungkook se sentó primero y arrastró a l albino junto a él, sentándola en sus piernas.

Jimin soltó una risa, pasando una mano entre las hebras negras del cabello del contrario mientras el alfa abrazaba su cintura de forma posesiva y necesitada.

—Nunca te imaginé con el cabello corto— dijo el peliblanco, acariciando una de las cejas oscuras de su novio con el pulgar —Te ves muy guapo con cualquier estilo.

—No sabes lo mucho que te extrañé.

Los ojos de Jimin se cristalizaron de nuevo, sintiéndose culpable por todo lo malo que le había traído a su novio durante el poco tiempo que llevaban relativamente juntos. Ese, de hecho, era un tema que hablaba constante con su psicóloga. La carga de culpabilidad que Jimin llevaba en su espalda.

Durante las sesiones y hablando de todo lo que había pasado con Jeongguk, el albino cayó en cuenta que todas las cosas que le había traído a su vida, eran, la mayoría, cosas negativas. Principalmente cuando él peleó y se enfrentó a Taesung sin tener motivos personales para ello. Jeongguk no lo conocía. A él no le provocó ningún daño, no lo insultó, no lo amenazó. A él no le arruinó la vida, pero aún así puso a su pueblo en riesgo, a su familia, a sí mismo por amor. Por el daño que Taesung le hizo a él años antes de siquiera haberlo conocido.

Se preguntaba que hubiese pasado con él si nunca lo hubiera marcado, pero Yongsun le recordaba una y otra vez que no pensara en los hubiera. Gguk ya era su alfa, ya se había enfrentado a Taesung y había salido casi ileso de eso. ¿Para qué gastar tiempo y estabilidad en cosas que no pasarán o no pasaron?

Sí. Yongsun tenía toda la razón, pero callar a tu mente jamás ha sido fácil.

—No sé a partir de dónde debo comenzar a platicarte, pero lo que sí sé es que la psicóloga me dejó mucha tarea y la primera que quiero hacer, es pedirte perdón y al mismo tiempo perdonarte.

Jeongguk parpadeó.

—Las últimas palabras que te dije hace meses fueron horribles y obviamente una gran mentira. Sé como herir con las palabras y estaba tan asustado que no pensé —explicó —Nunca te creí capaz de utilizar la voz de mando conmigo, y cuando lo hiciste para obligarme a buscar ayuda enfurecí. Recordé todas las veces que utilizaban la voz de mando mientras me violaban y...

Jimin ya no dijo más.

Jeongguk agachó la cabeza —Perdóname por utilizarla.

—Claro que te perdono. Sé que no la utilizaste por gusto y estabas entrando en pánico. No estuvo bien, pero eso no quiere decir que seas malo. Pero en fin... perdóname también tu a mí. Todas las cosas horribles que dije... por favor perdóname por decirlas.

—Obviamente que te perdono.

—Te hice pasar por muchos malos ratos. Durante tanto tiempo te taché de egoísta, pero el egoísta aquí siempre he sido yo. Prioricé una inútil venganza y te arrastré conmigo. Pusiste todo en riesgo por mi culpa. Perdóname.

—Pero no me obligaste.

—Te orillé a lo que hicieras, prácticamente te amenacé y lo sabes.

Sí, eso si era verdad. Jeongguk lo admitió para sí mismo, recordando el miedo que sentía si es que Jimin lo llevaba a dejar si lo detenía en sus planes.

—Aún así. Fue mi decisión y me hago responsable. Pero te perdono, amor.

Jimin suspiró. Sí sintió, de forma extraña, como se quitaba un —pequeño— peso de sus hombros. Jeongguk se veía sincero y sin un ápice de rencor en él, lo notaba por la forma en como lo miraba, le hablaba y porque era su novio y lo conocía.

En uno de los tantos escenarios imaginarios, Jimin creía firmemente que si Jeongguk no lo hubiera marcado, él, para esas fechas, estaría muerto. O peor, de vuelta en la porqueriza en Haro. Tarde o temprano se hubiera reencontrado con Taesung, ya sea el día que lo vio en el bosque o cuando se hartara de todo y corriera al pueblo vecino para matarlo con un vago plan inútil memorizado.

Si seguía vivo para esos momentos, tal vez y solo tal vez, era gracias al hombre que estaba debajo de él, con el cabello corto y los ojos enormes y brillantes. De solo pensar en que meses atrás pudo haber visto como lo mataban le daban ganas de gritar hasta donde sus pulmones se lo permitieran. Lo hizo en terapia, más de una vez.

—No debí involucrarte con Taesung, perdóname por haberlo hecho —soltó de la nada a causa de sus pensamientos, provocando que el pelinegro juntara las cejas en confusión por la repentina disculpa —La noche en que me quedé por horas en la bañera no dejaba de darle vueltas a tus reacciones. Sé que desde esa noche no me ves igual y todo este tiempo he estado meditando sobre como me sentí al ver como corriste a vomitar apenas llegamos a casa.

Jeongguk bajó la mirada —¿Te decepcionó mi inutilidad?

Jimin frunció el entrecejo —¿Cómo que inutilidad?

—Ya sabes, fui patético.

—¿De qué hablas? Fue lo único bueno de esa noche.

—¿Cómo?

—Viste como le reventaban la cabeza a alguien, Gguk. Vomitar, llorar, gritar, asustarse es algo que haría alguien normal. Y tú lo hiciste, lo que significa que no eres como yo, lo cual es bueno.

—Jimin, te fallé.

—No me fallaste —negó—Aún herido me ayudaste con JinYoung, por ti pude pelear, me guiaste por el bosque, preparaste todo, así que dime ¿En qué momento me fallaste? Vomitar y paralizarte en un asesinato violento no es fallarme.

—Y-yo.

Jimin lo entendió todo al ver sus ojos, entonces agregó:

—Y sobre todo, eso no te hace menos hombre, ni mucho menos menos alfa.

Jeongguk separó sus labios, pero los cerró al percatarse que no tenía nada que decir. Las palabras que inconscientemente moría por escuchar fueron pronunciadas y un alivio consigo mismo lo llenó de inmediato.

Temía, de cierta forma, que Jimin se decepcionara de él al ver esa reacción, principalmente porque ésta la estaba haciendo nada más y nada menos que el alfa supremo, el que se supone que es el mas grande y fuerte de todos los lobos, el que no le tiene miedo a nada. Sentir náuseas y miedo al ver como en metros estaba el cuerpo de una persona con la cabeza hecha puré fue el golpe más duro que sintió jamás. Fallarse a sí mismo y flaquear y temblar de miedo y asco. Se odió por eso, pero la gota que derramó el vaso no fue el hecho de no poder aguantarse las náuseas y vomitar apenas entró a la casa, fue que Jimin le acarició la espalda en el proceso. A pesar de que no lo sintió como burla, ese hecho le recordó que él no hizo nada. El omega, como si no hubiera matado a dos hombres antes de forma violenta, se puso de rodillas y le acarició la espalda. Jeongguk todavía podía sentir el escalofrío en su espalda al sentir sus manos firmes en él. Cuando estaba empinado en el retrete o en el piso con la herida abierta y constantemente tocada por su pareja.

—Te vi con miedo —dijo bajo, casi avergonzado. Recordó que tenía que cerrar los ojos para recordar sus besos, porque sino se hubiera alejado abruptamente de él por miedo, sorpresa y sobre todo por su seguridad.

—Lo sé —El albino respondió igual de bajo —Sé que eso no duró unas cuantas horas y hasta tal vez, sigues sintiendo lo mismo, pero no tan fuerte como antes.

Jeongguk no lo pudo negar.

—Pero también sé que te esforzaste por dejar de hacerlo. Fue mi error por dejarte ver. Cuando te conté que le volé la cabeza a dos alfas y no reaccionaste mal, supuse que en ese aspecto eras como yo. Gracias a los Dioses que no. Digamos que conociste y viste una parte de mí que nadie había visto y que no debió haber salido. Hice mal en suponer.

—Tienes razón...

—Pero bueno... la primera parte de la terapia fue la peor. Admitir, hablar, recordar. Es un proceso largo y a pesar de que aún no lo termino, voy muy bien.

—Eres capaz de eso y más —murmuró el alfa, abrazándolo más por la cintura y olvidándose de todos los recuerdos de ese mes —Estoy muy orgulloso de ti.

—Gracias. Y yo de ti. Tanto... que hay un lugar al que te quiero llevar.

—¿Ahora?

Jimin asintió —Ahora.

Se puso de pie y tomó de la mano al alfa. El pelinegro no pudo evitar volver a abrazar a su novio, y juntos, aprendieron un camino por el bosque. Jimin paró el recorrido unos pocos minutos después y comenzó a quitarse la ropa.

Jeongguk, por las ganas, el nerviosismo y por lo mucho que llevaba sin ver la piel y el cuerpo de su novio, prefirió girarse para evitar una situación incómoda (para él). Estaba seguro que Jimin no lo llevó al bosque para tener intimidad, entonces se enfocó en el pino que tenía al frente y haciéndose de oídos sordos.

No pasaron ni cinco segundos cuando un lobo blanco lo cabeceó por la espalda. El alfa tomó la ropa del albino en su antebrazo y siguió al lobo que seguía el rastro de algo en el suelo. Su cola se movía efusivamente y sus zancadas eran tan grandes que inclusive a Gguk ya le estaba costando seguirle el paso en su forma humana.

Hasta que paró. Jeongguk dejó la ropa en el piso y se giró para darle a Jimin un poco de espacio.

—¿Es aquí? —preguntó mirando a todas partes.

—Ajá —respondió el peliblanco ya vestido, dando unos cuantos pasos más entre los árboles, hasta que se detuvo frente a un árbol.

Jeongguk creyó que algo iba a pasar, iba trepar por alguna parte, que alguien iba a llegar o que iba a decirle algo, pero no. Espero varios segundos, y curioso miró a sus alrededores, pero el bosque lucía igual que siempre: húmedo, enorme, verde. Volvió a mirar al omega y notó que tenía su brazo extendido hacia el tronco y acariciaba la rugosidad con la yema de los dedos. O eso creía, porque cuando se acercó más para abrazarlo, notó que no estaba acariciando el tronco, sino un corazón tallado en él.

Jimin sintió el aliento cálido tras él. Se recargó en Jeongguk y tomó su mano a tientas para devolverle el gesto.

—Es la primera vez que traigo a alguien —dijo, sintiendo un beso en su coronilla —Este es un lugar muy especial y muy importante para mi.

—¿Sí? —preguntó, tomándolo más fuerte.

—Hace casi seis años me encontraron aquí, frente a este árbol.

Jeongguk se esperaba algo así, tomando en cuenta la locación en la que estaban, el perfecto punto medio entre los dos pueblos.

—Esa vez estuve varios días inconsciente y cuando por fin desperté, lo primero que me dijeron fue que no tuvieron otra opción más que cremar a mi bebé. Y después me entregaron un ataúd de menos de veinte centímetros con sus cenizas dentro —miró hacia abajo —Aquí está enterrado o enterrada.

El alfa cerró los ojos. Cada que Jimin hablaba de su bebé sentía como el corazón se le apretaba. Como si algo se rompiera en su interior al imaginar la escena que le contó meses atrás. Inconscientemente lo acercó más a él y miró hacia abajo, donde la tierra ya estaba llena de pasto, ramas y de más.

« Hay florecitas » pensó, mirando los brotes de paniculata que yacían como nubes por toda la zona en la que estaban. Particularmente bajo el árbol.

—¿Siempre han estado ahí? —preguntó en voz alta, señalando los brotes de florecillas blancas y pequeñas.

—No he venido en años. No me atrevía. A mi bebé también le debo disculpas.

—¿Quieres que te de tu espacio?

Negó.

Jeongguk soltó a Jimin y se puso de rodillas en el suelo, dejando suficiente espacio frente al árbol. Cerró sus ojos y juntó sus manos para mostrar respeto y pedirle a la luna y a sus dioses y antepasados por el bebé de Jimin. Que lo o la mantuvieran en la gloria y el descanso eterno.

Sintió a Jimin a su lado, pero no abrió los ojos.

«Perdóname por no haberte podido salvar» pensó en medio de la oración, imaginando cuántas veces Jimin le dijo lo mismo.

—¿Puedo contarte algo? —preguntó el albino.

Jeongguk abrió los ojos y lo miró tan rápido como pudo. Estaba de rodillas también, pero con la espalda encorvada y los ojos clavados en el piso. No estaba llorando, pero tenía una pequeña sonrisa con melancolía escondida en ella.

—Claro, amor.

Jimin miró el brote de paniculatas frente a él.

—Siempre he tenido el presentimiento de que es niña —sonrió y posó la mano en su vientre —Desde que estuvo aquí. Instinto de omega, supongo.

Los dos posaron una sonrisa de oreja a oreja, con los ojos llenándose de lágrimas.

—Yo siempre que lo he imaginado, ha sido como una niña. Una bebita blanca y pelirroja.

La primera lágrima la soltó Jimin, pero Jeongguk no tardó en hacerle segunda.

—En terapia me dejaron tarea, y algo que me puede ayudar es ponerle un nombre —los ojos se le nublaron con una capa gruesa de lágrimas, pero aunque no pudiera ver nada, nunca dejó de mirar a su novio —Y ya lo decidí.

—¿En serio? ¿Cuál es, mi amor?

—Yeong —dijo, mirando ahora debajo del árbol y poniendo una mano sobre las florecillas —Flor y Héroe. Niño o niña.

—Me encanta.

—A mi me encanta que estés aquí. En terapia, cuando trabajé este tema, te soñé. Tenías al bebé en brazos y lo estabas sujetando firme entre tus dos manos. Estabas sonriendo como nunca, y aunque el bebé tenía el cabello rojo tú lo mirabas como si fuera tuyo.

El alfa sonrió sin mostrar los dientes y con los ojos vidriosos. Todavía recordaba cuando pensó que su bebé estaba vivo y solamente lejos de él. Esa criatura seguramente hubiera crecido enorme como su padre. Se imaginaba los ojos azules grisáceos y unas largas pestañas claras. Sonrisa gigante, manos pequeñas.

Claro que miraría a ese bebé como suyo. Sería suyo.

Jimin sacó la lágrima que cayó por la mejilla del pelinegro.

—Yeong hubiera sido nuestro bebé. Es nuestro bebé. Lo siento tanto, amor. Por favor permíteme acompañarte en tu dolor —dijo el alfa desde el fondo de su ser, tomando la mano del albino e imaginándose a sí mismo con el bebé en brazos.

—Ya no hay dolor. Yeong ya tiene nombre y está descansando. Siento que por fin la pude soltar después de estar tanto tiempo aferrado, así que esta bien. Yeong está viendo que sus papás están visitándola, y amor... —Jimin sonrió más pronunciado —Sé que si hubiera sobrevivido, tú hubieras sido el mejor papá del mundo.

♥♥♥

Tres...

Lloré jaajjaj me siento bien mensa cuando lloro por lo que yo escribo pero yo siento las emociones tan a flor de piel que no puedo evitarlo ksjsjs lazo no hace más que sacarme lágrimas

Al final haré un especial, puedes usar este espacio si tienes alguna pregunta sobre mi, sobre la obra, sobre los rituales que tengo al escribir lazo, sobre datos interesantes, sobre lo que sea. Yo encantada lo responderé al final.

Hasta pronto

-h

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