32 ; verdad y venganza IV (primera parte)
Omega
Jeongguk despertó a las nueve y diez de la mañana, a pesar de haberse desvelado la noche anterior. Su reloj biológico de una forma u otra, sin importar la hora en que dormía, terminaba levantándolo temprano. No despertó a las cinco como acostumbraba, pero si cuando el sol llevaba algo de tiempo afuera.
Se removió entre las sábanas e hizo una mueca al sentir la constante punzada en su abdomen, entonces ahí lo recordó todo. Miró su mano derecha y confirmó lo ocurrido cuando la vio morada y al moverla por inercia, la sintió adolorida.
—Jimin...—murmuró somnoliento.
Se giró a su izquierda con ambos ojos cerrados. Espero la respuesta del albino, pero el silencio sepulcral no terminó. Supuso que estaba dormido, pero al extender su brazo para intentar abrazarlo, se topó con las sábanas frías. Por el cansancio y la falta de cordura por estar recién levantado, Jeongguk tardó en procesar que Jimin no estaba a su lado.
Extrañado, abrió los ojos y observó las sábanas, que estaban demasiado lisas. La almohada lucía esponjosa y al acercarse a ella notó que tenía el olor tenue de su novio. Uno de hacía varios días.
Con un mal sabor de boca y un repentino vacío en su estómago, el pelinegro se puso de pie. El dolor de su abdomen empeoró al moverse, pero el alfa estaba tan desesperado, que lo ignoró.
—¿Jimin?—preguntó al aire, con el tono de voz elevado.
No hubo respuesta.
Caminó hacia el baño y lo vio exactamente como lo dejó la madrugada anterior. Entonces bajó a la sala y no la halló. Fue a la cocina, a la sala, a su estudio y nada.
—¡JIMIN! —insistió.
El pánico se manifestó con la respiración agitada y con náuseas. Sintió la bilis en la garganta y los sentimientos de miedo e incertidumbre comenzaron a hacer estragos en su cordura. Sin importarle sus heridas y cualquier tipo de dolor, Jeongguk corrió a las escaleras y se jaló el cabello por la desesperación.
Jimin le había dicho que en sus planes siempre estuvo el quitarse la vida una vez que se la hubiese arrebatado a Taesung. Y si lo había hecho apenas unas horas antes, la verdad es que dudaba que el omega se hubiese detenido a pensar en otra cosa que no fuese cumplir su plan inicial.
Jeongguk tenía miedo de buscar, porque no quería encontrarse con el cuerpo sin vida de su novio en cualquier rincón de la casa. Pero no tenía opción.
Corrió a las escaleras y entró a la recámara del albino, donde observó la cama bien tendida y la ventana cerrada como siempre. Entró al baño de su habitación y sintió un cosquilleo en toda su columna cuando vio agua rojiza en el piso, casi anaranjada. Abrió la cortina de la bañera y perdió color cuando vio a Jimin ahí metido, con los ojos vacíos y con el agua roja llegándole al cuello.
Tan rápido como pudo, se arrodilló frente a la tina y con la respiración agitada revisó un brazo del omega. Su piel estaba arrugada y con una textura extraña, pero fuera de eso, no tenía ningún daño.
Entonces el albina giró su cabeza hacia él con lentitud. Jeongguk hubiese dicho que lo hizo con parsimonia, pero lo vacía que lucía su mirada era suficiente para entender que tenía todo menos calma.
—¿Me hablaste?—soltó el peliblanco con una voz tan tenue, que el alfa pudo escucharla solamente porque estaba demasiado cerca de su cara.
Pero el pelinegro lo ignoró. Revisó su otro brazo, y no supo si suspirar de alivio o no al estar seguro de que estaba intacto.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí?—preguntó tosco, revisando la cara interna de su brazo, sosteniéndolo más fuerte de lo que quería o pensaba que hacía.
Jimin sacó la mano del agua, y después de observar las arrugas en ella, se giró al alfa, que lo miraba preocupado, enojado y muy asustado.
—Ve a dormir... —pidió con los ojos entrecerrados, mientras su espalda resbalaba más en la tina, y por ende, se sumergía más en el agua —...Te acabas de acostar.
Jeongguk lo levantó y lo ayudó a sentarse, al menos hasta que el agua le llegó un poco menos de la mitad de su pecho.
—Ya es de mañana —dijo con las facciones endurecidas.
El peliblanco, somnoliento, entrecerró los ojos y frunció el entrecejo.
—Oh ¿en serio? —preguntó, mirando los azulejos color celeste frente a él —Lo siento.
El alfa soltó un suspiro que Jimin ni siquiera notó. No sabía si sentirse aliviado de que estaba vivo o preocuparse porque su novio llevaba por lo menos unas cinco horas ahí metido.
—¿Estás aquí desde que me curaste? —tocó el agua helada y anaranjada de la tina —¿Te hiciste daño en el bosque o te lo hiciste solo?
El omega miró el agua bajo él, bajando la cabeza con lentitud y procesando lo que su novio acababa de decir.
—No es mi sangre —aclaró, sin girarse a mirarlo.
Entonces Jeongguk recordó la piel blanca de Jimin salpicada de rojo por todas partes, especialmente las pantorrillas y por debajo del pecho.
—Oh —soltó casi en automático, asintiendo para sí mismo y sacando la mano del agua.
El omega asintió también. Siguió mirando los azulejos, pero por el rabillo del ojo se percató que su novio tomó asiento en el retrete y se peinó el cabello negro hacía atrás, como si no tuviera dolor en su mano derecha.
Por un lado, Jimin quería hablar con él pero ¿Qué le diría? No sabía que era exactamente lo que sentía. No sabía que palabras usar, que gestos hacer, nada. Se sentía vacío y completamente agotado y aunque quería sacar de su interior y compartir con su novio todo aquello que lo estaba destrozando por dentro, simplemente no pudo. Jeongguk no merecía escuchar solamente palabras malas y tristes, mucho menos después de todo lo que hizo por él.
Pero lo intentó. Empezó por algo.
—¿Lo viste? —preguntó prácticamente al aire, ladeando la cabeza y cerrando los ojos, reviviendo todas las imágenes en su cabeza.
—¿Qué cosa?
—Lo maté —dijo con una voz ligeramente más grave —Le hice lo mismo que él le hizo a mi bebé.
Esas palabras lograron que Jeongguk, por un segundo, imaginara el escenario que Jimin vivió ese día. Si él, sintió asco y miedo a ver la cabeza reventada del alfa, no se imaginaba las mil emociones que Jimin sintió al ver a su bebé recién nacido ser destrozado a centímetros de él. Aún unido a él por el cordón umbilical. Completamente adolorido, drogado e impotente.
—Si —respondió, sin atreverse a mirarlo —Lo sé, mi amor.
El omega no sonrió, ni hizo gesto alguno. Observó el agua, y de una vez por todas, quitó el tapón del fondo.
Jeongguk se giró a mirar apenas escuchó como el agua se iba por el resumidero. Observó el pequeño espiral que se formaba al ir bajando e ignoró la desnudez de su novio por puro respeto. Lo miró a la cara y se sorprendió —y asustó— al verlo con lágrimas resbalando por sus mejillas, que por alguna razón se diferenciaban de la humedad que ya tenía su cuerpo entero.
Regresó a apoyarse en sus rodillas y consternado, llevó un mechón húmedo de cabello blanco tras su oreja.
—¿Qué piensas, Jimin? —preguntó con una voz suave, sin saber cómo poder ayudarla.
La respuesta, como ya se esperaba, tardó en llegar.
El albino estaba sumido completamente en observar el agua.
Mirar como poco a poco sus piernas —aún con sangre seca— se asomaban de entre el agua rojiza, hasta que no quedó más.
—...En que estoy muy arrepentido.
Jeongguk frunció el entrecejo —¿De qué, exactamente?
El alfa, tratando de no romper el contacto visual, abrió la llave para llenar la bañera de nuevo. Tocó el chorro de agua para asegurarse de que estuviese caliente.
—No le dije nada —Jimin respondió sincera —Quería por lo menos maldecirlo. No lo violé, tampoco le corté la cabeza ni lo envenené, ni l...
Jeongguk se dejó de mover.
—...Le reventaste la cabeza.
Lo hiciste mierda, pensó.
Jimin negó —Pero lo hice rápido.
—Amor...
Y ahí estaba de nuevo. Los ojos cortantes y gélidos del albino se posaron en los suyos, y casi en automático, el alfa sintió como si un cubo de hielo recorriera todo lo largo de su espalda.
—A mí me tuvo sometido y secuestrado por casi dos años. Mató de mi familia de manera lenta —escupió las palabras sin el más mínimo gesto en su cara —Debió sufrir más.
Jeongguk miró a Jimin de una forma en la que realmente no lo quería mirar. Como a un extraño, con miedo, con todos esas emociones confusas y desagradables que en serio no quería sentir. Agradeció que el peliblanco tuviese bloqueado el lazo y por su bien, cortó el contacto visual y recordó sus momentos favoritos con él para distraerse. Repitió en su cabeza la escena de su primer beso, luego el de ellos tomando cerveza y cantando en la sala a todo pulmón. Cerró la llave cuando la bañera se llenó lo suficiente y —aun evitando a toda costa el contacto visual— tomó el jabón entre sus manos para hacer espuma y comenzar a ayudarlo a lavar sus piernas.
Jimin notó la actitud del alfa en segundos, el lazo no era ni siquiera necesario.
—Está bien si no quieres estar aquí —dijo mirándolo. Usó una voz tranquila, pero el alfa estaba sumido en sus pensamientos, tallando con mucha fuerza la sangre seca cerca de su tobillo.
—Tállate bien el cabello, amor —interrumpió, tomando el champú con la mano resbalosa y pasándoselo por encima —También tienes sangre seca ahí.
—Puedo tallarme yo solo.
El alfa la soltó apenas Jimin terminó de hablar. Levantó las manos junto a su cabeza de forma rápida y brusca, haciendo que el agua jabonosa salpicara por todas partes, en especial el bote de champú, que cayó exactamente en la rodilla de su novio. Los ojos de Jeongguk estaban abiertos de par y par y su respiración se volvió pesada, como si hubiese aguantado la respiración por dos minutos.
—Perdóname —dijo arrepentido y con la voz grave, mirando a todas partes sin saber que hacer —Lo siento, de verdad.
Desde que Jimin se sinceró, cada que lo tocaba, Jeongguk avisaba o preguntaba antes, sabiendo lo sensible que a veces el omega podía ser referente a sus traumas. Esta vez, por pura desesperación y por estar sumido a sus pensamientos, lo hizo sin permiso. Ahora es cuando debía ser más cuidadoso que nunca, cuando debía tocarlo con más delicadeza que nunca, cuando debía pensar y hacer sus acciones con más cautela que nunca. Miró hacia abajo y se sintió peor al ver la piel rojiza cerca de su tobillo, justo donde había tallado.
—Jimin... —balbuceó.
—Está bien —dijo el omega de forma tranquila —Contigo es diferente, lo sabes.
—¿Me puedo quedar? —preguntó por sí solo.
Asumía que no merecía seguir ahí, menos después de lo que hizo, pero estaba tan preocupado que no pensó demasiado en eso. No quería dejarla solo por muchas razones, principalmente porque temía que Jimin se sintiese abandonado. Que se sintiese solo, como tanto odiaba.
El omega asintió levemente y no volvió a dirigirle la mirada al pelinegro. Sintiendo un dolor raro en la piel, como si ésta se estuviese quebrando, prosiguió con su ducha. Talló su cabello, rascó la sangre seca y difícil de quitar de sus pantorrillas y de su pecho y por fin, después de poco más de cinco horas, se puso de pie. Jeongguk, con cuidado e ignorando las punzadas en su mano, envolvió a su novio en una toalla.
Como lo hizo en su celo, lo sentó en el retrete y con su propia toalla secó el cabello blanco y enmarañado de Jimin, que miraba al piso, dejándose hacer.
—Jeongguk —dijo con la mirada clavada en sus piernas.
—Dime...
—¿Tú crees que mi familia ya está descansando?
Sin duda, Jeongguk no se esperaba esa pregunta en lo absoluto. Con el ceño levemente fruncido, quitó la toalla de su cabeza y tomó el cepillo enorme y anti-nudos del gabinete a su derecha.
—Creo que siempre han estado descansando, Mimi —dijo con lentitud, pasando el peine entre las hebras de su cabello —...Tal vez es tu turno de estar tranquilo.
Dejó un suave beso en su coronilla y Jimin siguió con la mirada gacha, sin ganas de responder. Los ojos grises estaban clavados en las rodillas de Jeongguk, que frente a él, cepillaba de manera suave su cabello seco y maltratado. Dejó que el alfa hiciera todo, se puso la ropa que le llevó y después de que le secara el cabello, se acostó.
No tenía sueño, pero el cansancio y la pura experiencia de hacía unas horas, prácticamente lo noquearon.
El pelinegro regresó a la cama con una bolsa de hielo sobre la mano y con un dolor constante en su abdomen, pero ningún dolor se le comparaba al que sintió en el pecho cuando pocos minutos después Jimin gritó a causa de las pesadillas que acababan de volver.
Cuando notó que ni su olor, ni sus feromonas lo pudieron tranquilizar del todo, supo que seguramente nada volvería a ser lo mismo.
///
Diez días pasaron. Para Jeongguk se sintieron como un mes entero, pero para Jimin se fueron en un parpadeo, por no decir que ni siquiera lo notó. Ese viernes el alfa desayunó en compañía del peliblanco, como ya era costumbre. Lo que no era como siempre, eran sus actitudes; principalmente la de Jimin. El omega estaba corto de palabras. Ido, extraño.
Habían compartido tal vez unas treinta palabras en casi dos semanas, y ni un abrazo, ni siquiera un beso.
Desayunaban, comían, cenaban juntos en un silencio sepulcral y cuando terminaban, el peliblanco se sumía en mirar a la ventana o en tirarse a la cama o al sillón durante horas y horas. No iba al bosque, al pueblo. Ni siquiera salía a tomar el sol o el aire. Cada que se duchaba, el alfa fingía doblar ropa, tender la cama o algo que lo mantuviera prácticamente pegado a la puerta. Hacía en la isla de la cocina lo que acostumbra a hacer en su escritorio.
Siempre lo mantenía a la vista, todo por miedo.
Tenía pánico de dejarlo solo y que su novio terminase desangrado, colgado, intoxicado; muerto.
Pero no podía mantenerlo así todo el tiempo, en algún punto tendría que salir de casa, dejarlo sola, porque tenía responsabilidades como el alfa de la manada. Y ese día, ese viernes, tenía que salir. Aprovechó que su mano ya estaba completamente curada y salió en dirección a casa de los Min, para hablar con el alfa sobre el patrullaje en las noches y de una forma u otra, aplazar los días en los que a él le tocaban vigilar, al menos hasta que su situación con Jimin se apaciguara.
El omega no le dio importancia a la ausencia de su novio. Esa tarde estuvo sentada en la sala con los ojos entrecerrados, observando a la nada. Se levantó para ir a su habitación para acostarse, pero en medio del trayecto hacia la escalera el timbre resonó. El albino lo notó hasta el tercer toque, y luciendo cansado, fue a abrir la puerta.
—Buenas tardes, Jimin-ah.
Daehyun y Seungheon la observaron cautelosos, sin saber leer sus expresiones.
—¿Podemos pasar?
El omega parpadeó varias veces —Perdonen, claro que si, adelante —dijo en un murmullo, haciéndose a un lado.
Los alfas mayores asintieron con una sonrisa sin mostrar los dientes y pasaron a la casa a pasos lentos, esperando a que Jimin los guiara en el interior. Él señaló la sala y los tres caminaron hacia los sofás.
—Jeongguk no debe tardar —avisó, sin tomar asiento —¿Les ofrezco algo? Agua, café...
—No gracias —dijo Daehyun, descansado una pierna sobre su rodilla —De hecho venimos a hablar contigo.
—Oh, los escucho —se sentó en el sofá frente a ellos y los miró sin expresión.
—Queríamos que tú antes que nadie supiera. Esta noticia la diremos en el consejo, una vez que Jeongguk apruebe la junta.
—¿Está bien? —dijo en respuesta, sin saber que exactamente que tono usar o exactamente que decir —¿Qué pasa?
—Taesung falleció.
Jimin suponía que venían a eso, era más que obvio. Pero "¿Qué tanto sabían?" era la incógnita principal.
Seungheon miró a Daehyun, sin saber cómo interpretar el silencio del omega frente a ellos. El pelinegro le regresó la misma mirada de incertidumbre y pasados unos cuantos segundos llenos de incomodidad, el castaño habló.
—Al parecer él y JinYoung, su mano derecha...
—Lo conozco —interrumpió el omega. Daehyun apretó los labios, afirmando las sospechas que tenía sobre JinYoung como uno de sus abusadores.
—Supusimos eso —respondió algo cabizbajo —Dicen que los dos pelearon muy fuerte y terminaron matándose a golpes.
Jimin no hizo ninguna expresión física, mucho menos facial, pero en sus adentros su cara se deformó en una mueca. Esperaba que no se mencionara el supuesto suicidio de JinYoung, pero ¿Quién omitió ese hecho? ¿Daehyun y Seungheon se lo estaban ocultando a él? ¿O fue eso lo que les dijeron en Haro?
¿Quién estaba mintiendo?
—¿Cuándo pasó eso? —preguntó serio, actuando como si él no fuese quien le reventó la cabeza noches atrás.
Daehyun negó —No lo sabemos exactamente. Pero queremos que te sientas tranquilo. Él no volverá, ni podrá hacerte daño.
—Más daño —interrumpió de nuevo, agregando la palabra que Daehyun omitió por ser prudente.
—Sí... más daño.
Seungheon tronó los huesos de su mano izquierda, y con un tono de voz más bajo de lo usual, habló nuevamente.
—Al parecer todo pasó el tres...
—¿Éste.. tres? —preguntó el albino, sin tener que fingir el nudo en su garganta.
El tres de agosto era el cumpleaños de Bogum. Los adultos —que sabían solamente sobre la masacre de su familia— estaban perfectamente conscientes de que ese día Jimin se ponía muy mal. Vieron en carne propia al albino siendo consolado por Yowon más veces de las que realmente recordaban, y aunque con el paso del tiempo todo mejoraba, la verdad es que Jimin nunca volvería a ser la mismo de antes, y eso todos lo sabían a pesar de que ni siquiera lo conocieron antes de la tragedia.
—Sí. Éste tres... —Daehyun asintió serio —Jimin-ah, sabes que todos aquí te queremos mucho y cualquier cosa que necesites nos la puedes pedir. Sé que es una fecha algo difícil, igual que diciembre, y solo queremos que te sientas bien. Siempre.
El omega sonrió sin mostrar los dientes. Siempre estaría agradecido por lo que él y el pueblo hicieron por ayudarlo, pero en esos momentos no se sentía bien con nada. En otra ocasión le hubiese agradecido todo de nuevo con muchas palabras y sentimentalismos, pero esa tarde no tenía ganas. Entonces sonrió un poco más marcado que antes y ladeó su cabeza solo un poco.
—Gracias, siempre me lo han demostrado.
Los alfas sonrieron de una forma tenue.
—¿Y cómo te sientes? —preguntó Seungheon levantando ambas cejas y dando un pequeño aplauso al juntar ambas manos cerca de su regazo.
—La verdad no quiero saber nada de Taesung —dijo el peliblanco, encorvándose en su asiento, y mirando al piso con los ojos gélidos —Solo quiero que se pudra en el infierno.
—Bueno, nos sentimos igual. Nuestro propósito nunca fue recordarte algo, solo queríamos que supieras que ya no corres peligro.
—Lo sé. Gracias, otra vez.
Antes de que Seungheon pudiera agregar algo, la puerta se abrió. Jeongguk entró a la casa con una rapidez tan peculiar, que todos en la sala palparon la desesperación obvia del alfa por llegar. Cruzó el pasillo con zancadas rápidas y largas, pero al entrar a la sala se detuvo de forma casi desastrosa. Observó a los alfas sentados con un semblante serio, y su novio con la espalda recta y luciendo igual de demacrado que desde hace algún tiempo.
—Oh, no esperaba verlos aquí —dijo, lanzando las llaves a la isla de la cocina.
Seungheon levantó una mano en forma de saludo —Jeongguk ¿todo bi-
—Ya estábamos de salida —cortó Daehyun, que a la par del alfa castaño y algo canoso, se puso de pie —Solo queremos pedirte algo.
—Necesitamos convocar una junta.
Jeongguk levantó una ceja —¿Cuándo?
—Hoy. En la noche.
—Sin problemas ¿Pasó algo?
Daehyun no dijo nada. Lo barrió con la mirada y después de largos —y cortos— segundos, finalmente se giró hacia Jimin.
—Que tengas una linda tarde, Jimin-ah. Espero y pronto puedas venir a comer con nosotros, Seongji se pondrá muy feliz.
—Yo encantado.
Sonrió sin mostrar los dientes y justo como Jeongguk había supuesto, su padre lo pasó de largo y salió de la casa.
Desde su discusión en el consejo por su propuesta a la ciudad, Daehyun lo había estado ignorando. Inclusive el día de su aniversario, donde en toda la fiesta trató de no dirigirle la palabra para algo que no fuese una felicitación o para darle un mensaje de alguien más. Lo miraba con una decepción a la que, tristemente, Jeongguk ya se estaba acostumbrando. Aunque le doliese, se guardaba todo sentimiento y por puro orgullo, lo estaba empezando a ignorar él también.
Seungheon, nada ajeno a la situación, se acercó más al alfa menor y lo tomó de un hombro.
—Todo está bien, Gguk. No tienes de qué preocuparte —sonrió, pero lució más como una mueca —Nos vemos más tarde.
—Claro —dijo, fingiendo estar como si nada.
—Adiós Jimin-ah —se giró hacia la sala, donde la peliblanca seguía inmóvil —También ven a visitarnos.
—Yo encantado —repitió con una sonrisilla forzada, que el alfa no pareció notar.
Cuando el castaño salió de la casa, Jimin se puso de pie y caminó hacia su novio. Descansó ambos brazos en la isla y miró a Jeongguk con los ojos helados y aterradores que tanto le incomodaban.
"Te hablo por aquí porque nos pueden escuchar, pero como ya suponíamos, vinieron a decirme que Taesung murió. Dijeron que él y JinYoung terminaron matándose a golpes, pero no sé si eso dijeron en Haro o si me dijeron eso solamente a mí"
Jeongguk frunció el ceño.
"Tardaron más de lo que tenía previsto. ¿Quién crees que está mintiendo?"
"Ellos. Creo que eso de que se mataron a golpes solo me lo dijeron a mí. Saben más, estoy segura. Mínimo que JinYoung se colgó"
"Pienso lo mismo. Ya veremos que dicen en la junta"
///
Jeongguk fue de los primeros en llegar al salón donde las juntas del consejo se llevaban a cabo. Su padre y su inseparable mejor amigo y mano derecha ya estaban ahí, también uno que otro alfa que acostumbraba a llegar antes. El pelinegro entró y después de asentirle a los alfas en forma de saludo, se puso de pie tras su silla, listo para iniciar la junta en unos cuantos minutos más.
Miró el asiento a su lado derecho y se llenó de nostalgia al verlo, una vez más, vacío. Después se llenó de temor porque de nueva cuenta, dejó a Jimin solo.
Intentó llevar a cabo el plan que Namjoon siempre le decía cuando eran unos jóvenes irresponsables: « los problemas de la casa se quedan en casa y los del trabajo se quedan en el trabajo ». Eso quería decir que no podía pensar en la albina en esos momentos. Arriesgó demasiado al pueblo al ir a Haro a matar al alfa, y lo mínimo que podía hacer era prestar atención a una mísera junta breve. Ya pensaría, lloraría y se desesperaría por Jimin en unos cuantos minutos más.
—Jeongguk.
Daehyun, con la cara seria, se paró también tras su silla, a su lado izquierdo.
—¿Sí? —respondió serio y mirándolo de reojo, extrañado de que su padre fue quien inició la conversación y no mandó a Seungheon, como ya llevaba haciendo unos meses atrás.
—¿Qué hiciste el tres de junio?
El pelinegro frunció el entrecejo —Fue el día de la última junta ¿no? —Su padre asintió —Nada. Estuve con Jimin en casa.
—Ah —Daehyun asintió de nuevo, esta vez para sí mismo —No te dije, pero ese día es uno difícil para JImin-ah. Su hermano...
—Cumplía años ese día —continuó por él, mirándolo a los ojos —Lo sé, me contó todo.
Eso último era verdad, pero no del todo. Supo que ese día era el cumpleaños de Bogum por lo que Taesung le dijo a Jimin, no exactamente de su boca. Pero sabía, al fin y al cabo.
—¿Por eso preguntas? —soltó con los ojos entrecerrados, tanteando terreno —Puedes quedarte tranquilo, estuve con él.
—Bueno, sí—asintió nuevamente con el entrecejo fruncido —Es por eso.
—Gracias por preocuparte.
Daehyun no supo que decir. Miró hacia el suelo por respuestas, pero mejor optó por mirar el reloj y levantar las cejas en forma de asombro.
—Falta poco —dijo evitando la mirada —Ya vamos a sentarnos. Y dame la palabra cuando la junta empiece.
Jeongguk se ahorró el gesto de blanquear los ojos y mejor tomó asiento, mirando como poco a poco la sala de juntas se iba llenando de alfas. Algunos los saludaban con asentimiento en la cabeza y otros se acercaban a saludarlo y preguntarle cómo estaba. Cuando arrastró la silla hacia atrás para hacer resonar el eco en la sala, todas y todos los alfas lo tomaron como el anuncio de que la junta estaba por comenzar.
El pelinegro se puso de pie, hizo una pequeña reverencia que fue imitada por todos enseguida, y después de poner la espalda recta, habló.
—Padre —entonó cada sílaba de forma tranquila, cediéndole la palabra al alfa a su lado con un gesto sutil antes de tomar asiento.
El pelinegro canoso asintió y se puso de pie, confiado y con la espalda terriblemente recta, como lo había hecho su único hijo antes.
—Esta junta es breve, no pretendemos quitarles mucho tiempo. Como saben, a pesar de que ya no soy el supremo, estoy a cargo de varias cosas en el pueblo. Una de esas y la más importante es la comunicación y el contacto con los otros pueblos de Magno. Yo doy la cara por Canus y soy el primero en recibir las noticias importantes respecto a todo lo que conlleva el exterior.
Como anticipaba, todos los presentes lo miraron con atención y con muchísima curiosidad. Continuó.
—Ayer por la noche me notificaron que Haro, el pueblo que tenemos más cerca, cambiará de líder. Para los que no sabían, Taesung, el alfa que entró a nuestro territorio hace algunos meses era quien en esos momentos era el líder. Él y su mano derecha fueron encontrados sin vida el tres de junio. Ambos eran alfas problemáticos, como ya se han de imaginar. JinYoung, el otro alfa fallecido, vivía de pleito con Taesung y se terminaron matando a golpes. Por el momento no hay líder y cuando alguien tome el puesto nos avisaran.
—¿Realmente lo harán? —preguntaron al aire desde atrás.
—Tienen qué —respondió Seungheon esta vez —Está estipulado en el tratado.
Hyungwoo frunció el ceño —¿Y qué pasará con el tratado, ahora que no hay líder?
—Pueden estar tranquilos, el contrato es válido por años, no importa que líder esté, inclusive si no hay.
—¿Y deberíamos preocuparnos por algo?
Daehyun negó —No. Nada está en nuestras manos, sería inútil. Solo nos queda cuidar a nuestra gente y esperar.
—Sin ese alfa ya podemos estar más tranquilos con la seguridad ¿no? Está muerto, no volverá.
Jeongguk entrecerró los ojos —¿Estaremos más tranquilos? Sí. ¿Dejaremos de patrullar como lo hemos estado haciendo? No. —Se cruzó de brazos y levantó su pecho al tiempo que se dejaba caer en el asiento de la silla —Tal vez si hubieran cumplido con su responsabilidad desde el principio como es debido, ahora la seguridad hubiese regresado a la normalidad. Pero como no lo hicieron, entonces no. No sabemos si alguien intentará hacer lo mismo, entonces es mejor ser precavidos.
En sus interiores, el alfa supremo se burló de aquellos alfas que lo miraron esperanzados, pero terminaron reprimiendo sus bufidos al escuchar lo que no querían. Entonces miró a su padre, que acaba de tomar asiento y sin más, se puso de pie.
—Ya que estamos aquí, ¿Alguna novedad?
La junta terminó varios minutos después, habiendo resuelto todas aquellas dudas que surgieron y después de ponerse al corriente sobre lo que pasó y no pasó a lo largo de los diez días que habían pasado de la última junta. Las reacciones de las y los alfas fue mejor de lo que Daehyun y Jeongguk esperaban, y todos estaban más tranquilos por la muerte del alfa líder.
¿Es moralmente correcto alegrarte por la muerte de alguien? Daehyun no sabía. Pero no lo importaba mucho a decir verdad, menos cuando recordaba al niño peliblanco que permaneció meses internado en el hospital y quedó solo y sin hogar por su culpa. Le valía mierda que era moralmente correcto, él estaba feliz de que Taesung estuviese bajo tierra y lo único que lamentaba es que no estuvo ahí para ver como el infeliz pasaba a peor vida.
—Vayan con cuidado.
Daehyun salió de su trance cuando escuchó la voz de su hijo, despidiendo a los últimos alfas que quedaban en el salón de juntas. Sintió a Seungheon a su lado y arrastró la silla para poder ponerse de pie. El castaño le lanzó una mirada cómplice y ambos asintieron sin dejar de mirarse a los ojos.
—Padre —dijo el menor, caminando hacia los dos alfas más bajos.
—Jeongguk —respondió cortante, como siempre.
—Ya le avisaron a Jimin ¿verdad? —dijo serio, actuando como si no supiera nada.
—Sí, a eso fuimos en la mañana. Él merecía saber primero que nadie —suspiró —Y ya que estamos solos aquí, no dije todo. Esto solamente lo sabemos Seungheon y yo, y tú también necesitas saberlo.
—Dime...
—No se mataron a golpes.
El alfa, esforzándose al máximo por seguir con su papel, frunció el entrecejo —¿Cómo? ¿Entonces cómo...
—JinYoung mató a Taesung con un golpe en la cabeza hecho con una herramienta y se suicidó después, supuestamente temeroso a las posibles consecuencias que tendría.
—¿No crees que es demasiado raro? —preguntó el castaño.
Jeongguk no supo exactamente cómo es que debía contestar. Si contestaba que sí, podía ser lo que necesitaban para comenzar a indagar en lo sucedido, lo cual no le convenía, pero si decía que no, podía estarse poniendo la soga al cuello al lucir sospechoso ante su padre, quien largos minutos atrás le había preguntado que hizo el día del suceso.
Daehyun tenía sus sospechas, porque desgraciadamente lo conocía bien. Pero ¿qué tan bien?
—Pues dijiste que vivían de pleito ¿no? —respondió, tanteando terreno nuevamente, prestando atención a las reacciones de ambos alfas, quienes miraron a la nada.
—Yo pienso que estaban borrachos y que JinYoung al caer en cuenta de lo que hizo se mató. La verdad no encuentro otra explicación —musitó Daehyun, recargándose en la pared. Llevó el dedo pulgar y el corazón al puente de su nariz y continuó, no después de soltar un largo suspiro —Lo que único en lo que puedo pensar en el Hyunjin, eso es lo único que sí me preocupa.
Jeongguk frunció el entrecejo, esta vez de verdad —¿Hyunjin? ¿Será el nuevo alfa o algo así?
—¿Cómo? —los dos alfas lo miraron rápidamente —¿No sabías?
—¿No sabía qué?
—Hyunjin es el omega de Taesung. Nadie lo ha podido localizar desde ese día.
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