21. Hay que ser voluntarioso
—Hola, mi amor, mi flor más bella...
—Al fin te acuerdas de que somos amigos.
—Nos vimos hace unos días, Felix, estuviste en mi casa.
—Correcto. Y estabas enajenado porque un omega casado estaba roneando a tu alfa y porque el pelotinto había olido al maestro sobre ti, ¿has logrado solucionar alguna de las dos cosas?
—Bueno... Sobre eso... —Jisung iba a irse por las ramas, así que lo cortó.
—¿Montaste un numerito?
—No, no. Me estoy comportando como un adulto. Creo.
—¿Crees?
—¿Por qué no me vienes a buscar al trabajo y vamos a recoger a Suni? —cambió de tema casualmente.
—Eres un puto interesado, Han Jisung.
—¿Vendrás?
—Claro que sí, imbécil.
—¿Piensas estar mucho rato hablando del tiempo? Me importa una mierda cuando vaya a llover —se quejó, después de diez minutos en los que Jisung se dedicó a darle el parte meteorológico—. Y cómprate un coche, te han ascendido. La gasolina es muy cara y me tienes siempre de chófer.
—¿Por qué estás de tan mal humor?
—Porque sí. —Frenó en seco cuando el semáforo se puso en rojo.
—Ahora no sé si quiero que conduzcas con mi hija —Felix gruñó y Jisung levantó las manos—. Es broma, Lixie... ¿Qué te pasa? ¿Por qué estás así? ¿Te ha pasado algo en el trabajo?
Ojalá. Ojalá no fuera tan bueno en su trabajo como para no recibir ni una queja. No, se trataba de cosas más... físicas. Estaba cerca su celo y aunque solía tener un humor cambiante en esas épocas, en esta ocasión estaba siendo infernal. Su lobo llevaba inquieto desde la noche anterior, cuando vio la foto de Seo con ese chico que no conocía.
No es que Felix vigilara habitualmente al alfa, pero le sorprendió ver que había publicado algo, apenas lo hacía. Era todo lo contrario a Minho, que tenía su maldito Instagram lleno de estúpidos selfies. ¿De verdad era necesario subir 5 fotos exactamente iguales en una galería a su feed? ¿Y los filtros? Dios santo, lo del señor Lee y los filtros no tenía nombre. ¿No le daba vergüenza que los padres de los niños vieran eso?
—¿Y bien? —insistió Jisung.
—Se acerca mi celo —escupió, mirando a la carretera. No le diría que había cien mil cosas más a su alrededor.
—Ah... ¿Tomaste un inhibidor? No noto tu olor tan fuerte como otras veces...
—Me he tomado tres.
—¡Lixie! ¿Estás idiota? No puedes abusar de esa mierda, uno al día joder, lo dice el prospecto y lo dicen los médicos.
—Intenta dar órdenes en una cocina a las cuatro de la mañana con mis feromonas. Te reto a que dures más de cinco minutos sin que un alfa haga algún comentario de mierda —se quejó, presionando los dedos en el volante.
Jisung se quedó callado, avanzaron por las calles hasta el colegio de Suni. Maldijo cuando no encontró aparcamiento cerca y tuvo que dejar el coche a tres manzanas de la institución.
—¿Estás seguro de que no pasa nada más, Lixie? —insistió su amigo, acariciándole el pelo. Asintió, pero tenía la boca en una línea.
Se bajó del vehículo y respiró hondo, Han no dijo nada más pero podía oler sus feromonas calmantes, como un recordatorio de que, si lo necesitaba, estaría disponible. Felix no entendía qué estaba mal con él, así que tampoco podía explicárselo a su amigo.
—¿Has pensado en pasar tus celos con alguien? —preguntó el omega, un poco más tímido de lo que lo tenía acostumbrado.
Felix negó con la cabeza. Él no compartía sus celos con nadie, ni siquiera dejaba que Jisung se acercara a su casa en esos días. Le gustaba limpiar su mierda solo. No estaba interesado en que nadie lo viera tan vulnerable. Él tenía sexo sin compromiso con gente que le gustaba; a veces betas, a veces omegas, a veces alfas, nunca en su celo.
No quería comprometerse, no quería citas. Podría decir que esas cosas las tenía con Jisung. Era su "otra mitad", o al menos, lo era en todo lo importante: lo hacía tan feliz que había pensado muchas veces en pedirle que él y Suni se mudaran con él. Era territorial como un alfa con ellos porque eran suyos, las dos únicas personas que consideraba su familia en ese país. Aun así, ni siquiera podía pensar en que lo viera en su celo.
«Sungie está preocupado», era la primera vez que oía gimotear a su lobo en todo el día.
Yo también lo estoy, ¿qué está pasando?
Otra vez silencio. Apenas hablaba desde que tomó la segunda pastilla. Lo achacó a que los inhibidores lo "adormecían" igual que mitigaban su olor. Jisung caminaba a su lado, cabizbajo. Le pasó un brazo por los hombros con un suspiro y los ojitos de ardilla se iluminaron.
Recorrieron el pasillo, pasando la clase cerrada de Suni, en dirección al gimnasio. Los olores de las personas a su alrededor le resultaban molestos y solo quería acostarse en la cama de Jisung y sentir la lavanda calmante. No quería seguir de tan mal humor, ni gruñir a ese idiota que los miró como si fueran un par de fenómenos al cruzarse con él. ¡Como si fuera tan raro ver parejas del mismo género! ¿Era porque eran omegas? ¡Porque no veía que la gente se quejara cuando dos alfas estaban juntos!
—Oye, tengo que pedirte otro favor...
—Aquí vamos —rezongó, rodando los ojos.
—Lixie, mi amor —Lo tomó por las mejillas mirándolo a los ojos—, sé que no estás en tu mejor momento, pero piensa que esto es por tu bebita hermosa.
—El hecho de que quieras impresionar a Lee no tiene nada que ver —ironizó.
—Bueno, eso también.
—¿Qué es lo que quieres?
—Dos cosas, son dos favores.
—Te odio tanto, Han Jisung, eres el omega más interesado de la faz de la Tierra.
—Necesito que cuides de Suni un rato. Y también que me hagas unos cuantos de tus riquísimos pasteles para el festival de primavera. Hazlo por nosotros, hazlo por tu omega. —Amasó sus mejillas mientras ponía ojitos de cordero degollado. Felix siempre había sido débil ante esa mirada de roedor inocente, pero hoy estaba enfadado. No le gustó que quisiera utilizarlo para tener tiempo a solas con Lee Minho.
—Si por lo menos me la chuparas yo obtendría algo a cambio de esta simbiosis —Jisung subió las cejas sorprendido—. No, esto no es una simbiosis. Eres tú siendo un parásito.
Han le soltó la cara y se alejó de él.
—Perdona, Felix, siento haberte hecho venir para nada. No es necesario que cuides de Suni, me ocuparé de ella.
—¿Ahora te pones en este plan? —El chico negó con la cabeza, como si Felix fuera un caso perdido.
Se giró hacia la puerta y la abrió, dejándolo atrás para adentrarse en el gimnasio que estaba horriblemente lleno de gente sudando, de olores extraños, de niños que gritaban, de estúpida música que sonaba demasiado alta... Tuvo una punzada de dolor en su sien.
Escuchó el chillido emocionado de Suni y levantó la vista para verla correr desesperada hacia su padre. Corrección, esquivó hábilmente a su padre y fue directamente hacia él, abrazándolo por los muslos.
—¡Tío Lixie! ¡Hacía como un millón de días que no venías a buscarme! —reclamó, tirando de sus vaqueros. Su corazón duro como una piedra se convirtió en un pedazo de mantequilla derretida.
Felix no podía estar enfadado cuando Suni estaba alrededor. Era una cosita hermosa y divertida que el estúpido pelotinto y el interesado de su amigo estaban criando muy bien. La subió en sus brazos y le dio unos cuantos besos, mordisqueándole las mejillas y apretujándola contra él. Se dio cuenta de que olía un poquito al profesor Lee. Alguien más tiró de su pantalón, distrayéndolo de ese momento con su preciosa bebita. Hoshi lo miraba con ojos soñadores y lo saludó inclinándose como un caballerito en miniatura.
—Hola, tío chef —dijo.
Felix entendió lo que quería. Se agachó hasta que tomó al otro niño y se enderezó con dificultad, cargándolos a los dos. Se alegró del riguroso entrenamiento físico al que se sometía, porque estaba seguro de que poca gente podría con esas bolas de energía.
—¿Cómo están mis personas favoritas del mundo? ¿Dónde está tu papá?
—Bien, está por ahí jugando con martillos. Dice que no me puedo acercar —informó, señalando al fondo.
Vio a Bang Chan sudando, con su camiseta negra sin mangas mostrando sus músculos. Pensó que era un puto presumido y que se chivaría a Seungmin de que su esposo estuvo luciendo bíceps en el colegio cuando él estaba de viaje. Chan escogió ese momento para incorporarse y echar un vistazo alrededor, supuso que buscaba a su hijo.
Cuando los encontró, sonrió con hoyuelos y se acercó hasta ellos con una carrera corta, declinando ofertas de agua a dos omegas que se interpusieron en su camino.
—Hey, Felix, how ya goin'?
—Good, mate. ¿Estás trabajando mucho? —El tipo rodó los ojos.
—No pensé que fuera tan cansado, tampoco ayuda mucho que yo sea de los pocos que tiene tiempor por aquí... No quiero pecar de estereotipado, pero solo Minho, la señora Shin y yo somos alfas. La mayoría de los omegas no tienen conocimientos o ganas de aprender a hacer bricolaje, es un poco frustrante.
—¿Quién es la señora Shin?
—La abuela alfa de Ryujin, tío Lixie; te dije que Ryujin vivía con sus abuelos. El señor Shin te dio la receta para las bungeoppang de judía roja que me encanta y ya nunca me preparas.
*bungeoppang son unos dulces con forma de pez, como un gofre relleno.
—Sí, sí, me acuerdo de él, es muy amable, pero no conozco a la abuela alfa de Ryujin, bebita.
—¿Sabes hacer bungeoppang? A mí me gusta más el de crema, ¿podrías hacerme uno de crema, tío chef? —rogó Hoshi.
—Claro que sí, tigretón.
—Ahora quiero comer uno... —lloriqueó Suni, poniendo los mismos ojos que su maldito padre.
—Será otro día, ardillita. El tío Félix tiene cosas que hacer —intervino Jisung, había un reto implícito en su tono.
Quiso golpearlo, pero no podía porque tenía sus brazos ocupados con dos infantes que rogaban por ir a comer pececitos rellenos. Sabía que lo había ofendido y que se había pasado tres pueblos con él, pero aun así quería abofetear esa cara redonda. Además, en su defensa, su celo estaba más jodido que nunca, se sentía solo últimamente y él era un interesado.
—Tengo tiempo para llevarme a los niños a merendar —replicó. Han achicó los ojos—. ¿Te importa que me lleve a Hoshi un ratito, Chan?
—¿Estás seguro?
—Claro que sí, Suni y él se portarán bien, ¿verdad?
—Sí, papá, me portaré bien, te lo prometo —aseguró el niño poniéndose una mano en el pecho solemnemente.
—Hoshi siempre se porta bien. Vamos, vamos, tengo mucha hambreeeeee —exigió la niña removiéndose. Los bajó a los dos al suelo.
—Nos vemos después.
Tomó las manos pequeñas entre las suyas y se marchó. Antes de irse había visto la sonrisa vencedora en la cara de Jisung, pero ya lo golpearía más tarde por habérsela jugado de nuevo.
Jisung seguía preocupado por la actitud de Felix, pero lo dejó ir con los niños. Se sentía un poquito ofendido por sus palabras, aunque en cierta manera le había abandonado un poco. Anotó en su mente llamarlo ese fin de semana para salir.
—Me da un poco de ansiedad que Hoshi haga de las suyas...
—Tu hijo es un buen chico, hyung. Félix sabe cómo ganarse a los niños: mira la traidora de mi hija, no me dio ni un beso. A veces pienso que lo quiere más que a mí. —Chan se echó a reír y le revolvió el pelo.
—¿Quieres venir este fin de semana a comer a casa? Estamos Hoshi y yo solos, nos aburrimos.
—No podremos, Hyunjin se llevará a la niña a casa de sus padres. Es el cumpleaños de la señora Hwang.
—Ah... Nunca he preguntado sobre estas cosas pero, ¿cómo lleváis lo de la custodia? —Chan agarró una botella de agua de la mesa y dio un sorbo. Jisung reflexionó sobre si debía ser o no sincero con él.
Chan era un buen hombre, el tipo de alfa que querrías presentar a tus padres: guapo, divertido, inteligente, capaz... Era como el paquete completo, la definición perfecta de husband material. No creía que fuera a juzgarlo por su tóxica relación con el padre de la niña.
—Podría ir mejor... Hace poco cambiamos el acuerdo, una semana está con él y dos conmigo. Este fin de semana era mío, pero es el cumpleaños de su madre, así que he cedido, aunque él diga que soy un egoísta —se quejó—. Todavía estoy adaptándome, por eso procuro venir a buscarla todos los días, la echo de menos cuando le toca en casa de Hyunjin.
—Qué faena, creo que lo entiendo... Para mí también sería raro separarme tanto tiempo de Hoshi.
—Y sin embargo, Seungmin está acostumbrado.
—Eso es cierto, soy yo el que lo lleva peor. Da igual los años que llevamos juntos, odio tener que separarme de mi esposoy de mi pequeño.
—Esa es mi peor discusión con Hyunjin, Suni lleva viviendo conmigo desde siempre y ahora él quiere pasar más tiempo con ella. Mi lobo cree que va a robárnosla —bromeó, aunque en el fondo ese miedo le seguía atenazando el estómago.
Chan sonrió, comprensivo y le pasó una mano por los hombros, dirigiéndolo a los odiosos tablones del puesto de comida que estaba construyendo.
—Es una mierda, amigo, así que mejor distraerse martillando un par de clavos.
—¡Dios, como odio esto! —lloriqueó.
Se agachó junto a Chan y trató de ayudarlo, al menos, no siendo una molestia.
Lee Minho sabía que Bang Chan amaba a su marido con tanta devoción que había sido capaz de rechazar a un Jisung en celo. También que ellos se habían acercado en los últimos meses y que era normal que estuvieran juntos tratando de enderezar ese tablón.
Lo que pasaba era que a su lobo le molestaba que no lo hubiera saludado. De hecho, no le dio ni una mirada desde que entró con Felix al gimnasio, a pesar de que él no pudo quitarle los ojos de encima. Tampoco era muy fan de que Han estuviera agazapado en el suelo, con su culo en pompa comprimido dentro de ese vaquero. El lugar estaba lleno de gente, por Dios, cualquiera podría echar un vistazo y disfrutar de esa imagen como él lo estaba haciendo.
La risa escandalosa de Jisung resonó por encima de las voces y la música; el chico se apoyó en el hombro desnudo de Chan y lo golpeó. Minho pensó que debería acercarse a saludar y enterarse de cuál era el chiste, solo para ser amable, no tenía nada que ver con ese monstruo verde en el que se había convertido su lobo.
Soltó la brocha que estaba usando dentro de un bote de agua sucia y se sacudió un poco las manos. Dejó con la palabra en la boca a las personas que le rodeaban y se encaminó hacia las que sí le interesaba escuchar. Chan le dio al omega un serrucho y le tomó de la muñeca cuando llegó junto a ellos.
—Si te haces daño vamos a tener un problema.
—Joder, no soy tan inútil. Puedo cortar un palo de madera.
—Vigile el lenguaje, señor Han —advirtió. El chico se giró y frunció el ceño.
—No estamos en su clase, señor Lee —contestó, sacándole la lengua. Su pecho cantó un soneto por lo adorable que se veía.
—Pero sigues en el colegio, hay niños por aquí.
—Ninguno me va a oír, están lejos —aseguró, ignorándolo de nuevo—. Voy a hacerlo ahora.
—Por favor, Jisung, ten cuidado —rogó Chan, rodeándolo por la espalda. Minho gruñó, pero no se escuchó por encima del ruido.
El alfa que mantenía a Han sujeto lo miró de reojo, porque, al parecer, su olor sí le había llegado. No pudo evitar la vergüenza, pero Bang pareció entenderlo y se apartó.
—Minho, ¿por qué no le echas una mano tú? Así yo podré seguir con otra cosa. —Lo agradeció, aunque no tenía ni puta idea de carpintería.
Jisung lo miró con una sonrisita traviesa y él se agachó hasta estar arrodillado a su lado. Rodeó su espalda como había hecho antes el de hoyuelos y afianzó su mano en el antebrazo de Han. Su rico olor le llegó a las fosas nasales y aprovechó para tomar una gran bocanada de aire. El omega se acomodó un poco más cerca y empezó a mover el brazo con dificultad.
Soltaba gemidos suaves por el esfuerzo y, desde tan cerca, podía ver la gota de sudor que escurría desde el pelo, cayendo por su cuello. Minho quería lamerla. Su control estaba al límite y se planteó la posibilidad de pasar su lengua por esa piel húmeda.
«Hazlo. Quien tenga miedo a morir que no nazca», instó el lobo.
—Borra eso de tu cabeza —susurró Jisung. Minho se tensó.
—¿Qué dices?
—Lo que sea que estés pensando, bórralo.
—No estoy pensando en nada —mintió, apartándose un poco de él.
—Puedo olerte —explicó, entre jadeos cansados—. Y por más que me apetezca cumplir tus fantasías de acostarte con un leñador, no es el momento.
Las mejillas de Minho se pusieron muy calientes, casi como lo estaba él.
—Pues deja de hacer esos ruidos. Y ponte de pie —exigió con un puchero en los labios.
—¿Qué?
—Llevas media hora con el culo en pompa, Jisung. ¿No te duelen las rodillas?
—Ya sabes que puedo aguantar mucho de rodillas. —El cruel omega le guiñó un ojo y meneó el culo a posta. Minho lo sabía, pero no le importaría corroborarlo. Después de todo, solo había comprobado su resistencia una noche y de eso hacía muchísimo tiempo.
—¿Quieres que salgamos a cenar? —propuso Lee de pronto.
—¿Una cita de verdad?
—Sí, una cita con ropa elegante y todo.
—Y una copa después en mi casa —añadió, pícaro. El lobo de Minho movió la cola con anticipación.
—¿Dónde está Suni, Jisung? —Una voz que no quería volver a escuchar sonó a sus espaldas.
Se apartó rápidamente del omega, poniéndose de pie. Hwang lo miró de arriba abajo con ese desprecio al que lo tenía acostumbrado. Minho quería abofetearlo.
—Fue a merendar con Felix y Hoshi, le mandaré un mensaje para que vuelva. —El chico soltó el serrucho y sacó el teléfono.
—Hola, Hwang. —El saludo de Chan sonó amigable, como siempre.
El alfa pelirrojo dirigió su atención al otro y se inclinó con respeto, justo como no había hecho jamás con él. Jisung se levantó del suelo sacudiéndose el polvo de los pantalones.
—Hola, Chan-ssi. ¿Qué es todo esto?
—Ah, estamos trabajando para el festival de primavera de los niños. —La mirada de ira que le dedicó a Jisung lo puso alerta. Se colocó junto al omega y le tocó la espalda suavemente. Se sentía particularmente osado esa tarde.
—Cierto, me llegó el correo del colegio. No sabía que tenían que montarlo los padres.
—Bueno, solo estamos echando una mano —aseguró Bang, rascándose la nuca.
—¿No sería mejor pagar para que lo hicieran?
—Se trata de colaborar, de que los niños vean que sus padres también son voluntariosos, señor Hwang —aclaró Minho.
—Ahm... ¿Y tú qué haces aquí? Se te da fatal el bricolaje.
—Estoy intentando ser voluntarioso —contestó Jisung con los dientes apretados—. A Suni le hace ilusión.
—Entiendo... —Volvió a mirar al profesor de arriba abajo.
—¡Papi! —Suni chilló, corriendo hasta las largas piernas de su padre.
—Suni, no se puede correr por aquí, podrías hacerte daño —explicó con voz suave el profesor.
—Lo siento, señor Lee, es que llegó mi papi. —Hyunjin la alzó y la niña se abrazó a su cuello. Félix apareció un segundo después con Hoshi de la mano.
—Hola, señor otro papá de Suni —saludó el chiquillo.
—Puedes llamarme Hyunjin, pequeño. ¿Dónde estabais?
—Tío Lixie nos llevó a merendar bungeoppang al puesto que hay junto al parque.
—¿Por eso tienes la boca hecha un asco?
—No tenía toallitas —dijo Felix, con el ceño fruncido.
—Felix.
—Hyunjin.
El intercambio de saludos secos puso un poco incómodo a todo el mundo. Aunque nunca lo admitiría, Felix era una de sus personas favoritas porque trataba a Hyunjin como si no valiera una mierda. A pesar de sus ademanes principescos, el omega no le pasaba ni una. Jisung se apartó de él y restregó su pulgar mojado de saliva por el moflete de la niña. Minho sacó un paquete de toallitas del delantal y le alcanzó una. Mientras el padre limpiaba a su hija, él hizo lo propio con Hoshi.
—¿Vas a venir a ayudar con el festival de primavera, papi?
—No lo sé, nadie me avisó. —Puso una cara triste.
—Bueno, pues podrías venir, hay que pintar unos carteles. A ti te encanta pintar y el preciosismo.
—Impresionismo, Suni. —Así que esa era la palabra.
—Eso. Lo que sea. Entonces, ¿vas a pintar algo? Siempre le hablo de tus bonitos cuadros a mis amigos, pero nunca puedo enseñarlos. Podrías venir el sábado y ayudar...
—Cariño, tenemos que ir a la casa de campo al cumpleaños de la abuela, ¿recuerdas?
—Ay, es verdad... Que pena...
—Pero bueno, puedo quedarme hoy —aseguró. La niña se puso muy contenta, el profesor no tanto.
—No hace falta, podéis iros —cortó Jisung.
—No es molestia, tranquilo —Su tono era amargo—, me quedaré por aquí, para que el señor Lee no crea que no soy voluntarioso.
Jisung resopló, Minho se dio cuenta de que no podría volver a acercarse al omega esa tarde y de que odiaba muchísimo a ese alfa pelotinto.
—Si me disculpan... —se despidió, alejándose de allí con su lobo preparado para saltar al cuello de aquel idiota que parecía un príncipe.
***
Por favor, hablen, no se hagan películas como las que se montan Felix, Hyunjin, Minho y Jisung.
¡Nos vemos en el infierno, navegantes!
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