31. ¿Será el destino?🔞🔥

🔞#AvisoDeSabroseo: Capítulo +18. Lean bajo su responsabilidad, si no les gusta este tipo de contenido les ruego amablemente que pasen de largo. #NoMeReporten

—Binnie... —Changbin levantó una ceja, apartando los ojos de la televisión. El idiota de su amigo estaba en medio del salón con un pantalón de chándal gris y una camiseta negra. Llevaba las gafas puestas—. Te importaría si...

—Vas a casa de Jisung —terminó por él—. ¿Otra vez?

No quería sonar tan decepcionado, pero, vamos, Minho había pasado mucho tiempo en casa del omega últimamente. Volvía tarde, tanto que Changbin ya estaba acostado después de cenar cualquier mierda que hubiera en la nevera. De alguna forma, se sentía celoso por no tener su atención un ratito.

—Hmm... La verdad... Quería preguntarte si te importaría que Jisung viniera a casa hoy... —Seo se sorprendió—. Sé que he estado un poco... ausente. Y te prometí que te haría la cena cada día...

—Eso ya lo has incumplido, hyung, ahora solo le haces la cena a los Han —puchereó, como un bebé. Minho se sentó a su lado.

—Puedes pedir lo que quieras, lo pagaré. Os invitaré a los dos. —No lo haría, Changbin todavía era una persona decente y no se aprovecharía de la bondad de su amigo desempleado. Sobre todo porque no tenía muchos ahorros y no quería tener que cambiar de compañero de piso.

En realidad, amaba como se veía Minho a pesar del varapalo del despido. Creyó que lloraría, que se metería debajo de la manta gris a sobrellevar sus "mental breakdowns" ocupando todo el espacio del sofá. Sin embargo, solo parecía un poco triste; buscaba trabajo activamente y salía de casa prácticamente todos los días para encontrarse con el chico. Eso era muchísimo más de lo que Changbin pensó que pasaría.

Y claro, también se sumaba el hecho de que Jisung era divertido y encantador, el tipo de demonio enérgico que no le importaría tener alrededor más a menudo. Fue una sorpresa saber que tenían gustos musicales similares, aunque sus preferencias cinematográficas fueran un poco cuestionables.

—¿Entresemana? —preguntó, confundido.

—Es... Bueno, es la semana de Hwang con Suni, creo que se siente un poco solo en casa.

—¿Por qué no vas a su casa?

—Porque llevo muchos días yendo a su casa y también quiero pasar tiempo contigo —No iba a negar que le enterneció. Ese tonto amigo suyo siempre sabía como ablandarlo—. Quiero compartir tiempo contigo y con él. Ambos sois importantes...

—Lo que sea, Han me cae bien —gruñó, actuando para que no notara que su corazón se sentía un poco muy bien ante sus palabras.

—¡Estupendo!

Minho se levantó del sofá y revoloteó alrededor de la casa como una mariposa: recogiendo lo que encontraba, comprobando que estuviera todo limpio, cambiando sus sábanas. Changbin solo se quedó en el sofá conteniendo una risa cuando llamaron al timbre. Se veía tan malditamente nervioso que podía jurar que temblaba.

—Jisung ya ha estado aquí, relájate.

—Pero no así —interrumpió cuando abrió el portal—, no... No era... Bueno...

—¿Tu novio? —El muchacho se sonrojó—. Minho hyung, vas camino de los treinta, puedes decir que tienes un novio.

—Pero suena idiota y adolescente.

—Es que te estás comportando como un idiota adolescente, así que es justo. —Lee lo empujó justo antes de que sonara el timbre del apartamento.

—Binnie, no me avergüences.

—Ya te encargas tú mismo de eso. Como cuando te pusiste todo posesivo con el celo. Jesús, eso sí fue vergonzoso.

—¡Changbin! —chilló, el timbre volvió a sonar y el mayor corrió hasta la puerta para abrirla.

Seo se giró en el sofá y lo vio entrar, se quitó las zapatillas allí y sonrió a Minho, abrazándolo. Eran adorables juntos, maldita sea, tanto que casi le molestaba. Jisung hizo una reverencia, como si no se hubieran visto unos días antes y hubiera tenido que reprenderlo por ser un flojo, otra vez, durante su clase. Lo saludó con la mano.

—Yo... Llevaré tu bolso a la habitación. —Le quitó la mochila del hombro al chico y le dio un beso en la mejilla antes de irse.

El pequeño omega se quedó allí parado, con la mano en su cachete sonrojado y la mirada en cualquier parte menos en él.

—Jisung, ven, no muerdo. —Lo invitó a su lado y él respondió acercándose. Sus mejillas se encendieron todavía más cuando se sentó.

—Siento molestar...

—No, no molestas —interrumpió—, me caes bien, Han. Y eres algo así como... mi cuñado, tengo que compartir tiempo contigo. Además, si vienes aquí dejarás de robarme a mi cocinero, llevo toda la semana comiendo fideos instantáneos.

Han se rio fuerte, con su labio superior desapareciendo y sus dientes mostrándose. Era un omega bonito y divertido, no podría haber escogido a nadie mejor para su mejor amigo.

—¿Qué tal si pedimos algo de cenar? —propuso Minho, volviendo al salón.

—¿Por qué no cocinas algo casero, hyung? —discutió Seo.

—Eso, sí, sí, tu comida es mejor que la de cualquier restaurante. —Además, se ponía de su parte, auguraba un buen futuro para su amistad con Jisung.

—Pero creí que pediríamos algo, no preparé nada...

—Minho hyung, me apetecería muchísimo comer sopa de kimchi —interrumpió Jisung—. La tuya es la mejor del mundo... Puedo ir a comprar si te falta algún ingrediente.

—Podemos pedir —insistió el mayor, todavía de pie. Jisung puso sus mejores ojos de cachorro.

—Yo podría comer sopa de kimchi. Y tal vez un poco de bulgogi, definitivamente.

—Oh, sí, me encanta el bulgogi —exclamó el pequeño.

Hyung, por qué no haces un poco de bulgogi para tu omega —invitó Changbin, absolutamente consciente de lo que estaba diciendo. Minho abrió mucho los ojos y apretó la boca en una línea. Estaba cerca del quiebre y eso pareció dar alas a Han.

—Por favor, me encantaría comer algo que prepares, específicamente bulgogi... Aunque en realidad me encanta todo lo que cocina mi alfa.

Y todo el trabajo estaba hecho: una batida de pestañas y esas dos palabras fueron suficientes para que Minho se ruborizara hasta las orejas y se diera la vuelta para trastear en la cocina. Jisung se giró hacia Changbin y le guiñó un ojo.

—Tienes mis respetos —susurró Seo, presentándole un puño, Han chocó el suyo y sonrió con suficiencia.

De verdad auguraba un gran futuro para esa amistad en ciernes.

En la oscuridad de la habitación de Lee, Jisung se sentía seguro. La mano del alfa hacía círculos perezosos en su barriga, su respiración le golpeaba la sien y si no fuera por esos dedos que se movían sobre su ombligo, podría haber dicho que dormía.

Era un poco tarde, pero todavía no conseguía conciliar el sueño, entre otras cosas, porque no sabía nada de su hija. El problema de estar en malos términos con Hyunjin es que era bidireccional: él no la dejaba verla en su tiempo, así que podría esperar lo mismo de la semana que se marchaba con el alfa. Y, maldita sea, de verdad tenía muchas ganas de saber algo de la niña.

Resopló tumbándose boca arriba. Minho se enredó a su alrededor, con su brazo actuando como almohada de Jisung y su muslo fuerte sobre los más delgados. Acarició el dorso de la mano que seguía sobre su vientre, describiendo las venas y huesos, las crestas que contrastaban con la suavidad de la piel.

—¿Estás bien, Hannie? —El aire se estrelló contra su oído, estremeciéndolo. Asintió, aunque estuviera oscuro, podría notar el movimiento.

Minho dejó un beso en su hombro, se alegró de que hiciera un poco más de calor a estas alturas porque podía justificar el dormir sin camiseta en su cama. Lee hizo pequeños contactos con su sien, su mejilla y, en general, cualquier espacio de su piel disponible para su boca.

—Sabes que está bien, en el fondo de tu corazón eres consciente de que está perfectamente —añadió, como si estuviera leyendo sus pensamientos—. Hwang no es santo de mi devoción, pero es capaz de cuidar de Suni perfectamente.

—¿De verdad lo crees?

—Tú mismo lo dijiste, ¿no? —Volvió a asentir—. Entonces, deja de pensar en eso y duerme un poco. Mañana parecerás un mapache en lugar de una ardilla. —Dejó un beso sobre su párpado para probar su punto. Todavía se revolvió, intranquilo.

Minho se separó de él y se estiró hasta agarrar su teléfono móvil de la mesilla. Lo vio parpadear cuando la luz lo deslumbró, pero todavía trasteó por la pantalla. La claridad permitió a Jisung verlo sonreír cuando llegó a donde quiera que estuviera yendo. Un segundo después le mostró una foto de Suni dormida en un futón, justo detrás de un caballete manchado de pintura. El corazón del omega tronó con fuerza y acercó el teléfono a su cara, con el dedo sobre la story.

—¿Cómo lo sabías?

—Hwang sube fotos siempre que está con Suni.

—¿Por qué no lo bloqueas? —preguntó, con sus cejas fruncidas.

—No sé... Solo lo stalkeaba cuando creía que era tu alfa —confesó, arrugando la boca. Jisung sonrió, de mucho mejor humor, y se acercó para darle un beso—. Él tampoco me ha bloqueado, estos días he estado mirando sus actualizaciones, también estaba un poco preocupado por Suni.

Su corazón iba a explotar. Jisung se sentía a punto de estallar en mil pedazos, de convertirse en una supernova de amor o en un charco derretido a los pies de aquel alfa con el que compartía la cama. Lo besó una vez más, tratando de transmitirle todo lo que sentía en ese instante.

Minho dejó caer el teléfono descuidadamente y tiró del omega sobre él. Los pechos desnudos se encontraron mientras seguían besándose, con sus lenguas entrando en el juego que parecía tierno y suave. Jisung siempre pensaba que había algo oculto bajo la superficie adorable del alfa. No sabía si era ese control férreo de sus instintos, que se desvanecía cuando estaba junto a Jisung; o quizá esa voz cantarina que usaba para decir las cosas más bonitas y también las más sucias. Tal vez era esa ternura que contrastaba directamente con sus ojos afilados cuando se enfadaba. Bajo la superficie, Han sabía que latía una naturaleza más salvaje, la misma que lo dominó en su celo hasta exprimir hasta la última gota del omega.

Los dedos apretaron sus muslos cuando se sentó a horcajadas sobre su entrepierna. Jisung enredó los suyos en las hebras castañas y chupó el labio inferior del alfa, mordiendo con fuerza, como si quisiera probar el límite de su control. De hecho, era precisamente lo que pretendía. Quería saber que no era el único que se sentía maleable a su alrededor, que Lee Minho era tan débil por Han Jisung como Han Jisung lo era por Lee Minho.

En ocasiones, reflexionaba sobre la velocidad de aquel barco, sobre cómo había corrido a sus brazos en cuanto lo olió la primera vez. Pero se sentía tan natural, tan correcto, que no podía convencerse a sí mismo de que estaba mal. No debería dejarlo ir a casa a hacer la cena para él y su hija, ni permitir que llevara a su niña en el coche a casa de los Bang; tampoco debería sentirse tan profundamente agradecido por la forma en la que aceptaba las bromas de Felix, por el tiempo que pasaron los tres juntos; o estar nervioso como un flan cuando lo invitó a pasar la noche en su casa.

Jisung no era imbécil (al menos no hasta ese punto) como para no saber que aquella invitación era una "presentación en sociedad" igual que lo fue la cena que compartieron Felix, Minho y él en su apartamento dos días atrás. Por supuesto que no. Esto era un paso más en su relación, uno que normalmente se daba con el tiempo, después de muchas citas y conversaciones.

Sin embargo, las circunstancias eran extrañas para ellos: Suni, Felix e incluso el imbécil de Hyunjin conocieron antes a Minho que él; el omega conoció a Changbin antes de conocer a Lee. Toda la gente que componía su constelación de relaciones había llegado antes de alguna forma. Ellos fueron los últimos en colisionar, como si el destino estuviera preparando el camino para que ese instante ocurriera. Como si todo estuviera orquestado para que Minho agarrara su nalga derecha justo así, para que su boca bajara por su cuello hasta sorber la piel sobre su glándula de olor, para que Jisung alcanzara a duras penas a contener el gemido necesitado que salió de su boca; estando ya húmedo y dispuesto para sentir a su alfa hasta el fondo de sus entrañas.

Lee volvió a sus labios, acallando sus jadeos y sus ruidosos pensamientos cuando sus dedos se aventuraron bajo su ropa interior, que era lo único que los separaba en ese momento. Disfrutó de toda la suavidad de Minho: desde sus labios de color frambuesa hasta su pelo sedoso, pasando por las manos cálidas y su pecho lampiño bajo el propio. Se deleitó también con la firmeza con la que sus dígitos presionaban la carne, con la urgencia de su respiración desacompasada y los bultos que se friccionaban con un vaivén sensual. Y, sobre todo, gozó del aroma que le inundó los sentidos.

—Tienes que ser silencioso, pequeño —murmuró, justo antes de pasar su lengua por el labio inferior—. ¿Crees que puedes hacerlo? ¿Eres capaz de contener esos gemidos? —puntualizó la pregunta introduciendo sin aviso un dedo en su trasero.

Jisung jadeó aturdido, con la boca abierta. La yema tanteó, apenas entrando hasta el primer nudillo. Estaba excitado, así que no podía decir que le doliera, aunque la quemadura de la sorpresa seguía aprisionando la tráquea. Minho trajo su índice manchado de lubricante hasta él y acarició sus labios. Sintió sus propios fluidos cubrirlo y le pareció asqueroso y caliente.

La lengua del alfa lamió antes de enredarse otra vez en un beso mojado. Los sonidos de sus gargantas morían en las cavidades ajenas, haciendo de parapeto para el intenso deseo que empezaba abrumar a Jisung. Hacía mucho que no se acostaban; tres semanas no eran tanto, pero se veía como una eternidad para un recién enamorado como él. No se habían permitido un momento como ese porque estaban demasiado ocupados tratando de sobrevivir.

Jisung llevaba tres semanas intentando arreglar un problema que creía haber causado, Minho parecía llevar tres semanas andando de puntillas a su alrededor. No sabía si temía dañar a Suni, al omega o simplemente era su estilo esperar pacientemente a que Han se lanzara a sus brazos.

Ahora que estaba sobre su cuerpo, con sus aromas mezclándose en la habitación y el deseo haciéndolo arder, no iba a dejarlo escapar.

—Minho hyung... —gimió, cuando los dedos volvieron a acariciar su intimidad con delicadeza, solo tanteando.

—Shhh... Tienes que ser muy silencioso, Hannie —insistió.

—Pero no puedo, joder, sabes que soy ruidoso —se quejó, restregándose contra el cuello pálido—. Podríamos haber hecho ruido en mi apartamento —El chico se tensó un poco, sus dígitos alejándose del necesitado agujero del omega—. No, no, no —Agarró las mejillas del alfa, mirándolo fijamente a los ojos—, no me malinterpretes, quiero estar aquí. Me lo he pasado muy bien hoy —explicó, adivinando el tren de sus pensamientos inseguros—. Amo a Changbin hyung.

Lee gruñó, con sus cejas fruncidas y esa mirada afilada, el lado secreto del chico estaba a flor de piel. Acarició con suavidad sus mejillas y su nariz, dejando un beso en la punta y otro en su bonita barbilla.

—Me gusta pasar tiempo con Changbin hyung, pero me gusta más pasar tiempo contigo. Quiero que me folles hasta dejarme sin sentido —Recorrió con su boca la línea de su mandíbula aguda como una cuchilla—, te necesito, Honnie —Minho gimió cuando mordió el lóbulo de su oreja—. Shhh... Tienes que ser silencioso —bromeó, mordisqueando un camino por el músculo de su cuello.

—Jisung. —Sonaba como una advertencia, como una señal de peligro. Qué conveniente que Han siempre hubiera sido un inconsciente que ignoraba todas las señales.

—Quiero que me rompas, que hagas un desastre de mí —resopló, lamiendo sobre la fuente del delicioso aroma de Lee—. Que mi olor se quede en cada centímetro de esta habitación, que no puedas borrar mi huella de este dormitorio jamás. —Mordió posesivamente sobre la glándula, las feromonas del hombre se descontrolaron todavía más y tomó sus caderas para apretarlo contra su entrepierna.

Jisung estaba febril, deseaba dejar sus fluidos en ese colchón, tan impregnados que fueran imposibles de limpiar. Quería que cualquiera que estuviera cerca de ese lugar supiera que Minho le pertenecía, que su suavidad era suya, también sus miradas duras, sus labios rosados y sus dientes de conejo, su adorable cara confusa cuando no entendía algo y, sobre todo, el salvajismo indomesticable que guardaba bajo llave debajo de un montón de capas de cortesía.

—Joder, Jisung —gimió, olvidando su propia petición de silencio. Ya no sonaba como una advertencia, sino como el pistoletazo de salida de lo que iba a pasar.

Y lo fue.

En un segundo, el omega marcaba la glándula de aroma del chico con un chupetón y, al siguiente, se encontró boca abajo, con su cara contra la almohada y sus calzoncillos bajando por sus piernas. Minho paseó sus dedos con prisa entre sus nalgas, empujando dos de ellos en la humedad. Escocía y agradeció que tuviera la cordura suficiente para prepararlo un poco antes de follarlo, incluso aunque Jisung lo había hecho antes de venir.

Solo por si acaso.

Era incapaz de hacer nada más que sentir a Minho, sus almohadas olían a él, a su sudor y sus feromonas; sus nalgas recibían los pellizcos y agarres bruscos, su orificio se cerraba alrededor de los dedos que se movían en tijeras; su polla se frotaba contra el edredón con el balanceo de sus caderas.

Hubo movimiento en algún lugar, pero estaba tan narcotizado por todo que no registró qué estaba pasando realmente hasta que salió de su cuerpo.

—Minho... —sollozó.

—Shhh, estoy aquí. —La mano subió por su cintura, calmando un poco al lobo enardecido que clamaba por su alfa dentro de él.

Volteó la cabeza para mirarlo cuando se apartó otra vez. Lee se puso un preservativo con una técnica demasiado perfecta y una picazón de celos le apretó estúpidamente el estómago. No es que él fuera una virgen suplicante, pero una parte rara de él quería que Minho no hubiese tocado jamás a otra persona, que nunca hubiera saboreado una piel que no fuera la suya. Al parecer, Jisung también tenía algo salvaje dentro de sí.

El alfa levantó los ojos de su culo y lo atrapó mirando, sus pupilas se conectaron. Se cernió sobre su espalda, con sus piernas a cada lado de las caderas de Jisung y su polla enfundada descansando entre sus nalgas. Dejó un beso con la boca abierta en su columna, entre sus omoplatos y otro en su nuca.

El omega bajó la cara contra las almohadas cuando sintió sus manos en las nalgas, la punta roma de su miembro sondeó su agujero,empujando un poco para después retirarse. Se burló del control de Jisung, engañándolo cuando creía que se enterraría hasta el fondo, haciendo que se mojara, que su propio eje doliera por lo duro que estaba. Algo le dijo que quería hacerlo suplicar y el beligerante chico se negó, pero su lobo ya estaba enseñando su cuello en señal de sumisión.

—¿Me prometes que estarás callado, Hannie? —preguntó, imprimiendo un montón de falsa dulzura en su voz, mientras sus dedos se incrustaban en la piel que sostenía. Él asintió, desesperado porque dejara ese juego que lo ponía de los nervios—. ¿Estás seguro?

—Sí, sí, por favor —susurró para probar su punto, Minho rio muy suavemente.

—Mírate... tan obediente y ansioso. —Ese cruel alfa que se ocultaba bajo una fachada de decencia se clavó hasta la empuñadura dentro de Jisung.

Ahogó un grito en la almohada, cerrando los ojos y sosteniendo el cojín contra su cara. El peso de Lee cayó a su espalda, aplastándolo más, mientras sus caderas empezaban a moverse sin darle tiempo a acostumbrarse a la invasión. Se quejó con la voz más baja que pudo, pero no hubo tregua.

La ondulación del cuerpo ajeno sobre el propio cambió. Él era así, nunca dejaba que Jisung se acostumbrara demasiado a un movimiento o ritmo, variaba de rápido a lento, de fuerte a suave, de profundo a superficial. En ocasiones como esa, en la que sabía que sería rápido y crudo, esperaba un mete saca constante hasta que ambos se corrieran, igual que hacían sus anteriores amantes. Sin embargo, no era así con él.

Empezó con fuerza, con estocadas profundas y certeras que le abrían las entrañas. Cuando Jisung estuvo cómodo con eso y esperaba el siguiente empuje, Minho se metió hasta el fondo lentamente, casi podía sentirlo en cada nervio, cada milímetro y cada célula de su cuerpo. Su boca se ensañó con su espalda, su mano apretaba su cintura y su polla recorría con tortuosa lentitud su interior.

Jisung creía que de verdad iba a explotar si seguía haciendo eso solo un poco más, esta vez sobre el edredón blanco que los había cubierto diez minutos atrás.

Como si estuviera leyendo sus pensamientos, Minho se levantó de su espalda y se sentó sobre sus muslos, agarró sus nalgas. Sus piernas cerradas no facilitaban la entrada, pero, Jisung era un poco cerdo y siempre había tenido algo con el dolor. Acogió con deleite las uñas que se clavaron en su carne mientras la polla ajena lo taladraba. Se sintió usado, como si fuera un trozo de carne, solo sirviendo el placer del alfa. Fue vergonzosamente excitante. Tanto que no pudo evitar gemir en voz alta.

Una nalgada lo hizo sisear.

—Silencio —exigió el alfa.

Se cernió de nuevo sobre él, con sus antebrazos apoyados junto a sus hombros. Besó su nuca y la piel se erizó cuando sopló junto a su oreja. La nariz del alfa se enredó en su pelo, oliendo allí. Los toques cariñosos hicieron a Han bajar de la cresta que montaba. Sus movimientos eran perezosos ahora, follándolo con calma, más preocupado por marcar su espalda y su nuca que por meterse dentro de él.

Podría acostumbrarse a eso, al sexo rudo, al amoroso, al cansado. A no tener prisa o a tener toda la del mundo. Quería hacerlo, quería tener a Lee cada noche, que le enseñara las formas en las que se movían sus caderas, las diferentes velocidades. Quería cumplir cada una de sus fantasías, sus deseos más sucios y bajos.

La mano del alfa acarició su mejilla y él suspiró, extasiado: —Hyung.

—Eres el omega más hermoso que he visto en mi vida —soltó de pronto, acompañando la afirmación de una estocada dura. Jisung se mordió el labio para evitar gritar—. Parece que fuiste hecho para mí. Tu cuerpo encaja perfectamente con el mío, como si hubiera estado toda la vida esperando por estar aquí dentro. Es como si el destino nos hubiera hecho estar aquí —Empujó contra él, clavándose profundamente. Han no pudo evitar su voz rota—. Pero eres tan desobediente —Le cubrió la boca con la mano, amordazándolo—, te dije que tenías que estar en silencio —Aquel brillo sádico en los ojos de Minho lo encendió—. Dios, necesito joderte con fuerza pero tienes que callarte, Jisung.

Asintió, con su boca tapada. Un segundo después, aquella cosa salvaje despertó en los ojos del alfa tierno que olía a café. Bombeó su polla dentro y fuera de su cuerpo sin cuidado, alcanzó su próstata cuando cambió el ángulo ligeramente y Jisung se encontró incapaz de contener sus gritos. Aplastó la cara contra la almohada rezando porque amortiguara aquellos ruidos lascivos que se escapaban de su garganta.

El alfa soltó su boca y se elevó. Colocó una mano en su hombro y la otra en su cintura, anclando con sus uñas a Jisung mientras adquiría la cadencia brutal que llevaba al omega a lo alto. Más alto, más alto, hasta el cielo, hasta la estratosfera. Mordió su sensible cuello mientras colaba bajo su cuerpo su diestra y apretaba con demasiada fuerza su polla dolorida.

Se enterró mil veces más en su culo, jodiéndolo con furia, con su dedo raspando el glande de Jisung entre el edredón y su vientre. Han tiró de las sábanas hasta que se deslizaron del colchón en una bola informe de tela blanca. Su culo estaba siendo perforado, como si fuera a partirlo en dos en cualquier momento; sus dientes casi desgarraban la carne sensible sobre su glándula de olor, su otra mano lo presionaba con más saña. Y entonces sintió el nudo hinchándose en su interior, llenando cada átomo de espacio libre que pudiera haber allí. Su gemido fue más un sollozo, de hecho, sintió las lágrimas cubrir sus mejillas cuando se corrió contra la mano que lo tocaba con aspereza.

Minho se movió más, incluso con su nudo apretando a Jisung al punto del desgarro. Lo obligó a cabalgar el orgasmo sin piedad, con su cuerpo hipersensibilizado y su polla incapaz de huir del agarre de hierro. Quería gritar, quería decirle que no podía seguir estimulándolo cuando ya era como un cable vivo después del clímax. Aunque estuviera elevando su cuerpo al éxtasis absoluto.

Tal vez adivinó sus intenciones, porque su diestra soltó su polla y volvió a su boca, tapándola eficientemente. El sudor y el semen de Jisung se mezclaron en su cara con la saliva. Asqueroso y excitante.

—Shh, tranquilo, pequeño, tranquilo —arrulló. Pero sus acciones no tenían nada que ver con su voz, porque seguía empujando contra él.

Su nudo hinchado apretaba su próstata y el grosor lo estiraba como si fuera a romperlo hasta convertirlo en dos pedazos inútiles de carne. Su polla, para su desgracia, fue encontrada por la otra mano de Minho. Su peso sobre su espalda le oprimía las costillas. Se preguntó si se daba cuenta de lo que estaba haciendo. Pero por supuesto que sí, porque, mientras se corría, embistió con más ímpetu y su mano meneó su eje restregando los restos de su eyaculación anterior.

Jisung casi pierde el sentido cuando le golpeó una oleada de placer abrumador; estaba en otra dimensión.

Minho soltó su polla resentida y los giró a los dos con cuidado. Colocando su brazo bajo el cuello del omega. Sus besos suaves lo ayudaron a recuperar la cordura, su mano otra vez en su vientre plano, acariciando alrededor de su ombligo.

—¿Hannie? —preguntó, horriblemente tímido teniendo en cuenta lo que acababa de hacerle al omega.

—Uhmm... —contestó con un sonido de su garganta, adormilado.

—¿Me pasé?

—Un poco —reprendió.

—Lo siento. —Dejó doscientos besos en su cuello.

—Me gustó —confesó en voz baja. El alfa ronroneó abrazándolo más fuerte—. Pero tendrás que limpiarme porque no voy a levantarme. Mañana por la mañana me ducharé antes de ir al trabajo.

—Y yo te haré el desayuno y te llevaré en coche a la oficina —añadió, con la felicidad filtrándose en su voz suave.

Se quedaron en silencio, acariciándose mientras el nudo del alfa bajaba.

Hyung —interrumpió la quietud con un murmullo—, me gustas mucho.

«Mentiroso», cierto, ya estaba enamorado de él, pero no podía decirle algo así de repente, así que calmó las ansiosas ganas de querer y ser querido maquillando la verdad. Jisung amaba a Lee, pero podría jugar a que ese sentimiento que estaba perfectamente asentado solo empezaba a nacer.

Minho lo ciñó más a su cuerpo, si eso era posible. Olió su cabello, con su respiración haciéndole cosquillas en la piel sensible. Le dio un beso sobre la glándula de olor y se restregó sobre ella, marcándolo con su fragancia. Era una maldita idiotez, porque Jisung ya olía al alfa después de lo que acababan de hacer, pero no lo dijo. Solo se mantuvo quieto, con su cuello desnudo para su alfa, disfrutando de las atenciones.

—Tú también me gustas mucho, Hannie —contestó y la claridad de sus palabras apartó un peso de su espalda que no sabía que llevaba.

Se sintió a la vez libre y atado, saciado y hambriento, ansioso y tranquilo. La sencilla frase y la sinceridad de su tono fueron suficientes para darle dos vueltas a la cordura de Jisung y para ponerlo de rodillas para siempre a los pies del hermoso alfa que todavía estaba enterrado dentro de él. Con el olor de Minho en cada parte de su sistema, se dio cuenta de que, seguramente, el destino había organizado todo el caos para que ellos estuvieran justo ahí, amándose el uno al otro. 

***

¡Perdón, navegantes!

Llevo fuera de juego casi tres semanas. He empezado a trabajar y además, en mi afán por meterme en empresas imposibles, me apunté a un concurso de escritura llamado #TheSoundAwards2023. (Pueden ver las historias que participan poniendo ese hashtag en Wattpad o en la lista que he creado en mi perfil)

Así que llevo todo este tiempo pariendo este mastodonte de tres capítulos: Azul Patroclo es el culpable de mi ausencia y tardanza en actualizar.  (Si quieren, pueden ir a mostrarle un poco de amor)

Soy consciente de que el BangLix no es el ship más atractivo, pero esta historia no es tanto de amor, sino más bien de recuperación, de crecimiento personal y de conocer a las personas correctas. Aviso que no tiene NADA que ver con Lavanda.

¡Nos vemos en el infierno!


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