Esclavos
Título: LAZARUS I
Autora: Clumsykitty
Fandom: MCU con un pellizco de Marvel Cómics.
Parejas: bastantes, principalmente Stony, Thorki y Spideypool.
Disclaimer: Nada me pertenece aunque muera por ellos, todo es de Marvel y Mr. Lee entre otros, lo único mío es esta idea mía convertida en historia. Dicho está.
Warnings: Esta larga historia está dividida en libros que van en secuencia numérica pero no en orden de trama. Historias muy agridulces, crudas como violentas. No apta para corazones sensibles o mentes tiernas. Sobre aviso no hay engaño.
Gracias por leerme.
LIBRO I. El libro de las Amarguras.
Esclavos.
"El esclavo que obedece escoge obedecer." Simone de Beauvoir
-Fandral...
-No, Sif. No.
-Es lo mejor.
-Thor no está muerto. No lo está.
-Esto es lo mejor que podemos hacer.
-Primero muerto antes de que ese maldito bastardo te ponga las manos encima.
-Hice un trato con Sigfried. Seré la esposa del Camarlengo a cambio de la protección a Midgard.
-¡No!
El Lord Comandante se dejó caer en la silla próxima a Sif ataviada ya en su traje suntuoso de novia. Había llegado poco después del nuevo milagro de Nadann sobre las tierras de Alfheim junto con el prometedor Emperador del Fuego, Sigfried Pendragón cuyo rostro seguía oculto a la vista de todos, con esa máscara de hocico de dragón siempre sobre él. Tyar había perdonado gentilmente la ofensa de la doncella guerrera al escapar, aceptando de buen grado aquel trato que su primogénito había hecho. La boda se había preparado. Asgard tendría una celebración luego de tanto tiempo en silencio decadente, festejando los votos matrimoniales del Camarlengo en primer lugar, y después, la coronación del emperador. Elfos de la Luz ya habían viajado prestos al palacio para ayudar en todo lo que se ofreciera, luego de la ayuda de Nadann, estaban más que agradecidos como dispuestos para lo que el líder de los Pendragón quisiera, obsequiándole el traje de novia que Sif terminaba de ajustar mirándose frente a un espejo con la mirada perdida.
-De todos modos, no creo vivir mucho.
-Sif, no entiendes. Mírame a mí. ¿Cómo crees que sané? Fueron las garras de esa mujer. No, no voy a consentir que eso pase. Thor no lo hubiera permitido nunca.
-Thor está muerto –repitió la doncella.
-¡Está vivo!
No había más que decir. Fandral escoltó a Lady Sif hasta el altar, como único pariente que tuviese la doncella guerrera, entregando su mano a Tyar Pendragón quien la recibió con una sonrisa muy amplia terminando el trayecto hasta llegar al pie del altar donde esperaba un tranquilo Nadann. Harían la boda bajo la Fe de los Antiguos. El Lord Comandante apretó su mano sobre el puño de su espada hasta que los nudillos se le pusieron blancos, pasando saliva cuando Morgana le abrazó por un costado, recargando su mejilla contra su hombro.
-¿Hacen una linda pareja, cierto? Una doncella guerrera y la cabeza de los Pendragón.
-Mi señora –apenas si musitó entre dientes.
-Es una lástima que no se sigan los ritos Asgardianos, tenía entendido que había una ceremonia de consumación pública, ¿le llamaban así?
Fandral se tensó. –Esa tradición se perdió hace mucho, princesa.
-Bueno –Morgana suspiró hondo- Ahora tendremos que esperar una semana antes de ver las sábanas con la prueba de la doncellez de Lady Sif entregada a mi padre –rió discreta- Pero hay que mantener a ese viejo loco satisfecho. Los esposos separados una semana, que locuras.
-Así es la palabra de los Antiguos.
La princesa levantó su rostro hacia el Lord Comandante quien se volvió lentamente al sentir su intensa mirada. Ella sonrió aún más, acariciando su barba rubia.
-Espero para entonces poder dar la noticia a Asgard de nuestro primer heredero.
-Sí, mi señora –Fandral se forzó a sonreír.
La ceremonia tardó varias horas, y la festividad todavía más. El guerrero estaba agradecido con aquella locura de Nadann sobre la semana de "purificación" de la pareja, que debía mantenerse en ayunos y meditaciones previas a la consumación de sus votos. Eso le daba tiempo a pensar en un plan para sacar a Sif de ahí. Tyar no le iba a poner una mano encima así fuera lo último que hiciera. Al día siguiente, mientras veía salir a las jóvenes que retiraban los alimentos que la doncella guerrera había tomado como desayuno, escuchó los potentes cuernos del palacio anunciar el comienzo de los ritos de coronación del Emperador del Fuego. Asgard estaba de fiesta sagrada. Con Sif saliendo en sus nuevos trajes con los adornos y mantos de los Pendragón, fueron a la enorme sala del trono junto con el resto de la nueva corte para ser parte de aquella ceremonia suntuosa que tardó el doble que la boda del Camarlengo. Ninguno de los dos prestó mucha atención sobre lo que sucedía alrededor, una pensando en su terrorífico futuro y el otro como salvarla de él.
Llegó el día siguiente con los siguientes ritos. Luego el tercero donde escucharon una vez más los cuernos anunciar el ascenso de Sigfried Pendragón hacia el trono. Iba en su armadura negra con esa eterna máscara en su rostro. Fandral no creía que el primogénito de Tyar tuviese un problema de salud que le obligara a usar esa protección, creía más bien que no deseaba mostrar su verdadero rostro monstruoso. Esa voz inhumana que salía de las fauces abiertas se lo decía. Ambos se arrodillaron bajando sus cabezas cuando Nadann puso sobre la cabeza de Sigfried una corona alada de oro con cuernos, esta vez no al frente como Odín solía usarlos sino a la inversa, cual dragón. Cuando las celebraciones entre trompetas y gritos de adoración mermaran lo suficiente, el sacerdote miró a todos con esos ojos bondadosos como su sonrisa al lado del emperador recién ungido.
-Hoy, sin duda alguna, es el mejor día de los Nueve Reinos. Hoy sin duda, los Antiguos nos muestran que no hay fe más verdadera que la suya, que la salvación que proveen supera todo horror y lágrimas que hayamos cruzado, hermanos míos. Hoy tenemos un emperador sobre un trono de oro, un Emperador del Fuego que ha de protegernos de calamidades, enemigos y cualquier peligro que pueda aparecer en este nuevo Imperio que conforman los Nueve. A este portento solamente le falta el último milagro que ha de coronar la Restauración. Oh, mis hermanos. Yggdrasill está enfermo, todos lo saben, nuestro emperador lo sabe. Y solamente puede sanar con un nuevo tálamo imperial de sangre divina. Hoy, hermanos, mis queridos hermanos, seremos bendecidos por completo.
Sif intercambió una mirada con Fandral ante la sarta de tonterías que el sacerdote dijo. Escucharon las pesadas puertas de la sala del trono abrirse una vez más, haciendo que toda la corte se volviera para ver entrar un cortejo completamente diferente al que hubiera precedido al emperador que esperaba sentado muy quieto en su trono con su espada, la cual sostenía firme, clavada en punta en la alfombra roja. Hubo murmullos que alcanzaron los oídos de los dos guerreros, que al pie de las escaleras del trono no alcanzaban a ver quiénes o qué traía aquel cortejo. No fue sino hasta que estuvo frente a ellos que entendieron el silencio que fue cayendo en la sala del trono. La doncella guerrera no pudo evitar tomar la mano del Lord Comandante como soporte, sintiendo que estaba viendo algo increíble, inaudito. Fandral compartía sus pensamientos.
Ese grupo de jóvenes hermosas con coronas de flores y vestidas con mantos casi translúcidos que no dejaban mucho a la imaginación venían sosteniendo un manto a modo de carpa sobre una figura de piel azul con marcas blancas, que caminaba elegantemente con un faldón a la altura de su cadera de tela verde oscura con bordes de plata y joyas tachonadas en las caderas donde caían tiras peludas con cuentas y perlas unidas por aros de metal labrado con runas. Sus hombros lucían un chaleco similar al faldón con un manto cayendo al suelo donde se arrastraba igual que el velo que cubría su cabeza y rostro que un par de cuernos negros elevaba ligeramente. Los largos cabellos negros caían tras su espalda debajo del velo, con una media coleta en alto donde se apreciaba una corona de rosas blancas. Sus ojos carmesí miraban a la nada, con el mentón en alto. Un Jotun. Pero no era cualquier Jotun.
Era el mismísimo Loki.
Lo podían reconocer a pesar de esos rasgos de Gigante de Hielo, apenas si respirando al verle vivo y subiendo los escalones acompañado de aquellas jóvenes que se quedaron a medio camino, soltando el manto para dejarlo caer tras el Jotun que extendió una mano hacia el emperador quien se puso de pie al fin, recibiéndole. Nadann sonrió elevando sus brazos al cielo.
-¡HOY RECIBIMOS A LA EMPERATRIZ DEL HIELO! ¡QUE EL FUEGO Y EL HIELO SE UNAN UNA VEZ MÁS PARA DEVOLVER LA VIDA Y LA ESPERANZA A ESTE UNIVERSO!
Tanto el Lord Comandante como la doncella guerrera respingaron al escuchar la algarabía que se levantó ante las palabras del sacerdote quien entonces dio inicio a la ceremonia de matrimonio. El emperador posó una corona delgada sobre la cabeza cubierta con el velo de Loki cuya inexpresividad extrañó a Sif. Estaba como ausente. Ni siquiera reaccionó cuando le fue llevada una copa de la que bebió a manos de Sigfried, cuyas expresiones quedaron ocultas a todos. Tyar como Morgana no podían ocultar su satisfacción, gritando con la misma alegría que el resto de la corte por los recién casados que se adelantaron lo suficiente para ser alabados una vez más, con todos los presentes arrodillándose sin excepción.
-Fandral...
-Lo sé, Sif.
-Es imposible.
-Sshh.
Cuando la protocolaria ceremonia terminara, pudieron dar rienda suelta a todas las festividades planeadas que llenaron de música y baile el palacio imperial de Asgard. Sif, ahora que era nada menos que la esposa del Camarlengo, pudo acercarse al Jotun una vez que todo saludo o reverencia fue entregado, encontrándole al pie de un balcón mirando a la nada una vez más. Parecía más un muñeco que el perverso hechicero que provocara el Ragnarok. La doncella guerrera no entendía nada de lo que había sucedido. Los Pendragón habían jurado haber asesinado al ojiverde y ahora le habían unido al primogénito de Tyar. No tenía sentido, como tampoco que aquél se hubiera presentado en su forma Jotun que hasta donde tenía entendido siempre le había provocado disgusto. Asegurándose de que estuvieran solos, la doncella guerrera se acercó haciendo una reverencia, sabiendo que los Pretores o el propio Camarlengo podían estar vigilándoles de lejos.
-Su Majestad Imperial, quiero mostrar mis felicitaciones por su coronación y matrimonio.
Loki se giró lentamente, dejando la vista paradisíaca de los amplios jardines delante de ellos para verle tranquilamente, apenas si parpadeando. Esos ojos carmesí no tenían nada de vida, ninguna chispa reconocible. Sif esperó por su respuesta que no llegó, confundiéndola más.
-¿Se siente bien, Majestad? –preguntó, acentuando su título en pos de hacerle reaccionar.
-Lady Pendragón –respondió luego de unos minutos.
Sif apretó sus puños sintiendo una opresión en su pecho. La voz de Loki sonaba hueca. Incluso se le antojaba que tenía un timbre de enorme tristeza. Se acercó cautelosa, mirando sus manos caídas de finas garras negras.
-¿Loki?
-¿En qué puedo servir a Lady Pendragón?
-... ah... -ella tomó aire pensando rápidamente, tenía poco tiempo o iban a sospechar- ¿Qué te ha sucedido? ¿Por qué estás en tu forma Jotun? ¿Realmente eres la "Emperatriz del Hielo"?
Todo el asunto era delirante, como estúpido. No podía creer que Loki hubiera accedido a algo así, empezando por el hecho de que estaba vivo. ¿Acaso había hecho un trato con los Pendragón para volver a la vida? Por más desesperado que estuviera no iba a permitir ser la "emperatriz" de nadie.
-¿Loki?
Éste se giró de nuevo al balcón, mirando el anochecer de un firmamento lleno de brillantes estrellas.
-No soy nada.
Sif frunció su ceño pero ya no pudo decir más. Nadann salía al balcón para alcanzarles con sus manos entrelazadas delante de su regazo, sonriendo amistoso.
-Veo que Lady Pendragón ha entablado cálidas palabras con Su Majestad Imperial.
-Sí, Excelencia.
-Están en igualdad de condiciones –quiso bromear el sacerdote- Me refiero, a su tiempo de purificación, aunque Su Majestad poco lo necesita. Está en perfectas condiciones.
La manera en cómo Nadann observó al Jotun trajo un escalofrío en Sif. De pronto tenía ganas de recuperar su espada entregada a la sala de trofeos para sacar de ahí a Loki a como diera lugar. Éste ni se movió, con la vista fija en el paisaje como si aquello no le importara.
-Lady Pendragón debe entender que nuestra Emperatriz debe sentirse algo fuera de lugar. Jotunheim no es igual a Asgard.
-¿Desea su Excelencia que le lleve a sus aposentos?
-Mi querida señora, por supuesto, quien mejor que la esposa del Lord Camarlengo para recibir a quien ha de concebir la futura línea de sangre imperial de Asgard. Por favor, milady, asegúrese de que Su Majestad encuentre todo de su agrado y que descanse luego de su larga jornada. Ha sido un viaje exhaustivo.
-Nos retiramos entonces –con una reverencia al sacerdote, Sif tomó el brazo de Loki que sintió frío pero que no le dañó como hubiera pensado- ¿Su Majestad? ¿Me permite guiarle?
El pelinegro se volvió al sentirle tocar, obedeciéndole mansamente bajo la mirada aprobatoria de Nadann quien esbozó una sonrisa de completa satisfacción. Fueron escoltados por la nueva Guardia Imperial que lideraba Fandral cuya expresión le dijo a la doncella guerrera lo muy desconcertado que estaba con todo aquello. En los aposentos que ahora pertenecían a Loki, esperaban las mismas jóvenes sonrientes como inocentes del cortejo que ayudaron a Sif a quitarle la corona como el velo, cepillando sus cabellos para atarlos a una larga trenza que dejaron sobre uno de sus hombros, retirándose a las órdenes de la guerrera con el pretexto de que trajeran algo de cenar a pesar del banquete ofrecido anteriormente, donde no le había visto tomar alimentos. Cuando al fin estuvieron solos, se arrodilló frente al Jotun quien se había quedado sentado en la misma posición desde que sus doncellas le atendieran, sobre el largo diván de brazos de dragón.
-Loki, mírame. Dime que está sucediendo.
-Lady Pendragón –repitió como si no tuviera otra cosa que decir.
-Soy Sif, Loki. ¿Qué te pasó? ¿Puedo... ayudarte? Dime, por favor.
Con un par de parpadeos, Loki desvió su mirada a otro punto, perdiéndose de nuevo como en el balcón. Sif gruñó tomando su mentón para obligarle a verle.
-Loki, habla. Éste no eres tú.
-No soy nada.
Le soltó al escuchar de nuevo aquellas palabras, negando apenas. Ése no era el Loki que conocía. Le observó atentamente, su postura, sus manos sobre su regazo, cruzadas tranquilamente, sus ojos sin vida o expresión alguna. Jadeó al darse cuenta que estaba viendo a una criatura que había sido domesticada, eso era, alguien había hecho algo espantoso con el Embustero. El nombre de Nadann vino a su mente de inmediato al recordar cómo había sonreído.
-Loki, ¿quién...?
No pudo preguntar más, las doncellas llegaron con la cena y tras ellas, Morgana quien sonrió cuando sus ojos se toparon con los de Sif.
-Ahora yo le cuidaré, si no te importa, madre. La familia Pendragón debe mostrar su calidez a la Emperatriz.
-Palabras certeras, princesa. Me retiro. Su Majestad, buenas noches y mis más sinceras felicitaciones.
Morgana le siguió con la mirada hasta que salió, quedándose seria al momento, despidiendo a las doncellas con un gesto de su mano para tomar asiento con desfachatez a un lado de Loki, quien seguía tan quieto como lo dejara Sif. La princesa le observó por el rabillo del ojo, riendo maliciosa después, levantando una mano azul que acarició distraídamente en su regazo.
-Repite tu lección.
-No soy nada, no valgo nada. Estoy solo.
-¿Quién es tu amo y señor?
-Sigfried Pendragón, Emperador.
-¿Y cómo puedes agradar a tu amo?
-Haciendo todo lo que me pida.
-¿Qué sucederá si no lo haces?
-... regresaré.
-¿A dónde?
-A... mi prisión...
-Exactamente –la princesa sonrió besando el dorso de su mano que talló contra su mejilla, ronroneando ligeramente- Eres un Jotun particularmente precioso, no sabía que podían ser así. Habíamos devorado unos muy feos y deformes. Pero tú eres muy lindo. Por eso es que somos generosos contigo y te hemos sacado de ese lugar, porque ahora serás nuestro animalito. Vas a hacer todo lo que te ordene Sigfried, si hay una sola duda, un solo titubeo, volverás al cubo y esta vez vamos a dejar que Laif haga todo lo que quiera. ¿Comprendes, Loki?
-Sí.
-¿Somos buenos contigo?
-Lo son.
-¿Y serás nuestro animalito?
-Lo seré.
Morgana rió, haciendo a un lado un mechón que cubría parte de su rostro para besar su mejilla sonoramente sin que Loki se moviera en lo absoluto.
-Jamás debiste contarle a Thor nuestro secreto, aunque ahora ya no importa. Sin su martillo no es otra cosa que un mortal más. ¿Por qué lo hiciste? Mmm, se me ocurre que fue por amor a él. ¿Estabas enamorado del Dios del Trueno, cierto? Tontito. Pero somos unos seres compasivos, ya lo ves. Te sacamos del Hel, te liberamos de la Valkiria de la Desesperanza y te dimos una nueva vida a pesar de tu horrible traición. Ahora vas a ser una Emperatriz, la mejor de todos los tiempos. Siempre obediente, siempre. Este cuerpo Jotun, heredero del poder de los primigenios gigantes va a darle a nuestra familia la sangre real que necesita para gobernar este pútrido universo. Tendrán lo que merecen. ¿Verdad que serás por siempre nuestra Emperatriz del Hielo?
-Sí.
-No lo olvides, Loki. El día en que Sigfried muera, tú desaparecerás. Dependes de la fuerza de mi hermano para seguir existiendo. Si algo le llega a pasar, no solo morirás, tu alma se consumirá sin posibilidad de resucitarte o reencarnar. No más Dios de las Mentiras, no más Loki. Tienes un cuerpo prestado gracias al sacrificio de tu Emperador. Ah, será tan desesperante que pasen los siete estúpidos días de purificación, pero valdrán la pena cuando la semilla de los Pendragón te queme el vientre por primera vez. Buenas noches, Loki, animalito.
Con otro beso sonoro, Morgana le dejó, canturreando alegre cerrando las puertas tras de sí para dejar al Jotun a solas, quedándose quieto por largo tiempo hasta que lentamente levantó su mirada cuyos ojos carmesí acentuaron su color cuando un par de lágrimas brotaron de ellos, rodando silenciosamente por sus mejillas.
FIN DEL LIBRO UNO
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