───NUEVE: el invierno se acerca
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CAPÍTULO NUEVE
EL INVIERNO SE ACERCA.
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TODOS QUERÍAN LLEGAR A TIERRA FIRME tan desesperadamente que, cuando lo hicieron, no pensaron en lo que les esperaba más allá.
Fjerda no era el país más acogedor. Hacía frío, las tormentas de nieve eran frecuentes y la gente allí era muy unida y sus supersticiones sobre los grisha fue lo que inició la guerra.
Toda la tripulación ya se había cambiado a su ropa de invierno: abrigos gruesos, bufandas, sombreros, botas e incluso gafas protectoras, ya que el frío podía cegar a alguien si no se tenía cuidado. Todos estaban preocupados, menos Matthias, él era el experto allí y todo dependía de él. Nadie estaba seguro de que realmente traicionaría a su país, era más probable que traicionara a una pandilla de criminales.
Había un largo viaje frente a ellos a través de la nieve, ya que tenían que navegar hacia el norte y no hacia donde estaban los puertos de la ciudad. Solo causaría más sospechas que no les harían ningún bien.
Todos tuvieron que dejar sus preciadas pertenencias en el Ferolind. Kaz cambió su bastón fabricado por un Fabrikator por uno simple. Inej dejó sus cuchillos y los cambió por otros. Jesper cambió sus revólveres decorados por unos normales y Lavender dejó sus tacones rojo carmesí y los envolvió en terciopelo rojo como su cabello.
—Nos vemos en el puerto de Djerholm.—murmuró uno de los marineros llamado Specht.—No luto.
—No funerales.—respondieron otros a excepción de Lavender y Matthias.
—¿Qué significa?—Lavender preguntó mientras caminaba sobre la nieve crujiente junto a Jesper. Llevaba un bolso con unas cosas de mediks dentro.
—Es para buena suerte.—respondió Jesper, sus labios estaban cada vez más secos con cada paso que daba. Tenían un viaje difícil por delante, pero nadie se quejaría. Esto no sería lo peor que les tocaría vivir.
—Sin embargo, siempre hablas de un ataúd abierto.—ella señaló.
—¡Porque yo quiero!—Jesper se quejó y pronto todos se pusieron las gafas, ya que Matthias comenzó a balbucear que si no lo hacían, terminarían con partes del cuerpo congeladas y Lavender tendría que cortarlas.
Todos ellos miraron hacia atrás al menos una vez para ver cómo el Ferolind se alejaba. Era su único camino de regreso, si es que lo lograban. Y así fue como la mayor parte de la tripulación se separó en pequeños grupos. El primero en irse fue Matthias y detrás de él estaba Kaz, que caminaba increíblemente rápido incluso si una de sus piernas estaba mal. Nina se pegó a Wylan e Inej y al final, los dos hermanos caminaban juntos.
—¿Por qué Kaz usa guantes?—preguntó Lavender, sintiendo como sus dedos se adormecían por el frío.
—No le gusta que lo toquen.—Jesper se encogió de hombros.—Escuché que una vez alguien lo tocó y le rompió el cráneo contra una pared de ladrillos.—explicó Jesper con una cara seria escondida detrás de las enormes gafas.
—¿Quién podría haber pensado que Kaz Brekker no es el tipo que le gustan los abrazos?—Lavender señaló sarcásticamente y Jesper reprimió una risita, mientras tanto, los pensamientos de Lavender vagaban por otros lados.
Ella no sabía qué le había pasado. Una parte de ella ni siquiera quería saberlo ya que todo estaba escrito en su expresión. No había alegría en sus ojos, solo codicia y pura ira. Pero Lavender no podía evitar pensar en lo solo que debía sentirse... a menos que el dinero le proporcionara la felicidad eterna.
—¿Cómo terminaste con ellos, de todos modos?—preguntó Lavender, ya que en realidad nunca tuvieron la oportunidad de hablar mucho.
—Estaba estudiando en Ketterdam, pero una vez que algunos estudiantes decidieron ir a un salón de juegos de azar... me uní a ellos y ahí fue cuando me endeudé... algunos tipos se me echaron encima unos días después y Kaz les dio una paliza y acabé uniéndome a él.—contestó Jesper casi en un susurro.
—Podrías haber regresado a casa.—Lavender dijo.—Padre pagó por todos estos años, ¿apostaste todo ese dinero?
—Lo hice... no estoy orgulloso de lo que hice, no lo estoy...—admitió Jesper y Lavender bajó la mirada hacia la nieve perfectamente brillante.
—Sé que no. Solo desearía que me hubieras escrito, habría venido por ti.—Lavender lo consoló, tomando su mano mientras continuaban caminado.
—Si no sobrevivimos...—comenzó Jesper.
—No te atrevas a pensar eso.—Lavender frunció el ceño.
—Si no sobrevivimos, quiero que sepas que con esas gafas eres tú quien parece un volcra.—él dijo con una sonrisa y Lavender jadeó incrédula. Se inclinó al suelo y agarró un puñado de nieve para golpear al chico con el.
—Idiota.—ella rio cuando Jesper la golpeó con otra bola de nieve.
Kaz estaba repasando el plan una y otra vez en su mente. Estaba comenzando a preocuparlo. Pero no dejaría que los demás se dieran cuenta de que tenía dudas. Todo saldría bien. Pero una vez que escuchó la risa de Lavender en la parte de atrás, todos los pensamientos sobre el plan se desvanecieron por unos segundos.
—Te traje algo.—Kaz habló sentándose frente a Lavender con las manos ligeramente temblando. No sabía por qué se ponía tan nervioso cuando estaba con ella.
—¿En serio?—ella preguntó con una sonrisa plasmada en el rostro.
—Toma...—murmuró, extendiendo su mano en donde yacía un lazo rojo. Kaz no tenía nada más que darle a Lavender que un lazo rojo de Saskia y quería que ella lo tuviera.
Los ojos de Lavender se iluminaron mientras tomaba lentamente el lazo, sus ojos se llenaron de lágrimas. Sus mejillas estaban sonrojadas, así que evitó la mirada del niño y simplemente lo abrazó con fuerza, agradeciéndole.
Kaz le devolvió el abrazo y por primera vez sintió su maravilloso aroma a lavanda, que le hizo sentir que estaba donde pertenecía. Pertenecía allí con Lavender, con Jordie.
Kaz negó con la cabeza una vez más al recordar cuando vio a Lavender en el club, con esa pieza de terciopelo trenzada en su cabello tal como su madre le enseñó. Se maldijo a sí mismo por recordar cada detalle sobre Lavender, se maldijo a sí mismo todas las noches cuando su mente no dejaba de pensar en ella... no la había visto en siete años y, sin embargo, pensaba en ella todos los días.
Tenía la gran urgencia de mirar hacia atrás, de verla reír, de verla sonreír... pero no podía permitirse ese lujo.
—¡Mis pies se congelan!—Wylan se quejó cuando Lavender y Jesper se les unieron.
—Cuando obtengamos nuestro dinero, podrás quemar kruges para mantenerte caliente.—Kaz murmuró.
—Voy a pagar a alguien para que queme mis kruges por mi.—Jesper dijo.
—Como si te fuera a quedar algo después de que pagues todas tus deudas.—Lavender rodó los ojos.
—Entonces quemaré tus kruges.—Jesper sonrió.
Kaz se ganó al lado de Jesper.—¿Por qué no le pagas a alguien más para que le pague a alguien para que queme tus kruges por t? Eso es lo que hacen los grandes jugadores.
—Con ese tipo de mentalidad, ambos terminaran sin kruges en menos de un mes.—señaló Lavender.
Muy pronto, Kaz comenzó a hablar sobre el plan con más detalle. Entrarían a la prisión, Inej subiría al techo, llegarían a la habitación y tendrían acceso al puente de cristal.
Luego, todos hablaron sobre los guardias en los puestos de control, los diferentes significados del protocolo. El protocolo amarillo era perturbación del sector, el protocolo rojo era violación del sector y el protocolo negro significaba que morirían de inmediato.
Lo más divertido fue que Kaz hizo que Matthias imitara cómo sonarían los relojes durante los protocolos. No todos los días escuchabas a Matthias decir: bing bong bong bing.
—¿Qué vas a hacer cuando te hagas rico, Wylan?—Jesper preguntó cuando terminó toda la charla del plan.
—Todavía no lo sé.—respondió el chico.
—Deberías comprar un piano de oro.—sugirió Jesper.
—Una flauta.—corrigió Wylan.
—Oh, ¿tocarás para nosotros, Wylan?—preguntó Lavender.
—Si, ¿tocarás para nosotros, Wylan?—Jesper repitió de forma sarcástica.
—Los odio a ambos.—murmuró Wylan, recibiendo una risita por parte de Jesper.
Lavender había pensado que el aire del mar era malo, pero este aire, lleno de frio, era peor. Estaba haciendo que su respiración se cortara más de lo que debía, haciéndola quedarse atrás de todos, ya que Fjerda estaba llena de colinas.
Ella marcó su propio ritmo, lejos de todos, escuchando sus conversaciones mientras caminaba, sintiendo que sus pulmones comenzaban a hiperventilarse, sintiéndose impotente e inútil. Trató de olvidar esos pensamientos horribles y continuó moviéndose.
No podía darle a Kaz Brekker la satisfacción de tener razón.
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Incluso en el segundo día de viaje, Lavender caminaba detrás, diciéndoles a todos que solo era la nieve la que la estaba frenando. Sus pulmones ardían con cada respiración y no estaba tan segura de que cuando terminaran en la prisión de Fjerda, pudiera salir.
Lavender notó como el grupo se detuvo en la cima de la colina y cuando llegó a ellos vio lo que había abajo. Había una pira y tres cadáveres tendidos, su piel ya ennegrecida. Estaba claro que eran grishas asesinados por fjerdanos.
—¡Esto es lo que los fjerdanos le hacen a los grisha!—Nina exclamó, sus ojos verdes se nublaron con furia ya que no podía soportar ver a su gente asesinada así.
—Es lo que hacen los criminales... Esto ha sido ilegal desde...—comenzó Matthias, pero Nina lo interrumpió ferozmente.
—¡No te atrevas! ¡Maldita sea, no te atrevas, Matthias!—empujó el pecho del gigante.—¿Y dónde están esos criminales ahora? ¿Los encerrarán en prisión por matar grishas de esa forma?
Matthias suspiró.—Nina...
De repente todos se alertaron cuando escucharon un gemido que provenía desde abajo, uno de ellos estaba vivo. Esta vez, Lavender fue la primera en bajar la colina, hacia los cuerpos. No podía dejar a esa persona así. ¿Y si era Aleksej?
Tan pronto como llegó al cuerpo, ni siquiera pudo identificar si era hombre o mujer. La piel estaba quemada, mostrando carne cruda que estaba congelada y comenzaba a enmohecer. La persona solo gemía de dolor y Lavender sintió como las lágrimas comenzaban a picar en sus ojos. ¿Y si era Aleksej? Ella no podía salvar a esta persona.
—Alguien, por favor...—sollozó Nina detrás de ella y Jesper apartó a Lavender mientras sacaba su revólver y le disparaba dos veces a la persona.
Hizo eco y Kaz inmediatamente se dio cuenta de que se hicieron un error.—Acabas de anunciar nuestra presencia a millas.
—Entonces pensaran que somos un grupo de cazadores.—Jesper contestó, guardando sus revólveres.
—¿Crees que era Aleksej?—Nina sollozó, secándose las lágrimas que estaban a punto de congelarse en sus mejillas sonrojadas.
—No, no era él.—respondió Lavender, aunque no sabía si esa persona lo era o no, pero estas palabras harían que Nina se sintiera mejor.
—¿Quién es Aleksej?—preguntó Inej.
—No hay tiempo para hablar. Tenemos que irnos antes de que llegue compañía.—Kaz pareció despertar a todos con sus palabras.
—¡Nina!—Matthias gimió cuando Nina comenzó a caminar en círculos, secándose las lágrimas.
—¡Déjame en paz!—ella apretó los dientes. Matthias la agarró del codo, pero ella le lanzó un puñetazo, que él atrapó con su otra mano y giró su brazo hacia su espalda, haciéndola gritar aún más.—¿Qué veré en la Corte de Hielo?
—Nina, no...—Lavender intervino. Nada bueno podía provenir de la Corte de Hielo.
—Necesito saber. ¿Cámaras de tortura? ¿Qué hacen realmente con los grisha?—Nina exigía respuestas, tenía todo el derecho a tenerlas.
—¡Ha he tenido suficiente de esto, Nina! ¡Esto tiene que terminar!—Matthias exclamó, liberando a Nina de su agarre.
—Tiene razón. Esto no puede continuar.—intervino Jesper.
—¡Cierra la boca!—espetó Nina, su voz sonaba furiosa.
—Si ustedes dos continúan peleando, alguien podría detectarnos. ¡Ustedes dos nos pondrán en peligro!—Jesper respondió al ver que el estado de ánimo no cambiaba.
—Escuchen, sé que ustedes dos no están en los mejores términos, pero estamos caminando hacia una trampa mortal. ¡Necesitamos cooperación y sus disputas no están ayudando!—señaló Lavender.
—No es asunto tuyo, drusje.—le refunfuñó Matthias incluso si Lavender no era grisha.—¡Todos ustedes me ven como el enemigo!—Matthias exclamó en voz alta, mirando a cada uno de ellos.—Es lo que hace, ¡hace que todos crean en ella y solo en ella!
—Estás exagerando, druskelle.—murmuró Lavender.
—¡No! ¡Nina! ¡Vamos, diles! Una vez dijiste que eras mi amiga, me hiciste creer que te preocupabas por mí. ¿Lo recuerdas o soy una de tus muchas víctimas?—Matthias entendió sus manos a los lados mientras el dolor atravesaba su voz.—Viajamos juntos durante tres semanas. Le salvé la vida, ella salvó la mía. Cuando llegamos a Elling, podría haberla entregado, pero no lo hice. ¿Y adivinen qué? Terminé en Hellgate etiquetado como esclavista. ¡Ella me hizo confiar en ella!
—¿Qué hay de la parte en la que la capturaste y navegaste con ella hacia la Corte de Hielo?—Lavender defendió a Nina. Lavender sabía que Nina fue atrapada por el druskelle.
—Elegí no entregarla. Me hizo creer por un momento que no era una bruja.—respondió Matthias con furia, acercándose a Lavender.
—¿Entiendes que ustedes son los únicos que ven a los grisha como una amenaza? ¿Qué crímenes cometieron? ¿Existir?—la voz de Lavender se elevó también.
—No son naturales.—él dijo entre dientes, acercándose aún más a ella y alertándolos a todos.
—Ellos no eligieron ser grisha. No es su culpa que la guerra estallara. No es su culpa que puedan hacer algo que tú no puedes. Y definitivamente, no depende de ellos que tengas miedo.—señaló Lavender.
—Lavender.—comenzó Jesper, queriendo calmar a su hermana.
—¡No! No tienes idea de cómo se siente Nina. Hay tres cadáveres rodeándonos, ¡personas que ella probablemente conocía! ¿Crees que dependía de ellos entrar el Pequeño Palacio para entrenar? ¡Se convirtieron en soldados incluso si no lo querían!—Lavender exclamó en voz alta.
—Pensé que no eran tan malos. Nina me hizo sentir que estaba equivocado. Pero tú... no tienes idea de lo que es estar capturado. Ni siquiera hablaba Kerch, no sabía qué estaba pasando.—admitió Matthias.
—Tal vez ella tenía una razón. No deseo que nadie termine en Hellgate. Pero tú también la capturaste, incluso planeaste ejecutarla en la Corte de Hielo.—ella se burló de él.
—¿Quieres sentir cómo es? Con mucho gusto lo orquestaría.—Matthias dijo entre dientes.
—No te atrevas, Helvar.—intervino Kaz, su voz y mirada eran heladas mientras se acercaba a Lavender.
Los hombres intercambiaron miradas peligrosas y Nina sollozó ruidosamente detrás de ellos, atrayendo la atención de todos hacia ella.—No tuve otra opción. No sabes lo que pasó.—sollozó.
—No necesito saber qué paso.—Matthias escupió las palabras y justo después de que dijera esas palabras, el suelo debajo de ellos comenzó a temblar y todos compartieron miradas desconcertadas.
Estaban bajo ataque.
+5 COMENTARIOS PARA PRÓXIMO CAPÍTULO :)
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