22. ¡Joder, Lee! 🔞🔥

🔞#AvisoDeSabroseo: Capítulo +18. Lean bajo su responsabilidad, si no les gusta este tipo de contenido les ruego amablemente que pasen de largo. #NoMeReporten

Changbin despidió a los últimos alumnos y pulsó el mando para cerrar la verja delantera de la academia. Estaba cansado, esa última clase se había alargado más de la cuenta y eran casi las nueve de la noche. Rezó porque Minho le hubiera dejado algo de cenar.

Volvió al dojang y recogió las protecciones y el material, ordenándolos en su lugar. Pensó en ir a cambiarse, pero igualmente tendría que lavar el dobok ese fin de semana, así que desistió. Llegaría a casa antes si conducía con él puesto. Sacó los calcetines de la bolsa de deporte y se los puso.

Alguien llamó a la puerta del dojang y casi se le sale el corazón del pecho. Maldición, creyó que estaba solo en la academia, pero alguien parecía haberse rezagado. Por un microsegundo, pensó que podría ser un ladrón, pero, vamos, los ladrones no llamaban a la puerta. Y no era como si tuviera algo que robar en aquel lugar. ¿No?

—Espere un momento y nos marcharemos —gritó, sacando las zapatillas del bolso para calzarse.

Quien sea que estuviera allí no le hizo ni puto caso, abrió la puerta bruscamente y su lobo levantó las orejas antes de que él tuviera tiempo para voltearse. Cuando lo hizo, lo entendió. Casi le da un infarto cuando se encontró de frente con el omega que llevaba semanas ignorándolo. El hermoso Felix lo miró con los ojos encendidos y la respiración acelerada.

Changbin no entendió nada; se puso de pie, mirándolo de arriba abajo. Llevaba puesto un dobok completamente blanco, su cintura  estaba ceñida por un cinturón negro y pensó, estúpidamente, que él tenía razón y que su nivel estaba muy lejos del de los niños de cuatro años y, sobre todo, del de Han Jisung.

Su olor era tan suave que casi no lo percibió.

«Artificialmente suave», el lobo tenía razón. El aroma del chico era rico e intenso normalmente, casi abrumador. En ese instante parecía que estuviera metido en una burbuja. ¿Por qué tomó inhibidores? ¿Cuántos inhibidores tendría que tomar un omega dominante como Felix para tapar su olor?

Changbin no había conocido a muchas personas de su categoría, era muy extraño encontrarse con gente con feromonas tan fuertes y, aunque no sabía nada de Felix, imaginaba que aquello podría haberle acarreado algunos problemas en su vida. ¿Sus padres serían dos omegas? ¿Vendría de una familia en la que todos tendrían esos olores tan potentes?

A su lobo le molestaba no poder olerlo y él estaba de acuerdo, a Seo le gustaba todo de Felix, incluidas sus penetrantes feromonas. Pero eso no era lo más importante, lo importante era saber qué demonios hacía ahí.

Abrió la boca para hablar, pero el rubio se adelantó: azotó la puerta para cerrarla y caminó hasta él con pasos decididos. El alfa se tensó porque su lenguaje corporal era agresivo. Frenó a dos pasos de distancia y, con ademanes perfectos, se inclinó para saludar. Lo imitó, confundido y sin palabras, soltando la zapatilla que mantenía en su mano.

Cuando Felix se enderezó, lo atravesó con los ojos y su cuerpo adquirió una postura de ataque clara, tan clara que Changbin se asustó. Automáticamente, respondió posicionándose también, esperando la primera patada.

Se tantearon el uno al otro, el alfa estaba calculando la forma de no hacerle daño y alejarse lo suficiente para que desistiera de esa mierda, fuera lo que fuese. Se movió por el tatami, pasando el peso de una pierna a la otra. Felix estaba tenso, pero apreció su agilidad porque no paraba de dar saltitos y observarlo con el mismo interés calculador. Sacudió los brazos y el lacito que sostenía la camisa del dobok cerrada se estiró un poco, mostrando más del pecho pálido entre las solapas. Changbin se distrajo, craso error. La primera patada le dio con fuerza contra el bíceps y gruñó un quejido, sorprendido y enfadado.

No tuvo tiempo a quejarse porque esas piernas ágiles empezaron a golpearlo sin tregua. Joder, era un omega, por bien entrenado que estuviese, no podía pegar tan fuerte. Y sin embargo, estaba machacándolo como un saco de boxeo. Estaba seguro de que tendría cardenales en los muslos y los brazos.

Esquivó el pie que casi le atiza en la cara y perdió ligeramente el equilibrio. Ese tropiezo fue suficiente para que aquel demente diera una vuelta sobre si mismo y su empeine pateara sus costillas tan fuerte que le sacó el aliento de los pulmones.

—¡Joder, Lee! —gritó—. ¡No llevamos las protecciones!

Le dio igual. Sus palabras le importaron lo mismo que le habían importado las decenas de mensajes que le envió y que nunca obtuvieron respuesta: una puta mierda. Felix se convirtió, citando las palabras de la pequeña Han Suni, en una máquina de matar. La parte sabumnim de Changbin estaba impresionada, pocas veces había visto a uno de sus alumnos moverse de esa manera. La parte "normal" del chico estaba a caballo entre la ira y el terror. Lo que no sabía era si temía más la paliza que le estaba dando o hacerle daño a Felix.

Una patada más le dio en la espalda. Su lobo ladró, agresivo, dentro de su cabeza, y él gruñó; decidió que ese juego de mierda se había terminado. Más que nada porque no quería acabar con las costillas rotas y el chico no parecía dispuesto a darle una tregua para poder colocarse las protecciones que tendrían que tener puestas.

Se lanzó contra él olvidándose del taekwondo, de las patadas y de todo lo demás. Lo levantó sobre su hombro y lo tiró al suelo en una llave que, evidentemente, el omega no se esperaba. El cuerpo de Felix cayó contra el tatami y el primer sonido que escuchó de su boca fue una maldición que se escapó con el aire de sus pulmones.

Lo inmovilizó con su cuerpo, aprisionando sus brazos con las manos, a horcajadas sobre su cintura. Trató de pelear, pero Changbin ya había tenido suficiente. Sacudió al omega contra la superficie y gruñó en voz alta, enseñándole los dientes. Felix respondió con otro gruñido y pensó que, si cualquiera pudiera verlos, pensaría que era un documental de animales de National Geographic.

Oprimió los antebrazos contenidos con fuerza y el rubio soltó un quejido, pero su nivel de agresión no disminuyó, en todo caso, aumentó. Junto con su olor. Changbin casi se desmaya.

Las feromonas del omega se expandieron, sentía el sabor de las fresas en su lengua. Su lobo se volvió loco y tomó el control, incluso cuando intentó contenerlo. Se inclinó sobre el cuerpo debajo suyo y aspiró en el cuello, gimiendo en voz alta cuando se dio cuenta del desastre.

—Estás en celo —soltó.

Por eso había tomado inhibidores que, a esas alturas, no estaban siendo de mucha utilidad. Lo que no entendía era qué coño estaba haciendo ahí, por qué lo había golpeado como un saco de boxeo o por qué todavía no decía ni una palabra. Joder, un omega no debería estar por ahí en medio de su celo, tendría que estar en casa, protegido y mimado, resguardado de los alfas.

Su lobo se alteró, pensando en la posibilidad de que alguien le hiciera daño a Felix.

Haciendo acopio de la poca fuerza de voluntad que tenía, se apartó del cuello níveo, cerniéndose otra vez sobre él. La respiración del pecoso era acelerada, sus pupilas brillaban y tenía la boca entreabierta. Era bonito como un hada del bosque a pesar de ese cuerpo trabajado que sabía que se escondía bajo la tela del dobok.

El chico gimió, cerrando los párpados y ondeó bajo su cuerpo, Changbin trató de mantenerlo en su sitio y levantó sus caderas del cuerpo cálido que cubría. No confiaba en sí mismo si Felix seguía restregándose contra él. Eso pareció enfadar al omega que se retorció sobre el tatami, el olor intensísimo de la excitación se extendió por la sala, el suyo propio respondió, un poco en contra de su voluntad.

Ya estaba duro y el lobo quería reclamar su lugar dentro del cuerpo del omega, pero todavía le quedaba un poco de raciocinio.

—Supresores —dijo en voz alta, respirando por la boca para evitar ese olor que aumentaba cada segundo—. ¿Dónde están tus supresores, Lee?

No contestó, en su lugar, se contorsionó, apretando la mandíbula; un sonido ahogado se escapó de su garganta. Podía ver el sudor perlando su frente y el principio de su pecho, su piel enrojecida por el calor, el ejercicio y el celo. Era como un puto sueño, como todas las fantasías de Changbin hechas realidad.

El pecoso gritó, su cara deformada en una mueca de dolor. Lo sintió encogerse, y sus brazos hicieron fuerza para soltarse. Liberó con cuidado las extremidades y siguió el movimiento hasta que los puños de Felix se apretaban contra su propio vientre. El sollozo lastimero se sintió como un cuchillo en su pecho. Su lobo tenía claro lo que quería hacer, Changbin tenía claro lo que debía hacer.

—Rubio, por favor —rogó, apartando el pelo que se pegaba a la frente del chico—, dime que tienes supresores en alguna parte. —Su voz sonaba entrecortada, era imposible huir de la fragancia apabullante que desprendía aquel hombre.

Los dedos pequeños de Felix lo tomaron de la muñeca y colocó la mano del alfa en la mejilla pecosa, restregándose contra su toque. Seo jadeó en el momento en el que la lengua rosada del chico lamió su palma hasta las yemas, su cerebro se desconectó cuando metió él mismo dos dedos dentro de la boca cálida y los chupó.

Changbin se dio cuenta de que era incapaz de huir.

Sin dejar de lamerlo, tiró de sus caderas para que volviera a pegarse a él. Gimió cuando hizo contacto con el bulto duro. Felix se removió, fingiendo embestidas contra él. Sacudiéndose la excitación por un segundo, el alfa apretó su vientre marcado, inmovilizándolo. Sacó los dedos húmedos de la boca del pecoso y lo tomó por el cuello tratando inútilmente de arrancarlo de esa espiral sexual en la que había entrado.

—Lee, ¿dónde coño están tus supresores? —demandó una vez más.

—Nh... No —se quejó, revolviéndose. Presionó más fuerte el vientre, evitando que siguiera restregándose contra su polla y sus dedos en torno a su cuello le recordaron que él tenía el control.

—Sí, vas a tomar supresores —ordenó. Felix abrió los ojos llenos de lágrimas contenidas y negó a duras penas con la cabeza—. Rubio, no me lo pongas más difícil —imploró, el pequeño duende se lamió los labios y sonrió, atacando justo en el corazón a un Changbin al que se le estaba haciendo realmente cuesta arriba rechazarlo.

—No tengo —contestó, con la voz tan ronca que envió un escalofrío a su columna vertebral.

—¿Por qué coño has venido hasta aquí sin supresores? —se quejó, apretando ligeramente el cuello ajeno. Felix gimió como si hubiese tocado su polla—. ¿Qué demonios pretendes que haga?

—Follarme —respondió, mordiéndose el labio inferior.

—Estás en celo, no sabes lo que dices.

—Todavía no estaba en celo cuando conduje hasta aquí para que me la metieras. —Joder, ¿cómo mierda iba a discutir con él si su olor estaba por todas partes y hablaba con esa voz grave que lo volvía loco?

—Lee, no sabes lo que dices —gruñó.

Quiso apartar la mano del cuello del chico, pero él se lo impidió con un brillo oscuramente depravado en sus ojos. Changbin estaba tan al límite que iba a explotar en cualquier momento.

—Te necesito... alfa.

Mierda, él no era de piedra. Felix le gustaba de verdad, se lo había repetido mil veces a Minho. Para prueba, cualquiera podría revisar la vergonzosa conversación unilateral que tuvo durante ese tiempo con el chico. ¿Cómo se suponía que se podría resistir a ese cuerpo que ardía bajo su peso? ¿Cómo coño iba a decirle que no si lo llamaba alfa con esa voz, como si él fuera realmente su alfa?

Su lobo parecía haber tomado posesión de sus acciones. Su mano dejó el vientre musculado y deshizo el pobre lazo que mantenía unidas las solapas del dobok y el del cinturón negro que ceñía el cuerpo del omega. Un segundo después abrió la tela descubriendo el pecho pálido y húmedo. Changbin se desconoció.

Se olvidó de que Felix llevaba casi dos meses ignorándolo; del decoro de que era un omega en celo y él un alfa decente; de que le había pegado una paliza solo unos minutos antes y de que se arrepentiría para siempre de lo que iba a hacer. Enajenado, dejó una franja de saliva en el centro de esos pectorales, recogiendo el sudor de Felix, llenándose las papilas del sabor salado. Enganchó entre sus dientes uno de sus pezones rosados y chupó como si fuera a salir algo de ahí. Las manos del pecoso se enredaron en su pelo con tirones violentos.

La mano con la que no sostenía el cuello del omega bajó hasta la cinturilla del pantalón blanco y se metió dentro. Su polla estaba dura como los abdominales que ondeaban bajo sus labios en ese instante. Tenía la piel caliente y rojiza y el aroma a fresas casi lo mareaba, era más fuerte que cuando se acostó con él, mucho más que cualquier cosa que hubiera olido antes. Y lo deseaba tan desesperadamente que no era capaz de pensar en las implicaciones de ese instante.

De un tirón, bajó los pantalones blancos y los calzoncillos, el miembro de Felix salto libre y el chico gruñó cuando sintió el aliento sobre su piel sensible. Se movió, buscando alivio, Changbin lo entendía, pero una parte malvada de él quería castigarlo por todo ese tiempo que pasó de él. Acarició con el índice la longitud y la mano en su pelo se apretó, apremiándolo a meterla en su boca.

Su lengua siguió el camino de su índice, saboreando aquel mástil que le parecía demasiado grande para ser de un omega. Llegó hasta el glande y dejó un beso en la punta.

El pecoso jadeó, justo antes de retorcerse una vez más, soltó su pelo y llevó esas manos pequeñas a su vientre, presionándolo como si le doliera. Seo envolvió la longitud con su mano y lo masturbó despacio, mientras acariciaba los abdominales tensos, metiéndose bajo los puños con los que se prensaba.

—Duele, haz algo ya —se quejó con un sollozo.

—Calma... —susurró, haciendo círculos sobre su ombligo, evitando que se hiciera daño a sí mismo por la presión. Changbin se preguntó si sus celos eran así de duros siempre y si alguien le ayudaba con ellos.

Felix respiró entrecortado, con los ojos cerrados y él aprovechó para admirarlo unos segundos, mientras el muchacho subía y bajaba las caderas, buscando su propio ritmo dentro del puño de Seo. Su lengua acarició de nuevo el glande y recogió una gota salada justo un instante antes de meterlo dentro de su boca. El gemido del omega fue dolorosamente sensual.

La polla de Felix entró y salió de su boca y el chico tomó su cabeza con ambas manos. Agradeció tener sus propios dedos como tope, porque estaba seguro de que el chico le hubiera follado hasta la garganta si lo hubiera permitido. Ese hermoso omega se convirtió en un animal salvaje, agarrando en puños el pelo del alfa mientras su miembro entraba y salía de sus labios.

—Alfa —gimió, entre sonidos guturales y sollozos.

Su fragancia ya estaba impregnada en su pituitaria, en su piel, en las ropas y hasta en las paredes del dojang, era imposible que Changbin pudiera hacer nada más que complacer a ese omega en celo.

Tironeó del pantalón para llegar a sus testículos tensos y apretarlos entre los dedos, la punta roma siguió castigando su cavidad, impactando contra su úvula con fuerza un par de veces antes de que Seo tuviera que apartarse para evitar una arcada. El omega se quejó, enfadado, con sus cejas frunciéndose. No podía culparlo, era consciente de como de dolorosos eran los celos y sabía que necesitaba correrse para aliviar un poco ese calor.

—No tan fuerte, omega, o no te dejaré terminar —amenazó.

El labio inferior de Felix tembló con un puchero y asintió. Seo lo sintió como una victoria, así que volvió a su tarea de chupársela hasta que le llenara la boca de su esencia. Apretó más fuerte sus bolas y el chico retomó sus embestidas haciendo poco caso a lo que le había advertido. 

Changbin pensó en detenerlo, pero, joder, su olor era tan jodidamente excitante, sus gemidos graves le taladraban el cerebro de la misma forma en la que esa polla demasiado grande para ser de un omega le taladraba la garganta. Además, le gustaba, joder, le encantaba. La preferencia de Felix por el sexo duro era una mierda tan sexy que ahora mismo estaba dispuesto a contener las naúseas solo por sentir esas manos otra vez enterradas en su pelo.

Sus dientes rozaron el glande un poco demasiado fuerte mientras pellizcaba sus testículos en el momento en el que Felix gritó, corriéndose por todas partes. Su boca, su cara, su mano... Los chorros que parecían interminables llegaron hasta el pecho del chico y se encargó de lamer el que quedó justo debajo de su pezón. Arrastró la lengua hasta el botoncito rosado y lo mordió con fuerza, alargando el orgasmo hasta que temblaba.

Se elevó sobre él, sentándose sobre los muslos ajenos y se regocijó de aquel hermoso panorama. Se limpió la cara con el borde de su dobok mientras el omega recuperaba el aliento. La piel se veía húmeda, el cinturón negro contrastaba dramáticamente con el blanco de la ropa. Lo pensó un segundo antes de desatar el suyo.

—Rubio, manos al frente. —Lo miró con los párpados entrecerrados. Parecía confundido, todavía nadando en la neblina del orgasmo que acababa de tener—. Obedece a tu alfa, omega.

El ceño ajeno se frunció, como si hubiera despertado repentinamente de un sueño muy largo. Se escurrió entre sus piernas, reptando hasta que pudo ponerse a cuatro patas. Trató de alejarse de Changbin, pero no se lo permitió. Agarró su tobillo y tiró de él con fuerza hasta tenerlo de nuevo bajo su cuerpo. Restregó su bulto por el culo del omega y, a pesar de los pantalones que los cubrían, pudo sentir la humedad que mojaba su dobok.

—¿A dónde crees que vas, rubio? —susurró en su oreja, justo antes de morder el lóbulo. El otro gimió, necesitado— No hemos terminado. —Felix restregó su trasero contra él, como corroborando esa información.

Por sí mismo, tomó los brazos del chico, doblándolos en su espalda, y los ató con el cinturón. El rubio gimoteó como un perrito cuando Changbin se apartó para tener una mejor visión de su obra.

El dobok abierto dejaba a la vista uno de sus hombros y se enrollaba en los antebrazos amarrados. Lo vio menearse, restregando la polla contra el tatami. Bajó de un tirón los pantalones y azotó con todas sus fuerzas el culo respingón y duro del chico.

Colocándose detrás de él, elevó lo suficiente sus caderas para tener un primerísimo primer plano de su agujero que chorreaba. Sin pensárselo mucho, saboreó aquella ambrosía presionando con su lengua en el sensible punto. Gimió cuando el sabor del omega le llenó la boca, mezclándose con el regusto anterior de su semen y el del sudor salado que perlaba su piel.

Felix gruñía. Metió dos dedos en el culo del omega sin más aviso que los círculos que hacía su lengua alrededor del lugar.

—¡Más, más, por favor! —rogó cuando empezó a moverlos dentro y fuera de su cuerpo

Estaba decidido a obedecerlo, así que se levantó de su lugar y corrió hasta su bolso. El muchacho maniatado se quejó, buscándolo con los ojos mientras él vaciaba el contenido sobre el suelo del dojang.

Sus manos estaban más torpes de lo normal, porque tardó demasiado en encontrar su cartera para alcanzar un preservativo que siempre llevaba encima.

—No, no te lo pongas —pidió Félix cuando llegó a su lado.

Sabía que era su lobo el que hablaba y se alegró porque él no estuviera en celo porque su propio animal demandaba llenar ese culo de su semilla y seguir follándoselo hasta embarazarlo. Si Changbin no tuviera tanto control sobre sí mismo, hubiera cedido a los deseos de esas bestias irracionales.

Se bajó los pantalones y se puso el condón con diligencia. Felix siguió quejándose, lloriqueando en esa posición tan comprometedora; con el culo en pompa y las manos atadas a la espalda. Se colocó tras él y abofeteó ese trasero insolente dos veces más, ganándose los gemidos del excitado muchacho.

—Quiero que me llenes alfa, córrete dentro de mí, por favor —rogó, cambiando el tono, dándose cuenta de que las órdenes agresivas no funcionaban.

—Por más que quiera hacerlo, sigo en mis cabales, Lee —aseguró, agarrando los globos para abrirlos.

—Alfa... por favor... —suplicó.

—¿Quieres que te folle, rubio? ¿Quieres que te rompa el culo? —El chico asintió—. Pues lo haré a mi manera, no a la tuya.

Una última nalgada que le picó en las manos e hizo al muchacho gritar y se adentró en el apretado canal hasta que la carne rojiza por los golpes dio contra sus propias caderas. Los dos gimieron en voz alta. El chico pareció olvidarse de sus peticiones en el momento en el que Seo agarró los antebrazos atados y empezó a bombear con brutalidad contra el omega.

Changbin se sentía poseído, como si su lobo solo tuviera una meta en la vida y fuera partir en dos el cuerpo del chico que gemía. Miró al espejo frente a él y se vio a sí mismo vestido, embistiendo sin piedad aquel agujero que le aprisionaba la polla y el pelo del omega que tenía la mejilla contra el suelo.

Folló a Felix con fuerza, con rabia, con su alfa tomando posesión de sus acciones.

Incorporó al chico de un tirón agresivo, tomándolo del cuello cuando se enderezó contra su pecho. Sus estocadas eran más cortas y profundas y sintió el momento en el que golpeó la próstata del omega porque lo comprimió entre sus paredes.

—Mírate, rubio —jadeó en su oreja, dirigiendo su cabeza al reflejo—. Tan zorra... Viniste aquí desesperado por mi polla y ahora te ves como un desastre. —Felix gimió, abriendo los ojos a la imagen ante él.

Su camisa abierta mostraba el pecho musculado y los círculos morados que él había dejado en la piel. La polla ajena saltaba con cada embestida, goteando sobre el regazo del omega, pidiendo un nuevo orgasmo.

—Eres mío, rubio —aseguró, mordiendo su hombro con fuerza.

Felix gritó, su culo chasqueaba al golpear contra sus caderas. Seo trataba de alcanzar su próstata en cada empujón, su propia polla estaba a punto de explotar, pero necesitaba verlo correrse una vez más, sentirlo a su alrededor. Presionó más el cuello, acelerando el ritmo con el que sus caderas se movían arriba y abajo.

Lamió la nuca ajena, con las feromonas del celo del omega abrumándolo. Su propio olor a chocolate estaba cubriéndolo, declarando la posesión encima de un hombre que, en realidad, no le pertenecía. Chupó sobre la glándula del cuello del muchacho, sintiéndolo temblar.

Alfa, alfa... —lo llamó, con la respiración entrecortada por el placer, el cansancio y la mano que todavía rodeaba su cuello—. Soy tuyo, fóllame más fuerte, más, por favor.

Cumplió la petición, mientras sus dedos libres tiraban de uno de sus pezones. No podía dejar de mirar de refilón la imagen que le devolvía el espejo. Era terriblemente pervertido, pero le hubiera gustado grabar ese momento para masturbarse hasta el último día de su vida con la imagen de Felix rogando que le follara. Mordió con fuerza sobre su cuello, conteniendo a duras penas sus instintos de marcar a ese omega que había afirmado que le pertenecía.

El aroma de Felix explotó de pronto, como si hubiera estado encerrado en una caja fuerte y aquella mordida hubiera sido la combinación correcta. Changbin pensó que no era posible, pero el olor a fresas fue tan brutalmente demoledor que tuvo que cerrar los ojos para no desmayarse. Agarró con su mano el vientre del omega y el orgasmo ajeno manchó su dorso mientras el propio inflamaba el nudo dentro del culo del chico. Lo escuchó gritar y gemir, con su polla todavía salpicándolo todo.

Aquel clímax fue como una bomba nuclear y se alargó tanto que Seo perdió el sentido, cayendo de lado, con el cuerpo flojo de Felix siguiéndolo.

Cuando volvió en sí, creyó que habían pasado un par de minutos; tenía el brazo debajo de la cabeza del omega y sus cuerpos aún estaban unidos por el nudo que empezaba a deshincharse. Comprobó que su mordida era superficial, dándole las gracias a su lobo por no sucumbir a sus instintos. Acarició los abdominales de Felix con suavidad, sintiendo la humedad del semen que los manchaba. Sus propios pantalones estaban sucios por los fluidos del chico y su olor seguía siendo tan intenso que estaba aturdido.

Disfrutó de esos minutos de calma, esperando con paciencia a que el nudo bajara del todo para salir de su cuerpo. Cuando lo hizo, se apartó de él, quitándose el condón y subiéndose los pantalones. Todavía le temblaban las piernas, así que se sentó, desatando los brazos del omega para adecentarlo un poco antes de despertarlo. Limpió con cuidado su vientre y le puso el dobok correctamente, cubriendo su entrepierna y su pecho. Apartó el pelo de su frente y sonrió, dándose cuenta de que le gustaba aún más de lo que pensaba.

Respiró hondo y lo zarandeó suavemente.

—Rubio, despierta, tenemos que llevarte a casa —dijo, en voz baja. No respondió, así que lo movió más fuerte—. Lee, arriba, no me hagas tener que cargar contigo —refunfuñó, pero tampoco hubo respuesta.

El corazón del alfa se aceleró cuando lo intentó dos veces más y el chico no se movió. Joder, casi se caga en los pantalones.

—Felix, Felix —lo llamó, levantándolo un poco. Parecía un muñeco, un peso muerto.

«¿Cómo que muerto?», su lobo gruñó alterado, «¿Has matado al omega?»

¡No, joder! ¡No!.

Changbin no había matado a Felix, ¿verdad? Era completamente imposible que alguien muriera por echar un polvo, ¿cierto? Se tiró del pelo, con su respiración acelerándose y miró desesperado de un lado al otro. No había sido para tanto, no habían hecho nada extraño... El cuello. Lo había agarrado del cuello, ¿lo había asfixiado? ¿Changbin había asfixiado a Felix mientras follaban?

El lobo aulló y Changbin sintió las lágrimas en sus ojos antes de reaccionar. Gateó por la habitación hasta su teléfono móvil y marcó un número. Sonó dos veces antes de que contestara.

—Minho hyung, he hecho algo horrible —lloró, observando el cuerpo inerte del hermoso omega tirado en el tatami—. Por favor, ven a la academia...

Definitivamente, se iba a arrepentir para siempre de esa mierda.

—¿Estás seguro de que está bien que vaya contigo?

—No te preocupes, Jisung —Ya estoy yo preocupado por los dos, pensó, aunque no lo dijo.

Igual que tampoco dijo que necesitaba que Jisung estuviera a su lado porque no sabía qué coño había pasado y estaba asustado. El olor a lavanda lo calmaba y no quería renunciar a esa cita que le había costado tantas semanas conseguir.

«No seas dramático, Minho», bien, era posible que hubiera tomado café con el omega unas cuantas veces, que hubieran dado un paseo por el centro comercial una tarde y que se hubieran "besuqueado" cada vez que tenían un instante a solas. Pero a Lee le costó mucho conseguir una cita de verdad, una de esas que implicaba una cena, ropa elegante y a ese omega tan bonito preparado para pasar la noche con él.

No era que Minho lo dijera porque sí, era que Jisung lo había invitado a "tomar algo después de cenar" en su apartamento. De hecho, iban de camino a casa del chico cuando la voz de Changbin se había escuchado en el manos libres del coche. Estuvo a punto de decirle que se jodiera, pero Han intercedió con un gesto preocupado. Y ahora estaban aparcando en la parte trasera de la academia de taekwondo donde esperaba su amigo con algún extraño misterio que aseguró que no podía contar por teléfono.

Se bajó del vehículo y Han lo siguió, sacó del bolsillo el juego de llaves de repuesto y abrió. El chico tiró de su manga suavemente.

—Minho hyung, tal vez debería esperar a que hables con él, es posible que Seo sabumnim no se sienta cómodo contándote lo que sea que le pase conmigo aquí... Es decir, soy su... ¿alumno? No sé, esto es rarísimo...

—No quiero que te quedes en el coche. ¿Qué te parece si entras conmigo y me esperas en el pasillo mientras hablo con él? —Arrugó la boca como si estuviera pensándolo y él no pudo evitar el impulso de darle un beso en los labios, sorprendiéndolo y haciéndolo sonrojar.

—Está bien —aceptó, mortificado, empujándolo hacia el interior de la academia.

Cerró la puerta cuando Han entró. No había dado ni dos pasos para encontrar el interruptor de la luz cuando su alfa se removió inquieto. ¿Qué demonios era ese olor?

—Felix —exclamó Jisung, un segundo antes de echarse a correr por el pasillo oscuro hacia el único haz de luz que había al fondo.

Mierda, mierda, mierda, lo siguió maldiciendo en su cabeza, tratando de alcanzarlo antes de que llegara al dojang donde suponía que Changbin estaba ocupándose del omega que estaba claramente en celo. Pero no lo consiguió, esa pequeña ardilla escurridiza abrió la puerta y las feromonas de Felix fueron como una bofetada en su cara.

Tuvo que frenar el paso y llevar la mano a su nariz para no desmayarse. Demonios, ¿cómo podía alguien vivir una vida normal cargando con ese aroma tan opresivo?

Como en cámara lenta, levantó los ojos para ver a Jisung llevarse ambas manos al pecho. Se tambaleó un poco, dando un paso atrás, como si lo que estuviera viendo dentro de la habitación fuera su peor pesadilla. Minho entendió que algo iba muy mal cuando percibió el olor de Changbin triste y enfadado.

—¿¡Qué demonios le has hecho!? —gritó Han, entrando a la habitación.

—¡NADA! —bramó el otro.

—¡HIJO DE PUTA, TE MATARÉ! —Changbin respondió al insulto gruñendo y Minho tuvo que darse prisa por llegar a la habitación, a pesar de los olores que lo hacían tropezar con sus propios pies.

Mierda, mierda, mierda. Eso no podía estar pasando, no podía ser real, su primera cita oficial con Jisung no podía terminar en el dojang con Changbin gruñéndole al omega y Felix... ¿está muerto? Minho sentía que su corazón se detendría en cualquier momento.

Ahí te voy, san Pedro.

Agarró el brazo de Jisung y tiró de él hasta que estuvo a su espalda. El chico se removió, queriendo zafarse, pero no lo soltó, no cuando Changbin estaba enseñando los dientes como si fuera un perro rabioso. Las maldiciones y amenazas del más joven se confundían en su cabeza con los ruidos guturales que emitía el alfa, arrodillado ante el cuerpo del rubio. Olía a sexo, a omega en celo, a miedo, a desesperación, a agresividad y a un montón de mierdas que tenían su cabeza embotada. Necesitaba centrarse, tenía que controlar primero al omega que gritaba y arañaba su brazo y después al alfa desquiciado que protegía el cuerpo del chico que rezaba porque estuviera echándose la siesta más inoportuna de su vida.

Se volteó, tomando a Han por ambos lados de su cabeza para que lo mirara solo a él. Tenía los ojos llenos de lágrimas y la boca en un puchero. Sus mejillas estaban rojas y podía oler su miedo y su rabia.

«Y pensar que lo trajiste para que te relajara...»

—Jisung, escúchame —pidió, acariciando sus cachetes gordos entre sus dedos—. Necesito que me dejes hacerme cargo de esto.

—¡Pero ese alfa le ha hecho daño a Felix! ¡Quiero ma...

—Por favor, cálmate —interrumpió, acercándose más a él. Su labio inferior tembló mucho más y se le escapó una lágrima que Minho recogió con su pulgar—. Vamos a aclararlo en un momento, ¿de acuerdo?

—Pero Felix...

—Ya lo sé, ya sé que estás preocupado, Jisung, yo también lo estoy —aclaró—. Pero si Changbin te hace daño esto se va a convertir en un puto caos de sangre y vísceras.

Minho le dio un pico y lo abrazó con fuerza. Lo sintió quejarse contra su pecho y liberó sus feromonas calmantes aunque no serviría de mucho, teniendo en cuenta la amalgama asquerosa de olores que los rodeaban. Se giró, mirando a Changbin con las cejas fruncidas, separó un poco al omega y lo mantuvo en su espalda. Los puños de Jisung tomaron la parte trasera de su chaqueta.

Dio un paso más cerca y su amigo gruñó y apretó los puños, preparado para levantarse y atacar.

—Binnie, te quiero mucho, hermano, pero como vuelvas a gruñir te voy a partir la cara.

—¡¿Qué le hiciste a Felix?! —gritó Jisung, soltándose de su agarre para atravesar la sala y caer de rodillas junto a la cabeza del omega.

Minho se acercó a ellos con cautela, con los ojos de su amigo siguiendo cada movimiento. Sabía que, en su estado, Changbin era peligroso para cualquiera que se acercara a Felix, después de todo, era un omega en celo, uno que él consideraba suyo.

—Binnie, tú me llamaste, dime qué está pasando —pidió, poniéndose junto a Jisung, que lloraba zarandeando a Felix.

—No... No lo sé... Yo... —intentaba hablar, pero estaba tan nervioso que le temblaban las manos. Miró de Minho a Felix y trató de acariciar al rubio. Jisung le golpeó la mano, con un gruñido casi tan agresivo como el que había soltado Changbin antes.

—No lo toques —advirtió el omega.

—¡No lo toques tú! —exclamó el otro, empujando a Han lejos del chico.

Minho no lo pensó mucho en ese instante y, si lo hubiera hecho, se habría dado cuenta de que era un suicidio. Sin embargo, su lobo estaba tan al límite que no pudo evitar patear con fuerza a Changbin, haciéndolo caer hacia atrás. Por primera vez en su vida, y aunque que estaba absolutamente en contra de ella, utilizó su voz de mando.

—No vuelvas a tocar a los omegas.

Han se encogió a su lado, gimoteando, a pesar de que ni siquiera se había dirigido a él. Changbin lo miró espantado, con sus ojos muy abiertos.

—Minho hyung... —murmuró Binnie, con la cara descompuesta.

—¿Por qué no se despierta? —gimió el más joven, sacándolo del estado de agresión que estaba bullendo en sus venas—. Minho hyung, ¿por qué Lixie no despierta? —Prestó atención al chico y se acuchilló a su lado—. ¿Está muerto? ¿Seo sabumnim lo ha matado?

Esperaba que no, esperaba que Changbin no hubiera hecho ninguna estupidez como esa. Con sus manos temblando, acercó los dedos al cuello del chico y percibió su pulso claramente. Sintió que se derrumbaba y tuvo muchas ganas de llorar de alivio.

—Si lo has matado te mataré —amenazó Jisung.

—Calma, solo está inconsciente —aclaró. Los suspiros del alfa y el omega fueron audibles y Han sollozó, abrazando el cuerpo de su amigo.

—¿Qué demonios ha pasado, Binnie?

—No lo sé... Solo... Solo lo hicimos... Él vino hasta aquí y esperó a que la academia estuviera vacía y se presentó en la puerta... Y peleamos.

—¿Le pegaste a Lixie? Asqueroso maltratador, te voy a denunciar.

—¡Él me pegó a mí! —Se defendió, levantándose la camisa para mostrar el golpe que empezaba a adquirir un color extraño sobre sus costillas.

—Ah bueno, eso tiene más sentido —concluyó Jisung—. Además, te lo merecías.

—¡Yo no hice nada! ¡Él se presentó aquí, me pegó una paliza y después me dijo que no tenía supresores! No olía a nada, me reventó las costillas de una patada y cuando lo inmovilicé en el suelo me di cuenta de que estaba en celo...

—Mierda... —jadeó Jisung, interrumpiendo la retahíla—. Lo sabía —Minho no lo sabía, así que quería entender qué estaba pasando—. Tenemos que llevar a Lixie al hospital —aseguró el chico, tratando de levantar del suelo a su amigo sin éxito—. Vamos, joder, tenemos que ir al hospital ahora mismo.

—¿Qué está pasando, Jisung? —preguntó Minho.

—Creo que se le ha ido la mano con los inhibidores, tenemos que llevarlo cuanto antes para que lo traten...

Minho pensó que aquella era, sin duda, la peor primera cita elegante de la historia.

***

Bueno, navegantes, perdón por la tardanza, como ven, me vine con todo.

Aquí les dejo un poco de sabroseo loco de mis secundarios que se robaron el foco.

¡Nos vemos en el infierno!

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