17. Mañana es un buen día
Decir que estaba en el aire era poco. Minho flotaba y su lobo bailaba como un personaje de Shinchan, dando vueltas felices con todo a su alrededor lleno de corazones. Por todas partes olía a Jisung: en el coche, en la chaqueta, en las sábanas que no pensaba lavar jamás...
Entró en casa y se encontró a Changbin sentado en el sofá. Se sentía fatal porque todavía no se hablaban más allá de monosílabos pasivo agresivos. Minho quería contarle a ese alfa malhumorado que había llevado a Jisung a casa y que lo invitó a cenar. Y también quería pedirle disculpas porque entendía que mantuviese la funda de la almohada que Felix usó prácticamente intacta.
Dejó los zapatos y se sacó la cazadora a regañadientes, no quería perder el olor de Jisung. Se acercó al sillón con la cabeza baja y se sentó a su lado. El otro se sorprendió, pero no dijo ni una palabra.
—Binnie... —murmuró—. ¿Podemos volver a hablarnos ya? —El otro alfa se removió en el sofá—. Lo siento mucho, por todo lo que te dije... Entiendo que te sientas frustrado por lo de Felix...
—Ya, claro, ahora sí lo entiendes porque tampoco quieres cambiar las sábanas —replicó, cruzándose de brazos. Sus abultados bíceps estiraron la camiseta.
—Vamos, Binnie, te estoy pidiendo perdón —rogó—, me porté mal contigo y eres mi mejor amigo. No quiero seguir como si fuéramos dos desconocidos, te echo de menos... Me siento muy solo aunque estés aquí... Llevamos tooooda la vida siendo amigos, Binnie...
Changbin se quedó callado un rato y Minho pensó que no tenía nada más que hacer allí. Suspiró con tristeza y se frotó las manos en su regazo, preparado para irse.
—Eres un imbécil —dijo por fin el otro—, siempre me haces emocionarme. —El alfa lo abrazó, aplastándolo con sus enormes músculos.
Lee casi se echa a llorar, le devolvió el abrazo con un puchero, aunque estaba asfixiándose. Lo apartó para respirar y Changbin le dio un golpe en la espalda que casi le hace expulsar un pulmón. El alfa corpulento sorbió por la nariz dramáticamente.
—¿Me perdonas, Binnie? Te prepararé bulgogi si lo haces.
—Bien, te perdono, pero solo porque estoy harto de comer fideos instantáneos —bromeó, con la voz un poco tomada.
Minho se levantó del sofá y fue a la cocina, sacando todos los ingredientes para empezar a cocinar. Pensó que ese lunes era un buen día, porque, a pesar del escarnio ante los Bang, había tenido un rato con Jisung y había recuperado a Changbin.
—Hueles a lavanda —murmuró Seo desde el sofá.
—Hoy vino Han a buscar a Suni y los llevé a casa —explicó, cortando la verdura y la carne. Changbin se levantó de un salto y se sentó en un taburete en la barra que separaba la cocina del salón.
—Mira, sé que acabamos de reconciliarnos y eso... Pero no lo entiendo, hyung. El otro día huyó de aquí como un criminal...
—¿Lo viste?
—Claro que lo vi. Os escuché llegar, pero no pensé que fuera él. Creí que habías traído a alguien para echar una cana al aire... Casi me muero del susto cuando lo vi parado en medio del salón. Y creo que él también se asustó.
Minho resopló, avergonzado y preocupado por qué Jisung se sintiera aún más incómodo con todo eso.
—Me dijo que iba a salir, que iría a la discoteca de Itaewon, Miroh, la del señor Bang...
—¿Te invitó?
—No, claro que no... Pero yo pensé que podría ir a tomar algo y encontrarlo "casualmente".
—O sea, lo seguiste como un stalker.
—¡Ya, Binnie! No soy un stalker, solo quería verlo y estaba preocupado por que volviera a pasarle lo mismo...
—O sea, lo que viene siendo un stalker de manual...
—Lo que sea —gruñó, frustrado, echando la carne en el marinado.
—Entonces, te lo encontraste y lo trajiste aquí. Y te lo follaste.
—No me lo follé, no hicimos nada. Solo dormir...
—No se oía así cuando entraste a casa.
—Puede que nos besáramos un poco intensamente —confesó, guardando la carne del bulgogi en la nevera para que se macerara durante un rato.
—Tiene alfa, hyung...
—Joder, no parece importarle, ¿por qué debería importarme a mí? Él me besó, se me colgó del cuello y me pidió que lo trajera a casa. Fue él, yo no empecé nada.
—Pero lo seguiste.
—Evidentemente, tengo un puto crush con ese hombre, es imposible resistirme a él —se excusó. Conectó la arrocera y sacó una cerveza de la nevera—. Me invitó a cenar, me dijo que deberíamos salir... No sé, estoy soltero, ¿no debería ser él el que se preocupe por el alfa? Porque estaba coqueteando conmigo, Changbin, te juro que estaba mirándome como si fuera a comerme.
—Tu momento más delulu.
—¡Que no, Binnie! Además, ese alfa tiene al otro omega, igual tienen una relación abierta o una cosa así moderna.
—Tú no eres moderno, Minho hyung, eres tradicional y chapado a la antigua. Casi me matas cuando creíste que me había acostado con él.
—Eso podría cambiar... No lo sé, igual con Jisung puedo ser un poco más... ¿abierto?
—Lo dudo mucho —replicó.
—Me da igual lo que pienses —aseguró—, voy a ir a cenar con él. Voy a aceptar cualquier cosa que venga de él, aunque sea una amistad...
—Mientras le robas camisetas usadas —murmuró. Lo miró como si quisiera matarlo y Changbin levantó las manos en señal de rendición—. ¿Sabes qué? Que no voy a decirte nada más sobre esto. Ya eres mayorcito, tú sabrás lo que haces con tu vida.
—¿Eso significa que no vas a escucharme cuando te hable de él? —preguntó, con un puchero. Seo rodó los ojos con cansancio.
—Por supuesto que te escucharé, Minho hyung. Y también recogeré tus pedazos lloriqueantes cuando ese omega te rompa el corazón. Pero, yo que sé, mientras tanto, disfrútalo.
Minho sonrió, satisfecho; se convenció a sí mismo de que no dejaría que Jisung le rompiera el corazón, porque él podía ser también un alfa "moderno".
La semana se le pasó volando a Jisung. Entre su trabajo, Suni y esa nueva actividad que consistía en coquetear con Minho cuando lo veía, o mandarle mensajes con fotos de animales adorables, no tenía tiempo ni de pensar. Ese viernes, acostó a Suni en la cama de matrimonio y salió de su dormitorio para sentarse un rato a ver la televisión. De cualquier forma, era fin de semana, podrían levantarse un poco más tarde al día siguiente, ir a la clase de taekwondo y después a comer a casa de los Bang.
Se encontró con una sorpresa en la mesa del comedor: Hyunjin sentado y un fajo de papeles ante él.
—¿Qué está pasando?
«¿Qué mierda es esto? ¿Por qué el alfa nos mira con esa cara?»
—Siéntate, quiero hablar contigo —rogó, no, suena como una orden, no como un ruego. Jisung obedeció, porque le temblaban las piernas.
Hyunjin empujó los papeles ante sus ojos y Han abrió muchísimo los ojos cuando leyó el encabezado: Acuerdo de custodia de Han Suni.
—¿Qué es todo esto? ¿Es porque te di una bofetada? Te la merecías, Hyunjin, fuiste un maldito imbécil conmigo.
—Esto no tiene nada que ver con la bofetada —interrumpió tajantemente.
—¿Entonces? ¿A qué viene esto? Vives aquí, ¿para qué necesitas un acuerdo de custodia? Puedes dormir con ella, puedes ir a pasear, puedes ir a recogerla, todo lo que quieras. ¿Por qué haces todo esto si vives aquí? —soltó, nervioso.
—Porque me voy a mi casa —respondió, levantando una ceja como un reto.
—Pero, Hyunjin...
—Yo hablaré con Suni, le explicaré cómo van a cambiar las cosas. Trataré de hacerlo lo menos dramático posible. La llevaré el domingo al apartamento.
—¿Qué apartamento? ¿Qué ha pasado con tu casa? No estoy entendiendo nada, Hyunjin —gimió, con el estómago aplastado en un puño.
—He alquilado un apartamento, mi casa sigue en su sitio, no me apetece volver todavía —detectó la tristeza en la voz y en su olor—. Pero antes de irme vas a firmar esto.
—No voy a firmar nada sin que lo lea un abogado, Hyunjin, no insultes a mi inteligencia. —En ese punto, Jisung estaba frenético. Su corazón latía desbocado y sentía que se iba a morir en cualquier momento.
—Son las condiciones que te pedí hace meses, dos semanas conmigo, dos semanas contigo.
—No, no puedo hacer eso, Hyunjin, no puedes hacerme eso —rogó, ahogando un sollozo y frotándose las rodillas. Sentía que le daría un ataque de pánico en cualquier momento.
—¿Tú sí puedes hacérmelo a mí? ¿Tú sí puedes apartarla de mí? Es mi hija también, Jisung, y cualquier persona del mundo pasa más tiempo con ella que yo.
—Quédate aquí, quédate en casa, te daré la habitación grande, mudaré mis cosas a la habitación de Suni.
—¡No quiero seguir jodiéndote la vida, Jisung! —gruñó, exasperado. Han lo miró aturdido—. Sé que no quieres que esté aquí y yo tampoco quiero estar aquí. Eres importante para mí, Jisung, pero no es como cuando estábamos en la universidad. Nada es igual. No podemos vivir juntos, odias todo de mí, yo odio todo de ti. Por mucho que quiera seguir pasando cada día con Suni, no puedo hacer esto más.
—¿Por qué dices todo eso? ¿Por qué quieres irte? Yo no te he echado, Hyunjin, no te he dicho que te vayas... No quiero que te marches...
—Lo que no quieres es firmar el acuerdo de custodia. Que yo esté aquí o no, es lo de menos —atacó.
Tenía razón. A Jisung le dolía mucho el pecho y sus ojos se estaban llenando de lágrimas.
—Hyunjin, por favor... Suni ha tenido muchos cambios últimamente, no podemos hacer esto, le irá mal en el colegio, se pondrá triste, se peleará con los otros niños...
—Eso son excusas, sabías que esto iba a pasar en algún momento. Te dije hace meses que quería pasar más tiempo con ella.
—Pero yo creí...
—¿Creíste que era por Jeongin? —escupió con amargura—. No tiene nada que ver con él. Tiene que ver con mi hija. La has tenido cuatro años para ti solo, necesito pasar tiempo con ella también —gimió, despeinándose el pelo con los dedos. Jisung era capaz de percibir lo triste que estaba, pero no podía centrarse en nada más que en la ansiedad que le oprimía los pulmones—. Félix la conoce mejor que yo, el profesor de taekwondo la ve todos los sábados... Hasta el maldito maestro alfa pasa más tiempo con ella que yo. Soy su padre, joder.
—¿Esto es por Minho hyung? Él es buen profesor, trata bien a los niños, ellos lo quieren mucho... —preguntó en un hilo de voz.
—Y también está casi diez horas al día con mi hija de lunes a viernes. Mi nenita conoce mejor a su profesor que a mí. Y encima ahora os trae a casa. ¿Por qué demonios él puede traeros a casa y yo no puedo tenerla conmigo?
—Dejaré de venir con él; le diré que no nos traiga más. Si el señor Lee es el problema, podemos cambiar a Suni de guardería, lo que sea, Hyunjin. —Le agarró las manos por encima de la mesa, clavando sus dedos en la piel blanca del alfa. Su labio tembló en un puchero y su lobo gimoteó, consciente de que, si se lo pedía, no volvería a ver nunca más a Minho, porque Suni era y sería siempre lo primero para él.
—No, Jisung, no es por el señor Lee —murmuró, en un tono mucho más suave del que había usado hasta entonces—. Por favor, trata de entenderme, intenta ponerte en mi lugar... —Su voz se entrecortó.
El alfa tenía las mismas lágrimas contenidas en sus ojos que él, la estancia olía horrible, a tristeza pura. Todavía quedaban rastros de la ira, del dolor y la frustración, pero esa atmósfera depresiva era más potente que cualquier otro aroma.
—Una semana —soltó, mirándolo a los ojos, con el lobo rasguñándolo todo en su interior y su pecho ardiendo por la pena—. Una semana tú y dos yo.
—Eso es injusto.
—Hyunjin, no he pasado más de tres días seguidos sin ella ni en vacaciones. Por favor, por todo lo que más quieras, no me hagas apartarme de ella tanto tiempo seguido... —rogó, con las lágrimas mojándole ya las mejillas.
El labio de Hyunjin vibró y se soltó de su agarre. Limpió sus mejillas con brusquedad y se puso de pie en toda su altura. Jisung lo miró desde su posición, dispuesto a arrodillarse si era necesario.
El alfa cogió los papeles de la mesa.
—Está bien, pero dentro de un año lo volveremos a revisar.
—De acuerdo, claro que sí —Un año era tiempo suficiente para que se olvidara de revisarlo. Jisung se levantó y abrazó con fuerza al hombre, que le respondió un poco incómodo.
—No hago esto para hacerte sufrir, Jisung —susurró.
—Ya lo sé, ya lo sé... ¿Quieres dormir con Suni hoy?
—¿Puedo?
—Sí, la llevaré.
—Está bien...
—Gracias, Hyunjin.
—Gracias a ti también. Por todo.
Se soltó del agarre y se marchó a la habitación donde dormía la cachorra plácidamente. Tomándola en brazos, la dejó en la cama de su propio dormitorio, el que Hyunjin había ocupado. La arropó con un beso antes de marcharse y hundirse en su colchón solitario. Jisung se acostó esa noche llorando, no sabía cómo llevaría estar tan lejos de su hija tanto tiempo.
Jisung estaba... mustio. Sí, estaba un poco mustio. Recogió al omega y a los dos niños de la clase de taekwondo un rato antes. El chico se había sentado en la parte trasera, entre los dos pequeños. Minho quería tenerlo un poco más cerca, a su lado, o en su regazo si fuera posible.
No habló mucho durante el trayecto, dejó que Hoshi llevara la conversación mientras la niña dormitaba contra su padre. Se disculpó por no haberse podido duchar cuando entró al coche, pero Minho no sentía que oliera a sudor. O en todo caso, no le molestaba, lo cual era un poco asqueroso pero no podía remediarlo.
Cuando llegaron a casa de los Bang, Seungmin condujo a padre e hija directamente al baño. Minho se quedó, de alguna forma, solo ante el peligro. Bang Chan lo guio hasta el salón y se sorprendió mucho al ver a Felix allí.
—Hola, señor Lee —lo saludó tímidamente, muy distinto a lo que lo tenía acostumbrado. Pensó que hoy todo el mundo estaba actuando un poco extraño.
—Hola... Señor Lee —Contestó, tratando de aligerar un poco el ambiente con la broma. Bang Chan rio y le instó a sentarse en el sofá.
—¿Ha sido difícil llegar?
—No, puse el GPS en cuanto salí de la academia de taekwondo.
—¿Ya habías estado allí? —preguntó Seungmin, entrando a la habitación con un Hoshi que había insistido en no quitarse el uniforme. El niño se sentó directamente en un puf de color verde neón.
—Si, mi amigo Changbin es el dueño. —Felix pareció atragantarse un poco y en seguida se fue a sentar al suelo junto a Hoshi para hacerle unos mimos.
—¿Quién es Changbin? —preguntó el niño.
—Seo sabumnim —contestó el pecoso secamente.
—Qué casualidad, ¿no? —comentó Chan.
—No crea, señor Bang, los carteles estaban pegados en el colegio porque ambos somos amigos de Kihyun hyung —aclaró sonriendo.
—Por favor, ¿puedes dejar de llamarme "señor Bang"? Me hace sentir incomodísimo.
—Oh, lo siento...
—No te preocupes, Minho hyung —intervino Seungmin, tomándose las confianzas que le parecían convenientes—. Chan es dramático con la formalidad extrema. Solo le gusta el "hyung".
—Porque en Australia no se usan. ¿verdad, Félix?
—Sí, cierto...
—¿Tú también eres australiano? No lo sabía. —Félix asintió, pero no dijo nada más. No sabía si esa mierda se debía a Changbin, a Jisung o a que el rubio estaba teniendo un mal día, pero no le gustaba —. ¿Se conocieron allí? En Australia, digo.
—No, nos conocimos aquí, en la escuela de los niños, de hecho. —contestó Chan—. Luego le presenté a Seungmin y resultó ser un gran fan de su música.
A partir de ese momento, Bang Chan decidió que era buena idea contarle todos los logros de su marido. No le pareció mal, se veía realmente orgulloso y miraba al omega más alto como si fuera la cosa más hermosa del mundo. Félix se incorporó también a la conversación, soltándose un poco más y haciéndolo sentir más cómodo. Eran geniales, esos tres adultos y el niño eran divertidos y familiares, Lee nunca se había sentido tan a gusto en medio de desconocidos.
El olor de la lavanda fresca precedió a la entrada de las dos personas que faltaban allí. Su lobo movió la cola, contento y no pudo evitar mirar a Han con ojos brillantes. Su pelo todavía estaba un poco húmedo y tenía las mejillas sonrojadas por el calor de la ducha. Suni entró y se sentó en el suelo junto a Hoshi y Felix, Jisung pareció dudar, sin saber muy bien en qué sofá colocarse.
—Ven, Jisung, siéntate aquí —ofreció Bang Chan, señalando justo el lugar al lado de Minho. Casi le dio un abrazo al hombre cuando tuvo al omega al lado y pudo respirar más de cerca su aroma.
—¿Cómo se ha portado Hoshi en taekwondo?
—Me porté bien —se defendió el pequeño.
—Sí, casi tenemos un incidente de pipí, pero todo fue bien.
—¿Un incidente de pipí? —preguntó Seungmin.
—Solo me olvidé de decirle a Seo sabumnim que tenía ganas de hacer pipí. Pero el señor-papá-de-Suni me llevó al baño a tiempo —explicó el niño tranquilamente.
—Sabes ir al baño solo, Hoshi —dijo Seungmin—, ¿por qué no pediste permiso antes?
—¡Porque estaba enseñándonos a dar patadas, Pa! ¿Cómo iba a irme? Además, solo se me escapó un poquito. El señor-papá-de-Suni corrió rápido como Flash y me llevó. Y luego me puse otro pantalón porque decía que estaba mojado. Pero no estaba tan mojado, está más mojado cuando me meto en la piscina.
—No es lo mismo el agua de la piscina que el pipí —intervino Bang Chan.
—Pero yo hago pipí en la piscina...
—¡Hoshi! ¡No se puede hacer pipí en la piscina! Te lo hemos dicho mil veces.
—¡Pero es que no me da tiempo a ir al baño! —replicó, con la carita triste. Suni se subió al puf y le pasó una mano por los hombros.
—Tranquilo, yo también me hago pipí en la piscina —susurró, pero todos fueron capaces de oírlo.
—Bebita, no se puede hacer pipí en la piscina, ninguno de los dos debería —reclamó Felix, los niños lo miraron con pucheros—. Bueno, ¿por qué no vamos a hacer un bizcocho los tres? Así dejaremos que los ancianos hablen de cosas aburridas.
—¡Sí! —gritaron al unísono, levantándose y echando a correr hacia la cocina.
—Me tomaré la libertad de hurgar en tu cocina, Seungmin —dijo el omega, levantándose también.
—Es toda tuya, últimamente a penas la tocamos.
Felix se marchó detrás de los pequeños riendo. Minho miró a la pareja anfitriona.
—¿Quién cocina?
—Normalmente, el señor o la señora Kang, están contratados de lunes a viernes para hacer la comida y adecentar la casa. Los fines de semana pedimos comida —comentó Kim. Se preguntó cómo sería vivir así, con todo hecho, sin tener que conformarse con fideos instantáneos cuando no te apetecía cocinar—. ¿Tú cocinas, Minho hyung?
—Sí claro, con el sueldo de profesor no da para pagar un chef —bromeó—. Además, comparto piso con Changbin desde hace años, así que hemos tenido que aprender a repartir las tareas.
—Mi sueldo tampoco da para un chef y no sé ni usar bien la arrocera —murmuró Jisung con un puchero—. Y mira que lo he intentado, pero soy un maldito desastre. Si no fuera por Felix, Suni y yo moriríamos de hambre.
—Y... ¿Hwang? ¿No cocina él? —preguntó tímidamente. Algo se enturbió en la mirada del chico y negó con la cabeza.
—Ese es más inútil que yo —contestó. Acababa de decidir que quería hacerle el desayuno, el almuerzo y la cena cada día a ese omega.
El resto de la conversación se fue por otros derroteros, hablando del ascenso de Jisung, del nuevo disco de Seungmin o del local de comida que Bang Chan quería abrir en Itaewon. En algún momento, Minho había entrado a la cocina para encontrarse a Suni y Hoshi llenos de harina y un atareado Felix metiendo en el horno un molde de bizcocho redondo.
Sonrió con ternura y se acercó a los niños para limpiarles la cara con unas servilletas húmedas. Llevaban un par de delantales azules con un tigre y una ardilla bordados. Le pareció adorable.
—Nos lo regaló el tío Felix —explicó Hoshi—. Dice que es para que no seamos unos inútiles como nuestros padres. —Minho rio en voz alta.
—¿Usted sabe hacer comida, señor Lee? —preguntó Suni.
—Sí, claro que sé.
—Pues podría venir un día a nuestra casa, cuando el tío Felix no pueda, y hacernos. Papá Jisung y papi Hyunjin cocinan fatal.
—Qué traidora eres, hija mía —exclamó Jisung desde la puerta, llevándose la mano al pecho en una pose dramática.
—¡Pero es verdad! Tú y papi cocinan terrible. ¡Ewwww! Cuando el tío Lixie esté ocupado, el señor Lee podría venir y hacer la comida. Seguro que su comida está muy rica.
—¿Quieres mudarte con el señor Lee? ¿Estás abandonando a tu padre por tu maestro de preescolar? —gimió, fingiendo que lloraba—. Me rompes el corazón, Han Suni.
—¡Que no! Solo creo que podría venir un día a casa. Solo uno, papá, te prometo que no te dejaré nunca jamás.
—Bueno, si me lo dices así, lo aceptaré, pero que sepas que el corazón de tu anciano padre está herido.
—Vale, luego te pongo una tirita —aseguró—. Señor Lee, ¿vendrá a casa un día para hacernos la comida?
—Ehm... —Miró a Jisung y a Felix, que observaba con atención aquella performance.
—Claro que sí irá, bebita —afirmó contundente el pecoso—. Algo me dice que papá y el señor Lee están deseando ir a casa para comer.
—¡Felix! —gritó Jisung, dándole un golpe en el hombro.
—¿Qué pasa? ¡No he dicho nada, omega psicótico!
—Estás diciendo cerdadas delante de los niños —gruñó entre dientes.
—¿Yo? —exclamó con falsa inocencia—. Eres tú el que ha pensado mal, puerco. ¿Verdad, señor Lee? ¿A que usted no ha pensado mal? —Le guiñó un ojo y Minho enrojeció completamente porque, efectivamente, estaba pensando muy mal—. Vaya, vaya, es posible que todo el mundo esté pensando mal de pronto...
—¿Pensar mal es como cuando uno se equivoca al leer una letra? —preguntó Hoshi.
—Sí, pequeño, justo eso —aseguró Felix —. Entonces, señor Lee, ¿le apetece ir a casa de Jisung a hacerle la comida?
—¡Felix, por Dios! ¡Deja de ponerme en evidencia!
—Sí, no me importaría... —contestó Minho, inseguro. Los dos adultos le miraron con los ojos muy abiertos.
—¡Mañana es un buen día, señor Lee! —aseguró el rubio.
—Mañana, pero...
—Nada de peros, mañana es un gran día.
—Pero yo mañana me voy con papi... —susurró Suni, triste.
—Bueno, papá Jisung te guardará algo de la comida que haga el señor Lee. ¿De acuerdo?
—Hmm... Bueno... Pero me apetecía jugar con el señor Lee y enseñarle mis juguetes...
—Ya, bebita, pero ellos van a jugar a sus cosas de adultos, tú irás con papi Hyunjin a algún sitio divertido.
—¡ADIÓS! —chilló Jisung saliendo de la habitación. Minho corrió tras él porque no podía seguir enfrentando la vergüenza que Felix le hacía sentir.
—Jisung... —lo llamó en el pasillo, antes de llegar al salón donde esperaban los Bang.
—Lo siento por todo eso, Felix es un imbécil a veces. No hagas caso a nada.
—Oh, ¿a nada? —No quería sonar tan decepcionado, pero no pudo evitarlo. El omega mortificado le miró, sus mejillas se pusieron más rojas. Era jodidamente adorable y quería besarlo en ese instante—. ¿No quieres probar mi comida? —se atrevió a decir. Los ojos se abrieron más justo antes de apartar la mirada. Minho, envalentonado, le puso una mano en el brazo.
—Si no tienes plan... Ven mañana a casa... Estaré solo... —susurró, justo antes de huir despavorido para ponerse a salvo en el salón de los Bang-Kim.
El corazón de Minho iba a explotar.
***
¿Navegantes, se imaginan que dejase aquí este tremendo cliffhanger de que MAÑANA se van a encontrar?
Pero no soy tan mala, además, estoy subiendo de tres en tres, así que es justo que suba un tercero, ¿no?
¡Nos vemos en el infierno! 😈😈😈😈
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top