9. ¿Qué pasó anoche?

Minho se levantó gruñendo. Calculaba que habría dormido unas tres horas, justo las tres horas que su compañero de piso se había callado la puta boca. Bueno, él y su acompañante, sea quien fuera.

Le dolía la cabeza y tenía calor, alguien había subido la temperatura de la calefacción como si fueran millonarios. Carajo, ¿Changbin no pensaba en la factura? Decidido a partirle la cara a ese idiota aunque acabase con una fractura él mismo, salió de la habitación rumbo a la estancia común donde estaban el salón y la cocina.

«¡OMEGA!», su lobo chilló y sus ojos fueron directos al abrigo que colgaba en el brazo del sillón.

El olor de la comida se mezcló con la esencia de la lavanda. Era suave, pero podía percibirla claramente por encima del café y los huevos que suponía que Changbin estaba haciendo. Sus pies descalzos fueron directos allí.

Con pasos rápidos, llegó hasta la chaqueta y la agarró, llevándola a su cara para aspirar con todo lo que daba su diafragma. Sus pulmones se llenaron de ese aroma que le obsesionaba y pudo percibir que estaba en celo. Soltó un gemido lastimero.

Se giró hacia la cocina, dispuesto a matar a su amigo por haberse follado a Jisung.

—¿Qué?

—¿Qué mierda? —dijeron al mismo tiempo.

No era Changbin el que estaba en la cocina, ni siquiera era Jisung. En su lugar, había un omega con su delantal negro puesto. Y nada más.

Lee Felix estaba paralizado, con un sartén en una mano y una espátula en la otra, el cuello lleno de mordiscos y el pelo decolorado hecho un desastre. Minho se sintió enfadado y expuesto, a pesar de que estaba vestido. No en vano, todavía tenía la chaqueta de Jisung muy cerca de su cara y sabía que estaba esparciendo feromonas agresivas.

Se miraron en completo silencio, los dos igual de descolocados.

La puerta del baño se abrió a su izquierda.

—Oh, Minho hyung. Voy a cambiarme y...

—No muevas ni un músculo, Changbin —gruñó, sin mirarlo. El rubio ante él frunció el ceño—. ¿Qué hace él aquí?

—¿Qué hace usted aquí, señor Lee? —preguntó Félix, dejando sobre la barra la sartén.

—Es mi maldita casa.

Hyung, cálmate.

—No me calmo una mierda. Hay un omega semidesnudo en mi cocina. Y está usando mi puto delantal.

—No sabía que podía decir groserías, señor Lee. —Minho volvió a gruñir, mirando al pecoso.

—Yo... lo traje anoche —explicó Changbin, acercándose. Era obvio, pero Minho todavía no entendía nada.

—¿De que lo conoces?

—De las clases de taekwondo, te lo dije —Mierda, cierto.

—¿Por qué no me avisaste de que ibas a traerlo?

—Pensé que estarías durmiendo después de irte de aquella forma...

—Cállate —ordenó secamente, asustado de que le expusiera todavía más—. ¿Por qué está desnudo y lleva mi delantal?

—Deje de hablar de mí como si no estuviera aquí —ordenó Félix con voz cortante—, y no estoy desnudo, llevo un pantalón —Se encogió de hombros despreocupadamente—. Ahora explíqueme por qué usted estaba oliendo la chaqueta como un yonki. —Tomó un plato más de su alacena y lo colocó en la encimera. Sirvió los huevos en los tres.

«Atrapadaaaaaaa»

Cállate, lobo estúpido, gruñó en su mente, pero el sonido retumbó en su pecho.

—Porque no reconocía el olor —mintió. Changbin carraspeó y él lo miró como queriendo apuñalarlo—. Quería saber quién demonios estuvo toda la noche haciendo semejante escándalo.

Changbin pasó a su lado y se colocó al lado de Felix, ocultándose tras su hombro.

Alfa cobarde, usando al omega como escudo.

—Aham, entiendo. ¿Quiere desayunar o se va a quedar ahí parado toda la mañana?

—¿Qué?

—He hecho tortitas y huevos revueltos. No había suficientes para hacer un bizcocho. Tienes que hacer la compra, Seo sabumnim —Changbin asintió como un perrito amaestrado y le dio un beso en el hombro desnudo al omega—. ¿Toma café, señor Lee?

—Puedo ponerme mi propio café... señor Lee —contestó.

—Puede soltar la chaqueta de Jisung también, ¿o piensa comer con ella en la mano? —Minho se ruborizó y Changbin se echó a reír. Definitivamente le golpearía cuando el omega se fuera.

Tiró la chaqueta sin cuidado sobre el sofá y se apartó de aquel olor que le hacía enloquecer. Félix señaló una de las sillas y le puso el plato, una taza vacía y la cafetera cerca. Su compañero de piso dudó unos segundos.

—Siéntate de una vez —instó el omega.

Changbin se sentó a su lado. Se preguntó dónde iba a desayunar el de pecas porque no había más asientos, pero al instante empezó a comer de pie. Minho sentía como si él fuera el dueño y ellos los invitados. Y ese delantal seguía siendo suyo.

—Tendrías que haberme dicho que vendría...

—¿Tengo que pedirte permiso para traer a alguien? También es mi casa, hyung —comentó Bin con la boca llena.

—No, pero es... Es el tío de una de mis alumnas.

El olor a fresas se hizo intenso, intensamente abrumador. Su lobo gruñó porque percibió la agresión y no lo entendía, ese hombre era un maldito omega.

—¿Y eso qué? —Eso nada, no había ninguna razón para que Minho estuviera enfadado.

Era más bien el malestar acumulado desde la noche anterior o desde que descubrió que existía un omega en el mundo al que su lobo necesitaba desesperadamente. Uno que tenía una hija, que tenía un alfa que lo engañaba.

—Si Suni se entera...

—Mire, señor Lee, no sea condescendiente conmigo. No soy un niño, no voy a poner en peligro su reputación. —Felix obvió sus reclamos rodando los ojos—. Yo tampoco quiero que mi bebita sepa que tuve un lío de una noche con el profesor de taekwondo.

—¿Una noche? —intervino Changbin.

—Bueno, eso ha sido, ¿no? —El rubio se encogió de hombros y dejó los platos en el fregadero. Se quitó el delantal dejándolo sobre la encimera y Minho se ruborizó, apartando la vista de su torso—. Hagan la compra, parece la cocina de un adolescente.

No hubo lugar para réplica. El muchacho desapareció de allí y entró a la habitación de Changbin. Su amigo removió los restos de comida de su plato. Parecía confundido y tal vez un poco... ¿decepcionado? ¿Por qué estaba ese idiota tan triste de repente?

—Una noche —resopló, levantándose para llevar la vajilla al lavadero—, una mierda una noche.

—¿Qué dices, Bin? —preguntó, confundido.

La puerta del dormitorio volvió a abrirse y un (gracias a Dios) vestido Felix salió. Miró su teléfono móvil tecleando algo, ignorándolos. Tomó la chaqueta del sillón y Minho se tensó sin querer.

—Ha sido un placer, me voy a ver a mi omega —comentó, sacudiendo el abrigo. El ligerísimo olor le llegó a la nariz.

«No es su omega, es nuestro omega». No lo era, no lo había sido y no lo sería nunca, pero su lobo parecía no entenderlo.

—Ey, Felix —Changbin dio un paso hacia él, el chico levantó una ceja mientras se calzaba las botas—. Hmmm... ¿Quieres que te lleve?

—¿Ahora soy Felix? —Changbin se removió, avergonzado. Minho sentía que estaba viendo una película en tailandés sin subtítulos porque no entendía de qué iba eso—. No, no quiero que me lleves. Ya he pedido un taxi.

—Cancélalo, puedo llevarte —insistió.

—No. Adiós. —Cuando sonrió ampliamente, pareció un duendecillo del bosque. Un segundo después, se marchó de allí llevándose la chaqueta que olía a lavanda.

Su amigo se dejó caer en el sofá, golpeando un cojín.

—Omega testarudo —gruñó, apretando la tela.

—El cojín no tiene la culpa. Y hay que recoger la cocina.

—La recoges tú —aseguró, golpeando otra vez el tejido.

—¿Por qué?

—Porque mi omega te hizo el desayuno.

—¿Tu omega? Hazme el favor, Bin, abre los ojos. Ese tipo no quería nada más que una noche contigo.

—Es mi omega, imbécil, solo que no lo sabe todavía —murmuró, haciendo un puchero.

—Claro que sí, amigo, seguro que no tardará nada en darse cuenta —ironizó.

—Va a ser mi omega, tenlo por seguro, hyung, ese chico será tu cuñado.

—Lo que tú digas —soltó—. Baja la calefacción, igual tu omega es rico, pero nosotros no lo somos todavía. Y hasta que lo engañes lo suficiente como para que te acepte, tenemos que seguir pagando las facturas.

El chico gimió con tristeza, pero se levantó y bajó el termostato de la casa. Parecía un perrito apaleado. Minho se echó a reír y decidió que esa decepción era suficiente para el corazón de Changbin, así que fregó los platos él mismo.

—Me duele mucho la cabeza. Apaga la luz. Apestas a alfa y lo odio porque estoy en celo y me pone muchísimo —gimoteó Jisung, revolcándose entre las mantas que había amontonado en la cama—. Quiero un alfa, Lixie, ¿por qué no puedes ser tú mi alfa?

—Voy a ducharme, deja de lloriquear. ¿Has tomado los supresores? —Han asintió, cubriéndose con el tejido cálido—. ¿Te dijo algo más Chan? ¿Te tocó?

—¿Quién? —Jisung arrugó las cejas, asomándose por un hueco para mirar a Felix deshacerse de su camiseta y sus pantalones que olían muchísimo a chocolate.

—Bang Chan —contestó, escogiendo un chándal de la cómoda—, el chico que te trajo. ¿No te acuerdas de nada?

—Ah, mierda... Pensé que lo había soñado.

Joder, si eso había ocurrido, también pasaron otro montón de cosas la noche anterior. Como cuando intentó follárselo en el portón, o esa mierda del 69. Jisung era el peor omega del mundo para coquetear. En lugar de ligar, lo que había conseguido era avergonzarse delante de ese hombre.

Quería que lo tragara la tierra y lo escupiera en Bali, en Punta Cana o en Cancún, cualquier sitio donde no le conocieran, no hablaran su idioma y no le recordaran que trató de enrollarse con un alfa felizmente casado.

Su teléfono sonó en el momento en el que Felix entraba al baño para ducharse. Tomó el aparato y se lo llevó al oído, descolgando directamente.

—Han Jisung —saludó.

—Hola, Han... Soy Bang Chan —El omega enrojeció y cerró los ojos, como si pudiera esconderse del chico que estaba en la otra línea—. Llamaba para ver cómo estabas, me quedé un poco preocupado ayer...

—Ah... Sí... Estoy bien —tartamudeó, nervioso.

—Qué bueno, me alegro mucho. ¿Felix fue a tu casa? No lo vi cuando volví a la discoteca...

—Sí, sí, él también está bien, está duchándose... —Unos segundos de silencio incomodísimo y Han se sentía morir—. Escucha, Bang... Quiero pedirte disculpas, lo de ayer fue...

—Ya lo sé, tranquilo. Sé como funciona esto.

—Me siento muy avergonzado. Quiero desintegrarme y convertirme en trocitos subatómicos imposibles de detectar —aseguró, quejumbroso. Bang Chan se rio al otro lado de la línea.

—¡No exageres! Tampoco fue para tanto —aseguró, pero Han sabía que mentía—. Bueno, entonces, ya cuelgo, nos vemos el jueves.

—¿El jueves?

—Sí, ya sabes, en la reunión esa de padres y madres que han convocado en el colegio...

—¿Qué dices? ¿Cuándo fue eso? —Jisung se sentó, rascándose la cabeza desconcertado. Felix salió del baño en ese momento y ya no olía a sexo y a alfa, sino a riquísimas fresas.

El rubio señaló el teléfono con una mueca de duda, Jisung gesticuló para explicarle que era Bang Chan.

—¡Hi, Chan! —exclamó el chico.

—Oh, saluda a Felix de mi parte. Y dile que no te hice nada, me amenazó con matarme. —Jisung frunció el ceño mientras Felix se metía bajo las mantas que él tan concienzudamente había acumulado esa noche.

—Se lo diré... —Golpeó a Lix en la cabeza y el descarado sonrió inocentemente—. ¿Qué es esa reunión?

—Lo de la reunión será el jueves por la tarde, tenlo en cuenta porque parece importante, tengo como veinte correos electrónicos del asistente personal de la señora Jeong.

—¿La madre de Jeong Eunji?

—Sí, la ha convocado ella. Es endiabladamente insistente...

—Demonios, si es la mitad de mala que Jeong Eunji la voy a odiar —Felix y Bang Chan se echaron a reír al mismo tiempo—, tengo miedo de que me haga bullying. Su hija es una abusona, seguro que ella también lo es.

—Nah, no creo que sea para tanto, Han... Bueno, te veo el jueves. Es a las cuatro y media de la tarde, tenlo en cuenta por si tienes que pedir permiso en el trabajo o lo que sea. Felix me contó que estabas muy ocupado.

—Ah, muchas gracias Bang Chan, por salvarme anoche y por avisarme de esto.

—No te preocupes, nos vemos. ¡Bye, Felix! —se despidió en voz más alta.

—¡Bye, Chan!

Cortó la llamada y tiró el teléfono lejos. Serpenteó bajo la manta hasta dejar la cabeza apoyada en el pecho de su amigo.

—¿Estás mimoso? —Jisung asintió sin decir nada y Felix le acarició la cabeza suavemente. El moreno ronroneó—. Recuerda que tienes que avisar al trabajo que no irás mañana.

—Ah, mierda. No me acordaba. Mañana tengo la reunión con los project managers. Le diré a Choi que me conectaré por videollamada, seguramente no pueda ir hasta el miércoles.

—No te agobies, lo entenderán.

—Oye, cerdo, ¿por qué alfa me cambiaste anoche? —preguntó de pronto. Felix se rio.

—Por uno muuuuuy sabroso. Fue un buen rodeo.

—A juzgar por las marcas, fue más bien una lucha con fieras. ¿Te follaste a un mapache o qué?

—¡Cállate, idiota! —exclamó, entre risas—. Te diré quién es pero tienes que callarte esa bocaza que tienes y no reaccionar como un dramático gilipollas la próxima vez que lo veas.

—Me tienes en ascuas.

—Fue Seo sabumnim. —Jisung salió de las mantas y se tumbó sobre el pecho de Felix abriendo mucho los ojos.

—¿Lo conseguiste? ¿Pero cómo? ¿En qué maldito instante?

—Le propuse que viniera a la fiesta ayer, cuando te quedaste aquí llorando por lo malas que han sido siempre tus elecciones amorosas —Han apretó su dedo con saña en uno de los moratones de su cuello hasta que se quejó—. ¡Ya, para! ¿Quieres que te lo cuente o no? —Hizo un puchero y se tumbó, sobre el pecho del chico, oliendo su esencia—. Le dije que viniera a la fiesta pero pensé que no vendría. Luego estábamos súper borrachos y te perdí. Y me lo encontré en la puerta, me subí a un taxi y me llevó a su casa. Y follamos mucho y muy sucio, súper cerdo.

Jisung gimió, restregándose contra su amigo. Aunque estaba lo suficientemente drogado por los supresores, todavía se sentía sensible y hormonal por el celo. No ayudaba que ese idiota trajese olor a alfa en sus ropas y todas esas marcas. Él quería esas marcas, quería un alfa, quería follar mucho, sucio y súper cerdo.

Y sin embargo, lo único que tenía era a su amigo tumbado bajo su cuerpo, una potencial erección y mucho sueño. Y una maldita reunión de padres el jueves.

Mi vida es un infierno.

—Afortunado cabrón.

—Sunggie —Levantó los ojos porque siempre que le llamaba así habría una discusión—, llama a Hyunjin para decirle que hay una reunión el jueves. Tienes que enterrar el hacha de guerra con él o acabará afectando a Suni.

—No, ahora no, estoy en mi celo, no necesito la voz de ese imbécil taladrándome la cabeza. Si tan buen padre es, seguramente sabe lo de la reunión, él también tiene teléfono de contacto en esa puta guardería de millonarios. De hecho, es el que la paga, así que los Jeong seguramente lo llamaron a él antes que a mí. ¿No sabes que soy el último mono de la vida de Suni?

—Cállate un poco, por favor. Eres como una ametralladora. Duérmete. Ya hablaremos cuando estés más tranquilo y yo más descansado. —Felix le empujó y lo colocó bruscamente de lado, abrazándolo por la espalda para que no pudiera moverse.

Aunque quería protestar, esa cucharita era cómoda y calentita y el olor de Felix le hizo adormecer. 

*** 

Confieso que es un capítulo de trancisión pero NECESITABA el momento Minho-Felix-Changbin tantísimo.

También declaro que el Jilix? Fesung? Hanlix? o como se llame me pone soft.

¡Nos vemos en el infierno, navegantes!

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