8. Tienes un omega 🔞🔥
🔞#AvisoDeSabroseo: Capítulo +18. Lean bajo su responsabilidad, si no les gusta este tipo de contenido les ruego amablemente que pasen de largo. #NoMeReporten
Estaba borracho y había perdido a Jisung. Su chaqueta estaba en la silla del reservado, pero él no volvió a aparecer. Agarró el abrigo y recorrió el maldito recinto atestado buscando al imbécil. Se había esfumado por completo.
Salió a la puerta y el frío le cortó la cara. Cagándose en su mierda de suerte, llamó al móvil de su amigo. Por suerte, lo cogió al segundo tono.
—¡Hijo de puta! ¿Dónde coño estás? ¿Por qué te largas sin avisarme? —gritó.
—Ehmm... Hola. —Espera, ¿qué?
—¿Quién coño eres y qué has hecho con mi omega? Te encontraré y te mataré.
—Felix, cálmate —Se quedó callado unos segundos, confundido por la familiaridad con la que le hablaba—. Estoy con Han, estoy tratando de entrar a su casa, pero dice que su clave es 69 muchas veces y, obviamente, esa no es su clave.
—¿Chan? —Felix miró la pantalla del teléfono para volver a llevárselo a la oreja—. ¿Qué demonios haces con Han?
—Me lo encontré en los baños y lo traje a casa. Y ahora estamos al borde de la hipotermia porque tu amigo no recuerda su clave de acceso.
—Ponme con él —exigió, respirando hondo para no subirse a un taxi e ir a partirle la cara a ese niñato mimado que tenía por mejor amigo.
—Lixie, mi amor. —Joder, sonaba absolutamente ido.
—Jisung, voy a darle tu clave de acceso a Bang Chan, ¿de acuerdo?
—Dile que se quede conmigo, Lixie, lo necesito.
—¿Qué mierda? —Cada segundo que pasaba, entendía menos.
—Felix —Chan volvió a tomar el teléfono, Jisung lloriqueaba de fondo—, Han está en celo.
—¡¿Qué?!
—Relájate, voy a entrar, lo dejaré en su apartamento y me marcharé —Felix se lo pensó dos segundos. Los dos segundos que tardó en oler la esencia a chocolate negro del alfa al que no esperaba ver por nada del mundo.
Se giró hasta que sus ojos lo encontraron. Seo tenía una sonrisa de medio lado, como si supiera algún secreto que Felix no conocía. Su corazón repiqueteó, nervioso y contento. De repente, ya no parecía tan importante abofetear al inconsciente de Jisung. Y además, Bang Chan era un buen tipo.
—Escúchame, Chan, si le haces algo te encontraré y te mataré. Llévalo a casa y dale dos supresores*, están en la cocina. Asegúrate de que los toma y enciéndele la calefacción o mañana me lo encontraré congelado.
*N/A: En mi omegaverse, los supresores actúan como calmantes durante el celo, lo hacen más llevadero y menos invalidante, pero no lo eliminan del todo.
—No voy a hacerle nada, joder. Me conoces.
—Por eso estoy confiándote la vida de mi omega. Pórtate bien, Bang Chan, o no veráas amanecer otro día —Felix dictó la combinación de entrada y escuchó la puerta abrirse al otro lado de la línea. Dijo en voz alta la de su casa y Chan la repitió dos veces—. Mándame un mensaje cuando te marches.
—De acuerdo. ¿Estarás en la discoteca cuando vuelva? —Felix sonrió, acercándose al hombre que esperaba con las manos en los bolsillos de una chaqueta bomber negra.
—No, me voy ya. Hasta luego, Chan.
Colgó el teléfono y eliminó la distancia que le separaba de Seo.
—Creía que no vendría, Seo sabumnim.
—No sabía que tenías un omega —comentó el chico, señalando con sus cejas al teléfono. Felix no pasó por alto que le había tuteado. Y ese ligerísimo cambio en su olor.
—Era Han —contestó, mostrándole el abrigo—, se ve que entró en celo y un amigo lo llevó a casa.
Seo levantó las cejas y pareció reflexionar por unos minutos. Olfateó el aire y asintió, mirándole fíijamente. La chaqueta de Jisung apestaba a celo. ¿Cómo no se dio cuenta antes?
—Bueno, ha sido un placer —se despidió el hombre, cortante.
—¿Ya se va?
«No se va de aquí si no es con nosotros», lo bueno de que Felix siempre hubiera estado tan en sintonía con su lobo era que pensaban exactamente lo mismo.
—No, eres tú el que se va, ¿no es así? —Le miró confundido y el hombre volvió a sonreír—. Eso le dijiste al que se llevó a tu omega. —El pecoso sonrió con maldad.
—Claro —respondió, coqueto—. Me voy con usted.
—Vaya, no tenía ni idea de que te había invitado a venir conmigo. —Miró a algún lugar fingiendo desinterés.
Casi se echó a reír en su cara, era una desgracia para ese alfa que Felix supiera jugar a esos juegos muchísimo mejor que él. Y también que no tuviera ganas de alargarlo más: hacía un frío de mierda ahí afuera y los brazos musculosos del hombre se veían como un buen lugar en el que entrar en calor.
—¿Entonces vino solo para saludarme, Seo sabumnim? —Dio un paso más cerca de él y agarró el gancho de la cremallera de la bomber, lamiéndose los labios.
Los ojos del chico fueron directos a su lengua, tal y como calculó. Dejó escapar, sin querer, un poco más de su aroma y sintió la mandíbula ajena tensarse. Su lobo se revolcó, contento. Él también quería revolcarse... de una manera mucho más sucia.
Aprovechó para mirarlo de cerca. Seo era bajito, pero tenía la espalda como un maldito luchador. Se preguntó una vez más si habría tatuajes debajo de la ropa. Rezó porque así fuera y por poder verlos esa noche.
—No, he venido con mi amigo —informó, tragando saliva. Felix tiró suavemente del zip de arriba abajo, de forma distraída.
En realidad estaba muy centrado, pero interpretaba el papel de seductor despistado a la perfección. Estaba acostumbrado a conseguir lo que quería y, en ese momento, quería subirse a un taxi con su instructor de taekwondo para dejarse joder durante toda la noche.
—Mándele un mensaje a su amigo y dígale que se va a casa —sugirió, guiñándole un ojo.
—¿Por qué piensas que voy a hacerte caso? —Seo levantó una ceja, retador.
La mano libre del omega se posó en el pecho ajeno y subió lentamente hasta su cuello. El otro ni siquiera fingió que quería apartarse de su toque. Se acercó más a él, tanto que fue capaz de percibir claramente cuando el hombre tragó saliva. El olor era tan atractivo... Felix tenía unas ganas locas de lamer todo ese chocolate que se escondía bajo la ropa.
Aspiró sonoramente y dejó salir un jadeo de placer cuando su sistema se llenó de las feromonas ajenas. Lo hizo justo en el momento en el que sus labios quedaron a la altura de la oreja del chico.
—Porque vamos a su casa, Seo sabumnim —susurró, con su aliento chocando con el oído ajeno. Vio la piel erizarse y creyó que trataba de ahogar un jadeo. Pero su aroma no podía engañarlo.
Se apartó y echó a andar hacia la parada de taxis sin dirigirle ni una sola mirada más, le daría el tiempo justo para que lo siguiera y, si no lo hacía, se iría a casa de Jisung y le patearía. Quizá le echara una mano con su celo, no era como follar con un alfa, pero al menos descargaría un poco de la tensión que acumulaba.
Por supuesto, no hizo falta ir a por su premio de consolación.
Cuando se subió al primer taxi libre, Seo agarró la puerta para que no la cerrara. Sentado en la parte trasera del vehículo, le miró, poniendo una cara deliberadamente inocente. Los ojos del alfa ardieron y se lamió los labios. Felix quería besarle demasiado.
No tuvo tiempo de coquetear un poco más, porque ya estaba sentado a su lado, muy pegado a su cuerpo. Le dijo una dirección al taxista y el rubio sonrió, sabiéndose triunfador. El coche arrancó y las feromonas de ambos se intensificaron en el pequeño espacio.
—No vine para saludarte —murmuró Seo.
—Claro que no —ironizó Felix.
Los dedos del instructor se cerraron en su muslo y ahogó un jadeo, presionando la chaqueta de Jisung entre sus manos. Su corazón se aceleró cuando siguió subiendo un poco más arriba, hasta que su meñique estaba en la ingle del omega. Tuvo que apretar las piernas para evitar gemir en voz alta.
—No vine para saludarte —susurró, pegándose a su oído. Felix echó la cabeza a un lado para darle más espacio—. Vine para llevarte a mi casa y follarte hasta que no puedas moverte.
El quejido que se escapó de su garganta se estrelló contra la mano que Seo utilizó para tapar su boca. De una forma sucia y oscura, aquella mierda lo encendió por todas partes. Cerró los ojos y sintió los dedos apretando al mismo tiempo su muslo y sus mejillas.
—Mírame —murmuró. No pudo más que obedecerlo—. Quedan cinco minutos para que lleguemos. Controla tus feromonas porque están saturando el coche.
Le observó en silencio y asintió, pero en realidad, quería bajarse los pantalones y ponerse a cuatro patas para que le follara ahí mismo. Le importaba una mierda que el taxista le viera, de hecho, le dejaría grabarlo a condición de que se lo enviara después.
Los siguientes cinco minutos fueron los más largos de la vida de Lee Felix. Sobre todo, teniendo en cuenta que la mano seguía presionándole el muslo bajo la chaqueta de Jisung. Joder, estaba duro, mojado y listo para recibirlo todo de ese alfa. Estaba tan cachondo que se correría solo con la vibración del vehículo.
—Es aquí.
Seo pagó el taxi y tiró de su mano, lo arrastró hasta un edificio anodino que no recordaría. Se dirigieron en absoluto silencio al ascensor, todavía guiado por el alfa. Empujó a Felix dentro y después lo hizo él, pulsó el botón de subida y las manos del pecoso picaron por tocarle. Casi se lanza contra él.
—Tengo muchos vecinos. No te acerques. Espera solo un minuto —dijo, apretando los puños y la mandíbula.
A esas alturas, Felix ya estaba cachondísimo, lo suficiente para que su ropa interior fuera un desastre. Se acomodó la erección y respiró hondo. Un error de manual, porque sintió el olor de Seo mucho más espeso y eso provocó que su propio aroma se descontrolara.
Sabía que tenía una fragancia muy abrumadora, era un omega dominante, hijo de dos alfas, con una hermana mayor alfa y una hermana pequeña alfa. Y por si la genética no era suficiente, sus padres tuvieron a bien darle a los tres la misma educación. Felix era capaz como un alfa, fuerte como un alfa y sus feromonas eran intensas como las de un alfa. Y ahora necesitaba a ese alfa que estaba de espaldas, mirando fijamente a la puerta del ascensor.
¡Clin!
La caja metálica se abrió. Changbin le tomó de la muñeca con fuerza y lo arrastró por el pasillo, ni siquiera vio el número del apartamento. El alfa abrió la puerta y Felix apenas tuvo tiempo de cerrarla cuando lo estampó contra la madera con un gruñido y lo besó.
El lobo aulló y el omega gimió, con el sonido ahogándose en la boca contraria. Los labios de Seo lo devoraron, con su lengua entrando en la cavidad, saqueando cada onza de control que le quedaba. Tomó el pelo negro entre sus dedos, tirando con fuerza mientas abría más la boca para saborearlo. Necesitaba más de él, lo quería todo.
Sus salivas se mezclaron mientras los gruñidos, los chasquidos y los gemidos se escuchaban claramente. El cuerpo ancho del hombre molió contra el suyo, sus erecciones rozándose tras la tela del pantalón. El omega tiró con más fuerza del pelo, apartándose de su boca para respirar.
Seo no perdió tiempo y fue directo a su cuello, aspirando sobre su glándula como si hubiera estado en apnea durante cinco minutos. El pecho ajeno retumbó con un gemido y los dedos se clavaron en las nalgas de Felix.
—Joder —se quejó—, hueles como un postre —Lamió la columna de su cuello hasta su oreja—. Quiero ver si sabes como uno.
Se estremeció, la parte trasera de su cabeza dio con la madera de la puerta y meneó las caderas buscando más fricción. Seo se la dio, ondeando contra él como un bailarín. Felix estaba absolutamente empapado.
—Los zapatos —atinó a balbucear.
Se separó tan rápido de él que Felix casi cae al suelo. Lo vio agacharse y desatarse las botas de combate rápidamente. Era incapaz de reaccionar porque su cuerpo estaba como en un limbo. Su respiración desacompasada se puso aún peor cuando, después de descalzarse, el alfa desató y sacó las botas de Felix con cuidado.
—Vamos, rubio —dijo, tomándolo otra vez de la mano.
No sabía ni dónde estaba ni qué hora era, pero le importó una mierda. El pasillo era corto y lo llevó directamente al fondo. El dormitorio olía a él y eso lo hizo ronronear. Lo empujó y cayó con un rebote en el colchón mullido. Un segundo después, el alfa se sacaba la chaqueta con desesperación.
Felix también tenía calor, así que lo imitó, deshaciéndose de las capas de abrigo que lo cubrían y lanzándolas sin cuidado. Los ojos del instructor estaban fijos en él. Se contoneó para sacarse la camiseta, el otro se subió a la cama al instante.
Se arrodilló entre sus piernas y sus manos cálidas le agarraron la cintura. La lengua de Seo estaba sobre su ombligo y su respiración le hacía cosquillas en el vientre. Felix jadeó, tumbándose sobre la cama. Acarició los antebrazos hasta los hombros que todavía estaban cubiertos por la camiseta. Presionó los músculos prietos en el momento en el que el hombre raspaba con sus dientes sobre los abdominales del omega.
Una de las manos que presionaba su cintura bajó al cierre de su pantalón y acarició el bulto por encima de la bragueta. Joder, qué cachondo estaba.
La boca siguió su camino hasta sus pezones y enganchó uno, chupando con fuerza. Sus feromonas salieron en tropel, ya no podía seguir concentrado en controlarlas. El olor a fresas cubrió el espacio y hasta él mismo se abrumó. Seo gimió, apretando entre sus incisivos el pezón que mantenía en su boca. Un rayo de electricidad lo recorrió cuando el dolor se confundió con el placer.
Los dedos abrieron torpemente el pantalón de Felix justo antes de soltar el guijarro de su pecho con un chasquido obsceno. Un instante después, le bajaba los pantalones y la ropa interior a tirones. La descartó como si no fuera nada y volvió a tomarlo de las caderas.
Felix era un tío decidido y seguro, tenía la autoestima alta y sabía utilizar sus encantos para su beneficio. Sabía lo que valía, siempre lo había hecho. Pero nunca se sintió tan poderoso y deseado como cuando ese luchador lo observó con detalle desde donde estaba.
—¿Hay algo que le apetezca, Seo sabumnim?
—Tengo antojo de fresas —comentó en voz baja, lamiéndose los labios.
La risa de Felix se cortó en el momento en el que el alfa le tomó de las caderas y lo volteó bruscamente. Tiró de su cuerpo para levantarlo, se sentía expuesto y manejado y su omega se regocijaba en esa dominación brutal que ejercía el otro sobre él. Soltó un jadeo cuando las manos fueron directas a sus nalgas y las abrió. No tuvo tiempo para pensar en nada más: la lengua caliente de Seo fue directa a su entrada.
Los dos gimieron al mismo tiempo, por razones bien distintas.
Se calentó como si estuviera sentado sobre una hoguera. El instructor de taekwondo ni siquiera se había quitado la ropa y tenía su boca en el lugar más privado de Felix. Con la otra mano agarró la erección que colgaba y la movió lentamente.
Estaba en el cielo, volando por los aires. Un dedo se había unido a esa lengua traviesa en algún momento y después fueron dos y tres. La sobreestimulación le hacía perder la cabeza. No paraba de maldecir entre gemidos y escuchaba la risita triunfante del alfa cada vez que tocaba su punto P y Felix se tensaba como la cuerda de un arco.
Quería hacer algo, participar activamente de aquel encuentro, pero solo podía pensar en tener la polla del hombre dentro cuanto antes. Lubricaba como si estuviera en celo y su eje no aguantaría mucho más antes de correrse.
—Fólleme de una vez, Seo sabumnim —instó, aferrándose al tejido.
Hubo un segundo de silencio. Seo sacó los dedos de su interior y dio una lamida más a su agujero que le dejó temblando. Se volteó para mirarlo, el otro se relamió justo antes de limpiarse la barbilla con el dorso de la mano y Felix sintió que se derretía. El hombre se quitó la camiseta de un tirón y tuvo que apretar su propia polla para no venirse. Los pantalones fueron descartados también y pudo admirar como ponía un condón sobre el enorme mástil que necesitaba tener dentro cuanto antes.
—¿Estás seguro de esto? —preguntó, arrodillándose a su espalda. Le acarició la cintura y las nalgas y Felix dejó escapar un gemido afirmativo, meneando el culo. Recibió una nalgada que le estremeció—. Contesta, dilo claramente.
—Sí, sí —articuló.
—Buen chico —Felix ronroneó por el apelativo—. ¿Te gusta fuerte o suave, rubio?
—Felix —balbuceó—. Me llamo Felix y fuerte, muy fuerte.
El instructor le agarró las caderas y, sin darle ni una advertencia, se empaló a sí mismo hasta el fondo de su culo. Felix gritó, haciendo un desastre con las sábanas. Su cuerpo se estremeció, el dolor punzante y el placer se confundieron, aturdiéndolo. La barra de carne casi lo parte por la mitad. Incluso aunque estaba preparado y lubricado, le faltó el aire.
El pecho de Seo cubrió su espalda y lo sintió mordisquear sus hombros.
—Sé cuál es tu nombre, rubio —Salió y volvió a entrar de una estocada certera—, pero te llamaré como me dé la gana —Otra embestida brutal le hizo abrir más las piernas, bajándolo más cerca del colchón—. Aquí dentro eres mío, ¿entendido?
El lobo de Felix aulló cuando una corriente de aroma a chocolate cubrió su cuerpo con posesividad.
El sudor de Seo se mezcló con el suyo en su espalda. El calor abrasador nacía en el punto exacto en el que el glande entraba y salía de su culo, los dedos se clavaban en su piel. Sentía los dientes apretar aquí y allá, los labios sorbían la carne dejando marcas que se pondrían moradas. Las caderas del alfa se movieron con golpes secos, penetrándolo, mientras el omega jadeaba abandonado.
—¿Lo has entendido? —insistió, Felix afirmó con la cabeza—. ¿No te ha quedado claro que quiero que lo digas en voz alta?
—Sí, sí, lo he entendido —contestó entrecortadamente por la fuerza de sus embates.
—Tu voz es sexy —susurró, mordiéndole el hombro mientras sus ondulaciones adquirían un ritmo más rápido—, no suenas como un omega, no pareces un omega —Felix no sabía si eso eran cumplidos o insultos, estaba demasiado abrumado por el placer y por el olor a chocolate que parecía más intenso cada segundo—, pero hueles como uno. Tu culo se siente absolutamente como el de un omega... ¿Quieres más? —Puntualizó la pregunta acelerándose.
—Sí, más, más —gimió.
El alfa obedeció su súplica y le dio más, muchísimo más. Se arrodilló a su espalda y tomó su cadera y su hombro para apuntalarse. Empezó con un ritmo brutal que le estaba haciendo perder la cabeza. Felix chillaba y jadeaba mientras el hombre le follaba. Los gruñidos animales se mezclaron con el chapoteo de su lubricante y el chasquido de los azotes eventuales.
El picor de las nalgadas era como una descarga eléctrica que le hacía tensarse. Quería más, quería de eso todos los días, todas las noches, todos los segundos. Salió al encuentro de las embestidas cuando pudo mantener un control más férreo sobre su propio cuerpo. Al alfa pareció gustarle porque gimió unas cuantas palabras sucias.
La mano áspera y caliente aterrizó en su nuca y lo presionó contra el colchón con fuerza. Se movió con más brío, salvaje y desordenado. Los dedos de Seo se enredaron en su pelo y tiró con tanta violencia que le sacó el aire de los pulmones. Con su diestra, bajó al frente de Felix y meneó su polla dos o tres veces, mientras la del alfa seguía entrando y saliendo de su culo como si quisiera, realmente, romperle en dos.
—Voy a correrme, siga así, por favor, voy a correrme —rogó en voz alta.
El ritmo se volvió homicida. Perdió la noción del tiempo. Seo lo mantenía sujeto, con su mejilla aplastada contra el colchón y su mano enredada en las hebras rubias de su cabeza. Su cuero cabelludo clamaba por clemencia, pero no parecía que fuera a dársela.
En su lugar, movió la mano con la que le masturbaba más rápido y sus caderas golpearon contra sus nalgas con más velocidad. Ni siquiera estaba haciendo ninguna virguería extraña, pero aquel estaba siendo uno de los mejores polvos que había echado en los últimos años.
—Sé un buen chico y córrete para mí —gruñó el alfa en su oído.
Felix no era un buen chico, nunca lo había sido, pero creía que podía reformarse si el hombre se lo pedía de esa manera.
Hicieron falta unos minutos más en los que su polla se estremecía por el roce de las manos callosas y su entrada ardía por la invasión inmisericorde. Quería alargarlo más, solo un poco más. Pero Seo estaba decidido a no permitírselo.
Su pulgar raspó sobre el glande de Felix mientras él se movía con estocadas más cortas, buscando su punto en cada una. El cuerpo grande y musculoso ondeó sobre el suyo. Tiró de su pelo para darle más acceso y mordió su cuello, muy cerca de su glándula de olor, donde iría la marca de un alfa si algún día llegaba a encontrarlo.
Se asustó por la cercanía, por la violencia de sus embestidas, por el dolor de los dientes clavados y por el olor apabullante y posesivo de sus feromonas. Y, a pesar de todo el miedo, sentirse tan vulnerable y dominado envió un ramalazo de placer a su médula que le hizo apretar el vientre.
Sus testículos tensos descargaron sobre las sábanas y la mano de Seo chorros de semen blanco mientras temblaba.
Se corrió gritando incoherencias, le dolían los dedos por la presión con la que sostenía las sábanas y su canal se apretó sobre la polla que siguió entrando y saliendo. No le dejó ni un segundo de respiro, se movió más; más rápido, más fuerte, más cruelmente. Felix no estaba seguro de no desmayarse si no paraba.
—No anudes —alcanzó a decir, como un lamento, mientras sentía un nuevo orgasmo llamando a la puerta—. Nada de nudos.
Seo no contestó, pero tampoco paró de moverse o rebajó la fuerza con la que le mantenía anclado al mismo lugar del colchón. Los dientes se desplazaron por sus hombros y su cuello, dando dentelladas feroces por cualquier espacio de piel que le apetecía.
Tenía la sensación de que volvería a correrse o que no había dejado de correrse todavía. El alfa soltó su polla dolorida y pudo ver, por el rabillo del ojo, como se llevaba la mano sucia a la boca y la lamía. Gimieron al mismo tiempo y Felix sintió como su propio culo se apretaba sobre el eje que cavaba dentro. Un segundo después llevó esa mano húmeda por su semen y la saliva del alfa a la cara del omega.
—Abre la boquita, rubio —dijo, su voz sonaba como la de un animal.
Felix obedeció, desinhibido. Seo metió los dedos dentro y tocó su lengua con brusquedad. Se saboreó a sí mismo mezclado con las saliva del hombre. Cerró los labios sobre los dedos y chupó como si fuera una piruleta. El alfa gimió y sus embestidas se acortaron, igual de rápidas pero más desordenadas, repentinamente parecía desesperado.
—Joder —se quejó cuando Felix usó su lengua para lamer entre los dedos ajenos—, eres toda una putita —Se sintió vergonzosamente orgulloso y excitado por el apelativo. Tanto que sonrió de medio lado—. Voy a correrme. Tu culo está apretado como un guante.
Y lo hizo. Seo se corrió con un gruñido gutural, enterrando su cara en el cuello de Felix y aspirando la esencia del omega. Por suerte para él, salió justo sin anudar.
«¡No!», su lobo se quejó, pero no le hizo caso.
Le soltó el pelo y se dejó caer a su lado, boca arriba. Respiraba como un enorme oso que hubiera corrido veinte kilómetros para atrapar a su presa. Se permitió admirarlo un rato, lo suficiente para recuperar el ritmo normal de sus propias inhalaciones y que su culo dejara de latir en busca de más acción.
Seo estaba con los ojos cerrados y uno de sus brazos sobre la frente sudada. Se fijó en que tenía el pelo rizado y la barbilla afilada. No era un hombre especialmente guapo, pero tenía algo que le atraía como el néctar a las abejas. Su pecho construido como el de un luchador subía y bajaba con sus resuellos.
Aprovechó esa tranquilidad para hacer un buen repaso a su anatomía que no pudo disfrutar antes: había un tatuaje en sus costillas y otro en el interior del brazo que mantenía sobre su cara. Por supuesto que los hay. Quería lamerlos. No tenía un pack de seis como el que cargaba Felix, pero sus abductores dibujaban una bonita uve en la parte baja de su cuerpo, justo debajo de su vientre.
Su polla era grande incluso ahora que reposaba sobre una ligerísima mata de vello negro. Le picaron las manos por tocarlo entero, pero se contuvo.
—¿Hay algo que te apetezca, rubio? —preguntó, sobresaltándolo. Felix levantó la mirada y no pudo evitar enrojecer cuando le atrapó escaneándolo.
—Nah, no hay nada especial —mintió, incorporándose para vestirse. Seo sonrió y levantó una ceja.
—¿A dónde vas?
—A mi casa, evidentemente.
Tiró de él con fuerza hasta que Felix estaba encima de su cuerpo. El omega se sorprendió, apoyándose en su pecho para apartarse, pero no le permitió quitarse de allí. El alfa se sentía cálido, las manos del hombre subieron por sus hombros y sintió como apretaba sobre una de las múltiples marcas.
—Perdón por esto —murmuró, mirando el desastre que debía ser su piel—, no pude contenerme, hueles como algo comestible. —Le atrajo hasta que su nariz estaba en su cuello y aspiró.
—Usted también huele a cosas comestibles—se quejó entre dientes.
—Tienes unas pecas bonitas —continuó, ignorándolo, mientras lo tomaba de las mejillas—, ¿por qué las tapas con maquillaje?
—Porque me da la gana, ¿tal vez? Y ahora, déjeme levantarme, tengo que volver a casa, Seo sabumnim.
—Me llamo Changbin, igual ya es hora de que dejes las formalidades, teniendo en cuenta lo que acabamos de hacer. —El olor del alfa cambió un poco, fue algo ligero, pero sintió que sus feromonas volvían a rodearle.
—¿Va a seguir llamándome rubio?
—Aquí te llamaré como yo quiera. —Se encogió de hombros despreocupadamente y Felix le dio unos toquecitos en la mejilla.
—Entonces, yo le llamaré como yo quiera. En cualquier circunstancia, Seo sabumnim. ¿Qué piensa hacer si me cambió el pelo de color?
La risa escandalosa le sorprendió. Tenía unas carcajadas ridículamente adorables que no pegaban con la cara dura y esos bíceps que le rodeaban. De repente, ya no parecía ese alfa malhumorado.
El lobo de Felix estaba silencioso y muy quieto, como si él también estuviera hipnotizado por ese hombre que tenía debajo.
Changbin (porque aunque no lo dijera en alto, en su cabeza ya era Changbin) suspiró sin perder la sonrisa. Acarició la mejilla de Felix y le atrajo para dejar un piquito en sus labios. El omega se relamió, todavía aturdido.
—Llámame como quieras, pero quédate esta noche. Te llevaré a casa de Han mañana.
Se encontró a sí mismo asintiendo, olvidándose de su amigo que le esperaba, de su fama de picaflor, de su independencia y, sobre todo, de que nunca había sido un buen chico.
Los brazos de Seo Changbin parecían el correctivo perfecto para hacerle sentir un omega, incluso cuando no lo había parecido nunca. Por lo menos, durante esa noche.
***
PIDO PERDÓN DESDE YA POR ESTO PORQUE NO PUDE EVITARLO
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Cuando escribo siempre me pasa que los personajes secundarios acaban trepándoseme a la espalda y a veces adelantan a los principales, como en este caso jijiji.
Espero que les haya gustado, navegantes
Sin más, ¡nos vemos en el infierno! (Ahora con razones de peso)
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