38. ¡Jeong Eunji!

Changbin recogió las últimas protecciones y las colocó en el perchero, les pasó un spray desinfectante y se acercó al bolso. Tenía doce mensajes de Jisung y uno solo del idiota de Minho. Por suerte para él, el omega era más expresivo, así que sabía que el juicio fue bien y que, para su regocijo, cenarían barbacoa.

Se puso la bomber sobre el dobok, tenía un rato para llegar a casa y darse una ducha antes de ir al restaurante donde lo esperarían los Han con el flamante profesor fijo Lee Minho. Oh, amigo, qué suerte tenía ese hijo de puta de haber enredado a un chico como Jisung. El pequeño demonio era un regalo que no sabía si hyung se merecía del todo.

Abrió la puerta del doyang para escuchar el chillido desconsolado en la recepción. Yuqui trataba desesperadamente de calmar a una pequeña niña que hipaba sentada junto a la puerta. Changbin no entendía qué mierdas estaba pasando.

—Diosa Luna, Changbin, necesito que trates de hablar con ella —exclamó la beta en cuanto lo vio. Se enderezó, alejándose un paso de la llorona.

—¿Yo? ¿Por qué yo?

—Porque está preguntando por ti, idiota —gruñó, dándole un empujón hacia la niña. Changbin tragó saliva y apretó la correa de su bolso deportivo como si eso fuera a salvarlo de aquella extraña escena.

—Ehm... Hola... —saludó en voz baja.

Los ojos brillantes e hinchados de la chiquilla se levantaron hacia él y pareció un poco aprensiva por un segundo, pero se terminó rápido. Con determinación, se limpió los mocos con la manga de su chaqueta y sorbió un poco, con su labio inferior todavía temblando.

—Necesito encontrar al Seo sabumnim —exigió, con la voz entrecortada.

—¿Para qué? —El instructor enderezó la espalda confundido y escuchó a Yuqui mascullar a su espalda.

—¿Tienes una hija secreta?

—Cállate, Yuqui —refunfuñó.

—Necesito hablar con él —interrumpió la niña entre sollozos—, es muy importante porque me van a cambiar de colegio.

Aunque los dos adultos todavía no entendían qué estaba ocurriendo allí, la niña sacó de su mochila azul marina un papel arrugado que reconocieron. Era uno de los flyers que colgaron en los colegios.

—Espera, ¿has venido sola hasta aquí? —preguntó Seo, colocándose en cuclillas ante la pequeña que apretó mucho los labios con miedo—. No estás en problemas por eso —Al menos no con él, seguramente sus padres estarían tirándose de los pelos—. ¿Puedes decirme de qué colegio vienes?

—Pero necesito hablar con Seo sabumnim primero —exigió.

—Yo soy Seo sabumnim —aclaró—, ¿me dirás ahora de qué colegio eres?

—¡Oh! ¡Usted es grande! ¡Tiene unos músculos enormes! —se distrajo—. Mis amigos me dijeron que usted me ayudaría. No quiero que me cambien de colegio y mis papás están gritándole al director Yoo. Odio cuando gritan así. Y dijeron que me iba a otra escuela y entonces vine aquí porque Hoshi me dijo que el taekwondo de Seo sabumnim estaba a 50 pasos del parque que está a cien pasos del colegio. Pero yo no sé como cuenta Hoshi los pasos porque definitivamente me parecieron muchos más... Por suerte, el señor que vende bungeoppang me dijo cómo llegar. Estaba muy asustada, tenía mucho miedo. —Empezó a llorar de nuevo ante la mirada atónita del alfa y la beta.

—¿Eres amiga de Bang Hoshi?

—Sí, sí, él me dijo cómo llegar. Me dijo que usted es amigo del señor Lee y yo sé que el señor Lee no va a dejar que me cambien de colegio —gimoteó, frotándose los ojos con los puños.

—¿El señor Lee es tu profesor? ¿Cómo te llamas? —Sacó el teléfono del bolsillo rápidamente, buscando el número de su amigo.

—Me llamo Jeong Eunji —Oh, eso sí era una sorpresa. Esa niña era la razón por la que despidieron a Minho. Changbin le acarició la cabeza mientras Yuqui la sonaba con un pañuelo y le acercaba un batido de fresa que no sabía de dónde había sacado.

Minho contestó al primer tono: —Binnie, es un mal momento, ha desaparecido...

—La encontré, la tengo conmigo en el centro, voy para allí ahora mismo, ¿vale?

—Seo Changbin, no bromees.

—No bromeo. Jeong Eunji y yo estaremos allí en cinco minutos, señor Lee. —Los ojos de la pequeña se iluminaron y chilló emocionada.

Si Minho hiciera una recapitulación de todas las cosas que le habían pasado en su vida, se encontraría con muchísimas malas. Pero también algunas buenas, buenísimas, de hecho. Los amigos que había hecho en el camino eran una de ellas.

Han Jisung podía considerarse una de esas cosas que lo hacían sentir afortunado. Sobre todo en ese momento en el que temblaba al escuchar los gritos de los Jeong mientras el omega le tomaba la mano con fuerza. Tenía la barbilla alta, a pesar de que podía oler la ligera ansiedad revoloteando en torno a la lavanda. Aquella muestra abierta de cercanía era lo único que lo mantenía anclado a la tierra en ese momento.

Changbin era otra de sus fortunas, aunque hubiese tenido que dejar a los tres gatos en casa de sus padres por culpa de su alergia, todavía amaba a su amigo. Y lo amó mucho más cuando apareció con Jeong Eunji de la mano, todavía vestido con el pijama blanco de taekwondo.

El caos se intensificó cuando la niña se soltó y echó a correr hacia la entrada del colegio, donde los padres, el director y el resto de profesores esperaban ansiosos. Se puso peor en el instante en el que esquivó a los Jeong y se precipitó, con la cara llena de lágrimas y mocos, hacia las piernas de Minho.

No le dio tiempo ni de agacharse cuando la pequeña se aferró a sus pantalones sollozando.

—¡Señor Lee! —gritó ansiosa.

El silencio a su alrededor era tan desagradable que dolía. No había gritos de los alfas, ni el murmullo preocupado de Suni y Hoshi. Solo el llanto de la pequeña. Algo en su cerebro reaccionó y se agachó, tomando a Eunji por las mejillas. Sacó del bolsillo un pañuelo y le sonó los mocos mecánicamente, como lo hacía siempre que alguno de los cachorros lloraba.

—¿Qué pasó, Jeong Eunji? —preguntó, llenando su voz con la ligera reprimenda.

—No quiero que me cambien de colegio —replicó rápidamente—. Mamá le dijo al director Yoo que me cambiaría de colegio. No quiero irme.

—¡Jeong Eunji! —exclamó su madre, como si las palabras la hubieran hecho reaccionar. La pequeña se encogió un poco, sin soltar la muñeca de Minho—. No se escucha a escondidas, te lo hemos dicho muchas veces. Y no puedes ir a ninguna parte sin nosotros o la señora Ma. ¿Entiendes?

—¡Solo fui a buscar a Seo sabumnim!

—¡Pero estaba muy asustada! ¡Estábamos todos asustados, Eunji! ¡Podría haberte ocurrido algo! ¿Sabes el miedo que nos hiciste pasar a papá y a mi? ¿Lo preocupados que estábamos? —chilló la madre alfa, perdiendo los nervios y la expresión altiva. Algo primigenio, muy maternal, le empañó los ojos y Minho no pudo evitar sentir cierta empatía por la mujer a pesar de cómo lo había tratado esa misma mañana.

—No mientas —replicó la niña—. A ti te da igual lo que me pase. ¡Nunca me escuchas!

La alfa hipó, llevándose la mano al pecho. Minho sintió aún más compasión por la familia porque sus problemas de comunicación eran aún más graves de lo que creía. No era que esa mujer no quisiera a sus hijos, era que no sabía cómo se quería a alguien. Los ojos rojos, conteniendo las lágrimas para no llorar en público y el olor acre de sus feromonas de alfa pura eran las pruebas fehacientes de que estaba aterrada.

Pero, claro, estaba en lo más alto de la cadena trófica, los alfas no lloraban, los alfas no eran tiernos, los alfas no se tumbaban en un nido a disfrutar del aroma de su pareja. Mucho menos los puros. El profesor dio las gracias silenciosamente a sus padres beta por haberlo criado de una manera distinta y haber aceptado (un poco a regañadientes) las inclinaciones extrañas de sus gustos.

—Eunji, no se puede hablar así a los demás. Sobre todo a los papás y las mamás —murmuró, apiadándose de la mujer que, en realidad, no merecía su compasión—. Tus padres quieren lo mejor para ti. Quizá este nuevo colegio sea mejor y hagas buenos amigos.

—Pero... Pero en el otro colegio no conozco a nadie.

—Bueno, tendrás tiempo para conocer a gente nueva, ¿no es así? Yo tampoco conocía a nadie cuando vine aquí la primera vez. Sé que es difícil empezar de cero, pero tú puedes hacerlo. Tienes muchas cosas geniales que seguro que les gustarán a tus nuevos compañeros —No parecía convencida, pero había dejado de llorar brevemente—. Tal vez en este nuevo colegio conozcas a gente especial.

—El señor Lee siempre dice que somos especiales —aseguró Hoshi, bendito fuera, con una sonrisa que le cerró los ojos hasta convertirlos en medias lunas—. Solo no los hagas sentir mal. Y pide las cosas por favor.

—Bueno... —susurró ella, bajando la mirada.

—Ahora, vete con mamá y papá y pídeles perdón por ese desliz. Y abrázalos, Jeong Eunji, estaban muy preocupados por ti.

La empujó suavemente hacia los brazos de la alfa, que se mantenía expectante, arrodillada en el suelo. Sus lujosos pantalones negros estaban llenos de polvo y basura, pero pareció no importarle cuando la niña llegó hasta ella. La abrazó con fuerza, restregando la mejilla contra el pelo negro de la bebé. El padre también se agachó, envolviéndolas a ambas en un abrazo que parecía un poco ortopédico. Minho se preguntó cuanto hacía que no se daban uno.

Los dedos de Jisung enredándose en sus propios mechones lo distrajeron. Miró hacia arriba desde su posición en cuclillas; el omega brillaba con una sonrisa que hinchaba sus mejillas rosadas. Quería besarlo y abrazarlo también. El estrés del momento había pasado y ahora todos los olores alrededor se calmaban. Ya no había miedo, incertidumbre y ansiedad, sino calma y burbujeante felicidad.

Buscó con los ojos a Changbin cuando se puso de pie. Se había quedado junto a Kihyun hyung con la boca en un puchero adorable. El tonto de Seo siempre había sido un blandengue, incluso con su imagen de luchador profesional. Le levantó el pulgar y le dio las gracias en silencio. Binnie asintió e hizo un ademán con la mano, casi podía oírlo decir: "No es nada, hyung, más cenas que tendrás que pagarme".

Han apoyó la cabeza contra su hombro, ahí, públicamente, delante de todos. Hubo un segundo de tensión cuando el director levantó una ceja, pero lo ignoró deliberadamente y se concentró en el olor calmante del omega que amaba. Chan había aupado a su hijo para darle un abrazo y Suni se aferraba ferozmente a la mano de su padre. Era como si ese reencuentro les hubiera recordado lo mucho que se querían.

Cielos, incluso él quería abrazar a Jisung hasta dejarlo sin respiración.

—¿Puedo ir a taekwondo con Seo sabumnim? —preguntó de pronto Eunji, apartándose del ceñido control de sus padres. La mujer la miró desconcertada—. Él es Seo sabumnim y es profesor de taekwondo. Tiene una escuela de taekwondo cerca del parque y me compró un bunggeopan antes de venir a cambio de que dejara de llorar —explicó de forma aleatoria—. Quiero ir a taekwondo con Suni y Hoshi si me vas a cambiar de colegio.

La alfa se puso en pie con la niña en brazos. Miró con algo de desconfianza a Changbin, pero solo duró un instante. Se suavizó como masilla, sus cejas fruncidas se relajaron y sus ojos negros fueron del director Yoo a Minho. Él se encogió, esperando un desprecio que no llegó.

—Podemos aplazar el cambio de colegio un poco, tal vez hasta final de curso.

—¿Cuánto queda para final de curso? —preguntó Hoshi en voz baja dando unos ligeros tirones en la manga de la camisa de su padre para llamar su atención.

—Menos de un mes —susurró Bang Chan.

—¿Cuánto es un mes?

—Treinta días —aclaró el alfa con olor a romero.

—¿Eso es mucho o poco?

—Depende.

—¿De qué?

—Para algunas cosas es mucho y para otras es poco. El tiempo es relativo —aseguró Chan. El niño arrugó la cara con confusión.

—¿Pero un día no es un día?

—Cariño, es complicado, te lo explicaré con más calma en casa, ¿de acuerdo?

—Vale... ¿Entonces Jeong Eunji vendrá a taekwondo? ¿Con el tío chef y el papa-Jisung-de-Suni?

—No lo sé, cariño.

Señora-mamá-de-Eunji —soltó el chiquillo, alzando la voz—, ¿dejará que Jeong Eunji venga a taekwondo? Seo sabumnim es el mejor profesor del mundo, ¿a que sí, Suni?

—Sí, es. Y siempre tiene los mejores planes. Es el mejor. —Changbin infló su pecho con una mueca orgullosa. Minho puso los ojos en blanco.

—Ya... ya veremos... —tartamudeó, insegura, la alfa (y era la primera vez que Minho la veía de esa manera)—, el taekwondo es peligroso...

—La clase está adaptada para ellos, el resto de sus compañeros tiene la misma edad. Menos Han Jisung, evidentemente —bromeó Seo con una de sus sonrisas adorables que hacían que la gente hiciera lo que quisiera.

—Bueno...

—Podría estar bien —comentó el padre de Eunji, interrumpiendo a su confundida esposa.

—Y podría venir Eunwoo —añadió la niña.

—Pero el colegio de Eunwoo está lejos de aquí, Eunji —replicó la alfa, reticente.

—La clase para niños es los sábados por la mañana —se atrevió a decir Minho, en tono bajo, preocupado por tentar a la suerte.

La pareja lo miró, los ojos del hombre se detuvieron brevemente en el omega que seguía pegado a su costado como con pegamento. Estuvo a punto de apartarse de Jisung, se sentía como un niño juzgado, como un adolescente haciendo algo indebido. Por suerte, su novio era bastante más rudo que él, porque enrolló sus dedos alrededor de su bíceps como si estuviera dispuesto a tirar de él hacia atrás y pelear por su honra. Minho quería besarlo.

—Bueno, supongo que podríamos hacer una prueba... Tal vez a Eunwoo le guste...

—Claro que sí, mamá, a Eunwoo le va a encantar —afirmó en un chillido Eunji. Abrazó el cuello de su madre con fuerza y le dio un beso baboso en la mejilla que la cogió desprevenida—. Muchas gracias, mamá, perdón por haberme ido sin decírtelo. Te prometo que me portaré bien. Te quiero mucho.

El olor de la alfa fluctuó de forma extraña, como si subiera y bajara. Las palabras de su hija la habían cogido tan por sorpresa como al resto. Minho sabía como funcionaban los niños, era difícil que fueran rencorosos cuando el agravio no era tan grave. También era consciente de que Eunji no era mala, solo difícil de tratar. Sus formas de llamar la atención eran extrañas porque, como entendió en ese instante, sus padres no sabían como mostrar afecto.

Definitivamente, esa familia tenía un montón de cosas que arreglar.

—Está bien, vámonos a casa —interrumpió el padre de la niña ante el estupor silencioso de su mujer—, despídete de todos hasta el lunes, Eunji.

—Adiós —obedeció ella, sacudiendo la mano con una sonrisa, sin soltar la otra del cuello de la alfa.

Hubo unos cuantos agradecimientos más: al director Yoo, a los guardias de seguridad, al resto de padres. Incluso Changbin se ganó un apretón de manos del señor Jeong. Minho se conformó con una inclinación de cabeza de los dos alfas y la promesa de la niña de verse el lunes. Se sintió como una victoria.

Cuando todos lograron salir del colegio, mucho rato después, Lee estaba todavía en una especie de limbo, como si su cerebro no fuera lo suficientemente rápido como para procesar lo que había ocurrido. Jisung hablaba sin parar con Chan y Changbin sobre la mañana en el juzgado. También escuchó que invitaba a los Bang a cenar con ellos y Hoshi exclamó emocionado que la barbacoa era su cosa favorita del mundo (como todo).

En algún momento, se vio empujado a su coche, con Jisung sentando a Suni en la sillita de repuesto que ahora se había convertido en "la silla del coche de Minho oppa". Arrancó un poco en piloto automático, ni siquiera sabía a dónde se dirigían hasta que Han le tocó la mejilla.

—Oye, jagui, ¿estás bien? —preguntó.

—Sí...

—No has dicho ni una palabra desde que salimos del colegio...

—Solo estoy... No sé... Confundido... un poco asustado, tal vez... —confesó con un suspiro—. Esta es una de mis pesadillas más recurrentes, que uno de los niños desaparezca...

—Bueno, pero volvió. Y le mostró a esa alfa que no eres mala persona y que tampoco lo es Changbin hyung. Los estereotipos siempre son una mierda, mira al pobre Felix.

—El lenguaje, señor Han.

—Il linguiji, siñir Hin —imitó infantilmente. Minho se echó a reír y aprovechó un semáforo para mirarlo. Era tan bonito, tan adorablemente brillante, con sus mejillas sonrojadas y ese lunar justo en el cachete.

Sin pensarlo mucho, acercó al chico a él y dejó media docena de pequeños picos en sus labios suaves. Jisung soltó carcajadas entre sus besos, acariciándole el pelo.

—Te amo, Hannie —susurró contra su boca.

—Yo también te amo, jagui.

—Ew —la exclamación asqueada los hizo girarse con sorpresa. Minho abrió mucho los ojos mirando a la niña que los observaba con los párpados somnolientos—, ¿si tengo un novio me tendré que besar? Se ve asqueroso.

Sus mejillas se pusieron del color de los tomates. Jisung, sin embargo, parecía algo más tranquilo, como si no acabaran de haberlos pillado besuqueándose en el coche. Como si esa no fuera su hija y él su novio y el profesor que le daría clase el lunes. Como si eso fuera... normal.

—No, porque tú nunca vas a tener un novio —aseguró Han—, vas a ser mi bebé para siempre. Y, ¿por qué no estás dormida?

—Porque no tengo sueño —mintió, rascándose un ojo.

—Bueno, parece que sí tienes sueño, así que vámonos a casa y dormirás una siesta antes de ir a cenar esta noche. Todos dormiremos una siesta, ¿te parece bien? —Ella asintió, conforme.

Alguien hizo sonar el claxon a sus espaldas y Minho arrancó rumbo a casa.

***

Navegantes, aquí termina el viaje (más o menos) 

Estoy triste... pero feliz

¡Nos vemos en el infierno!

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