Vástagos
Título: LAZARUS I
Autora: Clumsykitty
Fandom: MCU con un pellizco de Marvel Cómics.
Parejas: bastantes, principalmente Stony, Thorki y Spideypool.
Disclaimer: Nada me pertenece aunque muera por ellos, todo es de Marvel y Mr. Lee entre otros, lo único mío es esta idea mía convertida en historia. Dicho está.
Warnings: Esta larga historia está dividida en libros que van en secuencia numérica pero no en orden de trama. Historias muy agridulces, crudas como violentas. No apta para corazones sensibles o mentes tiernas. Sobre aviso no hay engaño.
Gracias por leerme.
LIBRO III. El libro de los Secretos.
Vástagos.
"-¡Está disfrutando con esto! ¿No os dais cuenta de que está disfrutando con esto?" Peter en Aquarius (1987).
La música preferida de Peter Quill sonaba por toda la nave mientras viajaban tranquilamente por el espacio entre un cinturón de asteroides que les permitían pasar desapercibidos de los dragones que la familia Pendragón comandaban, yendo y viniendo por el universo igual que naves ligeras. No estaban muy lejos del sistema solar donde se encontraba la Tierra, en caso de algún llamado aunque desde que habían dejado a Lady Sif con los Vengadores no tuvieron más noticias. Drax y Rocket charlaban, si así podía decirse, en una sala donde el peludo estaba armando un nuevo cañón para su ametralladora pesada. Gamora estaba revisando unos planos en otra sala y Starlord se encontraba dándose un buen baño.
-... y así es como terminé en la prisión de Nova.
-Vaya, eres todo un caso, Drax.
-Soy un guerrero, no un caso.
Rocket rodó sus ojos, ensamblando unos engranes. –Sí, como sea.
-¿Cómo está tu árbol?
-No es mi árbol, es Groot y está bien. Creciendo.
El inseparable compañero de Rocket había terminado hecho trizas cuando se encargó de una media docena de Pretores, los cuales habían apresado a Lady Sif en Vanaheim al encontrarla luego de su escape, liberándola para viajar rápidamente hacia la Tierra. Ese árbol con el corazón más noble que vieran los Guardianes de la Galaxia siempre estaba arriesgándose de esa manera a pesar de los reclamos del peludo, quien sin embargo no podía hacer un lado esa faceta heroica que alguna vez les hizo vencer al famoso Ronan el Acusador.
-No hemos tenido noticias de la doncella guerrera –comentó Drax luego de beber un trago de una bebida prohibida en varios territorios.
-Tal vez sería bueno darnos una vuelta. En cuanto hayan dejado de pasearse esos dragones.
-Los dragones vuelan, no se pasean.
-Por todas las galaxias, guerrero, es un decir.
-Hm.
-Bueno, voy a revisar cómo andamos, si ves a Peter dile que ya quite su música, estoy comenzando a tomarle gusto.
-Lo haré.
Rocket bajó del asiento para caminar con su nuevo cañón que observó mientras subía al panel de control de la nave. Dejó a un lado su nuevo invento observando las lecturas de la pantalla y la proyección exterior que un holograma mostraba. Gruñendo, abrió las compuertas de la parte frontal para ver con sus propios ojos los lejanos asteroides por entre los que volaban tranquilamente, cerrando y abriendo las compuertas en juego con una risa maliciosa, cruzando sus piernas al subirse por completo sobre los mandos. Estuvo haciendo eso largo rato para echar a perder esos controles a propósito cuando notó algo que le hizo repetir una vez más aquel movimiento pero esta vez sus ojos estaban fijos en un punto delante de la Milano, las compuertas se cerraron y abrieron más despacio hasta que las dejó completamente desplegadas con el ceño fruncido, sacudiendo su cola con inquietud. Uno de sus pequeños dedos pisó un intercomunicador.
-Peter, deja de estarte masturbando y ven al cuarto de controles.
-"¡Rocket! ¡Estoy bañándome!"
-Hazlo ya o romperé esa cinta de música.
Apagó el interruptor con la mirada fija en aquel amplio y oscuro espacio, esperando por Starlord quien apareció murmurado cosas con una toalla en la cadera, dejando un rastro de agua al llegar hacia el mapache de brazos cruzados.
-¿Y bien?
-Mira allá.
-¿Me sacaste del baño por unas rocas?
-¡Haz lo que te digo, idiota!
Dedicándole una mirada, Peter levantó su vista al frente al tiempo que las compuertas hicieron su movimiento de cubrir y cerrar la vista, a punto de reclamarle a Rocket por estar jugando cuando entendió lo que deseaba mostrarle, rodeando los controles para acercarse por completo al ventanal como queriendo asegurarse de lo que sus ojos habían captado.
-¿Un... asteroide fantasma?
-Es un asteroide colonia fantasma. Debe ser enorme.
-Detén la nave. Podemos estrellarnos.
-Ya lo hice, descerebrado.
-Por todas las estrellas en el cielo, ¿qué hace aquí? Mejor dicho, ¿cómo llegó aquí?
-Mejor aún, ¿está abandonada? Estamos demasiado cerca para cualquier radar activo en ella, y nadie nos ha atacado, todavía.
-Rocket, hay que encontrar una entrada.
-Ah, esas palabras me gustan. Activaré los lentes. Estás empapando los asientos, Peter.
-Envía una sonda de reconocimiento con un mensaje en código de paz.
-¿Escuchaste lo que te dije?
-Hazlo.
Rocket bufó azotando su cola pero obedeció, tecleando rápidamente y sentándose para tomar el control principal, meciendo la Milano hasta quedar prácticamente frente a aquella mole oculta por un escudo que reflejaba el espacio exterior y que había descubierto al estar jugando con las compuertas, distinguiendo aquel truco fantasma por reflejos de luz. La sonda les envió señales nulas de vida como de comunicación, aquel asteroide hecho colonia estaba completamente vacío. Cuando encontraron una compuerta de acceso, disparó antes de que Peter le diera permiso siquiera, abriéndose paso hacia un gigante hangar igualmente vacío que las luces de la nave apenas iluminaron en busca de guía o rastro. Gamora como Drax se les unieron al sentir el cambio en el vuelo, observando con ellos aquel enorme interior metálico.
-Esto no tiene mucho abandonado, apenas si hay signos de descomposición –observó la guerrera.
-¿Alguno de ustedes reconoce el estilo?
-No soy arquitecto –reclamó Drax haciendo que los demás rodaran sus ojos.
-Parece sacado de un cuento de terror –comentó Rocket señalando algunas esquinas y arcos que soportaban los altos techos del hangar- Me recuerda mucho el esqueleto de un reptil.
-Eso pensaba también –asintió Peter- Más sondas, Rocket.
-A la orden.
No obtuvieron nada, al menos de aquel nivel y el siguiente superior como inferior. Aquel titánico asteroide tenía por lo menos el tamaño de un planeta como lo había sido la antigua y ahora destruida capital del imperio Nova. Aterrizaron la Milano a mitad del hangar, tomando sus trajes con casco para salir a explorar, con sus armas más que listas en caso de alguna emergencia. Rocket fue hacia la cámara de recuperación donde un pequeño Groot crecía plantado en un contenedor mediano con una fuente de luz constante.
-¿Yo soy Groot?
-Sí, vamos a explorar, igual y haya algo de valor.
-Yo soy Groot.
-No te puedo llevar, puede ser peligroso y apenas si tienes ramas.
-¡Yo soy Groot!
-He dicho que no, además, esto está bien muerto. Ya te dije, solamente buscaremos cosas de valor y nos marcharemos.
-Yo soy Groot.
-No tenemos ni idea. Tomaré unas fotos y te las mostraré, ¿de acuerdo? Permanece bien quietecito donde estás, no tardaré.
-Yo soy Groot...
-Deja ya de preocuparte tanto por mí, pedazo de árbol mimado.
Groot lanzó un gemido lastimero cuando Rocket se dio media vuelta con sus dos armas en cada hombro y su traje con casco puesto, alcanzando al resto de los Guardianes. Bajaron por la plataforma hacia una de las aperturas interiores que daban al hangar, siguiendo los planos que ya completaban las sondas que habían enviado y que eran mostradas en hologramas por uno de los puños de Peter. Caminaron lentamente a pesar de tener las lecturas negativas de cualquier signo de vida o artefacto funcionando. A pesar del traje podían percibir un frío considerable como el aire más denso a pesar de ser una colonia abandonada en medio del espacio. Había razón en la observación del peludo sobre una estructura arquitectónica que emulaba el esqueleto de un reptil con otras formas más grotescas, todo en colores oscuros, preferentemente negro. Subieron al nivel que pertenecía a la sala de controles, un espacio circular con una mesa hueca en el centro con una veintena de asientos de mando alrededor. Por el tamaño de aquellos asientos, sus ocupantes debieron haber sido de varios metros de altura. Peter silbó al inspeccionarlos de cerca, iluminando más con una linterna los respaldos.
-¿Saben? Esto me recuerda a una película de ciencia ficción, llamada "Alien, el octavo pasajero".
-No otra vez con tus referencias terrícolas –se quejó Rocket.
-Igual encontraron mandos así, tan grandes como éstos y horribles como éstos.
-¿Por qué el octavo pasajero? –quiso saber Drax.
-¡Argh! ¡No le preguntes! Es una trampa –bufó el pequeño buscando el compartimiento que le diera acceso a los controles.
-Los niveles de oxígeno son casi nulos. Los metales no están corroídos por oxidación, así que las criaturas que habitaron esta colonia no usaban el aire común para respirar.
-Me encantan, seres poco ordinarios –bromeó Starlord- ¿Rocket?
-¡Aquí! –el mapache salió dentro de la mesa, sacando con mano en alto una tarjeta de controles- Mi intuición nunca me falla.
-¿Estás seguro de lo que es? –Drax frunció su ceño- La última vez...
-Hey, hey, cualquiera se equivoca sobre todo si están apurándome.
-Revisemos un poco más y luego saldremos de aquí –Peter salió de la sala siguiendo otra ruta de las sondas- Sepárense pero manténganse en contacto cada minuto.
-Sí, señor –corearon mitad en broma y mitad en serio el resto de los Guardianes.
Aunque provocaba escalofríos, aquella colonia era intrigante. Tenía un espacio muy amplio dedicado a los hangares y pocas habitaciones, lo que hablaba de escasos habitantes, apenas si los necesarios para dirigir el vuelo de aquel enorme asteroide oculto ante radares por su escudo reflector que pocos transportes podían presumir de tener, sobre todo para un tamaño como el suyo. Peter concluyó que era más una base que una colonia, un punto de abastecimiento o recarga. De ahí la escasez de recámaras y otros recintos personales. Había almacenes igualmente tan enormes como los hangares, vacíos por completo sin un rastro de dónde obtener una pista de lo que se hizo en aquel lugar, solamente esas tétricas paredes como testigos mudos que no proyectaron nada ante el lector de actividad de Starlord. Rocket buscaba tesoros que adjudicarse, entre los recovecos o los pocos estantes que mostraban aquellos altísimos cuartos.
La mayoría de las puertas estaban abiertas y las que no, podían ser empujadas manualmente sin problema alguno. Se topó con una en medio de un ancho pasillo que no cedió, atrayendo su atención. Sacó una pequeña bomba para romper los circuitos de seguridad en medio de una tímida nube blanca, escuchando el siseo de la puerta al soltar sus candados. Con una risa pícara, se talló sus manos dejando las armas sobre el suelo para usar toda su fuerza y tirar de la puerta, esta le ofreció algo de resistencia pero al final luego de un par de tirones, cedió.
-"¿Rocket?" –llamó Gamora.
-Inspeccionando –canturreó éste entrando al pequeño cuarto donde no había nada más que paredes lisas de color gris oscuro.
Le pareció que era un lugar para colocar trapeadores, riendo al pensarlo cuando pisó el centro de aquel cuarto. Rocket lanzó un grito inconsciente cuando se hundió, perdiendo la lámpara con la que había iluminado como el sentido de ubicación. Caía en un espacio completamente oscuro sin poder distinguir nada alrededor, caía y caía cobrando mayor velocidad, lo que le hizo temer por su pequeño cuerpo que iba resentir el encuentro con el suelo. Golpeó su casco llamando a Peter pero la comunicación también se había perdido. Empezó a manotear y patalear en el aire, buscando algo de donde sostenerse. La luz de la lámpara se apagó metros debajo de él, no supo si por chocar o porque seguía cayendo a un sitio que le estaba provocando pánico. Luego de interminables minutos en caída libre, por fin tocó algo duro y suave al mismo tiempo, como un colchón mullido que le hizo rebotar, sintiendo que bajaba un poco para volver a chocar con otra superficie parecida y así hasta que perdió velocidad, terminando al fin en lo que le pareció era el suelo.
-¡Oh, no!
Aún con sus guantes del traje pudo sentir la superficie rugosa, huesuda como viscosa donde se sentó con un gesto de asco al iluminar con la débil luz de su casco sus guantes llenos de una baba negruzca. Sentía el corazón en las sienes peludas. Gateó tratando de encontrar una zona más o menos lisa donde ponerse de pie pero le fue imposible, encontrando al fin aquello que había sido su benefactor al amortiguar su caída. Las manos de Rocket tocaron lo que se le antojó era una especie de coraza o cascarón de al menos tres metros de altura. Era muy gruesa, suave pero dura, como una esponja extraña que había envuelto algo, porque al rodearla se percató que estaba abierta y hueca.
Un huevo. Un huevo de algo que había empollado y salido libre. Jadeó mirando alrededor, temiendo que la criatura nacida aún estuviera ahí, esperando por un estúpido monstruo creado genéticamente para comérselo por curioso. No distinguió nada, pero no cantaba victoria. Haciendo sus cálculos debidos, si aquella madriguera era tan alta, debía ser descomunalmente larga, el espacio faltante del asteroide que las sondas no habían podido localizar. Pasando saliva, caminó entre tropezones y caídas buscando una manera de subir o llamar a sus compañeros, viendo a lo lejos para su alivio la tenue luz de su linterna, cayendo varias veces entre aquel suelo de formas que no quería imaginar para alcanzarla, iluminando alrededor.
Había más huevos, todos abiertos. Al menos los que su linterna podía alcanzar, que eran aproximadamente una veintena. Rocket se quedó sentado con un buen temor en su mente. Había encontrado nada menos que la madriguera de los dragones del clan Pendragón. Eso tenía que ser. Esa era la única explicación posible. Tuvo el valor de iluminar el suelo, aguantando las náuseas al distinguir cuerpos ya podridos de seres que no podía identificar, como larguísimos tentáculos de exoesqueletos perdiéndose en la lejanía, unidos a las bases de los huevos. Los conductos de alimentación. Aquellos cuerpos habían sido el alimento de los recién nacidos que ahora eran dragones gigantes.
-¿Y de dónde salieron estos huevos? –se preguntó con más temor.
Apagó la linterna mientras su mente pensaba apuradamente. Hasta donde tenía conocimiento, debía haber una mamá dragón en algún lado para haber empollado esos huevos. Contando los que había visto, la distancia entre ellos, calculó la cantidad exorbitante de huevos que debían existir en esa madriguera. Una mamá dragón no era suficiente, debían ser más. Prestó oídos a algún sonido, siseo o murmullo que señalara las poderosas madres pero solo el silencio le rodeó. No teniendo más opción que gatear a ciegas, siguió avanzando, rodeando más huevos siempre al frente. En algún momento tenía que topar con pared, aquel cunero monstruoso no podía ser infinito. Se tuvo que tumbar por el cansancio de andar y resbalar a veces por la baba de aquellos tentáculos, tratando de comunicarse en vano con Peter o alguien más. Lamentó que Groot aún no estuviera en condiciones, sin duda sus ramas podían servirle de ayuda en esos momentos, aunque le consolaba el pensamiento de que su ausencia ya debió ser notada, estaban buscándole. Más les valía. Luego de aquel breve descanso, inició de nuevo su pesada marcha. Llevaba una distancia considerable cuando escuchó el pitido de su traje advirtiéndole de la disminución de su reserva de oxígeno.
-Genial, ahora moriré aquí.
No quería comenzar a alucinar por la falta de aire, así que se arriesgó a quitarse el casco y respirar en aquel denso ambiente. Sí, el aire fue enrarecido pero no lo suficiente como para matarlo. Podía continuar, sorprendentemente. Preguntándose cómo podía ser eso posible, siguió su marcha a gatas, más lento por el cansancio como por el aire pesado. Resbalaba con mayor frecuencia de la misma manera en que estaba tomando más descansos, sintiendo la tela de su traje comenzar a rasgarse de tanto tallarse contra aquellos tentáculos y restos de cadáveres cuyos huesos salientes le maltrataban el cuerpo. Le pareció una mal broma del destino que ese espantoso agujero de bebés dragón estuviera tan gigante que no terminara de recorrerlo, volverse ya era un error, solamente quedaba seguir adelante, cada vez más cansado.
De pronto notó que no rodeaba más huevos, con un espacio lleno únicamente de los tentáculos que parecían enredarse entre sí formando más subidas y bajadas con las que su mentón chocó más de una vez, maldiciendo a los genios que los habían puesto ahí. Se topó con un nuevo huevo pero al rodearlo se dio cuenta que no era un huevo, sus manos tocaron con mayor insistencia. Era un cuerpo. Rocket se juró que le daría un infarto de andar manoseando aquel cadáver. Cuando llegó a lo que supuso eran los brazos, con algo de horror creciente se percató que no poseía manos o garras. Murmurando cosas, se dio el valor de acercarse más para tantear el torso, en medio de la oscuridad, apoyándose en esos restos con todo el asco del mundo para alcanzar lo que fuese el hocico o la cara. Esa madriguera solamente se volvía más terrorífica conforme encontraba más sorpresas dentro, al sentir un hocico o rostro deformado.
No podía seguir más a ciegas, así que atreviéndose a llamar la atención de algún dragón restante en aquel recinto, encendió su linterna que parpadeó unos segundos antes de estabilizarse entre sus golpes nerviosos, apuntando hacia el rostro delante de él. Rocket apretó sus párpados armándose de valor porque no creía lo que estaba descubriendo, paseando la luz de la linterna a todo lo largo del cadáver sobre el cual estaba pisando, de hecho sus patas tocaban lo que era una costilla rota de un pecho abierto por garras que supuso eran de dragón. Los tentáculos de exoesqueleto, al menos los que había sentido terminaban conectados hacia el vientre del cuerpo mutilado de brazos y piernas que habían sido cauterizadas por fuego.
Sintió un mareo y prefirió bajar cuanto antes que caer en el interior del Gigante de Hielo que había descubierto. La cabeza comenzó a punzarle, probablemente en un ataque de pánico pero ya no le importaba mucho, la realización de su descubrimiento iba a volverle loco. No había mamá dragón porque en lugar de una escamosa progenitora que solamente podía dar uno o dos huevos, cuatro con muchísima suerte, usaron un Jotun que podía multiplicar con creces aquellos seres que luego se alimentaron de él como de las golosinas vivientes dejadas alrededor. Los Pendragón habían usado a los habitantes de Jotunheim como vientres forzados para sus dragones. Rió nervioso resbalando bruscamente sobre los tentáculos que sintió moverse como todo a su alrededor.
-Por la madre que no tuve, que alguien me saque de aquí.
Sin más fuerzas en su cuerpo, Rocket cayó inconsciente.
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