32 ; verdad y venganza IV (tercera parte)

Alfa

—Hola.

—¡Bebé! —A Seongji se le iluminó la cara cuando su único hijo apareció frente a su puerta —¡Pasa, mi amor! ¿Y eso?

—¿Esto? —el alfa pasó la mano entre su ahora corto cabello negro —Me estaba jalando demasiado el cabello por el estrés, no está tan corto, pero me siento calvo si lo comparo con el largo de antes.

—¡Tan guapo! Siempre me ha gustado más el cabello corto, la verdad.

El alfa sonrió de lado —Lo sé, siempre lo decías.

Juntos caminaron hacia la sala, donde Seongji, como siempre, se sentó en el sillón individual, el de cabecera.

—¿Y Jimin-ah? ¿Por qué no viene contigo?

Jeongguk dejó de sonreír. Sabía que tarde o temprano su madre iba a preguntar por él, también su padre cuando llegara, o si se llegaba a cruzar con algún amigo o alguien del pueblo. Tal vez por eso es que llevaba ocultándose en su casa desde entonces.

La verdad no quería hablar. O tal vez sí, porque el salir a tomar aire terminó con él frente a la puerta de su antigua casa. Tal vez sus pies y su subconsciente lo llevaron con una de las personas más importantes de su vida y a quién más confianza le tenía, a su madre. ¿Quería dar detalles? No. A nadie quería darle detalles. ¿Debía avisarle? Absolutamente. Su madre tenía derecho a saber, Jimin ya parecía más hijo de Seongji que el mismo Jeongguk, debía, necesitaba saber.

—Jimin está en el hospital, mamá —dijo por fin, con la voz apagada.

—¿Y ESO? —La pelinegra se inclinó hacia adelante con los ojos muy abiertos —¡¿Por qué no dijiste antes?! ¡¿Desde cuando?!

El alfa giró la cabeza, huyendo de los ojos de su madre.

—Lleva poco más de cuatro meses internado.

Seongji no tardó en encontrarle sentido a la imagen casi enferma de su hijo frente a él. Pálido, ojeroso, más delgado.

Recordó cuando se tuvo que despedir de Daehyun por cinco años. Los primeros meses se habían sentido como una tortura aún sin haber estado enlazados. Podía imaginarse como se sentía Jeongguk, pero jamás lo sabría con exactitud. Estaba segura de que se sentía mucho peor.

—Ay, no me digas eso —dijo, colocándose una mano sobre el pecho —¿Pues qué le pasó? ¿Está bien?

Jeongguk se encogió de hombros —Pues cuando supo lo de Taesung, las pesadillas y todas esas cosas horribles volvieron —dijo mirando hacia el suelo, casi como si estuviera hablando solo.

—¿La noticia de la muerte de ese maldito lo puso mal? Pensé que le alegraría o algo...

—Es que no estaba del todo bien desde antes, má. —Musitó con la voz más baja de lo normal —El primer mes estuvo internado en la ciudad. Lo están atendiendo aquí desde hace tres, le traje una buena psicóloga de la ciudad que está especializada en... ese tipo de traumas y ahora solo lo estoy esperando.

Seongji arqueó las cejas —Debió ser muy difícil para ti.

—Yo no importo —interrumpió —Esto no es sobre mi.

—Está bien, está bien —dijo la mayor, tratando de tranquilizar a su hijo con la pura voz —Ya verás que Jimin saldrá muy pronto. Será cuando esté listo —sonrió —Él es fuerte.

—Demasiado. Es la persona más fuerte que conozco.

Los dos asintieron casi en forma automática. Seongji, por lógica, no quería que la plática terminara ahí, estaba preocupada por el estado de su hijo y lo que conllevaba su salud tanto física como mental respecto al tiempo que llevaba sin estar con su pareja, principalmente por el lazo.

Los licántropos, una vez enlazados, se volvían —poco a poco— algo "dependientes" de su alfa u omega. Seongji no utilizaría esa palabra para referirse a esa necesidad de estar con tu pareja, pero era el término más común. A Jeongguk le estaba afectando demasiado el tiempo sin Jimin. El omega posiblemente estaría igual, pero con todo lo que llevaba en su espalda, tal vez ni lo sentía evidente. Tal vez sí, solo él y posiblemente Jeongguk lo sabían.

La omega pelinegra no quería que su hijo se sintiese ofendido si volviese a preguntar sobre su estado, pero insistió una vez más, esperando lo mejor.

—¿Has estado comiendo bien?

El alfa se había visto al espejo varios días antes, así que entendía muy bien la pregunta de su madre.

—Trato —sonrió, pero solo se formó una mueca —Má, ¿puedo pedirte un favor?

—El que sea.

—¿Puedo dormir aquí? —dijo destrozado, pero haciendo su mejor esfuerzo por sonar normal —Me quiebra estar solo en casa.

No vio necesario agregar que llevaba durmiendo en el sofá desde que Jimin se fue, eso solo le traería preocupaciones a su madre y regaños para él.

—Tu habitación sigue intacta, claro que puedes.

Iba a agradecer, pero Daehyun entró a la sala, con la espalda recta y el mentón en alto, como acostumbraba. Jeongguk no se inmutó. Lo miró casi con aburrimiento, pero saludó de todas formas.

—Papá —dijo secamente.

—Gguk —respondió el alfa mayor, pasando de largo a él, pero no a Seongji.

Dejó un beso en la frente de su esposa y caminó hacia la cocina, sin detenerse o girarse sobre sus tobillos antes.

—Ya no pueden seguir así, hijo —la omega se inclinó hacia el menor apenas la espalda de su alfa se perdió por el pasillo.

Si. Era verdad. Las cosas ya se habían salido de control. Esa "pelea" o lo que fuera que tuvieran los alfas ya había durado demasiado. Pero él no sería quién se disculpara primero. Jeongguk creía firmemente que él no había hecho absolutamente nada malo y que su padre era el único inmaduro en la ecuación.

—Hablaré con él más tarde —mintió, poniéndose de pie —Iré arriba ¿Sí?

—Primero a cenar. Ya está todo listo. Ve a preparar la mesa en lo que empiezo a servir.

Jeongguk no tenía hambre. Llevaba casi cuatro meses sin apetito, pero no pudo decirle que no a su madre. Asintió, acunó el rostro de su madre con la mano derecha y fue hasta el comedor, donde los tres platos estaban apilados a la par de vasos y cubiertos.

Recordó cuando tenía catorce y odiaba tener que poner la mesa. Cuando se excusaba diciendo que le dolían los brazos y las piernas a causa de su "desarrollo como alfa" y muchas veces terminaba saliéndose con la suya. Daehyun, sabiendo que era excusa era una vil mentira, le seguía el juego y él ponía la mesa en su lugar.

Luego vio la silla de cabecera, y recordó como si fuera ayer cuando tenía cuatro años y mordía como loco la pierna de pollo que su padre le daba de su plato. Cuando en su forma humana fingía ser un lobo y corriendo a cuatro patas y con la pieza de pollo entre sus dientes, rodeaba la mesa una y otra vez, como si estuviese loco. Recordaba los regaños de su madre por actuar como un salvaje y también las carcajadas que su padre pegaba en la silla al ver a su cachorro alfa fingiendo ser un cazador.

Jeongguk negó para sí mismo, luchando por no tener más recuerdos que lo terminaran deprimiendo más.

Cuando terminó, tomó asiento frente a su madre y a la derecha de su padre. Miró el filete de carne en su plato junto con la poca pasta a su derecha y no supo por dónde empezar. Tomó el tenedor y tomó una porción de pasta, para después devolverla al plato.

—¿Y Jimin? —preguntó Daehyun, mirándolo de reojo en lo que cortaba su filete de carne.

—Internado —respondió.

—¿Qué pasó?

Jeongguk se encogió de hombros —Lo de Taesung lo hizo recordar todo. Y digamos que nunca estuvo completamente...bien.

Daehyun llevó un trozo de carne a su boca —Jimin-ah odia los hospitales y las medicinas.

—Lo sé, pero al menos no está tomando medicamentos. Está recibiendo terapia psicológica muy seguido y la recomendación fue que se aísle al menos la primera parte del tratamiento.

El alfa canoso frunció el ceño —¿Hasta de ti?

—De mí, principalmente —dijo, jugando con la pasta —Necesita curar todo lo que tiene dentro y lo necesita hacer solo. Por el lazo sé que está tocando temas muy difíciles para él. No siempre lo bloquea pero..

—¿Lo bloqueas tú?

El alfa menor negó —No me atrevo.

—Come, hijo —dijo Seongji, señalando el plato del menor.

—Se recuperará pronto, Gguk —Daehyun intentó dar ánimos —¿Y los Kim lo saben?

—Si, solo ellos.

Daehyun asintió lentamente —Y... ¿Ayer lo fuiste a dejar?

Jeongguk negó lentamente, huyendo esta vez de los ojos de su padre.

—Ayer se cumplieron ciento veintinueve días.

Daehyun tosió levemente, golpeándose el pecho con la mano acunada —¡¿Y hasta ahora nos dices?! Jimin es como nuestra hijo.

—Fue precisamente por eso que no dije nada —respondió rápido —Me pidió que no le dijera nada a nadie. No quería preocuparlos de nuevo.

Daehyun negó —Pues no debiste hacerle caso.

—Hice lo que considero correcto.

El alfa mayor dejó caer el tenedor y el cuchillo sobre el plato —Tu omega lleva más de cien días internado ¿Crees que alguna vez has hecho algo correcto?

—¡DAEHYUN! —reprendió Seongji con rapidez, golpeando ambos puños sobre la mesa, provocando un sonido irritante al oído por el vidrio y los cubiertos al chocar entre ellos.

Jeongguk sintió tenso el estómago y separó su silla de la mesa tan fuerte como pudo.

—Se me quitó el hambre —dijo con la mandíbula tensa, mirando a su padre.

Sin más, caminó escaleras arriba, con cada zancada resonando furiosamente por el piso de madera. Apretó los puños y respiró pesadamente hasta que llegó al pasillo principal, donde, por su propio bien, regularizó su respiración para, al menos así, lograr tranquilizarse.

Cada metro cuadrado de la casa —como era de esperarse— traían consigo muchísimos recuerdos. Pero trató de reprimir cada uno de ellos, sin querer agregar más melancolía a su ya deprimido ser. Cuando cruzó la puerta blanca del fondo, notó que la habitación, tal y como dijo Seongji, estaba intacta a como la había dejado hace más de cinco años. La cama individual con el edredón color vino estaba pegada a la pared, el escritorio estaba en el rincón, también los periódicos que coleccionaba, seguramente ya con la tinta gastada.

Fue hasta la cama y se acostó, enfocándose solamente en turnar la vista del techo a la ventana. No supo si pasaron horas, minutos o segundos, porque el cielo azul marino, o prácticamente negro, siempre lucía igual. Mirar el abanico del techo era mil veces más interesante que ponerse a pensar en las palabras de su padre, también en las que Jimin le dijo antes de irse del pueblo.

Era más fácil ignorar el hecho de que todo a su alrededor se estaba desmoronando.

Que él se estaba desmoronando.

Se giró en la cama después de lo que parecieron horas y cerró los ojos cuando notó un leve aroma de nectarina en su almohada. Había olvidado que Jimin durmió ahí hace años, cuando salió del hospital después de que Yowon y Seokjin lo encontraran.

Hundió su cara en la almohada y se contuvo. No quería llorar. Ya era un alfa inútil, no quería serlo aún más.

—Jeongguk.

Todo pensamiento se esfumó de la mente del pelinegro cuando escuchó la voz de su papá. Se giró para mirarlo y tomó asiento. De una vez por todas tenía que terminar esa pelea estúpida y sin sentido con él.

—¿Mamá te mandó? —preguntó tranquilo.

El pelinegro canoso ladeó su cabeza con una ceja elevada, dándole a entender que tenía razón sin necesidad de asentir o de siquiera pronunciar una palabra.

Daehyun se dio paso a la habitación, ojeando los alrededores y por ende, llenándose de recuerdos.

—Siempre te ha gustado mucho el color vino ¿verdad? —preguntó incómodo, sin saber como iniciar la conversación que llevaba evitando durante mucho tiempo.

—Ajá —musitó, haciéndose a un lado, invitando a su padre a tomar asiento sin decir una palabra —Estar aquí me recordó cuando era niño.

Daehyun lo entendió y lo hizo, dándole un leve golpe a su hijo en el muslo.

—Eras un cachorro maldoso y muy travieso.

—Prefiero el término salvaje —soltó una sonrisa nasal.

A excepción de las juntas del consejo, eran pocas las veces que Daehyun y Jeongguk compartían un espacio juntos, al menos desde que el menor regresó a la ciudad. Ya estaban en septiembre, lo cual significaba que llevaba casi seis años de haber dejado de vivir en su casa. Casi seis años de dejar de verse a diario. Para el alfa menor, tener a su padre a su lado, en la habitación en la que antes vivía, era raro, inclusive incómodo.

Más, si comparaba los diferentes escenarios. Ahora estaban peleados, pero hacía al menos unos veinte años, en esa misma habitación, Daehyun contaba aventuras exageradas mientras Jeongguk lo escuchaba atónito, completamente crédulo.

Las peleas que tuvo, según él, contra catorce hipopótamos. La vez que salvó a Seongji de un coyote deforme, cuando le cortó la cabeza a cinco cocodrilos y miles y miles de historias ridículamente falsas que el cachorro pelinegro se creía por completo. Jeongguk recordó todas las veces que corrió directo a la habitación de sus padres, se lanzaba a la enorme cama y confrontaba a su madre para que le confirmara que las historias eran verdad. Ella siempre le siguió la corriente y hasta metía más acontecimientos extraordinarios a las narraciones para así ver como los ojos de su único hijo brillaban con emoción.

Pero no importaba qué tan increíbles fueran todas esas historias. Todas las noches que a Daehyun le tocaba arropar al cachorro, Jeongguk pedía que le contara la misma historia, una y otra vez.

—¿Recuerdas cuando me contabas cómo te hiciste supremo?

Daehyun ahogó una carcajada —Cómo olvidarlo. Siempre te inventaba cosas, pero esa era la única historia verdadera que te conté.

—Recuerdo todo eso.

—Siempre te creías todo. A Seon y a mí siempre nos divertía ver tus expresiones. Y todo eso para que me vieras como tu héroe.

—No necesitabas inventar, siempre lo has sido. —dijo con una sonrisilla —Me acuerdo cuando me hacía el dormido para que me dieras un beso en la frente.

El alfa mayor se giró hacia él —¿En serio?

—Ajá —asintió —Sabía que si te lo pedía me responderías que eso no debería pedir un hombre, menos un alfa.

—Oh —dijo con las cejas arqueadas —En ese entonces no te hubiese dicho eso. Eras un niño.

Jeongguk giró su cuerpo hacia su padre —¿Y si te pido un abrazo ahora? ¿Qué me dirías, papá?

Aunque al principio dijo eso para retarlo, dentro de él creció una esperanza, por más pequeña que fuera.

El mayor se quedó perplejo —No soy perfecto, Jeongguk —dijo en forma de regaño —Nadie te enseña a ser padre.

—Lo sé. Y no te estoy reclamando nada, en serio. Pero respóndeme, por favor. ¿Me lo darías?

Daehyun tragó en seco.

—Sí.

Apenas soltó el monosílabo, Jeongguk se lanzó a los brazos de su papá, como cuando tenía cinco años y se acercó demasiado a la flama, cómo cuando soñaba que un león lo perseguía o cómo cuando llegaba con las rodillas sangradas después de haberse raspado. Se refugió en los brazos de su padre y sintió un alivio inmenso cuando fue correspondido. Los brazos fuertes lo envolvieron con seguridad, de manera firme y sin titubear.

Jeongguk, a pesar de que necesitaba un abrazo con urgencia, no lloró. Por lo contrario, se tranquilizó con ese cariñoso acto, se envolvió en el calor de su héroe y permanecieron segundos así, en una posición incómoda, pero no menos memorable.

¿Debía hablar él primero? ¿Valía la pena ceder y perder el orgullo?

—Perdóname —dijeron al unísono.

Jeongguk se emocionó porque jamás había escuchado a su padre pronunciar esa palabra antes. Eso significaba que tampoco quería seguir viviendo así. Que a pesar de que Seongji lo había acorralado a hacer las paces, Daehyun quería volver a estar bien con él.

Ambos tenían lo que odiaban del otro: una personalidad orgullosa y egoísta. Jeongguk detestaba que su padre no le dirigiera la mirada, pero él tampoco se la dirigía. Daehyun aborrecía cada que su hijo no escuchaba sus razones, pero él tampoco las escuchaba.

Ambos sabían que si no daban su brazo a torcer, el otro no lo haría. Pero pensaron lo mismo, lo cual resultó en un escenario inverosímil.

—Perdóname por todo, papá —agregó el menor, cediendo por completo —No quiero que sigamos así.

—Yo tampoco —respondió Daehyun prácticamente avergonzado —Así me educaron, hijo. Estoy haciendo lo posible por cambiar, tu mamá me ayuda mucho.

—Está bien — asintió con una pequeña sonrisa.

—Lo que dije en la mesa es mentira. Eres un buen alfa.

El alivio de Jeongguk pareció esfumarse en ese mismo instante. Los más de cien días sin Jimin, el comentario acertado de su padre, su inutilidad como alfa, todo lo recordó.

—No estás equivocado papá. Últimamente no he hecho nada bien.

—No sé que decisiones ha tomado, pero lo que sí puedo decir es que el hecho de que Jimin no esté bien no significa que sea tu culpa. Si estás haciendo todo para ayudarla, es más que suficiente.

—¿Y lo de la ciudad?

—Sigo sin estar de acuerdo, pero ya no soy el supremo. Haz lo que mejor te parezca para todos.

A pesar de que no era la respuesta que esperaba, Jeongguk se sintió pleno. Con un dolor menos. Cómo si en su vida desmoronada, por fin hubiese algo firme y en buenas condiciones.

—Gracias papá, significa mucho. No te decepcionaré.

—Confío en eso —sonrió, provocando que sus ojos se apreciaran más pequeños de lo normal, algo raro en él.

—Papá.

—¿Sí?

—¿Por qué quieren tanto a Jimin? o ¿Por qué lo aceptaste en la manada? Nunca me lo has contado directamente.

Daehyun asintió, dándole la razón —Para contestarte eso, necesito regresar unos años. Ya debes saber quien es Sookha ¿cierto?

—La madre de Jimin, sí.

—Nosotros fuimos amigos de la infancia ¿Lo sabías? —Jeongguk negó, porque si es que lo sabía, no lo recordaba —Bueno; ella, Seungheon, Yowon y yo nos juntábamos desde cachorros. Luego tu madre se unió al grupo —sonrió —Las tres eran inseparables, pero conoces a tu madre, ella siempre se concentró más en mí que en sus amigos. Siempre le insistí en que saliera más con ellas, pero aunque las amaba, siempre prefería pasar tiempo conmigo, más cuando se acercaban las fechas para irme a la ciudad. Por ende, Yowon y Sookha tuvieron un lazo mucho más fuerte que el que ambas tenían con tu madre. Cuando Yowon encontró a Jimin-ah en el bosque pensó que se trataba de Sookha. Pensó que solo se había cortado el cabello. Nos avisó a nosotros tan rápido como pudo y lo llevamos al hospital para que la internaran por todas las heridas que tenían, hasta que nos dimos cuenta que no se trataba de ella, que era de hecho un hombre.

—¿Tan parecidos son?

—Dos gotas de agua. Parecería que Sookha se clonó y no que tuvo una hijo —rió por la nariz —Pero en fin, yo sabía que Jimin corría peligro y que posiblemente lo estuviesen buscando. También estaba la posibilidad de que tenerlo con nosotros podría ser una amenaza para el pueblo, pero no me atreví a negarlo, no cuando vi que tenía la misma cara de mi amiga de la infancia. Cuando salió del hospital por primera vez, vino y con lágrimas en los ojos me agradeció por la ayuda —negó para sí mismo —Cuando vi sus ojos, Jeongguk, no eran los de una jovencito. Eran los de un niño. Nunca nos ha dicho que pasó exactamente ese día, pero con solo verle las heridas en ese entonces, podías notar que quedó vivo de milagro. No sé bien que fue lo que vio, pero si lo sigue teniendo tan presente hasta el día de hoy, debió haber sido una tortura.

El menor negó para sí mismo —Cuando su madre se fue del pueblo,... ¿tú eras el supremo?

—No. Era tu abuela, que descanse en paz. Pero yo la ayudé a escapar, al igual que todo nuestro grupo.

—¿Por qué? —preguntó casi ofendido —Todo lo que se hubiese evitado...

—Sookha amaba a ese alfa.

El menor negó —Aun así.

—Si fueras un alfa normal y no tuvieras la responsabilidad del pueblo, ¿Tu no abandonarías todo con tal de tener una vida junto a Jimin?

Jeongguk se calló, porque sí lo haría. Una y mil veces, sin pensarlo dos veces.

—Conocí muy poco a Haejin —Daehyun continuó —Solo sé que lo hubiesen matado a él y a su familia si se iba de Haro. Sookha no tenía nada que perder aquí y por eso se fue con él. Y no volvimos a saber de ella. Claro, hasta después de veinte años que nos encontramos con su hijo moribundo y con la noticia de que ella, su alfa y sus otros tres hijos habían sido asesinados. Tu madre y yo lloramos noches enteras, pero nadie sufrió tanto como Yowon. Era doloroso verla así de destruida, pero la única forma en la que se sentía bien era cuidando a Jimin. Decía que, si no pudo proteger a Sookha, protegería a su hijo.

—Sé que Yowon adora a Jimin, pero no me imaginaba que fuera tan... así.

—Jimin estará bien, Jeongguk.

—No es justo, papá —negó con las cejas arqueadas —Jimin no merecía pasar por nada de eso.

—No es justo, pero no puedes hacer nada. Solo te queda protegerlo y atesorarlo por el resto de tus días —suspiró —¿Qué fue lo último que te dijeron en el hospital?

—Precisamente a eso iba. Me dejan marcar cada diez días —explicó —Bajaré para llamar y pedir informes. Ahora regreso

—¿Hablas con él?

—No —dijo poniéndose de pie —No he hablado con él desde ese día —señaló la puerta —No tardo.

—Claro. Ve.

El menor asintió sin ganas y salió de su antigua habitación rumbo a las escaleras, que bajó con lentitud mientras se estiraba levemente. La semana anterior que había llamado para informes le avisaron que el avance de Jimin ya era mucho más rápido que el del principio y que si todo seguía así, no llegaría al quinto mes internado, lo cual era una magnífica noticia.

¿Qué le dirían ahora?

Ansioso, fue hacia el teléfono fijo que se encontraba cerca de la sala y marcó el teléfono del hospital, que ya tenía memorizado.

El tono de espera se sintió eterno. El pelinegro intentó meterse las manos entre las hebras negras de su cabello, pero apretó uno de sus puños antes de siquiera levantar el brazo, contendiendo con pura fuerza de voluntad el nuevo tic que se había creado.

Hospital Canus —dijo una voz femenina tras la línea, sonando animada y demasiado optimista.

—Hola Wheein, habla Jeon. Hablo para informes.

Oh, Alfa Jeon, hola. Tratamos de comunicarnos a su casa, pero no contestaba. Jimin fue dado de alta hace unas horas.

—¡¿QUÉ?!

El grito espantó a Seongji, pero no mucho a Wheein, que ya se lo esperaba.

La omega pelinegra fue hasta donde estaba Jeongguk y lo jaló hacia abajo para poder escuchar también.

La psicóloga especialista Yongsun cree firmemente en que Jimin ya no necesita estar internado, seguirá con la terapia, pero solamente tres veces a la semana, tal vez y hasta solo dos sesiones. Se fue como a las cinco y media de tarde, más o menos.

Jeongguk y Seongji se miraron a los ojos para después sonreír ampliamente.

—¡Gracias Wheein!

No es nada, alfa Jeon —la castaña sonrió tras la línea —Nos vemos pronto, Jimin aún no termina el tratamiento, necesita venir los lunes, miércoles y viernes, dos horas de sesión aquí en el hospital.

—Ahí estará sin falta.

—Excelente, que tenga un lindo día.

Jeongguk no alcanzó a despedirse, tiró el teléfono y dio zancadas largas hacia la puerta, girándose hacia su madre.

—Tu avísale a papá y los Kim ¿Sí? Necesito ir a casa.

—¡Ve! ¡Ve! —dijo la omega, agitando los brazos —Yo me encargo.

El alfa asintió con una amplia sonrisa y salió por la puerta.

Corrió como nunca en dirección al bosque, donde lo omega lo esperaba en las puertas de su casa. Sentía sus pulmones arder con el paso de los largos segundos por la falta de ejercicio, pero no le importó. Ver a Jimin después de tanto tiempo valía completamente la pena, volver a tenerlo en sus brazos, escuchar su voz.

El lado derecho de su abdomen comenzó a arder por el esfuerzo y la velocidad que llevaba, pero al ver que se acercaba más y más a su casa, aceleraba más.

Más aún, cuando vio las luces prendidas.

Subió las escaleras de la entrada con habilidad y cuando abrió la puerta sintió un cosquilleo en su interior al verlo sonriente, poniéndose de pie. Sus maletas estaban a su lado y llevaba un pantalón de mezclilla con una camisa suelta color vino.

—Jimin... —Soltó el nombre en automático, y por primera vez después de mucho tiempo, lo hizo con alivio.

—Hola, Kookie —el albino sonrió con los ojos vidriosos —Regresé.

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