41. Especial 2🔞🔥
🔞#AvisoDeSabroseo: Capítulo +18. Lean bajo su responsabilidad, si no les gusta este tipo de contenido les ruego amablemente que pasen de largo. #NoMeReporten
* Este relato transcurre dos años antes del comienzo de "Lavanda" *
Había pocas constantes sólidas en la vida de Jisung. Una era su pequeña hija Suni, un bebé adorable de apenas dos años que no hablaba claramente pero corría como una gacela en medio de la sabana. Otra era Hwang Hyunjin, el padre de la niña con el que, para suerte de ambos, nunca tuvo ninguna implicación amorosa (porque aquello hubiera sido un desastre absoluto). La tercera constante en la vida de Han era Felix.
El hermoso, talentoso, malhablado y estridente Felix.
Conocía al chico hacía apenas un año pero ya podía afirmar sin temor a equivocarse que estaba absolutamente en sintonía con él y tan cerca de enamorarse que a veces daba miedo. Daba igual que también fuera omega y que a Jisung siempre le hubieran gustado los alfas. Porque el chico era el ser humano más perfecto del universo.
«Nos voltearon como tazo», y el chucho tenía razón.
Jesucristo, ¿quién podría resistirse a un hombre así?
No era ajeno a la boca maldiciente de Felix, se besaban tan a menudo que se había convertido en su saludo personal. Y, normalmente, Jisung podía mantener esos deseos indecorosos bajo llave, mitigados por algún alfa que encontrase con el que poder compartir un rato sin compromiso. El problema era que el omega olía especialmente bien esa noche.
Después de cinco horas de baile desenfrenado y copas para calmar la sed, uno esperaría que oliese a sudor sucio, a alcohol y a un montón de cosas repugnantes. Y sin embargo, el aroma a fresas recién cortadas estaba intoxicándolo.
—¿Estás cerca de tu celo? —preguntó, aspirando sin vergüenza el aire en la habitación. El muchacho ladeó la cabeza, a medio camino de sacarse la camiseta que llevaba puesta. Sus ojos se desviaron directamente al perfecto pack de seis en su vientre. Se imaginó a sí mismo lamiéndolos y se sonrojó.
—Hmm... Todavía queda una semana —aclaró el chico, quitándose del todo el pedazo de tela impía que cubría su apolínea figura. A Han se le hizo la boca agua—. Tú pareces estar más cerca que yo —bromeó, con una sonrisa ladeada y un guiño coqueto.
Las mejillas de Jisung se calentaron y apartó la vista, mortificado porque sus feromonas habían respondido a la situación. Se tumbó en la cama, haciéndose un ovillo y dándole la espalda. Escuchó como Felix entraba en el baño y se daba una ducha rápida, la misma que se dio él previamente. Cerró los ojos con fuerza cuando el agua dejó de correr, huyendo de las imágenes que se repetían en su cabeza.
Jisung estaba cerca de su celo, pero ese no era el problema. Había deseado a Felix de esa forma en muchas, muchísimas ocasiones. El problema era que hoy lo pillaron con las manos en la masa. O bien, con las feromonas en la masa. Lo que sea.
Cuando su amigo entró a la cama la cosa empeoró, ahora no solo olía a fresas, sino a su propio jabón. Y, por supuesto, tuvo que enganchar la cintura de Jisung y arrastrarlo inmediatamente contra él, como hacía cada vez que dormían juntos. Cerró los párpados con fuerza, respirando por la boca y concentrándose en que su olor no delatara lo excitado que estaba.
La mano entró bajo el dobladillo de su camiseta y le tocó el vientre. Estaba fresca y contrastaba contra su barriga ardiendo por el deseo, tanto que no pudo evitar un suspiro de placer. Felix soltó una risita a su espalda y se pegó más al perfil de su cuerpo. Un jadeo se le atoró en la garganta cuando sintió su trasero acomodarse contra la entrepierna del pecoso.
La mano traviesa subió el dobladillo, levantando la camiseta que usaba para dormir. Un segundo después, se paseaba por la extensión de su pecho como si aquel fuese el lugar al que pertenecía. Tuvo que gemir cuando rozó su pezón con el pulgar mientras su boca dejaba un beso en su nuca.
—¿Qué estás haciendo? —gruñó, tomándolo de la muñeca. Aunque no sabía si quería detenerlo o redirigir su pequeña mano a la polla que ya estiraba vergonzosamente la tela de sus calzoncillos.
Debí ponerme un pantalón.
—¿No quieres sentirte bien, Sungie? —susurró el desgraciado, justo sobre su oreja.
Su voz fue como una descarga doscientos millones de voltios en su sistema nervioso; como si le hubiera caído un rayo directamente en el cerebro y ahora fuera solo un charco sin raciocinio. De hecho, su ropa interior empezaba a estar lo suficientemente húmeda para que el otro lo notara, así que casi era un charco, literalmente.
—Lix... Ahhh... —Los dientes del chico mordieron su cuello y esta vez el quejido fue como el del protagonista de una película porno.
Los dedos de Felix se asieron a su pezón, rodándolo con delicadeza, tirando lo suficiente para encenderlo. Jisung se sentía en el aire, como si estuviera soñando. Su propio aroma se intensificó, aunque era incapaz de luchar contra la potencia de las feromonas del australiano. Su amigo olió ruidosamente su cuello, aspirando directamente sobre su glándula. El aliento cálido le hizo estremecer y la punta de la nariz ajena acarició el costado de su cuello.
Jisung frotó sus piernas juntas, más cachondo de lo que recordaba haber estado en muchísimo tiempo. Estaba duro, húmedo, caliente y sensible. Su lobo salivaba en su cabeza mientras él jadeaba como si, efectivamente, estuviera en celo.
—Joder, qué bonitos sonidos haces... —aseguró Felix, su voz lo lanzó de cabeza a un lamento entrecortado. Su ropa interior era un auténtico desastre a esas alturas—. ¿Puedo tocarte, Sungie? —añadió, con su mano recorriendo el camino de vuelta hasta su ombligo.
«Tócame, tócame, tócame, tócame», aulló desesperado el chucho.
Han estaba confundido, bien, confundido y jodidamente excitado. El lobo era todo instinto, no solía reaccionar así ante los omegas, aunque el olor de Felix fuera tan intenso y posesivo como el de un alfa en ese momento.
Él quería que lo tocara, quería que hiciera mucho más que tocarlo, para ser sinceros.
—Sí, por favor... —rogó, olvidándose de la vergüenza y de las desagradables consecuencias que podría acarrear acostarse con el único amigo que había logrado hacer en los últimos años.
—Vamos a quitarte esto, cariño —instruyó el muchacho, tirando el último tramo de la camiseta para lanzarla fuera de la cama. El pecho de Felix estaba contra su cuerpo, diosa Luna, tan cálido y duro como sabía que era. Un instante después, sus calzoncillos corrieron la misma suerte.
Y entonces toda su parte trasera estaba cubierta por el australiano, desde la nuca hasta sus pies enredados. Su rayo de sol estaba tan desnudo como él, con el frescor de la ducha desapareciendo para reemplazarlo por el calor de la excitación que chisporroteaba en el ambiente.
Jisung sentía que le faltaba el aire, cuando se dio cuenta de que la polla dura de Felix se alojaba entre sus nalgas. Hubo un movimiento suave, tanteándolo, y su cuerpo respondió con un nuevo chorro de lubricante y una explosión de feromonas excitadas con olor a lavanda.
La mano del chico siguió su camino desde el ombligo hasta el miembro de Han, sus dedos pequeños se cerraron como un cepo a su alrededor y se movió una vez más, con más decisión. No pudo evitar el resoplido complacido.
Felix lo soltó un segundo, sorprendiéndolo cuando su mano fue directamente a su raja húmeda. Sus pulmones ardían cuando lo acarició, estimulando su borde lo suficiente como para hacerlo estremecer. Cuando se apartó de él, Han lo echó de menos instantáneamente. Pero no tuvo tiempo para quejarse, la mano húmeda envolvió de nuevo su eje, arrancándole una maldición de los pulmones cuando empezó a masturbarlo sin preámbulos
—¡Felix! —exclamó, temblando.
—¿Qué pasa, Sungie? —preguntó, el barítono hizo retumbar sus huesos y su polla se tensó más entre los dedos ajenos.
—Es... Esto...
—¿Qué pasa con esto? —Mordisqueó su cuello, desconcentrándolo. Seguía masturbándolo cuando empezó a restregarse contra él, moviéndose como si estuviera follándolo. Y, joder, tenía muchas ganas de lo que follara.
—Esto... ¿está bien? —dudó, mortificado por la situación y excitado por todos los lugares en los que sus pieles hacían contacto.
—Claro que sí, está perfectamente bien —aseguró, besándolo en la mejilla muy suavemente—. Somos amigos, cariño, y adultos que consienten, ¿verdad?
Jisung no contestó, así que el muchacho soltó su entrepierna para trasladarlos hasta que estaba tumbado boca arriba. Felix se cernió sobre él, mirándolo a los ojos. Han sentía sus mejillas tan ruborizadas que sabía que estaría como un tomate. Lo besó una vez más, en esta ocasión sobre los labios. El sabor de su saliva encendió unas cuantas hogueras más en su cuerpo tembloroso.
—¿Quieres que me detenga? —cuestionó, dejando pequeños toques en sus mejillas. Jisung sintió la ansiedad apretándole el vientre.
—No, Felix, no quiero que pares —contestó, acariciando los mechones negros del muchacho entre sus dedos. Lo atrajo de nuevo para besarlo, para confirmarle con sus labios que si se detenía Jisung se iba a morir entre terribles sufrimientos.
Un segundo después se subía sobre su cuerpo a horcajadas y era la primera vez en su vida que sentía la humedad de otro omega sobre su polla. Casi se corrió cuando el pecoso se restregó contra él.
—¿Alguna vez has sido activo? —interrogó, elevándose hasta que estaba completamente sentado sobre su bulto. Jisung gimió, negando con la cabeza. Sus manos se dispararon hasta las caderas de Felix, apretándolas para buscar más fricción. El chico se rio—. ¿Quieres hacerlo?
—Sí, por favor —contestó a duras penas, apretando los dientes para no correrse como un adolescente con la simple imagen en su cabeza.
Felix se levantó, rebuscando en el bolso que había dejado en la cómoda. Estaba gloriosamente desnudo, su cuerpo era todo líneas duras, músculos definidos y piel clara. Con la luz tenue que entraba por la ventana no podía distinguirlos, pero sabía que tenía algunos bonitos lunares en su espalda. Cuando volvió a la cama, sostenía una tira de preservativos que dejó caer junto a Jisung.
Gateó sobre sus piernas hasta que sus manos sostuvieron la polla imposiblemente dura de Han. La bombeó un par de veces y Jisung tuvo que morderse el interior de la mejilla y cerrar los ojos. Escuchó el envoltorio del preservativo rasgarse y un segundo después enfundaba su eje con precisión.
—Yo... —balbuceó—, es prácticamente imposible... Que... ahhh —Felix se elevó de nuevo sobre su cuerpo, sintió la punta de su propia polla en el borde ajeno—. Somos... somos omega...
—Ya lo sé, cariño, pero prácticamente imposible implica un nivel de probabilidad con el que no estoy dispuesto a jugar —aseguró, asertivo, justo antes de empalarse de un golpe en el miembro de Han. Los dos gimieron, Felix áspero y grave, apoyando sus manos sobre su pecho—. Demasiado rápido —se quejó, removiéndose incómodo—. El alcohol me hace impaciente.
Si yo te contara, pensó.
Tardó algo menos de un minuto en acomodarse, Jisung podía entenderlo, había pasado toda su vida sexual activa en el lugar en el que Felix estaba en ese momento. No es que su polla fuera la gran cosa, joder, de hecho, su amigo tenía un aparato bastante más grande, demasiado para un omega. Pero todavía era una intrusión extraña y ni siquiera lo había preparado adecuadamente, a no ser que...
—Felix —reclamó, abriendo los ojos. Él lo miró—, te preparaste en la ducha. —Era una afirmación. Su amigo sonrió de medio lado antes de subir sus culo y caer sobre sus caderas.
El mismo rayo que lo había golpeado antes, volvió a caerle; doscientos millones de voltios electrificando su sistema nervioso. Gimió desesperado, se aferró a la cintura de Felix cuando el muchacho estableció un ritmo castigador, subiendo y bajando sobre su polla.
El calor alrededor de su miembro era enloquecedor, sentía el interior de su amigo aferrándolo, presionándolo. Estaba abrumado, sobrecogido por la sensación, el aliento salía de sus pulmones en resuellos ahogados y todo lo que podía hacer era encontrarse con sus embestidas moviendo sus propias caderas.
Era divino, sucio y exquisito, el chapoteo de su lubricante sonaba cuando impactaba con la piel de Jisung. Su propio trasero estaba resbaladizo y era, tal vez, la sensación más extraña y excitante que había tenido nunca. Impulsado por el instinto, cerró su mano en la polla de Felix, tal vez era un novato en esto de ser activo, pero sabía cómo hacer una paja y, sobre todo, sabía lo que le gustaba que le hicieran.
Acompasó el movimiento de sus caderas al de su mano, mientras la otra seguía en la cintura ajena, manteniéndolo firme. Felix gruñó, clavando sus uñas en el pecho de Jisung. Se veía destrozado, bonito y salvaje, su olor explotando, impregnándose en cada esquina de su habitación mientras el sudor volvía a cubrirlos a ambos.
El australiano lo cabalgó con destreza, como si sus muslos no estuvieran ardiendo por el esfuerzo y estuviera acostumbrado a moverse de esa manera. Buscó por sí mismo su placer, exprimiendo a Jisung en el intento. Se apretó como una prensa en el instante en el que su eje se estrelló contra su próstata, la mano con la que lo masturbaba se manchó del líquido preseminal que salía a goterones de ese eje.
—Lix... Lixie... Voy a correrme —lloriqueó, esperando que ralentizara esa velocidad castigadora. Pero, aparentemente, ese tarado tenía planes bien distintos.
En lugar de hacerlo más fácil para Jisung, aceleró el paso, cayendo con chasquidos obscenos contra sus caderas. Los pequeños dedos tiraron de sus pezones y a Han se le nubló la vista. Estaba demasiado apretado, demasiado excitado, demasiado... todo. Cuando una ráfaga de aroma a fresas lo cubrió, no pudo evitar gritar, con los ojos en blanco y los dedos apretados alrededor de la cintura de Felix.
—Córrete, quiero ver lo bonito que es mi omega cuando se corre. —Y eso fue suficiente.
Jisung llegó al orgasmo con un ruido agudo escapándose de su garganta, enterrándose en el culo húmedo y cálido de Felix. Temblando, sintió como el pecho del chico se unía al suyo, sus labios estaban en su mandíbula y su barbilla. Los toques ligeros lo trajeron de vuelta a la tierra.
—Buen trabajo, cariño —aseguró, metiendo la lengua en su boca, tragándose los gemidos que seguían saliendo de ella. No tuvo tiempo para recuperarse del clímax cuando Felix, con su asta todavía dura, se apartó de él con una sonrisa complacida.
Le quitó el preservativo y Jisung siseó. Lo ató con diligencia y lo envolvió en un par de pañuelos que siempre había sobre su mesilla de noche.
—Lixie... —gimoteó—, quiero... quiero ayudarte —reclamó, tomándolo de la muñeca. Los ojos oscuros brillaron como dos faros en la oscuridad de la habitación.
—Está bien, Sungie, no te preocupes...
—Por favor... —rogó una vez más, volteándose boca abajo—, vamos, rayo de sol, tu omega quiere darte placer.
Y gruñó. El atractivo omega al que acababa de follarse gruñó como un alfa. Han siempre había tenido algo especial con la voz de Felix. Solía estremecerse cuando le hablaba al oído y era posible que su pene hiciera algún movimiento interesado de vez en cuando. Pero oírlo hacer ese ruido tan grave y masculino, era algo totalmente distinto. Las piernas de Han temblaron y tu culo insaciable se mojó aún más. En su defensa, todavía no había tenido nada dentro. Y el eje de Felix parecía perfecto para encajar allí.
—Santo infierno —maldijo el australiano, acariciando con devoción sus nalgas.
Separó los globos clavando sus dedos expertos en la carne. Su índice recorrió su raja húmeda lentamente, desde el perineo hasta el coxis, enviando pequeñas descargas a los nervios sensibles de Han. Hundió ese dígito lentamente, presionando sus paredes.
Jisung resopló complacido, levantando más su culo para presentarse ante él. Aplastó la mejilla contra su almohada y cerró los ojos, disfrutando de cómo Felix lo dilataba con calma. Tuvo que agradecerlo, esa suavidad, justo después de su devastador orgasmo, fue lo necesario para tenerlo goteando en unos minutos. Los dedos pequeños y regordetes entraban y salían de él con calma, primero uno y después dos, tijereando en el espacio y dejando ligeros besos en sus nalgas de vez en cuando.
—Qué bonito eres, Sungie... —susurró, dibujando con sus labios el camino de sus vértebras hasta que cubrió su espalda con su cuerpo—. Mi bonito omega...
Jisung maulló un sonido, su mente estaba hecha papilla, sus piernas temblorosas lo sostenían a duras penas y trataba de buscar la estimulación para volver a correrse. Felix evitaba su próstata deliberadamente, solo rozándola de vez en cuando, centrándose en aflojar su agujero.
—Vamos, por favor —suplicó—, te necesito...
—Por supuesto, cariño —murmuró el otro, besándolo en la nuca.
Sacó sus dedos de su cuerpo y escuchó el trajín del envoltorio del preservativo de nuevo a su espalda. Un estúpido pensamiento pasó por su cabeza: le hubiera gustado haberse encontrado a Felix el día de su graduación, que le hubiera dicho, incluso borracho, que usaran condón. Hyunjin y él quería mucho a Suni, pero hubiera sido mejor tenerla cuando no fuera un becario, cuando su vida fuera estable, quizá con alguien a quien amara de verdad.
—¿Estás bien, Sungie? —preguntó de pronto, acariciando su costado—. Tu olor fluctúa...
—Sí... sí... —declaró, deshaciéndose de la neblina de su mente—, date prisa, Lixie, te deseo.
El chico besó sus hombros con ternura, su glándula de olor y su mejilla. Se metió dentro de él despacio, una pulgada a la vez. Jisung se sentía pleno cuando sus nalgas tocaron contra las caderas ajenas. El eje de Felix lo llenaba tan bien que respiraba entrecortadamente.
Demasiado grande para ser omega.
Hubo un movimiento de caderas tentativo y un gemidito de Jisung antes de que empezara a follarlo apropiadamente. No fue rápido esta vez como cuando estaba encima de él, sino lento y calmado. Besó su espalda, acarició sus brazos y su pelo, le susurró dos mil veces al oído lo bonito que era, lo bien que lo hacía, lo muchísimo que lo quería. Han no sabía si estaba a punto de correrse o de echarse a llorar.
—Te amo, mi rayo de sol —gimió, las embestidas certeras se centraron en su olvidada próstata. La diestra de Felix lo masturbaba casi dolorosamente mientras seguía follándolo.
—Yo también te amo, Sungie, eres mi omega, siempre serás mi omega —declaró, mordisqueando su glándula de olor.
Sus fragancias se mezclan en el aire, la habitación cargada de fresas frescas y lavanda. Lentamente, como si subiera una montaña, el orgasmo de Felix llegó primero. Con gemidos graves en su oído y sus manos enredadas alrededor de su cuerpo. Perfumó su cuello, declarándolo tan suyo como él ya se sentía. Un par de embestidas después, el climax golpeó a Jisung obligándolo a cerrar los ojos y abrir la boca con un grito silencioso. Estalló sobre la cama, derramándose en las sábanas revueltas, mientras el australiano todavía lo mantenía sujeto a él. Solo por un segundo, deseó tener un nudo dentro de él.
Cayeron sobre la tela sucia como un montón de extremidades enredadas, respirando pesadamente y empapados en sudor. Felix se quitó el condón y lo dejó junto al otro. Jisung miró al techo, de repente un poco asustado de lo que sea que fuera a ocurrir. ¿Perdería a su amigo ahora? ¿Tendrían que hablar de eso? ¿Se pondría todo incómodo y raro? Mierda, ¿qué he hecho?
—Vamos, tenemos que ir a ducharnos otra vez —se quejó Felix, tirando de su mano para sacarlo de la cama.
Se arrastraron en silencio hasta el baño y no pudo más que obedecer cuando lo empujó dentro de la mampara. El australiano agarró la alcachofa móvil y apuntó a su cuerpo. El agua cálida relajó aun más sus músculos de gelatina y no creía que fuera a aguantar mucho más de pie. Se volteó para buscar su esponja, pero no estaba allí.
—¿Dónde está mi esponja?
—La tiré —respondió el chico, llenándose las manos de gel para frotarlas por el pecho de Jisung despreocupadamente.
—¿Por qué? La compré hace poco...
—Esa mierda tenía un ecosistema tan desarrollado que empezaban a usar herramientas, Jisung —Lo miró fijamente por uno, dos, tres segundos. Y entonces estalló con una carcajada ruidosa.
Su risa hizo eco en los azulejos del baño y contagió al australiano pecoso. Lo golpeó suavemente en el hombro amonestando por la pérdida de su amada esponja y Felix le dio una sonora nalgada enjabonada. Terminaron de limpiarse antes de que encendiera la ducha y los aclarara, entre resoplidos de risa.
Se secaron el uno al otro, con sus cuerpos cerca, tocándose, sintiéndose, oliéndose. Salieron desnudos del baño y cambiaron las sábanas igual, ni siquiera se molestaron en ponerse calzoncillos cuando se tumbaron bajo el edredón limpio.
—Te quiero mucho, Lixie —susurró Jisung, abrazando con fuerza a su amigo.
—Yo también te quiero, cariño.
—Esto no... ¿No cambiará las cosas? ¿No se pondrá raro? —preguntó en voz muy baja, aterrorizado por la respuesta.
—Claro que no. Ya eras mi omega antes de que esto pasara. Y sé que te gustan los alfas. Esto ha sido... unos besos de panas.
—¿Besos de panas? —carcajeó, apartándose lo suficiente para mirarlo a los ojos.
—Claro, Sungie, para reforzar la amistad.
—Eres estúpido —insultó, dandole un beso más en los labios.
—Estupido y todo, me amas.
—Más que a nada, rayo de sol.
***
Ustedes piden y yo obedezco, navegantes. Aquí está el Jilix que me reclamaron.
Subí una historia Hyunlix + Minsung muy JOT🔞🔥, denle un poco de amor:
Hyunjin sobrevive en Tokio como trabajador de un host club. Su vida cambia el día que su amigo Jisung le presenta a un hermoso hombre que hará tambalearse todos sus cimientos.
Felix es un ángel profano, una zorra insaciable, la caja de Pandora que guarda todas las armas para destruir a Hyunjin. "Abierto ante él, ofrecido como una perra sin dignidad y, todavía, viéndose tan sagrado como un dios. Igual de venerable, igual de cruel".
¡Nos vemos en el infierno!
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