Apocalipsis
Título: LAZARUS II
Autora: Clumsykitty
Fandom: MCU con un pellizco de Marvel Cómics.
Parejas: sorpresa sorpresa.
Disclaimer: Nada me pertenece aunque muera por ellos, todo es de Marvel y Mr. Lee entre otros, lo único mío es esta idea mía convertida en historia. Dicho está.
Warnings: Viene la continuación de Lazarus I, por lo que os recomiendo primero leer esa parte antes de adentraros a esta desquiciada historia. Como su homóloga, está dividida en libros que van en secuencia numérica pero no en orden de trama. Historias muy agridulces, crudas como violentas. No apta para corazones sensibles o mentes tiernas. Sobre aviso no hay engaño.
Gracias por leerme.
Libro VI. El Libro de la Desesperación.
Apocalipsis.
"La muerte es una quimera: porque mientras yo existo, no existe la muerte; y cuando existe la muerte, ya no existo yo." Epicuro de Samos.
"La muerte no es más que un sueño y un olvido." Mahatma Gandhi.
"Ni el sol, ni la muerte pueden mirarse fijamente." François de La Rochefoucauld.
Muspelheim era conocido como el reino de los demonios, hogar de Surtur, cuyas manos trajeran el Ragnarok. Con semejantes introducciones, tanto Gamora como Drax esperaban encontrar un paisaje que los pudiera inquietar a un par de guerreros curtidos incursionando en sus tierras, sin embargo, su decepción fue mayúscula. En lugar de los conocidos montes humeantes, los volcanes en erupción, las tierras llenas de feroces bestias o ríos de lava entre rocas oscuras, encontraron un paisaje muerto, como un planeta cuyo centro ha dejado de funcionar, convirtiendo todo en roca sólida sin vida alguna en espera de la muerte segura a manos de algún gigante meteoro o la explosión cercana de una estrella. Así estaba la tierra de los demonios que ellos dos vieron, vacía, con un aire de soledad y ningún demonio a la vista.
-Esto no está bien -comentó Drax con el ceño fruncido, mirando a través de su casco el horizonte.
-Debemos encontrar algo. Algo que nos diga por qué todo está así -respondió Gamora.
La mano de la guerrera acarició su cinturón, en su costado izquierdo donde se encontraba oculto un pequeño dispositivo mágico que Deadpool le había dado, en caso de que las cosas "no salieran tan bien" pero ella había entendido a qué se refería. Era muy probable encontrar a los Pendragón en el Muspelheim porque ya no les cabía duda de que habían estado confabulados desde el principio. Y si la información del mercenario era correcta, la pareja de Surtur era nada menos que una Alfa Draconis original, Sinmore. Pero a juzgar por el vació que gobernaban aquellas tierras volcánicas, todo indicaba que no la encontrarían tan fácil como a su rey. Anduvieron entre valles profundos como en colinas altas buscando un indicio de lo que conocían como el Palacio de la Montaña, un refugio de Surtur cuando las invasiones de Asgard le hicieron replegarse.
-Por allá -Drax señaló con un dedo a su derecha- Se ve algo.
Intercambiando una mirada, anduvieron el largo trecho que cruzaba unos lagos de lava ya secos y duros, colinas truncadas y pilares de roca maciza con rastros de rasguños, pero en ninguna parte vieron sangre o alguna muestra de violencia. Simplemente todos los miles de demonios habían desaparecido misteriosamente. Cuando alcanzaron el puente que les llevaba hacia la montaña que Drax había señalado, notaron que ésta estaba abierta como si dos enormes manos hubieran tirado de los mantos terrestres para descubrir la imponente, aunque muy tétrica construcción del rey del Muspelheim. Preparados con sus armas, fueron avanzando a paso sigiloso hasta tocar una entrada que una vez inspeccionada, les llevó por una serie de pasillos cruzados que caminaron, notando la soledad más el aire de maldad que se respiraba. Algo había ahí y tenía un rencor como nunca lo habían podido percibir que les incomodaba al punto de ahogarles.
Gamora se detuvo con Drax a escuchar un sonido curioso. Era como si algo estuviera masticando huesos. Tomaron un estrecho pasillo que subía al balcón que circundaba el gran salón de dónde provenía aquel sonido, arrastrándose por lo bajo hasta mirar por entre esculturas que sostenían columnas del techo. Abajo, la imagen fue confusa por no decir escalofriante. El enorme cuerpo de Surtur estaba siendo devorado por tres masas amorfas realmente asquerosas, sus cuerpos dejaban escapar hilos de baba pestilente, con escamas deformes moviéndose cual piel de serpiente como si no terminaran de acomodarse, cuernos y púas siguiendo ese paso entre extremidades largas e igualmente sin sentido. Aquel temible rey demonio era ya restos humeantes apenas reconocibles, con una fantasmagórica figura observando con fría calma la acción de los tres monstruos.
-Sinmore -apenas musitó Gamora.
Era muy alta, de cuerpo atlético y sus cuernos de dragón coronando su cabeza, pero ya parecía más un fantasma, apenas siendo visible la parte inferior de su cuerpo con humo negro saliendo de una cuenca de ojo vacía. Más sonreía mirando esas masas amorfas, sus ojos tenían un cariño extraño, morboso. Los dos guerreros entrelazaron de golpe sus manos cuando percibieron otra aura más. Ésta era completamente diferente en poder, casi dejándoles sin aliento cuando entró por las puertas, arrastrando consigo algo más. Los ojos de Gamora y de Drax se abrieron de par en par al ver nada menos que la Muerte caminar tranquilamente hacia los monstruos y Sinmore, trayendo consigo a un agonizante Odín cuyo cuerpo mostraba los claros signos de tortura, dejando un camino de sangre detrás suyo.
-Mis pequeños, ¿aún no están satisfechos?
Sinmore se giró a Muerte, con un suspiro. -Los dragones necesitan mucho alimento para fortalecerse. Pero mi amado Surtur es buen platillo, ¿no os parece así Sigfried, Morgana, Tyar?
Los tres respondieron con sonidos guturales nada alentadores, mordiendo los huesos del rey del Muspelheim con ahínco, peleando entre ellos por las vísceras restantes. Muerte dejó caer a Odín, quien lanzó un quejido lastimero, pero no se movió de su lugar. Las garras de Muerte danzaron en el aire, haciendo círculos alrededor de los tres amorfos Pendragón renacidos. A Gamora le quedó claro la forma para usar los dragones con las almas de guerreros o seres poderosos si Muerte estaba con ellos. Todo comenzaba a tener sentido. En partes. Sinmore rió de forma hueca, señalando a Odín con una garra negra que comenzaba a humear.
-¿Dónde está vuestro ojo, Padre de Todo?
Éste no dijo nada, Muerte le tironeó sus cabellos blancos al alzarlo. -Te han hecho una pregunta.
-... no lo sé... no lo sé...
-Mentiras, has estado mintiendo Hijo de Bor. Pero vuestros insultos encuentran castigo al fin.
Los tres monstruos deformes terminaron su festín con Surtur de quien no quedó nada más que el recuerdo. Entre crujidos de huesos y gemidos horribles, los renacidos Pendragón fueron recobrando su forma de Alfa Draconis, altos, fornidos con cuerpos escamosos y largas colas que se arrastraron por el suelo, gruesos cuernos negros igual que sus garras y sus colmillos curveados. Sus ojos eran completamente oscuros, exhalando humo negro por sus narices. Sinmore les sonrió, acercándose para acariciar sus hocicos mientras que Muerte alzó su mentón, orgullosa de verles de vuelta en aquellas formas de dragón, haciendo que Odín les observara.
-Nunca debieron manchar este universo con su sangre.
-... no... ganarán... no... lo harán...
-¿Quién nos puede detener ahora? -espetó Sinmore, volviéndose a él- ¿Crees que podéis mantener el Ojo de Odín escondido de nosotros? ¿En estos momentos cuando ya no hay rincón al cual abrigarse? La destrucción total se aproxima, Hijo de Bor, ya nada puede detenerlo.
-... no... resultará...
-Confía en seres inferiores, en razones nimias.
-Bien, puede ser que ignoréis el paradero de vuestro propio ojo, Odín Padre de Todo, pero no hay que buscar mucho. De la vida que resta aún en este asqueroso universo, pocos han tenerlo. Igual que el Corazón del Universo.
-He esperado tanto por esto, estoy cansada de saber de Némesis, de lidiar con Oblivion, de escuchar al Tribunal Viviente. Unos cuantos mortales no me arrebatarán mi dicha.
-Venganza -tronó la voz de Sinmore- Venganza al fin.
-... jamás...
-El mercenario. Él me dirá dónde está el Ojo de Odín, el Corazón del Universo. Haré que me lo diga.
Muerte dejó caer a Odín, girándose para salir a paso vivo de ahí, esfumándose en su andar. Sinmore se volvió a los dragones que olfateaban donde estuviera el cuerpo de Surtur antes de girar de forma súbita su rostro hacia donde Gamora y Drax al percibirles. Ninguno de los dos pudo moverse ya, saliendo despedidos de su escondite, rompiendo piedra junto con la estructura que soportaban al ser tirados por una fuerza invisible que les infundió un terror indescriptible, sin contar su nula movilidad pese a que sus mentes estaban llenas de ira al ser maltratados de esa manera, cual muñecos sin vida. Los Pendragón rieron de forma ronca y antinatural, sacudiendo sus colas al ver como la reina del Muspelheim se divertía con ellos.
Drax hizo el intento por escapar, luego buscando una distracción para que Gamora lo hiciera. Ella solamente pudo jadear, sintiendo sus ojos rozarse, pensando en un humano al que no le había dicho adiós porque tenía la promesa de volver. Su mano alcanzó el rostro de Sinmore, arañándole no con la intención de hacerle daño porque era imposible pero sí para que su otra mano alcanzara su cinturón. La Alfa Draconis rugió, torturando con ese poder a los dos guerreros que, sin embargo, no emitieron sonido alguno de dolor para no darle el gusto de satisfacerse, aumentando la ira de Sinmore hasta que al final había roto muchos de sus huesos y rasgado sus cuerpos en heridas fatales, arrojándolos a un lado de Odín.
-Duros, duros guerreros, pero nada os salvará ahora. ¿Creísteis que mis pequeños habían desaparecido por un juego de manos de Loki? Estáis en un pedestal muy alto, permitidme que os descienda a donde deben.
-... Sinmore... déjales vivir...
-Callad, Padre de Todo, contigo ya he terminado- la Alfa Draconis rugió, rodeándoles- Al fin es que todo vuelve a su lugar de origen, al fin es que podemos dejarnos de pretensiones huecas de vuestros juegos hipócritas que llamaron universo a costa de los míos, mi sangre, mi familia.
-Nosotros... -tosió Gamora un poco de sangre- ...no te hemos hecho daño.
-¡Claro que lo hicieron! Todos los seres en este universo lo hicieron, con su sola existencia, ¿o es que creéis que estáis viva por una fuerza sobrenatural que os sopló el aliento de vida? ¡Fue la muerte de mi familia la que creó todo esto!
-¿Has destruido todo... por tu familia?
-Nada sabéis, guerrera, y ciertamente, nada os diré porque a mis ojos sois únicamente parásitos que gozaron de privilegios mientras mi sangre sufrió los horrores de pecados falsos a manos de seres tan asquerosos como vos.
-Muerte... te traicionará.
Sinmore se carcajeó mientras que los otros tres dragones bufaron, sacando humo de sus fauces al acompañar con risas malignas a la Alfa Draconis.
-Y heme aquí pensando en la forma de que mis pequeños terminen su maduración, pero una vez que la rueda gira ya no se le puede detener. Mis niños, sangre de mi sangre, descendientes de mi hermano Anmore... frente a vos está vuestro festín, que estos tres infames se conviertan en su alimento final.
Mientras Sinmore recitaba algo en lengua ancestral, los tres dragones se adelantaron a los tres caídos que apenas pudieron resistirse con las últimas fuerzas que tuvieron. Los colmillos se clavaron en sus cráneos, en sus costillas, desgarrando sus cuerpos que fueron devorados con ansiedad. Tyar devoró al Hijo de Bor, Sigfried a Drax mientras que Morgana festejó con el cuerpo de Gamora. Garras negras partieron los huesos, músculos y órganos con salvajismo, incluso los dragones se tiraron al suelo para lamer la sangre restante cuando ya no quedó rastro ni de Gamora, Drax o del Padre del Todo. Las escamas recuperaron sus colores como los ojos de los dragones tomaron su color verde con tonos dorados, haciendo vibrar el palacio al recuperar sus fuerzas por completo. Sigfried rugió al levantar su hocico al frente, notando una nueva visita.
-Me alegra que la familia esté reunida.
-Nadann.
El sacerdote que pregonaba la Fe de los Antiguos sonrió, con sus manos cruzadas al frente, caminando descalzo con su manta de tela vieja como única ropa y sus ojos admirando la forma de los Pendragón. No poseía cicatriz o marca alguna de algún ataque como lo supusiera Sif y Rocket en Asgard, estaba tan jovial y fresco como siempre.
-Parece que el Hijo de Bor no mentía respecto a su ojo.
-No importa, ¿vos le encontraréis?
-Será traída a nosotros, querida Sinmore. Tenemos con nosotros una hermosa hechicera.
Ambos se volvieron hacia Morgana quien sacudió su cuerpo de dragón, transformándose en una falsa Gamora.
-El líder de los Guardianes de la Galaxia confía ciegamente en ella. Le dirá todo lo que necesitamos saber... antes de asesinarle. Aun necesitamos un cuerpo más. Para Myrddin -Naddan suspiró, mirándoles en turnos con una sonrisa quieta. -Tenemos al Hijo de Odín, Thor, buscando las mismas respuestas que todos los demás que le antecedieron, tenemos al mercenario a quien Muerte nos ha pedido no tocar. Tenemos otros guerreros y seres escondidos en diferentes rincones del universo. Aún debemos localizar a Uther pero su guarida está próxima a revelarse, pues ya no quedan huecos que utilizar como camuflaje -se giró a Sinmore, arqueando una ceja- Si bien el hechizo Lazarus sigue teniendo el mismo efecto, esta será la última vez que Tyar y sus dos hijos puedan tomar cuerpos como vainas y andar una vez más. No fue posible conseguir neonatos en los cuales reencarnar, únicamente vidas que sustituir.
-Insignificancias -bufó ella- Cuando todo termine, la vida dejará de importar.
-Aún tenemos al humano con el poder de las máquinas. Él, en particular, es mi deseo que no sea lastimado.
-¿Qué pensáis, Nadann? ¿Para qué os sirve un vástago de Igraine?
-Para mucho, es curioso que esté siendo protegido con ahínco. Igual que su hijo. Hay que eliminar a la bestia verde, el guardián elemental y su compañero peludo.
-Tyar lo hará, acompañad a vuestra hija en su misión. Sigfried irá tras el Asgardiano.
-No tengan compasión, Familia Pendragón, ellos nunca la tuvieron con ustedes.
A un gesto de Sinmore, los tres dragones desplegaron sus alas y salieron volando del palacio, dejando a solas al sacerdote con la reina del Muspelheim, quien se acercó al primero, notando que su cuerpo se había esfumado ya de las rodillas hacia abajo. Flotaba prácticamente sobre el suelo manchado de baba y sangre.
-Es tiempo, Nadann.
-Prometí que habría venganza y está siendo cumplida, mi dulce señora. El Hielo y el Fuego están a punto de colisionar, entonces todos los universos y sus existencias habrán de morir para volver al origen real, el que todos callaron, por el que todos mintieron.
-Vuestras palabras me regocijan.
-No así mis acciones, reina mía. Existir en este plano como una Alfa Draconis te ha costado mucho, estás a punto de desaparecer por completo y Lazarus no podrá traerte de vuelta.
-Anmore también desapareció.
-Engañado por las mentiras de este universo.
-Yo desapareceré trayendo la verdad.
-El Caos.
-La Nada.
-Lo que no puede morir y siempre muere, lo que no puede ser y siempre existe.
-Padre.
-Los Alfa Draconis fueron sus hijos, sus heraldos. No hay mayor orgullo que ése. Por eso es que quiero pedirte, Sinmore Draconis, que antes de marcharte como lo hizo tu pequeño hermano, me dejes tu poder para mover las últimas piezas de este juego que llega a su fin.
-Tomad lo que os parezca necesario. Anmore tuvo fe en las ilusiones vanas de este universo y lo único que consiguió fue la masacre de su familia. Más no lo he olvidado y ahora la venganza me trae el cáliz de satisfacción al ver las estrellas morir, los seres infames rogar por misericordia que jamás fue mostrada a los míos. Tomad mi poder, si así os parece. Destruid todo, haced que lloren las últimas lágrimas que rebosaran la copa de mi padre. Encontrad el Corazón, destruidle con Excalibur, moved el Axis y liberad a mi padre.
-Soy tu más fiel sirviente -respondió Nadann, adelantándose.
Sinmore cerró sus ojos, permitiendo que el sacerdote clavara sus manos en su pecho, absorbiendo su poder mientras que ella simplemente se convirtió en una ceniza negra que se desvaneció. Las manos de Nadann ennegrecieron hasta sus codos, haciéndole fruncir el entrecejo ligeramente por el agudo dolor que sintió al tener en sus manos el poder maldito de un Alfa Draconis. Salió tranquilamente del palacio con sus brazos humeando, llegando a una cúspide de piedra volcánica donde admiró el muerto paisaje del Muspelheim. Gamora y Drax jamás pudieron sentir lo que pisaban pues estaba bajo su hechizo, todas aquellas piedras, rocas como lava seca guardaban bajo su manto todo el ejército muerto de los demonios al servicio de Surtur. Miles y miles de cadáveres que esperaban el efecto de Lazarus para volver a andar.
-Hemos jugado su juego, hemos mentido sus mentiras. Los últimos osbrevivientes de este universo no tienen más a dónde esconderse, y si acaso Avalon pretende resistirnos, es tiempo de demostrar el verdadero poder de un Alfa Draconis -levantó sus manos en alto, extendiendo sus dedos- ¡LAZARUS, LAZARUS! ¡POR LA GRACIA DEL FUEGO Y DEL HIELO! ¡POR LA MUERTE Y EL VACÍO! ¡POR AQUÉL QUE NO TIENE NOMBRE! ¡LEVANTA EL EJÉRCITO INMORTAL QUE DERRIBE LA MÁSCARA QUE CUBRE A ESTE UNIVERSO! ¡LAZARUS, LAZARUS! ¡PURIFICA CON EL CAOS LO QUE NUNCA DEBIÓ EXISTIR!
Columnas de fuego helado cayeron desde el cielo oscuro hasta las rocas, trayendo consigo las almas desde el Hel para infundir vida a los cadáveres de los demonios, que se fundieron con la piedra volcánica, retorciéndose sobre el suelo hasta erguirse en una nueva forma, similar a insectos depredadores con alas de dragón, ojos que despedían humo helado y hocicos derramando baba de lava ardiente. Nadann se carcajeó, señalando las tibias estrellas aun brillando en el firmamento como los objetivos de los nuevos soldados, otorgando el poder en sus manos para hacerles más fuertes y así emprender el vuelo a cada rincón del universo. Su meta: la destrucción total. Muspelheim quedó vacío, el propio sacerdote flotaba entre tinieblas, asintiendo satisfecho.
-Han sido astutos, pero eso no los hace invencibles. Es hora de hacer aparecer el Anillo de los Nibelungos, hay que señalarle a Myrddin dónde se encuentra Excalibur... oh, Uther, eres la oveja perdida, más tu familia te concederá el perdón cuando nos entregues el Corazón del Universo. Fuiste muy astuto en esconderlo, has hecho bien las cosas con tus descendientes. Sabemos que lo hiciste por temor, la misma mentira que fue contada a Anmore tú mismo la creíste, pero es hora de que abras los ojos. Todo vuelve a su origen, y tú también.
Muy lejos de ahí, en las fronteras del Hel, Wade Wilson se detuvo en su andar al sentir una vibración en su cinturón. Sacó de ahí una pequeña esfera que titilaba débilmente con luz roja. Le miró parpadear unas cuantas veces más antes de apagarse en definitiva en un adiós proveniente del Muspelheim con un mensaje muy claro. Francis en su hombro tocó su mejilla al descubierto y el asintió.
-Lo sé.
-¿Wade?
El mercenario se giró al escuchar la voz de Thor llamarle, alcanzándole al instante al tiempo que bajaba su máscara que le cubrió por completo.
-Hijo de Odín, tenemos que darnos prisa. Ellos ya saben lo que estamos haciendo.
-¿Cómo puedes asegurarlo estando en este sitio?
Deadpool suspiró, mirando alrededor. -Ella viene por mí.
-¿Ella?
-Vamos, las charlas se han acabado.
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