40. Especial 1🔞🔥
🔞#AvisoDeSabroseo: Capítulo +18. Es solo porno autocomplaciente. Lean bajo su responsabilidad, si no les gusta este tipo de contenido les ruego amablemente que pasen de largo. #NoMeReporten
Demasiado lejos. El apartamento de Jisung estaba demasiado lejos. Su propia casa estaba demasiado lejos. Cualquier cosa que no estuviera a dos metros a la redonda estaba demasiado lejos.
El omega gimió, retorciéndose en su asiento. Tuvo un déjà vu de la primera vez que lo vio en Miroh, borracho, hermoso y travieso. Ahora no estaba borracho, de hecho, el que estaría borracho sería él si ese olor no dejaba de saturar el ambiente dentro de la cabina. Pero la situación era la misma: Minho intentando mantener la compostura y Han jadeando en el asiento del copiloto.
Su lobo se revolcaba, goloso y hambriento, impregnándose de la lavanda que colmaba el aire.
—Hyung... —resopló el muchacho cuando dio un frenazo particularmente fuerte.
Se atrevió a mirarlo y se arrepintió instantáneamente. Apenas quedaba un botón abrochado en su camisa blanca, el pecho lampiño de color miel brillaba bajo la luz del sol. Tenía una ligerísima capa de sudor cubriéndolo. Juntó las piernas con su aliento saliendo a bocanadas y frotó su bulto agresivamente.
Definitivamente cualquier sitio que estuviera a menos de dos metros a la redonda estaba demasiado lejos.
Minho abrió las lunas del coche, las cuatro. El aire entró y ventiló un poco el ambiente cargado mientras conducía rozando el límite de velocidad. De hecho, esperaba alguna multa porque no pensaba volver a parar en ningún semáforo.
Nunca había estado tan cerca de un Jisung en celo. A pesar de que lo había deseado durante tantísimo tiempo, desde el día que se fue de la discoteca colgado del brazo de Bang Chan, respetó su decisión de pasarlos solo. Y pretendía que esta vez fuera igual. Quería llevarlo a su casa, darle dos supresores y largarse lo más rápido posible. Pero ese bendito olor estaba atrofiándole los sentidos.
—Hyung, por favor —gimió, aunque no sabía qué estaba pidiendo.
—Ya llegamos, solo unos minutos, Hannie —respondió, respirando por la nariz para evitar su esencia.
Una mano aterrizó en su muslo repentinamente y la sensación de déjà vu se multiplicó por diez. Jisung siempre tuvo algo con sus muslos, igual que él lo tenía con su culo respingón y sus bíceps escandalosamente fibrados.
Los dedos del omega apretaron por encima del vaquero, amasando, subiendo sin vergüenza hacia el bulto innegable que pedía atención. Se le escapó un jadeo cuando lo presionó con el talón de la mano.
—Vamos a tener un accidente, Hannie —se quejó, agarrando con más fuerza el volante e hinchando sus pulmones con el viento que se colaba por las ventanas abiertas.
Por supuesto, lo ignoró. Su mano frotó con más brío y se dio cuenta de que había desabrochado sus propios pantalones y tenía su diestra dentro. Minho sintió la excitación burbujeando desde su centro, llenando aún más su erección que sufría el trato del desconsiderado omega. Pensó que podría correrse de esa manera, que si seguía tocándolos a los dos, estallaría en sus pantalones mientras conducía por las calles de Seúl a las cuatro de la tarde de un sábado cualquiera.
Tomó la muñeca del omega con fuerza, apartándola de su entrepierna, y gruñó.
—¡Basta! —rugió. El otro gimoteó, entre excitado y sobresaltado.
—Alfa...
—¡No! —interrumpió—. Pórtate bien, Jisung, estamos a punto de llegar a tu casa.
De nuevo, le importó una mierda. Las órdenes, lejos de calmarlo, encendieron más el celo del chico. Su olor era agobiante incluso con los cristales bajados, su respiración era más dura y sentía que se movía más rápido. Minho sabía que la mano que estaba dentro de sus pantalones estaba moviéndose porque la veía por el rabillo del ojo, pero no se atrevía a darle una mirada completa. Ni siquiera se atrevía a soltar la muñeca que mantenía firmemente contra su palma.
Divisó el edificio justo enfrente, dándole gracias a la Luna por la paciencia cósmica con la que lo había proveído. Si fuera otra persona, si tuviera un poco menos de aguante, hubiera desnudado al chico y estaría destrozándolo contra el salpicadero en ese momento. Le daría igual acabar en un calabozo por escándalo público.
Soltó el brazo ajeno solo lo suficiente para aparcar el coche mal. Tampoco iba a estar mucho allí, solo lo llevaría a su casa, le daría los supresores y huiría para masturbarse como un mono en cuanto cruzase la puerta de su propio apartamento.
Salió del coche y dio la vuelta para sacar al chico:—Vamos, Hannie, subamos a casa.
—Minho hyung, estoy tan mojado —murmuró un poco ido.
Lo tomó firmemente de la cintura mientras entraban al edificio e hizo todo lo posible por fingir que no lo había escuchado. No necesitaba saber cómo de mojado estaba, podía olerlo, seguramente pudiese olerlo todo el mundo en su bloque. El aroma tenía una nota dulce y especiada, como una tarta decorada con lavanda. Su propio olor a café pugnaba por cubrir al omega, por hacerle saber a todo el mundo que era suyo, que tenía un alfa. Cuando entraron al ascensor, el joven atacó sin piedad.
Trepó sobre su cuerpo, empujándolo contra la pared trasera. Tiró de su jersey agresivamente, descubriendo su cuello. Mordió con rabia, lamiendo la piel sobre su glándula de olor y Minho rodó los ojos, enroscando su brazo en la cintura estrecha.
Con su otra mano, agarró el trasero blando y mojado. Joder.
«Mío, mío, mío, mío...», su lobo enloqueció en su cabeza, aullando como un poseso cuando Jisung gimió, restregando sus bultos juntos.
El ramalazo de placer le nubló la vista. Su cuerpo no era suyo, como si ya no le perteneciera. Los labios del chico castigaban su cuello y agradeció que todavía no hiciera mucho calor porque seguramente tendría que usar cuello alto por una buena semana.
Se dijo a sí mismo que podía tener esto, solo un poquito de él. Que no estaba mal si solo amasaba ese bonito culo que tanto le gustaba follar. No era como si fuera a acompañarlo en su celo...
No, no, no.
«Sí, sí, sí. Omega necesita a alfa»
Tomó casi toda su fuerza de voluntad para separarse de él cuando el ascensor se abrió en su piso. Empujó al muchacho por el pasillo y lo vio apoyarse contra la pared junto a su puerta. Se veía libertino con el pelo pegado a la frente, los labios rojos llenos de saliva y el cuerpo brillando por el sudor. Ni siquiera se había abrochado el pantalón cuando salió del coche.
—¿Te gusta lo que ves, alfa? —preguntó el demonio, con los pulgares en la cinturilla roja de sus calzoncillos Supreme.
Apartó los ojos de aquella fantasía hecha realidad. Tuvo que poner la clave tres veces para que abriera y, cuando lo hizo, casi lanzó al chico dentro y cerró con un portazo sonoro.
Debió sonar como un disparo de salida, porque Jisung empezó a desnudarse más rápido de lo que jamás lo había hecho. Y, mierda, el chico era muy rápido para quitarse la ropa y para quitársela a Minho.
Sus pantalones estaban manchados cuando cayeron al suelo ante él. Su olor lo cubrió todo, cada mínimo centímetro del recibidor olía intensamente a lavanda. A lavanda y a excitación y omega en celo, dispuesto, preparado, húmedo, fértil... Minho iba a enloquecer si no se marchaba de ahí en ese instante.
—Voy a llamar a Felix para que venga a cuidarte. Tengo que irme —soltó, dándose la vuelta.
—¡¿Qué?! —graznó, sus manos se cerraron en su brazo como un cepo cuando iba a voltearse para marcharse—. ¡¿Qué coño dices?!
—No puedo quedarme más, no puedo estar aquí, hueles... Es demasiado —confesó, apretando el pomo de la puerta, alejando la mirada del omega semidesnudo.
Hubo unos segundos de tenso silencio. No podía escuchar nada más que el zumbido en sus orejas, los aullidos desesperados de su lobo y la respiración entrecortada de Jisung.
—¿No quieres pasar el celo conmigo? —murmuró en voz baja, tan sigiloso que casi se lo perdió porque su animal estaba montando un escándalo en su cerebro.
—Hannie...
—No quieres... No quieres pasar el celo conmigo —tartamudeó. No era una pregunta, Minho se atrevió a mirarlo.
—Jagi, quiero pasar el celo contigo, pero no estás en tus cabales... No puedo considerar esto un consentimiento y no quiero que te arrepientas cuando termine —murmuró, todavía mirando a la pared.
El maestro no había estado nunca con él en sus celos, pero sabía que llegaban rápido y lo golpeaban hasta dejarlo fuera de servicio. No sabía cómo de rápido, antes de ese viaje en coche, no tenía ni idea de que el calor de Jisung escalaría como fuego en paja seca.
—Pero quiero esto —reclamó—, quiero que te quedes y me ayudes. Quiero estar contigo...
—Jisung, son tus instintos hablando.
—Hay que seguir los instintos, tú seguiste tu instinto a pesar de que creías que yo tenía pareja. No puedes ser hipócrita ahora.
—No soy hipócrita, solo quiero que hablemos de esto cuando no estés en celo. Entonces decidirás si quieres que pase tu próximo calor contigo...
—¡Pero eso será dentro de tres meses! —chilló. Minho se volteó para ver el puchero caprichoso en sus labios. Parecía un niño con una rabieta. Tuvo que contenerse para no arrullar y abrazarlo.
—Hannie, esto es algo que tenemos que...
—Cállate —escupió con rabia. Se sorprendió tanto que tuvo que mirarlo.
Jisung rebuscó en su pantalón vaquero desechado hasta que encontró el móvil. Marcó y puso el manos libres. Felix contestó al tercer timbre.
—¿Qué pasó ahora?
—Lixie, dile a Minho hyung que quiero pasar el celo con él. —El alfa abrió los ojos como si fueran a salirse de las órbitas.
—¿Qué? ¿Acaso no le quedó claro? ¿Te pusiste a llorar otra vez, Jisung?
—No me puse a llorar —se defendió.
—A veces llora, Minho hyung, y es muy demandante. Y se olvida de que tiene que comer, no lo consientas en todo porque si fuera por él ni se bañaría. Perfuma el edredón y dale tu ropa, y no lo ayudes a hacer el nido o se enfadará... Bueno, follad mucho, muy sucio y por todas partes. Limpiad la casa después.
—¡Lo ves! —dijo Jisung, mostrándole el teléfono como si las palabras de Felix fueran suficientes para convencerlo de tirar a un lado sus principios y follarlo contra la pared en ese instante.
Que, por otra parte, era exactamente lo que quería hacer.
Este hombre me va a costar la salud.
—Felix, tengo que hablar de esto con Jisung cuando no esté en celo, no hemos pasado nunca su celo juntos...
—Hazme el favor de callarte, Minho hyung. Ese imbécil que probablemente está desnudo y chorreando quiere que lo folles, quiere tu nudo unas veinticinco veces al día sin estar en celo —interrumpió con un gruñido—. Puedes imaginarte cómo será cuando esté en calor.
—Pero el consentimiento...
—Joder, pensé que te lo habría dicho antes —farfulló—. Mira, Jisung es bastante lento para estas cosas y le encanta hacerse el tímido.
—¡Sigo aquí, Lixie!
—Como decía, es lento y tímido. Quiere pasar el celo contigo, lo quiere desde hace mucho tiempo, pero parece que no puede hacerse cargo como un adulto y decírtelo. Así que te lo digo yo: tu omega está deseando que lo folles, lo anudes y lo rellenes como un pollo en el samgyetang.* ¡Pasadlo bien!
*N/A: el Samgyetang es una receta coreana de pollo relleno guisado. Es la que hacen en Skz Code EP 10 (en la que Lino le grita "Yongbokah!" al pollo).
Colgó, dejando a un Minho tembloroso por sus palabras y las explícitas imágenes que se sucedieron en su cabeza. Su lobo aullaba, gruñía y rasguñaba dentro de él. El aroma a café se expandió por el recibidor uniéndose al de la excitación de Jisung.
Las aletas de la nariz del omega se abrieron, capturando el aire con una aspiración sonora que terminó en un gemido. Los huesos de Minho reverberaron al escucharlo. El chico dejó el teléfono sobre el mueble de la entrada con un movimiento calculado. Salió de los pantalones que seguían a sus pies y dio un paso hacia él.
Todo parecía ocurrir en cámara lenta, como si acabara de sacarle el seguro a una granada y tuviese 40 segundos para huir. Solo que su cuerpo no estaba de acuerdo con eso de la huída y tampoco su lobo. Jisung lo miró fijamente con las pupilas dilatadas, el sol del atardecer pintaba de naranja su piel. Minho solo quería tocarlo, poner sus manos sobre él para maravillarse una vez más con el contraste obvio entre su palidez y la extensión bronceada de Han. Quería secar la pequeña gota de sudor que bajaba por el costado de su garganta. Necesitaba saborear el intensísimo lubricante que sabía que estaba manchando los calzoncillos blancos.
—Jisung, ¿recuerdas cómo es durante mis rutinas? —dijo en voz muy baja, el muchacho asintió, dando otro paso hacia él—. Es probable que se ponga peor —confesó, abriendo figuradamente los candados que ataban las cadenas de su lobo—. Estoy seguro de que va a ser mucho peor.
—Alfa...
—Es tu última oportunidad para arrepentirte —gruñó, estirando el brazo para que se mantuviera a distancia—. Tu olor me está volviendo loco. Me estás haciendo perder la cabeza, Jisung.
—Quiero esto, jagi —afirmó, mordiéndose el labio inferior.
Estaba tan cerca que Minho podía estirar los dedos y rozarlo con el brazo que mantenía firmemente extendido entre ellos. Era la última barrera de contención, el último instante de calma antes de que su lobo se hiciera cargo para dominar a Jisung. Mierda, su polla iba a explotar en sus pantalones si no estaba en ese culo chorreante en el próximo minuto...
—Voy a joderte mal, Han Jisung —amenazó, el aroma del omega burbujeó, como si esa advertencia fuera la promesa de un helado en un día caluroso.
El omega tomó su muñeca con fuerza y pegó su mano al pecho sudado que subía y bajaba. Minho gimió, su pulgar buscó automáticamente el sensible pezón para apretarlo. Las rodillas de Han temblaron visiblemente y tropezó, cayendo directamente a sus brazos.
—Hazlo de una puta vez, hyung, destrózame mal —rogó, con una sonrisa de suficiencia.
Un segundo después, mordió su cuello con fuerza y fue el turno de Minho para gemir en voz alta. Sus dedos se clavaron en la carne desnuda de su espalda mientras su diestra bajaba hasta los calzoncillos blancos. Se besaron desordenadamente justo antes de que Lee presionase su palma contra la tela mojada. El jadeo de placer lo hizo separarse de sus labios y lo empujó sin cuidado contra la pared.
Maltrató el cuerpo delgado para ponerlo de cara a la superficie y se agachó a su espalda. Poseído por el lujurioso empuje del celo de Han, pegó su cara a la ropa interior, abriendo las nalgas con los dedos hasta que la tela blanca se coló entre ambas. Aspiró el olor desde la fuente, sintiendo la humedad en su cara a través del tejido. Separó más los glúteos y soltó uno de ellos para tirar del slip hacia arriba.
Nueva fantasía desbloqueada. Ahora necesitaba desesperadamente ver a Jisung usando tanga.
Con la mano libre rodeó el cuerpo del chico y ahuecó el bulto que la tela aprisionaba, maravillado por el lamento ronco que dejó escapar el otro. Torturó un poco más su raja, paseando su dedo por el lubricante que mojaba rápidamente el tejido mientras amasaba su polla confinada.
Sentía que su lobo estaba más en la superficie que nunca, probablemente más que en sus propias rutinas, como si verdaderamente le fueran a crecer las orejas para oír mejor los jadeos de Han; como si su nariz estuviera mil veces más desarrollada para oler mejor sus feromonas; como si su boca se agrandase para comerlo mejor.
Joder, cómo quería saborearlo.
Bajó los calzoncillos sin contemplaciones, apartando ese ofensivo pedazo de algodón de su objetivo. Sus pulgares fueron como garras ampliando el espacio entre las nalgas para observar el agujero húmedo en el que había estado tantas veces.
Con la lengua plana, dio una lamida tentativa de arriba abajo, recogiendo las gotas de su esencia. Gimió extasiado, drogado por el sabor cuando se mezcló con su saliva. Jisung jadeaba, abandonándose a la sensación de su lengua bordeando su entrada, empujando en los músculos para aflojarlo.
—¡Por favor, hyung! —gritó el chico, con sus piernas temblando.
—¿Por favor qué? —preguntó, sorbiendo con un ruido obsceno. Acarició el orificio con un dedo, metiéndolo y sacándolo tentativamente.
Sabía que no era suficiente, que si el celo de Jisung estaba elevándose tan rápido como parecía, ese dedo era más una tortura que un alivio. No pudo evitar sonreír con maldad cuando el chico masculló una maldición en voz baja, lanzando el trasero hacia atrás, buscando más estimulación.
—Por favor, haz algo —rogó con su voz tomada por la necesidad—, por favor... Me duele... —añadió.
Minho se puso de pie detrás de él, pegándose a su espalda. Besó su nuca suavemente, escuchando los quejidos del omega. Hurgó con el índice dentro de su cuerpo, el lubricante chorreaba por su mano. Maulló como un gatito cuando presionó la próstata sensible.
—Por favor...—lloriqueó una vez más, apoyando la mejilla en la pared blanca.
—¿Es normalmente así de duro? —preguntó. Sacó el dedo de su culo y rodeó su cintura para poner las dos manos sobre el vientre cálido del chico. Él suspiró, cerrando los ojos y dejó algunos besos perdidos en la mitad de su cara libre.
—No tanto... No es tan rápido, ni tan violento... Creo... Arg —balbuceó. Minho rodeó su polla subiendo y bajando su muñeca lentamente—. Es porque estás aquí. Creo que el hecho de que estés aquí lo está haciendo peor...
—Oh... ¿Entonces quieres que me vaya? —provocó, presionando un poco más la polla dura del omega.
—No, no, no... No te vayas por favor —suplicó—, solo haz algo, deja de atormentarme...
Minho estaba perdido. Absoluta e irremediablemente perdido. Seguía siendo él mismo, pero su lobo estaba tomando las riendas. Desabrochó su cinturón y su pantalón vaquero a toda prisa y el ruido de la hebilla debió encender algo en Han porque jadeó, meneando el culo contra él, incitándolo. Solo tuvo el raciocinio suficiente para meter dos dedos en el agujero de Han y recoger el suficiente lubricante como para embadurnar su miembro. Un segundo después, empujó sin esperas en el espacio estrecho de su cuerpo.
Su lobo aulló.
Han gritó.
Lee vio las estrellas.
No hubo juegos esa vez, no hubo paciencia, nada de calma o sosiego. Solo cruda lujuria. Los jadeos mezclados, Minho golpeando sin descanso su recto, su polla rastrillando contra su próstata, sus manos apretando el vientre ajeno.
Empujó sin descanso, con su frente apoyada sobre la coronilla del omega. Lo tenía casi en el aire, sujetándose a duras penas en la pared, estaba de puntillas, con sus pies enfundados en calcetines blancos. Besó su nuca, lamió el sudor que goteaba de su pelo justo antes de agarrarlo en un puñado.
—Alfa... Más... Santo infierno... —repetía el pequeño como un mantra, intercalandolo con gemidos y balbuceos sin sentido.
Encontró pronto su próstata, cuando su propio orgasmo se construía en su centro, avanzando como un tren de carga sin frenos. Jisung tenía la boca abierta, los ojos en blanco y la respiración atascada en la garganta. Lo mordió por todas partes, apretó entre sus dientes la carne suave resistiendo la compulsión que siempre lo azotaba cuando lo follaba de espaldas: las ganas de marcarlo casi le nublaban el juicio.
Había sido así desde la primera vez que entró en su cuerpo. Su lobo sabía que él era su omega. Minho sabía que era el amor de su vida. Su alma gemela. Lo único que lo frenaba de cometer el estúpido error de morderlo tan pronto era, precisamente, lo muchísimo que amaba a Jisung. Estaba dispuesto a esperar toda la vida si eso significaba no perderlo.
—Minho hyung —resolló Jisung. Soltó la carne de su cuello para lamerla inmediátamente después, pidiéndole perdón por su rudeza—. Estoy cerca... Estoy cerca... —Sonaba tan desesperado que lo obligó a acelerar el empuje.
Sus caderas impactaron sin clemencia contra el culo del omega. El chapoteo impúdico resonaba entre ellos, mezclándose melodiosamente con sus voces que pedían más, daban más, exigían más.
—Córrete, Hannie, córrete para mí... —pidió, con su pecho pegado a su espalda. Presionó las manos dolorosamente sobre el vientre bajo de Jisung mientras su polla cavaba sin misericordia contra la próstata sensible.
El miembro de Jisung se movía de arriba abajo, imposiblemente duro. Lo evitó a propósito, preocupándose por mantener el ritmo de sus embestidas, por saborear el sudor de Jisung en su cuello, por tocar su torso con dureza. Rodeó uno de sus pezones y tiró con demasiada energía.
—Vamos, omega, córrete para tu alfa... —gruñó en su oído.
Han obedeció. Sus ojos se cerraron y gimió agudo. Su polla goteó por todas partes, sobre la mano que mantenía firmemente en su vientre, sobre las piernas desnudas del chico y sobre la pared en la que se apoyaba. El canal que follaba se cerró como una prensa, ondulando a su alrededor. Tuvo que morderse el interior de la mejilla para no correrse.
—Tan bonito... —susurró. El cuerpo de Han pareció quedarse flácido, pero no se lo permitió.
Lo envolvió con decisión entre sus brazos, cargando la mayor parte del peso, sin dejar de entrar y salir de su agujero que ahora se sentía aún más estrecho. El omega se quejó, probablemente hipersensible, pero no le pidió que saliera, sino que se acomodó contra la pared, abriendo aún más las piernas. Minho lo sintió como una invitación para dar rienda suelta a su mierda alfa.
Con un brazo alrededor de su cintura, su mano libre sujetó la polla que no había tenido tiempo a bajarse y lo sintió estremecerse con un quejido.
—Oh, Dios mío —sollozó— ¡Ooooh, joder!
Lo masturbó con los restos de su propio semen mientras empujaba en su culo estrecho con brío. Su propio orgasmo le apretaba las pelotas y sabía que estallaría dentro de él en cualquier momento. La única cosa en la que podía pensar Minho era en el olor abrumador a feromonas, a orgasmo, a sexo, a semen, a sudor. Los gritos de Jisung retumbando en el recibidor de la entrada eran como música para los oídos del alfa. Estaba haciendo un buen trabajo, estaba complaciendo a su novio, estaba sirviendo a su omega.
—¡Minho hyung, tu nudo! ¡Quiero tu nudo! —exclamó el chico, clavando sus uñas en el antebrazo de Minho que lo rodeaba.
—Oh, joder, sí... —chirrió en su oreja, dando una lamida a la glándula de olor del omega, que se veía hinchada y vibrante por sus atenciones—. Te voy a llenar, Hannie, te voy a llenar y te anudaré.
—Lléname con tu semen, alfa... Lléname con tus cachorros.
Su cabeza cortocircuitó. Su orgasmo lo arrolló. Sus dedos apretaron la polla gastada de Jisung y fue levemente consciente de la humedad cálida que cubría sus dedos cuando su nudo estalló dentro del espacio estrecho. Sintió las paredes de Han estrangulando su anatomía. Se corrió con un gruñido, mordiendo demasiado cerca de la glándula ajena.
Sintió su semen pintando las paredes del chico y su protuberancia taponándolo, dejándolo todo dentro de él. Llenándolo. La sola imagen de Jisung llevando sus cachorros casi le envía directo a otro orgasmo. Así que la apartó de él.
Soltó el cuello castigado y dejó pequeños besos en la piel, montando los últimos coletazos del devastador orgasmo compartido.
No se sentía capaz de dar ni un paso, pero quedarse de pie tampoco era una opción, así que optó por levantar al omega lo suficiente para que se apoyara contra su pecho. Tenía el cuerpo flexible y fue fácil moverlo, a pesar de sus quejidos murmurados por el dolor. Los volteó a ambos y arrastró su propia espalda por la pared para sentarse en el suelo con el muchacho sobre el regazo, asentado firmemente sobre su nudo. Lleno de mi semen.
Estiró las piernas y los pequeños pies de Han se enredaron con los suyos. Llevaba unos calcetines blancos que los hacían parecer más diminutos. Sus muslos estrechos estaban entre las piernas musculosas del alfa que seguían enfundadas en los pantalones vaqueros. Sus manos fueron automáticamente a la barriga de Han. Acarició la piel y podría jurar que sentía algo de distendimiento.
Se asomó por encima de su hombro, observando sus dedos pálidos contrastando contra la piel morena del chico. Su novio acarició sus nudillos con un resoplido. Minho apartó la mirada de su ombligo para llevarla a la mejilla redonda. Dejó un beso ligero cerca del lunar y sintió la humedad de las lágrimas.
—¿Te hice daño, jagi? —preguntó, apretándolo contra él.
—No... Pero desearía estar en un nido.... No aquí, en el suelo... —se quejó, frotándose los ojos llorosos con una mano.
—No me dejaste opción, Hannie —replicó—, en unos minutos iremos a la habitación y nos daremos una ducha.
—No quiero dejar de oler a ti —puchereó, girando la cara para mirarlo—, ¿no quieres oler a mí?
—Claro que quiero, jagi. Amo tu olor —puntualizó su afirmación con una aspiración sonora que hizo reír un poco al omega llorón—. Pero necesitamos una ducha. Después perfumaremos todo tu material de anidación. Si quieres puedo restregarme por toda tu ropa para que siempre huelas a mí...
—Ah... Alfa posesivo.
—No me culpes, tengo un omega perfecto, quiero que todos sepan que es mío —murmuró.
Han se relajó un poco más contra su cuerpo a pesar de que todavía parecía un poco incómodo. Siguió acariciando su vientre en círculos calmantes con sus dedos haciendo dibujos aleatorios alrededor de su ombligo. Todavía evitando esas imágenes vívidas de su barriga hinchada que su cerebro creaba.
—¿Crees que soy perfecto aunque siempre me salga mal todo? ¿Incluso si parezco un desastre sudoroso y soy un llorón en mi celo? —preguntó con voz queda. Minho estaba conmovido por su inseguridad y quería decirle que no había nada de él que no le gustara, que verlo en su celo había sido el regalo más increíble que había recibido. Que le amaba más de lo que nunca había amado a nadie.
—Sí, jagi. Incluso si te sale mal todo, siempre consigues arreglarlo. Eres fuerte y hermoso, capaz, independiente, sexy como la mierda —La risita del omega le hizo cosquillas a su corazón—. Eres el ser humano más increíble del mundo, tan talentoso, tan bueno, tan genial... ¿Cómo no voy a creer que eres perfecto? —Lo miró de reojo, estudiando su cara. Imaginó que lo hacía para ver si mentía.
¡Qué idiota era Jisung a veces! ¡Como si no supiera que Minho vibraba en su frecuencia desde el primer día que lo olió! ¡Como si fuera capaz de pensar que era menos que maravilloso!
—Te amo, Lee Minho —confesó.
—Te amo, Han Jisung —arrulló.
El olor a lavanda lo cubrió todo. Su aroma respondió. El café y la lavanda se mezclaron aún más en el espacio, perfumando ese momento tan íntimo.
¡Qué idiota era Jisung por pensar que Minho podría, en algún momento, escapar del amor que se arraigó tan profundamente en su pecho!
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Esto es solo porno autocomplaciente porque quiero y puedo, navegantes.
Es posible que se vengan más especiales ;)
¡Nos vemos en el infierno!
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