Desiderata
Título: LAZARUS I
Autora: Clumsykitty
Fandom: MCU con un pellizco de Marvel Cómics.
Parejas: bastantes, principalmente Stony, Thorki y Spideypool.
Disclaimer: Nada me pertenece aunque muera por ellos, todo es de Marvel y Mr. Lee entre otros, lo único mío es esta idea mía convertida en historia. Dicho está.
Warnings: Esta larga historia está dividida en libros que van en secuencia numérica pero no en orden de trama. Historias muy agridulces, crudas como violentas. No apta para corazones sensibles o mentes tiernas. Sobre aviso no hay engaño.
Gracias por leerme.
LIBRO V. El libro de las Despedidas.
Desiderata.
"Aún con todas sus farsas, penalidades y sueños fallidos, el mundo es todavía hermoso." Desiderata, Max Ehrman.
-Los muchachos a su edad hacen cosas raras, no deberías preocuparte por ello.
-Claro, como no tienes hijos que son perseguidos por un mercenario idiota o un Jotun dándole malos consejos, no sabes de lo que hablas.
-Vamos, Tony, estoy de tu lado.
-Pásame aquella llave.
Quill rió, alcanzando la herramienta que tendió al Hombre de Hierro, metido en uno de los pasillos de la Milano donde estaban actualizando unos controles de velocidad. Aquella obsesión de Peter por hacerse amigo del hechicero tenía inquieto a su padre, a veces preguntándose en qué momento había pedido a las fuerzas del universo semejante prueba. Lo bueno de aquel asunto era que no tenían que lidiar con Loki, aunque su presencia le inquietaba mucho. Según lo dicho por Sif, regresó de la vida sin todos sus poderes, más los que mostraba eran suficientes para darse cuenta que era un ser de peligro, no olvidando que el nuevo emperador en Asgard bien podría destruir con sus dragones su mundo con tal de recobrar a su pareja. Una bomba de tiempo por la que Stark a veces no conciliaba el sueño.
-¿Pensaste en mi ofrecimiento, Tony?
-Quizá es lo mejor, pero aún analizo todas las variables.
-No queda nadie a quien salvar en este planeta, más que ustedes.
-Pero tendríamos a un hechicero Pendragón pisándonos los talones.
-He estado pensando en eso –Rocket apareció, cargando una caja de artefactos que puso al alcance del castaño, sentándose en la orilla del boquete abierto en el pasillo- Creo que he encontrado una manera de exterminarlo sin mayores riesgos.
Tony se asomó apenas, arqueando una ceja. –Ahora tienes mi atención.
-Encontré en este santuario un par de objetos bonitos...
-Rocket.
-Ssssh, Quill, espera –el peludo sacudió su cola- Que son mágicos, según entendí las etiquetas, vamos que no son la gran cosa pero juntos...
-Pueden ser algo –terminó Stark más atento.
-Con los explosivos correctos... ¡PUM! No más hechicero Pendragón.
-Ajá, ¿y cómo vamos a atrapar al tal hechicero para que explote con esos objetos?
-Es mi 12% del plan, ¿okay?
Tanto Starlord como Rocket discutieron los pormenores de aquel plan mientras el Hombre de Hierro bajó su mirada hacia sus manos enguantadas y llenas de grasa. Sabía cómo podría embaucar a Myrddin, el problema era que no deseaba perder a los prisioneros del hechicero. De llevarle a la trampa, jamás volvería a ver ese par de soldados de Brooklyn, perdería toda posibilidad de escuchar una vez más a su esposo... de agradecer al sargento... ninguno de ellos sabía de las almas atrapadas con el archimago, lo mantenía en secreto para no perturbar la delicada paz dentro del Sanctum Sanctorum, aunque sospechaba que el Dios de las Mentiras sabía de ello más por una misteriosa razón nada decía, compartiendo el mutis con Deadpool.
-¿Tony?
-Lo siento, revisaba unos chips. ¿Qué sucede?
-¿Crees que sea buena idea el plan de Rocket?
-Puede funcionar... pero como ya dijo el mapache, es un 12%.
-¡Qué carajo, que no soy un mapache!
-¡Yo soy Groot!
-¡Tú se supone que estés durmiendo!
-¡Yo soy Groot!
Rocket abrió sus ojos como platos, volviéndose al par de hombres que esperaban la traducción de aquella famosa frase.
-¡UNA MAREA DE ZOMBIES SE ACERCA!
-¡Hay que subir la Milano! –Tony tomó la mano de Starlord para saltar fuera y activar los controles- Skyfall, llama a todos, que suban hasta el ático, no estamos seguros de que el edificio vuelva a rechazarlos.
-"Entendido, Tony."
Nadie desobedeció mientras la Milano sobrevoló el Sanctum Sanctorum, posándose junto al Quinjet en el techo adaptado. Desde las alturas del ático, todos vieron esa enorme mancha oscura avanzar cual marabunta hacia el edificio a una velocidad impresionante. Los rugidos y aullidos de los muertos vivientes retumbaron en el aire al momento de lanzarse contra el muro mágico. Los sellos mágicos que conocieran en manos del Doctor Strange aparecieron una vez más, haciendo su labor protectora al pulverizar los cuerpos de los feroces zombies que no cesaron de arrojarse contra la barrera, haciendo estremecer la tierra por la cantidad de cuerpos azotándose sin parar. Un espectáculo al que iban acostumbrándose conforme se hacía cada vez más usual, una pavorosa rutina que ojos ordinarios no creerían.
-Myrddin está encabritado –comentó Wade como si hablara del clima- Cada vez son más, no dudo que ya haya asesinado a toda la población humana sobreviviente para tener este ejército.
-Quiere que salgamos –se unió Sif, mirando atenta la escena a través del vitral- El legado del hechicero Strange le impide tocarnos.
Tony respiró lenta y profundamente. Sabía que era lo que deseaba el archimago Pendragón. Giró apenas su rostro para observar a Loki susurrarle algo a Peter, quien abrió sus ojos como platos, aunque sonriendo emocionado al tiempo que se movió para ir con Thor, tirando de su ropa con insistencia.
-¡El martillo! ¡Llama a tu martillo!
Ya había pasado más de una semana desde el incidente con el Sargento Barnes, así que el martillo había concluido su mutación. El Dios del Trueno miró confundido unos segundos al jovencito antes de asentir, estirando en lo alto su brazo izquierdo para llamar a Mjolnir. Una tormenta se formó alrededor del Sanctum Sanctorum con rapidez. Varios pares de ojos se volvieron hacia el Hijo de Odín cuya sonrisa se amplió al sentir claramente la respuesta de su martillo, que voló desde el cuartel oculto de los Vengadores hasta su mano, iluminando todo el ático al hacerlo. Relámpagos cubrieron la marea de zombies alrededor del edificio, cayendo sobre ellos sin piedad hasta convertirlos en nada más que cenizas que el viento de la tormenta despejó. No le tomó mucho al guerrero tal hazaña, bajando su brazo para admirar al nuevo Mjolnir.
Era de mango más largo, con una cabeza de hacha por un lado y el pesado romo del otro. Pero no solo eso, toda la sagrada armadura como la famosa capa roja aparecieron, además del casco alado tan conocido del Dios del Trueno. Rocket silbó al ver el cambio, mientras que Gamora y Drax asintieron con orgullo, haciendo una leve reverencia con su cabeza. La doncella guerrera se acercó a él, asombrada igual de conmovida, dándole un fuerte abrazo al ver de regreso la figura que creyó perdida. Thor le correspondió, besando sus cabellos. Peter miró de soslayo al Jotun quien solo desvió apenas su mirada, escondiendo unas manos que se cerraron en un par de puños temblorosos.
-Creí que se transformaría como Sailor Moon –comentó Wade al lado de Quill.
-¿Cómo quién?
-¡Yo soy Groot!
El único serio de todos ellos, fue Stark cuya mano cayó sobre el hombro de Rocket, apretando su hocico para que se callara mientras lo jalaba lejos de los demás, ocupados en felicitar al Asgardiano por su completa recuperación. Habían tenido suerte, con la barrera de protección y el retorno de Mjolnir a la mano de su dueño, pero Tony estaba consciente de que eso solamente iba a empujar a Myrddin a usar su más poderosa magia. A sacrificar a los dos soldados de ser posible para conseguir su meta.
-Rocket, dime más de tu plan.
-Todavía sigue incompleto...
-Dime.
-¿Piensas...?
-Dime.
El Hombre de Hierro no quería esperar más por otro incidente como ésos, los víveres estaban acabándose, salir por más estaba convirtiéndose en una ruleta rusa donde les podrían salir zombies en el mejor de los casos. Para marcharse del planeta, había que asegurarse de que ningún Pendragón les fuese a seguir. En el cuartel de los Vengadores, antiguo búnker de Nick Fury, había en el piso más profundo, una bodega de ojivas nucleares que nunca fueron usadas. Con la finalidad de mantener tal peligro en estricto resguardo, Tony había dejado todos los controles de forma manual, no existía electricidad ni forma electrónica alguna en la bodega ni en el piso superior que pudiera activar a las ojivas. Por supuesto que confiaba en Skyfall, pero no en sus enemigos quienes podrían hacer uso de las armas nucleares en un momento dado.
Myrddin no lo había hecho, porque estaba más que confiado en sus poderes como lo estaba demostrando con sus ejércitos de muertos vivientes azotándoles de vez en cuando. El plan de Tony era simple a la vez que complicado: iría al cuartel con los artefactos mágicos que Rocket prepararía como bombas que sellarían el cuartel, impidiendo que el archimago escapase cuando las ojivas se activaran. Le desgarraba su alma darse cuenta de que tal acción iba a costarle no solo al Pendragón su vida... también a las dos personas que una vez quiso de diferentes formas. Más de continuar el juego actual, su pequeño Peter podría caer en las garras del Draconiano y entonces Stark jamás iba a perdonárselo. Todo menos su hijo. Así que se decidió por aquel viaje sin boleto de regreso, se lo debía a los Vengadores muertos, a los que decepcionó en vida, a los que abandonó a su suerte. Se lo debía al universo entero.
Thor había recuperado sus poderes, los Guardianes estaban listos con su Milano actualizada. Peter no estaría solo. Ahora poseía una nueva familia que velaría por él. Rocket preparó en secreto los objetos que encontró resguardados en cofres, enseñándole a Tony cómo activarlos una vez que los pusiera en las paredes del cuartel. El peludo mostró su enorme preocupación sobre aquel plan/misión que iba a ejecutar, le era claro lo que iba a suceder pero el Hombre de Hierro le hizo jurar no decir nada hasta que todo hubiera terminado. Conseguir una victoria sobre los despiadados Pendragón requería más que buena voluntad y astucias. De esa manera, llegó la noche en la que cenaron tranquilos, celebrando una vez más al Hijo de Odín hasta la madrugada en que todos se marcharon a sus respectivas habitaciones.
Tony abrazó con fuerza a Peter, besando varias veces sus cabellos y luego en la frente, sin mediar más palabras porque iba a quebrarse si lo hacía. Su hijo le miró extrañado pero no permitió que notara nada en sus expresiones, usando esa máscara que en otras épocas utilizara para disfrazar lo que realmente sentía, prometiéndole que cuando se marcharan de la Tierra, las cosas iban a cambiar para bien. Fingió ir a su propia recámara, esperando a que todos estuvieran dormidos antes de salir de puntillas hasta la parte baja del Sanctum Sanctorum y sacar el cofre con los artefactos ya dispuestos que abrazó contra su pecho, con una mochila en la espalda, armadura ya puesta. Era el momento. Sus ojos se pasearon por el lugar, recordando las veces que visitó a su amigo y hermano de vello facial como se decían.
-Stark.
Casi saltó al techo al escuchar la voz de Loki salir de entre las sombras. Maldijo para sí a punto de ordenarle que callara pero el hechicero se le adelantó.
-No podrás alcanzar el cuartel. Myrddin te atrapará antes.
-Tengo...
-No –la mano azulada con garras negras se impuso sobre el pecho brillante por el reactor en la armadura- Te enviaré directo hacia el cuartel. Solo tendrás menos de un minuto antes de que el Pendragón te ubique y vaya tras de ti.
-Más que suficiente –Tony pasó saliva, percatándose de que estaba recibiendo ayuda- Loki... lamento lo que te dije el otro día.
-Este universo se queda sin recovecos donde esconder secretos, Stark, ¿se te ocurrió pensar que quizá Peter ya lo sabe?
-... dile que lo siento, ¿de acuerdo?
-¿Listo?
El Hombre de Hierro asintió, cerrando sus ojos para no marearse a causa de la teletransportación. Sus pies se sintieron ligeros por un par de segundos, luego su olfato fue invadido por un aroma a seco y viejo. Abrió sus ojos con un jadeo, estaba en la bodega, en medio de una docena de ojivas nucleares, en la oscuridad. Dejó el cofre en el suelo, moviéndose tan rápido como su armadura le permitió entre las ojivas, para activar sus relojes manuales que se sincronizarían con el principal en el piso superior. Una vez que terminó a una velocidad increíble incluso para él mismo, voló a la parte superior donde comenzó a colocar todas esas joyas mágicas, arrancando sus sellos y así despertar su poder.
-"Myrddin se aproxima" –sonó la voz tranquila de Skyfall.
-Déjalo entrar, después sella toda entrada y vete.
-"Solo los nobles de corazón saben cómo proteger a los demás."
Tony sonrió con los ojos húmedos. –Gracias, Sky, te quiero.
-"Y yo a ti, Tony. Ha sido un honor haberte servido. Adiós."
Llegó al penúltimo piso inferior, todos los objetos mágicos estaban listos. Puso el restante en la pared, activando el resto cuando escuchó un sonido hueco, como algo cayendo del piso superior. Todo su cuerpo se estremeció con su piel erizándose. Myrddin. Sacudió su cabeza, que cubrió con su casco mientras caminaba hacia el pasillo donde la escalera de descenso hacia el piso con el contador mecánico que activaría las ojivas. Ya solo restaba ese paso. El techo se venció antes de que consiguiera alcanzar la escalera, disparando a quemarropa a la figura entre polvo y escombros que emergió. Una poderosa garra de piel escamosa atrapó su rostro, deshaciendo su casco como si fuese una hoja seca antes de estamparle contra la pared de la que cayó bruscamente, tosiendo un poco y volviendo a disparar.
Frente a él, estaba Myrddin Pendragón en su forma de Alfa Draconis. Un alto reptil de cola larga y espalda con púas que se movían como si tuvieran vida propia. De su cabeza humanoide salían cabellos que flotaban cual humo fantasmal en colores negro, rojo, dorado y plata. No tenía ojos. En su lugar solo había cuencas vacías, una nada que le miró con rabia, mostrando su imponente juego de colmillos. Ningún disparo suyo hizo efecto sobre el cuerpo escamado del archimago quien le alcanzó una vez más, tomándole del cuello para azotarle contra una tubería ancha donde le inmovilizó con su garra apretándole. La mano libre de Myrddin pasó por todo el resto de su armadura que comenzó a rasgar sin mucho cuidado, a veces cortando la piel de Tony quien gimió en dolor por el contacto con esas garras perversas.
Una vez satisfecho de su labor, el archimago le miró aparentemente sereno pero su expresión seguía siendo rabiosa, con un rugido ronco discreto proveniente de su pecho. Stark le miró con ojos bien abiertos, no entendiendo que buscaba o pretendía hasta que esa mano tocó su pecho primero como si buscara romperle los huesos pero luego se dio cuenta que estaba acariciándole. Del hocico brotó un sonido, como si le hablara pero no era un idioma conocido a la mente del Hombre de Hierro cuya rebeldía cobró fuerzas, haciendo todo lo posible por liberarse de su agarre. Myrddin rugió, separando sus piernas con brutalidad. Tony apretó sus ojos, sintiendo nuevas lágrimas con el corazón latiendo a mil por hora, temblando ante la realización de lo que le haría el Pendragón. Entonces llevó ambas manos a la garra que le sujetaba por el cuello, lo suficiente para dejarle hablar, una sola palabra por la que apostó una locura, esperando que tuviera efecto.
-SPUTNIK.
Myrddin le miró unos segundos antes de temblar de pies a cabeza, soltándole para ver su propio cuerpo estremeciéndose. Quiso volver hacia el castaño pero se quedó a medio camino con sus garras estirándose al tiempo que bandas metálicas fueron cubriendo el cuerpo del archimago, hasta dejarlo cual momia envuelta en Vibranium puro. Stark se irguió, jadeando pesadamente con un sollozo. Había funcionado. Sputnik era la palabra que un día le confió Bucky, en caso de que el Soldado de Invierno fuese imparable, ésa era la manera de detenerle definitivamente, a costa de provocar una recalibración cognitiva o pérdida de memoria. Podía usarse solo una vez, y James le había dicho ese secreto que a nadie más compartió, mismo que ahora le había salvado la vida, al apostar porque tuviera algún efecto siendo las almas de sus dos soldados prisioneros del Pendragón.
-G-Gracias... James...
Bajó de la gruesa tubería, corriendo a tropezones para bajar al piso inferior, temblando él mismo. Quizá eso iba a costarle a Barnes la extinción, no estaba seguro. Pero ahora le había obsequiado preciosos segundos que usaría para activar el contador que sus manos inseguras tocaron, moviendo las teclas mecánicas y oxidadas para darle una cuenta regresiva mínima. Un minuto. El reloj comenzó a andar, el mecanismo completo chirrió al moverse luego de décadas. Lo había conseguido. Tony cerró sus ojos, con la imagen de su sonriente hijo en la mente, despidiéndose de él. Moriría junto con el Pendragón, pero sería un peligroso Pendragón menos. Igual y muchas cosas cambiarían a favor de los sobrevivientes. Esperaba que sí. Abrió sus ojos, pasando saliva para girarse y encarar al archimago pues escuchó pasos descender por la escalera. Bucky había desaparecido, lo había retenido en una oda a su brazo metálico.
Stark se quedó de una pieza.
Segunda Despedida: Steve y Bucky.
Escuchó como las demás piezas del contador empezaron a moverse, preparando la explosión pero no le prestó atención pues tenía ante sí, un soldado con un uniforme azul de bandas blancas con rojo y una estrella en el pecho. Piel clara, cabellos rubios cortos, unos hermosos ojos azules junto con una cálida sonrisa que conocía de sobra. Que había amado con locura. Si era Myrddin haciéndose pasar por su esposo, poco le importó. Ya nada importaba de todas maneras en aquel instante. Steve estaba ahí, una vez más, por una última vez, para irse juntos.
-¡STEVE! ¡STEVEE! ¡STEEEVEEEEE!
Corrió a los brazos que le llamaron, llorando abiertamente al ser levantado como tantas veces en el pasado, rodeando con sus propios brazos ese cuello grueso, la cintura con sus piernas y besando el rostro que una vez creyó perdido.
-¡Steve!
-Sssh, ya, amor. Todo está bien –ahí estaba esa voz.
Más lágrimas escaparon de sus ojos al sentir una mano enguantada limpiar sus mejillas con ternura, escondiendo su rostro en la curva del cuello de su esposo.
-¡Lo siento! ¡Lo siento tanto!
-¿Por qué dices eso, Tony?
-¡Fallé! ¡Dejé solo a Peter...! ¡Todos...!
-Ssshhh, eso no es cierto, mi amor –una mano acarició su nuca, sintiendo un beso en sus cabellos- Has sido tan fuerte, tan valiente todo este tiempo.
-Steve...
-Estoy orgulloso de ti, cariño.
La mano que le acariciaba buscó su mentón que sujetó, obligándole a ver ese rostro sereno, tranquilo, sus ojos azules llenos de amor.
-Podrá nublarse el sol eternamente;
Podrá secarse en un instante el mar;
Podrá romperse el eje de la tierra
Como un débil cristal.
¡Todo sucederá! Podrá la muerte
cubrirme con su fúnebre crespón;
Pero jamás en mí podrá apagarse
la llama de tu amor.
Tony sonrió entre lágrimas, pegando su frente contra la ajena. El contador emitió un chasquido, con un ligero temblor de los artefactos mágicos desplegando el escudo de contención.
-Quiero que hagas algo por mí, Tony, ¿verdad que puedes hacerlo?
-...sí.
Steve sonrió, acariciando su mejilla. –Necesito que aprendas una frase, repite después de mí.
-Pero...
-¿Por favor?
-Okay.
-El Axis se encuentra en el corazón.
-El Axis se encuentra en el corazón.
-Y el corazón está dentro del Cubo.
-Y el corazón está dentro del Cubo.
-Que se halla en lo más profundo del Hel.
-Que se halla en lo más profundo del Hel –Stark frunció su ceño, confundido, pero recibió un beso en su frente.
-Ahora repite todo junto.
-El Axis se encuentra en el corazón, y el corazón está dentro del Cubo, que se halla en lo más profundo del Hel.
-Excelente, bien hecho, mi amor –Steve le besó y olvidó cualquier queja que pudiera decir, sintiendo apenas que el capitán caminaba hacia una parte de aquel piso- Mmm, todo esto me recuerda esa escena de tu película favorita... ¿cómo se llamaba? ¿El tipo con asma vestido de negro?
-¡La Guerra de las Galaxias! –exclamó, permitiéndose una risa- ¡Siempre la olvidas! ¡Darth Vader!
-Tantas similares me confunden.
-Tú eres un confundido nato.
-En fin, recordé esa escena cuando el tal Darth Vader va a llevarse al capitán... ¿Han Solo?
-Sí, muy bien. En carbonita. Es importante.
-Como sea, y está ahí la princesa rebelde con el monigote peludo.
-¡Steve! –Tony rió, negando- La Princesa Leia y Chewbacca.
-Soy un anciano, compréndeme.
Los dos rieron. El cuartel comenzó a cimbrarse pero ninguno pareció darle importancia. Steve estaba cerca de una pared con un tablero cuyas teclas presionó sin que su pareja se diera cuenta.
-Lo que quiero decir es, que ella ve cómo van a meterlo a esa cosa y antes de que suceda le dice que lo extrañará.
-¡No! La Princesa Leia le dice: "Te amo". Y el capitán responde...
Steve no le dejó terminar, robándole el más profundo y cariñoso beso, mirándole después con profundo amor.
-Lo sé.
Los brazos del soldado sujetaron el talle de un confundido castaño, separándole bruscamente para lanzarlo dentro de una cápsula de escape oculta, cuyo doble vidrio se cerró una vez que Tony cayó dentro, apenas si teniendo el tiempo de pegar sus manos a la superficie con sus ojos llenos de terror al ver cómo la cápsula se elevaba. El contador llegó a cero. Steve le sonrió.
-¡STEEEEEEEEEEEEEEVEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE!
BOOM
La explosión vino enseguida, persiguiendo a la cápsula de Stark, quien fue despedido hasta la superficie arenosa y seca con un rebote. Un círculo sísmico rodeó a un histérico Hombre de Hierro que se hizo ovillo, rasguñando la arena al tiempo que derramó gruesas lágrimas con un largo grito de agonía, mientras escuchaba apenas el hueco retumbar de las ojivas desapareciendo el cuartel y sus ocupantes.
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