6. ¿Qué haces aquí?
—Han Jisung, Choi bujangnim* quiere verte en su despacho —le avisó una compañera.
*N/A: Bujangnim es el jefe de departamento.
Mierda, lo último que le faltaba a Jisung era que le despidieran. Bastante tenía encima como para aguantar a Hyunjin recordándole lo mal padre que era. Si le despedían, le quitaría a Suni. Estaba seguro de que aprovecharía la más mínima debilidad para arrancarle a su niña de los brazos para siempre.
«Ese alfa es idiota», sí lo era, aunque nunca lo diría delante de Felix porque sería darle la razón. Hwang se estaba portando como un hijo de puta últimamente y la discusión que tuvieron el sábado no había hecho más que agregar leña a un fuego que ardía entre ellos desde hacía tiempo. En ocasiones, Jisung se arrepentía de haberlo conocido.
«Sin el alfa idiota no tendríamos a la cachorrita hermosa», el chucho ronroneó como un gatito en su interior.
Se acercó al despacho del director con los nervios revolviéndole el estómago y las manos temblorosas. Llamó dos veces y recibió el paso. El señor Choi no era en realidad un "señor", tendría apenas uno o dos años más que él, pero seguían tratándose con el mismo respeto lejano que el primer día.
—Choi bujangnim, me dijeron que me buscaba —saludó, inclinando su cuerpo casi 90 grados.
—Sí, claro, siéntese. —Jisung lo hizo, estaba muy nervioso.
Tenía muchas ganas de echarse a llorar. Si Choi le decía que se iba a la calle, lloraría y patalearía como un bebé. En el momento en el que ese hombre le diera la carta de despido y su finiquito pensaba rogar por piedad. Y si no funcionaba, destrozaría esa oficina.
Si lo despedían, le quitaban a Suni y si le quitaban a Suni perseguiría a ese hombre hasta el fin de sus días para hacerlo absolutamente infeliz. Dejaría notas asesinas en su buzón, le pincharía las ruedas, rayaría cada coche nuevo que se comprara, dejaría caca de perro en su puerta y destruiría cualquier felicidad que pudiera ambicionar. Si Choi Soobin se atrevía a despedir a Han Jisung, estaría firmando su sentencia de muerte.
—¿Se encuentra bien? —preguntó el hombre, mirándole con el ceño fruncido.
—¿Qué?
—Parece un poco... Nervioso —añadió, rascándose la nariz. Jisung se dio cuenta de que su aroma se había descontrolado un poco; gracias a dios que esa mañana había tomado un inhibidor.
—Sí, la verdad es que sí, estoy muy nervioso. No sé si he hecho algo mal...
—No, no, por Dios. Es para darle buenas noticias: le han ascendido a mánager de proyectos.
Jisung abrió mucho los ojos, la respiración se le atoró en la garganta y pensó que se desmayaría. En ninguno de los escenarios que había planteado en su cabeza estaba el ascenso. Ni siquiera teniendo en cuenta que llevaba trabajando como un desgraciado los últimos tres meses solo para eso. A Jisung nunca se le había dado bien ver el lado de las cosas.
Era más bien el rey de ponerse en lo peor.
—¿De verdad? —preguntó, en voz muy baja.
—Claro que sí, el lunes puede reunirse con el resto para que le asignen proyecto y pueda escoger al personal. Tiene el resto del día libre. Que tenga un buen fin de semana —dijo con una preciosa sonrisa.
Jisung quiso saltar encima de la mesa y besarle esos hoyuelos tan adorables. ¿Cuándo se había puesto tan guapo? ¿Por qué nunca se había fijado? ¿Estaría soltero? De pronto, le pareció un buenísimo partido.
Se levantó y el alfa también lo hizo. Como cada vez, le pareció que medía siete metros de alto. Tampoco es que sea difícil ser más alto que yo. Extendió la mano y se la estrechó, con una reverencia educada, aunque lo que quería era arrodillarse y llevar su frente al suelo para darle las gracias.
Con las mejillas doliéndole por la sonrisa, salió del despacho y se dirigió a su cubículo, recogiendo sus cosas con diligencia. Se despidió con la mano de todos y salió del edificio para tomar un taxi. Aprovechó ese momento para llamar por teléfono.
—¡Voy a tu casa y vamos a buscar a Suni! ¡Te invito a cenar! —gritó cuando su amigo contestó.
—¿Qué dices?
—Ponte guapo para mí, amor mío, te llevaré a un sitio caro.
—¿Te está dando un derrame?
—Tienes veinte minutos para arreglarte —comprobó la hora—. Mentira, tienes diez, tenemos que ir al colegio a por Suni. Te amo, Lixie.
Colgó sin esperar respuesta y paró al primer taxi que pasó. Se subió y le indicó la dirección del apartamento.
Jisung vibraba en el asiento trasero del vehículo. Canturreó lo que sonaba en la radio y no podía parar de sonreír. Ese puto ascenso era todo lo que necesitaba para estar más tranquilo. De repente, ni siquiera le preocupaba el estúpido de Hyunjin, las gamberradas de Jeong Eunji o acabar solo y calvo el resto de su vida. Ahora podría dejar de recibir tanto dinero de Hwang, por fin, después de tres años, la vida de Jisung parecía empezar a encajar.
Cuando llegó al apartamento de Felix, lo encontró saliendo con el abrigo puesto. Corrió por el pasillo y se lanzó contra él, colgándose de su cuello. Su amigo lo agarró a tiempo, pero no pudo evitar la cara de susto.
—¿Qué mierda te pasa? —preguntó, confundido. Jisung lo agarró de las mejillas pecosas y le plantó un beso sonoro en los labios.
—Lixie, mi vida, ¡me han ascendido! —exclamó, dándole cinco picos más.
—¿Puedes parar? —gruñó el omega soltándolo para que bajara de su cuerpo—. Te recuerdo que tengo vecinos.
—Me importa una mierda —contestó, riéndose—. Además, soy tu omega, puedo besarte cuando quiera. ¡Y me han ascendido! ¿No me escuchas o qué?
Jisung le pellizcó las mejillas una vez más y le abrazó con fuerza, metiendo las manos debajo de su abrigo. Su amigo rió emocionado y le revolvió el pelo. Sintió el olor a fresas frescas rodeándolo y ronroneó como un gatito.
—Joder, tenemos que celebrarlo.
—Claro que sí, por eso vamos a ir a buscar a Suni y cenaremos con ella —Tiró de su mano llevándolo hacia el ascensor—. Verás lo feliz que se pone cuando me vea llegar al colegio. ¡Dios mío, Felix! ¡Voy a explotar!
—Estoy muy orgulloso de ti, idiota —aseguró, pasándole una mano por la espalda mientras descendían al aparcamiento subterráneo—. ¿Entonces ya eres project manager?
—Así es. Joder la prima es sustanciosa, estoy realmente feliz. Choi me mandó a llamar a su despacho y estaba cagado, Lixie, pensé que me echaría. Me puse tan nervioso que hasta lo notó. Y esta mañana tomé un inhibidor. ¿Te lo puedes imaginar?
Salieron al tráfico suave de la tarde con la radio en volumen bajo.
—Me lo puedo imaginar porque ese inhibidor no está sirviendo de mucho ahora. Apestas —Jisung le golpeó en la cabeza—. No me pegues cuando voy conduciendo, tarado, nos mataremos.
—Vas a 20 km/h, no nos vamos a matar. ¡Y no seas aguafiestas! —se quejó.
—Es que hueles mucho. O sea, normalmente lo haces, pero hoy un poco más. ¿Por qué te has tomado el inhibidor?
—Está cerca mi celo, pero eso no le importa a nadie, Felix. Lo único importante es que voy a ser Han kwajangnim*.
*N/A: Kwajang-nim son los líderes de proyecto de los departamentos. Normalmente son empleados en sus 30, pero me permitiré la licencia poética de fingir que Jisung puede optar a este puesto.
—Tampoco seas presumido.
—¡Felix, mi vida está encauzándose! ¡Por supuesto que puedo presumir, maldición! —gritó.
Su amigo se echó a reír fuerte y le revolvió el pelo.
Minho comprobó que su pequeña manada estuviera en fila y preparada, con sus mochilas al hombro y sus abrigos puestos. El timbre de salida sonó y los pequeños chillaron emocionados. Abrió la puerta y fue llamando a los padres uno por uno. No pudo ver a Felix por ninguna parte, pero sabía que siempre se retrasaba unos minutos.
Suni jugaba con un peluche desgastado, sentada en una sillita. Se sentó frente a ella y miró el peluche, con una idea ladina formándose en su cabeza.
—¿Tenías eso en la mochila? —Ella asintió.
—Se llama Bbama, es un perro —Minho levantó las cejas. Eso no parecía un perro, era más bien como una masa amorfa con remiendos, calvas y suciedad—. Papá dice que lo tengo desde que era así. —Juntó los dedos para mostrar un minúsculo punto más pequeño que un átomo.
—¿Cuando tú eras así o cuando Bbama era así? —Suni se rio.
—Señor Lee, Bbama es un peluche, no crece. Cuando yo era así, papá me lo compró. Cuando se le cayó una oreja el tío Lix, papá y yo nos pusimos mascarillas y lo operamos en un pirofago.
—¿Un quirófano? —La niña asintió—. ¿Me dejas verlo? Mi papá es médico, me enseñó algunas cosas de operaciones...
Ella no dudó ni un segundo y le dio el muñeco. Ese lobo malvado que vivía dentro de él agitó la cola. El olor a lavanda era intenso en el peluche, olía a suavidad, a amor, a felicidad. El alfa estaba revolcándose, regodeándose en esas sensaciones.
Minho le devolvió el muñeco y sacudió la cabeza recomponiéndose. Se aseguró de que no había ni un ápice de sus feromonas en el aire antes de levantarse.
—¿Por qué no trajiste a Bbama antes?
—Siempre lo traigo, pero una vez Eunji dijo que era muy feo y muy viejo y los otros niños se rieron. Menos Hoshi, él me regaló un dibujo de Bbama.
—Jeong Eunji a veces dice cosas crueles sin darse cuenta de que hará daño... —la excusó, aunque le enfadaba que fuera así con sus compañeros—. Me alegro de que Hoshi te hiciera un dibujo.
—No se parecía nada a Bbama, pero papá dice que es porque sus dibujos son altrastos.
—¿Al trastos? —Minho la miró sin entender.
—Sí, ya sabe, esos dibujos que son rayas y manchas y parece que no tienen sentido pero que la gente los cuelga en su casa. Como los de Hoshi. Papá Jisung dice que a él le gustan mucho, pero papi Hyunjin prefiere el presiosismo.
—¿El presiosismo? Dios mío, no sé nada de arte, vas a tener que enseñarme —bromeó—. ¿Tus papás son artistas?
—Papi Hyunjin sí, pinta unos cuadros hermosos, mucho más bonitos que los de Hoshi. Son cuadros preciosistas y me gustan más. El tío Lixie dice siempre que para gustos, los colores.
—¿Y tu papá omega? ¿Es artista? —insistió.
—Él trabaja en una oficina en un edificio muy alto. Siempre lleva corbata y gafas. Tío Lix dice que se disfraza. Pero canta muy bien.
Minho sonrió enternecido. Parecían una familia hermosa. Una parte de él estaba contenta por saber que la niña vivía rodeada de buenas personas que se preocupaban por ella y la amaban. Otra odiaba estar obsesionado con el padre de la chiquilla cuando ni siquiera lo conocía.
Joder, que mierda. Llevaba solo demasiado tiempo. Tal vez necesitaba salir y buscar a alguien para quitarse a ese hombre de la cabeza. Para eliminar el olor a lavanda de su pituitaria.
«Sándalo. Alfa» Minho contuvo el gruñido cuando el padre pelirrojo de Suni tocó dos veces a la puerta, aunque estaba abierta. «Provocador»
—¡Papi! —exclamó ella, levantándose de la sillita.
—Hola nenita...—la saludó con una enorme sonrisa que desapareció cuando le miró a él—. Señor Lee.
—Senor Hwang —imitó su tono, con una inclinación ligera de cabeza. El alfa tomó la mochila verde de la niña con la barbilla alzada.
«Provocador y altivo», Minho quería que su lobo se callase la boca porque estaba poniéndolo más frenético de lo que lo hacía la propia presencia de Hwang.
—Que tenga buen fin de semana, señor Lee. Ya me llevo a Suni. —La tomó de la mano pero ella se zafó.
—Señor Lee, no nos veremos hasta el lunes —Abrió los brazos ante él y pudo sentir las feromonas posesivas del Hwang esparciéndose en el aire—. ¿Y el abrazo del viernes? —Minho miró del alfa a la niña. Podía simplemente negarse, decirle que le daría un abrazo el lunes o algo así. Pero decidió que cabrear a ese hombre era una opción mucho mejor. Se agachó y abrazó a la chiquilla.
—Disfruta de tu fin de semana. Y pórtate bien.
—Hasta el lunes, señor Lee —se despidió ella, con sus enormes mejillas abultadas por la sonrisa. Hyunjin no dijo ni una palabra más, pero podía sentir su disgusto.
Minho se rió malvadamente cuando los vio salir. El alfa pelotinto dejó la puerta entornada y lo escuchó refunfuñar como un anciano impertinente. Sabía que había hecho mal, pero le caía tan gordo ese maldito engreído que cualquier victoria era alimento para su lobo.
—¡PAPÁ! —La niña gritó emocionada en el pasillo.
—Ardillita hermosa.
¿De quién es esa voz?
El corazón de Minho se aceleró. Apretó los papeles que estaba ordenando. No reconocía a quién había llegado al pasillo, pero su animal interno estaba desesperado por salir a ponerle cara al otro papá de Suni. Dejó sobre el escritorio las hojas y se acercó a la puerta, decidido a abrir y encontrarse con ese omega que olía como un campo de lavanda silvestre.
—¿Qué haces aquí? ¿No sabes qué día es? —El pelotinto parecía molesto. Lee frenó su impulso de abrir la puerta e interrumpirlos.
—Em... Me olvidé de que venías tú a recogerla, la verdad... Quería llevármela a cenar con Felix.
—Como siempre, decidiéndolo todo sin consultarme.
—No empieces, Hyunjin.
A esas alturas, Minho ya estaba pegado a la pared, escuchando la conversación por la puerta entreabierta. No podía verlos, pero el olor se filtró hasta la clase y su lobo rascó el suelo nervioso. Estaban discutiendo en el pasillo y ninguno de los dos parecía avergonzado, de hecho, las feromonas de ambos estaban chocando agresivamente. Lee quería salir y golpear a ese alfa que estaba intimidando al omega.
—No empieces tú, Jisung. Es mi tiempo con Suni.
—Te he dicho que no me he dado cuenta, ha sido sin querer, no seas idiota. —Minho aguantó la risa. Parecía de armas tomar, le gustaba eso.
—Papi... —La voz de la niña sonó apenada.
—Suni, ven conmigo —identificó a Felix por el tono grave. Minho se alegró de que interviniera porque no le parecía bien que estuviesen hablando de esa forma delante de la niña.
—No te la lleves a ninguna parte —amenazó Hyunjin.
—Cálmate, Hwang. Y hablad como seres humanos, estáis dando el espectáculo y asustando a Suni.
Dos pasos y la puerta tras la que se escondía se abrió. Se ruborizó cuando Félix le cazó espiando y tuvo una visión de la espalda de un hombre alejándose por el pasillo. Tenía el pelo negro, la cintura estrecha y un culo pecaminosamente redondo enfundado en unos pantalones de cuadros grises.
«Sigue al omega». No, no iba a seguirlo por más que su lobo estuviera a punto de hacerle perder el control.
—Señor Lee, discúlpenos. ¿Podemos quedarnos aquí unos minutos? —preguntó Felix. Minho asintió. Parecía enfadado y esa chispa irreverente que cargaba siempre estaba apagada. Se preguntó cuántos problemas habría en realidad en esa familia que parecía tan genial.
—¿Por qué pelean papá y papi? —cuestionó Suni, apretando compulsivamente el peluche.
—Porque son idiotas, Suni, te lo he dicho muchas veces.
—Por favor, cuide sus palabras, señor... hmm...
—Lee, me apellido Lee también. Perfecto, así no tendremos que cambiarnos el apellido cuando nos casemos —soltó de pronto. Minho se ruborizó y Suni sonrió.
—¿Vas a casarte con el señor Lee?
—Claro, bebita.
—No tenía conocimiento de esa boda, la verdad. Espero que me avise con el tiempo adecuado para ponerme un traje —bromeó. Felix le dio un guiño coqueto.
—Puede ir con el delantal, estoy desarrollando un gusto extraño por los profesores y sus uniformes —afirmó—. ¿Verdad que el señor Lee puede casarse con ese delantal que lleva, bebita? ¿A que está muy guapo? —Aupó a la niña y le besuqueó las mejillas y el cuello hasta que reía por las cosquillas.
Minho se sorprendió por lo rápido que había apartado a la pequeña del ánimo desagradable de sus padres. En menos de un minuto consiguió que se olvidara de aquellos adultos que se peleaban. Aunque fuese a costa de su imagen, agradeció que el "tío Lixie" recuperara su actitud traviesa.
Dejó a la pequeña en el suelo y le pidió que esperara. Se acercó a él con una mueca apretando su boca. De cerca era muy guapo, extremadamente guapo. Tenía la piel clara y llena de pequeñas pecas adorables. Una pena que su olor no le provocase nada, porque sería un gran partido para quitarse de la cabeza a un omega desconocido que ya tenía alfa.
—Siento el espectáculo, Jisung y Hyunjin están pasando por una etapa complicada —se disculpó en voz baja. El profesor se preguntó si era un buen momento para dejar caer el nombre de "Innie oppa" o si debía meterse en sus asuntos.
«Díselo», gritó su lobo.
—Entiendo...
—No se lo digo para criticar. Se lo digo para que esté pendiente de Suni. Usted pasa más tiempo con ella que cualquiera de nosotros, bueno, no que Jisung, pero ya sabe... —Minho asintió. El omega se veía preocupado, genuinamente agobiado por la situación—. Si nota algo, no sé, cualquier cosa distinta en el comportamiento de Suni, solo dígamelo. Me encargaré de patear a esos idiotas que le tocaron de padres.
Minho rio asintiendo. De verdad que Lee Felix era un buen elemento.
—¿Vamos a patear a alguien? —preguntó la niña.
—No, bebita, tú no puedes patear a nadie todavía. Tienes que seguir entrenando para convertirte en una máquina de matar. Mientras tanto, el tío Felix te protegerá.
—¿Lo ve, señor Lee? Le dije que el tío Felix era una máquina de matar.
—Suni, vámonos. —La voz de Hwang interrumpió las risas de las tres personas que había en el aula.
—¿Y papá?
—Está en el coche del tío Felix —contestó, secamente—. Vamos, nena, Innie está esperándonos.
La tomó de la mano y salieron en completo silencio. El pelotinto estaba enfadadísimo, las feromonas se quedaron en la habitación incluso cuando se había marchado. Felix suspiró y negó con la cabeza.
—¿Pasa a menudo? —preguntó Minho, un poco tímido, rascándose la nariz.
—No suelen discutir delante de Suni. Hwang es un alfa gilipollas y Jisung es especialista en sacar a la gente de sus casillas, pero se controlan. Supongo que están un poco al límite... Me preocupa que afecte a mi bebita.
—Estaré pendiente de la niña —lo tranquilizó. El olor triste del pecoso se calmó un poco.
—Muchas gracias, señor Lee. Voy a buscar a mi omega, seguramente estará arrancando el suelo de los sillones del coche.
—¿Su omega? —Minho estaba realmente desconcertado. El chico se echó a reír con carcajadas graves.
—No se preocupe, todavía puedo casarme con usted.
Guiñó un ojo y salió de la clase lanzándole un beso, dejando al profesor aturdido en medio del salón.
Felix se ajustó el cinturón del dobok y se miró al espejo del vestuario. Se peinó con los dedos y se aseguró de que todo se veía perfectamente bien y en su sitio. Asintió cuando estuvo satisfecho y se dirigió al doyang a recibir la clase por la que había pagado.
Porque él sí valoraba el dinero, no como el estúpido de Jisung que se había quedado en casa lloriqueando porque Hyunjin no le había dejado "celebrar su ascenso con su hija porque era un puto egoísta, cabrón, gilipollas, maldito, pelotinto, cabrón, hijo de puta, imbécil, cabrón". Sí, había repetido muchas veces lo cabrón que era. En realidad, sabía que era una excusa de mierda para no hacer deporte.
El instructor buenorro estaba al frente de la sala, con los niños alineados ante él. Lo miró, esperando el saludo que Felix realizó perfectamente. Se colocó al fondo en silencio y empezaron el entrenamiento.
Fue dictando posiciones, hablando con los pequeños, respondiendo preguntas cuando alguno las hacía. Tenía mano con los niños pero eso le daba exactamente igual a Felix. Lo único en lo que podía pensar era en como el dobok se abría mostrando un poco sus pectorales. Aunque hacía frío fuera, la sala estaba ardiendo.
«Ardiente está el alfa», aclaró su lobo. Y sí lo estaba. Maldición, era absolutamente el tipo de hombre que le gustaba. Se preguntó si tendría algún tatuaje secreto que pudiera descubrir. De pronto, se imaginó a sí mismo abriendo el cinturón negro del otro para encontrarse con un montón de tinta sobre sus costillas. Tal vez también en esos bíceps que llenaban la tela de la chaquetilla como si fuera a explotar.
—¡Chum chum sogi*! —exclamó, indicando la posición.
*N/A: Chum chum sogu es una posición de taekwondo. Pongo foto al final.
Felix flexionó ligeramente las rodillas y colocó los codos a la altura de su cadera. El alfa se paseó por la habitación muy despacio. Merodeó entre los niños, comprobando que todos estuvieran perfectamente colocados. Felix podía sentir su esencia ligera, le recordaba al chocolate negro. Perfecto para las fresas, pensó, conteniendo una risa por su propio chiste. Cuando llegó hasta él, le miró.
—Vista al frente —ordenó en voz baja. Felix se estremeció.
El índice del alfa empujó su mejilla hasta que miraba al frente. El toque se sintió eléctrico. Se colocó detrás y pudo verse a sí mismo en el espejo. El cuerpo que estaba a su espalda era ancho, mucho más que el suyo. Aunque no era muy alto, todavía le resultaba imponente. La mano derecha del alfa acabó en su cuello, con su dedo presionando en la mandíbula para mantener su mentón apuntando al espejo. La izquierda bajó por su espalda y le instó a enderezarla un poco más.
Su lobo se revolucionó.
No debería estar pensando en cosas sexuales cuando había media docena de niños colocados como un ejército de gnomos de jardín en el tatami. Pero no podía evitarlo, el olor del chocolate se hizo más intenso y casi gimió cuando escuchó su voz.
—No entiendo qué hace aquí —susurró el alfa, pasando la mano por su cintura.
—Taekwondo —contestó, tratando de parecer controlado. Aunque estaba vergonzosamente excitado.
El alfa se acercó un poco más y su pecho contactó con la espalda de Felix. La palma que mantenía en su cuello estaba caliente y sintió el pulgar rozar su mejilla. La otra mano paseó por su brazo, palpando con un interés nada inocente los bíceps del omega.
—Este no es su nivel, debería estar en una clase avanzada.
—Le prometí a mi amigo que vendría con él —aclaró. Pudo ver la sonrisa del alfa en el reflejo ante él.
—¿Dónde están los Han hoy?
—El padre está en casa. La niña solo puede venir una semana sí y otra no.
—No vamos a rebajar el precio. Las clases se pagan mensualmente.
—Tampoco lo he pedido —gruñó girando la cabeza para mirarlo.
Mierda, estaba muy cerca, tan cerca que podía sentir su respiración en la piel. El hombre pareció sorprendido, no sabía si por la respuesta o por la cercanía. Se apartó de él rápidamente y volvió al frente de la clase. El omega sintió la pérdida.
—Es todo por hoy, chicos. Nos vemos el próximo sábado.
Todos hicieron el saludo y los niños corrieron desesperados a cambiarse. Felix esperó unos minutos, concentrado en como el alfa recogía los materiales del suelo. Particularmente, en cómo sus brazos estiraban la tela blanca con furia; si hacía un movimiento brusco, podría romperla.
—¿Necesita algo? —preguntó.
Arrancarte ese dobok y cabalgarte hasta pasado mañana.
—¿Qué hace esta noche, Seo sabumnim? —Pareció captar el interés del hombre, que levantó una ceja.
—No es de su incumbencia. —Su lobo gruñó enfadado.
—Hay una fiesta en una discoteca de Itaewon, se llama Miroh. Parece que será un gran evento. El dueño es conocido mío —insistió. Soltó a propósito feromonas para dejarle más o menos claro su interés.
—Ya, algo había oído. —Sonaba aburrido, pero tomó una respiración profunda y sus manos se presionaron en la toalla que agarraba.
—Estaré por allí.
—¿Y? —El alfa se colgó la toalla del cuello y le enfrentó, con una mueca de desagrado.
—Pregunte por mí si va. Tengo un reservado.
—No lo creo.
—¿No cree que tenga un reservado?
—No creo que vaya.
—Oh —El omega estaba enfadado y sorprendido, ese hombre era un impertinente. Un impertinente que le interesaba mucho y al que pretendía seducir—, es una pena.
—Buenas tardes, disfrute de su fiesta.
Se marchó dejándole en medio de la sala sin poder despedirse.
***
Bueno, bueno, se vienen cositas
Les prometo que no queda mucho para que Minho y Jisung se vean las caras.
Tampoco queda mucho para que haya un poco de 🔥🔥🔥🔥
Navegantes, para que nos entendamos, esta es la posición de chum chum sogui:
¡Nos vemos en el infierno!
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