29 ; verdad y venganza I (segunda parte)

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La verdad

—Tenemos que hablar.

—Sí, claro pero ¿cómo estás?

—Bien —Asintió para sí mismo, no sabía si estaba mintiendo o no, pero sonrió bajito, sin ganas y sin querer realmente sonreír. Miró al alfa frente a él—¿Y tú?

—Yo no importo —Se apuró en contestar.

—Claro que importas —Suspiró —¿Podemos ir arriba? Tenemos que hablar de muchas cosas.

El pelinegro no alcanzó ni a hablar. Jimin lo tomó de la mano y lo guió hasta su habitación, que ahora estaba impecable, con la cama tendida y todo en perfectas condiciones.

Cuando se sentaron en la cama Jeongguk miró las almohadas y sintió una culpabilidad tan sofocante, que ya no pudo quedarse callado.

—Perdóname —Dijo casi desesperado, con la palabra "arrepentimiento" escrita por toda su cara —Te juro que jamás...

Jimin negó, sabiendo que se refería a lo que pasó la primera noche.

—No fue tu culpa, está bien —Sonrió, acariciando su cara.

El pelinegro no supo qué hacer cuando vio que sus ojos se comenzaron a cristalizar.

—Jimin...

El albino soltó su respiración haciendo una "o" con sus labios —Bueno... debes tener preguntas —Aseguró, fingiendo estar tranquilo —Puedes hacerlas.

Se sentó con las piernas cruzadas y la espalda recta.

Jeongguk no dejó de mirarlo. Entre todas las preguntas que tenía circulando en su cabeza, no se pudo decidir por una. Entonces habló.

—No tienes que hacer esto. No me debes explicaciones.

—Pero te las quiero dar —Sonrió levemente —Eres mi novio, te las mereces.

El alfa no insistió. La curiosidad pudo más que él, pero aún así no quería ser él quien iniciara con la plática. La verdad es que estaba aterrado. Entonces negó con los hombros encogidos.

—No se me ocurre nada que preguntar.

—Entonces te contaré —Jimin ladeó la cabeza —Si te surgen preguntas las haces. Sencillo.

—Está bien.

El albino asintió y miró hacia el techo, sin saber dónde exactamente comenzar.

—El celo me llega cada seis meses, a veces tarda diez. Los omegas de mi clan siempre hemos sido irregulares. Siempre pasaba mis celos en compañía de Yowon. Creo que has notado lo mucho que me quiere y se preocupa por mí. Me cuidaba y se quedaba a dormir en mi antigua casa. Por ella encontré los inhibidores que más me ayudan, como antes también lo hacía con mi mamá —Miró al colchón, buscando qué más decir —Ehmm... siempre me dura seis días y recuerdo todo lo que pasó a la perfección.

—¿Te habías intentado hacer daño antes?

—Hace mucho —Torció sus labios, sin darse cuenta había soltado una voz ligeramente más grave, dejando en evidencia que la de antes había sido una fingida. Jeongguk lo notó de inmediato —Lo siento por eso. Tenía miedo de... todo. Ya estoy enlazado y me dio pánico la pura idea de que tú me obliga-

Jeongguk no lo dejó terminar. Tomó sus dos manos y lo miró a los ojos, sintiéndose terriblemente ofendido.

—Jamás te obligaría.

—No pensé en ese momento —explicó tomándolo firmemente de sus manos —Sé que no lo harías, solo estaba aterrado —Suspiró y sus ojos se aguaron de nuevo —Jeongguk, no es que no quiera pasar mis celos contigo, tampoco es que no confíe en ti o no te quiera, es solo que es muy difícil para mí —Su voz se cortó por un segundo —Estoy traumado.

—¿Qué pasó?

—Es que mierda, necesito empezar desde el principio —Soltó el agarre del alfa y peinó sus húmedos cabellos hacia atrás—¿Has escuchado lo que dicen de mí y de mi familia en el pueblo? —Jeongguk asintió con el ceño levemente fruncido —¿Qué es lo que sabes? De cómo llegué...—Especificó.

—Jimin... —El pelinegro realmente no quería contestar.

—Por favor —Insistió.

—Pues... —Las palabras se atoraron en su garganta, pero la mirada suplicante del omega frente a él lo obligó a continuar —Que mataron a tu clan y que tú lograste escapar.

—Esa no es la verdadera historia —Negó suavemente, mirando hacia abajo con una capa de lágrimas en sus ojos que le impedían ver bien. Soltó un suspiro agotador, casi convirtiéndose en un jadeo o un sollozo —Nunca le he contado a nadie la verdad, pero necesitas saberla. Quiero que la sepas.

Jeongguk comenzó a sentirse abrumado.

—E-está bien.

—Mierda —Dijo al tiempo que miró sus manos temblar. Cerró los ojos para hallar dentro de él el coraje que necesitaba —Cuando Yowon y Seokjin me encontraron en el bosque... mi familia ya llevaba dos años muerta.

Cuando esa frase salió de su boca, Jimin no sabía a dónde mirar. Jeongguk sintió un vacío abismal en su torso y un dolor en el pecho.

—Yo quería mucho a Taesung, al igual que toda mi familia. Bogum andaba con él y sus amigos por todo el pueblo y yo los seguía, creyéndome mayor. Lo adorábamos, más mi mamá, porque por él fue quien convenció al jefe para que se le permitiera quedarse en la manada. Incluso con él tomé mi primera cerveza, a los quince años, con el permiso de mis padres, todo por su nombramiento como el alfa principal. Lo teníamos en un pedestal y nos apuñaló por la espalda.

Jeongguk apretó la quijada. La pura idea de una traición, más a ese grado, lo asqueaba.

—Dicen que lo hizo porque éramos más fuertes que él, pero es mentira. Él quería saber cómo es que habíamos nacido blancos. Nosotros no teníamos una respuesta para él, así que nos fue matando uno a uno. El tres de diciembre del dos mil once, lo recuerdo muy bien. Vi a mi hermana de diez años morir desangrada. Como su ojos negros perdieron brillo. La sangre de Youngmin salpicada en todo el cuerpo de Bogum. No... —Cerró los ojos, negando —Nunca voy a poder olvidar sus caras, Gguk.

Las imágenes violentas, una a una, revivieron en su mente. Taehee, Youngmin, Bogum. Amordazados, atados, golpeados, drogados, pero sin dejar de luchar. Su padre, HaeJin, sangrando por los intentos de soltarse y salvar a su familia. Sookha, destrozada en el centro, sometida. Gritando por ayuda.

El alfa hizo puños con sus manos y habló por lo bajo —¿Qué te hizo...?

Jimin prosiguió —Taesung me dejó vivir porque era el único omega blanco sin enlazar. Me drogó y me encadenó a una porqueriza de mala muerte —Miró sus muñecas y vio los cinchos que por mucho tiempo estuvieron ahí. Apretó la garganta y tocó sus mejillas, sin haber notado que ya estaban mojadas —Viví entre paja, cerdos y mierda. No podía ni pararme por las drogas y como nadie pasaba por ahí seguido, sobreviví comiendo del piso lo que dejaban los cerdos. Todo el tiempo estaba mareado y no podía ni siquiera hablar bien o coherente.

Llevó una mano a su mentón y sorbió su nariz.

—Me lanzaban comida cada ciertos días, cada que recordaban, supongo. Él fue en algunos de sus celos y me violó. Las últimas veces que fue dejé de luchar, porque sabía que nadie llegaría. Como un trapo me dejé manejar, golpear y abusar, pero nunca dejé de sufrir. Al menos las drogas ayudaban en eso. Te juró que pensé que nada podía empeorar, hasta que me llegó el celo por primera vez. Ahí supe que habían pasado casi dos años del peor día de mi vida, y que eso significaba que ya tenía dieciocho años —Sorbió su nariz de nuevo —Los alfas que seguía y reconocía como amigos de Taesung me limpiaron con una manguera y después él llegó. Me abrió las piernas y me violó como siempre, hasta que se cansó.

Un sollozo salió sin poder evitarlo y bajó la cabeza, avergonzado. Jeongguk se puso rojo del coraje, empuñó sus manos hasta que dolieron y después de varios segundos mirando a Jimin llorar, titubeó al hacer algún movimiento.

Optó por acariciar su rodilla, para recordarle que estaba ahí, a su lado, y que eso jamás volvería a pasar. Primero muerto.

El peliblanco tomó su mano, que aún temblaba demasiado.

—Obviamente esa vez fue diferente. Aunque por dentro quería sacarle los putos ojos con mis propias manos, mi cuerpo se abría para él por instinto —El alfa escuchó perfectamente el coraje y el odio en las palabras que su novio escupió. Tenía la quijada marcada y respiraba pesado, para después sorber su nariz —Le suplicaba por su toque, le rogaba que me llenara con palabras incoherentes por las drogas y por dentro me estaba retorciendo del asco. Me dejaba desnudo en la paja y regresaba después de horas para seguir. Y al final me dio una camisa gigante porque, según él, me porté bien.

Jeongguk tragó en seco y sintió la bilis en su garganta cuando Jimin continuó.

—Y me preñó.

La frase salió de sus labios por primera vez seguida de un llanto desgarrador. Abrazó su vientre por inercia y bajó la cabeza, haciendo que las lágrimas mojaran las sábanas.

Jeongguk se imaginaba todo menos eso. La idea de Jimin con el vientre abultado acaparó su imaginación. Pero sabía que la imagen que tenía en mente, de él sonriente con ambas manos en su barriga prominente, estaba lejos de ser la realidad. Después se lo imaginó tirado, escuálido, con la piel pegada a sus huesos a excepción de su abdomen. Drogado, golpeado, con las manos atadas entre paja, mierda y orines.
Una imagen nada lejana a la verdadera.

El alfa no supo cuando comenzó a llorar, pero jaloneó levemente sus ojos y sorbió su nariz. Se acercó un poco más al albino y este se apoyó en él. Descansó la frente en su hombro, evitando a toda costa un abrazo, porque sabía que si se daban uno terminaría llorando y no acabaría de hablar. Y quién sabe si tendría el coraje de sacar el tema a flote cualquier otro día.

—Preñado —Continuó, con la mirada en el tramo de sábana levemente húmeda bajo él —Lo que Taesung tanto quería. Como no estaba enlazado, sufrí mucho. Todo el tiempo me sentía intranquilo, débil y ansioso. Mis piernas estaban llenas de llagas, tenía varias costillas rotas y no sentía mis pies. Fue una pesadilla que sentí como eterna.

El pelinegro asintió, apoyando su cabeza en la de él. Jimin iba a continuar pero las palabras se atoraron antes de salir. Quería creer que el alfa no lo juzgaría y que solo lo escucharía en silencio, pero aún así, decir la frase que tenía estancada en el alma y en su pecho no era fácil. Jamás lo había dicho en voz alta, y cada que la repetía en su mente sentía que era el peor ser del mundo.
Pero inhaló. Se enderezó y miró a Jeongguk, que con los ojos vidriosos y enormes lo observaba.

—No quería un bebé, Jeongguk.

No se sintió más ligero o menos culpable, pero la mano grande y cálida que acunó su mejilla lo hizo sentir un poco más tranquilo.

—Claro que no, mi amor.

Sollozó de nuevo, cerrando los ojos y se apoyó en la mano que lo sostenía fuerte.

—No quería tenerlo, sabía lo que sufriría o lo que me haría sufrir si me lo arrebataban —Se sinceró —Entonces dejé de comer. Quise hacerme daño pero no tenía fuerza para golpearme, intenté alterar a los cerdos para que se me acercaran y me hicieran algo, pero ni la voz me salía. Taesung lo notó a los pocos días y a golpes me obligó a comer. Lo bueno es que la comida que me llevaba era decente, solo porque estaba llevando a su hijo en mi vientre. Después con el paso de los días dejó de ir y los hombres de siempre me bañaban a manguerazos más seguido y me obligaban a comer. Estuve tan mal en todos los sentidos que poco a poco me empecé a encariñar con mi cachorrito, solo porque caí en cuenta que era mi única familia.

Sorbió su nariz y se enderezó.

—Un día sangré. Demasiado y me dieron unos dolores tan horribles que a pesar de las drogas lo sentí. Escuché que dijeron que se suponía que faltaban tres meses para que naciera y me preocupé. Esa tarde Taesung llegó con sus dos hombres. Me abrieron el abdomen con una maldita navaja y te juro que jamás había sentido un dolor así. Era uno desgarrador, seco y tan constante que sentía que me iba a morir. Pero lo soporté todo, por mi bebé y por mi, las drogas ayudaron pero usé todas las fuerzas que me quedaban Gguk, hasta que escuché como lloró, tenue y casi inaudible.

Ya no solo sus manos temblaban, él, por completo, lucía mal. Jeongguk de inmediato pensó en pararse en ese mismo instante e ir a Haro para rescatar al bebé de Jimin, que sin pensárselo cuidaría como suyo. La impotencia, el coraje, la furia se mezcló con el dolor y la tristeza de su novio en el lazo.

—Me dolía todo y parpadeé muchas veces para que las lágrimas me dejaran de nublar la vista. Necesitaba ver a mi bebé, porque sabía que ellos me lo arrebatarían —dijo, cada vez sonando más desesperado, pero calló. Solo por unos cortos segundos —Entonces, con la espalda destrozada me asomé un poco para conocer a mi cachorrito, pero lo único que vi fue a Taesung destrozando su cuerpecito de un pisotón. Luego dos, luego tres. Y después dejé de contar. No me puedo sacar de la cabeza el sonido de su bota aplastando a mi bebé ni la sensación en mi garganta del grito que no pude sacar.

El alfa sintió un vacío en el estómago. Cubrió su boca de golpe y Jimin soltó un sollozo que lo hizo doblar su espalda hacia adelante y cubrir su cara con las dos manos. Lloró varios segundos y el pelinegro no dejaba de mirarlo estupefacto. Con la garganta apretada y las lágrimas acumulándose en su párpado inferior al paso de los segundos.

—Su llanto paró en seco y por mis lágrimas solo alcancé a ver una masita sin forma, color gris y morada —Negó levemente con su cabeza, aún con el rostro cubierto, pero empapado —Ni siquiera supe si fue niño o niña.

Peinó su cabello hacía atrás con notable ansiedad en todos sus movimientos.

—Te juro que me quedé paralizado. Escuché a Taesung maldecir porque el bebé no fue blanco, y que lo volvería a intentar en el siguiente celo —Sorbió su nariz y negó una y otra vez —No respiré Jeongguk, no pude. Vi cómo se fue y cuando la sangre de mi bebé tocó mi piel me desquicié —Su rostro, en menos de un segundo, pareció perder forma. Miró a la nada con los ojos vacíos y de la nada, su voz se volvió ligeramente más grave —Vi rojo —Tragó en seco sin ninguna expresión —Y lo siguiente que recuerdo fue que me transformé y que de una mordida le arranqué la cabeza a cada uno de los alfas que venían con Sung. GongYoo y Hyoin.

La forma en que dijo los nombres hizo que a Jeongguk se le erizaran los vellos. Pero no dijo nada. Lo miró, pero él seguía con los ojos en otra parte.

—Es fecha que sigo soñando con eso. Recuerdo bien el sabor metálico en el hocico y todas las salpicaduras. A los cerdos acercarse.

Negó ligeramente y en sus labios se volvió a formar un puchero. Levantó la mirada y sus ojos se conectaron con los del alfa. Continuó.

—Corrí hasta el bosque y volví a mi forma humana sin poder evitarlo. Estaba demasiado débil y no tuve más remedio que arrastrarme. Sentí que lo hice por horas. No podía oler y mi vista cada vez se nublaba más y más. Cuando escuché un ruido miré hacía atrás —Su voz se cortó y su rostro se volvió a deformar levemente por el llanto y la vista en sus recuerdos —Y vi que mi bebé seguía pegado a mi por el cordón umbilical.

Acunó sus manos, a pocos centímetros una de la otra.

—Creo que estaba así de chiquito y por más que intenté no le encontré forma —Sollozó más fuerte —Sabía que hacía mucho tiempo había dejado de respirar pero como pude grité por ayuda y Yowon me encontró.

Se jaloneó la cara y respiró más tosco.

—Dijo algo de mi mamá, luego me desmayé y lo demás... —Negó con los ojos cerrados. Las arrugas alrededor delataban la fuerza con la que lo estaba haciendo. Pareció replantearse las palabras que iba a soltar y después de abrir los ojos, rojos, miró a su novio —Cada celo lo recuerdo todo. Mi bebé. Mi familia. Pero más sus manos —La última frase la dijo con un dolor tan perceptible, que aún si su lazo no estuviese activo, Jeongguk lo hubiese sentido. Jimin, inconscientemente se apretó los muslos —Sus asquerosas manos en todo mi cuerpo.

Ahí, sentado en la cama bajo la mirada de su novio, Jimin sintió una mano callosa y ancha en su espalda baja. Una gota de sudor frío recorrió toda su columna vertebral y su garganta se cerró. Le bastaban pocas milésimas de segundo para olvidar que estaba en Canus y en otro año.
Cuando pensaba mucho en esas tormentosas noches, siempre ocurría lo mismo. Las analepsis vívidas de esas noches lo atormentaban y podía sentir sus manos haciendo presión en su piel, aún si sabía que Taesung no estaba ahí.

Cerró los ojos, pero de inmediato cayó en cuenta que había cometido un error, porque no vio negro. El techo de lámina de la porqueriza fue lo único que alcanzó a ver y las manos anchas y toscas ya estaban en sus brazos.

—¡NO! ¡NO!

Se paró de la cama y trató de zafarse del tacto que tanto le atormentaba. Se manoteó los hombros, dejando su mano marcada en la piel blanca como la nieve. Raspó su garganta con el llanto ahogado. Sintió las venas de sus sienes y de su frente ensancharse cuando fue a la lámpara del buró.

Detestaba la luz amarilla.

La tomó como pudo y la arrojó hacia la pared. El sonido del vidrio hacerse añicos sonó lejano, porque, aunque sabía que no era posible, sentía como si el corazón estuviese en sus oídos, bombeando sin parar. Fuerte, de forma acelerada.

Lo que no debía ser. Su corazón no debería estar latiendo. No lo merecía.

Taehee, sí. Youngmin, sí. Bogum, sí. Sookha, sí. HaeJin sí. Su bebé, sí. Él... no.

Él no tenía el derecho de haber sobrevivido. Él no debió sobrevivir.

Sus pulmones ardían y después de callar el grito contenido en su interior, Jimin se clavó las uñas en el cuello, luego en su cabeza, luego en su rostro. Abrió los ojos y arrojó el buró. Lo golpeó con sus nudillos hasta que vio pedazos de madera salir volando.

¿Por qué le pasaban cosas así? ¿Por qué a él? ¿Por qué no podía salir adelante? ¿Por qué vivía con el pecho oprimido y con la sensación de que no era merecedor de nada? ¿Por qué Taesung no lo mató mientras pudo?

¿Por qué flaqueó cuando estuvo a punto de tragarse las pastillas?

Antes de poder golpear con más fuerza los trozos de madera astillada bajo él, un brazo ancho lo rodeó por atrás. No brusco, ni asfixiante. Uno cálido.

El albino tardó varios segundos en caer en cuenta que ese brazo no era Taesung. Que estaba en el año dos mil diecinueve. Que tenía veinticuatro años, no dieciséis. Que estaba en Canus y solo quedaba él.

Se dejó caer al frío piso, pero Jeongguk lo sostuvo. Besó su coronilla y Jimin gritó tan fuerte que su voz se cortó. Enterró las uñas en el antebrazo que lo sostenía por los hombros y maldijo a Taesung a los cuatro vientos con la voz llena de odio; áspera y seca. Gritó. No supo si tres, cinco o nueve veces, pues nadie las contó.

El alfa lo meció, ignorando el ardor en su brazo, mojando levemente el cabello blanco bajo él por sus lágrimas. Lloraba por los gritos desgarradores de su novio, y principalmente porque por el lazo él también sentía el coraje y la desesperación asfixiante. Pero trató de mantenerse calmado, darle la seguridad que Jimin necesitaba sentir.

No usó sus feromonas. No lo veía correcto.
Jimin necesitaba sacar todos los pesares de su pecho y necesitaba llorar y gritar todo lo que llevaba acumulado durante tantos años. Las feromonas lo obligarían a parar en seco y de forma deliberada se quedaría con el dolor en su interior. Lo mejor que podía hacer era quedarse a su lado y dejar que lo utilice como soporte o como cualquier cosa que necesitase.

Entonces volvió a soltar las lágrimas que se habían acumulado en su párpado y tarareó una cancioncilla que se perdió entre los gritos asfixiantes de la habitación. Se movió suavemente de izquierda a derecha, luego hacia adelante y atrás, con Jimin temblando en su pecho, gritando cosas que no entendía.

El tiempo pareció detenerse. En un punto de la noche los gritos del omega dejaron de salir, seguramente por la falta de voz y no por la falta de ganas. La respiración de los dos ya estaba un poco más calmada y de alguna forma sincronizada. Las uñas ya no estaban clavadas en la piel tostada del alfa, ahora sus palmas enteras eran las que lo tocaban.

Jeongguk temía hablar y que Jimin volviera a tener un ataque, pero de una forma u otra las palabras no dejaban de acumularse en su garganta y sabía que era posible que no hubiera otra oportunidad de decirlas.
Si algo malo pasaba, podría estar otras horas a su lado.

—Nada de lo que pasó fue tu culpa —dijo con la garganta seca y la boca pastosa. Dejó otro beso en su coronilla y después apoyó su mejilla ahí —Gracias por contarme, sé que no fue fácil.

Jimin no se movió. No habló. Ni siquiera parpadeó. Lucía como un cadáver atrapado entre sus brazos.

—Ya estás a salvo. Nadie te va a volver a tocar.

Muy en sus adentros, a pesar de que confiaba en Jeongguk, Jimin dudaba. Porque también confiaba y quería a Taesung, y terminó acabando con la vida de su familia y de paso arruinó la suya.
¿Por qué Jeongguk sería diferente? ¿Estaba mal sentirse así?

—Me voy a encargar de él —Soltó el alfa, ahora cerca de su oreja.

El albino negó.

Sentía la cara ardiendo, la cabeza le punzaba, y el dolor en su garganta era espantoso. Los ojos los tenía cansados, rojos y los párpados hinchados. No podía respirar por la nariz por lo congestionada que estaba a causa del llanto. El cuerpo lo sentía pesado, pero nada de eso le impidió girar la cabeza y a tientas, mirar a Jeongguk. El alfa estaba con las cejas en picada y con los ojos, inyectados en sangre, clavados en él.

—Yo lo voy a matar.

Cuando soltó las palabras, lo hizo como una clase de amenaza, con la frase "Ni se te ocurra mover un dedo, que esta es mi cuenta pendiente, no la tuya" escondida en ella.
Jeongguk, sin embargo, escuchó otra cosa.

"Los tengo que vengar", de forma clara y tranquila, bajo sus palabras. Los ojos de Jimin estaban heridos y en ellos había un dolor que no estaba ni cerca de poder imaginar. El lazo, en ese caso, no le servía para nada.

Cuando vio sus ojos por primera vez, ese último día de diciembre en el bosque con Namjoon a su lado, sintió escalofríos. Luego con el paso del tiempo y la cercanía, casi sin darse cuenta se fue acostumbrando a ellos y la sensación de la primera vez se perdió, ese cosquilleo en toda su columna vertebral.

Pero al verlos, con él en sus brazos, destrozado y casi contorsionado para poder mirarlo, sintió de nuevo ese escalofrío.

Lo helado de sus ojos siempre estuvo ahí.

Y esa frialdad, esa mirada gélida que le estaba dando en esos momentos no le gustaba. Y no era la primera vez que se sentía así. Aunque nunca lo admitiría en voz alta, nunca se había sentido cómodo con la mirada pesada que Jimin le daba algunas veces. Y no solo a él, a todos.

Parecía que a veces dejaba de ser el omega juguetona, cariñosa y amigable que era por dentro para convertirse en un hombre serio y antipático, que miraba a todos con esos ojos que congelaban a quien mirase. Odiando todo lo que tenía alrededor.

Ahora, de alguna forma, parecía que entendía esos ojos.

Jimin, cuando pensaba en su familia, en cualquier momento del día, no notaba que sus ojos cambiaban. Convivía tanto con el dolor que no sentía cuando este salía y lo transmitía por los ojos, y por ende, a cualquier persona o cosa que mirara.

No notaba que repudiaba a todos los que podían vivir una vida normal. Con una familia cálida que los esperaba en casa. Que no tenían una carga tan pesada en su pecho, que podían dormir tranquilos, que no le habían arrebatado la vida a nadie. Que podían hacer las cosas sin sentir culpa.

Enojado, porque todas esas personas podían hacer cosas que ni él, ni sus padres, ni sus hermanos, ni su hijo podían.

Maldiciendo a todos con una sola mirada helada solamente porque ellos estaban vivos y su familia no. Odiandolos en sus adentros por tener ganas de vivir, unas que él había perdido muchos años atrás.

Nada se volvió fácil cuando llegó a Canus. No tenía ganas de nada. Las terapias físicas y psicológicas -unas muy básicas por la falta de especialistas- no lo estaban ayudando, o al menos así lo sentía él. Durante esos largos y tediosos meses, solo miraba hacia la ventana con la vista cansada de ver tanto blanco en la habitación. Siempre se veía el mismo pedazo del frondoso bosque, pero siempre resultaba más interesante de ver que a cualquier mujer que entraba a la habitación para revisarlo. Casi siempre, sin ser tocado.

Odiaba que lo tocaran.

Un día, entró a la habitación la mujer que Jimin reconoció como su salvadora. Yowon le habló de su amistad con su madre con una sonrisa en su cara y con los ojos brillantes, siempre intentando guardarse el llanto que le provocaban los recuerdos. Después ella se iba a casa y lloraba en brazos de su esposo la recién descubierta muerte de su mejor amiga de toda la vida. Luego, al paso de los días, Jimin se enteró que un castaño lo quería visitar. Él se negó muchas veces porque la pura presencia de hombres cerca de él le repudiaba. Seokjin no se lo tomó personal y varios días iba a tirarse en la puerta de su habitación y -sin entrar- tocaba la guitarra para el albino. Jimin sabía que se trataba de él. Le agradecía el gesto cuando se acurrucaba entre las sábanas y cerraba los ojos para disfrutar más el sonido. Después, casi sin notarlo, ya se sentaba al otro lado de la puerta y sonreía levemente al escucharlo cantar.

Después, poco a poco, todo mejoró.

De alguna manera, la omega castaña y con hoyuelos leves en sus mejillas convenció a Jimin de seguir con la terapia. Se volvieron algo así como mejores amigos. Después de que fue dado de alta, fue llevado con los Jeon y lloró cuando le pidieron que se quedase en el pueblo con ellos, en el lugar donde realmente pertenecía. Le prepararon una habitación, de su hijo que recién se había ido, pero todo el tiempo se la pasaba pegada a Yowon. Habló con Seokjin, quien resultó ser un omega cariñoso y amable, un año mayor que su hermano.

Pasaba sus tardes enteras con ellos, ayudándolos en cualquier cosa para mantener su mente ocupada y no quebrarse. Limpiar, aprender a tocar la guitarra, lo que sea.

Cuando el tres de diciembre llegó, el cuarto aniversario de muerte de su familia (estuvo inconsciente durante el tercero) los Kim se pusieron alerta con el omega. Pero él no empeoró, ni se desquició. Jimin no necesitaba ver los números del calendario, porque él se reía un lunes de un recuerdo de Youngmin. Le lloraba a su madre un jueves en la noche. Acunaba sus brazos y abrazaba su vientre un domingo en la mañana.

Y después, cuando todo parecía estar bien, Yowon quedó embarazada por accidente. Jimin se emocionó bastante con la noticia y ya se quedaba más tiempo con los Kim. Conforme el vientre de la castaña crecía, todos en casa se emocionaban más y más. El albino abrazaba su barriga por horas, y junto con Seokjin, aprendió canciones de cuna para tocar en la guitarra.

Y el día llegó. Seungheon y Yowon llegaron del hospital con el bebé con apenas unas diez horas de nacido. Tenía los ojos enormes, grises y muy abiertos. Primero lo cargó Namjoon. Acarició con la yema de su dedo el pequeño puente de su nariz y sonrió tan amplio que sus mejillas se acalambraron. Luego fue Seokjin, que acarició el cabello castaño que adornaba su cabecita y aprovechó cuando todos se despidieron de Namjoon para soltar una lágrima de felicidad. Por último, lo cargó Jimin. El omega, cuando tuvo a Taehyung en los brazos, comenzó a llorar. Besó su frente repetidas veces y soltó por primera vez sus feromonas maternas, alertando a Yowon y a Seokjin, y dejando confundido a Seungheon. Jimin pegó al bebé a su pecho y dio un paso hacia atrás cuando Seokjin se acercó a él. Lo llamaron de forma tranquila y le dijeron que Taehyung tenía que comer. Entonces, cuando Yowon extendió los brazos para tomar a su hijo, el peliblanco la miró con los ojos helados y le mostró los dientes.

Por el trauma, Jimin creyó que el niño que tenía en brazos era suyo. Desconoció a Yowon y al resto de los Kim, y se concentró en que querían quitarle a su cachorrito de los brazos de nuevo.

A Yowon se le partió el alma. No podía ni imaginarse por lo que el hijo de su mejor amiga estaba pasando. Entonces pasó. Jimin se puso a la defensiva y listo para atacar. Pegó tan fuerte al bebé en su pecho, que en cuestión de segundos, Taehyung se comenzó a asfixiar.

Seungheon, con el oído más desarrollado, lo notó. Se acercó a Jimin a paso acelerado y el albino gritó. Le soltó patadas como pudo, pero todos se pusieron nerviosos cuando comenzó a correr. El alfa, ya desesperado, usó la voz de mando y lo sometió en el piso después de recuperar a su hijo, que ya estaba casi morado. Gritó un "no respira" y junto a Yowon salieron disparados al hospital.

El albino sintió sus brazos vacíos y berreó fuerte. Se jaló el cabello y gritó desesperado, llamando a su hijo una y otra vez. Seokjin lo observó tener una crisis sin saber qué hacer. Todavía no podía procesar lo que acababa de pasar con su hermano, pero se alarmó cuando el menor se lanzó a la cocina. Todo pasó demasiado rápido. Cuando alcanzó el cuchillo y lo lanzó lejos, ya había sangre en el piso. Sangre que no le pertenecía. Alcanzó a sostener a Jimin antes de que pudiera tomar otra cosa para hacerse daño y lo sostuvo fuerte contra su cuerpo, haciendo lo posible para evitar que me moviera. Minutos más tarde, y casi a rastras, el omega, preocupado, lo llevó al hospital, donde lo internaron de nuevo.

Jimin tardó otros meses en recuperarse y en ser dado de alta por el psiquiatra, que fue traído especialmente para él. No supo dónde meterse cuando cayó en cuenta lo que había hecho, que Taehyung no era su hijo y que lo había asfixiado sin darse cuenta. Quiso largarse de Canus antes de que ellos lo corrieran, pero Yowon lo recibió en la salida del hospital con los brazos abiertos apenas le dieron el alta. Esa mañana el albina se arrodilló y lloró abrazado de sus piernas, sintiéndose culpable de todo lo que le había causado a la familia que más le había ayudado, pero Yowon lo ayudó a ponerse de pie y le contó que Taehyung estaba bien.

Jimin pasó a verlo como un hermanito, y a pesar de que el ambiente se ponía tenso y todos se ponían alerta cuando él se quedaba cerca del bebé, nadie lo quitaba de ahí. Lo cargaba cuando estaba alguien cerca hasta que con el paso de los meses notaron que todo estaba bien. Que verdaderamente veía a Taehyung como un hermano menor o como a alguien de su familia.

Solo Yowon y Seokjin sabían la historia detrás de las lágrimas del albino cada que veía a Taehyung, y no lo podían culpar. Nada de lo que había ocurrido trajo consigo consecuencias, entonces no le tomaron importancia. Pero pasaron los años y Taehyung no hablaba. Los Kim no quisieron apurarlo, pero cuando tenía más de dos años, empezaron a preocuparse. Entonces fueron al hospital y después de un chequeo general y uno neurológico, Taehyung fue diagnosticado apraxia del habla. El doctor dijo que lo había ocasionado un accidente cerebrovascular isquémico, que a su vez fue provocado por el incidente de la asfixia cuando estaba recién nacido. Explicó que esa falta de oxígeno tuvo que ver en el mini derrame cerebral que le dio años atrás.
Al principio, Yowon había pensado que Taehyung era mudo, pero de la nada y a los tres años soltó un "aba" y toda sospecha desapareció.

Nunca se lo dijeron a Jimin. Confiaban que con terapia todo pudiese mejorar, pero la verdad no les importaba si su hijo hablara o no, mientras él estuviese bien, nada importaba. Durante los siguientes dos años había soltado siete palabras, cortas, algunas sin coherencia. Pero, era, de alguna forma, un gran avance.

El niño vivía transformado en lobo. Se la pasaba olisqueando los rincones de la casa o tirado en la alfombra sobre su espalda, esperando a que alguien le rascara la pancita.
Exceptuando su habla, el recién descubierto beta, no mostraba comportamientos fuera de los comunes: jugaba, corría, rayaba paredes, bailaba. Lo mismo que habían hecho sus otros dos hermanos mayores, solo que sin hablar.

Jimin nunca preguntó por ese detalle. Lo llenaba de mimos cada que lo veía y Yowon siempre sonreía enternecida.

El peliblanco regresó a pasar el rato con los Kim, solo que menos seguido que antes. Ya no tenía que regresar a casa de los Jeon para dormir, porque Daehyun ya le había dado una casita sencilla especialmente hecha para él.

Por suerte, cuando llegó su primer celo, diez meses después de haber sido rescatado, esa casa ya existía. Jimin pasó ahí una de sus peores pesadillas. Los recuerdos vívidos lo atormentaron directamente durante esos seis días. Yowon se encerró con él y a pesar de que la albina odiaba ser tocada, se dejó consolar. Al principio Seokjin se ofreció para ayudarlo, pero a Jimin la pura presencia de hombres a su alrededor lo ponía mucho peor. Entonces Yowon terminó quedándose con él y le consiguió los inhibidores que usaba Sookha. No lo descuidó ni un segundo y lo sostuvo durante todo ese terrible momento.

Conforme el tiempo pasaba, los celos cada vez eran más tranquilos que los anteriores. Seguía llorando y repudiando el tacto, con los recuerdos de su primer celo aún vívidos en su memoria, pero, dentro de lo que cabía, estaba bien. Cuando terminaba esa pequeña y recurrente tortura, Jimin regresaba a la normalidad.

Hasta que se enlazó con Jeongguk.

Había evitado sacar el tema de los celos a toda costa y por fortuna, él nunca lo mencionó. Jimin no hacía más que ignorar lo inevitable y entonces pasó. Vio alejarse la camioneta que Namjoon conducía y sintió esa característica calidez en sus adentros.

Se imaginó a sí mismo siendo sometido por Jeongguk, quien a su lado le sonrió de una forma tan hermosa que sintió más miedo del que ya tenía. Entonces se tensó. Se metió al baño, respiró diciéndose a sí mismo que ahora estaba bien. Pero luego sintió una mano ancha en el interior de su muslo. En milésimas de segundo se vio a sí mismo violado y preñado de nuevo. Entonces, cegado, corrió a las pastillas de su botiquín, cansado de tener que soportar tanta mierda.

Se tensó las primeras veces que Jeongguk entró a la habitación. Más porque su cuerpo se movía por sí solo, como aquella vez. Quiso golpear al alfa la noche en la que durmió con él. Abofetearlo para intentar despertarlo y que evitara que le hiciera una felación.
Cuando abrió los ojos, Jimin realmente se esperó lo peor. Creía que lo tomaría de la cabeza y lo obligaría a tragar más de lo que podía, pero se equivocó. Jeongguk lo miró aterrado y se largó luciendo peor que nunca.

Jimin en ese momento supo que el pelinegro sí la quería de verdad. Vio a Jeongguk, su novio. No a Jeongguk, el alfa.

Lo tocó con amor y una delicadeza indescriptible. Con paciencia y pura preocupación, sin ni una pizca de morbo. No lo sometió, tampoco se aprovechó, y eso, no lo hacía cualquier alfa. A pesar de que odiaba que lo tocaran, por alguna razón, sus manos parecían ser la excepción.

Por eso, cuando el peliblanco cayó en conciencia, supo que ya era hora de abrirse por primera vez. Sincerarse y hablar de sus peores miedos, imborrables pesadillas con alguien fuera de su psiquiatra.

Con alguien que quería creer que no lo juzgaría ni vería diferente. Entonces limpió su habitación, tendió su cama y bajó al despacho para buscar a su novio y poder hablar con su novio sobre el verdadero Park Jimin.

El huérfano, el abusado, el golpeado, el violado, el progenitor, el asesino, el traumado, el vengativo, el desquiciado.

El Jimin que nadie conocía.

aquí me puedes mentar la madre -------

Siete...

¿Cómo les quedó en ojo con este plot twist? Ni es uno vdd, pero bueno JAJAJ.

Si leen de nuevo lazo encontrarán muchas pistas, pero como no sabían nada, posiblemente lo ignoraron o lo pasaron esas acciones como algo desapercibido jiji, pero que creeeeeeen, nada aquí está al azar. Al final del libro les mostraré varios de esos momentos

Oh y si sí releen, pls no comenten al ver las pistas, ahórrenme la pena de borrarlos, no quiero spoilers, no seamos feos con los nuevos lectores jejejjeej

Okey, volviendo, este arco no va a ser bonito, creo que el nombre lo dice todo.

Iba a dejar algunas aclaraciones hasta el final del fic, en un capítulo para eso específicamente, pero prefiero hacerlo aquí.

+ Sí lees más de mis obras, probablemente has notado que casi todo tiene fechas, lazo no es la excepción. El 03/12/2011 fue la masacre de los Park. Jimin fue secuestrado ese día, y el 12/04/2013 le llegó su celo, a sus 18 años de edad y el 30/11/2013 fue encontrado moribunda en el bosque, después de haber tenido a su bebé prematuro de 7/8 meses (recordatorio: en este omegaverse los embarazos duran 11 meses)

+ Este celo de Jimin fue diferente, porque hubo un alfa cerca. Y eso solo le había pasado en su primer celo, con Taesung. Los demás se la pasó con Yowon, y como no había alfas cerca, no se volvía lascivo ni necesitado, solo sintió dolor por no "ser llenado". Por eso, en esta ocasión se puso peor, porque sí había un alfa cerca, y no cualquiera, SU alfa.

+ Cuando Sookha se fue de Canus, a las únicas personas a las que les dijo fue a Seongji, Daehyun (sus amigos, y padres de Jeongguk) y a Seungheon y a Yowon (padres de Nam, quienes la ayudaron a irse). Por eso, Gguk sabe (por sus padres) quienes eran los Park, pero solo de oído, por obviedad, nunca los había visto.

+ Cuando Jimin llegó a Canus necesitó terapia, de todo tipo. Psicológica, física. Llevaba dos años sin caminar y por las drogas que le daban, las llagas que se hicieron en su cuerpo (específicamente en sus piernas) tardaron mucho en sanar. Además de la cesárea, las violaciones y los malos tratos y las secuelas de las drogas.

+ Taesung no enlazó a Jimin, porque una vez que le diera un hijo blanco, planeaba matarlo. Y, ya saben, si matan a la persona con la que estás enlazadx ps es muy probable que también te mueras.

+ Lo dice en el capítulo, pero lo recalco: Solamente Yowon y Seokjin saben que Jimin tuvo un bebé, pero jamás lo han mencionado. Jimin sabe que saben. Seungheon lo sospecha, pero nunca preguntó nada.

Pequeño recordatorio
Contenido explícito no es necesariamente contenido sexual

Ah, y esto es una porqueriza 


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