5. ¡Dímelo!

Hyunjin se revolcó un poco más en la cama, estirándose con un gemido ruidoso. Jeongin no estaba, pero su olor permanecía en la almohada. Respiró aquel aroma frutal como si fuera todo lo que necesitaba para despertar completamente.

Se levantó y bajó las escaleras escuchando el sonido de la televisión y los gruñidos ocasionales del chico. Estaba en el sofá de la sala de estar, con el mando de la consola en las manos. Sus ojos eran dos rendijas; cuando jugaba a videojuegos fruncía el ceño como si estuviera a punto de hacer una fusión nuclear casera. No se concentraba tanto ni cuando tenía un caso difícil.

—Buenos días, Innie —saludó.

—Son las tres —contestó, con una sonrisa traviesa mostrando su hoyuelo—. Buenas tardes, Hyunjin.

—Mierda... —bufó. Entró a la cocina y se sirvió un poco de café que se había quedado frío. Se llevó a la boca un bollo que encontró en la despensa y volvió a la sala de estar para dejarse caer en el sofá al lado del omega—. ¿Llevas mucho despierto?

—Unas cinco horas.

—¿Has estado jugando cinco horas? Te vas a quedar ciego —Jeongin le miró levantando una ceja, pero volvió la vista a la pantalla rápidamente—. ¿Por qué no me despertaste?

—Estabas adorable durmiendo y pensé que estarías cansado. Nos acostamos tarde.

—Cierto —ronroneó Hyunjin recordando las razones por las que se acostaron tarde.

Se acercó al chico y maniobró por el sofá hasta que se sentó detrás de él. Lo abrazó con fuerza de la cintura, pegándolo a su pecho, y enterró la nariz en su pelo, respirando de nuevo ese aroma que le hacía enloquecer. Recorrió con sus manos el abdomen tenso mientras dejaba besos en su nuca. Jeongin suspiró, pero no soltó el mando de la consola.

—Jinnie, cariño, estoy ocupado.

—No te preocupes —susurró, posando sus labios debajo de su oreja—. Puedes seguir matando zombis mientras yo hago esto.

—Pero me estás desconcentrando —se quejó, aún así giró su cuello para darle más acceso. Hyunjin sonrió triunfante y continuó con su recorrido de besos húmedos.

—¿Cuándo me dejarás marcarte? —preguntó, mordiendo suavemente en el lugar en el que iría su marca.

—Todavía es pronto.

—Llevamos saliendo casi dos años, ¿cuánto más tenemos que esperar? —Hyunjin hizo un puchero contra la piel de Jeongin y se restregó sobre su glándula de olor, dejando el propio impregnado.

—Es un paso importante, Hyunjin, no quiero tomar una decisión así a la ligera.

Hyunjin se apartó unos centímetros, apoyando la mejilla en la parte trasera del hombro del chico. Observó el perfil, memorizándolo: su mandíbula marcada, sus pómulos altos, la punta de su nariz y como el pelo negro caía sobre sus ojos. Tenía la compulsión de dibujarlo, quería coger su lápiz en ese instante e inmortalizar ese pedazo de felicidad que tenía delante.

—¿No confías en que estaremos juntos siempre? —insistió, con la voz baja—. Yo quiero estar contigo el resto de mi vida. Quiero que nos casemos y que le demos hermanitos a Suni.

La mandíbula de Jeongin hizo clic y Hyunjin se preocupó. Se alejó un poco, tratando de buscar sus ojos sin soltarlo. El otro seguía mirando a la pantalla, pero no movía los dedos sobre el mando. El olor del omega se hizo ligeramente más ácido de lo normal. Si hubiera estado más separado, no lo hubiera notado, pero estaba justo sobre su cuello.

Innie tenía un control férreo sobre su naturaleza, no había conocido nunca a una persona que fuera capaz de hacer lo que hacía sin tomar inhibidores o estar enfermo. Cuando le conoció, pensó que era un beta. Le llamó la atención cuando se enfrentó a él en aquel juicio que Hyunjin perdió, pero no le pasó por la cabeza, ni un segundo, que se trataba de un omega.

El muchacho se movía en un mundo de alfas como pez en el agua, era capaz de enfrentarse a gente como los abogados de la familia Hwang sin que le temblara el pulso. De hecho, fue capaz de enfrentarse a él en los baños del juzgado sin titubear.

Ah, joder, Hyunjin había caído de cabeza por él en el momento en el que le miró a través del espejo y le dijo que preparara la chequera porque iba a perder mucho dinero. Y tenía razón, los Hwang tuvieron que pagar una infernal cantidad de wones a los Yang por el uso de aquella patente. A cambio, el heredero de los Hwang consiguió una cita con uno de los nietos del señor Yang.

—¿Te acuerdas de la primera vez que nos vimos? —preguntó, rozando la nariz sobre su cuello y soltando feromonas para que quedaran impregnadas en la piel ajena. Le gustaba perfumar a Innie, que oliera a él.

—Sí —contestó, con la sonrisa mostrando sus adorables hoyuelos de nuevo—. Estabas dispuesto a todo, incluso cuando pensabas que era un beta.

—Sigo estándolo —Hyunjin no había estado más seguro de nada nunca—, y quiero que lleves mi marca —añadió besando justo en el lugar.

Innie se estremeció, tragó saliva y dejó el mando sobre la mesa de café.

—¿Te apetece que salgamos a dar un paseo? —propuso. Hyunjin sintió su olor más ácido por un segundo, pero lo contuvo rápidamente. Se preocupó.

—¿Todo va bien, Innie? —Le abrazó más ceñido. Las manos del chico acariciaron las suyas.

—Sí. Vamos a dar un paseo.

—¿Innie, qué pasa? ¿Qué te preocupa?

—Vamos a dar un paseo —sonrió en grande, pero a Hyunjin le pareció falso—, no quiero hablar de esto ahora.

—¿De qué? ¿Qué es "esto"? —El alfa estaba confundido, no entendía qué pasaba. Jeongin se levantó de su lugar, yendo hacia las escaleras— Ey, no me ignores. ¿Qué es "esto"? ¿No vas a dejar que te marque?

—Te he dicho que es muy pronto —repitió—, que no se puede tomar esa decisión a la ligera.

—Ah, entiendo, entonces eres tú el que no lo tiene claro —asimiló, con su mandíbula tensa. El propio olor de Hyunjin se sentía agrio—. ¿Cuál es el problema? ¿Soy yo? ¿Qué es lo que pasa?

—Jinnie... —El teléfono móvil de Hyunjin resonó en alguna parte del segundo piso. Alexa anunció que era Jisung quien llamaba—. Contesta al teléfono. Han nunca te llama, puede que haya pasado algo con Suni.

Los ojos de Hyunjin se abrieron por la sorpresa. Como siempre, Innie tenía razón. Corrió escaleras arriba para buscar el teléfono que olvidó en el dormitorio, cuando llegó, la llamada había terminado, pero empezó otra. El alfa se preocupó de verdad por la insistencia.

—¿Qué le ha pasado a Suni? —preguntó directamente, descolgando.

—¿Qué? Nada, no le ha pasado nada. No seas pájaro de mal agüero —exclamó Jisung al otro lado de la línea. Hyunjin respiró un poco más tranquilo.

—Joder, me asusté, nunca me llamas si no tiene algo que ver con Suni.

—Bueno, tiene que ver con Suni, pero no le ha pasado nada —Hyunjin hizo un sonido aliviado—. Hoy hemos ido a clase de taekwondo.

—¿¡Qué!? ¡Acaba de cumplir cuatro años, Han! ¡Le pegarán! ¡Esto es idea del imbécil de Felix, seguro! —gritó.

—No le pegarán, aprenderá a defenderse —explicó el omega—. Además, yo también estoy en la clase, me aseguraré de que no le hagan daño. —Hyunjin gruñó, alterado.

—Quítala de esa mierda, Jisung, apúntala a ballet.

—¿A ballet? ¿Quieres que la apunte a ballet porque es una niña?

—No, porque es un bebé —discutió—. No voy a permitir que conviertas a mi cachorra en una delincuente como tu amigo. Y mucho menos que le den patadas como si fuera un saco de boxeo.

—¡Felix no es un delincuente! —exclamó—. Y ama a Suni como si fuera su hija, nunca dejaría que le hicieran daño —Hyunjin volvió a gruñir, apretando los dientes—. Mira, no quería discutir contigo, pero eres un gilipollas y parece que últimamente es imposible que hablemos como seres humanos.

—Ayudaría que no trataras de matar a mi hija.

—¡Es mi hija también, Hyunjin! —gritó el omega, audiblemente alterado—. Va a una clase con niños de su edad, Seo sabumnim los trata bien.

—¿Quién es Seo sabumnim?

—El instructor, obviamente —Odiaba cuando Jisung se ponía condescendiente. Y le encantaba hacerlo—. Suni se divirtió mucho y quiere volver, así que no vamos a seguir peleando sobre esto.

—¿Es un alfa?

—¿Eso qué más da?

—O sea, que es un alfa —Hyunjin bufó—. Le hará daño sin querer, usará su voz de mando con ella y la traumatizará. Los alfas no saben ser suaves con los niños. Como ese profesor que tiene en la guardería, que, por cierto, es un entrometido. Tengo que concertar una cita con el director Yoo para hablar de él. Deja sus feromonas sobre mi hija y es agresivo.

—¿Qué tienes ahora con el señor Lee? ¿A qué viene esto?

—Estoy aprovechando la llamada para decirte que no me gusta ese maestro. Que no me gusta que no me avisaras de que tiene un maestro nuevo. Y que borres a Suni de esa clase de taekwondo a la que la apuntaste sin consultarme. Pero bueno, así es como lo haces todo: sin consultarme.

—Mira, idiota, no tengo que consultarte una mierda.

—Por supuesto que tienes que hacerlo, Suni es mi hija —Jisung se quedó en silencio al otro lado. Tuvo que mirar el teléfono para comprobar que no había colgado.

—¿Sabes qué? Tienes razón sobre una cosa —dijo de pronto—, los alfas no saben ser suaves. Adiós.

—No me cuelgues —exclamó—, ¿para qué llamaste?

—Para nada. Adiós, Hyunjin.

—Jisung no te atrevas a colgar o iré a tu casa —amenazó. Su lobo estaba realmente revolucionado, entre la conversación con Jeongin y las estupideces del padre de su niña, se sentía al límite.

—No puedes controlar la vida de la gente, Hyunjin.

—Puedo controlar la de mi hija, tengo derecho a hacerlo —avisó.

—Te estás portando como un gilipollas, no sé qué mierda te ha pasado hoy, pero no voy a aguantar tu mal humor.

—Hyunjin... —La voz de Jeongin llegó desde la puerta de la habitación. Le miró con el ceño fruncido, todavía enfadado por sus respuestas crípticas y por la actitud que estaba teniendo Jisung al teléfono.

—Ahora no, Innie, Han está siendo un grano en el culo —gruñó secamente. Escuchó la aspiración de sorpresa al otro lado de la línea y vio los ojos rasgados de su omega abrirse.

—¡Tú eres un puto grano en el culo, Hwang! —gritó Jisung.

—Hyunjin, no te pases —dijo Innie.

El olor del omega cubrió la habitación completamente. Se sintió abrumado y agarró el teléfono con más fuerza. Tragó saliva, procurando no respirar mucho por la nariz para no marearse.

«Omega está enfadado», lloriqueó su lobo. Lo sabía, pero él también estaba enfadado, joder, estaba cabreadísimo. Apenas se levantaba de la cama y se encontraba con que todo el mundo estaba buscándole las cosquillas. Y Hyunjin tenía muchas cosquillas.

—¿Para qué llamaste, Jisung?

—Para nada, vete a la mierda.

—¡Deja el show de una puta vez, Han!

—Hyunjin, te he dicho que no te pases —La voz de Jeongin sonó autoritaria como la de un padre, su lobo se removió inquieto, olvidando momentáneamente el enfado—. No le hables así.

—Está jodiéndome, ha apuntado a Suni a taekwondo sin consultarme.

—Es que no necesito consultártelo todo, Hwang —gruñó Jisung.

—¡Es mi maldita hija! ¡Estoy harto de que pienses que es solo tuya! ¡Es mi hija y tienes que consultarme estas decisiones! ¡Y tienes que dejar que la vea cuando quiera! —gritó, enajenado.

—Dame el teléfono —ordenó el omega ante él, estirando la mano. Estaba mortalmente serio y su olor estaba por todas partes, más ácido de lo que jamás lo percibió.

«Está muy enfadado, dale el teléfono», escuchó la advertencia de su animal y se estremeció cuando el chico dio un paso más hacia él. 

Jisung maldecía al otro lado de la línea, pero no lo escuchaba. Solo podía prestar atención a la agresión implícita del omega con el que compartía la cama. Su alfa estaba confundido. No sabía si debía pelear por el dominio o agachar la cabeza y pedirle perdón a su omega por comportarse de esa manera.

Le dio el aparato sin decir ni una palabra y Jeongin se lo llevó a la oreja.

—Han Jisung-ssi, disculpa —dijo, con los ojos atravesándole el pecho—, Hyunjin se levantó cruzado hoy y ha decidido comportarse como un imbécil. Te pido perdón en su nombre y me aseguraré de que él lo haga cuando se sienta mejor —Un par de asentimientos, podía escuchar el murmullo de la voz de Han al otro lado de la línea, pero no entendía qué decía—. Sí, sí que lo es —añadió, con una sonrisita pícara—. No te preocupes, Han-ssi. Cuídate tú también. Saluda a Suni de nuestra parte. Adiós.

Cortó la llamada y le tendió el teléfono de nuevo. La ira que bullía en su interior se había relajado y ahora su lobo daba vueltas sobre sí mismo, ansioso por disculparse con el omega.

—Innie...

—No —interrumpió—, me voy a dar un paseo.

—Está bien, vamos...

—Voy. Yo solo. Y prepara la habitación de invitados.

—¿Para qué?

—Si lo prefieres puedes dormir en el sofá. Esta noche no vas a tocar esta cama.

Se dio la vuelta y se marchó, dejando a Hyunjin hecho un caos, con su lobo dándole la espalda por haber enfadado a su omega.

Eran las cinco de la tarde de aquel sábado frío de febrero. Había tenido una malísima semana en el trabajo. Jeong Eunji estuvo especialmente problemática desde que tuvo la charla con sus padres y no sabía si ellos la incitaban a poner a prueba la paciencia de Minho o si era solo una etapa. Esperaba que fuera lo segundo porque no sabría como mierda lidiar con lo primero.

Escuchó las teclas de la cerradura y se cubrió con la manta hasta la cabeza. No le apetecía hablar con nadie y sabía que Changbin entendería lo que significaba encontrarlo como una oruga en el sofá. Le escuchó trastear por el salón cuando se quitó los zapatos. Pensó que se iría a su habitación, pero en su lugar, cayó sobre él como un bloque de hormigón.

—¡Changbin! —protestó desde debajo de la manta—. ¡Basta, me estás asfixiando, me vas a aplastar las costillas!

—Pues sal del capullo, hermosa mariposa.

—No —gruñó, agarrando con más fuerza el tejido para que no pudiera destaparlo—. No me apetece hablar ahora, Binnie, estoy teniendo un mental breakdown, respeta mi espacio.

—Minho hyung, si no sales, no te contaré el chismecito fresco que traigo.

—No me interesa.

—¿Seguro? Es un muy buen chisme, creo que es el mejor chisme que he tenido en años. Aunque, bueno, tampoco es un chisme en sí mismo. Es más como una anécdota, una casualidad, sí, llamémoslo casualidad.

—Déjame revolcarme en mi desidia, Binnie.

—No es una casualidad, podría ser el destino. ¿Te imaginas? Ay, no, me encanta. Es el destino, seguro que es el destino —exclamó, sentándose sobre la espalda de Minho como si no pesara trescientos kilos de puro músculo.

—Me vas a partir la columna —gimió, empujándolo. Todavía mantuvo la manta mullida cubriéndolo por completo.

Changbin se levantó sin decir nada más. Lee respiró tranquilo cuando escuchó sus pasos por el salón. Cerró los ojos tratando de no seguir pensando en cómo iban a despedirlo del colegio y tendría que empezar, una vez más, a buscar trabajo.

Era una mierda ser un alfa, una absoluta basura. La gente hablaba sobre estar en la cima de las jerarquías y eso era verdad para gente como los señores Jeong o como Hwang el pelotinto. Pero no para Minho. Él amaba a los niños y su sueño siempre fue ser profesor. El problema era que no había alfas profesores de preescolar. Un alfa no trabajaba en una guardería, un alfa daba clases en la universidad, si acaso, en una secundaria.

Desde que terminó sus estudios había estado encadenando trabajos temporales en cualquier sitio: monitor en un campamento, cuidador en un parque infantil, vendiendo entradas en el parque de atracciones... Hasta que Kihyun hyung le había dado esa magnífica oportunidad que no pudo rechazar. Y ahora la iba a perder.

Resopló, enfadado y se giró boca arriba, mirando fijamente la manta que le cubría. Era tan gris como él se sentía.

Los pasos de Changbin volvieron a sonar cada vez más cerca. Apretó la mandíbula esperando el golpe, pero no llegó. Le escuchó acomodarse a su lado y colocó una mano en su cabeza.

—Lo que tengo para ti te va a volar la cabeza.

—No insistas, Binnie.

—Si lo que tengo te interesa, me vas a pagar la cena todos los días durante un mes.

—Joder, qué pesado er...

No pudo decir ni una palabra más. No sabía de dónde había salido, pero el olor a lavanda era tan fuerte en ese momento que Minho se mareó y se sintió ahogado. Apartó la manta de su cara rápidamente y se incorporó, mirando a todas partes.

Changbin sostenía una toalla blanca y tenía la sonrisa cruel que ponía cuando ganaba. Arrancó la felpa de sus manos y la llevó a su cara como un drogadicto. Mierda, maldición, joder, no podía concentrarse en nada que no fuera ese aroma impregnado en cada centímetro de la tela. Su lobo aullaba dentro de su cuerpo, restregándose como si hubiera encontrado un campo de lavanda.

Aspiró una vez más y se le escapó un gemido de placer. Sus párpados pesados temblaron, sentía que casi podía saborear aquel aroma. En su puta vida había olido algo tan exquisito como eso, ningún maldito ambientador podía hacer justicia a ese aroma. Se mordió la mejilla y apretó las piernas, intentando contener la erección que se levantaba contra su pantalón de chándal gris.

—Qué espectáculo —dijo Changbin, alejándolo un poco del subidón.

Fue capaz de mirarle entre las pestañas. Se había desplazado hasta la barra de la cocina y estaba bebiéndose una botella de agua con cara de asco. Minho podía imaginarse como debía lucir: ruborizado, con el pelo sucio, una toalla ajena en la cara y visiblemente excitado. Todo un desastre.

—¿De dónde has sacado esto? —gruñó, su voz raspaba, como si el lobo estuviera hablando también.

—Lo encontré por ahí —contestó, despreocupado—. Me debes un mes de cena.

—¿Lo viste? —insistió, oliendo una vez más—. ¿Es guapo?

Su amigo no contestó, en su lugar, decidió que era un buen momento para limpiar los platos sucios que llevaban allí desde la noche anterior. Minho quería saber, necesitaba saberlo todo. ¿Por qué Changbin tenía una toalla de ese omega? ¿Por qué olía tan fuerte? ¿Qué demonios había pasado entre ellos?

«Que se aleje del omega». Su lobo gruñía enfadado.

Los escenarios en los que Binnie volvía a casa un sábado con una toalla sucia que pertenecía al padre de Suni eran nefastos para él. Sobre todo teniendo en cuenta que Lee tuvo una semana de mierda y su alfa estaba preparado para descargar un poco de adrenalina con los puños.

«Binnie parece un buen saco de boxeo»

Agarró la toalla y dio una aspiración profunda más. Se llenó las fosas nasales y los pulmones de la esencia de ese omega al que no había visto en su vida. Se sentía como un maldito yonki, pero no podía evitar que su sangre hirviera y su sistema se revolucionara. Changbin iba a hablar o él lo haría hablar.

—Relájate, hyung —soltó, girándose en el momento en el que Minho se levantaba del sofá—, y tapa esa erección de quinceañero. —Lee gruñó, bajando la sudadera lo suficiente para cubrir su entrepierna.

—¿De dónde has sacado esto? —insistió.

—Como no calmes el nivel de agresión vamos a tener un problema. Estás alterando a mi lobo con esas feromonas de tarado.

—Changbin...

—¿Quieres comprobar quién gana en una pelea, Minho hyung? —Su amigo se secó las manos tranquilamente con un trapo. 

Quería calmarse, de verdad que sí.

Sabía que Changbin era capaz de destrozarlo en un par de golpes y no podía permitirse llegar al trabajo lleno de moretones el lunes. Bastantes problemas tenía ya como para que encima pensaran que era un pendenciero. Joder, tengo que tranquilizarme.

«Pero vio al omega...», gimoteó el animal.

—Por favor, Binnie... —rogó, tratando de sonar lo más sosegado posible, aunque dentro de su cuerpo estaba estallando la tercera guerra mundial—. ¿De dónde sacaste esto?

—Hoy fui a trabajar. Sabes que tengo grupos los sábados, ¿no? Los más pequeños tienen tres y cuatro años, son minúsculos, como tus niños del preescolar. —Minho lo miró desconcertado, no entendía dónde encajaba esa historia con lo que le estaba preguntando.

—¿Te encontraste al omega de camino? ¿Por qué la toalla huele como si hubiera sudado? ¿Te lo follaste, Binnie? —exigió una respuesta apretando con fuerza el pedazo de tela. Estaba gruñendo como un animal.

—Tuve tres alumnos nuevos en una de mis clases —continuó, como si no fuera con él.

—Binnie... —advirtió.

—¿Quieres saber cómo se llaman mis alumnos? —Lee asintió desesperado—. Entonces quiero la cena dos meses.

—Te compraré la cena durante un año si me lo cuentas todo de una puta vez —rugió, alterado. Los ojos de Changbin brillaron de satisfacción y sonrió.

—Mis alumnos se llaman Lee Felix, Han Suni y Han Jisung —contestó.

¿Qué? Jisung había estado en una clase de taekwondo. Jisung había estado cerca de Changbin, había sudado, seguro habría dejado su olor por todas partes. Minho lo miró anonadado y se dejó caer en el sofá sin entender una mierda. Odiaba a su amigo en ese instante, odiaba que tuviera tanta suerte como para haberse encontrado con ese omega.

—Entonces, lo viste —susurró, mirando el trozo de tela en su mano.

—Se parece mucho a la niña, tienen los dos cara de ratón, o algún animal así.

—Una ardilla —interrumpió Minho, cerrando los ojos. Se apoyó en el respaldo del sillón y puso la toalla sobre su cara. Casi ronroneó.

—Sí, una ardilla, exacto.

—¿Te lo follaste? ¿Por eso tienes la toalla? —Un objeto volante no identificado le golpeó la cabeza con precisión y se quejó. De todas formas, no apartó la felpa de su cara, aunque le dolía la frente.

—Deja de decir tonterías. Robé la toalla del cesto de la academia porque tenía que traerte una puta prueba, no pensé que te fueras a poner todo salvaje. Es la cosa más asquerosa que he hecho nunca y así me lo pagas, me siento como un stalker pervertido.

—Lo eres.

—Eres tú el que tiene ese trozo de tela sudado en la cara, pedazo de cerdo.

—Tú no lo entiendes, Binnie...

—Voy a ducharme. Vete preparando la tarjeta, porque vas a pagarle la cena a este stalker.

—No tardes en el baño.

—¿Ahora me vas a cronometrar la ducha, Lee?

—No, pero necesito usar el baño, Changbin —Apartó un poco la toalla para mirarle por el rabillo del ojo. Aprovechó para colocarse la erección—. Si lo prefieres puedo hacerlo aquí.

—¿Por qué no te vas a tu maldita habitación, onanista asqueroso? —Su amigo entró al baño farfullando.

—Date prisa y déjame el baño libre. ¡Y tráeme una foto la próxima vez!

—La avaricia rompe el saco, Lee —exclamó.

Minho sonrió, llevándose la toalla a la nariz otra vez.    

***

Cosas que igual son importantes: Minho es un bebé llorón gigante pero también es un poco puerco. 

Innie y Hyunjin tienen un montón de problemas que resolver.

Han es odioso a menudo.  

Changbinnie es mi bebé y le quiero mucho. 

¿Están ready para  ⋆⋆⋆⋆⋆? Me estoy comiendo las uñas de la emoción.

¡Nos vemos en el infierno, navegantes! 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top