El rey de Avalon

Título: LAZARUS II

Autora: Clumsykitty

Fandom: MCU con un pellizco de Marvel Cómics.

Parejas: sorpresa sorpresa.

Disclaimer: Nada me pertenece aunque muera por ellos, todo es de Marvel y Mr. Lee entre otros, lo único mío es esta idea mía convertida en historia. Dicho está.

Warnings: Viene la continuación de Lazarus I, por lo que os recomiendo primero leer esa parte antes de adentraros a esta desquiciada historia. Como su homóloga, está dividida en libros que van en secuencia numérica pero no en orden de trama. Historias muy agridulces, crudas como violentas. No apta para corazones sensibles o mentes tiernas. Sobre aviso no hay engaño.

Gracias por leerme.



Libro IX. El Libro de las Traiciones.

El rey de Avalon.


New blood joins this earth
And quickly he's subdued
Through constant pained disgrace
The young boy learns their rules

With time the child draws in
This whipping boy done wrong
Deprived of all his thoughts
The young man struggles on and on he's known
A vow unto his own
That never from this day
His will they'll take away-easy

The Unforgiven, Metallica.



Para cuando Alberich se convirtió en la cabeza de la familia Pendragón, Avalon era una tierra inmensa llena de las más exquisitas riquezas porque la magia de sus padres había creado el milagro de la vida basándose en lo que veían florecer en Midgard, el mundo que les ocultaba de los ojos avariciosos de Surtur como de la furia del Tribunal Viviente que jamás les perdonaría la vida. Sin embargo, su padre Anmore les había enseñado que el odio como el rencor eran copas amargas que jamás se vaciaban, vivir de ellas solamente iba a traerles una cadena de dolor interminable, cuando tenían delante de ellos la posibilidad de vivir plenamente hasta el fin de los tiempos. Tal vez hubo un tiempo en que los Alfa Draconis fueron crueles o malvados, Alberich no lo sabía, pero estaba seguro que los Draconianos no serían así. Habían roto la rueda del destino para forjarse uno ellos mismos.

No consideró una mala fortuna convivir con los mortales de Midgard, al contrario. Le provocó ternura su corto tiempo de vida, su pasión por las cosas más nimias o esa voluntad a prueba de la muerte misma. Eran corderos que sufrían las disputas de seres superiores pero llenos de codicia, tomando sus tierras como campos de batalla, dejándolos en la miseria al retirarse. Alberich decidió que esos indefensos seres merecían una oportunidad igual que su padre había creado una para ellos a costa de su vida. Para honrar a su memoria, se dio a la tarea de proteger como instruir a los mortales en las enseñanzas mágicas de Avalon, descubriéndoles el lenguaje de los árboles, el canto del agua, los secretos de la tierra o la convivencia con otros seres que habitaban junto con ellos el mundo naciente de Midgard.

Sus hermanos menores aún eran muy pequeños para seguir sus andanzas dentro de tierras mortales pero sabían obedecerle discretamente, esperando por su retorno para escuchar nuevas historias sobre aquellas almas fugaces pero valientes. Alberich se encontraba cuidando de un grupo de elementales que correteaban entre las aguas tranquilas de un espeso bosque cuando una guerrera de los Elfos de la Luz vino hacia él, atraída por su magia que le era desconocida. De solo verla se enamoró de ella. Estaba consciente que ellos jamás podrían tener pareja porque nadie en el ancho universo se arriesgaría a desposarse con una raza condenada por crímenes que ellos no habían cometido pero que debían pagar. La vida quiso demostrarle lo contrario porque esa bellísima elfa le correspondió más adelante sus sentimientos, viajando con él hacia Avalon para conocer a sus pequeños hermanos que adoptó como propios. Athania.

Ella renunció a su pueblo para unirse a él, trayendo consigo su propia magia que generosamente unió a la de Alberich, convirtiéndose en los reyes de Avalon, siendo conocidos entre los elementales con los nombres que le dieran a su padre aunque el título vino muy tarde pues había muerto antes de que se acostumbraran a ellos, Oberón y Titania, sus nombres mortales. Athania le daría dos bellos hijos, Aldrich, su heredero a quien obsequió el Anillo Nibelungo y a Myrddin, quien recibió a Excalibur. Fue el tiempo cuando nacieron sus dos hijos que su tierra comenzó a ser nombrada entre los habitantes de Midgard como sinónimo de belleza, paz y un paraíso al que podían recurrir si reunían las características necesarias para hacerse dignos de sus portales, probar de los frutos de Avalon y llevarse consigo objetos mágicos como premio a sus nobles sentimientos. Tales fueron las enseñanzas del padre de Alberich y éste las continuó al pie de la letra.

Su primogénito Aldrich mostró la sangre que llevaba en la sangre, dominando perfectamente las armas como teniendo una sabiduría que únicamente rebasó su hermano menor cuando fue su tiempo de mostrar sus habilidades ante sus padres. Aldrich formaría una orden de guerreros con el símbolo del dragón en sus banderines bajo preceptos de honor, verdad, justicia, amor y paz que más tarde uno de sus primos, el primogénito de Uther tomaría. Alberich Oberón se halló infinitamente complacido con las acciones de su hijo, su futuro como el protector de Avalon y por ende de Midgard era prácticamente seguro, la Familia Pendragón gobernaría durante mucho tiempo en relativa calma, mostrando a los demás reinos que ellos no eran una raza que temer como los rumores que a los oídos del rey de Avalon llegaron, avivados por lenguas envidiosas de su suerte.

Athania fue la primera en ver la maldad en los ojos de Tyar, hablando a solas con su esposo de las medidas pertinentes pues la ambición del menor de los hijos de Anmore podría hacer peligrar Avalon y la seguridad de todos ellos. No era que ella quisiera desterrarlo pues se trataba de familia, más quiso hacer consciente a su pareja de las acciones de Tyar, mismas que más adelante se dejaron ver para horror de Alberich como de Uther, el más afectado por ellas. Cuando el rey de Avalon estaba decidido a exiliar a su hermano menor de aquella parte del universo, un día se presentó ante él una figura que se hizo llamar El Mensajero. Amigo jurado de los Alfa Draconis que llegaba para ayudarle con el conflicto interno de la familia antes de que más cosas terribles sucedieran y la maldición de su origen pudiese levantarse una vez más.

Fue por su consejo que el rey de Avalon dejó sus tierras que siempre había procurado y amado para buscar al justiciero, cuya mano volvería a equilibrar la balanza. Alberich no tuvo miedo ni tampoco se sintió humillado de forma alguna cuando hincó la rodilla ante Bor de Asgard, suplicándole que tomara prisionero a su hermano Tyar antes de que cometiera más abominaciones, pues él como su hermano mayor no podía derramar su sangre, so pena de levantar un castigo eterno implícito en su herencia. Junto al rey estuvo también un general de Alfheim quien había visto nacer el universo mismo y recomendó al soberano Aesir escuchar la petición, para no crear una masacre de la cual todos estuvieran arrepentidos en el futuro. Bor no quiso escuchar.

Sin tiempo para enviar un mensaje de alerta, de prevenir a los suyos de los engaños de aquel Mensajero farsante, Alberich fue preso, obligado a dejar su forma elegante de rey Oberón por la forma Draconiana ante los ojos atónitos de la corte en el Valhalla que lanzaron exclamaciones de odio desconocidas para el primogénito de Anmore. Encadenado como si fuese una bestia de carga, fue arrastrado hasta la entrada de Midgard y sacrificado ahí mismo, dando comienzo a la carnicería de la cual todos se olvidarían. Athania, quien se había quedado en Avalon a su espera, perdió la razón ante tanta desgracia, pues también había perdido a su primogénito, Aldrich, quien había sido asesinado de forma despiadada por Sigfried, el hijo de Tyar cuya maldad deseó a la reina de Avalon más nunca pudo mancillarla.

Titania o Athania, con lágrimas en su rostro, tomó la armadura de su esposo y marchó a Midgard para impedir que las huestes de Bor entraran en Avalon. A su lado fue Uther, quien dejó a su descendencia atrás, escondida tras el Espejo de Nimue. El cuerpo de la reina de Avalon tuvo la misma suerte que su consorte al unirse los ejércitos de Alfheim y de Vanaheim. Antes de perder su último aliento de vida, Athania miró directamente a los ojos al rey Bor, pronunciando las siguientes palabras, igualmente olvidadas al pasar el tiempo:

-Escuchadme, gran rey de Asgard. Habéis roto mi armadura, quebrado mis huesos, desangrado mi cuerpo... pero el haber derramado la sangre preciosa de los Pendragón será una afrenta que habréis de pagar con generosidad. Recordadlo, soberano de los Aesir, porque los Draconianos nunca iremos al Hel pues siempre tenemos una manera de regresar. Somos la rueda de vuestros destinos y acabáis de romperla, vuestra suerte está echada.

Muchos de los que estuvieron presentes afirmaron tiempo después que aquellas palabras fueron la primera maldición que pesaría sobre los Nueve Reinos y que el reino de Asgard desdeñó al no ver las consecuencias de sus acciones. Brindaron sobre los cuerpos de los Draconianos, borraron de la historia sus acciones, dejaron que las cosas importantes que no debían perderse, se esfumaran en las tinieblas del olvido. En buena parte porque cuando Bor avanzó hacia Avalon, las puertas de éste se abrieron para él, como si alguien le diera la bienvenida, concediendo el derecho a ese poderoso ejército de tomar sus vidas. Y tal pensamiento fue plantado en la mente del rey de Asgard por nada menos que El Mensajero, quien todo el tiempo susurró al oído del bélico Aseir lo que debía hacer.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top