Eclipse

Título: LAZARUS I

Autora: Clumsykitty

Fandom: MCU con un pellizco de Marvel Cómics.

Parejas: bastantes, principalmente Stony, Thorki y Spideypool.

Disclaimer: Nada me pertenece aunque muera por ellos, todo es de Marvel y Mr. Lee entre otros, lo único mío es esta idea mía convertida en historia. Dicho está.

Warnings: Esta larga historia está dividida en libros que van en secuencia numérica pero no en orden de trama. Historias muy agridulces, crudas como violentas. No apta para corazones sensibles o mentes tiernas. Sobre aviso no hay engaño.

Gracias por leerme.



LIBRO III. El libro de los Secretos.

Eclipse.


"El sacrificio no está nunca en renunciar a lo que uno es. El verdadero sacrificio está en seguir siendo lo que uno es." Aníbal Troilo.



Los sacerdotes entonaron el último cántico dando por terminabas sus oraciones que indicaban además el término del día dentro del palacio imperial que al fin quedó en silencio reparador bajo una noche húmeda de luna llena con estrellas brillantes y una brisa fresca. El Lord Comandante de la Guardia Imperial dio su ronda nocturna acompañado por sus Pretores que conformaban el grupo, seleccionados entre Nadann y Tyar para proteger a los Emperadores, ambos ya descansando en sus respectivos aposentos. Solo faltaba un día para el término de la semana de Purificación de Sif, luego de eso iba a entrar a la recámara del Lord Camarlengo. Días después, sería el turno de Loki quien había estado casi siempre en sus aposentos desde su llegada, apenas si saliendo para los eventos más importantes del palacio o las ceremonias correspondientes como consorte de Sigfried Pendragón, a quien siempre brindaba su mano para ser guiado por los anchos pasillos seguido por su corte de doncellas juguetonas. Todo era espantoso desde el punto que se viera. Y la docilidad tan silenciosa del Jotun solamente avivaba el terror en Fandral quien despachó a los Pretores, dejándolos en los pasillos para su guardia de la noche, retirándose a su salón de juntas para terminar de firmar algunos documentos bajo la luz de velas altas.

Esa noche iban a huir.

Fandral no era un genio de los escapes, pero tenía una excelente razón para crear por una única ocasión el mejor de los planes, uno que los Pendragón ni el sacerdote de los Antiguos pudieran adivinar ni seguir. Uno de sus sirvientes le trajo los últimos documentos a firmar, mirando un nombre con un reporte que le hizo fruncir su ceño, preguntando por aquel comerciante que repentinamente se había marchado olvidando varias cajas de su mercancía dentro del palacio. Llamó a sus Pretores para que inspeccionaran aquellos contenedores, al tiempo que bajaba hacia una de las salidas del palacio pidiendo su caballo, ordenando al resto de la Guardia Imperial que no se movieran de sus sitios alrededor de los aposentos de los Emperadores mientras él alcanzaba al mercader en el puerto principal, acompañado por un par de soldados Pretores. Pronto alcanzaron aquel punto en la frontera, tan bullicioso ahora que Asgard se había convertido en el paraíso de los Nueve Reinos y capital única del nuevo Imperio. Se abrieron paso entre la multitud compuesta por seres de diferentes razas hasta la nave que estaba por salir. El Lord Comandante pidió a los Pretores que resguardaran el transporte en tanto hablaba con el comerciante, abriendo la escotilla de entrada, perdiéndose dentro con pasos firmes y apresurados. No había nadie dentro de la nave porque había sido un señuelo. Fandral suspiró activando los controles de vuelo con la finalidad de contactarse con Sif cuyo rostro preocupado apareció en una pantalla, aliviada de verle ahí.

-¡Fandral! Por los dioses, todo está listo.

-¿Recuerdas mis instrucciones?

-Sí, en cuanto se muevan las naves vigías, cruzaremos la frontera.

-No te detengas, Sif. Es importante.

-Estamos listos. Hasta entonces, Fandral.

-Adiós, Sif.

La doncella guerrera le miró pero el Lord Comandante apagó los controles, volviéndose a una pared donde se encontraba pegado otro dispositivo más pequeño pero mortal. Tomo aire sonriendo antes de acercarse para abrir la tapa y activar la bomba cuyo conteo breve se hizo notar por un suave zumbido. Fandral sonrió con la mirada húmeda. Solo él sabía a donde se dirigía la nave fantasma que Sif estaba navegando, sólo él sabía el resto del plan. Solo él era la única pista. Y la iba a desaparecer para que ni la más poderosa magia leyera su alma.

-Te amo, Sif.

Todo el puerto se cimbró ante la explosión de la nave comerciante que cobró la vida de los dos Pretores como algunos mercaderes y transeúntes cercanos, generando el caos suficiente para que las naves vigía de las fronteras abandonaran sus puestos de guardia para controlar la situación, permitiendo que el transporte oculto bajo un escudo fantasma de Sif pudiera cruzar sin problemas, saliendo de Asgard en dirección hacia el reino de los elfos de la luz. La doncella guerrera estaba inquieta por la mirada de su amigo al despedirse como sus palabras, pero no dudó en aumentar la velocidad casi con angustiosa prisa hasta tener un ritmo seguro hacia Alfheim, dejando que el piloto automático siguiera su curso. Había sido un exhaustivo trabajo que les había tomado todo un día para ocultarse, escabullirse del palacio, esperar el punto ciego de las rondas de los Pretores, viajar en incómodas cajas de mercancías y después estar encerrados en la nave hasta que llegara aquel día tan ansiado de su huida. Aunque Sif hubiese querido estar siempre al lado de Fandral, los cambios de último momento en su plan le habían obligado a separarse de él, momentáneamente. Se reunirían en el puerto recién remodelado a donde cambiarían su nave por otra, siempre haciendo esos saltos, era importante no hacer viajes largos, con escalas para reabastecerse y medir la caza que los Pretores fuesen a hacerles.

La doncella guerrera bajó hacia los camarotes, abriendo la puerta para ver a Loki dormir tranquilo y hecho ovillo en aquella camilla. El hechicero había sido su cambio de último momento, porque ella no podía permitir que algo le sucediera de la misma forma que Fandral se había opuesto a que Tyar fuese a mancillarla. No había sido difícil dejar un señuelo en lugar del Jotun, aprovechando que Milenia había salido de Asgard en una visita diplomática hacia Vanaheim. Tyar estaba ocupado delegando los nuevos puestos de la corte y Nadann terminaba las obras de su templo al lado del palacio imperial en honor a los Antiguos. Sabía que su escape rompería el trato con el ahora emperador Sigfried Pendragón, más no era una ingenua como para no deducir que Midgard jamás estaría a salvo de ellos. Eran crueles traidores como usurpadores. Lo mejor era ir con los Vengadores a prevenirles de lo que estaba por suceder, deteniendo por lo menos un tiempo más el plan del sacerdote de unir al primogénito del Camarlengo con Loki, a quien habían transformado bajo métodos que no quería imaginar por salud mental. El Embustero ni siquiera se opuso cuando le sacó del palacio o le daba órdenes de dónde quedarse o qué hacer, le obedecía tan ciegamente que Sif estuvo a punto de darle una bofetada en rabia más de una vez, queriendo sacarlo de ese estado.

-Lo logramos, Loki –le susurró pero sabía que no le escuchaba.

Cuando el Jotun caía en sueño profundo, era igual a que estuviera muerto. No reaccionaba ni recordaba nada. Un detalle escalofriante como su peso. La doncella guerrera había tenido que llevarlo en brazos un par de veces, sorprendiéndose de lo ligero que era. Demasiado. Eso le había dado la voluntad suficiente para seguir adelante con aquel escape temerario que ahora culminaba con su jornada hacia Alfheim. Tenía una inquietud creciente en su corazó,n porque ignoraba bajo qué razones los cazas de la frontera se desviaron pero ya no podía darse el lujo de más dudas, estaban jugándose la vida con aquel plan, sobre todo al arrebatarles a los Pendragón su muy mentada "Emperatriz del Hielo". Sif cepilló aquellos largos cabellos negros, acomodando la frazada sobre el cuerpo azul, mirándole con aprehensión.

Fandral casi la había convencido de la locura que representaba robar en las narices de los Pretores al consorte del emperador, sin embargo, en una comida privada con los Pendragón, ella había notado por primera vez la única reacción de Loki cuando Sigfried había tomado su mano para acariciarla por el dorso. Juró por todos los dioses verdaderos en esos momentos que el pelinegro había temblado de una manera que la mente de la doncella guerrera formó una sola palabra: miedo. Ahí fue cuando se decidió a sacarlo del palacio a como diera lugar. El Dios de las Mentiras les había hecho sufrir considerablemente en tiempos pasados pero ahora necesitaba de su ayuda, a nombre de Thor y por su memoria, debía salvar a su pequeño hermano.

Sif se recostó en la camilla frente a Loki, dejando que el estrés de esos días ganara la batalla sobre su cuerpo y mente, durmiendo pesadamente hasta que fue despertada por la alarma del piloto automático que anunció el cruce por la frontera del reino de los elfos de la luz en dirección al puerto comercial predestinado. Se talló el rostro, acomodando sus cabellos en una trenza levantando una mirada hacia el Jotun que aún dormía. Levantándose al tiempo que tronaba su espalda, tocó su hombro para sacudirle. El tiempo de descanso del pelinegro era como un reloj, siempre la misma cantidad de horas en un horario inamovible, como se lo confirmó su despertar con esos ojos carmesí dejándose ver lentamente, girando su rostro hacia ella.

-Hora de desayunar –le sonrió la doncella ofreciéndole su mano.

Si no lo hacía así, Loki no se movía. Era como una mascota entrenada que requería las instrucciones precisas de su amo para saber qué hacer, cómo y cuándo. Le fastidiaba eso pero no había más remedio, tenía las esperanzas que con un trato generoso y libre de cualquier amenaza, la mente del hechicero comenzara a liberarse. Prefería lidiar con un mentiroso traicionero, que ese ser dócil y silencioso quien le siguió los pasos hasta el pequeño comedor donde le sirvió un desayuno ligero. Ambos sentándose del mismo lado, mientras una pantalla mostraba a Sif la vista del mar que rodeaba al enorme puerto. Loki comió despacio y en silencio, sin levantar su vista del plato ofrecido hasta que terminó, esperando por una nueva orden de la doncella que le llevó hasta la sala de controles donde le tendió una pesada capa que cubría su cuerpo, la capucha apenas si dejaba ver su mentón. Esperando no llamar mucho la atención, había una enorme cantidad de seres que podían circular libremente por los Nueve Reinos sin levantar sospechas pero los Gigantes de Hielo no estaban en esa lista. Aunque la estatura del Jotun ayudaba, sus rasgos no.

-Bajaremos de la nave, que venderemos de inmediato. No te separes de mí ni un solo instante, ni tampoco hables con nadie aunque te dirijan la palabra.

-Entiendo.

Usando una capa similar, Sif tomó los controles para aterrizar con calma en el puerto, que estaba atiborrado de elfos, principalmente. Bajaron a paso seguro, siendo recibidos por los aduaneros a quienes la doncella preguntó por compradores para su nave, alegando que ambos viajarían tierra adentro para negocios con miembros de la corte. Llevaba unos documentos falsos, con el sello del Lord Camarlengo que ella había robado días antes, un símbolo con el poder suficiente para abrirse paso sin necesidad de muchas preguntas. Pronto estuvieron en un establecimiento que pertenecía a un enano, el cual compró la nave al verla en perfecto estado. Ese dinero iba a servirles para alquilar una habitación en algún hostal cercano y esperar por la llegada de Fandral.

Fue engorroso encontrar el lugar, terminando cerca de la playa en una posada que servía además de almacén, anteriormente un hospital improvisado antes de que llegara la cura mágica del sacerdote Nadann. Cuando cayó la noche, Sif comenzó a inquietarse. Fandral no aparecía. Dejando a Loki dentro de la habitación bajo órdenes muy estrictas, salió a buscarle o al menos tener noticias de lo sucedido en Asgard. Para ese entonces su escape debía ser ya una noticia, sobre todo la del Jotun. Los chismes que corrían por las tabernas, comercios o posadas no hablaban nada de ello. O bien aún no sabían de ello o los Pendragón lo estaban ocultando, en cualquier caso tampoco le decía mucho de Fandral. Fue a una taberna donde la lengua se podía soltar mejor gracias a la bebida, atenta a las charlas escandalosas o las peleas. Su esfuerzo tuvo frutos al escuchar al fin noticias recientes de Asgard.

-Están de luto –decía un obeso anfibio a un insectoide con un eructo- Luego de tanta fiesta.

-¿Luto? ¿Quién demonios podía morirse ahí? ¿Las rosas?

Se carcajearon al tiempo que chocaban sus tarros de cerveza cuya espuma escurrió al suelo.

-No, no fueron las rosas. El Lord Comandante de la Guardia Imperial perdió la vida.

-¿Quién? ¿El rubio ése? Creo que había servido a Odín. Y al Dios del Trueno.

-¡Ése! Dejó a Milenia Pendragón viuda y sin hijos.

-¿Y cómo perdió la vida?

-Estaba inspeccionando un cargamento sospechoso y ¡pum! La nave estalló. Murió defendiendo al sagrado Imperio.

-Mira que sobrevivir al Ragnarok para morir como carne asada.

-Jajajajajaja. Asgardiano a las brasas.

De nuevo los tarros chocaron antes de ser vaciados. El que Sif sujetaba se rompió al apretarlo con demasiada fuerza, esparciendo su contenido sobre la barra que un aburrido elfo limpió, acostumbrado a esos desmanes entre su clientela, dejándole otro tarro lleno. La doncella guerrera pasó saliva sintiendo lágrimas en los ojos, sin atinarse a moverse, con rabia de escuchar aquellos dos burlarse de su amigo. Habían quedado en algo, en reunirse, en escapar juntos.

¿Por qué...? ¿Por qué...?

Su mano viajó al mango de su espada para cobrarse la vida de aquellos dos burlones que otra lo detuvo.

-No.

Sif volvió su vista hacia la persona que le había hablado. Abrió sus ojos de par en par al ver a una cansada Eir sonreírle.

-Ssshh, ven conmigo.

Casi le arrastró fuera de la taberna hacia un callejón oscuro por los altos techos y balcones con telares que protegían de la lluvia y el sol donde se abrazaron, Sif soltando su llanto como Eir consolándole. La sanadora había estado buscando también nuevas sobre Asgard luego de enterarse de la coronación de Sigfried Pendragón como su improvisada boda con su consorte que nadie conocía, solo decían que era como el hielo mismo, lo que no le decía mucho. Así había terminado en el mismo sitio que la doncella guerrera a la que había reconocido por debajo de su capa, deteniéndola a tiempo cuando escuchó la terrible noticia de la muerte de Fandral. De los cuatro temibles maestros guerreros, solamente Sif sobrevivía. Era como si todas las cosas buenas estuvieran extinguiéndose lentamente bajo el yugo de los Pendragón. Cuando la joven se calmó, Eir le llevó hasta su nueva casa, una modesta construcción perdida en uno de los tantos corredores que serpenteaban por la zona del puerto, entre dos enormes árboles de frondosas ramas de hojas blancas con flores rosas cuyos pétalos alfombraban la entrada de piedra que guiaba hacia la puerta de madera que abrió para Sif. Era una casa sencilla, obsequio de los elfos de la luz a Eir por sus servicios incondicionales durante el tiempo de agonía de Alfheim.

-Anda, espera aquí, te traeré algo –la sanadora le sentó en un sillón frente a una chimenea pequeña pero encendida.

Le sirvió un poco de té para relajarla y reconfortarla, observándola tomarlo mientras acariciaba una de sus manos enguantadas.

-Eso, mucho mejor.

-Eir... -los ojos de Sif se rozaron de nuevo, aquel trato maternal que conociera también de Frigga le conmovió, viejos recuerdos que unidos a la muerte de Fandral le hicieron sollozar.

-Lo siento, Lady Sif. No sabes cuánto. Pero dime, pequeña, ¿qué haces aquí escondida?

-Huí... huí del palacio y Fandral... -tuvo que dejar la taza sobre la mesita a su lado para cubrir sus ojos con una mano- Fandral se sacrificó para que lo lograra. Por los dioses... ¿Por qué no lo vi venir? ¿Cómo pude ser tan ciega?

Eir le miró unos segundos, tomando sus dos manos para que le mirara. –Tranquila, no debes ceder ahora. Por él, Lady Sif –limpió su rostro con una sonrisa triste- Te sacó de ahí antes de que Tyar pudiera consumar el matrimonio.

-No solo a mí...

-¿A qué te refieres?

-Eir... necesito de tu ayuda –Sif pasó saliva- Tenemos que seguir... no podemos quedarnos aquí... por todos los cielos, ni siquiera sé cómo lo haremos... tenemos... tenemos...

-Ssshh, estás muy alterada querida, lo mejor será que descanses.

-¡No! –ella se puso de pie- Ven conmigo, necesito mostrarte algo.

Con paso decidido, Sif guió a la sanadora hasta el mismo hostal donde ella una vez se hospedara para subir hasta la habitación que abrió lentamente, dejándole entrar después de ella.

-No escapé sola.

Eir se llevó ambas manos a la boca, palideciendo como temblando de pies a cabeza. La doncella guerrera creyó que ver a Loki sentado tranquilamente sobre la cama única, levantando su dócil mirada hacia la sanadora, era motivo suficiente para alterarse así, por eso le abrazó por la espalda para calmarla y que no provocara un escándalo.

-No vayas a gritar. Eir, ahora sabes por qué no puedo permanecer mucho tiempo aquí.

-Sif... no, no es posible. ¿Cómo...?

-Sé lo que debes estar pensando, pero dame un poco de tu tiempo y te lo explicaré a detalle.

-Vamos a mi casa, aquí no es seguro –Eir seguía pálida como temblorosa, mirando a Sif y luego al Jotun que le hizo pasar saliva, creyendo que iba a desmayarse de un momento a otro. Sacudió su cabeza sacando fuerzas de flaqueza- No soy una gran hechicera pero los puedo ocultar, nadie debe saber de ustedes.

-Gracias –Sif sonrió ampliamente.

La sanadora hubiera querido corresponder a su gesto pero no pudo. Levantó sus manos para transformar a la doncella guerrera en una elfa, de la misma forma que a Loki aunque a éste le miró largo tiempo antes de hacerlo. Sif entendía que le provocara conflictos luego de todo lo ocurrido, así que permaneció en silencio mientras salían de la habitación de vuelta a la casa de Eir quien se aseguró que nadie les prestara atención, cerrando ventanas como puertas antes de volverse de nuevo a sus refugiados a quienes les retiró el hechizo, fijando sus ojos en el Jotun.

-Eir, sé que...

-No digas nada.

Fue a la cocina a recuperarse como prepararles algo de comer. Cada vez que Sif trató de hablarle ella le calló con una mano en alto, sin mirar a Loki quien en su habitual rutina, quedó dormido apenas si cayera el ocaso, ocupando la habitación de la sanadora quien jaló a la doncella guerrera hacia la pequeña salita una vez más, paseándose alrededor.

-¿Por qué está contigo?

-No le podía dejar ahí, Eir. Ya lo viste, parece... un muñeco.

-¿Dejar dónde?

-En el palacio... -Sif le miró fijamente- Loki... Loki es la Emperatriz del Hielo. Consorte de Sigfried Pendragón.

-¡¿Qué?! –Eir casi gritó girándose sobre sus talones, tomando aire después para calmarse- Perdón, Lady Sif. Pero no puedo creer tus palabras.

-Créeme, Eir. Es verdad, yo lo vi llegar y hacer sus votos frente a Nadann... ¡Eir!

Ésta cayó de rodillas, palideciendo después. Sif le llevó a uno de los sillones, dejando que se recuperara.

-Entiendo cómo te sientes, le creímos muerto y...

-No, Lady Sif. No entiendes nada.

-¿Por qué dices eso?

La sanadora apretó sus manos con fuerza, compartiendo el temblor de su cuerpo. –Lady Sif, por el nombre de Odín y la memoria de Thor, juro por mi alma que lo que voy a decirte es verdad. Yo vi morir a Loki por las manos de Nadann. Él fue quién lo asesinó, como Surtur asesinó al Padre de Todo.

El silencio crudo cayó entre las dos mujeres que se miraban fijamente, sus mentes tratando de poner orden a sus atropellados pensamientos. Eir comenzó a decirle entre pausas cómo había terminado herida de gravedad por uno de los demonios de Surtur, huyendo de él hasta quedar en un recoveco dónde se juró la muerte cobraría su vida cuando vio la batalla entre Surtur y Loki, éste último reclamando una traición del líder de los demonios cuando Odín llegó para ayudar al ojiverde, aparentemente algo había sucedido que el Padre de Todo estaba decidido a unir fuerzas con el Embustero. Pero en un giro inesperado, una sombra había aparecido detrás de éste, robando la lanza Gungnir que se clavó en el corazón de Loki, cortándole la cabeza después. Surtur aprovechó la distracción que eso provocó en Odín para asesinarle igualmente. Sif apenas si respiraba.

-El fuego de Surtur extinguió a Odín, carcajeándose después de su victoria tan horrible. El encapuchado le dijo algo que solamente le hizo reír más, mientras sacando un cubo que abrió como si fuese una flor, clavándolo en el pecho abierto del cadáver de Loki, cuya alma fue capturada dentro de ese artefacto que cantó volviendo a su forma. Jamás olvidaré esos ojos tan llenos de maldad, de un vacío que jamás presencié hasta entonces. Lady Sif, en aquel entonces solamente pude ver esos ojos tan espantosos sin saber de quién se trataba. Llegué a creer que había sido Tyar Pendragón cuando clamó ser el justiciero de Loki, pero al conocerle a la distancia me di cuenta que no fue así. Estaba mintiendo, al menos en esa parte de su historia. Cuando Nadann vino aquí... cuando vi sus ojos, le reconocí, puede parecer el más humilde y bondadoso de todos los hombres pero juro por lo más sagrado de este universo que él fue quien tomó la vida y el alma de Loki. Y ahora...

Ella levantó su mirada hacia el piso superior donde el Jotun dormía. Sif le imitando, pálida también.

-¿Por qué lo reviviría? ¿Cómo? ¿Cuál es su fin al querer unirlo a Sigfried Pendragón? –preguntó la doncella poniéndose de pie, parpadeando al recobrar algo de sensatez dentro del miedo que brotó en su pecho- Eir, ¿y qué sucedió con tu herida?

-Ah... -la sanadora sonrió con tristeza, levantando su vestido y mantos, dejándole ver a la joven una pierna de madera y metal que le llegaba a mitad del muslo- Una herida imposible de sanar.

-Lo siento...

-Yo no. El precio lo valió –Eir se cubrió de nuevo, levantándose- Ahora comprendes por qué me sorprendí tanto al ver a Loki. Y verlo en su forma Jotun. Algo necesitan de él y no es nada bueno, has hecho bien al sacarle del palacio... aunque eso cobró la vida de Fandral.

Sif suspiró adolorida. –Tengo que irme lo antes posible con Loki.

-Iré con ustedes.

-Pero...

Eir negó. –Me escondí mucho tiempo, y guardé este secreto otro tanto. Los Pendragón y Nadann han estado arrebatándonos demasiado. Es hora de que vean lo que los Asgardianos tenemos para ofrecerles a cambio.

-La Casa de Bor aún no ha caído –gruñó decidida la guerrera.

-No lo hará.

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