26. Hueles a tu alfa 🔞🔥
🔞#AvisoDeSabroseo: Capítulo +18. Lean bajo su responsabilidad, si no les gusta este tipo de contenido les ruego amablemente que pasen de largo. #NoMeReporten
De todas las películas que se montó Jisung en su cabeza, ninguna se parecía a lo que enfrentó cuando abrió la puerta del apartamento de Minho. La bofetada de las feromonas fue tan vehemente que le fallaron las piernas. Cayó de rodillas, con el contenido de la bolsita de la farmacia esparcido por todas partes del rellano. Su corazón se aceleró, como si no hubiera suficiente oxígeno y tuviera que bombear mucho más. De hecho, le faltaba el aire.
Inhaló una bocanada agarrándose el pecho y su lobo aulló de forma ensordecedora. Se quitó los zapatos, aunque no sabía si debía quedarse o no. Diosa Luna, él pensaba que Minho estaba indigesto, tal vez resfriado, los medicamentos para la diarrea y la fiebre que estaban regados por el parqué lo demostraban. Pero estaba equivocado, tan equivocado como fue cerrar la puerta tras de sí y levantarse a duras penas del suelo.
Cuando se trataba del profesor, Han nunca tomaba buenas decisiones. En realidad, nunca tomaba buenas decisiones.
Su ritmo cardiaco estaba desbocado y su erección se había llenado en menos de diez segundos, ni siquiera le hizo falta ver al hombre para estar caminando en el borde. Jisung nunca había estado con un alfa en celo, nunca había olido a uno tampoco. Y, obviamente, no había hecho mucho caso a las clases de biología en las que le explicaron lo peligrosos que podían ser. Si lo hubiera hecho, no hubiese llamado a Lee en voz alta, después de andar hasta la barra de la cocina.
—Minho hyung, ¿estás aquí? —Qué estúpida pregunta, esa casa olía como el infierno.
«Como el cielo»
Corrección, esa casa olía como el cielo; por supuesto que estaba allí, solo que no sabía donde.
Sentía sus latidos en la garganta y su pecho subía y bajaba. Sus pulmones estaban trabajando a pleno rendimiento y, como el asqueroso pervertido que era, quería que ese olor a café se quedara en su pituitaria para siempre.
—¡¿Minho?! —alzó la voz. Decidió dar un paso más, sus pies se pegaban al suelo por el sudor que empezaba a cubrirlo. Tenía recuerdos de que esa casa era fría, pero en ese momento era como estar en un caldero con agua hirviendo—. ¿Dónde estás, hyung? Soy Jisung... —declaró en un tono más agudo y suave de lo que esperaba.
Tuvo que agarrarse a una de las banquetas cuando un torrente de feromonas lo arrolló. Se le nubló un poco la vista y pensó que si su corazón seguía latiendo a esa velocidad, moriría. Era demasiado, tenía que darse la vuelta y marcharse de allí porque no estaba preparado para enfrentar el celo de Minho.
Además de ser un desastre, Jisung tenía la extraña creencia de que era capaz de las cosas más aleatorias aunque no tuviera ninguna habilidad especial. En ocasiones, era su peor enemigo. Esta era una de esas. Porque dio un paso más cerca del pasillo, decidido a encontrar y servir al alfa hasta sus últimas consecuencias.
—Minho... —llamó una vez más.
Una puerta se abrió con un estruendo, golpeando la pared. Parpadeó para encontrarse con el dueño de todos sus sueños húmedos a partir de ese instante. Ese Minho que casi no era Minho tenía las cejas fruncidas, la mandíbula apretada y estaba gloriosamente desnudo a excepción del calzoncillo de color blanco que se abultaba.
¿Tenía que ser tan guapo incluso en sus peores momentos? Jisung parecía un despojo cuando estaba en celo, Lee parecía un puto modelo de un anuncio de perfumes: con una capa de sudor cubriéndolo, su pelo despeinado, la piel sonrojada y las venas de sus brazos marcándose. Y, mierda, tenía buenas piernas, no se había permitido el lujo de admirarlas con detenimiento hasta ese instante.
Mal momento para estar hipnotizado.
El olor se hizo todavía más pesado, como si solo verlo hubiera incendiado al hombre lo suficiente como para que sus feromonas lo atacaran. Jisung temblaba, su erección goteaba y su entrada estaba húmeda; tenía la boca tan seca que le urgía un vaso de agua.
Minho, todavía mirándolo, inspiró el aire por la nariz y lo soltó con un jadeó. Se imaginó que su propio aroma estaría un poco (muy) descontrolado en ese momento, pero lo único en lo que podía concentrarse era en el del alfa. Porque, joder, a Jisung le gustaba mucho ese hombre y el olor de su celo era como echar una cerilla en un barril de queroseno.
Caminó hacia él lentamente, Jisung se sentía cazado y aunque estaba dispuesto a ser comido por aquel león, lo asustó un poco su mirada. Se tensó, dando un paso atrás justo cuando él daba uno hacia delante. Volvió a sentirse inseguro y pequeño, no porque temiera que Minho le hiciera daño, pero sí por haber ido hasta allí sin ser invitado. Daba igual que Changbin le hubiera dado la clave de acceso del apartamento que compartían; en realidad, no tenía permiso de Lee para invadir de esa manera su intimidad.
Y había algo que recordaba de las clases de biología: los alfas en celo eran brutalmente territoriales.
Dudó de si debía quedarse o irse, dando un pequeño paso hacia la puerta, pero una mano caliente se cerró en su mano.
Bueno, al parecer tendría que quedarse.
Minho llevó su muñeca a su cara y olió su piel, con una especie de ronroneo retumbando en su pecho. La lengua recorrió por encima de sus venas, dándole una probada que terminó con un gruñido de aprobación. Su omega movió la cola, contento de que el alfa disfrutara de su sabor.
Olisqueó su brazo, con su nariz rozando sus bíceps hasta que estaba sobre su hombro. Todavía no había dicho una palabra, pero su mano lo tomó de la cintura pegándolo bruscamente a su cuerpo. Jisung resopló cuando la zurda agarró su nalga sin cuidado, mientras seguía con su reconocimiento olfativo hasta su cuello.
Soltó su muñeca, tomó su pelo con rudeza, como lo hizo en el despacho esa mañana, y se enterró en su cuello, aspirando todo el aire que podía. Jisung se abandonó en sus brazos, derretido por sentir el cuerpo contra él y el aliento cálido rozando su glándula de olor. Estaba chorreando, creía que sus pantalones estarían manchados y le importó una mierda; sobre todo cuando Lee empujó la mano entre sus nalgas, frotando de arriba abajo.
Mordió su cuello con fuerza, restregando sus bultos juntos mientras sus dedos forzaban los calzoncillos de Jisung en su hendidura. Gimió, aferrándose a los brazos pálidos que lo rodeaban. Su polla estaba a punto de explotar y ni siquiera lo había tocado. Ese olor era más intenso desde tan cerca, tan intenso que lo aturdía.
—Apestas a otros —gruñó.
—Hola a ti también —contestó, inconsciente.
Minho lo reprendió mordiendo su hombro con fuerza. Lo empujó contra la barra, que dio justo en su espalda. Se quejó en voz alta, pero el alfa lo ignoró. Sus manos llenas de venas se pasearon entre las solapas negras, arrastrándose por el espacio, entrando bajo la camisa. Jisung echó hacia atrás la cabeza cuando le rozó los pezones. El tirón brusco de la tela lo sorprendió, los tres botones que sostenían la camisa rebotaron en alguna parte del salón.
Minho abrió la tela y su boca fue directa a su ombligo, agarrando con saña debajo del punto. El cuerpo del omega ondeó, apoyando los antebrazos en la barra que estaba tras él para sostenerse. Lo tomó por las caderas, hundiendo sus yemas. La lengua subió por el centro de su pecho hasta su esternón antes de que atacara el pezón que se había salvado de sus malos tratos esa mañana. El otro seguía orgullosamente marcado por las perlas del profesor.
Sorbió el nudo de nervios en su boca ávida mientras su mano acariciaba duramente su erección, describiendo perfectamente la forma a través de la tela del pantalón suave. Jisung iba a correrse si seguía haciendo eso y, joder, quería algo más, necesitaba sentirlo dentro de él.
—Hyung —murmuró, como un ruego. El muchacho no lo entendió, porque continuó la tortura cuando empezó a restregar su mejilla por su pecho.
Sabía que estaba perfumándolo, deshaciéndose de cualquier olor que no fuera la lavanda y el café. Han no podía percibir nada más que las feromonas de celo y las suyas excitadas, pero algo debía haber cuando fue tan concienzudo. Besó, mordió, lamió y se restregó contra cada centímetro de su torso. Jisung serpentó cuando sus dientes se hincaron en su cintura con solidez. No podía hacer otra cosa que jadear, sostenerse de la barra y permitirle dejar chupetones donde quisiera.
Los dedos expertos abrieron su cinturón y los pantalones en un segundo, tirándolos al suelo. Pensó que se la chuparía y de verdad necesitaba una buena mamada en ese momento, pero no fue así. Minho respiró hondo, acuclillado ante él, escrutándolo como a un bicho bajo un microscopio. Apretó sus muslos entre sus garras justo antes de elevarlo.
Se sobresaltó por el movimiento y acabó sentado sobre la barra; un instante más, y Minho le dio la vuelta.
—A cuatro patas, omega —gruñó, su lobo gimoteó excitado por esa voz grave y demandante.
Obedeció, haciendo equilibrio sobre el estrecho espacio. Lee se alzó tras él y no le dio tiempo ni a pensar antes de que su lengua estuviera en su culo. Jisung gimió en voz alta, presionando el borde de la mesada mientras Minho se daba un festín ruidoso y vulgar entre sus nalgas.
Recorrió su entrada con la misma precisión milimétrica con la que había marcado su cuerpo. Rodeó el anillo de músculos mientras el chico jadeaba por aire, con su cuerpo reaccionando a las atenciones. Sentía que su lubricante respondía a la boca de Lee, como si tuvieran una línea directa de comunicación de la que él no era consciente. Tampoco podía serlo, especialmente cuando metió los dedos dentro sin cuidado.
Gritó y Minho respondió mordiendo su nalga con rabia y agarrando su erección para masturbarlo. Jisung apoyó la frente en la madera y su vientre se tensó cuando los dígitos presionaron su punto P, no le hizo falta más. Se corrió con un lamento gutural, manchando la barra y sus propias rodillas.
El alfa continuaba en su culo, dilatándolo sin descanso. Estaba hipersensibilizado, cada embestida de los dedos del alfa, cada mordisco que dejaba en sus nalgas y cada pellizco de sus manos en su piel eran como una descarga eléctrica. Era como si lo hubieran conectado a dos pinzas de arranque.
De pronto, todos los estímulos desaparecieron, fue repentino y desolador, pero duró poco. El hombre tiró de su cintura, haciéndolo bajar las rodillas. Quedó colgado de la barra, con su vientre impactando contra los restos de su orgasmo. Apenas alcanzaba el suelo de puntillas, trató de acomodarse, pero la presencia del profesor a su espalda se lo hizo imposible.
Minho metió su polla hasta el fondo de su recto de una estocada cruel. Jisung gritó, se sintió atravesado, como si lo hubiera partido en dos. Sus ojos lagrimearon y los dedos de sus pies se contorsionaron, rozando el parqué. Para su suerte, el chico tuvo el autocontrol suficiente para mantenerse en esa postura por unos segundos. Los mismos que él dedicó a respirar hondo, relajándose lo suficiente para que la incomodidad pasara.
El pecho ajeno cubrió su espalda, las manos del alfa lo rodearon, apegándose más a él. Su nariz revolvió el cabello en su nuca y mordisqueó la piel. Jisung sudaba, tenía su culo ocupado por el enorme eje y todo su ser deseoso de que continuara con lo que había empezado.
No tuvo que pedirlo, Minho decidió por sí mismo que su trasero merecía un castigo y empezó el vaivén inclemente. Sus caderas se movían con precisión, sin misericordia ni descanso. No había cuartel posible para el omega cuando el alfa encontró un ritmo que le pareció adecuado. De nada valía que Jisung intentara acomodarse en aquella superficie o pedirle que redujese la velocidad, en ese instante Minho casi no era Minho; era un alfa en celo que había encontrado a su omega.
Lee lo tomó de las muñecas, aplastándolas contra la barra mientras su asta entraba y salía de su canal, dirigiéndolo sin desvíos a un nuevo orgasmo. Era imposible, Jisung no podía volver a correrse tan rápido y, sin embargo, estaba a punto de ocurrir. En su defensa, el chico estaba sobreestimulado: su polla dura se frotaba contra la madera, su vientre se embarraba con su propio semen, las manos venosas de Minho le aprisionaban las muñecas y su entrada sufría el brío castigador de un alfa en celo.
Su teléfono móvil sonó en alguna parte. Nadie contestó.
—¡Minho! —gimió su nombre, con el dolor y el placer fundiéndole los fusibles en el instante en el que clavó los colmillos en su hombro.
Su mejilla dio contra la superficie, sus ojos borrosos por las lágrimas se encontraron con los del alfa. Ni siquiera lo había besado, joder, y estaba dándole el que era, con diferencia, el mejor polvo de su vida.
—Alfa... —murmuró, perdido.
—Eres mío —gruñó, justo antes de lamer la concha de su oído—, tu cuerpo es solo mío, omega.
—Soy tuyo, alfa. —No sabía si esa voz era suya o era su lobo quien controlaba la situación, pero no iba a negarle esa verdad.
Mucho menos cuando pareció contentarlo tanto como para que aumentara la velocidad. No le parecía real que alguien pudiera mover las caderas con esa fuerza y rapidez. Esas piernas... Por supuesto que sabía usarlas. Los muslos duros empujaban la potencia motriz con la que estaba empalando al chico que en su vida se había sentido más minúsculo que bajo el cuerpo de aquel hombre.
Fue consciente de que el teléfono móvil volvía a sonar, no sabía si era la tercera o cuarta vez que lo hacía, pero lo ignoraron, como todas las anteriores.
Le soltó las muñecas doloridas y rodeó su cintura, elevándolo un poco más. El antebrazo ajeno se ancló en torno a su vientre, sintió las pieles resbalosas por sus fluidos. Con su otra mano masturbó al omega demasiado fuerte. Jisung gimió, moviendo las piernas que tenía en el aire para escapar de esa mano que raspaba su glande.
Era doloroso, era placentero, era horrible y era maravilloso.
—¡MINHOOO! —berreó, no sabía si pedía auxilio o más de lo que le estaba dando, pero el alfa no lo escuchó.
Sintió los dientes cerrarse sobre su omoplato y los gemidos graves ajenos. Un segundo después, se clavó hasta el fondo, con el chasquido de sus pieles resonando. El nudo del alfa se hinchó en su interior y Jisung se olvidó de como respirar. Se corrió cuando la uña raspó el nudo de nervios de su polla dolorida y la del alfa presionó sin piedad su próstata. Su cuerpo y su mente explotaron, con sus ojos en blanco y su garganta soltando un último alarido quejumbroso.
No supo cuánto tiempo pasó en la misma posición, con Lee abrazado a su cintura, su torso sobre la barra y sus piernas colgando. El alfa se restregaba por su espalda mientras el nudo bajaba, permitiéndole salir del confín de su recto. Jisung se quejó por el ramalazo de dolor, todavía era demasiado pronto para que se apartara, rezó porque no lo hubiera desgarrado.
—Ahora hueles a tu alfa —sentenció, dándole una nalgada. Se estremeció.
Minho lo levantó, sentándolo sobre la barra sucia. Su culo goteó, era una asquerosidad maravillosa saber que el lugar en el que desayunaban tenía ahora restos de su orgasmo, del de Minho y de su lubricante.
Mierda... Mierda, mierda, mierda, mierda, mierda.
—Minho hyung, no te has puesto condón —se quejó. El alfa levantó una ceja, como si le diera exactamente igual.
Un segundo después, lo tenía sobre él, mordiendo sus pezones. Sus feromonas volvieron a esparcirse por todas partes y el chucho gimió de gusto dentro de su cabeza. El miembro de Lee volvía a estar duro y Jisung trató de apartarlo, pero no lo consiguió. Ese imbécil había sacado fuerza sobrehumana de alguna parte y estaba decidido a no dejarlo escapar.
Lo tomó por los muslos y tiró, empujándolo hasta que estaba tumbado en la mesada, no le dio tiempo a decir ni una palabra más antes de que volviera a clavarse en su entrada resentida. Un rayo le recorrió de la cabeza a los pies.
Entraba y salía mucho más fácilmente, sobre todo teniendo en cuenta la amalgama de líquidos que lo llenaban en ese momento. El profesor agarró sus pies, poniendo la planta contra sus pectorales. Besó su tobillo sin dejar de follarlo. Por alguna razón que desconocía, le excitó ver como lamía aquel pedazo de piel. Joder, ahora, además de imbécil y un desastre, era fetichista. Lo que me faltaba.
Cambió ligeramente el ángulo para empujarse hacia arriba, golpeando directamente su próstata. Sus ojos se fueron hacia atrás, con sus manos en puños. Minho cerró las piernas del omega, comprimiendo su propia polla entre ellas. Es demasiado, creía que se desmayaría. De hecho, sabía que se desmayaría en cualquier momento, porque Lee no iba a tener misericordia con él.
Echando sus rodillas juntas a un lado, se inclinó sobre él para besarlo. Por fin, joder, necesitaba besarlo. Sus salivas se mezclaron, con el ritmo de las embestidas ralentizándose mientras exploraban la cavidad del otro. Era hambriento y brusco, como todo el sexo que le estaba dando, pero también parecía estar un poco más en sus cabales después de correrse dentro de él.
—Hueles tan bien, Jisung —insistió en voz baja, dejando besitos pequeños mientras sus caderas se balanceaban con calma—, me pones tan caliente... No eres consciente de lo muchísimo que me excitas...
—Minho hyung —gimió.
—Me gusta cuando gimes mi nombre... Y cuando lo gritas... Y me gusta como se siente tu culo alrededor de mi polla —Mordió su cuello y se empaló con una embestida dura que le robó el aire de los pulmones—. Voy a correrme dentro de ti mil veces más.
—No, Minho...
—Sí, omega, voy a llenarte —interrumpió, tomándolo por las mejillas—. Y tú vas a recibirlo todo, tendrás mis cachorros...
—Cálmate, Minho —jadeó Jisung.
—Dijiste que eres mío... —murmuró, besándolo una vez más—. ¿Era mentira, Hannie? —El apodo cariñoso despertó esa bandada de mariposas que vivía en su tripa, a pesar de que seguía follándolo sin descanso.
—No, escúchame... No estás pensando claramente, estás diciendo esas cosas porque estás en celo... Tienes que tomar un supresor y ponerte un condón...
—¿Eres mi omega, Hannie? —insistió, con sus ojitos brillando.
«¡Dile que sí lo eres! ¡Es nuestro alfa! ¡Díselo!».
Jisung era incapaz de gestionar esa polla que lo partía por la mitad, la ternura de la voz del alfa y el olor de las intensísimas feromonas que había por todas partes.
—Sí, Minho, soy tu omega —contestó, en voz baja. El alfa sonrió, dándole un montón de besitos en las mejillas y los labios.
—Entonces, voy a llenarte y te haré un cachorrito —murmuró.
—Pero...
No pudo continuar, la cerradura electrónica se activó y los dos miraron en esa dirección. Minho gruñó, sus feromonas agresivas lo golpearon cuando salió de su cuerpo. Se acercó completamente desnudo a la puerta y colocó su mano en la madera.
—¿Qué quieres? —voceó, poniéndole los pelos de punta a Jisung.
Aprovechó ese instante para bajarse de la barra, le temblaron las piernas, pero pudo agacharse para agarrar su calzoncillo y subírselo. Miró a todas partes, buscando algo con lo que cubrirse el cuerpo. No había nada más que una manta gris en un brazo del sofá.
—Minho hyung, necesito que me dejes hablar con Han. —Era la voz de Changbin y a Minho pareció no hacerle ninguna gracia que dijera su nombre, porque golpeó la madera.
—No, no vas a acercarte a mi omega.
—Déjame verlo un segundo, hyung. Necesito saber si está bien y decirle una cosa.
—¡No tienes nada que decirle a mi omega! —rugió.
Jisung se pasó la manta por los hombros y se acercó con cautela al rellano, manteniendo una distancia prudente. Cuando el alfa lo vio, gruñó, sus cejas se fruncieron y tuvo que retroceder un paso. Joder, Minho de verdad daba miedo cuando estaba en celo.
—Changbin hyung —llamó, por encima de los sonidos guturales que hacía el alfa enfadado—. Estoy bien... Va todo... hmm... bien...
—Ah, joder... —El instructor de taekwondo parecía aliviado—. Jisung tengo que darte una cosa que he traído, necesito que apartes a Minho de la puerta.
—¡No habléis de mí como si no estuviera aquí! —profirió—. Y vete de aquí, mi omega no necesita nada tuyo.
—Hyung, no estás en todos tus sentidos ahora mismo —intervino Jisung, ganándose otra de esas miradas de muerte que le hacían erizarse.
—Solo abriré y dejaré la bolsa, Minho hyung, no me acercaré a Han...
—¡No! —Fue rotundo, igual que el golpe que le dio a la puerta que empujaba para evitar que Changbin entrase.
—Minho —susurró Jisung, acercándose con pasos cautelosos hasta que tocó el hombro del alfa—, por favor, permite que Changbin hyung deje la bolsa y se vaya...
—No, no quiero, no quiero que se acerque a ti —discutió, aunque parecía algo menos agresivo—, no quiero que te vea.
Jisung pensó unos segundos, viendo la ansiedad en los ojos del alfa. Decidió usar su último cartucho.
—Cárgame, alfa —pidió, con voz suave y melosa. El profesor lo miró confundido—, vamos, abrázame, cárgame... ¿No vas a mimar a tu omega? —Abrió los brazos sosteniendo la manta y él lo miró de arriba abajo.
Pareció pensárselo unos segundos, pero una sonrisita le tensó la comisura y lo tomó por la cintura, alzándolo en brazos. Jisung se enganchó con sus brazos y piernas, rodeándolos a los dos con la manta. Lo besó de nuevo, sintiendo las manos del alfa a su alrededor.
—Vamos al sofá, por favor, alfa. —Se sentía horriblemente mal manipulándolo así, pero sus ojos brillaban cada vez que le llamaba "alfa". Y, sobre todo, parecía dócil y complaciente cuando lo hacía.
Minho los llevó a los dos hasta el sofá y se tumbó sobre él, besándolo una vez más. Jisung le acarició las mejillas y el pelo antes de avisarle de que Seo iba a entrar. No quería que reaccionara agresivamente.
—Ahora entrará Changbin hyung y no podrá verme —Intentó levantarse, pero se lo impidió tirándolo hasta que cayó sobre su pecho—. Nadie me verá, solo tú.
—No quiero que te huela.
—Será difícil si me cubres con tus feromonas, Minho. Además, ¿no decías que ahora huelo a ti? —susurró en su oído, mordiendo su lóbulo.
—Hannie...
—Me gusta que me llames Hannie —Besó su cuello y su mejilla—. Imprégname con tus feromonas, alfa.
El chico ronroneó y se restregó contra su cuello, sintió el olor denso sobre él. Volvió a escuchar el código de la puerta y, aunque se tensó, Minho no se movió de donde estaba. Apretó a Jisung contra el sofá, como si eso lo hiciera menos visible. Sus manos se cerraban en su cintura y su pelo.
Una bolsa de plástico voló hasta caer delante del sofá, sorprendiéndolos a los dos.
—Úsalo, Han. Y lo siento...
—Ya hablaremos tú y yo, Seo sunbaenim.
—No, no le hables —se quejó Minho, tapándole la boca. Tenía un puchero que lo hacía ver infantil. El celo de ese chico era extrañamente adorable.
—Minho hyung, no pierdas mucho la cabeza...
—Lárgate de una vez, Changbin, puedo olerte y estoy a punto de saltarte a la yugular. —Y ahí estaba otra vez el alfa posesivo que daba miedo.
Oyó el suspiro y la puerta cerrándose. Minho tardó unos segundos en calmar la agresividad de su olor, reemplazándola por su posesiva fragancia a café recién molido. Jisung se dejó hacer, disfrutando de las caricias bruscas y del movimiento de su pelvis contra sus calzoncillos. Estiró el brazo para tomar la bolsa mientras Lee recorría con sus labios sus clavículas.
Tuvo que cerrar los ojos cuando el chico mordió su pezón. Parecía tener una fijación especial por los guijarros, porque estuvo un buen rato allí, chupando, sorbiendo, marcando. Volvía a excitarse, aunque era casi imposible. No sabía si era por el celo del alfa o porque su chucho era, efectivamente, un conejo incansable.
Minho besó su estómago, arrodillado entre sus piernas.
—No puedo esperar a verte embarazado con mis cachorros —murmuró aquel tarado, despertando a Jisung de su placentera ensoñación.
Abrió la bolsa que todavía sostenía y casi llora de felicidad. El magnífico y fantástico Seo Changbin había empacado una caja de anticonceptivos orales, una de píldoras del día después y... ¿un collar?
Maldición, definitivamente ese hombre era un ángel caído del cielo. Ni siquiera podía enfadarse porque no le hubiera avisado del celodel alfa.
Minho bajó su ropa interior, con su polla saltando libre del confín de algodón. Ni siquiera le dio tiempo a decir nada porque ya la tenía en su boca un segundo después. Su garganta lo apretaba y la humedad de la cavidad lo hizo gemir en voz alta. Abrió sus piernas sin cuidado, introduciendo sus dedos en su entrada sin más preparación que la excitación y los restos de su encuentro anterior.
Jisung se dio cuenta de que seguramente no podría caminar al día siguiente.
***
Al final no era diarrea
¡Nos vemos en el infierno, navegantes!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top