28. Soy tan feliz
Minho llevaba cinco días flotando, concretamente desde el domingo, cuando despertó con Jisung a su lado. Ese lunes había llevado al agotado y adolorido chico al trabajo con una de sus camisetas de cuello vuelto y un vaquero que le quedaba grande. Antes de que dejara el coche, lo besó en los labios sin vergüenza y le deseó un buen día.
El resto de la semana había sido igual de buena. A menudo, se encontraba a sí mismo sonriendo como un idiota cada vez que volvía a casa y sentía el olor de Jisung en alguna parte de su habitación. A pesar de que cambió las sábanas y limpió concienzudamente (toda la casa), su esencia seguía, de algún modo, impregnada en el colchón.
Changbin estaba un poco taciturno, le echó una gran bronca por el espectáculo y Minho tuvo que prometer que le haría la cena todos los días de su vida. Pero no dejó de tener las mariposas revoloteando en su estómago.
Los niños preguntaron una vez la causa de su sonrisa estúpida. Él les contestó la verdad: que estaba muy feliz.
Como los astros parecían haberse alineado, los chiquillos se portaron muy bien. Todavía estaban con la resaca del éxito del festival y parecían más unidos, incluso Suni y Eunji habían compartido alguna actividad sin pelear.
—¿Qué planes tenéis para este fin de semana? —preguntó, mientras recogían los lápices de colores y ordenaban la clase.
—Yo voy a ir a casa de mis abuelos —comentó Yunho.
—Mis abuelos y yo arreglaremos el jardín —intervino Ryujin—. A mi abuelo le gusta mucho el jardín y tiene lechugas plantadas.
—¿De verdad? —preguntó Eunji, extrañamente interesada—. Mis papás nos dejan ir al jardín pero no podemos tocar las plantas...
—¿Por qué?
—Porque son cosas del jardinero. Pero Eunwoo oppa y yo plantamos girasoles con nana una vez y crecieron altísimos.
—Los girasoles son muy bonitos —Suni le regaló una sonrisa amable a Eunji. Minho se sentía bien porque estuvieran en esa especie de tregua—. En mi casa no hay plantas, pero a mi papá le encanta ir a ver las flores. Creo que este fin de semana le pediré que vayamos a verlas.
«Vayamos a ver las flores con la cachorra y el omega», era una idea excelente.
El resto de niños contó sus planes, hablaron animadamente sobre películas y juegos. Minho sentía que su existencia era casi idílica.
Cuando llegó la hora de la salida, los chiquillos recogieron sus mochilas y sus chaquetas. Se pusieron los zapatos y esperaron tranquilamente a que sus padres entraran a recogerlos. Le dio un abrazo a cada pequeño, como todos los viernes. Seungmin le recordó que la semana siguiente deberían ir a comer a su casa, él aceptó con una sonrisa. Jisung, como siempre, llegaba tarde.
—Señor Lee —llamó Suni, agarrando las asas de su mochila. Llevaba puesto el suéter rosa con la ardilla tejida—, podría venir a ver las flores con nosotros —ofreció.
—Oh... Eres muy amable, Suni, pero es mejor que le preguntemos a tu papá primero, ¿no? ¿Qué pasa si ya tiene otros planes? —Esperaba que no—. ¿O si no le apetece ir conmigo y quiere ir solo contigo?
—Pero ya está solo conmigo todos los días. Bueno, y con el tío Lixie. Además, son novios, los novios van a dar paseos y ver las flores —aseguró.
Minho se atragantó con su propia saliva. Tosió con fuerza y ella se acercó, dándole unos toquecitos en la rodilla con su minúscula mano.
—¿Está bien? —preguntó.
—Sí, sí... pero... ¿De dónde has sacado eso Suni?
—¿El qué?
—Que tu papá y yo somos... hmmm....
—¿Novios? Me lo dijo mi tío Felix. Pero me dijo que no podía contárselo a mis compañeros, que era un secreto. ¡Ay, cielos! ¡Era un secreto y se lo he contado! —Se tapó la boca con horror—. No se lo diga a mis compañeros, señor Lee. Esto es un secreto.
—Pero, Suni...
—¡Perdón por el retraso! —Jisung entró como una tromba en el aula.
Su olor lo inundó todo, calmando al nervioso lobo que vivía dentro de él. Suni chilló emocionada y corrió hacia él, saltando a sus brazos. El bonito omega la levantó, dándole un beso en la mejilla, con su sonrisa iluminando todavía más aquella tarde de viernes. Demonios, a Minho realmente le gustaba.
—Papá, ¿puede venir el señor Lee con nosotros a ver las flores este fin de semana?
—Hmm... ¿Qué? ¿Cuándo dijimos que iríamos a ver las flores?
—Nunca, solo se me ocurrió esa idea. Tío Felix siempre dice que mis ideas son las mejores. Pero las ideas de Changbin oppa son las mejores —divagó.
—Ya, bueno... Pero tal vez el señor Lee tiene algún plan para el fin de semana...
—No, claro que no, no tengo planes —interrumpió. El chico lo miró con una sonrisa pícara y la niña aplaudió contenta.
—Ves, papá, el señor Lee quiere ir con nosotros.
—Entonces, señor Lee, ¿quiere venir a ver las flores con nosotros mañana por la tarde?
—Me encantaría, señor Han —contestó con una enorme sonrisa.
—¿Por qué sigues llamándolo señor? Los novios no se llaman señor.
Jisung abrió muchísimo los ojos: —¡¿Qué dices, Suni?!
—El tío Lixie dice que sois novios y Changbin oppa dijo que tortolitos. Los tortolitos no se llaman señor.
—Suni, por favor, ¿podrías dejar de humillar públicamente a tu padre? —rogó el omega. Tenía las mejillas rosadas, como deberían verse las propias porque también estaba ruborizado.
—No te humillo, solo digo la verdad. Además, no se lo he dicho a nadie y el señor Lee también guardará el secreto.
—Bueno, vámonos antes de que esto se ponga peor.
—Primero el abrazo del viernes —pidió, revolviéndose.
Jisung la dejó en el suelo y ella se acercó al profesor. Minho no le diría que, en realidad, ya le había dado "el abrazo del viernes". La apretujó con fuerza, echando una mirada tímida a su padre. Se puso de pie de nuevo cuando la pequeña se apartó.
—Dale un abrazo al señor Lee, papá —ordenó—. Los viernes siempre hay que darse un abrazo porque no nos veremos hasta el lunes.
—Pero acaba de decir que vendrá con nosotros mañana a ver las flores —discutió el omega, Minho tenía muchísimas ganas de abrazarlo, así que tenía que darle la razón a la ardillita.
—Eso da igual, dale un abrazo. —El índice de la niña lo señaló. Era una orden ineludible que acató, abriendo los brazos para recibir a Jisung.
El omega lo miró achicando los ojos, Minho sonrió indolente y se encogió de hombros. Él cedió con un suspiro y llegó a su posición. Cuando lo envolvió, sus feromonas se dispararon cubriéndolo como hacían sus brazos. Han encajaba perfectamente contra su cuerpo.
El omega restregó la mejilla en el hueco de su cuello disimuladamente. Lee lo dejó hacer, acariciando con la punta de la nariz su pelo.
—¿Ves, papá? Los abrazos del señor Lee son geniales.
—Sí que lo son —murmuró, resistiéndose a terminar el contacto.
—Entonces... ¿Nos vemos mañana por la tarde? —preguntó.
—Sí, después de taekwondo iremos a casa a ducharnos y luego podemos ir a comer algo y a ver las flores —confirmó.
—De acuerdo... Es una cita —se atrevió a susurrar.
—Es una cita —afirmó, antes de apartarse.
Definitivamente, estaba viviendo un sueño.
A Suni le gustaba la primavera porque había muchas flores y no tenía que ponerse un montón de abrigos que no la dejaban jugar tranquila. Papá la dejaba llevar solo un suéter y no se le ponían las mejillas rojas por el frío.
También le gustaba el verano, pero hacía mucho calor y a veces no podían salir al parque. Eso le molestaba mucho, odiaba tener que quedarse en casa todo el fin de semana.
Pero, por suerte para ella, estaba en primavera, así que podía pasear de la mano de papá por los jardines viendo las flores de colores. Intentaba explicarle a Bbama que la primavera era la mejor época del año porque en verano tenía que quedarse en casa. Lo llevaba en su bolso, con la cabeza por fuera para que el perrito pudiera ver las plantas también.
Bbama nunca le contestaba porque, claro, era un peluche. Sabía que por la noche se movía, como en Toy Story, aunque ella no lo viera. Suni respetaba esa decisión, no quería forzar a Bbama a hablar o moverse delante de ella porque no estaba bien obligar a los demás a hacer cosas que no quieren. Aunque papá y papi a veces la obligaran a comerse cosas que no le gustaban como el pescado seco que sabía tan salado.
A lo lejos, divisó los columpios. Sacudió la mano que papá agarraba para llamar su atención, porque estaba hablando con el señor Lee. Él la miró. Papá era bonito, no tanto como papi, que era como un rey y por eso ella era una princesa. Ni como el señor Lee, porque el señor Lee era absolutamente hermoso y el tío Felix había dicho que quería casarse con él.
Un momento. Suni frenó el paso y los adultos se detuvieron también.
—¿Qué pasa? ¿Quieres ir al baño? —Ella negó con la cabeza.
—Señor Lee, no puede casarse con el tío Felix y ser el novio de mi papá. Eso no está bien. —Por supuesto que no estaba bien, eso estaba fatal.
—¿Qué dices, Suni? —preguntó su padre.
Papá a veces era un poco más lento y tenía que explicarle las cosas. No pasaba nada, porque ella tenía paciencia con él igual que la tenía con Hoshi. No le importaba tener que repetir lo mismo dos o tres veces.
—Tío Felix dijo que se casaría con el señor Lee y el señor Lee le dijo que le diera tiempo a quitarse el delantal —Los ojos del profesor se abrieron mucho y las cejas de papá subieron casi hasta su pelo—. No puede ser el novio de papá y casarse con mi tío, señor Lee. Tiene que escoger a uno.
—Pero, Suni, eso era una broma del tío Lixie, ya sabes que es muy bromista.
Se lo pensó unos segundos. Era verdad que el tío Felix siempre hacía bromas y se reía de todo, sobre todo de papá. Nunca se reía de Hoshi. Menos mal, no quería que nadie se riera de Hoshi porque él era genial y aunque tuviera que explicarle las cosas más despacio, al final siempre las entendía. Así que, podría ser verdad que el tío Lix bromeaba, pero necesitaba estar segura de que el señor Lee había elegido a su papá.
—¿A quién escoge, señor Lee? —insistió, mirando directamente al profesor. Tenía un poco de miedo: era posible que se fuera con el tío Lixie.
No es que ella no quisiera a su tío, pero es que papá sonreía muchísimo cuando estaba con el señor Lee. Y Changbin oppa era súper genial y sabía que podría pedirle que lo llamara si era el novio de papá. Si consiguiera que el oppa viniera con ella más a menudo sería una máquina de matar más rápido y podría proteger a Hoshi y a papá con más eficiencia.
Sí, definitivamente, Suni necesitaba que el señor Lee escogiera a papá para ser su novio. Además, tal vez así tendría un hermanito por fin. Sin lugar a dudas, que papá y el señor Lee se casaran era la mejor opción para que su vida fuera perfecta.
—Ehmm... Creo... Creo que no me voy a casar con tu tío Lixie —aseguró, haciéndola sentir un poco más tranquila.
—Entonces se casará con papá —afirmó.
—No corras tanto, ardillita, vamos a dejar esta conversación para otro momento. —Papá tiró de su brazo para que siguiera andando, pero ella no entendió. Nadie estaba corriendo, ¿por qué decía eso?
—Es importante, papá. Bbama y yo necesitamos saber si el señor Lee te va a escoger a ti.
—¿Eso te lo ha preguntado Bbama? —Por supuesto que no, porque Bbama no hablaba cuando ella estaba despierta, pero esa mentirijilla tampoco era tan grave, así que asintió—. ¿Por qué necesita saber eso Bbama?
—Porque no está bien ser tu novio si va a casarse con el tío Lixie. Yo quiero mucho al tío, pero me gusta que el señor Lee esté con nosotros. Y si se casa con el tío Lix lo veremos poco. Y tampoco veremos a Changbin oppa.
—Ah, así que de eso se trata. Solo quieres ver a tu nuevo favorito, Seo sabumnim —Ups, papá la había pillado—. Entonces, ¿no sería mejor que me casara con Changbin?
El señor Lee gruñó. Gruñó de verdad y puso cara de enfado, como cuando papi y papá se peleaban. Ella no quería que se pelearan, quería que se casaran y le trajeran un hermanito. Y que le dijeran a Changbin oppa que jugara con ella.
—Escojo a tu papá, Suni —dijo el profesor, con esa cara de enfadado todavía—. Él es mi novio, no el tío Lixie. Es tu papá quien me gusta. —Suni respiró aliviada y sabía que Bbama también (aunque no lo hiciera delante de ella).
—Y, ¿os vais a casar?
—Claro que sí.
—Suni, por Dios. —Hablaron los dos a la vez y, automáticamente, se quedaron muy callados, mirándose el uno al otro.
—Bueno, si el señor Lee dice que os vais a casar, me lo creo. Ahora vayamos a los columpios, por favor, quiero jugar.
Tiró de la mano de su padre hacia la cerca en la que otros niños ya estaban pasándoselo bien. No conocía a ninguno, pero seguramente podría hacer algún amigo. Papá y el señor Lee no pronunciaron ni una palabra; dejó al profesor al cargo de Bbama, sentados en un banco.
—Podéis esperarme aquí como tortolitos —afirmó con una sonrisa. Los adultos se pusieron rojos, pero papá asintió.
Se marchó hacia el tobogán y antes de subirse, les dio una mirada para asegurarse de que cuidaban del bolso donde iba Bbama. El señor Lee agarró la mano de papá y la llevó a su mejilla, Suni sonrió. Era lo mismo que hacía papi con la mano de Innie oppa. Ojalá el señor Lee viniera a vivir a casa pronto y así Changbin oppa podría visitarlos a menudo.
—Es un asco que ahora andes enamorando con el alfa —se quejó. Jisung lo miró desde la silla de la cocina, con sus carrillos llenos de comida. Le limpió las migas que tenía alrededor de la boca—. ¿Ya nunca saldremos de noche? ¿Ya no me quieres, Sungie?
—¿We wobo cices?
—Traga antes de hablar —reprendió, dándole un coscorrón.
Se giró para atender los calderos que tenía al fuego. Había calculado una buena cantidad, lo suficiente para que el omega y Suni tuvieran comida unos cuantos días.
—¿Qué coño dices? ¿Cómo que ya no te quiero? Sabes que siempre serás el número uno en mi corazón, el amor de mi vida —Los brazos de Jisung lo rodearon y sintió el besito que dejó en su nuca—. Solo fuimos a ver las flores y a comer. Nos trajo a casa y se fue.
—Antes de irse subió.
—¿Cómo lo sabes? Fue solo un rato, lo suficiente para que Suni le enseñara sus juguetes y nos diéramos unos besitos en el recibidor —contó, como si fuera una travesura. Felix se echó a reír.
—No lo sabía, pero eres muy predecible.
—Pero tú sigues siendo mi cosa hermosa, mi rayo de sol...
—Ya, idiota, solo quería que me dieras detalles de la cita —comentó, acariciando los antebrazos que lo rodeaban.
Siguió cocinando y Jisung parecía lo suficientemente cómodo para no moverse de su espalda. Hacía calor, pero no se quejó porque a su alrededor olía como un jardín en flor. Era increíble lo que había hecho Minho con él. Su desastroso y dramático omega parecía haber encontrado el sitio al que pertenecía y, aunque le molestase un poquito, no estaba entre sus brazos, sino entre los del profesor.
—Oye... —Felix apartó uno de los calderos de la vitrocerámica y lo cerró, poniéndolo sobre un salvamantel—, ¿hablaste con Changbin hyung?
Ahí estaba. Llevaba exactamente siete días esperando a que le preguntara. Suponía que tardó tanto porque había estado distraído por eso de servir a un alfa tarado en celo.
Asintió.
—¿Se portó mal?
—No, para nada, fue muy comprensivo.
«Demasiado, porque no le importamos nada a ese maldito alfa, le dio igual que le dijeras eso. Le damos exactamente igual»
¿Y qué más da?
«Él no puede ignorarnos así, no podemos importarle tan poco como para que aceptara todo»
¿No es lo que queríamos? ¿Qué nos dejara en paz?
El lobito gruñó, dándole la espalda. Para Felix estar en un desacuerdo tan profundo con su lobo era extraño. Había crecido estando en sintonía con el animal, sus padres se habían asegurado de darle la educación y las herramientas que necesitaba para valorar quién y qué era.
En su casa nunca importó que fuera omega y todos sabían lo que era mucho antes de que se presentara precozmente a los 12 años. Su familia compartía esa particularidad: sus olores eran intensos desde que eran pequeños, todos sabían que sus hermanas serían alfa y que él sería un omega.
Felix lo achacaba a que eran puros, la quinta o sexta generación de alfas hasta que nació él; nadie recordaba a algún omega en su linaje. Felix no quería ser un paria, ser diferente y sus padres y abuelos hicieron lo que sabían: educar alfas. Aunque fuera un fenómeno de circo dentro de su extensa y dominante familia, nadie lo favoreció.
Estaba acostumbrado a esforzarse, a mantenerse en pie cuando parecía que no podía más, a ser independiente y a escuchar a su lobo. Su equilibrio con él también le facilitaba la vida, le permitía moverse en la sociedad sin ser un problema, porque, al fin y al cabo, sabía que tener un olor como el suyo en su rango era una especie de aberración. Por eso prefería llevarse bien con el animal, para mantener a raya los impulsos territoriales y sus terribles feromonas.
Y, sin embargo, ahí estaba, teniendo su primer gran cisma con la bestia por culpa de un alfa que no tenía nada especial.
—Te dije que lo sería, Changbin hyung es un tipo excepcional —aseguró Jisung, restregándose contra su espalda.
Lo dudaba. Seo Changbin no tenía nada que destacara; no era especialmente guapo, no tenía una gran personalidad, no era un alfa puro, ni siquiera era mejor que él en taekwondo. Felix se había topado, a todas luces, con un ser humano descartable, como todos los demás que había conocido antes.
Y creía que eso precisamente era lo que más incomodaba a su lobo.
—¿Entonces ahora podréis estar en el mismo espacio sin haceros el vacío?
—Sí, le dije que deberíamos ser amigos —añadió, sacando del fuego otro de los calderos.
—Que bien, así disfrutaremos del sábado en casa de los Bang. Te necesito allí, vendrá Hyunjin, alguien tiene que mantenerlo bajo control.
—Chan es más que capaz de controlar al pelotinto. No es un tipo al que me gustaría ver enfadado, la verdad...
—A veces me da escalofríos... Brrrrr —Jisung fingió que temblaba—. La gente tan tranquila y sonriente siempre tiene un lado oscuro.
—Eso es cierto —concordó. Apagó la vitrocerámica cuando dio por terminadas las elaboraciones.
Entre Jisung y él recogieron la cocina, hablando de unas cosas y otras. Felix seguía dándole vueltas al asunto de Seo y su lobo insistía en que los había ignorado. Lo que no entendía, era porqué era tan importante para él. No es como si no estuviera acostumbrado al rechazo.
«Un alfa nunca nos ha rechazado», eso era cierto.
Lee sabía cómo jugar sus cartas y, normalmente, tenía que quitarse de encima a esos imbéciles acosadores. Por eso solo se acostaba una vez con la gente y desaparecía. Nada de dormir con ellos, nada de repetir, nada de dar explicaciones y nada de hacerles el desayuno.
Los alfas no se le resistían, al menos no de forma sexual. Había otras formas de rechazo a las que se había enfrentado en su vida. Por más que la familia de Felix fuera igualitaria, la sociedad no lo era y él, aunque lo intentara con todas sus fuerzas, no podía ocultar que era un omega.
Suspiró, tumbándose en la cama de su amigo después de ponerse un pijama. Aunque era pronto, tenía que levantarse de madrugada para ir al trabajo. Era una suerte que Jisung viviera más cerca del hotel que él.
—Oye... —El omega lo llamó moviéndose contra él. Entendió la petición y lo abrazó por la espalda.
El cuerpo de Han se sentía pequeño entre sus brazos, incluso aunque eran prácticamente del mismo tamaño. Al abrazarlo siempre se sentía menos omega, pero mucho más fenómeno de circo. Era el único ser humano del mundo con el que habría aceptado una vida monógama, incluso aunque no se atrajeran sexualmente. Y no era porque no fuera bonito, lo era, solo que no lo veía de esa manera.
Felix tenía en su body count una buena cantidad de omegas, betas y alfas. Prefería a los alfas, sobre todo si eran un poco sumisos, le gustaba tener el control en la cama. Se acostaba con omegas y betas cuando se sentía particularmente dominante y sabía que tendría conflictos con el otro rango. Había cometido unos cuantos errores a lo largo de su trayectoria sexual como para huir de los alfas cuando sus feromonas estaban disparadas. Igual que huía de todo el mundo cuando se acercaba su celo.
Y fuiste directo a la academia de taekwondo.
—Lixie... —El susurro de Jisung rompió el silencio de la oscura habitación.
—¿Qué pasa? —Su amigo acariciaba la mano con la que le rodeaba la tripa.
—¿Por qué nunca me dejas cuidar de ti en tus celos? —Felix se preguntó si le estaba leyendo el pensamiento. Tal vez haber sido usado como un muñeco sexual por un alfa en celo durante 24 horas había abierto los chacras de Jisung y tenía poderes sobrenaturales.
—Porque no lo necesito —contestó.
—Pero todos necesitamos que nos cuiden —insistió el chico, enlazando sus dedos con los propios—. Somos más vulnerables en los celos, necesitamos que nos mimen, que nos consientan...
—Yo no.
—¿Ni siquiera necesitas a alguien que te prepare un té? ¿Alguien que te ayude a ducharte? ¿Alguien a quien abrazar así?
—¿A qué viene todo esto, Sunggie?
—Todavía no entiendo por qué fuiste a buscar a Changbin hyung —dijo en un hilo de voz. Su olor estaba un poco agitado, como si temiera su reacción. Lo abrazó con más fuerza, enterrando su cabeza en esa nuca que olía a calmante lavanda.
—Yo tampoco —confesó, cerrando los párpados con fuerza.
Por suerte para él, aquella declaración pareció aplacar la curiosidad del omega. En su lugar, el chico se volteó y lo obligó a hacerlo él también. Jisung lo abrazó por la espalda y le dio un beso en la nuca. Sus feromonas tranquilas y suaves se mezclaron con las ansiosas de Felix.
—A ti no te gusta ser la cucharita grande —murmuró, un poco abrumado.
—Ya, pero todos necesitamos que nos mimen a veces. Incluso aunque no lo sepamos.
Su corazón se apretó, asustado por el futuro, por el conflicto con su lobo y, sobre todo, por la posibilidad de que ese anodino alfa hubiera estropeado algo del delicado equilibrio que se esforzó tanto por mantener.
***
Y hasta aquí la felicidad, navegantes.
¡Nos vemos en el infierno!
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