32 ; verdad y venganza IV (segunda parte)
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Primera y única advertencia
Injusto
"VEN AL TALLER"
"ES PARK JIMIN Y EL ALFA DE CANUS"
"ES PARK JIMIN Y EL ALFA DE CANUS"
"ES PARK JIMIN Y EL ALFA DE CANUS"
"ES PARK JIMIN Y EL ALFA DE CANUS"
"ES PARK JIMIN Y EL ALFA DE CANUS"
Hyunjin enterró sus uñas cortas en la parte trasera de su cabeza, tratando con todas sus fuerzas de ahogar el grito de dolor que moría por soltar. Se arañaba el cuello, apretaba su vientre abultado y encorvaba los dedos de los pies por la sensación de ahogo y dolor en toda la cara. El dolor se sentía como si un taladro se estuviese clavando justo en el inicio de la columna vertebral y bajaba hasta la punta de sus pies. Ni hablar de la cara, que cada golpe constante y seco que no estaba recibiendo se sentía cada vez más fuerte, certero y punzante.
"VEN"
Pero no importaba que tanto dolía. Ni que tanto punzaba. Ni que tanto quemaba. El hecho de que Taesung estuviese recibiendo esos horrendos golpes lo llenaba de satisfacción. Más porque venían del blanco del que tanto había escuchado. Al omega sin marcar que tuvo antes, al que sabía que le había arruinado la vida.
"SI NO VIENES VOY A MATAR A LOS CACHORROS FRENTE A TUS OJOS Y LUEGO TE MATARÉ"
Iba a morir de todos modos. Lo supo desde que Taesung mostró su verdadera cara, ese día de invierno, en el que lo golpeó y sometió por primera vez. Cuando sus ojos cálidos se volvieron dagas filosas listas para cortarlo una y otra vez. Desde ese maldito día, Hyunjin sabía que no le quedaba mucho tiempo de vida. Y el que le quedaba, sin duda sería un infierno.
"HYUNJIN VEN EN ESTE INSTANTE"
En el piso, agonizando de dolor, recordó a Changbin, el primer omega marcado de Taesung. El chico un año mayor que él quien falleció por causas desconocidas. Taesung no murió, pero se mostraba tan destrozado que todos los rumores que escuchaba en el pueblo de que fue él quien lo mató sonaban como disparates. Que ingenuo fue.
"Muérete"
Dijo el castaño por primera vez, sollozando en posición fetal en el suelo.
"VEN Y TE JURO QUE NO TE VUELVO A GOLPEAR, ESTA VEZ DE VERDAD"
Mierda. Pura mierda. Siempre le prometía lo mismo.
"MI AMOR, TU TAMBIÉN VAS A MORIR"
Sí, quiso contestar. Iba a morir. Si corría al taller a rescatarlo iba a morir a manos del alfa de Canus, de la blanca o como ya se lo esperaba, del mismísimo Taesung. Lo iba a matar y no lo iba a pensar dos veces porque sabía que no moriría con él, así como no murió después de sobrepasarse con los golpes que le dio a Changbin. Taesung era un alfa fuerte que soportaba varios lazos rotos y deshacerse de Hyunjin era pan comido.
Era un hecho que iba a morir si se quedaba tirado en alguna parte de la habitación, pero eso sonaba mejor que cualquier otra opción. Escuchar las súplicas del alfa en su cabeza era lo mejor. Como morir tranquilo, sin dolor y escuchando de fondo una canción preciosa.
"NUESTROS HIJOS SE VAN A MORIR HYUNJIN"
El castaño miró su vientre abultado, donde yacían dos cachorros condenados a sufrir. O dos cachorros alfas que, a pesar de que fuese su papá, lo tratarían como mierda y le harían la vida imposible por ser omega. Así como Taesung golpeaba a su mamá. Así como vivían la mayoría de los omegas.
Los cachorros que Hyunjin llevaba en su vientre, producto de una de las tantas violaciones que sufrió, no causaban nada en él. Los quería fuera de su cuerpo, fuera de su sistema y apenas nacieran, fuera de su vista. Lo bueno es que Taesung no sabía eso.
"Prométeme que nada le pasará a mis bebés"
Dijo mediante el lazo. Se arrastró por el piso con los ojos llenos de lágrimas, sin poder dejar de retorcerse en el proceso.
"TE LO PROMETO BEBÉ, EN EL PISO DEL PASILLO PRINCIPAL HAY UNA MADERA FALSA, JUSTO EN MEDIO. HAY UNA PISTOLA. VEN AL TALLER Y DISPÁRALE A LA PUTA LOCA QUE TENGO ENCIMA. VEN RÁPIDO Y TE JURO QUE TENDRÁS LA MEJOR VIDA JAMÁS VIVÍDA"
El castaño se arrastró con más fuerza y buscó desesperadamente esa madera falsa. Hasta que la halló, y como dijo, sacó una pistola negra que no tardó en meterla en su pantalón.
"La encontré. Ya voy. Aguanta"
A pesar de las lágrimas, sonrió. Bajó a rastras hasta el sótano escondido donde el alfa lo encerraba y torturaba cuando no hacía lo que quería. Cerró con la llave que tomó junto con la pistola y fue hasta la caja donde había pasado muchas horas encerrado como castigo.
"DATE PRISA, POR FAVOR. APRESÚRATE HYUNJIN"
Escuchó apenas metió el segundo pie a la caja. Tuvo dificultades en meterse por completo por el tamaño de su vientre, pero lo logró. Puso la tapa sobre él con dificultad por las lágrimas en sus ojos, quitó el seguro del arma y se apuntó en la frente.
"Mándale saludos a la blanca de mi parte, dile que se tardó. Nos vemos en el infierno, hijo de pu-"
No terminó de hablar por el lazo. Apretó el gatillo y se suicidó, llevándose con él la única esperanza que a Taesung le quedaba.
///
Jeongguk se las ingenió para no reaccionar, al menos no frente a su padre ni frente a Seungheon. Se mordió la lengua y después de un leve intercambio de palabras —y teorías— el menor caminó a casa.
Nervioso y con un hueco en el estómago, se regañó a sí mismo una y otra vez. En ningún momento se le pasó por la cabeza que Taesung pudiese estar enlazado. Y por lo visto a Jimin tampoco.
¿Dónde estaba ese tal Hyunjin? ¿Qué tanto sabe de esa noche? ¿Por qué no aparece?
Todas las incógnitas relacionadas con ese omega comenzaron a ponerlo neurótico. Se jaló el cabello hacia atrás, acelerando el paso hacia su casa y sin saber que hacer, le habló a su novio mediante el lazo.
"Algo pasó"
Dijo serio y prácticamente desesperado, pero enseguida se arrepintió. ¿Estaba bien decirle a Jimin lo que se acaba de enterar, en el estado en el que se encontraba? ¿Y si lo ponía peor? ¿Y si lo desquiciaba y terminaba yendo hacia el pueblo? No sabía si lo correcto era ocultarle esa información ya que fue partícipe de lo ocurrido, pero tal vez era lo mejor.
No sabía si esperar noticias, buscar respuestas por sí mismo, presionar a su padre o ponerse en contacto directamente con el habitante de Haro que tenía contacto con los demás pueblos, pero lo que sí sabía era que todas esas opciones tenían demasiados riesgos, y si algo salía mal o cometía el más pequeño error, se estaría poniendo la soga al cuello, y no solo a él, también a Jimin. Tal vez y hasta al pueblo entero.
Inhaló hasta que sus pulmones ardieron y cuando comenzó a subir las escaleras de su casa, notó que Jimin no contestó cuando le habló por el lazo.
Miró la luna en cuarto creciente en el cielo y sintiéndose peor que antes, entró a la casa. Lanzó las llaves al piso apenas la puerta se cerró y revisó el primer piso, sin rastro de su olor a nectarina, y sintiéndose frío, a pesar del calor que Junio trajo consigo.
—Jimin...
Susurró con miedo, mirando en cada rincón con una mueca, esperando lo peor. Sin resultados, subió al segundo piso, donde en su habitación aún se encontraba su cama destendida y la puerta del baño abierta. Miró la estancia, la pequeña sala que casi nunca usaban y de nuevo, subió ahora al tercer piso.
—¡JIMIN! —gritó, esperando respuesta.
Cuando llegó al final de la escalera, lo vio. Jimin, con el cabello goteando y con una bata negra que llegaba hasta la mitad de sus pantorrillas, estaba de espalda, parado frente a la ventana observando la luna medio iluminada.
Jeongguk dio unos pasos hacia adelante y se sentó en el piso, dejándose caer en el suelo de madera. Juntó ambas manos y las llevó a su rostro, sin dejar de mirarlo. Soltó un suspiro que hizo que sus ojos se volvieran llorosos, y no se movió por lo que parecieron horas.
Aunque fueron en realidad poco menos de diez minutos, el omega no notó al alfa tras él. Jeongguk podría hacer una fiesta en el primer y segundo piso y el albino ni lo notaría. Podían construir una casa, podría estar el pueblo entero cantando al unísono tras él, pero aún así, Jimin estaría tan metido en su cabeza que pareciera como si por largas horas dejara de existir.
Imágenes, pensamientos, recuerdos, gritos, arrepentimientos, todo y nada a la vez se reproducían en su cabeza, desde el primer hasta el último segundo del día.
El pelinegro, cansado, se puso de pie y caminó hacia él. Con cuidado lo tomó del hombro y se paró a su lado, mirando la luna también.
—¿Cómo te sientes? —preguntó, usando una voz que denotaba lo agotado (tanto mental como físicamente) que se sentía.
Jimin giró su cabeza para mirarlo, y cuando Jeongguk hizo lo mismo, se encogió de hombros.
—Igual —dijo el alfa, observando como Jimin se movía de su lado para caminar con pasos lentos a su habitación, donde se acostó de su lado, casi al ras de la cama, dándole la espalda a la puerta, donde el alfa lo miraba sin expresión.
Esperó algo, cualquier cosa, pero el peliblanco no se movió. Sin saber qué más hacer, fue hasta el baño. Se lavó la cara y los dientes, evitando a toda costa mirarse el espejo por lo avergonzado que se sentía de sí mismo. Pero al final, lo terminó haciendo. Las ojeras, producto de las malas noches, estaban más marcadas y rojizas que nunca. Sus ojos cansados, sus labios secos, su piel prácticamente agrietada, lo hacían lucir como un desastre andando. La falta de comida y ejercicio, sumado a las malas horas de sueño y la constante angustia con la que vivía ya le estaban cobrando factura. Y una bastante fea.
Cerró las manos y apretó tanto sus dos puños que sus venas comenzaron a saltarse desde su antebrazo. Se contuvo para no golpear ni el lavabo ni mucho menos el espejo, y cansado, subió un piso y se recostó junto a Jimin, que parecía que ya estaba durmiendo.
Miró el charco que se formó en la sábana por la humedad del cabello de su novio y negó para sí mismo. Pensó en despertarlo y llevarlo al baño para secarle el cabello empapado, pero decidió no hacerlo, mejor tapó a ambos con una ligera sábana y se recostó de lado, observando la espalda del omega y escuchando su respiración leve y pausada. La sincronizó con la suya y por más que luchó por quedarse despierto, el cansancio lo derrotó.
///
A las tres en punto de la mañana, Jeongguk abrió sus ojos. Los gritos de Jimin no lo despertaron esta vez, tampoco lo hizo algún ruido o movimiento, fue el frío o hasta la mera costumbre.
Harto, se jaloneó la cara y se giró, para encontrarse con la cama vacía. El sueño, la pereza, el cansancio se fueron de golpe, a la par que el alfa saltaba de la cama en milésimas de segundo. Observó que todo estaba en completa obscuridad y con una rapidez —que olvidaba que tenía— se metió al baño y abrió de golpe la cortina que cubría la tina. Al percatarse que, al igual que la habitación, estaba vacía, bajó. Revisó su habitación, y de nuevo, al encontrarla vacía, bajó un piso más.
Atravesó la sala y paró en seco cuando lo encontró.
El omega estaba en la cocina, de pie frente al fregadero con un vaso de vidrio transparente en la mano. La llave estaba abierta y el agua se desbordaba del vaso, pero el omega estaba con la mirada perdida en la nada. Jeongguk ni siquiera podía asegurar en qué dirección estaba mirando.
Entonces, el alfa, con zancadas largas y rápidas, prácticamente trotó hacia la cocina. Esquivó la isla en el centro y cerró la llave de golpe, conteniendo las ganas de romper a llorar ahí mismo a causa de la desesperación y el estrés al que llevaba sometido la última semana.
El albino, al notar que su mano había dejado de recibir el impacto del chorro de agua, se giró a su derecha, donde el pelinegro miraba hacia la nada.
—Perdón si te desperté —dijo por lo bajo.
Dejó el vaso a un lado y lo pasó de largo, dirigiéndose a las escaleras.
—Ya no puedo, Jimin.
Jeongguk seguía en la misma posición. Junto al fregadero, con la mano en el grifo y los ojos vidriosos apuntando hacia la nada.
No supo que le dolió más, si ver a Jimin actuando como muerto en vida, o el hecho de que siguió escuchando los pasos de su novio subiendo las escaleras, ignorándolo, como llevaba haciendo casi dos semanas.
Con los hombros caídos se dio media vuelta y subió las escaleras, siguiendo el paso lento del albino casi fantasmal hacia su habitación. Antes de que se pudiera acostar, Jeongguk lo tomó por los hombros de forma delicada y se lo impidió.
—Háblame —pidió desesperado.
—Estás cansado —respondió con los ojos igual de hinchados y las ojeras igual de notorias que las de él —Ve a dormir.
—Ya no puedo dormir, ¡Mírate! —lo soltó. Se puso de pie y lo señaló con ambos brazos —Estás ido, estás distante, estás extraño ¡Tú no eres así!
—Estoy bien.
—¡NO! —gritó —Llevas así desde esa noche, y ya no puedo estar tranquilo. Necesito tenerte a la vista, vivo con el miedo de dejarte solo porque me aterra que te mates.
—No lo haré —respondió rápido.
—No te creo.
—No me creas.
—¿Qué te pasa? —el alfa se arrodilló frente a él muy cerca de sus piernas medio descubiertas —Dime, por favor.
—No sé... —dijo, con los ojos entrecerrados —No puedo explicar la forma en la que me siento.
—Trata —pidió —No quiero presionarte amor, pero esto ya fue demasiado lejos. Mírate. Mírame. Estos no somos nosotros. Así que trata, si no me hablas no te podré ayudar.
Jimin respiró hondo para no romper a llorar todo lo que se había aguantado. No era lo mismo pensar, recordar, imaginar que tener que hacerlo realidad y un hecho convirtiendo todo el palabras.
Hablar sobre lo que le seguía atormentando hasta ese día, no hacía que sus pesadillas ni que sus miedos se esfumaran, pero al menos haría que Jeongguk se sintiese más tranquilo. Entonces, lo haría por él.
—A nadie le gusta lo diferente —empezó a hablar, sin tener el coraje de mirar a Jeongguk a los ojos —Por al menos no cuando se sienten intimidados o cuando esa diferencia no les favorece.
El alfa frunció el entrecejo, pero no dijo nada.
—Todo este tiempo he estado repitiendo los recuerdos que tengo con mi familia una y otra vez y realmente no puedo recordar, no puedo encontrar algo malo. Nunca le hicimos daño a nadie. Mi padre fue el alfa más bueno que conocí jamás. Mi madre era cariñosa, una excelente persona. TaeHee tenía diez años cuando la mataron y lo peor que hizo fue rayar la pared cuando era una bebé. Youngmin quería ser médico y salvar tantas vidas pudiera y Bogum, mi hermano mayor era mi todo, Jeongguk.
Juntó sus manos en el centro de su frente y se permitió soltar las primeras lágrimas, ocultando su rostro como si fuera un cachorro avergonzado. Se quedó sin aliento, le dolió el pecho, le dolió la garganta, y cuando se tranquilizó, todo empeoró al ver a su novio llorar frente a él. Entonces lloró más, porque recordó que había arrastrado a un buen hombre a su mierda. A sus problemas, a su verdadero ser.
—Es tan injusto —dijo entre lágrimas —Nunca le hicimos daño a nadie. Todos nos temían sin razón, nos intentaban apalear, nos amenazaban. Cuando los mataron a todos, nadie hizo nada para evitarlo. Taesung no necesitó cerrar la puerta ni tapar las ventanas ¿Puedes creerlo? Alegrarse y festejar la muerte de niños, de personas en general. —negó para sí mismo —Nadie nos quería ahí.
Jeongguk negó y apretó la mandíbula y los puños del coraje y de la impotencia.
—Estuve por lo menos un mes encadenado junto a los cadáveres de mi familia. ¿Y por qué? Porque a nadie le gusta lo diferente. Porque el mundo es muy injusto.
—Amor... —soltó el alfa en automático, secando las lágrimas de su novio frente a él.
—Sus palabras resuenan en mi mente. Y no puedo callarlas.
El alfa negó —No dejes que ese maldito asesino tenga control sobre ti.
Jimin dio un respingo.
—Pero yo también soy un asesino.
Jeongguk, de inmediato se arrepintió de las palabras que soltó.
—Maté a cuatro personas. Me vengué, los destrocé, los maté, lo disfruté, pero esto no se va, Gguk —golpeó su pecho, una y otra vez, con las lágrimas mojando la tela que cubría su regazo —Éste hueco, éste agujero negro que me absorbe, que me consume, sigue aquí. Y sus palabras resuenan en mi interior porque tenía razón. Maté a todos, pero mi familia y mi bebé, todos, siguen muertos.
Jeongguk se calló. Selló sus labios y negó sutilmente para sí mismo. Jimin tenía razón, Taesung, desgraciadamente también tenía razón. La venganza que cobró no le trajo la vida a nadie, pero él, iluso e idiota, creyó que si lo hacía, si Jimin mataba a Taesung con sus propias manos en venganza, él volvería a estar tranquilo, que sería más como él, un omega sonriente que canta canciones aunque no se sepa la letra, el cariñoso, el mimado, el retador, el fuerte.
Pero no. Jimin cambió desde el primer segundo en que pisó la cara de su agresor. Ahora era un omega vivo con un alma muerta. Seguía igual o peor de destrozado. Estaba sonámbulo, perdido en sus recuerdos y con un coraje en su interior imposible de ignorar.
¿Qué podía decirle en realidad? ¿Qué palabras necesitaba pronunciar para que Jimin pudiese volver a ser el mismo de antes?
Ninguna, lo sabía perfectamente.
O al menos ninguna palabra proveniente de él.
—Jimin, necesitas ir de nuevo a terapia.
El omega dejó de mirar a la nada para enfocar su vista en el pelinegro, que lo miraba desde abajo con las cejas arqueadas y los ojos vidriosos.
—No acabas de decirme eso —dijo a la par que negaba y liberaba el lazo de golpe, demostrándole a su novio lo ofendido, herido y enojado que se sentía. Jeongguk no se inmutó.
—Me mata verte así —dijo en respuesta, poniéndose nuevamente de pie —Traeré al mejor psicólogo y al mejor psiquiatra o te llevaré hasta la ciudad, moveré cielo y tierra, pero por favor ve.
Jimin apretó los dientes.
—Gguk.
—Hazlo por ti —pidió el más alto.
—No.
—¡Jimin! ¡Por favor! Hazlo por tus padres, por tus hermanos, por tu bebé.
—¡¿Para qué?! —gritó, poniéndose de pie también — ¡Están muertos! ¡Y van a seguir así para siempre! Todos los días voy a abrir los ojos y recordaré que mi sangre está bajo tierra y que no pude hacer nada para evitarlo.
—¡ENTONCES HAZLO POR MI! —Jeongguk gritó. Fuerte, herido, pero principalmente asustado. Sus hombros se decayeron en automático, dejó de mirar a cualquier parte de la habitación y se giró hacia su novio, mirándolo a los ojos.
Jimin se congeló y tragó en seco.
—Quiero que lo hagas y lo decidas por ti mismo pero si no puedes entonces hazlo por mi— Observó al omega hacer un puchero —Yo sigo aquí, amor. Y no me voy a ir.
—Jeongguk, por favor no me pidas eso.
—Nos queda mucho tiempo juntos pero no podemos vivirlo así. No puedes rendirte ahora, apenas estamos empezando.
—No me pi-
—Te amo. Por favor piensa en mí también. Hazlo por mi.
Jimin soltó un sollozo, ocultando la cara entre sus manos —No puedo. No pue-
—Claro que puedes, yo mismo te voy a llevar —dijo, caminando hacia el clóset y abriendo las puertas para inspeccionar la ropa —Y no es pregunta.
Por el tono de voz del alfa y el sonido de las puertas de su armario, el albina se tensó.
—No me puedes obligar. No lo harías.
—No quiero hacerlo de esta manera, pero no me dejas otra opción. Espero y puedas perdonarme.
—No te lo voy a perdonar.
El alfa respiró hondo y apretó la garganta.
—Haz tus maletas y prepárate para internarte en el hospital.
A Jeongguk se le hizo chiquito el corazón al escuchar a su novio sollozar mientras se agachaba para tomar una maleta.
—Recuerda que es por tu bien, mi amor —dijo, casi excusándose por usar la voz.
—Lo haces por ti, no por mi.
Jeongguk negó, sin atreverse a mirarlo —Sabes que no.
—Mentira. Lo haces porque no te he dado atención.
El alfa negó para sí mismo. Parecía que lo que más temía estaba a punto de pasar. Jimin furioso, sometido, soltando palabras hirientes y espantosas. Unas que tal vez eran mentira o unas que simplemente se guardaba. La furia le quitaba ese filtro de la garganta y lo único que podía hacer era escucharlas, no tomarlas de manera personal y soportarlas, porque sabía perfectamente que se las merecía.
—Lo hago porque te amo —dijo, doblando una prenda de ropa.
—Lo haces por egoísta —Soltó con furia el omega, arrodillado en el piso, doblando ropa al azar que sacaba de sus cajones —Solo quieres tener la conciencia tranquila y piensas que lo estás haciendo bien al encerrarme en el hospital. Pero solo te estás deshaciendo de mi.
—Claro que no.
—Claro que sí —dijo, tratando de deshacer el puchero que se formaba en sus labios. Jeongguk no podía ignorar lo aterrado que Jimin se sentía —Estás haciendo lo que todos. Cuando ya no me soportan me abandonan.
—Mentira.
—Yo no soy un mentiroso, tú sí. Eres egoísta, nunca has hecho algo por alguien a menos que tú salgas beneficiado de eso. Tú eres el mentiroso porque dices que amas pero me sometes. Te digo lo que quiero y me obligas a hacer otra cosa. Eres como todos los alfas ojetes que conozco. Solo falta que me ordenes que me calle, y si lo haces, estaría de todo menos sorprendido. Eres un maldito egoísta y dominante. Y un hijo de...
No terminó, el sollozo y el nudo en la garganta se lo impidieron. Aventó la ropa a la maleta con fuerza, dando a entender lo furioso que estaba.
Tomó el espejo de uno de los cajones y lo estrelló al piso. Jeongguk se sobresaltó por el estruendo, y más cuando el albino tomó los trozos con fuerza y los arrojó a la maleta también, comenzando a sangrar en el proceso.
—¡Jimin! —gritó al ver la sangre resbalar por sus brazos, ensuciando la ropa.
El alfa intentó acercarse para ayudarlo, pero Jimin retrocedió.
—¡NO ME TOQUES! —gritó aún llorando, tensándose al verlo cerca. No duró quieto ni dos segundos, y antes de que pudiera reaccionar, volvió a las maletas, acatando la orden de su alfa.
Jeongguk se quedó paralizado, sintiéndose como si fuera un violador, o igual a los alfas que habían abusado de Jimin. Con miedo, siguió haciendo las maletas de su novio, sintiendo el terror y la humillación como si fuera propia.
Esperaba que las palabras de Jimin fueran mentiras. Horribles y espantosas mentiras, porque no sabría qué hacer si esas palabras resultaban ser la verdadera imagen que Jimin tenía sobre él.
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