29. ¡No es justo!
—La próxima vez veremos Your name —Han se quejó en voz baja para no despertar a Suni, que dormía despatarrada en el sofá.
No eran ni las nueve de la noche, pero la pequeña había caído rendida después de una tarde agitada en la que habían hecho la colada y recogido su habitación. Es decir, Jisung había hecho todo mientras ella revoloteaba, guardando juguetes en las cajas de vez en cuando y parloteando sobre las ganas que tenía de ir a casa de los Bang.
Escuchó una notificación en su teléfono que estaba en alguna parte de la casa. La ignoró porque estaba muy agusto y Mi vecino Totoro no había terminado. Casi se la sabía de memoria, su hija era adicta a la bendita película.
Se le cerraban los ojos y cabeceaba, así que se acomodó, apoyando su cabeza junto a la de la bella durmiente que vivía con él. No supo en qué momento se quedó dormido, pero lo despertó el sonido del timbre. Parpadeó confuso y comprobó que Suni seguía en su posición, con la cabeza en un cojín, los brazos abiertos y la baba manchando su mejilla.
Se levantó para comprobar la cámara del portero automático y abrió mucho los ojos. ¿Qué demonios hace Minho aquí a esta hora? Está bien, era posible que no supiera qué hora era, pero le sorprendió que apareciera allí sin avisar. Lo dejó entrar sin decir nada y esperó pacientemente hasta que llegara a su apartamento. Llamó dos veces con los nudillos.
Cuando Jisung abrió la puerta, se dio cuenta de que algo iba mal. Olía triste, aunque parecía disimularlo bien. Tenía un puchero en sus labios rojos y lo miró con sus pupilas brillantes. Han lo instó a entrar a casa y él se quitó las zapatillas en silencio.
—¿Estás bien? —preguntó, acariciando su mejilla. El chico negó con la cabeza y lo abrazó.
Correspondió el gesto, acariciando su cabello castaño y dejando que lo comprimiera entre sus antebrazos. Por más que lo alegrara tener al profesor allí, no entendía a qué venía todo eso.
—No estoy quejándome —susurró—, pero, ¿por qué no me avisaste?
—Te mandé varios mensajes pero no contestabas —Ah, las notificaciones—. Sé que estás con Suni hoy, no quería venir... —Restregó la cara contra su cuello—. He esperado hasta la que creía que sería su hora de dormir...
—¿Has esperado dónde?
—Abajo...
—¿En el coche? —El alfa asintió sin separarse ni un milímetro—. ¿Por qué no subiste antes? Ya has estado en casa, Suni no se sorprendería. Podrías haber comido pollo frito y visto Mi vecino Totoro con nosotros —bromeó, tratando de animarlo.
Minho dejó escapar un ruidito que parecía un sollozo y Jisung se puso alerta. Separó al hombre de su cuerpo, mirándolo a la cara. Parecía contener el llanto porque su labio inferior temblaba.
—Oye, ¿qué está pasando?
—Ha pasado algo... Me siento muy mal —explicó, bajando su mirada al suelo.
—Espera, vale, espera. —Lo apartó del todo de él y fue hacia el salón.
Sabía que lo seguía, porque escuchaba el susurro de la ropa tras él. Tomó a la dormida Suni del sillón y la llevó a su cuarto, arropándola. Salió rápidamente, cerrando la puerta para evitar molestarla.
—Lo siento, no debería haber venido... Sabía que Suni estaba aquí...
—Ey, no pasa nada. No es como si estuviéramos ocultando algo de ella, ¿no? —tranquilizó, con una sonrisa. El chico apretó la boca—. ¿Te apetece tomar un té? ¿Una infusión? Es un poco tarde para café. —Aunque últimamente Han amaba el café a todas horas.
—Cualquier cosa está bien...
—Espérame aquí.
Fue a la cocina a encender el calentador y colocó bolsitas de tila en dos tazas. ¿Qué demonios estaba ocurriendo? ¿Por qué tenía a un tristísimo Minho en su casa en medio de la noche? ¿En qué momento su apartamento se había convertido en el puerto en el que arribaban todos los corazones rotos? Jisung casi no podía mantener su propia cordura como para que todo el mundo decidiera que era el mejor lugar al que ir cuando estaban mal.
No, definitivamente, Han no era la mejor opción para encontrar la paz. Si acaso, era el ojo de todos los huracanes.
Llenó de agua las tazas y las llevó al salón, colocándolas sin cuidado sobre la mesa. Minho seguía silencioso, sentado con la cara compungida.
Está bien, esto se está poniendo feo.
—Oye, ¿Changbin está bien?
—Sí... es que... —Lo vio apretar los puños sobre sus rodillas.
—No pasa nada, tómate el tiempo que necesites.
—Pero es muy tarde... Te he despertado... Tienes la marca del sofá en la mejilla. —Jisung sonrió enternecido y se acercó un poco más a él.
—Bueno, ya estás aquí. Tómate la infusión y cuando te sientas preparado, me lo cuentas, ¿de acuerdo?
—¿Y si no estoy preparado hasta muy muy tarde? —susurró, todavía sin mirarlo.
Jisung se lo pensó un poco. Sabía que iban rápido, demasiado rápido. Aunque había tenido alguna aventura de una noche durante esos años, ser padre lo apartó irremediablemente de las cuestiones románticas. Nunca le presentó a Suni a ningún novio porque, en realidad, no lo tuvo. Se preguntaba qué pasaría si las cosas con Minho terminaran, ¿eso dañaría a Suni? ¿Desestabilizaría a su pequeña que ese hombre fuera parte de su vida?
Han sabía en su fuero interno que Lee era algo así como el indicado. Le gustaba mucho, era feliz a su lado. Además, el profesor parecía, para su vergüenza, dispuesto a todo por él. ¡Diosa Luna! Incluso le había dicho a Suni que se casarían cuando apenas se conocían desde hacía unos meses.
Una parte de él, la que era adulta y racional, sabía que tenía que hablar con el hombre y despedirlo, porque eso era lo correcto. La otra, que era mucho más grande y poderosa, quería llevárselo a la cama, abrazarlo y dormir con él. Su lobo había elegido ese último bando.
Rezó una oración para que aquel hombre no le rompiera el corazón ni a él ni a su pequeña y pronunció las palabras que, de alguna forma, necesitaba decir: —Vas a dormir aquí, así que no importa lo tarde que sea. Si me quedo dormido, solo despiértame para contármelo.
Los ojos del profesor se levantaron hasta él. Se convenció de que esa adoración no hablaba de corazones rotos, sino de un futuro brillante juntos. Jisung quería eso, quería ir a ver las flores; la primera nevada del invierno; llevarlo a conocer a sus padres; que cocinara para él y su hija; que ayudara a Suni a recoger sus juguetes; que en su colada se mezclara la ropa del alfa con la suya. Necesitaba un montón de cosas, pero sobre todo, consolar al alfa que parecía perdido en medio de un enorme mar oscuro.
Se movió más cerca, tomándolo de la mano; automáticamente, el profesor llevó su muñeca a su nariz y olisqueó. Dejó escapar feromonas para hacerlo sentir a salvo. El hombre cerró los ojos, disfrutando del instante.
El silencio en la sala no era incómodo, pero Jisung necesitaba saber. Minho todavía tardó un rato en soltarlo y, cuando lo hizo, bebió en pequeños sorbos la infusión. Lo imitó, más por no hacerlo sentir mal que porque de verdad tuviera sed.
—Me iré temprano para que Suni no me vea aquí por la mañana —murmuró, como si llevara mucho rato decidiendo si debía o no quedarse.
—Mejor nos haces el desayuno. Las tortitas americanas son las favoritas de Suni —aseguró, una sonrisita tiró de la mejilla ajena y lo sintió un triunfo.
Se terminó la taza y Jisung decidió darle unos minutos más. Se llevó la loza al fregadero y la dejó allí. Apagó las luces y cerró con cadena la puerta de la calle. Cuando volvió al salón llamó a Minho, que se levantó con los hombros caídos y la tristeza pintada por todas partes de su bonito rostro. Cuando estaban en la habitación le pasó un pijama fresco, el chico se cambió sin vergüenza, regalándole un vistazo rápido de su cuerpo.
Tumbados en la cama, Minho se apretó contra él, buscando su cuello.
—Hannie —El mote que había empezado a usar habitualmente despertó las mariposas de su estómago—, gracias por eso... Siento no tener nada para darte a cambio...
—No te he pedido nada, hyung —contestó confundido—. Bueno sí, que hagas el desayuno.
—Te haría el desayuno cada día —afirmó, categórico. A Jisung le sonó como un gran plan—. Te prometo que no quería forzar esto, no quería quedarme a dormir... Entiendo que no está bien, tienes una hija, no puedo inmiscuirme en tu vida de esta manera.
—A Suni no le molesta. Felix se queda a menudo y Hyunjin vivía con Jeongin, está acostumbrada a que haya gente entrando y saliendo de nuestras casas. Aprecia eso, dice que tiene la familia más grande de todos sus compañeros —Minho se rio bajito, sin separarse de su cuello—. Solo tendremos que hablar con ella para que no lo diga en el colegio, creo que deberías hablar tú antes con el director Yoo. Así los niños no se sorprenderán si a ella se le escapa que el señor Lee duerme en la cama de su papá —El alfa se tensó repentinamente—. Ey, somos adultos, el señor Yoo no se enfadara por eso. Y yo no tengo ningún problema...
—No será necesario —Su voz sonaba entrecortada—. No tengo que hablar con él...
—Ah, entonces, ¿ya lo sabe? ¿Tan obvios somos ? —bromeó, acariciándole el pelo.
—Me han despedido, Jisung —el susurro fue tan bajo que casi no lo escuchó.
Su lobo se puso alerta porque el olor del profesor era mucho más triste. Lo sintió sollozar contra su hombro, la humedad cayó en su piel.
—¿Cómo que te han despedido? —preguntó, cauteloso. Necesitaba entender qué coño estaba diciendo, aunque lo que su instinto le gritaba era que arrasara con todas las personas que le hicieron daño al chico.
—No voy a volver al colegio, la junta educativa me ha suspendido, probablemente no me dejen ejercer en ninguna parte. Nunca.
—¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué mierdas dices? Eso no puede ser cierto, no es posible, Minho. ¿Qué demonios? ¿Cuál ha sido la excusa? —No quería sonar tan indignado, pero es que lo estaba. Sus feromonas se confundían entre la rabia, el desconcierto y ese matiz calmante que su lobo mandaba al alfa que lloraba abrazado a su cuerpo.
—Que mi rango me incapacita para cuidar niños. Y que fui a un festival escolar en mi calor.
—Me cago en la puta —gruñó—. Me cago en los Jeong, en el puto Hyunjin y en la maldita junta educativa —escupió—. Voy a matar a Hwang.
—Hannie... No pasa nada, todo está bien.
—Nada está bien. Tienes que impugnar ese despido, no es justo, esto no es justo. —Apretó los dedos en la espalda del alfa. Sus ojos picaban por el llanto rabioso, quería salir de esa cama calentita y plantarse en casa de Hyunjin para doblegarlo hasta que consiguiera que le devolvieran su puesto al alfa.
—Solo... Solo déjalo estar, no es la primera vez que me despiden... No sé si debería seguir intentándolo...
—Pero te encanta tu trabajo y los niños te aman. Joder, esto es una injusticia.
Una lagrimita solitaria se le escapó. Avergonzado, apretó la cabeza del alfa contra su cuello, escuchando el sollozo entrecortado. Sintió las manos que se aferraban a su espalda y el olor acre y amargo de sus feromonas llenando la habitación.
Donde Minho estaba triste, Jisung estaba enfadado. El café olía a depresión mientras la lavanda se sentía agresiva y vibrante. En lugar de tranquilizar al alfa, sabía que lo estaba poniendo más nervioso. Pero, joder, nadie podía culparlo, él nunca había sido una persona tranquila. Aunque su olor fuera naturalmente calmante, su actitud era todo lo contrario.
Por más corazones rotos que buscaran puerto entre sus brazos, él seguiría siendo el ojo de todos los huracanes. Y Hwang Hyunjin no era consciente de la capacidad destructiva que podía tener el omega.
A pesar de todo, se sentía bien por despertar alrededor de Jisung. Su espalda estaba contra su pecho y su olor a lavanda cubría la habitación. Acarició la tripa ajena por dentro de la camiseta del pijama y lo escuchó refunfuñar para que lo dejara un rato más. Se dio la vuelta y casi se le sale el corazón del pecho.
Una diminuta versión de Hannie estaba de pie junto a la cama, con el perro de peluche en las manos y el pelo alborotado. Se miraron fijamente unos segundos, calibrándose. La pequeña daba un poco de miedo recién despertada.
—Suni... —susurró nervioso. ¿Qué le diría a la pequeña? Se suponía que Jisung sería el que le dijera que él había dormido allí. No esperaba tener que enfrentarse a esos ojos de ardilla tan pronto y con su padre roncando a su espalda. ¿Debería despertarlo?
—Buenos días, señor Lee. Tengo hambre. —Fue concisa y todavía no sonreía, se dio la vuelta y caminó hasta la puerta.
Desde allí lo miró de nuevo, como esperándolo, así que se levantó para seguirla. Caminaron en silencio hasta la cocina, con la pequeña dirigiendo la marcha. Trepó a la silla y colocó a Bbama sobre la mesa.
—Suni yo... —Estaba muy nervioso, no sabía cómo demonios explicarle a la niña que él, un desconocido, había dormido abrazado a su padre. Así que optó por ganársela por el estómago—. ¿Quieres que haga tortitas? Tu papá me dijo que son tus favoritas.
La adormilada pequeña por fin sonrió un poquito.
Más cómodo con la situación, conectó la cafetera mientras preparaba la masa. Aprovechó para cortar plátanos y fresas mientras iba poniendo las tortitas en la sartén. Echó varios vistazos a la pequeña, que seguía sentada en silencio. Apoyaba la cabeza en la mesa y Minho creyó que se había dormido.
—Oye, Suni, ¿estás bien?
—Sí —contestó.
—Yo... esto... ¿Estás enfadada porque dormí aquí? —insistió, amontonando cuatro tortitas en un plato. Las cortó en pedazos pequeños y puso unos trozos de fruta; buscó en los armarios un bote de sirope, pero ella todavía no respondía.
Colocó el plato ante la chiquilla, temblando como un flan. Ella tenía la mirada fija en la comida y decidió llenarse los carrillos con pedazos aleatorios. Minho no había tenido más miedo de una crítica en su vida.
—Qué ricas, están más ricas que las de Innie oppa. —Lee suspiró aliviado, como si aquello fuera suficiente para quitarle un gran peso de encima.
—Buenos días. —La voz ronca de Jisung lo estremeció. El chico arrastró los pies hasta una silla y se dejó caer. Estaba hermoso con esas mejillas hinchadas y el pelo hecho un asco, tan parecido al de su pequeña.
—Ehmm... Buenos días... —susurró Minho. No entendía nada; esas dos personas tan parecidas estaban en silencio, una comiendo y la otra mirando a la mesa como si se estuviera planteando el origen del universo.
A pesar de que estaba incómodo y no sabía muy bien qué hacer, cocinó unas cuantas tortitas para el omega y se las puso en un plato. Le sirvió un café también. Jisung dio unos sorbos en silencio.
—¿Me podría dar un jugo, señor Lee? —preguntó Suni con la boca llena.
—En el armario inferior, junto a la nevera —aclaró el padre. Minho obedeció, dándole un brick de jugo de melocotón a la pequeña.
Desayunaron callados, muy callados. El profesor solo bebió un café de pie, apoyado en la encimera. Se sentía un intruso en aquella cocina donde solo se escuchaban los cubiertos chirriando contra la vajilla.
—Las tortitas están muy ricas —dijo Jisung, con su plato vacío.
—Están más ricas que las de Innie oppa —añadió ella.
—No sé, no las he probado.
—Te juro que están más ricas. Me gustan con las fresas.
—A mí también.
—¿Hoy hace calor?
—Un poco.
—Pero puedo jugar en el parque de Hoshi, ¿no?
—Sí, claro, no hace tanto calor.
—Bien. ¿Me puedo poner el traje de Elsa?
—No, porque con el traje de Elsa no puedes jugar bien en los columpios.
—Pues lo llevaré para ponérmelo después de jugar.
—Me lo pensaré.
Lee estaba más confuso a cada segundo.
—Señor Lee, ¿puedo llevar el traje de Elsa para ponérmelo después de jugar? —Era la primera vez que se dirigían a él en medio de ese extraño intercambio. Miró al padre, que bebía el café con la cara malhumorada.
—Papá dijo que se lo iba a pensar. Él te dirá si puedes o no... —La niña bufó, cruzándose de brazos.
—Me voy al sofá.
Minho la ayudó a bajarse de la silla y ella tomó a Bbama y se fue. El profesor recogió los platos con diligencia y abrió el agua para fregarlos.
—Tenemos lavavajillas, ¿recuerdas?
—Ah... Sí, cierto. —Jisung se levantó y, con suavidad, lo apartó del fregadero. Cargó el lavavajillas él mismo.
—Suni se levanta malhumorada —comentó de pronto.
—Y tú...
—Lo mío está justificado, ella es solo huraña —se defendió, saliendo de la cocina—. Suni, tengo que ir a hacer una cosa antes de ir a casa de los Bang. Irás con Minho, ¿te parece bien?
—¿El señor Lee se va a quedar a vivir aquí?
—No, no —se apuró a negar el alfa, avergonzado.
—Qué pena, podría comer esas tortitas todos los días —Minho abrió mucho los ojos, sorprendido—, aunque no se quede a vivir, debería venir a menudo. Cocina mejor que tú, papá.
—Cualquiera cocina mejor que yo, aparentemente —bufó Jisung.
—Por eso debería quedarse a vivir. ¿No le apetece quedarse para siempre, señor Lee?
—Eh... Yo... No puedo dejar solo a Changbinnie —se excusó, ella asintió como si lo entendiera.
—Que venga él también. Puede dormir en el sofá.
—Vamos a la ducha, ardillita, tengo que irme pronto —interrumpió Jisung.
—¿A dónde vas? —preguntó Minho.
—Tengo que ir a por una cosa que encargué, no te importa llevarte a Suni, ¿verdad?
—No... claro que no...
—Estupendo, en el altillo de mi habitación hay una sillita de repuesto para el coche. Ahora, a bañarnos, Han Suni.
Ella se levantó refunfuñando. Lo dejaron allí, en medio del salón, sin saber muy bien donde meterse.
Estaba terminando de peinarse cuando llamaron a la puerta. Imaginó que tal vez era alguno de sus vecinos, así que abrió directamente.
No era ningún vecino; era Han Jisung con cara de querer asesinarlo.
Su primer pensamiento fue que le había pasado algo a su hija, así que llevó la mano directamente a las llaves del coche para salir corriendo a donde quiera que estuviera.
—¿Suni está bien?
—¿Qué coño has hecho, Hyunjin?
—¿Qué?
—¿En qué mierda estabas pensando, pedazo de cabrón? —Las feromonas agresivas lo atacaron y las propias respondieron a la amenaza.
Cuadró los hombros, frunciendo el ceño al omega que seguía en el pasillo.
—¿Qué dices idiota? ¿A qué viene esta mierda? ¿Le ha pasado algo a Suni?
—Deja de hacer como que te importa mi hija, gilipollas.
—No te pases ni un pelo, Han. Mi hija es lo que más me importa en este mundo.
—¿Por eso has hecho que despidan a su profesor favorito? —Hyunjin abrió mucho los ojos, sorprendido por sus palabras.
—No va a tener un trauma porque le cambien el profesor. No lo tuvo cuando se fue la señora Kim.
—La señora Kim estaba embarazada, sabían que se iría. A Minho lo han suspendido por ser alfa. Eres un miserable, Hyunjin.
—Te he dicho que no te pases —gruñó. Escuchó una puerta abriéndose en el pasillo y tiró del omega para meterlo en casa y cerrar. No necesitaba vecinos cotillas en ese instante.
—No me toques —Se apartó de un tirón—. Ni vuelvas a dirigirme la palabra. Eres lo puto peor, niñato mimado de mierda... Jugar así con el pan de la gente...
—Cállate la boca, Han, esta mierda solo te importa porque te acuestas con él.
—No te confundas...
—No, no te confundas tú. Llegas aquí apestando a ese alfa e insultándome. ¿Crees que no sé que follas con él? Joder, ese puto inconsciente fue al festival en su celo. Podría haberle hecho daño a los niños.
—Minho jamás le haría daño a los niños, si escucharas a Suni sabrías que es un maestro excepcional. Pero tienes la cabeza metida tan profundamente en tu culo que eres incapaz de ver la realidad.
—No lo conoces de nada...
—¡TÚ TAMPOCO! —berreó el omega, apretando los puños—. No le has dado una puta oportunidad.
—Le he dado las suficientes para saber que no quiero que cuide de mi hija, no voy a ponerla en peligro
—Sigues diciendo esa mierda sin entender que Minho jamás le haría daño a Suni. Jamás.
—No voy a discutir esto más...
—Por supuesto que no, no he venido aquí para discutir. He venido aquí para decirte que no se te ocurra asomar tu cara en casa de los Bang.
—A mí también me invitaron y quiero ver a Suni.
—Pues te jodes porque no es tu día. Se acabó, Hyunjin. Te has encargado de destrozar cualquier cosa que hubiera entre tú y yo. A partir de este momento no quiero que vuelvas a aparecer en ningún lugar que estemos Suni y yo cuando no sea tu horario.
—¿Pero qué dices? Es mi hija también, Jisung.
—Por desgracia, lo sé. Espero que te aproveche el magnífico culo que le estás comiendo a los Jeong. Eres basura.
El omega se dio la vuelta y abrió, saliendo hacia el pasillo.
—Jisung, te he dicho que no te pases. He hecho esto por mi hija y tú estás pensando con la polla. Si no te acostaras con el alfa te hubiera dado igual que lo echaran.
—Se me terminó la paciencia contigo. Te aseguro que te vas a arrepentir de esto, Hyunjin.
Lo vio irse por el pasillo, dejando sus feromonas enfadadas a su paso. Hyunjin cerró con un portazo y gritó con fuerza. Ese maldito omega siempre sabía cómo sacarlo de sus casillas.
***
En mis historias siempre hay drama, hasta cuando no hay drama. T_T
¡Nos vemos en el infierno, navegantes!
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