───DIECIOCHO: aleteo y martilleo

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CAPÍTULO DIECIOCHO
ALETEO Y MARTILLEO.
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CON UN GRUÑIDO, LAVENDER FINALMENTE ABRIÓ LOS OJOS para que su cerebro comenzara a entrar en pánico porque estaba mirando a la familiar madera con solo un ojo. Su cuerpo estaba entumecido y rígido, pero logró cerrar los dedos de un puño, haciendo saber que estaba viva. Todo se movía lentamente y no podía descifrar si era su mente jugando una mala pasado o si en realidad estaba en un barco.

Rápidamente, su cerebro mostró imágenes de lo que sucedió antes de que ella terminara aquí: los soldados muertos. ¿Cómo llegó aquí o qué pasó con los demás? Eso no lo sabía. La mujer se obligó a respirar profundamente a través de la nariz obstruida, la acción hizo que le doliera la garganta seca. En este punto, ella no era ajena al dolor y este entumecimiento extrañamente la calmaba, haciéndola sentir como si ya estuviera muerta.

Girando la cabeza, su cuello crujió dolorosamente, pero se encontró con la habitación familiar en el barco en el que alguna vez estuvo. Solo que en el lugar donde solía sentarse, Jesper estaba durmiendo, su figura larguirucha estaba retorcida en una de las formas más incómodas.

Las lágrimas brotaron de sus ojos, causando que su herida ardiera. El alivio de ver a su hermano estaba fuera de este mundo, después de la muerte, estaría contenta de volver a verlo. Lavender extendió su mano lo suficiente como para alcanzar su rodilla y empujarla con la punta de sus dedos, haciendo que el chico levantara la cabeza tan rápido que estuvo a punto de caerse.

—¿Vi?—jadeó, frotándose los ojos mientras se inclinaba hacia adelante para ver a su hermana despierta. La expresión soñolienta rápidamente cambió por la sonrisa torcida que tanto había extrañado. Un suspiro salió de sus labios cuando agarró su  mano y la apretó suavemente entre sus palmas, presionándola contra su frente.

—Jes, no me digas que estás a punto de llorar.—dijo entre dientes solo para recibir una risita de su hermano que la miraba con ojos llorosos.

Jesper negó con la cabeza, casi sin palabras, agradeciendo a todos y cada uno de los santos y otras deidades por este momento. La culpa no se desvaneció ya que todavía estaba lastimada por su culpa, pero el saber que estaba despierta y que no dejaría este mundo sin luchar, lo tranquilizó. ¿Qué haría él sin ella?

—Pensé que te había perdido.—susurró, haciendo que se le atascara un nudo en la garganta.

Lavender nunca había visto a Jesper así. Siempre estaba sonriendo, siempre hacía bromas y siempre estaba positivo, incluso cuando hablaba de la pérdida de su madre. Ahora, él estaba sentado, abrazándola como si fuera su única esperanza, las lágrimas corrían por sus mejillas mientras la preocupación dibujaba líneas en su frente. No habían palabras para describir cuánto la amaba y cuánto ella lo amaba también.

—Jes.—susurró, sin saber si todavía saldría adelante, pero ver la tristeza de su hermano era una razón realmente decente para seguir luchando.—Estoy aquí.

Jesper besó las palmas de sus manos y se puso de pie en la habitación que estaba demasiado llena para un tipo alto como él, así que se encorvó y colocó una manta sobre ella.—Te traeré algo de beber, ¿si? Además, le diré a Aleksej que despertaste.

Los ojos de Lavender se agrandaron al escuchar su nombre. Su boca se abrió suavemente mientras esbozaba una sonrisa. El recuerdo de cómo logró salir de la Corte de Hielo era confuso y comenzó a creer que ver a Aleksej fue una alucinación. Su corazón floreció con la noticia, haciéndola asentía mientras preguntaba:—¿Todos lo lograron?

—Sí, Vi, todos lo logramos.—dijo con dulzura, permitiéndose por primera vez sentirse victorioso de que todos estaban en el barco de regreso a Ketterdam. Todos lo lograron y Lavender despertó. Era un milagro.

Besando la frente de su hermana, desapareció a la habitación llena de gente, dejándola sola por un corto tiempo. Lavender movió suavemente su cuerpo, sintiendo que probablemente no estuvo dormida tanto tiempo, ya que sus huesos no estaban tan rígidos. Empujó los codos contra la dureza de la mesa y se incorporó lo suficiente para no forzarse. Le crujieron algunos huesos en la espalda y sintió el cuello cansado, pero esa posición la ayudaba a respirar mejor.

Cuando la tos llegó a la punta de su lengua, una figura apareció en la entrada. Lavender se tomó el tiempo de ver quién era, ya que la luz tenue en la habitación no ayudaba a su único ojo a ver bien. La figura solo se acercó, revelando a Aleksej. Una sonrisa tiró de sus labios agrietados mientras dejaba escapar un sollozo.

Sin perder un segundo, Aleksej la abrazó tan suavemente como pudo aunque quisiera aplastarla. Parecía diferente, no lo había visto en años, desde que fue atrapado y torturado por los fjerdanos. Sólo parecía más alto, su cabello rizado estaba más largo y desordenado de lo que ella recordaba y su aspecto juvenil había desaparecido, parecía más adulto.

—Lavender.—susurró, frotando suavemente su espalda mientras ella se tomaba su tiempo para envolver sus manos alrededor de sus costillas. Sostener a su amiga más querida en sus brazos, después de experimentar el infierno y dolor de perderla, se sintió celestial. Sabía bien lo débil que estaba, sabía bien qué tipo de heridas se asentaron en su cuerpo, y sabía bien que si sobrevivía, tendría que lidiar con terribles enfermedades todos los días. Pero ella sobrevivió. Ella sobrevivió.

—Pensé que te había inventado.—susurró tan pronto como se separaron, dejando que ella pusiera una mano en su rostro, asegurándose de que él era real.

Sentir su piel fría contra su toque la hizo sentir afortunada. La tripulación no solo sobrevivió a la misión suicida, sino que también encontraron a Aleksej. Pasó años preocupándose si estaba vivo, si estaba bien y ahora aquí estaba.

—Yo también pensé que te había inventado cuando te vi en esa celda... Oh, Lavender.—murmuró, apartando suavemente los mechones de su cabello de su rostro para mirar el ojo de ella con una mirada sombría... Hizo todo lo posible para limpiar la herida, pero las posibilidades de que ella volviera a ver por ese ojo eran muy bajas.

Lavender sollozó, asintiendo.—Me veo como la mierda, ¿no?

Aleksej rio, sacudiendo la cabeza mientras se alejaba un poco, caminando hacia los ungüentos salpicados en la mesita, agarrando un frasco en sus manos.—¿Estás dudando de mis habilidades para vendar?

La mujer puso una mano sobre sus pulmones, sintiendo la forma en que luchaban por seguir sus movimientos, pero Aleksej colocó un ungüento debajo de su nariz que olía a menta; su nariz se destapó al instante. Ella asintió y una vez que él apartó el ungüento, comenzó a toser, sintiendo que la mucosidad se atascaba en su garganta.

En otras palabras, se sentía como la mierda. Pero sin importar cuánto le doliera el ojo, sin importar el hecho de que probablemente se resfrió y sus pulmones nunca se lo perdonarían, estaba feliz. Ver a Aleksej, ver a Jesper, escuchar que la tripulación estaba bien y navegando de regreso a casa, esos pensamientos por sí solos fueron suficientes para quitarle un poco de dolor, lo suficiente para mantenerla despierta.

—Apestas vendando. Siempre preferiste usar tus poderes.—ella dijo y Aleksej dejó el ungüento, su estado de ánimo decayó. Lavender se dio cuenta de eso y al instante murmuró:—Los perdiste, ¿no?

El hombre asintió, dándose la vuelta para mirarla con una sonrisa triste en su rostro.—Ni siquiera sé cómo sobreviví, porque otros no tuvieron tanta suerte. Después de perder sus poderes, se volvían locos y se suicidaban aplastando sus cabeza contra las paredes, rogando por jurda parem.

Las fosas nasales de Lavender se ensancharon ante lo que dijo, sus tripas se retorcieron de disgusto.—Lamento que hayas tenido que pasar por todo esto.

Aleksej asintió, separando suavemente pequeños pedazos de madera de la mesa. Tuvo que ver cómo morían sus amigos en las celdas, cómo los torturaban y cómo se burlaban de ellos. Era una carga que siempre llevaría consigo mismo. Pero ahora tenía una nueva oportunidad, un nuevo comienzo con el que se aseguraría de que los que murieron fueran recordados.

—Esas escorias obtendrán su merecido de una forma u otra.—admitió, sacudiendo suavemente la cabeza.—Por ahora, tengo preguntas.—queriendo cambiar de tema, sonrió suavemente mientras escuchaba sobre la vida de Lavender.

La mujer le contó que Jesper era su hermano, bueno, no uno real ya que fue adoptada, pero eso era nuevo. Jesper le había contado a Aleksej que Lavender era una de las mejores médicas de Novy Zem, que vivía con papá en la granja y lo ayudaba con el jurda antes de ir a Ketterdam a buscar a su hermano. Lo único que no había cambiado era su cabello rojo, era el mismo y podría reconocerlo en cualquier parte.

Antes de que Lavender pudiera responder, Jesper apareció en la pequeña habitación, encorvando su alto cuerpo. Sostenía una taza con un poco de té caliente y se lo dio a su hermana mientras le sostenía la espalda con una de sus manos.

La mujer tomó la taza y casi se tragó el líquido de un solo trago, antes de preguntar.—¿Cuánto tiempo estuve dormida?

—Unos pocos días.—Jesper informó.

—¿Cómo logramos entrar en el barco?—continuó con sus preguntas, su voz sonaba ronca.

—Nina... ella tomó jurda parem.—admitió Jesper.

Los ojos de Lavender se agrandaron, la tristeza se torció en su pecho mientras suspiraba. Todos conocían los riesgos y lo que sucedía cuando lo tomas. Demonios, a ella la habían drogado con jurda parem, pero en este momento, no parecía estar funcionando. Era el momento perfecto para preguntarse por qué no se estaba volviendo loca por eso, pero ese no era el problema aquí.

—¿Cómo está ella?

Jesper suspiró.—Kuwei tiene suficiente para mantenerla cómoda. Esperamos que no se vuelva adicta.

—¿Kuwei?

—Oh, sí, claro.—Jesper se frotó la frente.—Bo Yul-Bayur está muerto. Entonces, en cambio, encontramos a su hijo, Kuwei, que también es científico. Eso es mejor que nadie.—se encogió de hombros.

Lavender asintió, tratando de procesar la información en su cabeza. Probablemente se perdió mucho desde el momento en que los soldados fjerdanos la capturaron y tendría que ponerse al día, pero por ahora, estaba feliz de saber que todos estaban más o menos sanos y salvos.

—¿Pueden ayudar a levantarme?—preguntó Lavender.

Aleksej y Jesper inmediatamente protestaron contra su idea.

—Necesitas descansar.—no estuvo de acuerdo Aleksej.

—Aún estas débil.—señaló el chico zemini.

Su rostro cayó, queriendo rodar los ojos, pero no lo hizo porque ya le dolía parpadear; el ojo herido respondía a cada movimiento que hacía su ojo sano. Lo más perfecto sería cubrirlos a ambos para una pronta recuperación, pero ella quería levantarse y tomar un poco de aire fresco ya que sentía que sus pulmones estaban a punto de colapsar.

—Puedo ir sola, ya saben.—argumentó y se preparó para ponerse de pie, pero los dos chicos inmediatamente entraron en pánico y agarraron sus manos para sostenerla.

—Te lanzaré fuera del barco por esto.—gruñó Jesper, molesto por la terquedad de su hermana.

Lavender soltó una risita, reprimiendo la tos mientras bajaba lentamente las piernas sobre el suelo en movimiento, apoyando su peso sobre los dos chicos que la sostenían.—Solo necesito un poco de aire fresco.

Con eso, ninguno de los dos podía discutir ya que ahora todos sabían que algo andaba mal con sus pulmones. Estar en la cubierta de abajo no era el mejor lugar para ella, así que cumplieron su deseo y la ayudaron a subir las escaleras en la fría mañana.

El viento rápidamente picó sus mejillas que estaban congeladas por el frío. Le picaba la nariz y Jesper le puso un abrigo sobre los hombros para mantenerla abrigada.

Se sentía viva.

Jesper la sostuvo desde la cintura, sirviendo como apoyo mientras que Aleksej se alejaba para ir por comida. Se sentía extraño el estar en el barco mientras fingía que la tortura no había ocurrido. Sin embargo, su mente estaba trabajando  en su contra. La vista del mar la tranquilizaba lo suficiente como para traerla a la realidad de que estaba a salvo. No más fjerdanos, no más cuchillos, no más de sus risas burlonas y no más de sus manos ásperas contra su cuerpo.

Ella quería llorar. Jamás en su vida se había sentido tan sucia, tan desgastada como un trapo usado. Los rostros de los soldados fjerdanos, sus sonrisas cuando le cortaban el ojo, destellos de dolor cuando le cambiaron de ropa y sus manos en los lugares más privados la hacían sentir fuera de su cuerpo. La hizo sentir repugnante: la tocaron, la cortaron, la deshonraron.

Al mismo tiempo, se sentía avergonzada de llorar. Tal vez lo que experimentó no fue tan malo como pensó que era. Tal vez, debería darle crédito a sus demonios internos que la perseguían en silencio. La felicidad de volver a casa sanos y salvos desapareció.

Todos los que la miren verían una bruja torturada por fjerdanos y deshonrada.

Le quitaron la dignidad y la destrozaron.

Las lágrimas amenazaban salir junto a un sollozo, pero no quería que nadie más la viera así: débil, llorando.

Sin embargo, el vendaje de su ojo haría que todos la miraran con lástima y todas las personas en este barco sabrían lo que sucedió.

—¿Está despierta?—una voz retumbante se escuchó en la distancia.

—Sí.—respondió Jesper con una sonrisa.

El hombre apareció a lo lejos y un suspiro se atascó en su garganta. Instantáneamente, tomó la mano de su hermano en un estado puro de pánico.

Jesper se alertó casi al instante, observando la forma en que sus manos se aferraban a él para sostenerse mientras su rostro magullado estaba pintado con puro miedo.

—¿Lavender? ¿Qué pasa? ¿Dónde te duele?—Jesper preguntó de inmediato, solo viendo su ojo abierto, la pupila se movía de un lado a otro mientras se protegía de mirar a Matthias.

Matthias.

Lavender no se tomó el tiempo para mirar al hombre correctamente, solo notó las carísticas distintivas: alto, voluminoso y rubio. Inmediatamente, su mente la obligó a entrar en pánico, los recuerdos inundaron su cerebro con el hombre que sostenía el cuchillo: alto, voluminoso, rubio y con ese uniforme oscuro. Recordó la sonrisa del hombre mientras le cortaba los muslos, mientras se movía hacia su cuerpo con pura maldad.

No quería a ese hombre cerca de ella.

La voz de Jesper estaba en algún lugar en la distancia mientras su visión era borrada por las lágrimas, solo esperando que sus manos estuvieran agarrando las manos de su hermano. Se sentía como si estuviera atrapada de nuevo y como si ese hombre fuera a cortar su cuerpo sin remordimientos. De repente, todas las heridas de su cuerpo comenzaron a arder, recordándole que estaban allí, que siempre la perseguirían.

—¿Qué está pasando?—los tonos ásperos aparecieron en la escena junto con el agarre del bastón mientras Kaz caminaba desde la dirección en la que navegaba el barco.

Kaz se encontró con Jesper sosteniendo con fuerza a su hermana, mientras ella lloraba con el alma, murmurando palabras incoherentes mientras Matthias se quedaba allí. No había nada más que decir.

—¡Helvar!—la voz de Kaz era más fuerte.—¡Fuera de su vista!

Solo entonces el gigante de Fjerdan se dio cuenta de que fue él quien provocó la reacción. Con un asentimiento abrupto, desapareció rápidamente de su vista, haciendo que Kaz se acercara más a los hermanos Fahey. El hombre trató de mantener su expresión fría, incluso si sentía un tipo de alivio al verla con vida, pero sus gritos...

—¡Lavender, oye! Se ha ido.—dijo Jesper.—Él no te va a hacer daño.

Ella no pareció responder a las palabras, su cuerpo visiblemente temblaba, por lo que Kaz tomó una silla y la empujó detrás de Lavender para que Jesper pudiera colocarla a salvo. Después de colocarla en la silla, la mujer levantó la cabeza para mirar a su hermano, el miedo estaba escrito en su rostro mientras pellizcaba la tela de sus pantalones, su respiración era corta y rápida.

—Conseguiré un poco de ungüento para ella, algo... cualquier cosa...—Jesper habló con ansiedad, corriendo lejos y dejando solo a Kaz con Lavender.

Kaz Brekker se sintió nervioso. No tenía idea de qué hacer. Por eso, dejó el bastón en la mesa y se agachó frente a la mujer destrozada, con gran protesta de su pierna derecha.

—Lavender.—su tono agudo hizo que la mujer levantara la cabeza, pero claramente estaba en otro lugar y no aquí con él.

La mujer estaba juntando sus dedos, frotándolos contra la tela de sus pantalones, su cuerpo se balanceaba suavemente. Sus labios temblaban como si estuviera tratando de decir, pero nada coherente salió de su boca. Nunca la había visto así de asustada en toda su vida.

—Lavender.—repitió, sólo que esta vez, su voz sonó con más urgencia, su corazón se aceleró con pura preocupación, porque no sabía qué hacer. No podía tocarla o abrazarla como lo hacía Jesper.

—No sabía. No sabía. No sabía...—la mujer siguió murmurando, sacudiendo la cabeza suavemente mientras que su respiración era rápida y su pecho se elevaba igual de rápido.

Ver su mente trabajar contra él, hizo que dejara escapar una mueca silenciosa. Sabía muy bien cómo era lidiar con demonios del pasado y cuán realistas eran. Incluso la forma en que estaba sentada le estaba haciendo perder el control de sí mismo: la postura torcida por el dolor, el vendaje de su ojos solo le mostraba por el infierno que había pasado.

Kaz no sabía cómo disculparse o cómo decir que lamentaba haberla traído con él. No podía comprender los límites de su estupidez al ignorar el hecho de que ella saliera lastimada, solo para tenerla cerca. Mirando la forma en que ella trataba de controlar su respiración, pero estaba fallando, lo dejó herido como si él mismo hubiera recibido un disparo.

—Lavender, mírame.—suplicó, finalmente atrapando su mirada borrosa por las lágrimas.

La mujer sintió como si la hubiera alcanzado un rayo. El aleteo de su corazón al verlo fue superado rápidamente por pura vergüenza. No quería que él la viera así, que la viera tan débil y deshonrada, incapaz de controlar sus propias emociones. Sin embargo, ella se sentó allí congelada, sus piernas no se acomodaba con ella, su cuerpo ansiaba huir, pero simplemente se quedó allí sentada, inmóvil.

—¿Sabías que los cuervos siempre recuerdan a las personas que fueron amables con ellos?—Kaz hizo la misma pregunta que ella le hizo hace años.

La mujer asintió de forma brusca, clavándose las uñas en la palma de la mano mientras trataba de borrar la imagen del sonriente fjerdan que la lastimó, que utilizó su cuerpo como si no fuera humano.

—¿Sabes por qué?—preguntó, la grava de su voz sonaba increíblemente suave y tranquilizadora.

Ella empujó su cabeza hacia un lado de manera dolorosa, su pierna saltaba de arriba hacia abajo. Se obligó a pensar, sabía sobre los pájaros y los cuervos eran sus favoritos.—Porque son realmente leales——

Lavender no terminó la oración incluso si su mente la devolvía por completo a la realidad. Su mirada estaba sobre el bastón de Kaz sobre la mesa, sobre la punta en forma de cuervo tallada en el.

Los cuervos eran sus pájaros favoritos.

Volviendo su atención hacia él un suspiro se atascó en su garganta. Él la recordaba. Siempre la recordó.

—Son pájaros realmente leales.—terminó su oración, mirándolo con pura incredulidad.

Kaz la recordaba. Entonces, ¿por qué pretendía que ella no existía? ¿Por qué no dijo nada? ¿Por qué la hacía sentir como si no significara nada para él?

Por la velocidad de sus emociones, él ya podía ver que ella había descubierto todo.

Por eso, se puso de pie y agarró el bastón de la mesa, listo para darse la vuelta e irse, pero su voz lo detuvo.—¿Por qué no me dijiste?

Para protegerte, pensó, ya que si alguien en Ketterdam supiera que ella era la única persona que quedaba de su pasado, terminaría muerta más rápido que nadie, ya que había mucha gente que quería lastimarlo.

—Descansa un poco.

—¿Por qué no me dijiste?—su voz se elevó un poco, estaba enojada.

El hombre apretó su mano enguantada alrededor de la cabeza del cuervo, sabiendo que ella lo odiaría por esto.—No importa.

—¿No?—su voz se quebró al final de la pregunta, haciéndolo sentir completamente destrozado y contento de no estar frente a ella en este momento o se derrumbaría por completo.

—Es el pasado. No importa.

Lavender no podía lidiar con este tipo de respuestas. ¿Era ella realmente una maldita idiota por recordarlo cada día cuando para él, ella era solo un pasado que enterró? ¿Qué tan fácil fue para él hacerlo? ¿Por qué se ahogaba con el recuerdo de él? Por eso, se obligó a ponerse de pie, ignorando sus piernas temblorosas mientras se interponía en su camino.

—¿Eso es todo? ¿Ni siquiera un poco de maldito alivio de ver a tu vieja amiga?—ella sacudió la cabeza con incredulidad, sus manos se posaron alrededor de su cintura para mantener su postura.

Kaz no podía mirarla, era pura tortura escucharla decir eso. Vieja amiga. Ella siempre fue más que una vieja amiga, lo era todo para él.

—Mira.—comenzó, obligándose a sí mismo a mantenerse fuerte.—No te quedes en el pasado y sigue adelante.

—¿Eso fue lo que hiciste? ¿Seguiste adelante?

Tomando una bocanada de aire, se esforzó a decir:—Lo hice.

Después de esas palabras, se alejó tan pronto como pudo solo para dejarla sola. Kaz se llevó la mano a la boca para reprimir un sollozo. Se recostó contra la pared de una sala de almacenamiento, se inclinó hacia adelante pasando las manos por su cabello y maldijo por lo bajo. Tenía que mantener en secreto el aleteo de su corazón si quería que ella siguiera con vida.

Tenía que llegar a Ketterdam y terminar esto lo antes posible. No podía dejar que su pasado y recuerdos arruinaran su vida. Ella merecía ser feliz. Tenía que dejarla ir.

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