37. Respira hondo

Yang Jeongin parecía al borde del colapso. Era como si realmente pudiera implosionar agarrado al mármol del lavabo del baño. Jisung temía que ocurriese eso. Solo había visto al omega perder los nervios una vez, cuando volvió a ver a Suni después de meses separados. ¿Qué se hacía cuando alguien tenía un ataque de pánico? No tenía ni puta idea porque solía ser él quien los tenía ante los demás.

Felix sabría qué hacer.

Por supuesto, Lixie manejó cada uno de los resbalones que tuvo Han. Y Jeongin era ahora su omega, ¿no? Debería llamarlo, sí, debería coger el teléfono y pedirle a Lee Felix que se presentara en ese baño para gestionar al muchacho que respiraba entrecortado.

—Calma, Hannie —susurró Minho cerrando la puerta del baño. Jisung no sabía cómo se había dado cuenta—, tienes que usar tus feromonas para tranquilizarlo, no para agitarlo más.

Oh, cierto, su olor se mezclaba con el sándalo de Hyunjin y el intensísimo olor a maracuyá de Jeongin. Era como cuando Felix estaba enfadado o cerca de su celo, el aroma ácido y dulce al mismo tiempo saturaba el aire, pero todavía podía sentir el de Minho y el propio. Respiró hondo, aunque su estómago se rebeló un poco ante la mezcla de sensaciones.

—Jeongin-ah, ¿puedo acercarme a ti? —preguntó Minho con extremo cuidado. El chico levantó los ojos aterrorizado.

—Tengo que ir a comer con harabeoji —contestó aleatoriamente. Jisung no sabía qué significaba eso y tampoco esperó el permiso de Jeongin para recorrer los pasos que lo separaban.

Tomó las mejillas de Yang obligándolo a mirar a sus ojos. Parecía realmente incómodo y no solo por la intensa fragancia que lo tenía mareado; sus labios enrojecidos, sus resuellos agobiados y la capa de lágrimas que contenía entre sus párpados le daban una imagen terrible de él.

—Te llevaremos a comer con tu abuelo —aseguró Jisung con una seguridad que, en realidad, no sentía—. Primero necesito que respires para mí —Eso podría funcionar, era lo que Felix le decía siempre que entraba en esa espiral de ansiedad que lo incapacitaba—, hazlo lentamente, inhala, exhala —explicó, hinchando su caja torácica de aire para mostrárselo.

Los ojos de zorro seguían perdidos, yendo de un lado al otro de la habitación, incapaces de enfocarse. Agarró la muñeca que mantenía férrea en la encimera y la acercó con dificultad a su propio pecho. Jeongin siempre estaba un poco incómodo con el contacto físico, pero tan perdido como se encontraba en ese momento, colocó la palma donde Jisung le indicó.

Volvió a respirar lentamente sin perder sus reacciones. Trató de que su olor a lavanda saliera calmado, en pequeñas oleadas para no abrumar más al chico. Sin embargo, las aspiraciones de Jeongin se hicieron más irregulares cuando tomó una bocanada de aire.

—Oye, oye, estamos aquí, Minho hyung y yo estamos aquí —insistió.

—Le prometí que no iba a ver a Hwang y le mentí —tartamudeó el más joven, con las lágrimas escapándose de la comisura de sus ojos—. Lo sabrá, huelo a él, todo huele a él, todo huele a él...

Jisung se dio cuenta de que estaba cayendo profundamente y eso lo asustó más. Tiró con fuerza del cuerpo del omega contra su pecho, aplastándolo entre sus bíceps. Pegó la cara a su cuello y arrugó la nariz cuando percibió como Hyunjin había perfumado a Innie tan posesivamente. Jesús, nunca había sentido el olor de Hwang tan fuerte y agresivo.

Hyunjin era un alfa, eso quedó claro desde que se presentó en la secundaria, pero nunca le pareció que tuviera una esencia tan ¿alfa? ¿Podría su olor a lavanda cubrirlo? ¿Podría enmascarar la obvia excitación, la tristeza, el miedo? Han lo dudaba seriamente.

Innie lloraba en su hombro, con hipidos agobiados que hicieron que Jisung se preocupara aún más por él.

—Jeongin-ah —La voz de Minho sonó cercana y se dio cuenta de que estaba tras él—, voy a acercarme y voy a tocarte. —El muchacho perdió todavía más el ritmo del aliento. Temía que realmente se desmayara entre sus brazos porque ese ataque de pánico era más duro que cualquiera que hubiera tenido él.

No sabía como ayudarlo, más allá de dejarlo llorar en su hombro y restregarse obcecadamente contra el cuello que seguía pulsando con oleadas de maracuyá y sándalo. Jisung estaba jodidamente mareado y creía que podría vomitar si se quedaba un rato más así.

Tampoco entendía por qué Minho decía toda esa mierda cuando Jeongin era claramente incapaz de seguir la conversación. Las manos del alfa se colocaron en los hombros de Han y volteó ligeramente la cabeza para mirarlo. Sintió como los movía un poco y como su olor a café se expandía por el espacio.

Minho hizo una cosa maravillosa ante los ojos atónitos de Jisung y el colapsado Jeongin: se colocó a la espalda del abogado y los rodeó a ambos con sus brazos. Era apretado y entre ellos había un omega llorando, pero todavía se las arregló para hacer sentir a Han el único en la habitación.

Yang Jeongin, respira hondo —ordenó, con su voz de mando retumbando en sus huesos. Los dos omegas gimotear instintivamente—. Sigue el ritmo que marcan tus hyungs.

Estaba aturdido, era biológicamente incómodo escuchar ese tono de la garganta de Minho, pero pareció funcionar de alguna manera con Jeongin. El profesor acercó la cabeza al cuello del chico dándole una mirada cautelosa que Jisung no entendió del todo. La mejilla pálida de su novio se restregó contra la glándula de olor del abogado, impregnándolo con su aroma a café donde el sándalo parecía haberse asentado.

El mayor todavía arrugó la nariz cuando Jeongin expulsó un poco más de su olor y un sollozo ahogado. Vergonzosamente, a Han lo tranquilizó que ese omega que lloraba entre ellos no fuera atractivo para su alfa.

—Hannie, vamos a respirar —susurró, con su tono más amable. Jisung asintió hipnotizado y tomó una enorme inhalación, presionando el cuerpo del más joven contra su pecho—. Inhala... Exhala... Inhala... Exhala...

Se dejó llevar por el murmullo del alfa, por su aroma a café que se abría paso paulatinamente entre la amalgama de feromonas aterradas, tristes y posesivas de Hyunjin, Jeongin y el propio Jisung. No sabía cuánto pasó allí, encerrando al joven Yang entre ambos, como si fuera el queso de su sándwich. El chico pareció recuperar el aliento, con su respiración tomando un ritmo más tranquilo poco a poco.

Minho levantó su mejilla de la piel de Jeongin y lo invitó con los ojos a perfumar al omega con su propia esencia de lavanda. Obedeció, ansioso por ser de ayuda para ellos. Acarició el pelo del abogado mientras se encargaba de pasar su mejilla y su propio cuello por cualquier pedazo de piel y ropa que encontrara cerca. Casi no podía oler a Hyunjin, a no ser que acercara su nariz directamente a su carne pálida, no había rastro perceptible del alfa en él.

—Innie, pequeño —susurró Jisung con cuidado, apartándolo de su cuello para mirarlo a los ojos. Tenía las mejillas rojas por el llanto y unos cuantos mocos que supuso que habían llegado a su camisa—, ¿estás bien si te soltamos ahora? —El chico asintió. Minho fue el primero en apartarse, dando un paso atrás para alcanzar unos cuantos pañuelos a Han. Los tomó, secándole las lágrimas a toquecitos mientras el labio inferior del más joven hacía un puchero—. Te tenemos, Innie. Ya no hay rastro de Hwang sobre tu ropa. —Ni sobre tu piel, pensó, pero no lo añadió.

Parecía confuso, pero olfateó un poco el aire dando un suspiro aliviado cuando se dio cuenta de que todo alrededor era café, lavanda y maracuyá. Nada de sándalo por aquí. Le entregó las servilletas para que se sonara los mocos y dio un paso alejándose de él con cuidado. El muchacho tardó todavía un segundo en ubicarse, pero cuando se recompuso, se dio la vuelta y se lavó la cara con eficiencia.

El olor a maracuyá se acabó de pronto, es decir, no desapareció sin más, quedó de forma residual en el ambiente y sobre el propio Jisung, pero la compuerta que lo dejaba salir se cerró. Innie volvió a convertirse en Yang Jeongin.

—Gracias —dijo, haciendo una estúpida reverencia.

—No hay de qué, te lo dije, te tenemos.

Como una señal divina (o infernal) el teléfono de Jeongin sonó escandalósamente en su bolsillo. Lo sacó con un gruñido de protesta y contestó rápidamente.

Harabeoji... —Su tono era serio, casi impersonal. Alguien hablaba al otro lado, pero él solo contestaba con sonidos afirmativos. Jisung pensó en sus conversaciones terriblemente escandalosas con sus padres y se dio cuenta de que no tenía nada que ver con eso—. Estaré allí en una hora.

Cuando colgó, la máscara que solía llevar estaba completamente colocada en su sitio: era el abogado Yang Jeongin. Ese hombre no tenía prácticamente nada que ver con el zorrito asustado que encontraron en el baño, o con el divertido "Innie oppa" que amaba a Suni, o con el sentido del humor cruel que había empezado a mostrar recientemente.

—Tengo que marcharme o no llegaré a comer con mi abuelo. —Jisung lo abrazó una vez más y notó la tensión de su cuerpo. Casi se echó a reír, en su lugar, lo impregnó un poco más con su olor a lavanda y descubrió las mejillas sonrosadas.

—Muchas gracias, Innie, recuerda que tenemos que celebrarlo. Te llamaré esta semana, ¿de acuerdo? —El muchacho asintió.

Minho todavía no se movió, pero se despidió de él con una sonrisa calmante y sus feromonas expandiéndose por la habitación para rebajar su ansiedad. Cuando se fue, Jisung abrazó a Lee en una apretada llave, besándolo en los labios.

—Hay muchas veces que he querido matar a Hwang —susurró el profesor—, esta es una de ellas.

—No lo mates, es el padre de Suni —bromeó, pero recibió un gruñido enfadado—, vamos, hyung. Está frustrado, es un estúpido y le odio, pero sé que ama a Jeongin y tiene que haber sido una puta mierda encontrárselo en estas circunstancias.

—Me da igual... —farfulló, sacándolo del baño con sus dedos entrelazados—. 20 minutos serían suficientes.

—¿20 minutos? ¿20 minutos de qué? —preguntó Jisung mientras caminaban al aparcamiento.

—20 minutos en la freidora de aire para darle una lección.

Han estalló en una escandalosa carcajada que atrajo las miradas externas, pero Minho todavía tenía esa mueca de enfado determinada en sus ojos. Tiró de su brazo cuando se acercaban al coche y le dio un beso: —Te amo, aunque eres raro como la mierda, te amo. Pero vamos a mantener a Hyunjin lejos de las freidoras de aire.

—Entonces comerá papel.

A Eunji no le gustaba cuando sus padres venían a buscarla. Le gustaba que viniera Nana porque ella la dejaba ir al parque y hoy era un buen día para ir al parque. Sin embargo, cuando sus padres venían a buscarla la subían al coche, le ponían el cinturón en su silla y la llevaban directamente a casa.

Ni siquiera podía hablar con ellos porque siempre estaban discutiendo cosas que no entendía, sobre trabajo, sobre gente que no conocía, sobre las noticias, en fin, cosas de adultos que se escapaban de sus manos.

Ella no era tonta, el señor Lee la felicitaba a menudo porque hacía muy bien el alfabeto y también era la mejor en matemáticas. Incluso el señor Yoo le tocó la cabeza esa mañana para darle la enhorabuena por sus fichas tan limpias y perfectas. Por lo tanto, Eunji se consideraba una niña lista, pero nadie era tan listo como para entender las cosas que hablaban mamá y papá. Por lo menos nadie de cuatro años.

¿Entenderá Suni esas cosas de adultos? Estaba segura de que Hoshi no lo haría, Hoshi ni siquiera entendía las cosas que sí debían entender las personas de cuatro años. No es que a Eunji le molestara eso particularmente, Hoshi era divertido aunque fuera un poco lento.

Sus padres no estaban tan de acuerdo con eso. Los había escuchado hablar sobre él y sus padres a veces. Se quejaban de que sus necesidades especiales retrasaban a la clase. Eunji no tenía ni idea de qué quería decir eso, el señor Lee decía que todos eran especiales y pasaba el mismo tiempo con todos. Bien, quizá no ahora, porque, aparentemente, Suni y Hoshi sí eran más especiales que ella porque los veía los fines de semana y Jeong Eunji llevaba sin hablar con él un millón de días.

Estaba tan enfadada, tan triste... Y un rato en el parque era una buenísima forma de ponerse un poco más contenta, pero, claro, sus padres no la llevarían al parque y eso la hizo refunfuñar un poco.

—¿Podemos ir al parque? —preguntó Hoshi, tomando la mano de su papá y sacudiéndola.

—Esperaremos a que llegue el papá de Suni y le preguntamos.

—Podemos esperarlo en el parque —propuso el niño. Eunji los miró de reojo, sentada junto a la puerta del despacho, donde sus padres estaban hablando con el director Yoo. Se sintió un poco más enfadada porque ellos siempre obtenían lo que querían.

Ellos seguían dentro del aula, aunque Hoshi tiraba de su padre hacia el pasillo.

—Sí, señor Bang, podemos esperar en el parque —secundó Suni, agarrando la otra mano del señor Bang con una sonrisa.

—No, tenemos que esperar a que venga tu papá, ¿de acuerdo? No puedo sacarte del colegio sin autorización.

—Pero mi papá siempre llega tarde —lloriqueó ella.

—Bueno, podéis jugar a algo mientras. Después veremos si vamos al parque. Ni una réplica más.

El señor papá de Hoshi ni siquiera gritó, pero Eunji pensó que ella tampoco discutiría nada si usaba ese tono con ella. No dijeron nada más y Eunji dejó de escucharlos. Deseó poder ir al aula para jugar un poco con ellos, aunque sabía que a Suni no le gustaba mucho. Cualquier cosa sería mejor que estar sentada en ese banco, con la chaqueta puesta y las piernas colgando.

Qué aburrimiento...

Saltó del asiento y se acercó a la puerta del despacho, decidida a pedirle a sus padres que se fueran de una vez porque, cielos, llevaba un montón de minutos ahí sentada. Pero sus padres parecían gritar tras la puerta. Estaban usando el mismo tono con el que reprendían a Nana cuando hacía algo "mal". No es que ella pudiera hacer nada mal jamás, pero para sus padres, muchas cosas tontas estaban mal.

Notó un desagradable calambre en la barriga. Odiaba cuando papá y mamá trataban así a Nana, era horrible e injusto. A veces también le gritaban a ella o a Eunwoo oppa y era tan malo que la hacía llorar y esconderse. No quería enfrentarse a sus padres, pero tampoco entendía por qué le gritaban así al director Yoo cuando él no hizo nada mal.

Miró a ambos lados del pasillo vacío y acercó la oreja a la puerta. Podía escuchar solo un poquito, de todas formas, no iba a entenderlo porque serían cosas de adultos, ¿verdad?

¡Qué mala suerte tuvo Eunji! ¡Por una vez sí que lo entendió!

—No voy a permitir que mi hija esté en clase con un alfa que se atrevió a desafiarme —¿Quién era ese alfa del que hablaba mamá? —. Prepare su expediente porque no volverá a esta institución. Y todavía no he decidido si denunciaré este colegio para que lo cierren.

¡Por los lunares de Ladybug! ¡¿Cómo que cerrar el colegio?!

—Señora Jeong, si cree que es lo mejor para su hija, ahora mismo firmaré el traslado de expediente y podrá llevársela a cualquier otro colegio.

¿A otro colegio?

—Por supuesto que lo hará. Mañana mismo empezará en un colegio que no ponga en peligro su integridad.

—En este tampoco ha estado en peligro. Ni ella ni ninguno de los niños. El señor Lee no ha hecho nada más que ser un buen docente. Pero debo respetar su decisión si quieren cambiarla.

¡Ni hablar! ¡No, no, no, no, no! 

Eunji quería gritar. El dolor de barriga se hizo mucho más intenso y pensó que el señor Lee no permitiría que la cambiaran de colegio. Él había dicho que era especial, siempre la perdonaba cuando hacía una travesura, nunca le gritaba incluso cuando trataba un poco mal a algunos compañeros. El señor Lee la ayudó a dibujar y pintar por dentro de la línea, porque a ella no se le daba tan bien pintar; también la consoló cuando peleó con Suni y se preocupó por las cosas que le gustaban. Nadie más que Nana y Eunwoo se habían preocupado por saber si prefería salmón o pollo en el kimbap.

Eunji necesitaba, desesperadamente, encontrar al señor Lee antes de que sus padres la cambiaran de colegio.

Se quedó de pie junto a la puerta, agarrando con fuerza las asas de su mochila azul oscura, sus padres no le permitían tener una de Ladybug incluso cuando era su favorita. Un grupo de padres salió de la clase B entre risas. Eunji pensó que, si los seguía, podría pedirle a alguno de esos padres que la acompañara a buscar al señor Lee.

Sí, de hecho, esa era una gran idea.

Caminó hasta una de las niñas con la que había hablado una vez (creía que se llamaba Kim Dahyun, pero no se acordaba del todo) y la saludó tímidamente. Ella sonrió y siguió al grupo de padres y niños. Eunji entendió que podía caminar a su lado hasta la salida sin interrumpir. Si no hacía mucho ruido, nadie se daría cuenta de que estaba escapando.

Se asustó un poco cuando Suni la miró desde su aula, con ese feo peluche sucio que siempre escondía en la mochila. Apartó los ojos de ella porque temió que la delatara y deseó tener telepatía y que escuchara lo que tenía que decirle: "No digas nada, Han Suni, no llames a mis padres porque me cambiarán de colegio"

Por lo que pareció un año, caminó junto a Kim Dahyun, confundiéndose entre el grupo de personas que saludaron a los guardias de seguridad con sonrisas y pequeñas reverencias.

En el instante en el que tuvo un pie en la acera exterior, se asustó un poco. Se mantuvo cerca de ese grupo de adultos y niños que parecían dirigirse, para su suerte, hacia el parque. Eso era bueno, le estaba saliendo todo perfectamente bien. O así fue hasta que dieron cincuenta pasos y la que creía que era Kim Dahyun se despidió de ella cuando su mamá tiró de su mano hacia la izquierda.

No podía girar a la izquierda, Hoshi había dicho que tenía que caminar cien pasos hasta el parque y después veinte más hasta el puesto del señor de los peces.

Respiró hondo una vez más, tomó las asas de su mochila y siguió su camino sola, alejándose de esas personas que la habían ayudado a llegar allí. Pensó que le regalaría una de sus mejores pegatinas a Dahyun por no haberla expuesto. De hecho, si Suni se portaba bien y no era una acusica como siempre, tal vez le regalaría una a ella también. Pero no una de las mejores, tampoco eran tan amigas.

Vio al señor de los peces a lo lejos y siguió su marcha. Tenía una persona a la que encontrar.

—Tienes que llegar tarde incluso cuando soy yo el que conduce —se quejó Minho con un puchero.

—Es un don —contestó, indolente, lanzándole un beso mientras se acercaban a la entrada.

El tonto alfa había estado quejándose durante la última media hora del tráfico, de los semáforos, de lo mucho que Jisung tardó en terminarse la comida y de un montón de razones que los estaban haciendo llegar tarde. En el fondo sabía que estaba emocionado por ver a los niños otra vez y por informar a Yoo Kihyung de que volvería a clase el próximo lunes.

Así que Han solo soportó sus lloriqueos y ese adorable puchero que hacía con su boquita de frambuesa. Y lo besó, mucho, muchísimas veces, para hacerlo callar.

Pero claro, la vida tendía a castigar a Jisung de formas muy alocadas, así que pasar una tranquila tarde con su flamante novio y su hija no eran una opción real. No, era mucho mejor encontrarse con el absoluto caos en la entrada de la guardería.

«La desgracia nos persigue», qué razón tenía el lobo.

Los olores eran agresivos y se mezclaban de forma descontrolada. Había feromonas tristes, asustadas, combativas... También escuchó gritos y vio una maraña de gente sin orden. El guardia de seguridad trataba de mantener la calma con sus manos ante él. Una alfa pura gritaba improperios con desesperación. Jisung se cagó de miedo.

Agarró la mano de Minho con fuerza, como si eso pudiera apartarlo de la realidad ante él.

Cuando llegaron a la verja, su corazón latía como si estuviera corriendo una maratón. No podía dejar de pensar en un millón de posibilidades que hicieran gritar a esa mujer. Y sabía quién era, por supuesto que sí. ¿Cómo podría olvidar a esa abusona que trataba tan mal a Minho y que había insinuado que Hoshi eraun problema? Jesús, cómo odio a los Jeong.

—¡Papá! —El chillido de Suni se escuchó por encima del barullo de los adultos.

El omega oteó el espacio y la encontró en la puerta, agarrada a Bang Chan, que miraba el espectáculo con la cara desencajada.

Tiró de Minho con él, esquivando el grupo de adultos que gritaba y llegó a la niña para auparla y besuquearla, su lobo interno ronroneó un poco más tranquilo. En el fondo, estaba asustado como la mierda de que le hubiera pasado algo a su hija.

—¿Qué está pasando, Chan hyung? —preguntó, mirándolo. Minho había tomado en brazos a Hoshi para una sesión de saludos y conversaciones extrañas.

—Jeong Eunji ha desaparecido —susurró Bang, tragando saliva.

Jisung no tuvo tiempo de nada más que abrir los ojos desmesuradamente y echarse a temblar, apretando a Suni contra su pecho. Minho resopló y parecía tan asustado como él. Sus olores se hicieron más pesados con la preocupación.

—Tengo que pedirle a los padres que nos ayuden a buscar a la niña hasta que llegue la policía —La voz del director Yoo se impuso por encima de las quejas airadas de la madre de Eunji—. No puede haber salido del centro, así que estará por aquí.

Los niños fueron llevados al primer aula, apenas quedaban unos diez allí, incluidos Hoshi y Suni. Minho se ofreció a cuidarlos a todos cuando el director Yoo parecía totalmente fuera de sí. Jisung podía entenderlo, la niña se había perdido cuando él debía vigilarla. También sintió empatía por los padres, aunque eran unos imbéciles altivos y todavía miraron a su novio con desconfianza, podía entender el llanto contenido en los ojos de los alfas.

Jisung dejó a Suni con Minho y se acercó a los Jeong: —Vamos a encontrarla.

No estaba seguro, pero necesitaba creer que iban a encontrarla. Necesitaba convencer a esos dos alfas que harían todo lo posible por encontrarla.

A Minho le temblaban las manos. Perder a un niño era una de sus peores pesadillas y ahora era real. Demonios, ¿no podía la vida dejarlo disfrutar de su victoria por cinco minutos? No, el mismo día que logra volver a su trabajo, se pierde la hija de la razón por la que no tenía trabajo. Qué maldita puta ironía.

Los pequeños parecían confundidos y estaban inquietos, mirándose unos a otros sin saber muy bien qué hacer o cómo relacionarse. La decena de pequeños estaba sentada en el suelo, se habían quitado las mochilas y las chaquetas porque nadie sabía cuándo tardarían en encontrar a Eunji.

Controló sus feromonas para convertirlas en algo calmante. Aunque los pequeños no podían interpretar los olores y casi no podían percibirlos, los estudios (y su propia experiencia) demostraban que las feromonas tranquilas afectaban positivamente a los niños. Él las usaba a menudo con ellos, su pequeña manada se portaba mejor cuando Minho estaba de buen humor y tranquilo, así que tal vez podría tranquilizarlos un poco de esa manera.

Se sentó en el suelo frente a los chiquillos, trataban de jugar en pequeños grupos. Todavía escuchaba a los adultos hablar en el pasillo, caminar de un lado a otro, se abrían puertas y muebles, se rebuscaba en todas partes... Una parte de él quería estar allí y otra, quería quedarse con esos alumnos para calmarlos. Kihyung hyung no estaba en su mejor momento para hacerlo.

Suni se acercó a él, seguida de su inseparable Hoshi. Se sentó a su lado, con la cara apretada en un puchero y una silenciosa determinación en sus ojos. El pequeño Bang fue más atrevido y se subió a su regazo, buscando consuelo. Minho le acarició la cabeza con cuidado.

—¿Cuándo vendrá papá? —preguntó en voz baja, presionándose contra su pecho.

—Vendrá pronto, Hoshi, ¿necesitas algo? ¿Quieres ir al baño?

—No... Quiero irme a casa. Estoy asustado.

—¿Por qué estás asustado? —Minho continuó acariciándole la cabeza. Suni se presionó contra su costado y le pasó un brazo por los hombros.

—Porque no quiero que le pase nada malo a Eunji —contestó el joven Bang.

—No le ha pasado nada malo. Seguramente está escondida y la encontrarán. Todos los papás la están buscando. —Estaba a medio camino entre intentar convencerse a sí mismo e intentar convencer a los niños que ahora miraban expectantes.

—¿De verdad lo cree? —preguntó una pequeña acercándose a ellos. Sus dos amigos la siguieron y se quedaron muy cerca.

—Sí, claro que lo creo. Hoshi, ¿por qué no escoges un libro de la estantería y leemos un poco para pasar el rato? —propuso. El niño obedeció mientras el resto de chiquillos se acercaba a ellos para tumbarse y sentarse alrededor.

—"Monstruo rosa" —leyó Minho cuando el pequeño volvió a sentarse en su regazo. Había traído tres libros más en las manos, pero quiso empezar con ese.

Tardaron poco más de quince minutos en terminar el primer libro. El segundo fue mucho más rápido porque no había tantas preguntas. Algunos se habían quedado dormidos, otros solo miraban parpadeando lentamente. Hoshi babeaba sobre la camiseta del profesor. Su lobo se sentía tranquilo e intranquilo al mismo tiempo.

Aquella pila de cachorros que tenía delante era suficiente para calmar su ansiedad, pero seguía teniendo a Eunji en la cabeza de forma continua. Cerró el libro con cuidado, colocó a Hoshi en el suelo poniéndole la cabeza sobre un cojín antes de levantarse. Suni seguía despierta y lo miraba con la boca apretada.

—¿Necesitas algo, preciosa? —Ella negó con la cabeza—. ¿Qué pasa, cariño?

—Minho oppa, si te cuento una cosa, ¿me prometes que no te enfadarás conmigo?

—Claro que no, dime, pequeña... —Le tendió la mano y ella la agarró, restregando la cara contra Bbama ansiosamente.

—Vi a Jeong Eunji salir del colegio con una niña de la clase B —susurró.

—¿Qué?

—Se fue con Kim Dahyun —aclaró—. Me miró, un momento, pero se fue.

—¡Dios santo! Entonces está fuera del colegio —exclamó, aturdido.

Minho se levantó de un salto y llamó directamente a Kihyung hyung para darle la nefasta noticia. Si Eunji estaba fuera, la cosa se iba a poner muchísimo peor.                           

***

Navegantes, aquí nos quedamos. 

Solo quedan tres capítulos para terminar. Me pone un poco triste y un poco feliz a la vez.

¡Nos vemos en el infierno!

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