4. ¡Una máquina de matar!
Jisung masticó ruidosamente el puñado de papas fritas.
—Entonces, ¿no habló sobre la custodia?
—No, solo hizo algunos comentarios velados, pero supongo que percibió mi intención de dejarlo calvo —contestó, con la boca llena.
—Eres un cerdo —acusó Felix, limpiándole las migas de la boca. Jisung sonrió con las mejillas repletas—. Tampoco creo que debas seguir alargándolo. Tendrás que enfrentarlo en algún momento.
—Correcto, pero ese momento no es hoy, ni mañana. Será un problema para el Han del futuro.
—El Han del futuro se cagará en el del pasado. Podrías intentar darle un poco más de tiempo con la niña... —sugirió, con la boca pequeña.
—¿Estás de su parte ahora? —gruñó—. No voy a dejar que me robe a mi hija.
—Es su hija también Jisung.
—Tú no lo entiendes, Lixie. Ese omega es bonito, es gracioso, es listo, tiene dinero, huele muy bien...
—Cualquiera diría que lo quieres para ti —comentó, atusándose el flequillo rubio—. Podrías ligártelo, tú vales más que el pelotinto.
—Te recordaré amablemente que llevas el pelo decolorado.
—Y yo te recordaré amablemente que ese alfa te puede llevar a los tribunales para robarte a tu hija.
Jisung dio un grito ahogado y lanzó el paquete de papas al aire. Se levantó de un salto y pateó a Felix con rabia. ¿Cómo se atrevía a decir algo así? Maldición, ¿podía hacerlo? Es decir, Hyunjin tenía la potestad de pedirle tiempo con su hija y el dinero y los abogados suficientes para apartarlo para siempre de su niña pero, ¿lo haría?
—Cálmate, Sung, no lo he dicho para que entres en crisis. Simplemente trata de negociar con él.
—¿Que no entre en crisis? ¿Qué pasa si Hwang lo hace? Dios mío, su omega es abogado. Felix, me van a denunciar por secuestro de mi propia hija. Se la llevarán lejos y no la veré crecer. Se convertirá en Jeong Eunji y le pegará a los otros niños; o peor, Jeong Eunji la tomará con ella y la amedrentará porque ya no tendrá a su papá omega para enseñarle que ella vale mucho. Solo tendrá al alfa pelotinto que le concederá caprichos y no la escuchará cuando tenga problemas. Crecerá en una familia desestructurada. Jesucristo, acabará en la cárcel y se filtrará un video sexual suyo. ¡No quiero que mi hija se convierta en Paris Hilton, Felix! —lloriqueó, tirándose del pelo.
—Cállate, Jisung —ordenó—. Deja de decir idioteces. Eso no pasará...
—¿Qué pasa si Jeong Eunji le pega y ella no dice nada porque no tiene confianza con ese omega que vive con su padre?
—¿Te puedes calmar de una puta vez? —exclamó Felix. Tiró de su brazo hasta que cayó otra vez al sillón.
Las feromonas de su amigo cubrieron el ambiente y lo agradeció porque estaba a punto de darle un brote psicótico. Se tumbó en el sofá, apoyando la cabeza en el regazo del pecoso.
—No vuelvas a gritar así, Suni está durmiendo.
—Pues controla esas idioteces que dices. Plantéatelo así, Jisung, puedes ofrecerle a Hyunjin una semana cada dos. Así la tendrías para ti más tiempo.
—¿Una semana entera sin verla? Me muero, Lix, me saldrá una úlcera y me quedaré calvo. Y ya no encontraré a nadie que me ame. Me pudriré en la más absoluta de las soledades.
—¿Prefieres dársela todos los fines de semana?
—Claro que no, solo puedo pasar tiempo con ella de calidad los fines de semana.
—Pues tienes tres opciones: todos los fines de semana, una semana cada dos o dejar que vaya con él quince días al mes.
—Maldita sea... ¿No podemos continuar como estamos?
—No lo parece. Entiendo que quiere que su omega y su hija pasen tiempo juntos...
—¿Sabes lo peor? Que Yang es malditamente genial. Es decir, el Jisung que fue amigo de Hyunjin está realmente feliz. Tienen una historia de amor tipo "Romeo y Julieto".
—¿Julieto?
—Bueno, Yang es un chico, así que "Romeo y Julieto" tiene más sentido.
—Estás para que te viviseccionen, Jisung. Dona tu cerebro a la ciencia cuando te mueras.
—Gracias, Lixie —sonrió, mirándole desde el regazo y le pellizcó la mejilla pecosa.
—No era un cumplido, gilipollas —aseguró, cogiéndole los mofletes y apretándolos con fuerza. Jisung hizo un puchero triste y Felix le dio un piquito—. No seas llorón, sé un adulto y anticípate al siguiente movimiento de Hwang. Ofrécele una semana cada dos. Cuando se de cuenta de lo agotador que es tener a Suni a tiempo completo, dejará de presionarte. Los alfas siempre son así, no valen para cuidar niños.
—¿Y el omega?
—No es su hija, tampoco querrá asumir toda esa responsabilidad.
—Suni no es tu hija pero tú pasas más tiempo con ella que yo.
—Es porque es mi bebita y tú mi omega. Así que sois míos —Jisung se echó a reír y se levantó dándole un abrazo a su amigo y un montón de besos en las mejillas.
—Ojalá fueras el papá de Suni.
—Una pena que te gusten los alfas.
—Una pena, la verdad —secundó Jisung, poniéndose de pie para recoger todas las papas que había regadas por el suelo—. ¿Te quedas a dormir?
—Sí, ya es tarde, entro a las tres de la mañana.
—¡Jesucristo! ¿Están puestas las calles a esa hora? —Han barrió las migas con diligencia.
—Mañana hay un congreso en el hotel y vendrán a desayunar doscientas personas más de lo habitual.
—¿Saldrás a tiempo para recoger a Suni?
—Sí, no te preocupes. Ventajas de ser el jefe.
—Solo eres el repostero jefe, no hables como si fueras el dueño del hotel —Felix le dio un golpe en el hombro y Jisung se quejó con un lloriqueo.
—Eres un débil. Voy a apuntar a Suni a taekwondo para que no sea una floja como su papá.
—¿Estás loco? Le pegarán.
—No le pegarán porque se convertirá en una máquina de matar como su tío —aseveró, colocándose en una posición ridícula de lucha. Jisung rió.
—Si viene llorando una sola vez la quitaré —dijo, tirando las migas a la papelera de la cocina y apagando las luces. Felix pareció realmente ilusionado con la posibilidad de que Suni hiciera artes marciales, aunque a Jisung todavía no le convencía del todo—. Y al primer moretón te pondré una orden de alejamiento.
Caminaron hacia el dormitorio grande y Jisung le proporcionó un adorable pijama a Felix.
—Han, no puedes hacerme eso, no permitiré que me apartes de mi bebita.
Lo observó desnudarse en medio de la habitación y pensó que era un omega bastante atípico. Él decía que era porque se crió en Australia y allí todo "te quiere matar o comer", Jisung no lo tenía claro. Lo que sí tenía claro era que ese cuerpo era más parecido al de un alfa, aunque su cara de duendecillo del bosque y su olor intensísimo a fresas dejaran claro que era no lo era.
Se tumbaron en la cama abrazados debajo del edredón.
—Haré lo que me dé la gana, Felix, es mi hija.
—Y tú eres mi omega, tienes que obedecerme —bromeó mordiéndole el hombro. Jisung se quejó, empujándolo—. Y un verdadero llorón. Deberías apuntarte tú también a taekwondo. ¡Mierda! ¡Qué buenísima idea acabo de tener!
—¿Qué dices?
—Te apuntarás a taekwondo con tu hija, así pasarás más tiempo con ella y los dos os convertiréis en máquinas de matar como el tío Lixie.
—Déjate de mierdas, Felix, duérmete.
—Pruébalo, solo un día, una clase y podrás decir que no —Trató de hablar, pero Felix se lo impidió tapándole la boca—. No puedes negarte a algo que no has probado. Se lo dices a tu hija todo el rato. Así que iremos a un gimnasio que tenga clases los sábados y en el que permitan bebés y gente muy patosa. Nos divertiremos mucho, ya verás. Ay, te amo, Jisung, eres el mejor omega que podría desear —Le dio un beso en la frente sin apartar la mano de su boca—. Ahora cállate y duérmete, tengo que levantarme en cuatro horas.
Jisung resopló y rodó los ojos. Abrazó más ceñido a Felix y no dijo nada más.
Minho apretó los puños sobre el escritorio del despacho del director, mirando fijamente a las dos personas que había sentadas frente a él.
Definitivamente no tendría que haberse levantado esa mañana. Tampoco tendría que haber llamado a esos padres para hablar con ellos. Ni siquiera debería preocuparse tanto por los niños. Así su vida sería mucho más sencilla.
—No entiendo cuál es su reclamo, señor Lee.
—Señora Jeong, como le he dicho, no es un reclamo —insistió. El olor de los alfas era desagradable, amargo y colérico. Estaban dispuestos a discutir utilizando su superioridad para amedrentarlo. Era una pena que Minho esa mañana se hubiera levantado con el pie izquierdo—. Es una información. Jeong Eunji necesita atención.
—Le damos todo lo que necesita, señor Lee. No voy a permitir que insinúe lo contrario —contestó el hombre. Minho casi rodó los ojos.
—Necesita que pasen tiempo con ella, que la escuchen. No es mala niña, es muy lista, de las mejores de la clase en lo referente a lo académico, pero está continuamente enfadada. Ustedes son sus padres, si se acercan a ella les dirá qué le preocupa. —No sería Minho quien les dijera que ignorarla y favorecer a su hijo mayor era el verdadero problema.
—Mire, no nos conoce, no tiene ni idea del tiempo que pasamos con nuestra hija —añadió la alfa en tono condescendiente—. Para empezar, ni siquiera entiendo qué hace usted dando clase en preescolar.
—Ya se lo dije, sustituyo a la señora Kim. Estará un tiempo de baja maternal.
—No me refiero a eso, me refiero a que un alfa no debería estar haciendo este trabajo —le interrumpió. Minho frunció el ceño y sintió a su lobo ponerse alerta, con las zarpas preparadas.
—Si tiene alguna queja de los niños me gustaría escucharla.
—Los niños no entienden, la queja es nuestra, de sus padres, que son los que tienen voz en todo esto. ¿Qué le pasó, señor Lee? ¿No era tan brillante como para ser profesor universitario y por eso terminó aquí? —Minho abrió los ojos consternado, sus feromonas salieron en tropel por todas partes y escuchó los gruñidos de los otros dos alfas de la habitación.
No quería que eso terminara así, no quería ganarse enemigos en una institución en la que, al final, solo estaba contratado de forma temporal. Lee quería quedarse allí cuando la señora Kim volviera, quería obtener una plaza como profesor y tener sus propios alumnos. Sin embargo, esa posibilidad se veía cada vez más lejana.
—La razón por la que les llamé es que estoy preocupado por su hija. Yo ya he hecho mi trabajo. No puedo hacer más si ustedes no ponen de su parte, señores Jeong.
—¿Está diciendo que ignoramos a nuestra hija y sus problemas? Eunji tiene todo lo que necesita y no voy a permitir que alguien que no tiene una maldita idea de niños me diga lo contrario.
—Le recuerdo que soy su profesor, señor Jeong.
—Y un alfa.
—¿Cuál es el problema? Ustedes dos son alfas y tienen dos hijos.
—Por eso tenemos a una omega que cuida de ellos —Minho tenía los puños tan prietos que los nudillos se le estaban poniendo blancos. Quería, de corazón, golpear a esos imbéciles hasta desfigurarlos—. Hablaré con el director Yoo, no sé si estoy dispuesto a que mi hija esté en peligro porque un alfa sin conocimientos de crianza la esté cuidando.
—Estoy capacitado para cuidarla —se defendió. Más que usted, quiso añadir.
—Buenas tardes, señor Lee. —La mujer se levantó con la espalda muy recta y el rostro sereno, el hombre la siguió.
Salieron de la habitación sin decir nada más. Minho quería echarse a llorar de rabia. En su lugar, recogió sus cosas y salió, para relevar al director Yoo, que cuidaba de sus niños durante ese rato. Lo encontró en el pasillo despidiéndose de esos alfas con una reverencia. Caminó hasta él cuando se quedó solo y pudo ver el pesar en la cara de su amigo.
—Los Jeong son un grano en el culo —murmuró Kihyun con un suspiro.
—Si te vas a meter en problemas por tenerme aquí, simplemente despídeme.
—No seas dramático, Minho, se les pasará. Solo evita cualquier contacto con ellos. La próxima vez díselo a la señora Ma, ana siempre estará dispuesta a escucharte —Asintió, rindiéndose—. Entra en clase, igual han destruido todo.
Se echó a reír y respiró hondo, calmando sus instintos alfa antes de entrar para encontrarse, obviamente, con un nuevo desastre para recoger. Joder, no quiero que me echen de aquí, pensó.
«No lo permitas», gruñó el lobo, «son nuestra pequeña manada». Esperaba poder mantener su puesto de trabajo al menos esta vez.
Felix desenganchó a la niña de la sillita mientras Jisung iba a por los bolsos al maletero. Suni tarareaba algo, la tomó de la mano y se encaminaron al gimnasio.
—No estoy seguro, Lixie, soy malísimo en los deportes.
—Ya es el momento de que dejes de serlo —contestó—. Bebita, ¿tienes ganas de ir a clase con papá y el tío Lix?
—¡Sí! Le dije a mis compañeros que iba a convertirme en campeona del mundo universal de taekwondo. Yunho dijo que le enseñe a pelear después para pegarle a Jeong Eunji cuando se porte mal con él.
—Suni no puedes pegarle a tus compañeros —exclamó Jisung mientras entraban.
El gimnasio era pequeño, pero estaba cerca del apartamento de su amigo, así que había sido mucho más fácil convencerlo. Felix estaba jodidamente emocionado por eso, hacía siglos que no practicaba y quería ver a Suni vistiendo un dobok* y dando patadas como una loca.
*N/A: Dobok es la ropa de entrenamiento de taekwondo.
Una chica les tomó los nombres y los dirigió al vestuario de omegas que era, en realidad, una habitación fría con algunas taquillas y un banco.
—No hay duchas... —murmuró Han—. ¿Cómo volveremos a casa? ¿Sudando y asquerosos?
—¿Pensabas duchar a Suni aquí? ¿Eres gilipollas o qué te pasa?
—¡Tío Lixie! ¡El señor Lee dice que no digas palabrotas! —reprendió ella, mientras su padre ocultaba una risa y le quitaba la ropa para ponerle el dobok.
—Ese señor Lee sí que sabe. No se deben decir palabrotas, pero el tío Lix no aprende. Va a tener que volver a ir al colegio contigo.
—No le diría que no a unas clases particulares con el señor Lee —admitió, subiéndose los pantalones blancos de la ropa de entrenamiento. Jisung le tiró la camiseta de Suni hecha una bola.
—No digas esas cerdadas delante de mi hija.
Felix se colocó la parte superior y el ti* y se dio la vuelta para mirarse en uno de los minúsculos espejos. Joder, estaba guapísimo.
*N/A: Ti es el cinturón del traje.
—Familia, creo que empezaré a vestir esto todos los días —aseguró, las dos ardillas sentadas en el banco inclinaron la cabeza con confusión. Su corazón se apretó porque se veían adorables—. ¡Aaaarhggg! —exclamó, arrodillándose ante Suni para apretujarle la cara hasta que se quejó.
—Para, me duele. —Felix le dio un montón de besos antes de ponerse de pie, con ella en brazos.
—Mírate, estás guapísima. Los dos lo estamos. Somos unas máquinas de matar, Suni, y encima irresistiblemente hermosos.
—Sí somos.
—¿Y yo? —intervino Jisung. Felix hizo una mueca.
—Meh, no te ves tan bien como Suni y yo. Nosotros somos los putos amos y tú una ardilla karateka.
—¡QUE NO DIGAS PALABROTAS! —gritó Jisung, golpeándole.
Felix escapó del vestuario con la pequeña en brazos. La risa de Suni sonaba fuerte y estridente, era música para sus oídos. Corrieron hasta la recepción dejando a Jisung abandonado, recogiendo su ropa. La beta ya los esperaba con las carcajadas de la niña contagiándose.
Les señaló la puerta del doyang* y bajó a la niña al suelo sin soltarle la mano.
*N/A: Doyang es la sala de entrenamiento. Equivalente al dojo japonés.
—Suni, ahora tienes que parecer dura y fuerte, ¿recuerdas? Somos máquinas de matar.
—¡Sí, tío Lixie, máquinas de matar! —afirmó, subiendo el puño. El mayor se lo chocó y entraron.
«Motocristo en jesucicleta, hoy sí nos tocó la lotería», opinaba exactamente lo mismo que su lobo.
Felix estaba en un viaje astral del que no quería bajar jamás. Si ese tipo iba a ser su profesor no pensaba perderse ni una maldita clase. ¿Estaré desarrollando un fetiche por los profesores?, se preguntó.
—Bienvenidos —saludó, haciendo una reverencia.
Lix se sintió volar, estaba seguro que se estaba derritiendo de todas las maneras en las que un omega podía derretirse. Ni siquiera percibió cuando la niña le soltó la mano y se inclinó para saludar al adulto. Él no podía pensar en nada más que en lanzarse a la yugular de aquel alfa que era absolutamente su tipo.
—Imbécil, dejaste hasta los calzoncillos tirados. ¿Vas sin ropa interior o qué? —Jisung le dio un empujón, entrando a la sala y Felix enrojeció como un tomate.
Pudo percibir la sonrisa que tiraba de la cara adusta del que parecía el sabumnim* a juzgar por las marcas en su cinturón. Se giró automáticamente, avergonzado, y le dio un tirón de orejas a su amigo. El chico gimió de dolor abriendo mucho esos ojos de adorable roedorcillo que tenía.
*N/A: Sabumnim es Maestro de 4º dan
—Yo soy Han Suni. —Escuchó a la niña hablar, pero todavía era incapaz de girarse y enfrentar a aquel alfa tan guapo y tan "fantasía sexual". Felix ahora mismo solo quería que le tragara la tierra o matar a Jisung por su imprudencia. O las dos cosas, si fuera posible.
—Un placer, Han Suni, yo soy Seo sabumnim. ¿Son tus padres? —Felix soltó la oreja de Jisung, se volteó y enderezó la espalda, negando con la cabeza.
—Uno sí, Seo sabumnim, el que lloriquea, el otro es mi tío Lix...
—Felix, me llamo Lee Felix, Seo sabumnim —interrumpió. Se colocó en la posición adecuada e hizo el saludo al maestro. No parecía nada sorprendido, más bien se le veía realmente aburrido. Su lobo se enfurruñó.
—¿Y el que se queja? —preguntó, señalando a Jisung.
—Yo... Me llamo Han Jisung —contestó.
Un brillo extraño se iluminó en los ojos del sabumnim, uno que no gustó a Felix. Esa media sonrisa aburrida, de repente se mostró completamente, convirtiéndose en una genuina y su pobre corazón casi sufre una parada.
No era justo, tenía que ser ilegal tener esa sonrisa tan tierna cuando parecías preparado para romperle los dientes a cualquiera por respirar demasiado alto. Felix quería llorar. Y abrazarlo, y besarlo y restregarse contra él hasta que todo su cuerpo oliese a fresas.
Notó un pellizco en el codo y se giró hacia Jisung preparado para ahorcarlo con el cinturón.
—Controla las feromonas, Lixie, estás haciendo esto muy incómodo —susurró, llevándose una mano a la nariz.
Tenía razón, odiaba cuando Han tenía razón. Y odiaba más la forma en la que aquel hombre miraba a Jisung, como si tuviera un secreto con él.
Respiró hondo, dándose cuenta del espectáculo que estaba armando y calmó sus revolucionadas feromonas a duras penas.
Alguien más entró a la sala, pero no le prestó atención. El resto de alumnos fueron llegando poco a poco. En menos de diez minutos, Felix se encontró babeando otra vez por ese desconocido mientras lo veía colocar en fila a media docena de enanos vestidos de blanco.
—El sabumnim está bueno —susurró Jisung a su lado, tratando de imitar torpemente la primera posición.
—Ah, no, hermano, búscate el tuyo. Yo lo vi primero —gruñó. Su amigo levantó las cejas sorprendido y contuvo una carcajada.
—Como si fuera posible obviar que ya has marcado territorio.
—¿Qué dices, idiota? Ni siquiera me he acercado.
—Te ha faltado mearle en la pierna, Lixie.
—Vete a la mierda, Han.
—Me sorprende que los dos únicos adultos de mi clase sean, con diferencia, los peores alumnos. —El sabumnim elevó la voz con autoridad y los dos omegas al fondo del salón se enderezaron como si los hubieran cazado haciendo una trastada.
—Perdón, Seo sabumnim —se excusó Jisung. Su voz sonó demasiado melosa para su gusto.
—¿Qué tal si prestamos atención, señores?
—Por supuesto, Seo sabumnim —obedeció Felix, volviendo a la posición—. No coquetees con mi hombre, Jisung —murmuró, sin apartar los ojos del frente. Su amigo soltó una risita y le enseñó el dedo del medio.
—¡Han, Lee! ¡Veinte vueltas al doyang!
***
Navegantes, me gusta usar terminología específica y soy muy friki, así que en este capítulo parece que hay muchísimas cosas (ti, dobok, doyang, sabumnim...) Pero solo es importante "sabumnim" a partir de ahora.
Empiezan las diabluras,
Nos vemos en el infierno <3
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