31 ; verdad y venganza III *
⚠️ Advertencia: Contenido explícito ⚠️
Lenguaje, violencia, mención de sangre
Cobarde
Concentra todo tu coraje.
Recuerda las caras de todos.
Ódialo.
Maldícelo.
Y cuando sientas en tus entrañas toda la impotencia acumulada.
Justo ahí.
Véngate.
Viólalo.
Mátalo.
Jimin se dijo a sí mismo una y otra vez, mirándose a los ojos frente al reflejo del espejo. Siguió peinando su cabello y cuando terminó se alisó la camisa con las manos, odiando lo fuerte que su corazón estaba latiendo. Miró el reloj tras él y se sintió peor cuando vio el 23:38 marcado ahí. Se giró a la puerta, pero el pasillo seguía igual de silencioso que siempre.
—Hoy es el día —murmuró regresando la vista al espejo, sintiendo el peculiar cosquilleo en la nariz que sentía cada que le daban ganas de llorar. Pero se aguantó.
Si algo salía mal estaban condenados. Necesitaba vengarse rápido pero satisfactoriamente. Sin dudar, sin llorar, sin tomarse más segundos o minutos de los necesarios. Sin dejar rastro, sin ser notados. Todo tenía que salir de maravilla, porque si no, ellos y el pueblo entero pagarían las consecuencias.
Hacía cinco días, Jeongguk se escabulló en los adentros de Haro y observó. Las patrulladas, los horarios en los que casi siempre todos se movían y así fue como descubrió que Taesung y su mano derecha bebían en el taller que Jimin había mencionado antes. Bastó agudizar su oído para saber que lo hacían a diario, casi siempre de madrugada cuando se aseguraban que todos ya estaban en sus hogares. El albino no lo acompañó. Se concentró en entrenar y en apuntar todas las cosas que su novio le decía por el lazo. Además de que la omega quería verlo solo el día de la venganza, no antes, principalmente por miedo a no pensar bien las cosas y terminarse lanzando a él sin un plan de por medio.
Con todos los apuntes listos, y otra escabullida del alfa dos días después para corroborar, ambos idearon un plan con, al menos, otros cinco de respaldo, todos bien elaborados y con cada imprevisto que se les ocurrió.
Jimin fue hasta su cama y observó las drogas, situadas en jeringas de plástico que había robado del hospital. No pasaron ni diez segundos cuando Jeongguk entró apurado a la habitación, vistiendo un pantalón táctico negro con muchos bolsillos y una sudadera negra.
—Ya terminé todo —masculló, acercándose a la cama —La siguiente junta es en tres semanas y ya arreglé todo lo pendiente.
—Qué bueno. ¿No te dijeron nada?
—No, nada —resopló —Mira, aquí está lo que te dije ayer —sacó una botella transparente con un líquido incoloro de uno de los bolsillos —Pones esto en un paño, lo acercas a la cara de alguien y en segundos ya está dormido, por hasta más de una hora, depende que tanto lo dejes.
—Excelente. ¿Ya tienes el paño? —preguntó, poniéndose la sudadera negra.
—Sí, también una cuerda de yute, solo si no hay una allá.
Jimin ladeó su boca —Me preocupa ese detalle.
—No creo que la usemos, estoy seguro que allá deben de tener.
—Esperemos —respondió en un suspiro —Ten —le lanzó las jeringas a su lado del colchón —Son dos, solo por si acaso, recuerda, son solo para Taesung.
—¿Qué era?
—Las misma droga que me daban a mí. Funciona en instantes. Primero te duerme y en segundos solo eres capaz de mover los ojos. Quedas hecho un imbécil. —Jeongguk asintió mientras las guardaba en uno de los compartimientos de su pantalón —Entonces... ¿Nos falta algo más?
—Nada. ¿Ya tienes tu pasamontañas?
—Sí.
—Entonces vámonos.
Los dos bajaron. El lazo estaba repleto de emociones fuertes. Miedo, la principal. Antes de que Jimin alcanzara la manija de la puerta principal, la mano de Jeongguk lo detuvo. La palma de su mano envuelta en su antebrazo de forma delicada, se sentía igual de cálida que siempre, a pesar de las capas de ropa que la cubrían.
—¿Estás segura que quieres hacer esto, Mimi? —preguntó con el entrecejo levemente fruncido y las cejas arqueadas.
Jimin no se giró. Tampoco contestó.
No quería replantearse la misma pregunta muchas veces porque sabía que en algún punto se iba a acobardar. Iba a llorar en los brazos de su novio por la impotencia y se quedaría con ese sentimiento tan complejo en su interior durante toda su vida. Seguiría con pesadillas, con traumas, con el odio constante e indirecto hacia los demás. Le seguiría tendiendo miedo a su naturaleza como omega.
Si no se vengaba ya, de una vez por todas, estaba seguro que se arrepentiría toda su vida.
Entonces asintió. Pegó su espalda al pecho del alfa, pero Jeongguk lo hizo girarse, tomándolo por los dos hombros. Jimin se sobresaltó, pero al ver los ojos tristes del alfa, lo entendió todo.
—No va a pasar nada si dices que n-
No terminó de hablar porque el omega lo besó. Envolvió sus brazos en el cuello de su novio y estampó sus labios contra los de él. Jeongguk no tardó en envolver una mano en su cintura y en acunar su cabeza con la otra. Fue un beso lleno de desesperación, uno tosco que les quitó el aliento. El albino lo profundizó con una lágrima cayendo por su mejilla, apretándolo mucho más de lo que quería. Buscando de una forma u otra pegarse mucho más a él. Que toda su piel estuviese envuelta en su olor, su calor y así sentirse protegido todo el tiempo. Lo besó, lo abrazó, con fuerza, hasta que Jeongguk se separó.
—No me beses así —pidió el alfa con los ojos cerrados, apoyando su frente con la de su novio.
—¿Así cómo?
—Como si fuese el último.
Jimin no pudo recriminarle nada porque el pelinegro tenía toda la razón. Sin darse cuenta o sin ser consciente del porqué de sus actos, realmente le estaba dando un beso de despedida. Uno tosco, lleno de miedo.
Porque sí, estaba consciente de que ese podía ser su último beso.
—No mueras —pidió en respuesta, con un hilo de voz, sin atreverse a mirarlo a los ojos. Quiso hacerle prometer que no moriría, pero no lo hizo. Recordó que todas las promesas que le hicieron terminaron rotas y esta vez no quiso arriesgarse.
Jeongguk lo tomó de las mejillas, pero no supo que decir. Su mente, como rara vez, quedó completamente en blanco. Jimin lucía aterrado, aunque quisiera demostrar lo contrario con el rostro endurecido y la postura más recta que nunca. Entonces Jeongguk lo abrazó. Se puso de puntitas y apoyó la barbilla sobre la parte superior de su cabeza, sosteniéndolo fuerte.
—Tampoco me dejes cuando me veas... así —pidió de nueva cuenta, escondiendo sus palabras entre las prendas del alfa.
—Te lo prometo —dijo Jeongguk, con una mirada de soslayo. Jimin se pegó más a su pecho.
—No me lo prometas, cúmplelo —respondió más agresivo de lo que quería, pero no se retractó —Ahora márcame. Terminemos con esto de una vez por todas.
Y se giró. Bajó la cabeza, dejando descubierta la piel ya maltratada de su nuca por los constantes entrenamientos. Entonces el alfa enterró los dientes en la piel y en instantes su olor y el del omega desaparecieron. Jimin abrió la puerta y ambos salieron a pasos apresurados, bajaron las escaleras de la entrada y se adentraron al bosque sigilosos. Se miraron, tomaron una distancia de tal vez diez metros y después de asentirse ambos se pusieron el pasamontañas, los guantes negros de látex y la capucha de la sudadera.
La noche estaba bastante más obscura de lo normal, lo cual les daba mucha ventaja.
A pesar de que ya estaban a punto de entrar al verano, las noches —principalmente en el interior del bosque— eran frías. No heladas como en invierno, pero en definitiva no se sentían como las noches veraniegas de la ciudad.
Se movieron por tierra, evitando que la misma seguridad de su manada no los descubriera. Desde el incidente donde pocos lobos respondieron al grito en una emergencia, Jeongguk y los Min diseñaron las rutas de patrullaje. Ya no estaban triplicando la seguridad como hacía un mes, pero todo ya estaba mucho más estricto que nunca antes, entonces el alfa se la pasó toda esa tarde memorizando los puntos ciegos de la vigilancia de esa noche, para que ni él ni Jimin fueran descubiertos. Él era la máxima autoridad, sí, pero aún tenía que dar la cara frente al consejo, y no sabría que decir si los llegaran a descubrir usando pasamontañas, ropa negra y con los bolsillos llenos de drogas robadas.
Entonces guio a Jimin por el recorrido que se creó y después de varios y largos minutos, fue cuando vieron la frontera de Haro. La pareja se trepó a diferentes pinos y subieron hasta casi llegar a la copa. Ahí se miraron, porque sabían que seguía lo difícil: no ser detectados, pero ahora por el enemigo.
Técnicamente ya estaban en el territorio de los Sung, pero seguían en el interior del bosque Magno. Les faltaban todavía unos tres o cuatro kilómetros para llegar al pueblo. Entonces, sabiendo eso, comenzaron a trepar de pino en pino, evitando las copas y al mismo tiempo revisando no estar cerca del piso. Saltar podía llegar a ser cansado, pero con los entrenamientos a los que se sometieron toda la semana, ese recorrido parecía ser como una especie de examen final. A los veinte minutos, Jeongguk habló.
"En cuatrocientos metros seguimos el recorrido a pie"
Como habían quedado, habló mediante el lazo, para asegurarse que bajo ninguna circunstancia nadie oiría sus voces. Y siempre, tendrían que responderse uno al otro.
"Oído, Gguk"
En silencio y con cuidado, apenas llegaron a los cuatrocientos metros, los dos bajaron de su respectivo pino, y con la distancia que ya tenían uno del otro, siguieron avanzando a pie. Los arbustos y hierbas extremamente altas ayudaban a pasar desapercibidos, entonces se movieron ágil y sigilosamente, cuidando ser lo suficientemente silenciosos.
Las botas que llevaban, las ramas en el piso, las hierbas al moverse, todo hacía ruido. Pero si se era lo suficientemente hábil, esos sonidos podían ser utilizados a su favor. Que pudieran confundirse con los que hacen los animales o el viento les daba una ventaja como el factor sorpresa o el principal, ocultarse entre las ramas y la obscuridad.
Minutos después, se detuvieron. Tras un arbusto, ambos —aún distanciados— observaron por lo lejos una parte del pueblo. Tal vez la trasera, por la forma en que estaban ubicadas algunas de las casas cerca del bosque.
Se acercaron más y más, hasta que su distancia con la primer construcción del pueblo era de al menos ciento cincuenta metros. Estaban casi al ras del bosque, antes de todo se transformara en un espacio libre de árboles y repleta de civilización.
Jeongguk habló por el lazo, sin mover ni un músculo para girarse a ver a su novio a metros a su izquierda.
"Beben en el taller, es esa construcción mal hecha, la de madera mal pintada de azul y con techo triangular. Por la hora no deben tardar en ir"
"Es el taller del que te hablé"
"Lo sospeché. Voy a entrar ya, aprovecharé que está silencioso"
Jimin sintió pánico, pero respondió.
"Ve, te informo desde aquí. Cuídate"
"Oído, Jimin"
Jeongguk no necesitó más. Con agilidad salió del arbusto y se movió entre los pocos pinos, hierbas y arbustos que tenían por delante. Entonces comenzó con la parte difícil. Bajó la tierra que estaba levemente en picada y Jimin lo observó escabullirse hasta lo que parecía ser una casa. Observó los alrededores y luego corrió hasta la siguiente construcción. Ambos miraron a sus alrededores y después de darse el visto bueno, Jeongguk dio unos cuantos pasos y se detuvo en el taller.
"No huelo a nadie, entraré"
"Oído, Gguk"
Entonces caminó unos pasos y entró como si nada por la puerta, sabiendo que estaba abierto, por las dos visitas que había hecho antes.
"Entré. Voy a empezar a echar un ojo"
"Está bien, te aviso si va alguien"
"Oído"
Jimin regularizó su respiración. En situaciones como esa sabía que el puro hecho de respirar se volvía una cosa de vida o muerte. No importaba que tanto dolor, pánico o miedo sentías, necesitabas respirar lento y casi inaudible. Un suspiro, un jadeo, una exhalación fuerte podía revelar tu ubicación en milisegundos, por ende, significaba tu fin. El omega tenía los oídos bien agudizados y así fue como escuchó algo, pero no frente a él, sino a su espalda, por su derecha.
"Encontré una cuerda"
Jeongguk dijo mediante el lazo, Jimin frunció el entrecejo.
"Excelente, yo creo que escuché algo"
El albino parpadeó cuando una persona salió de la nada, en la zona del pueblo donde no se veía mucho. No tardó en reconocer a JinYoung, quien tomaba el último sorbo de su cerveza en lata, y caminaba hacia el taller de espaldas, haciéndole señas y después hablándole a alguien que no se alcanzaba a ver.
"Ten cuidado"
"JinYoung ya va para allá. Está solo pero está hablándose con alguien que no alcanzo a ver. Tiene una lata de cerveza en la mano, creo que está vacía. Está como a quince metros, prepárate"
"Ya estoy listo, bebé"
"Oído, Gguk"
JinYoung gritó unas palabras más y sonriente, se metió al taller, cerrando la puerta tras de sí. El corazón de Jimin comenzó a acelerarse demasiado y pasaron los segundos, primero cinco, luego diez. A los quince, el albino se quedó sin paciencia.
"¿Gguk?"
"Listo, ya lo dormí"
Antes de que el albino pudiera responder que ya lo había oído, una rama se rompió cerca de su derecha, a tal vez solamente quince metros. El olor a tierra mojada llegó sus pulmones, a la par del pánico. En ese mismo segundo Jimin no tuvo otra mejor idea que contener la respiración. Sin mover ni un milímetro su cabeza, movió sus ojos a su derecha, hasta donde pudo. Un lobo color chocolate estaba olisqueando a su alrededor, específicamente un pino, con un tronco de casi un metro de ancho.
La albina estaba metida en un arbusto llenó de hojas. Un solo movimiento, por más mínimo que fuera, terminaría llamando su atención. Lo mismo si pisaba una rama, o si exhalaba, o si inhalaba, o si volteaba.
Su vista periférica no le estaba dando la mejor de las visiones, pero podía percatarse que el lobo alfa estaba cada vez más cerca de él.
El omega inhaló, lento, demasiado lento.
"Hay un lobo a mi lado. No me ha visto, pero no tarda en hacerlo"
"Tranquila, no te muevas"
—¡JAEBUM!
El lobo café paró de olisquear el arbusto y se giró hacia el pueblo, donde habían gritado su nombre. Entonces MinRi movió sus ojos de nueva cuenta y sintió un hueco enorme en su estómago cuando lo vio. Taesung estaba parado exactamente frente a él, a unos cien metros. Llevaba una camisa gris sin mangas y ajustada, y unos pantalones claros y sueltos.
—¿Por qué no te has ido? —preguntó con sus enormes ojos negros clavados en el alfa que estaba parado prácticamente a su lado.
El lobo se transformó en un adolescente con cara de malo y pinta de rebelde.
—Creí oír algo, alfa.
—Una rata —dijo Taesung con los brazos cruzados y una cara recta e intimidante —Ve a dormir. Estas no son horas para que estés en el bosque.
El alfa castaño oscuro asintió, casi con la cola entre las patas. Entonces caminó hacia adelante y Jimin se permitió inhalar, igual de lento que antes, pero un poco más tranquilo.
"Ya se fue. Taesung lo mandó a dormir"
"¿Se ve herido?"
"No"
—¿Va a ir a beber con JinYoung hyung? —preguntó el adolescente, que desnudo y a paso lento bajaba la tierra en picada para regresar al pueblo.
"Oído"
—Ajá —respondió el pelirrojo con una ceja elevada.
El menor se encogió en su lugar pero aun así habló —¿Puedo ir?
"Creo que alguien más irá al taller"
—No —dijo en seco, borrando la sonrisa tímida del alfa adolescente —Tal vez cuando cumplas dieciocho.
"¿Cómo es?"
"Olvídalo, no irá"
—Está bien —dijo el menor, recogiendo algo del piso —Buenas noches hyung.
—Buenas noches.
El castaño caminó hacia el interior del pueblo que no alcanzaba a ver y el pelirrojo, después de observarlo por unos momentos, se dio media vuelta y caminó hacia el taller.
"Taesung ya está yendo para allá, le calculo unos diez segundos"
"Lo estoy esperando"
El pelirrojo abrió la puerta y entró con un gesto lleno de parsimonia. Cerró la puerta tras de sí y de nuevo, Jimin se llenó de pánico. No se escuchó ni un ruido. Lo cual era una buena y mala señal. El albino contó los segundos que pasaron y cuando llegó al treinta, una voz en su interior resonó.
"Lo noqueé con un golpe en la nuca. Lo estoy inyectando en la quijada, ya puedes venir"
"Oído"
Imitando a su novio, Jimin salió del arbusto, bajó la picada con pasos largos y con el pecho moviéndose de arriba a abajo, se recargó en una construcción. Miró el taller mal pintado a metros de distancia y sin más preámbulo, caminó directamente hasta allá.
El pueblo estaba desierto en las noches, igual que siempre. Los omegas y betas tenían toque de queda desde antes de que naciera ahí, no se sorprendía que siguiera igual. Entonces solo le quedaba cuidarse de alfas rondando el pueblo, pero no se veía nada. Ese significaba que Taesung estaba confiado en que nadie querría entrar a su territorio. Algo más a su favor.
Entonces el albino tocó la manija de la puerta, y lo primero que se percató al entrar fue que la habitación estaba mucho más pequeña de lo que creía. Todo apestaba tanto a carbón que parecía que si tocaba cualquier cosa del lugar sus manos se pintarían de un negro profundo y asfixiante. Todo estaba tal y como recordaba. A su derecha se formaba una "u" hecha por mesas repletas de herramientas oxidadas cubiertas por una delgada capa de polvo.
Levantó la mirada y vio a Jeongguk sin su pasamontañas el extremo opuesto de la habitación. Estaba concentrado haciendo un nudo peculiar en la cuerda, tras unos barriles que fácilmente cubrían más de la mitad de su cuerpo. Sus manos cubiertas se movían hábiles sobre el tramo de yute tejido. Entonces, Jimin caminó. Dio tres pasos largos y observó a JinYoung inconsciente en el piso, luciendo exactamente igual a como lo vio la última vez, con el cabello castaño muy corto, ojeroso y vistiendo las mismas chamarras de mezclilla de siempre.
Asustado y ansioso, se quitó la tela que cubría su cara y la guardó en uno de los tantos bolsillos del pantalón. Dio otros cuatro pasos hacia adelante, esquivando el cuerpo del alfa. Entró a la "u" con pasos sigilosos y trató de regularizar su respiración cuando lo vio. Taesung estaba tirado boca abajo justo en el centro, luciendo igual de enorme e intimidante que siempre. El omega tragó en seco e ignoró el constante escalofrío en su espalda. Sintió como todos los vellos de su cuerpo se erizaron y con un nudo formándose en su garganta, se ajustó los guantes negros que llevaba en las manos.
Miró hacia su derecha, buscando una herramienta lo bastante pesada para, por lo menos, romperle una pierna, y entonces tomó una llave stilson bastante grande y oxidada para empezar rápido y terminar con todo de una vez por todas. Se giró hacía Taesung, pero al ver un leve movimiento en su mano, paró todo en seco.
Dejó la herramienta en la orilla de la mesa y se congeló por completo al ver al pelirrojo apoyarse del piso para ponerse de pie.
"La droga no le hizo efecto"
Jeongguk no respondió el mensaje; se agachó y ocultó tras los barriles con un mareo y un miedo imposible de ignorar. Jimin supo de inmediato que el pelinegro sería el ataque sorpresa, como ya lo habían discutido antes, en uno de sus tantos planes de respaldo. Estaba perfectamente consciente que era la mejor opción que tenían, que eso no lo hacía sentir más tranquilo.
Taesung se levantó, dándole la espalda. Mientras soltaba un quejido y se tronaba algún hueso, el alfa se sobó la nuca, luego uno de sus dos hombros. Jimin sabía que tenía que aprovechar ese momento para reventarle la cabeza de un golpe en seco, pero se paralizó.
Tembló y sus ojos se llenaron de lágrimas en cuestión de segundos. Lo tenía a tal vez unos ocho pasos de distancia y a pesar de la escasa luz amarilla del cuarto, el albino pudo ver a la perfección los músculos de su espalda tensarse por su camisa ajustada y los mechones naranjosos que se asomaban entre el rojo borgoña de su cabello. Corto a los lados, largo en la parte superior, exactamente el mismo estilo que le hacía a Bogum cada que él le cortaba el cabello.
El alfa paró de moverse en seco y lentamente se giró a su derecha, encontrándose con Jimin paralizado y conteniendo inútilmente el llanto.
—Park... —dijo casi en un susurro, sin disimular ni un poco su sorpresa.
Ladeó la cabeza, mirando absorto al hombre frente a él, que parecía que iba a morir en ese instante. Iba a decir algo, pero atrapó la lengua entre sus dientes delanteros y sonrió de lado, barriéndolo con la mirada de una forma que al albino le pareció horripilante.
"Resiste. Recuerda lo que acordamos mi amor. Piénsalo"
No estoy solo, ya no puede hacerme daño, pensó de manera casi mecánica, soltando una lágrima y mirando hacia el piso.
"Dímelo por aquí, anda"
"No estoy solo, ya no puede hacerme daño"
"Exacto. Respira hondo y aguanta un poco más"
"Oído"
Taesung dio dos pasos hacia el omega, que no se movió ni un milímetro de donde estaba parado, aún con los ojos clavados en el piso.
—¿Sookha no te enseñó que cuando llegas a un lugar tienes que saludar?
El nombre de su madre salió en un tono de burla que hizo que el albino hirviera en coraje, pero aun así no se movió. No pudo.
El pelirrojo ladeó la cabeza y se acercó dos pasos más.
—Quién diría que tú terminarías viniendo a mí.
La constante punzada en la garganta y la sensación fría y pesada en su estómago le gritaban y demostraban lo aterrado que estaba. Quería abrir la boca y maldecirlo. Matarlo con sus propias manos, pero las secuelas de los traumas, como siempre, pudieron más que él.
"Por favor ignóralo mi amor, no te hará nada"
"Oído"
Taesung se cruzó de brazos y miró al albino temblar como gelatina. Tenía la mandíbula tensada, las comisuras de su boca estaban decaídas y sus ojos casi blancos estaban bien abiertos. Parpadeaba de forma constante, pero nada de eso era lo peor. Nada en su cuerpo o cara lo era.
Su manera de respirar y la forma en la que luchaba por mantenerse de pie lo hacían lucir como cuando tenía dieciséis años.
—¿Cuántos años tienes ya? ¿Veinti... qué? ¿tres, cuatro? —frunció en entrecejo —Quiero escuchar tu voz, habla.
—No —soltó en automático, sintiéndose pequeño e inútil, como siempre.
—Responde la pregunta —ordenó con su voz áspera.
—Veinticuatro —dijo por sí solo. Su lobo interior estaba sometido, al igual que él.
No se atrevió a mirarlo a los ojos. Soltó un sollozo, con la mirada clavada en sus botas. Quería secarse las lágrimas de un manotazo, pero realmente estaba paralizado. Intentó mover su pie, pero no pudo. Se aterró más.
—Mierda, estás igualito a tu madre —musitó el alfa, mirándolo de la cabeza hasta la punta de sus pies —¿Lo sabías? Contesta.
—Sí.
—Justo hoy me acordé de ti, ¿sabes? —sonrió de manera cínica, encorvando su espalda para que sus rostros estuvieran a la misma altura. —¿Por eso viniste, Park? ¿Viniste hasta acá para cantarle a Bogum feliz cumpleaños en compañía de su mejor amigo? Contesta.
—No.
El alfa resopló. Metió la mano entre las hebras de su cabello blanco y lo jaló suavemente.
—¿No? —murmuró burlesco —¿Entonces? Dime a qué vienes.
—A matarte.
Taesung cortó toda distancia entre ellos. Enderezó la espalda, luciendo completamente intimidante.
—¿En serio?
—Sí.
Jeongguk apretó sus puños y enterró sus uñas en la piel de la palma de su mano. No tenía una buena vista desde el pequeño espacio entre los dos barriles frente a él, pero los sollozos ahogados le daban un panorama bastante específico sobre lo que pudiese estar pasando ahí.
—¿Vienes a matarme? —el pelirrojo agregó rápido, pelando los ojos y alejándose de nuevo, llevando una de sus manos hacia su pecho. Luego soltó una risa en forma de suspiro y negó —No lo vas a poder hacer —se encogió de hombros, hablando con un tono lastimoso —Y lo peor es que lo sabes. Siempre fuiste el Park más débil. Tú no sirves más que para dar cachorros y ni eso hiciste bien. Sigues siendo el mismo —lo señaló con una de sus manos extendidas —Mírate, paralizado. Inútil.
"No lo escuches"
¿Cómo no escucharlo?
Taesung decía la verdad. Esa verdad que fingía que no existía. Él era una verdadero cobarde. Un lobo que creía que era valiente y fuerte hasta que llegaba el momento de demostrarlo. Ahí se llenaba de miedo.
Jimin no pudo evitar recordar las pesadillas que vivió en carne propia al ver los orbes negros y enormes de Taesung clavados en los suyos. Revivió las veces que se orinó de miedo al verlo entrar a la porqueriza. Cuando lo penetraba sin compasión y lo llenaba de golpes sin razón alguna. El miedo y las ganas de matarse cada que lo veía quitarse la ropa frente a él.
"Jimin, respóndeme"
Pero Jimin no pudo contestar. Los ojos negros de Taesung sobre los suyos se sentían pesados, abrumadores. Todo empeoró cuando lo tomó tosco por la mandíbula.
Sus manos ásperas estaban ardiendo, como si tuviera la peor de las fiebres, pero recordaba muy bien que siempre parecía tener la temperatura muy elevada. Por eso de pequeño lo abrazaba tanto, porque mientras él siempre estaba frío, el alfa derrochaba calidez y confianza por sus poros.
Pura mierda.
Taesung aplicó más fuerza en la punta de sus dedos y acercó su rostro al del omega.
—Pero Park... me mates o no, nadie va a volver —murmuró muy cerca de su cara —Hagas lo que hagas, estás solo y siempre lo estarás.
Jeongguk comenzó a caminar hacia donde Taesung estaba encorvado de espaldas. Sintió la bilis en la garganta, pero concentró su enojo para escabullirse de forma silenciosa y aprovechando los puntos ciegos que tenía al estar en esa posición. Cuando se enderezó para atacarlo por la espalda, Taesung fue más rápido. En un veloz movimiento se dio media vuelta y envolvió su mano alrededor del cuello del alfa pelinegro, que con un jadeo se sujetó de su brazo extendido.
—¿Creíste que no sabía que estabas escondido? Podrás no tener olor pero eres muy ruidoso para respirar.
"No me está sosteniendo tan fuerte, estoy fingiendo"
Jimin respiró ruidosamente y Taesung se giró de nuevo hacia él. Apretó el agarre de su quijada y se acercó de nuevo, esta vez demasiado.
—Es tu novio ¿verdad? —preguntó con la mandíbula marcada. Pegó su boca a la del contrario por cortos segundos y se alejó —No tienes ni un pelo de estúpido. Pensé que nadie te querría por lo sucio e inútil pero ¿el supremo? —soltó una risa nasal —Te superaste.
Jimin respiró pesadamente y el pelirrojo se giró al alfa.
—Te la chupó ¿verdad? —sonrió de lado —No te culpo, con las mamadas que da cualquiera cae.
El pelirrojo sintió más presión en las manos clavadas en su brazo, pero lo ignoró. Se volteó de nuevo hacia el omega y con indiferencia, soltó el agarre de su mandíbula igual de brusco, haciéndolo soltar un jadeo mientras su cara se giraba por la fuerza.
Jeongguk enfureció, pero cuando Taesung volvió a hablar, el alfa perdió todo sentido de autocontrol y paciencia.
—Quítate la ropa —ordenó.
De un tirón en su brazo, el pelinegro alejó a Taesung de Jimin, quien con lágrimas en los ojos se estaba quitando la prenda superior. Iba a ordenarle que se detuviera pero todo pensamiento se fue cuando a duras penas pudo esquivar el puñetazo que iba dirigido a su mandíbula. Ni siquiera supo cuando exactamente el alfa pelirrojo lo había soltado del cuello, pero aprovechó para tomarlo a él de ahí y tirarlo al piso y tener, aunque sea, una mínima ventaja.
Le propinó un puñetazo en la boca del estómago con todas sus fuerzas y bastó con meterle el pie para por fin lograr tumbarlo al piso. Cuando pudo, lo pateó cerca de la oreja para aturdir su estado de equilibrio.
—¡Para! —ordenó entre dientes girándose a su derecha, donde el albino se quedó inmóvil y semidesnudo a unos pasos de ellos.
Regresó su mirada a Taesung, quien parecía tener intenciones de hablar y ordenarle lo contrario, entonces se puso a horcajadas de él y lo golpeó en el rostro. En el tercer golpe, Taesung movió la cabeza y provocó que Jeongguk estampara su puño contra el concreto. El pelirrojo aprovechó la fracción de segundo que el alfa tomó para encorvarse del dolor y de un golpe en el costado de su cabeza, cambió posiciones con él. Apenas azotó la cabeza de Jeongguk contra el suelo, envolvió sus manos en su cuello.
El pelinegro vio los ojos negros de Taesung volverse más extraños y alargados, y temeroso, jadeó.
—N-no t-te trans-nsformes —dijo con dificultad, apretando el brazo extendido sobre él —S-sé u-un al-lfa.
Pareció convencerlo porque sus ojos regresaron a la normalidad y ahí, Jeongguk hizo su movida. Aunque sentía la cabeza pesada y la vista borrosa, llevó sus manos a las del alfa. Buscó a tientas su meñique para jalarlo y quebrarlo, pero falló cuando Taesung quitó esa mano de su cuello. Con la presión a punto de estallar en su cabeza y sintiendo más calor que nunca, buscó del otro lado.
Taesung, a ciegas, tanteó la mesa de herramientas y cerró la mano en el mango polvoso de un desarmador puntiagudo y oxidado.
Jimin tembló y sintió poco a poco como su garganta se cerraba. El pánico. El miedo. El arrepentimiento. Todo cayó como balde de agua fría sobre su cuerpo.
Jeongguk iba a morir.
En sus narices. Igual que su padre, su madre, sus hermanos, que su bebé. Y el único culpable era él. Porque Jeongguk estaba en ese lugar por él. Porque si Jeongguk estaba peleando con Taesung era por él. Su novio moriría lejos de su pueblo, todo por su culpa.
Porque era un cobarde.
Entonces el omega vio rojo. Sus entrañas ardieron en una furia inefable y maldita, y antes de que pudiera siquiera razonar, ya estaba desnudo y dejando su cordura a cargo de sus instintos.
Cuando la punta del desarmador estuvo a milímetros de la piel del alfa, un enorme lobo blanco tacleó al pelirrojo en una minifracción de segundo. Ni Jeongguk ni Taesung procesaron lo ocurrido. El pelirrojo prácticamente rebotó en el cemento del piso y unas cuántas cosas cayeron de la mesa. Jimin, furioso y con el instinto protector en lo más profundo de sus entrañas, mordió a Taesung con los molares y de un mordisco quebró su nariz. Al alfa no le dio tiempo de gritar porque Jimin cerró la mandíbula una y otra vez sobre su rostro. Desgarrando cualquier tipo de carne que se le atravesara. Saboreó casi con gusto el sabor de la sangre en el hocico. Gruñó y mordió un par de veces más, y después de soltarlo, regresó a su forma humana.
Observó sin expresión como el alfa, con el rostro infestado en sangre y casi sin forma, movía su mano a tientas a su lado izquierdo, queriendo tomar algo para defenderse.
Por su escasa velocidad y fuerza, el albino supo que estaba en sus últimas.
Entonces, con el talón, pateó la herramienta más cerca que tenía y caminó hacia donde yacía JinYoung aún inconsciente. Se agachó, le quitó los zapatos y se los puso con calma, sin cambiar ni un poco su expresión.
Caminó hacia el pelirrojo vagamente consciente en el piso y con fuerza, le soltó un pisotón en la cara.
Jeongguk, recargado en una de las mesas, volteó la cara con rapidez, haciendo oídos sordos al percatarse de los jadeos y lloriqueos casi inaudibles del alfa y el sonido del zapato chocando con la piel.
Jimin, con los ojos bien abiertos e inyectados en sangre, se apoyó de una de las mesas y lo pisó. Lo pateó para que la cabeza quedara de lado y volvió a darle un pisotón con todas sus fuerzas, apoyándose en el talón para que fuera más certero.
Al quinto, supo que Taesung ya estaba muerto.
Pero no lo detuvo.
Observó como el ojo cayó de la cuenca. Escuchó como la mandíbula se trozó, pero aun así no paró. Recordó a su hermana con la garganta cortada. A su madre envenenada. A Youngmin y a su padre desangrados. A Bogum decapitado. El cuerpo sin forma de su hijo o hija. A Jeongguk a punto de ser apuñalado.
Entonces paró, solo para tomar más impulso.
Apretó la quijada y con sus ojos gélidos enfocó lo que quedaba de su rostro. Los blancos mechones de cabello se metían en la parte superior de su visión pero los ignoró.
Ignoró todo, en realidad. Su entorno, su dolor. Y lo pisó.
Se balanceó entre dos mesas y saltó con las piernas flexionadas directo sobre su cabeza. Regresó el pie derecho al pavimento —ahora rojo— y siguió, esta vez con el pie izquierdo. Poco a poco el cráneo se destrozaba y la sangre no paraba de salir, principalmente en forma de charco bajo su cabeza. Volvió a saltar sobre lo que quedaba de su rostro y observó cómo entre el cabello y la sangre ya se podía ver con claridad lo viscoso de lo que supuso que era el cerebro. Pisó los ojos que seguían unidos por un hilo a lo que quedaba de su cabeza y por fin, después de lo que se sintió como una eternidad, paró.
El omega se quedó quieto junto al cuerpo de Taesung, sin quitar los ojos de lo que había hecho. Sabía que tenían que irse lo más rápido posible, pero quería grabarse la imagen que tenía bajo ella.
Taesung estaba muerto. Y él lo mató.
Jeongguk se sobresaltó cuando Jimin se movió. Lo observó caminar desnudo —y casi sonámbulo— hacia los barriles donde se había escondido antes. Entonces tomó la cuerda. Arrastró una caja lo suficientemente resistente y se paró en ella. Lanzó la cuerda al techo y al tercer intento logró que ésta pasara unas tablas de madera en el techo. Jaló con fuerza y cuando vio que era resistente, se bajó. Amarró el otro extremo de la cuerda en una columna cerca de la pared y volvió a subirse a la caja.
Ahí, Jeongguk entró en pánico. Se paró con rapidez y jadeó por el dolor. Ignoró la cortada que Taesung le hizo con el desarmador en el abdomen y también la mano posiblemente quebrada, todo porque recordó que Jimin quería suicidarse después de haberse encargado de Taesung. Al verlo ahí, todas sus alertas sonaron.
Dio un paso hacia él, pero al verlo quitándose los zapatos y bajando de la caja descalzo, entendió todo. Miró el camino hecho de sangre y por inercia miró a Taesung. Tan rápido como pudo quitó la mirada y tragó en seco, sintiéndose asqueado por lo que acababa de ver.
Mejor, con pasos cortos, siguió a Jimin, pisando con cuidado solamente donde no había sangre y haciendo presión en la cortada húmeda y punzante en su abdomen. Cuando se agachó a duras penas para tomar al alfa inconsciente, el omega lo detuvo.
"Golpéalo, que parezca que pelearon"
Jeongguk miró su mano hinchada y se sobresaltó cuando vio que Jimin golpeó los nudillos del alfa con una herramienta. Principalmente la derecha, haciéndole moretones y marcas pero siendo cuidadoso para no romperle nada. Abrió la mano del castaño y la cerró en el mango de la herramienta, dejándole un pequeño rastro de polvo. No recordaba si era zurdo o diestro, entonces, por precaución, hizo lo mismo con la otra mano.
Extrañado por la quietud de su novio, se giró hacia él y cuando le vio la mano casi morada, él mismo se encargó de los golpes. En la nariz, en el hueso de la ceja, en los labios. Era tanta la adrenalina y el coraje que sentía que no sintió dolor alguno. Prefirió recordar como JinYoung golpeaba a su madre y hermana y a él mismo siento torturado por él cuando estaba encadenado entre los cerdos.
Se puso de pie y pasó de largo a Jeongguk. Caminó hacia Taesung y se llenó las manos de la sangre que se acumulaba alrededor de su cabeza.
Con cuidado de no chorrear, pegó sus manos empapadas sobre su abdomen y cuando llegó con JinYoung, escurrió la sangre sobre su pantalón, imitando los patrones de las salpicaduras que ella misma tenía, principalmente en las pantorrillas.
Secó, como pudo, la sangre sobre su misma piel y después de asegurarse de que no hubiera sangre en lugares equivocados, se puso los guantes que dejó en el suelo y ayudó a Jeongguk a cargar al alfa desmayado. Cuidando las huellas del piso, y Jeongguk ignorando el mareo por su pérdida de sangre, ambos lograron llevar al alfa hasta la cuerda. Jimin le puso las botas de nuevo y mientras Jeongguk lo sostenía con dificultad, ella enrolló la cuerda alrededor de su cuello. Se giró y tomó una botella, de lo que creyó que era pintura o un esmalte, y lo abrió. Lo pegó a la cara del alfa y cuando este empezó a despertar, Jeongguk lo soltó y Jimin pateó la caja de madera.
Los ojos del alfa de abrieron por completo y Jimin se quedó quieto frente a él. Mirándolo con los ojos gélidos que JinYoung tanto recordaba.
"Vámonos"
Pidió Jeongguk mediante el lazo, levantando la ropa de Jimin del piso.
"Hasta que se muera"
La omega miró a JinYoung a los ojos hasta que el alfa dejó de luchar. Entonces parpadeó y después de varios segundos, se giró.
Tomó las cosas que Jeongguk le tendió y se puso todo con rapidez. Ignorando la sangre en su piel y el sabor metálico que aún quedaba en su boca. Se puso el pasamontañas y le dio una última mirada Taesung, grabándose hasta cada pequeño detalle en su memoria.
Los dos se aseguraron de no dejar nada. Contaron las jeringas, revisaron sus ropas, y hasta el albina revisó que no estuviese ni un pelo blanco en todo el taller.
Entonces se acercaron a la puerta y agudizaron el oído para saber si alguien estaba a las fueras, pero no. Todo estaba silencioso.
Salieron con cuidado. Se metieron al bosque y caminaron sigilosos por al menos los primeros cuatrocientos metros. Luego Jimin cargó a Jeongguk en su espalda y cuando llegaron a su territorio, el albino se transformó en lobo y cargó a su novio en su lomo. El regreso fue más sencillo de lo que creían que sería, lo cual era bueno, pero sospechoso. Aún adolorido, Jeongguk guio al albino por el bosque que le correspondía a su territorio, revisando la hora constantemente en el reloj de su muñeca, ahora roto.
Cuando se aseguró que nadie estaba cerca de su casa, Jimin subió las escaleras de su entrada en forma lobuna y se transformó frente a la puerta, sosteniendo aún al pelinegro.
Entonces, al cruzar la puerta, Jeongguk corrió con dificultad hacia el baño. Abrió la tapa y vomitó todo lo que se había contenido.
Recordó a Taesung. O mejor dicho, su cadáver. El sonido de los golpes constantes, el olor a sangre, sus jadeos ahogados.
¿Cómo llamar a esa sensación tan extraña en su pecho? No era lástima eso que sentía, tampoco compasión. Taesung merecía eso y más, pero ¿verlo? Observar, escuchar, oler esa escena tan horrible y terrorífica era una historia completamente diferente.
Ver a Jimin en esa faceta fue lo peor. Alcanzó a ver que sus ojos estaban alarmantemente rojos y bien abiertos durante su venganza. La desnudez que llevaba y la naturalidad con la que se encargó de todo lo hicieron sentir escalofríos. Su actitud ida, su postura, las pocas miradas que le dirigió y hasta la forma en la que respiraba lo hacían lucir terrorífico. Como si fuese otra persona.
Por un lado, su inutilidad como alfa lo avergonzó. Jimin se había encargado de todo, por lo menos después la muerte del pelirrojo. Y lo terminó cargando por el bosque, llevándose la parte más complicada también.
Negó para sí mismo. Se le hacía difícil creer que el omega que se inclinaba frente a él para recibir un beso en la frente era el mismo hombre que le destrozó la cabeza a un alfa a pisotones sin siquiera pensárselo dos veces.
Volvió a recordar el cráneo destrozado del alfa y por ende, también a inclinarse frente al retrete y soltar otra arcada, sintiendo la sensación de picor tras su paladar y apretándose más la cortada en su abdomen, por el dolor que le provocaba hacer fuerza para vomitar.
Inhaló y exhaló con pesadez, ignorando el mal olor y el mal sabor de boca. Pero no se paró, porque sabía que otra arcada venía.
Y así fue, volvió a meter la cabeza en la taza del baño y soltó un suspiro cuando no pudo sacar nada al primer intento. Sintió unas manos acariciando su espalda y se heló, pero supo disimularlo bien. El albino recogió el cabello que caía sobre el rostro del alfa y Jeongguk, en ese segundo intento, sí pudo vomitar. Sacó todo el líquido espeso y ardiente color rojo, y exhausto, bajó la cadena.
Se puso de pie y se enjuagó la boca, sintiendo a Jimin ya vestido a sus espaldas levantándole la sudadera. Cuando se enderezó, el omega lo arrastró al piso. Lo recostó y le quitó la sudadera y la camisa, para observar la herida.
La cortada era de tal vez unos veinticinco centímetros. No se veía tan mal, pero por la cantidad de sangre que brotaba de ella significaba era profunda.
Entonces salió. Llenó una bolsa con hielos y subió para tomar el botiquín del baño de su habitación. Cuando entró al baño, lo primero que hizo fue darle a Jeongguk una pastilla para el dolor, que el alfa tragó sin necesidad de agua. Puso la bolsa de hielos sobre la mano derecha, morada e hinchada y sin avisarle antes, dejó caer alcohol en la cortada.
El alfa se movió y apretó la quijada, pero no dijo nada.
—Lo siento, pero no podemos ir al hospital —Jimin murmuró con las cejas arqueadas, limpiando con cuidado la sangre seca que escurría bajo el ombligo y dando toques delicados y lentos directamente en la cortada.
—Me curaré rápido —aseguró el pelinegro, tomando la mejilla de Jimin con su mano intacta.
Es Jimin, se recordó a sí mismo, tratando de borrar las imágenes violentas de su novio, que de una forma u otra, no dejaban de repetirse en su cabeza. Es Mimi. Insistió.
El albina tenía sangre seca en su rostro y sus ojos, clavados en su abdomen, estaban llorosos. Entonces acarició su mejilla con el pulgar y le sonrió suave. Pero Jimin no le devolvió el gesto, porque estaba demasiado preocupado por lo oxidado del metal. Si su cortada se llegase a infectar lo tendría que llevar al hospital y no tendrían como decir el motivo de la herida. Entonces todos sospecharían. Y todo se iría a la mierda.
Pero Jeongguk era el supremo. El pelinegro poco tiempo antes había tenido hierba matalobos entre su carne. Confiaba que su novio tenía razón y se curaría rápido. Negó varias veces para sí mismo, concentrándose. Entonces cubrió la herida con gasas y envolvió su abdomen con vendas, apenas el alfa se sentó para ayudarlo.
Lo sentó en el retrete y le observó la mano. El hueso de la parte media del dedo corazón estaba montado sobre el hueso de abajo. Lo mismo con el dedo meñique.
Jeongguk tenía dos huesos montados y los nudillos hinchados y morados.
—Mierda —dijo el albino en un susurro. Ladeó la cabeza y suspiró —Aguanta...
El alfa no supo a qué se refería, hasta que sintió un tirón en el dedo que lo hizo saltar un poco de su asiento. El dolor le llegó hasta el codo y cerró los ojos, maldiciendo internamente por las constantes punzadas que tenía en todo el cuerpo. Jimin tomó ahora el dedo meñique y cerró el pulgar y la mitad de su dedo índice sobre el hueso que estaba montado y de un jalón en seco lo regresó en su lugar.
—Lo siento, necesitaba acomodártelos.
—Está bien —Jeongguk sonrió sin ganas, mareado.
La bolsa de hielos regresó a los nudillos hinchados y a pasos cortos y lentos, subieron hasta la habitación del alfa, que estaba más cerca de donde estaban. Jeongguk se lavó los dientes con la mano izquierda y con la espalda encorvada. Jimin lo ayudó a ponerse una camisa blanca y ajustada de tirantes. Sus ojos se estaban cerrando solos por el cansancio y terminó cabeceando mientras Jimin le hacía un nudo a la cinturilla del pantalón de su pijama.
Cuando su espalda adolorida tocó el colchón y fue envuelto entre sus sábanas frescas y suaves, no se pudo resistir.
—Iré a ponerme la pijama —avisó el albino, apagando la luz.
Jeongguk asintió, cerró los ojos y a los pocos segundos cayó profundamente, sin notar que en ningún momento Jimin regresó a su lado.
jiji
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top