33. Perdóname, Hannie

Suni odiaba hacer el alfabeto. Era aburrido. Pero como siempre obedecía lo que el señor Yoo decía, tenía que terminar esa increíblemente larga ficha para poder pasar a otra actividad. Suni esperaba que la próxima actividad fuera jugar, porque si fueran matemáticas se echaría a llorar.

—No sé cuál es esta letra —susurró Hoshi a su lado, su voz sonaba agobiada. De hecho, siempre sonaba así cuando tenían que hacer el alfabeto.

Echó un vistazo a su hoja, con borrones sucios que no se podrían eliminar ni con la mejor goma del mundo mundial. Y eso que Hoshi tenía un borrador genial con forma de tigre. Lo ayudó, agarrándole la mano para que hiciera la forma correcta.

Estuvieron mucho rato así, no es que ella pudiera saberlo realmente porque todavía no terminaba de comprender las horas y los minutos y esas cosas que tanto agobiaban a los mayores, pero le pareció que era un largo tiempo. Su mejor amigo del mundo parecía frustrado y eso la ponía triste. Acarició su cabeza suavemente para tratar de animarlo, pero no funcionaba; últimamente ni siquiera las caricias calmaban a Hoshi.

—Oye... —Se puso muy recta en su silla y frunció el ceño, levantando la cabeza de la hoja.

—¿Qué quieres, Eunji? —preguntó directamente. La otra niña abrió mucho los ojos, con la boca hacia abajo con tristeza. Suni se sintió un poquito mal.

No es que quisiera ser mala, ella tenía mucha paciencia con todo el mundo, pero Jeong Eunji era algo así como... su archienemiga. Como la hermanastra de la Cenicienta, había dicho Hoshi una vez. Ella no era tan fea, de hecho Eunji era bonita y siempre tenía el pelo súper bien peinado; pero hacía cosas malvadas y se burlaba de su amigo. Y esa era una ofensa que Suni no iba a dejar pasar ni una sola vez.

—Yo... Quería saber una cosa... —murmuró. Tenía los mofletes rojos, como si le diera vergüenza. La pequeña Han estaba muy confundida.

—¿Qué cosa? Yo no sé muchas —intervino Hoshi. Él nunca, jamás, hablaba mal a nadie, ni siquiera cuando Eunji lo humillaba. De verdad quería mucho a su amigo porque era una persona increíble, pero también sentía la necesidad de protegerlo porque, como decía papá, era muy inocente.

—Es sobre... Sobre eso que dijiste esta mañana —continuó Jeon—, sobre el señor Lee yendo a comer a tu casa... Eso...

—Ah, sí, eso sí lo sé. Fue a comer a mi casa con Seo sabumnim, con el tío chef, el papá de Suni y con Innie hyung.

—¿Y por qué ya no viene más al colegio? —cuestionó ella. Suni permaneció callada, desconfiando de sus intenciones.

—Eso ya no sé, mi Pa dice que son cosas de mayores —respondió encogiéndose de hombros.

—Hmmm... —Eunji se acercó un poco más y Suni estaba muy alerta, porque no sabía si iba a ser mala con ellos de nuevo—. ¿Y cuándo lo verás otra vez?

—No sé, a veces lo veo en taekwondo cuando viene a buscar a Suni y al papá de Suni.

—Ah... ¿El señor Lee también va a taekwondo?

—No, no, pero es muy amigo de Seo sabumnim y después de taekwondo siempre viene. Creo que se va a comer con Suni y el papá de Suni porque...

—Hoshi, no —interrumpió—, eso es un secreto, los secretos no se cuentan.

—Ay, es verdad. Perdóname... —Suni le tocó la cabeza, pero Eunji se sentó a su lado y lo miró fijamente.

—¿Qué secreto?

—Un secreto es un secreto, Jeong Eunji. No se puede contar.

—Pero quiero ver al señor Lee... Lo extraño... —gimió ella con su boca arrugada como si fuera a llorar.

—Ven a taekwondo —comentó Hoshi, despreocupado.

—¿Dónde está el taekwondo?

—¿Sabes el parque que está como a cien pasos de aquí? Al que vamos a veces después del colegio —Ella asintió—. Pues si caminas cincuenta pasos más hasta el señor que vende peces de crema, luego tienes que cruzar la calle y está ahí.

—No entiendo...

—Hmm... Dile a tus papás que te lleven —intervino Suni—. Hay unos carteles en el corcho de fuera y tiene un mapa, el tío Lixie los utilizó cuando nos llevó.

—Mi papá también lo recogió del corcho —exclamó Hoshi, emocionado.

—Bueno... Tal vez le diga a nana que me lleve un día...

—También puedes ir a casa de Suni, el señor Lee siempre está allí.

—¡Hoshi! ¡El secreto!

—El secreto es que tu papá y el señor Lee son novios, no que esté siempre en tu casa.

—¡HOSHI! —gritó Suni, levantándose de un salto.

Eso estaba mal, era un desastre. Papá se enfadaría porque Hoshi dijo eso y Jeong Eunji seguro que se lo diría a todo el mundo. Todavía no sabía por qué debía guardar ese secreto, pero papá y el tío Lix habían insistido mucho en que no debía contar nada. ¡Y ahora Hoshi lo había estropeado! ¡Y se lo había contado a su archienemiga!

—¿Qué pasa? —Encima, el señor Yoo la miraba con esa cara de enfado que la ponía muy nerviosa.

—Nada, no pasa nada —mintió Jeong Eunji. ¡Por supuesto que pasaban muchas cosas!

—Vuelve a tu sitio, Jeong Eunji, deja a tus compañeros terminar su ficha. —La niña asintió, marchándose.

Suni todavía estaba muy nerviosa, tanto que le temblaban un poco las manos y las letras le estaban saliendo mucho peor. De todas formas, no tenía por qué desconfiar, ¿verdad? Papá decía que no hay que esperar siempre lo peor de la gente. Tal vez Jeong Eunji no le contara a nadie el pequeño secreto. O tal vez se olvidaría, a Suni se le olvidaban muchas cosas. Quizá no era tan grave que la gente lo supiera, ¿no? Que Minho oppa fuera el novio de papá no era algo malo, igual que no lo había sido que Innie oppa viviera en casa de papi. Ella nunca tuvo que guardar ese secreto, ¿por qué era tan importante que guardara el de papá?

Respirando profundamente, decidió que en realidad, ya no podía hacer nada por arreglarlo. El secreto fue desvelado y solo esperaba que papá no le echara una monumental bronca por hacerlo.

Jisung había desaparecido. Está bien, tal vez no hubiera desaparecido, pero sí evitaba a Minho como si tuviera la peste. Joder, él solo quería hablar y mantener una conversación lógica con él. Sin embargo, el chico se encargaba de ponérselo muy difícil.

Primero, no contestaba a sus llamadas y solo enviaba un "mucho trabajo" u "ocupado" cuando intentaba contactar con él. También se aseguró de que Felix siempre estuviera a su alrededor, por ejemplo, en su casa. El omega con olor a fresas había establecido una base de operaciones en la cama que él quería compartir con Jisung y Minho volvió a ser un visitante que se marchaba después de cenar.

Le gustaba Felix, era divertido y hacían un buen tándem en la cocina, pero Han se las arreglaba para no quedarse a solas con él todo el tiempo. Para alguien con unas habilidades sociales tan escasas como Jisung, le sorprendía lo hábil que podía ser para esquivar cualquier indicio de intimidad.

¡Cielo santo! Ni siquiera le había dado un beso apropiado en más de una semana, algo que le tenía caminando por una cuerda muy fina, a punto de quebrarse.

Ese martes no estaba solo el pecoso en el apartamento cuando llegó, Yang Jeongin estaba sentado tensamente en el sofá, con la espalda recta y las manos sobre sus rodillas. Se sorprendió al verlo, pero aún así lo saludó con una sonrisa suave. Sabía que el chico luchaba con muchas cosas, aunque no tuviera la lista exacta de traumas que le atormentaban. Podía decir, por la forma en la que controlaba férreamente su olor, que había sido "entrenado" para pasar desapercibido. De hecho, todo en él era un poco impostado, excepto las reacciones viscerales que le provocaba Suni.

Hyung —llamó Felix, con su sonrisa cálida y su voz grave—, vamos a cenar pizza casera, he estado amasando por un buen rato. ¿Me echas una mano?

—¿Dónde está Jisung? —preguntó, en lugar de responder.

—Está bañando a Suni. Innie acaba de llegar, pero no quería hacerlo amasar.

—No me importa, Felix hyung —susurró el nombrado. El pecoso se acercó al sofá y le dio un beso en la cabeza al omega, que abrió sus expresivos ojos, aterrorizado.

—No, babe, deja que tu omega provea para ti —Minho se aguantó la risa, Felix era tan tonto a veces que era imposible no sentirse un poco feliz cuando se estaba a su alrededor. Las mejillas pálidas de Jeongin se ruborizaron.

—¡Oppa! —Suni gritó, feliz, corriendo hasta el sofá para subirse al regazo de Yang. La expresión del chico se relajó y pensó que, seguramente, su omega interno estaría ronroneando.

—Hola, preciosa, ¿cómo estás? —saludó Minho, sintiéndose un poco traicionado por como lo ignoró.

—Muy bien, Minho oppa —contestó, acurrucándose contra el pecho de Jeongin.

—¿Y papá? —atacó, sin pudor ninguno.

—Duchándose, dice que vendrá en quince minutos porque se tiene que lavar el pelo.

Minho consideró esa frase su señal para echar a correr. Ni siquiera escuchó lo que Felix le dijo cuando los dejó a los tres en el salón y se encaminó al baño. Estaba absolutamente determinado a confrontar a su estúpido novio de una vez por todas. Lee Minho era un hombre con una misión.

Giró la perilla de la puerta sin encontrar resistencia y entró al humeante servicio.

—¿Suni? —Jisung preguntó, girándose en la ducha acristalada hacia él. A pesar del vapor que entorpecía la vista, pudo percibir el momento exacto en el que se dio cuenta de que no era su hija porque su olor cambió drásticamente. La calmante lavanda se convirtió en algo entre aterrorizado y excitado.

—Vamos a hablar, Hannie. —Aseguró la puerta con el pestillo y miró fijamente al omega mojado que seguía bajo la ducha.

—Espera a que termine...

—Puedes hablar mientras te aclaras el pelo.

—Esto es incómodo, hyung, estoy desnudo —gruñó.

—Créeme que lo sé —murmuró, lamiéndose los labios para echar un vistazo a la forma difuminada de su cuerpo a través de la mampara—. Te he visto desnudo muchas veces...

—Pero esto es... raro.

—Tú estás siendo raro, Jisung, llevas evitándome desde la comida en casa de los Bang.

—Estuviste aquí ayer; no estoy evitándote —replicó, apagando la ducha para enjabonarse el cuerpo.

—¿Ahora Felix vive aquí?

—¿A qué viene esa pregunta?

—Siempre está aquí, así que pensé que tal vez se había mudado. —Apoyó el trasero en el lavabo, justo en frente de la ducha. Jisung asomó la cabeza por el cristal de la mampara, frunciendo el ceño.

—Es mi amigo y esta es mi casa. Puede estar aquí cuando quiera.

—Por supuesto que sí y por eso estoy encerrado contigo en el baño. Porque lo estás usando para no quedarte a solas conmigo y quiero saber si esto va a continuar durante mucho tiempo.

Jisung maldijo, encendiendo de nuevo el agua para aclararse. Tardó un par de minutos en los que se mantuvieron en silencio, Minho sabía que estaba tratando de inventar una buena excusa para negar la evidencia. No pensaba permitírselo.

—Dame la toalla —pidió a regañadientes. Lee se la alcanzó, volviendo a su lugar en el lavabo rápidamente. No se fiaba de sí mismo si se encontraba con una visión húmeda y sonrojada de Jisung en ese momento. Su alfa estaba un poquito al límite.

El chico salió envuelto en la enorme felpa, mirándolo de reojo antes de estirarse para alcanzar una toalla más pequeña y frotarla torpemente en su pelo. Después de todo, era difícil sostener lo que llevaba sobre los hombros mientras sacaba los brazos.

Con un resoplido, se acercó para tomar la tela pequeña y arrebatársela. Frotó el pelo negro, con las gotas de humedad salpicándolo de vez en cuando. Han permaneció quieto, arrebujado en la tela esponjosa. Estaba mirando sus propios pies, como si allí estuviera la respuesta al sentido de la mismísima vida.

Su olor se mezclaba con el de los jabones en el vapor que se condensaba en todas las superficies de la habitación. Era pastoso y, al mismo tiempo, una delicia. Como un dulce demasiado empalagoso o un ramo de flores recién cortadas en una habitación minúscula. Observó los mechones cubriéndole la cara y dejó la toalla en torno a su cuello antes de tomarlo por las mejillas. Los ojos de cervatillo brillaron un segundo con reconocimiento, primero enfocados en sus propias pupilas y un segundo después en sus labios. Minho no pudo ocultar su sonrisa ganadora.

—Siento haberme portado así en la comida en casa de Chan hyung, siento las cosas que dije... —se sinceró, presionando ligeramente los cachetes ajenos—. No debí ponerme así, sé que estás tratando de ayudarme, pero me puse nervioso. Perdóname, Hannie. —El joven hizo un puchero adorable antes de rodar los ojos.

—De verdad fuiste un gilipollas —gimoteó, quejumbroso.

—Lo sé, por eso he tratado de disculparme apropiadamente desde entonces. Me superó un poco la situación: la denuncia, el abogado, lo de que pudiera hacerse público, toda la gente que había en esa casa... Fue demasiado.

—Si me lo hubieras dicho, podríamos haber tenido la reunión aquí, o en el despacho de Jeongin, o algo así... Cualquier cosa que te hiciera sentir cómodo. Lo único que quiero es que estés bien —suspiró, colocando una de sus manos sobre el dorso de Lee y cerró los ojos apoyándose en su toque.

—Lo sé. Ya lo sé, Hannie —afirmó, acercándose a él lo suficiente para darle un beso suave en la nariz y otro en los labios—. ¿Me perdonas por haber sido un idiota?

—Uhum. —Hizo un ruidito afirmativo, buscando su boca otra vez con un piquito.

Le concedió el capricho, tomándose un poco más de tiempo para acariciar los belfos suaves con los propios. Un pequeño peso se liberó de su pecho cuando sintió la mano del chico enredándose en su pelo con un tirón un poco más exigente. Le dio la bienvenida a su beso hambriento un segundo después.

El omega parecía determinado a saquear su pobre control, porque sus feromonas olían a felicidad, a lujuria y a casa. Lee Minho no tenía ni idea de cuándo había empezado a asociar la lavanda al hogar, pero ya no tenía ninguna duda de que el cuerpo húmedo que abrazó era el lugar al que quería pertenecer.

Se separaron para respirar, con un ligerísimo hilo de saliva rompiéndose entre sus bocas. Minho saboreó a Han, con su antebrazo firmemente enrollado en sus lumbares y su frente apoyada en la ajena.

—Te amo, Han Jisung —susurró. El chico contuvo el aliento, sobresaltado—. Te quiero, de verdad lo hago. Eres lo más increíble que me ha pasado nunca y no quiero que vuelvas a apartarme así. Grítame, lánzame algo, pégame... Pero no me evites, por favor —rogó, ciñéndolo más contra él, ignorando que su propia ropa se estaba humedeciendo.

—No... No lo haré, la próxima vez te maldeciré y te obligaré a hacerme la cena para que obtengas mi perdón.

—¿No lo hago ya? —bromeó, Han rio en voz alta, con su mueca gingival mostrando todos sus dientes. ¡Santo infierno, qué enamorado estoy! Si el ritmo al que retumbaba su corazón no era un clarísimo indicativo, nada lo podría demostrar. Lo abrazó con fuerza, restregándose contra la glándula de olor de su cuello, el perfume de lavanda explotando en su pituitaria—. Te amo, Hannie.

—Dilo una vez más —susurró, el aire le hizo cosquillas debajo de la oreja y se estremeció.

—Te amo —repitió, besando su piel—. Te amo —Un mordisquito sobre su glándula que Jisung recompensó con una risita—. Te quiero, Hannie, te adoro —insistió, besuqueando cualquier espacio que la toalla no cubría.

—Hmmm... Me gusta como suena —aseguró, apartándolo un poco para mostrar esa sonrisa pagada de sí misma que era, al mismo tiempo, odiosa y adorable.

—Ahora dímelo tú —pidió. El omega levantó la ceja y se separó del todo. Minho lo dejó ir a regañadientes.

—No puedes obligar a las personas a decir cosas que no sienten —comentó, con dignidad impostada.

Se giró para colgar en un gancho la toalla pequeña y se ató la gran toalla a la cintura cubriendo sus piernas. Lee no pudo evitar escanearlo con morbosa fijación, revisando que cada curva siguiera en el lugar en el que la dejó. Le picaron las manos por tocarlo y se contuvo agarrando el lavabo tras él.

—Oh, qué suerte que fueras tú el primero que lo dijo, justo delante de tus amigos y los míos. Y del abogado —Han hizo un ruido ahogado de indignación, mirándolo con fuego en los ojos—. ¿Qué pasa? ¿Creías que lo había olvidado? ¿Por qué estamos teniendo esta conversación en primer lugar? —Se acercó un paso hacia él, acariciando con el dorso de su índice por sus brazos perfectamente definidos.

—Pensé que serías un caballero y no lo mencionaríias jamás en tu vida —se quejó Han, su piel se erizaba donde Minho acariciaba.

—No pensaba hacerlo, pero me lo pones difícil. Dime que me amas, Hannie —arrulló, acercándose otra vez al omega. Tocó su espalda desnuda, con sus dedos ardientes sobre la suavidad de su carne.

Se apoyó contra él, escondiéndose en su cuello de nuevo. Le sintió olfatear y también perfumarlo con feromonas posesivas. Al profesor le gustaba, le encantaba que todo a su alrededor oliera a lavanda mezclada con café, tan extraño, tan ellos.

—Te amo, Lee Minho —claudicó, con la boca pegada a la glándula de olor del alfa. El mayor no pudo evitar el gemidito de placer.

Presionó sus dígitos en la espalda ajena, su cuerpo encendiéndose por las palabras, los aromas y la respiración entrecortada de Han en su cuello. Tenía la imperiosa necesidad de desnudarse y hacerlo suyo contra los azulejos.

Pero no ocurrió.

TOC, TOC, TOC.

—Salid de ahí. —La voz grave de Felix rompió la burbuja en la que flotaban.

Se apartaron con una sonrisa avergonzada. Minho salió primero sin decir nada, el pecoso arrugó la nariz en cuantdo percibió sus aromas llenos de un montón de sentimientos distintos. Si quería decir algo más, no lo hizo, supuso que por respeto a su amigo.

En el salón, Jeongin jugaba en la alfombra con Suni, le pareció que tenía una preciosa sonrisa sincera y que su lenguaje corporal era más relajado. Captó un poco de su aroma a maracuyá en el aire, sus fuertes feromonas sólo se liberaban cuando estaba alrededor de la niña. Mentira, también las dejó salir cuando consoló la vergüenza de Han por decir públicamente que lo amaba.

«Omega nos ama», el susurro de su lobo fue tan bajito que casi se preocupó, solía ser ruidoso dentro de su cabeza. Pero tenía razón, Han Jisung lo amaba y esperaba que fuera de la misma forma que él lo hacía.

—Minho hyung —comentó Jeongin, sentado en el suelo, después de una copiosa cena en la que Han, evidentemente, no había cortado ni una zanahoria—, no has contestado a mi correo —El profesor ladeó la cabeza confundido y se dejó caer en el sofá con confianza, rascándose la nuca—. Lo mandé ayer... La vista de conciliación será el próximo martes por la mañana.

—¿Qué es una vista de conciliación? —preguntó Han, subiéndose al sofá para acurrucarse al lado de Minho.

—Hm... Por resumir, es lo que hay antes de un juicio. La mayoría de conflictos judiciales se resuelven en las vistas de conciliación con un juez de paz, los abogados y los implicados. Fácil y rápido.

—Oh, ¿así que no hará falta un juicio de verdad? —preguntó el australiano, volviendo de la habitación donde había acostado a Suni.

—Bueno, no lo creo. El Consejo puede ser bastante estúpido, pero no tienen nada para contrarrestar la demanda. Quiero decir, no hay ni una sola razón legal para que hayan despedido a Minho hyung.

—Hmm... ¿No dirán lo del celo?

—No hay fundamentos para pensar que una persona en pre-rutina tiene menos capacidad para hacer su trabajo. Y, de hecho, el festival parece haber salido muy bien, ¿no es así?

—Claro que sí —exclamó Jisung—. Ya viste los videos, fue genial. Además, ni siquiera yo me di cuenta que Minho estaba en... ese momento. —Notó sus mejillas colorearse por el recuerdo de lo que pasó justo después del festival.

—Pues ya está, no tienes de qué preocuparte, Minho hyung.

El olor de Minho cambió a uno más complacido, aunque todavía había una pizca de agobio que Jisung creía que solo él podía oler. Felix sonrió enorme, con sus ojos brillando como el sol y se sentó en la alfombra, abrazando con fuerza al más joven por la espalda.

—Innie eres increíble, estoy tan feliz de que Sungie te haya traído a casa... —Observó como los hoyuelos de Jeongin se asomaban en sus mejillas.

La nariz de Felix fue al cuello ajeno y su mejilla pecosa dejó un reguero de su olor allí, perfumándolo como si, efectivamente, fuera suyo. El rubio tenía esas tendencias posesivas con todo el mundo al que apreciaba. Jisung siempre había pensado que sería un gran alfa de manada si no fuera porque era, bueno, un omega.

No dudaba de que el chico podría mantener amados y felices a media docena de personas como lo hacía con él mismo, Suni y, ahora, el inocente Jeongin. Una fogata cálida ardía en su pecho mirando al joven Yang girar la cabeza, acostumbrado a los reclamos aleatorios de Felix sobre él. Algo aún más caliente se encendió cuando Minho acercó su muñeca al cuello, acariciando su glándula de olor, dejando su esencia en ese punto exacto. Tarareó un "te amo" en un susurro que esperaba que nadie escuchara y las mejillas del profesor se enrojecieron cuando se dio cuenta de que él también estaba reclamándolo inadvertidamente.

—Oye, podríamos salir después de la vista, creo que necesitamos una fiesta —comentó Felix distraídamente, sobre la nuca del pobre Jeongin, que abrió los ojos todo lo que pudo con sorpresa.

Nope, tengo a Suni la semana que viene —contestó Jisung.

—Que la cuide su padrastro —replicó Felix. Hasta Jeongin tuvo que esconder una risa debajo de la mano cuando Minho se atragantó con su propia saliva.

—Estaría bien que Minho pudiera celebrar también, ¿sabes? Después de todo, se trata de él.

—Vamos, hombre, hace siglos que no salimos. Además, tenemos que enseñarle a Innie como nos divertimos —puchereó, abrazando más fuerte a un Jeongin que pareció infantilmente emocionado. Incluso su olor a maracuyá se escapó un poquito.

—Cuando Suni esté con Hyunjin saldremos —insistió.

—Joder, qué aguafiestas eres... —se quejó. Se apartó de Yang y se puso de pie, tendiéndole la mano al más joven—. Vámonos, Innie, te llevaré a casa.

—Oh, no es necesario, puedo tomar un taxi...

—¿Crees que voy a dejar que mi omega se vaya solo a casa en medio de la noche? Ni hablar.

—Hueles más a omega que yo —se defendió el joven, sorprendiendo a los otros tres. Jisung no pudo evitar la carcajada que burbujeó en su garganta. Felix parecía totalmente desconcertado.

—Ah... Bueno... ¡Pero yo soy una máquina de matar!

—Y yo parezco un beta. Así que yo acompañaré a casa a mi omega —Felix de verdad enrojeció mientras Minho y Jisung se reían en voz alta—. Dale un beso a Suni de mi parte, Jisung hyung. Y contesta a mi correo, por favor, Minho hyung. Y ahora, vámonos.

Jeongin tiró de la muñeca del desconcertado Felix hacia la puerta, todavía lo escuchó quejarse de que, de hecho, el coche era suyo y tendría que llevar a Jeongin. El chico solo desechó sus comentarios mientras la puerta se cerraba.

—Creo que Felix sería un increíble líder de manada, como manada de verdad, ¿sabes? En plan, con un montón de miembros. Chan hyung también lo sería, creo que es el alfa con el olor más calmante con el que he estado nunca. Ya lo viste preparando el festival, tiene dotes de líder. ¿Crees que será porque son australianos? En Australia hay manadas grandes, tal vez por eso ellos tienen el rollo.

—¿Y yo?—gimoteó Minho, tirándolos a los dos al sofá en un lío de extremidades apretadas.

—¿Tú qué?

—Yo también soy un alfa. Dijiste que te gusta mi olor.

—Amo tu olor, jagi —Puntualizó su afirmación enterrando la nariz en su cuello para nutrirse del aroma a café que era intenso y posesivo—, pero tú y yo no servimos para liderar ninguna manada. Yo soy un desastre y tú eres... Hmm... Tú eres raro.

—¡Oye! —lloriqueó, hundiendo los dedos en los costados de Jisung para hacerle cosquillas.

—¡No! ¡Basta! Eres raro, pero me gusta que lo seas, es parte de tu encanto. Y tu olor es el único que quiero tener a mi alrededor, bebé celoso —Besuqueó su rostro—. ¿Te quedas a dormir? —El chico asintió tímidamente y le dio un enorme beso mojado en la mejilla—. Entonces, vámonos a la cama.

—Hannie —llamó cuando llegaron al dormitorio. Jisung lo miró mientras se cambiaba para ponerse un pijama. Los ojos grandes y expresivos estaban clavados en él—. Gracias por todo lo que estás haciendo por mí.

—Nah, no te preocupes, no es por ti —bromeó—, es que odio las injusticias.

Se metió en la cama y esperó a que el alfa lo siguiera, arrebujados bajo la colcha fresca, con sus cuerpos atraídos como imanes. Era tan natural estar así, tan perfecto y normal, que Jisung no pudo evitar suspirar soñadoramente contra el pecho ajeno.

—Te amo, Hannie —susurró Minho contra su coronilla. Su ronroneo precedió al olor feliz a lavanda que cubrió todo.

—Yo también, jagi. Y podemos ser nuestra propia manada. Aunque tú seas raro y yo un desastre, tú, Suni y yo podemos ser una manada.

Escuchó el gemido antes de que los labios carnosos del alfa atraparan los suyos. Fue un beso suave y cálido, cargado de un montón de verdades que no necesitaban decirse. Jisung lo entendió: Minho quería pertenecer a ese lugar tanto como Han quería que perteneciera allí.

—Es una suerte que me encanten los desastres —concluyó, dejando un beso más suave sobre su nariz y abrazándolo con fuerza.   

***

Tengo curiosidad, ¿de dónde son, navegantes?

¡Nos vemos en el infierno!                                                  

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top