34. ¡Mamá!
La melodía del teléfono resonó en el salón. Jisung pensó que podría devolver la llamada a quien quiera que fuese cuando terminara de lavarse los dientes y peinarse. Ahora mismo, verse lo suficientemente decente para ir al río Han a montar en bicicleta era más importante. Y si era Choi Soobin, Sunwoo o cualquier otra persona relacionada con su trabajo lo ignoraría.
De acuerdo, tal vez no lo ignoraría. Pero, cielos, era sábado y necesitaba tener un fin de semana tranquilo antes de enfrentarse a su realidad a las 8 de la mañana del lunes. No había nada lo suficientemente grave como para joderle su cita.
A no ser qué...
—¡Abuela! —El grito de Suni atravesó el pasillo y se coló en su habitación justo cuando escupía el agua—. ¡Nos vamos al río Han, voy a aprender a ir en bicicleta!
Por supuesto que había una pesadilla más terrible que Hyunjin y su oficina juntos: una llamada telefónica de su madre.
—Papá está acicalándose como dice el tío Lixie... No, el tío Lixie no está, pero Minho oppa está preparando unos sándwiches, ¿quieres hablar con él? —ofreció Suni.
Claro que había algo peor que una llamada de su madre: una conversación entre Minho y su madre.
No lo malinterpreten, Jisung no se avergonzaba de Minho en absoluto. Pero tal vez hubiera ignorado deliberadamente a su amada progenitora durante las últimas semanas. Y era muy posible que se hubiera olvidado de mencionar al alfa desde... Bueno, desde nunca.
Los Han tenían una dinámica extraña, eran reservados y discretos con los desconocidos, pero terriblemente entrometidos con la vida de Jisung. Los amaba con locura, pero era muy feliz desde que vivían lo suficientemente lejos como para no tener que comer con ellos los domingos. Suni y Jisung visitaban a la familia en Seollal y Chuseok. Ellos aparecían a veces por Seúl y comían juntos.
Eso funcionaba bien: una llamada a la semana, dos o tres visitas al año, algunas fotos y videos de Suni de vez en cuando. Eso era todo. Su madre no necesitaba hablar con "Minho oppa", más que nada porque ni siquiera sabía quién mierda era Minho. Y por supuesto que no necesitaba saber qué hacía en su cocina haciendo sándwiches para ellos.
—¡Claro, te lo paso!
Salió del baño a toda prisa, con el pelo a medio peinar, el vaquero desabrochado y la camisa colgando de un brazo. Buscó a la niña con los ojos y la vio entrar a la cocina donde debería estar Minho.
Jisung nunca había sido una persona con habilidades deportivas. Tenía la suerte de haber heredado una buena silueta y la capacidad de desarrollar músculos en pectorales y brazos fácilmente. Pero no tenía un buen juego de piernas, de hecho tenía un malísimo juego de piernas que a Felix le gustaba llamar "anime girl legs".
Era la crónica de una caída anunciada. Fue totalmente inevitable que tropezara, enredándose con el pantalón para caer de bruces delante de la puerta de la cocina con un grito desquiciado.
Había dos pares de ojos observándolo cuando levantó la cabeza del suelo. Por suerte, Minho no había llegado a alcanzar el teléfono que Suni tenía en la oreja. El alfa, tan caballeroso y amable como era, reaccionó rápido acercándose para ayudarlo a levantarse, olvidando que la pequeña Han lo reclamaba solo un segundo atrás.
—¿Estás bien, Hannie? ¿Te has hecho daño? —preguntó.
Comprobó con sus manos que todo estaba bien, con sus enormes ojos llenos de preocupación. Jisung no pudo evitar la sonrisa tierna que tiró de su mejilla. El alfa le colocó la camisa sobre sus hombros, abrochándola. Incluso tuvo tiempo para pasar sus dedos entre su pelo, supuso que trataba de arreglar el desastre. Han era incapaz de ayudar y solo podía mirarlo hipnotizado. Era tan guapo, tan amable, tan perfecto y tan suyo...
—Papá se cayó, pero dice que está bien. Minho oppa lo está vistiendo. —Y esa era su señal para salir a la cancha.
Arrancó el teléfono de su pequeña manita con las cejas fruncidas. La niña lo miró confundida.
—¡Estaba hablando con la abuela! —reclamó, con toda la razón del mundo. Aunque Jisung nunca se la daría.
—Los teléfonos de los mayores no se contestan, Han Suni, eso no está bien.
—¡Pero aparecía la foto de la abuela! —insistió.
—¡Me da igual! Tendrías que haberme preguntado si podías contestar —insistió, aunque su argumento flaqueaba. Su hija cruzó los brazos e hizo un puchero.
—Hannie, me preguntó si podía contestar y le dije que sí —interrumpió Minho. No pudo evitar hacer el mismo puchero enfadado.
—¡Han Jisung! —La voz de su madre se coló en la neblina. Mierda, ahora tenía que enfrentarse a ella.
Respiró hondo y se dio la vuelta, huyendo de la escena como un criminal y encerrándose en el baño. Su madre seguía demandando su atención soltando una cantidad obscena de improperios. Casi se echó a reír.
—Cálmate, mamá.
—Cálmate tú, ¿cómo te atreves a hablarle así a mi nieta? ¿Ni siquiera puedes dejarla charlar con su abuela? —riñó.
—Mamá...
—Ni mamá, ni momó, Han Jisung, yo no te crié así —Rodó los ojos, bufando—. No me bufes, soy tu madre. Eres un malcriado, ¿de qué han servido los colegios privados que te pagué?
—Literalmente, conseguí becas para todos.
—¡Jisung!
—¡Mamá!
—¡Eres un maleducado! —insistió la mujer. Han se dio cuenta de que aquella conversación no iría a ninguna parte y que su madre nunca daría su brazo a torcer.
Típico de Tauro, que diría Felix.
—Lo siento, mami, ¿a qué debo tu inestimable llamada?
—No seas idiota, Jisung —gruñó ella, pero al instante se calmó—. Bueno... Quería saber cómo estábais, hace dos semanas que no hablamos. ¿Cómo te va como team manager?
—Estoy bien, gracias. El trabajo es estresante, pero la paga es buena. Y puedo trabajar desde casa a veces, es genial cuando Suni no tiene que ir a clase...
—¿Qué hay del nuevo acuerdo de custodia? ¿Estás mejor con eso?
—Ugh —No le apetecía una mierda recordar al estúpido Hwang Hyunjin—, sí, todo está bien. Estoy adaptándome bien. La echo de menos, pero estoy llevándolo bien...
—Supongo que ese chico tiene algo que ver, ¿no? —Oh, Dios, no.
—¿Qué dices, mamá? No inventes.
—Ah... Así que las fotos que tienes en Instagram con ese chico de ojos grande no tienen nada que ver con que estés tan bien, ¿verdad? —Ahí estaba, la entrometida Park Sungkeun—. Entonces, tampoco te está haciendo sándwiches y cuidando de tu hija mientras tú te escondes en el baño, claro que no.
Joder, si su madre hubiera querido, podría haber dirigido el Departamento de Inteligencia de la República de Corea. Estaba convencido de que el FBI la llamaba para pedirle ayuda en secreto.
—¿Desde cuándo me sigues en Instagram? —preguntó, tratando de desviar su atención.
—Ese no es el asunto. El asunto es por qué el tal Minho le dio permiso a tu hija para coger tu teléfono y a mí no me has dicho ni que tenías novio. ¡Ese es el asunto!
—Mamá, no empieces...
—¿Que no empiece? He esperado pacientemente a que tú me lo contaras, pero por supuesto, has preferido guardarlo. Llevas meses subiendo fotos con ese chico y no dijiste ni mú a nadie. ¿Tan mal te he tratado, Jisung? ¿Tan poco amor te he dado? —Por la diosa Luna, y ahora se hacía la víctima.
—No, mamá, no tiene nada que ver con eso.
—¿Entonces?
—Es mi vida privada, mamá.
—Tu vida privada que aireas en redes.
—Bueno, dime cuál es tu usuario porque voy a bloquearte ahora mismo.
—Cómo si fuera tan estúpida como para decírtelo —bufó, con una carcajada—. Estás atrapado, Jisung, suelta todo sobre ese chico ahora mismo.
—Mamá, ¿podrías dejarme tener un poco de intimidad?
—¿Más? Por la hora que es, ese tal Minho debe haber dormido ahí. ¡Y te estaba vistiendo! Creo que has tenido bastante intimidad.
—¡Ya basta! —gimió, mortificado.
Se frotó la cara con las manos y activó el altavoz poniendo el dispositivo sobre el lavabo. Ya que estaba encerrado en el baño, lo menos que podría hacer es peinarse un poco.
—Entonces, ¿a qué se dedica el tal Minho?
—Deja de llamarlo "el tal Minho". Se llama Lee Minho y es maestro. —La mujer se quedó callada unos segundos y Jisung casi podía oír los engranajes de su cabeza trabajando.
—Oh, vaya, vaya, ¿es un omega?
—¿Qué?
—Sabes que estaríamos bien si fuera un omega —añadió rápidamente—, todos adoramos a Felix. Siempre pensamos que haríais una pareja preciosa. ¿Por eso no me has contado sobre él? ¿Tenías miedo de que te rechazáramos por estar saliendo con un omega?
—¿Qué demonios te pasa, mamá? —interrumpió—. No te lo dije porque es mi vida privada. Y no te diré nada más.
—¡Qué maleducado eres! Yo aquí intentando hacer el mejor papel de madre tolerante y tú siempre tan cortante.
—Mamá, voy a colgar el teléfono ahora —gruñó, harto de la conversación—, hablaré contigo más adelante.
—Jisung, no me cuelgues.
—Adiós, mamá. Le daré recuerdos a Suni y Felix de tu parte.
—¡Han Jisung, no te atrevas!
Se atrevió. Por supuesto que sí. Colgó el teléfono y lo puso en silencio. Justo en el momento en el que iba a guardarlo en su bolsillo, le llegó un mensaje: "Tendrás noticias pronto". Resopló, cansado y salió del baño para dirigirse a la cita que no iba a permitir que su madre entrometida estropeara.
—Mi madre me llamó esta mañana —murmuró Jisung, con las mejillas llenas de tarta de queso.
Felix siguió la dirección de su mirada, justo al lugar donde Minho y Chan agarraban a una asustada Suni que intentaba pedalear. Con poco o ningún éxito. Desgraciadamente, parecía haber heredado las escasas habilidades como ciclista de su padre.
—¿Se puso pesada? —preguntó Felix.
—¿Te llevas mal con tus padres? —intervino Seungmin, dando un sorbo a una botella de agua mineral.
—No me llevo mal con ellos, pero es que son demasiado intensos. Sobre todo mamá. Dios, es tan entrometida... Por suerte para mí, viven en Ulsan. —Felix rodó los ojos.
—No le hagas caso, son un encanto, Seungmin.
—Solo dices eso porque te aman. A mí me hizo un tercer grado. No sé cómo demonios llegó a mi Instagram pero, aparentemente, me sigue y vio las fotos de Minho —Dejó el paquete de plástico vacío sobre la manta en la que estaba el resto de los aperitivos que Bang Chan había comprado. Felix lo metió en una bolsa de desperdicios—. Se puso en plan "quin is isi til Minhi".
Seungmin y él soplaron una risa. Han hizo un puchero y se arrastró hasta estar apoyado en su hombro. Felix le acarició el pelo, rascando sus uñas cortas en el cuero cabelludo para calmarlo.
—Bueno, es normal que los padres sean un poco entrometidos —aseguró el cantante, comprensivo.
—Le dije que era maestro y automáticamente pensó que era un omega —añadió el chico—. Me molestó mucho y encima se puso en plan madre moderna. Como si no le importara que pueda estar con otro omega, pero fue incapaz de pensar que tal vez no era un omega solo porque es maestro.
—Sungie, cariño, creo que estás exagerando —aseguró Felix, convencido de que, de hecho, estaba exagerando.
—Jisung, es una persona mayor, ya sabes que todavía tienen un montón de prejuicios de mierda...
—Jummm —gimoteó el omega, restregándose contra Felix como un niño.
—¿Por qué no le has contado sobre él a tus padres?
—Phghgff —gruñó algo con la cara aplastada contra la camiseta del pecoso. Lo apartó de él y le acarició las mejillas para obligarlo a mirarlo.
—¿Cuál es el problema?
—Tengo miedo...
—¿Miedo de qué? —Seungmin preguntó.
—Tengo miedo de que no sea real, de que no dure... Todavía estoy esperando el momento en el que lo jodo todo y me deja.
—Jisung, haz el favor, Lee Minho is whipped. Está tan enamorado de ti que si le pides que ladre, ladrará. —Seungmin tenía un sentido del humor extraño, pero le encantaba. Felix dejó escapar una carcajada sin soltar las mejillas gorditas de su amigo.
—¿Crees que recogerá una pelota si Jisung se la tira? —continuó con la broma.
—Joder, creo que caminaría a cuatro patas y le daría la patita.
—¡Ya basta! —Jisung explotó, riéndose escandalosamente y aflojando la tensión que parecía tener. Felix lo abrazó y lo sentó en su regazo. El muchacho se apoyó en su pecho.
Restregó la nariz por el cuello del omega que olía a lavanda y a café. Una parte malvada de él dejó un reguero de sus propias feromonas para recordarle a Minho que seguía siendo suyo. Se calmaron lentamente, sus carcajadas convertidas en suaves resoplidos.
—Minho no te va a dejar, Sungie. No vas a joderla.
—Mira, hace poco que nos conocemos, pero creo que tú podrías vivir perfectamente sin él, pero él no podría hacerlo sin ti.
—Eso es una tontería, Seungmin. No soy capaz de hacer arroz blanco solo, ese hombre hace un solomillo Wellington digno de Gordon Ramsey.
—Eso no tiene nada que ver —insistió Kim—, estoy convencido de que ya no sería capaz de vivir sin ti. No he visto a ninguna pareja que esté tan en sintonía como vosotros dos. Además, conoce a tu hija, pasa tiempo con vosotros, joder, hasta pasáis los celos juntos. Casi vive en tu casa...
—Bueno, en cuanto a eso... —murmuró Jisung, con las mejillas rojas.
—¿Qué pasa con eso?
—Es que... verás...
—Jisung no ha pasado ninguno de sus celos con él. Dice que Minho se ve como un modelo de anuncios de colonia y él se ve como una piltrafa demandante, sudorosa, húmeda y llorona.
—¡Yo no dije llorona! —exclamó, golpeándole con la manita en el pecho. Tenía un total de cero julios de fuerza. Felix rio y le mordisqueó el cuello.
—Eso lo añado yo, eres realmente llorón cuando estás en celo.
—Eres consciente de que no es lo mismo pasarlo solo que acompañado, ¿no? —aclaró Seungmin, siempre tan razonable—. ¿Has pasado el celo con alguien alguna vez?
—No desde que tuve a Suni y antes fue una o dos veces... Normalmente Felix cuida de mí esos días... —El chico le dio un beso en la mandíbula y él lo correspondió rascando un poco más su cuero cabelludo.
—Ahí lo tienes. Estás demandante, sudoroso y llorón porque no estás con tu pareja. Cuando la tienes la cosa se pone mucho, mucho mejor... —Felix observó como la sonrisa de Kim se volvía diabólica—. Y seguramente estarás húmedo, sudoroso y demandante, pero de una manera mucho más sexy.
—Seguro que hasta te pones llorón. Pero de la manera sexy —ronroneó en la oreja de Han.
El muchacho chilló mortificado y se dispuso a defenderse en el momento en el que los pequeños corrieron hasta la manta, dejándose caer. Hoshi se lanzó sobre Seungmin con un grito y Suni se sentó sobre Jisung, apretando más a Felix contra la manta.
—¿Por qué es tan difícil montar en bicicleta? —se quejó la niña.
—Las mejores cosas de la vida siempre son difíciles, bebita.
Apartó a Han de su regazo y abrazó a la niña dándole un par de besos. Ella gimoteó, descontenta. Los alfas se acercaron, colocando las bicicletas junto a un árbol mientras se sentaban sobre la enorme manta. Hoshi abandonó a Seungmin y se enganchó al cuello de Bang Chan como un pequeño koala.
—Tengo hambre —exigió el niño.
—Hice unos cupcakes especiales para ti, tigretón. —Agarró la fiambrera con la tapa verde y la abrió, ofreciéndole uno.
—Hoshi no puede pasarse con el azúcar... —empezó Chan.
—Lo sé, por eso he dicho que son especiales para él —El alfa levantó las cejas sorprendido—, sugar free. I learn fast, Chris.
—Gracias por ser tan considerado —murmuró el hombre, alcanzando uno de los dulces para el niño.
Hoshi le dio un mordisco y Seungmin aprovechó para tomar uno también, gimiendo suavemente.
—Está riquísimo, Felix. Christopher, deberías robarlo de ese hotel en el que trabaja y llevártelo al restaurante.
—Oh, Dios mío, esa es una idea genial —exclamó Jisung.
—¡Sí que lo sería! ¿Te gustaría dejar tu trabajo para ir al restaurante de Christopher?
—¿Pero qué demonios?
—El lenguaje, Felix —reprendió Minho, acercándole a Jisung un trozo de fruta.
—Deberías hacerlo, así no tendrías que levantarte a las 3 de la mañana y estar en esa cocina atestada de alfas imbéciles que no pueden aceptar órdenes de un omega —siguió Han, con la boca repleta de manzana.
—Me parece una gran idea, pero igual deberíamos dejar que Felix se lo pensara un poco, ¿no? Estamos siendo un poco intensos por aquí... —apaciguó Chan. No pudo evitar darle una sonrisa de agradecimiento.
—Bueno, pero hazle una buena oferta, una que no pueda rechazar.
—¿Te crees que soy Michael Corleone, Minnie?
—No, eres más como don Vito —contestó, con una sonrisa—, igual de viejo.
Todos se echaron a reír con el gemido castigado de Chan. Felix pensó que no le importaría darle una vuelta a su vida. Sentía que lo necesitaba.
Llevaba tres años trabajando en el hotel y aunque le pagaban bien, no era su lugar favorito del mundo.
Trabajar para Bang Chan sonaba bien, estaba seguro de que sería justo con él, lo trataría decentemente. Por supuesto, su horario sería mejor, nada de levantarse de madrugada para hacer dos mil cruasanes para un congreso de urólogos aburridos. Nada de soportar al estúpido director del hotel. Nada de alfas comemierda que se sentían lo suficientemente seguros de su puesto como para poner en tela de juicio las órdenes de Felix.
—Oye, no es mala idea... —murmuró, distraído.
—Lo malo es que tendrías que trabajar los fines de semana... Ya sabes como es esto...
—Oh.
Si trabajaba los fines de semana ya no podría ir a taekwondo. No es como si hubiera vuelto o pensara volver jamás, pero, claro, siempre estaba ahí. Esa posibilidad seguía existiendo. Algunos sábados, se despertaba con ganas de volver a la clase con Suni y Jisung, incluso preparó el bolso una vez. Se había detenido a sí mismo en la puerta, con las llaves del coche en la mano.
Nadie le había dicho que no volviese, nunca lo echaron de allí. Pero ni siquiera él era tan desconsiderado. Volver al sitio en el que Changbin había... bueno, volado los sesos de Felix con un polvo cósmico (palabras de Jisung), no le parecía bien. De hecho, todavía no se sentía particularmente cómodo alrededor del alfa. Intentaba disimularlo, pero lo evitaba en la medida de lo posible.
Y era un auténtico dolor de muelas que ahora se hubiera convertido en parte del grupo. Aparecía en todos los planes que hacían juntos y una vez incluso lo encontró en casa de Han jugando al Animal Crossing con Suni.
Así que... En realidad, que trabajara los fines de semana sería una buenísima excusa para mantenerse alejado. Una que debería gustarle mucho y, sin embargo, su lobo se removía inquieto.
Felix restregó su nariz por el pelo de Suni, que charlaba con los demás en su regazo. Le dio un beso en la coronilla y ella lo miró con una enorme sonrisa que lo envió a flotar al cielo.
—¿Si trabajas con el papá de Hoshi ya no me harás jjangjameon?
—Claro que te lo haré, bebita. Siempre guardo para ti mis mejores recetas —le dijo, como si fuera un secreto. Ojalá pudiera contarle lo que pensaba en realidad, lo que le preocupaba.
Un cuerpo cálido lo abrazó, apoyando la cabeza contra su hombro. Jisung lo miró entre sus pestañas, como si supiera que dentro de Felix había un montón de carreteras mal señalizadas que no llegaban a ninguna parte. Como si fuera consciente de que llevaba conduciendo por esas carreteras tanto tiempo que ya no era capaz de distinguir la izquierda de la derecha.
—¿Está todo bien, rayo de sol? —susurró Jisung en un hilo de voz.
Lo miró fijamente: sus ojos de cervatillo, las mejillas redondas, el pelo despeinado sobre la frente, los labios apretados en un puchero de preocupación. Era tan bonito, su bonito omega. ¿Por qué Felix no pudo quedarse con él? Vivir con él, cuidar de ellos, amarlos, dejarlos que lo amaran.
Si Felix hubiera sido un poco más listo, ahora estaría enamorado de Jisung y Jisung de él. Criarían a Suni, incluso mejoraría su relación con el pelotinto solo para hacerlos felices (y no porque en el fondo le cayese un poco bien). Podría protegerlos, consentirlos, hacerles la cena cada noche, perfumarlos con su olor.
Minho lo miró, ladeando la cabeza con inquietud. Estaba cerca también, con su olor a café llegándole. No sabía si el alfa era quien lo emitía o se había quedado fuertemente impregnado en Jisung. Parecía perforarle el cerebro con los ojos, como si fuera capaz de llegar hasta el fondo de su materia gris para saber que no, no estaba todo bien. Y, sin embargo, su actitud era más protectora que juiciosa.
Definitivamente, Felix debió ser más rápido y más inteligente porque no había nadie en el mundo mejor que Minho para Jisung. Ni siquiera él mismo.
—Todo está bien —mintió, atendiendo al omega en su hombro—, estoy pensando en aceptar esa oferta, suena muy bien eso de no levantarse de madrugada y tampoco es que haga mucho los fines de semana. —Forzó una sonrisa levantando los ojos y se encontró con los orbes felinos. Y si no supiera que era imposible, creyó que el alfa sabía todo lo que escondía.
—¡Eso es excelente! —Seungmin aplaudió—. Christopher, call the lawyers.
—¿Qué tal si terminamos el picnic y seguís hablando de trabajo el lunes? —propuso Minho—. Así le das tiempo a don Vito a decidir qué oferta le hará.
—¡Tú estabas de mi parte, Minho!
Y todo el mundo se echó a reír una vez más, aflojando la tensión que se palpaba en el ambiente. Felix respiró tranquilo, olvidando que había un montón de señales que arreglar.
***
¡Hola, navegantes!
Queda poquitísimo para que acabe, estoy triste y feliz a la vez. Al final no son 37, son unos pocos más, espero que los disfruten.
¡Nos vemos en el infierno!
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