15. ¿Por qué hueles así?

Que rico, observó en su mente, restregando la cara por la fuente de ese olor tan apetitoso. El cuerpo caliente a su lado le hacía querer ronronear y acurrucarse más contra el pecho fornido con aroma a café.

Espera.

Espera un momento.

¿Cómo que un pecho?

¿Como que café?

Jisung abrió los ojos aterrorizado y ahogó un grito. Se incorporó rápidamente y su cabeza dio un vuelco infernal que casi le hace vomitar.

¿Cuánto bebí?

«Mucho», contestó el lobo.

¿Qué hice?

«No sé, no me acuerdo».

Maldito chucho, ¿para qué demonios existes si no me proteges de esta mierda?

«Baja el tonito, hermano».

Jisung gruñó en voz alta y escuchó el gemido cansado del random que dormía a su lado.

No, no era un random. Era un alfa. Un alfa semidesnudo con la boca entreabierta y la baba cayéndole de la comisura. Un alfa al que, para su maldita desgracia, conocía.

Apretando los dientes se levantó de la cama con todo el sigilo que pudo. Por suerte, aún llevaba los pantalones puestos. Miró la hora en su teléfono, eran las seis y media de la mañana. Jesucristo, ¿Se había follado al profesor de Suni? ¿Había practicado el fornicio con el señor Lee?

Su cabeza iba a explotar.

Encontró su camisa y se la puso, saliendo del cuarto que olía intensamente a él, a Lee y a su excitación. No le dolía nada, así que era posible que su culo estuviera intacto. Todavía quedaba un resquicio de esperanza de que Lee no se acordara tampoco de cómo demonios había llegado allí. Con pasos veloces se dirigió a la puerta que parecía la salida, decidido a desaparecer para siempre.

Pero, claro, a Jisung todo le salía mal.

Cuando llegó a la altura del sofá, escuchó el traqueteo de la vajilla.

«Uy, quieto».

Sus ojos se abrieron completamente cuando divisó a un sorprendidísimo Seo sabumnim con una taza vacía en la mano, un pijama peludo de color rosa y el pelo hecho un desastre. Se miraron como veinte horas, ninguno se atrevía a moverse.

—¿Qué diablos?

—No me ha visto —dijo al mismo tiempo—, yo no he estado aquí.

Echó a correr hacia la puerta como si su vida dependiera de ello. Se calzó mal los zapatos y agarró un abrigo cualquiera del perchero, porque fue incapaz de encontrar el suyo.

—¿Han Jisung? —exclamó Seo detrás de él. Se volteó el tiempo necesario para mirarlo.

—Adiós —respondió, haciendo una reverencia y huyendo del lugar del crimen.

Se puso la chaqueta y se calzó los talones de los zapatos en el ascensor. Su corazón latía a mil revoluciones por minuto, no descartaba que le fuera a dar un infarto en cualquier momento. Completamente desubicado, salió a la calle. Estaba amaneciendo y no pasaban muchos coches. Llamó a un taxi por teléfono y rezó a todos los dioses que conocía porque el alfa no bajara a buscarlo antes de que llegara su transporte.

Hyunjin se frotó los ojos. A oscuras, caminó hasta la puerta que alguien trataba de forzar pulsando todos los botones de la cerradura electrónica al mismo tiempo. Si algún vecino estaba molestando otra vez iba a tener que hablar con el administrador de la finca, eso era intolerable.

Se asomó por la mirilla y arrugó la frente desconcertado. Abrió un segundo después y el omega cayó contra él como un saco. Tuvo que agarrarse a la pared para que no acabaran los dos en el suelo.

—¿Felix? —preguntó, confuso.

—¿Donde esdá Jizu? —balbuceó—. ¿Onde esdá mi obega?

—Baja la voz, idiota, vas a despertar a Suni —se quejó. El pecoso abrió mucho los ojos y se tapó la boca con las dos manos.

Intentó agacharse para quitarse las botas, pero se tambaleó. Hyunjin lo enderezó, apoyándolo en el mueble de la entrada para desatar sus zapatos. Lo ayudó a descalzarse y dejó que se colgara de él para llevarlo al sofá del salón. El idiota canturreaba algo en su oído.

—¿Qué haces aquí? ¿Dónde dejaste a Jisung? —cuestionó Hyunjin, ahora totalmente despierto.

—¿Jizu no esdá aquí? Pero draje su chagueda —Felix levantó el abrigo que mantenía en la mano—. ¿Esdá sin abrigo? Se va a enferbar... —Los ojos grandes brillaron con tristeza y apretó la prenda de Jisung contra su pecho. Hyunjin rodó los suyos, harto.

—Seguramente no tarde, dijo que volvería al amanecer —soltó, restándole importancia.

—Voy a hacerle el desayuno a mi obega —aseguró, con la voz pastosa. Intentó levantarse, pero el alfa lo paró, presionándolo contra el sofá.

—No vas a hacer nada, quédate ahí y haré un café para los dos.

—¿You cook? —Hyunjin negó con la cabeza—. Jizu tampogo... ¿Guién cook en this house? Oh, Dios bío, esdáis madando de hambre a mi bebida.

—No estamos matándola de hambre, Felix, no digas tonterías. Y no es tu bebita, es mía, mi hija.

—Alfa egoísda —gruñó—, es mi bebida, ¡belotinto!

—He dicho que bajes la voz, Suni está durmiendo en el cuarto de Jisung.

Berdooooon —susurró —¿Bero guién gocina?

—Jisung cocina, su comida apesta, pero no quiere salir a cenar cuando se lo propongo, así que Suni y yo tenemos que alimentarnos de sopa y arroz.

—¡Alfa desagradecido! —exclamó de pronto. Hyunjin le miró, cada segundo más confundido.

—¿Qué dices?

—¿Jizu esdá haciendo todo bor ti y tú se lo bagas siendo un desagradecido. Yo debería ser el badre de Suni y no un belotinto gomo tú.

—Félix estás borracho, no te lo tendré en cuenta. Pero no te pases ni un pelo.

El olor a fresas se esparció por la habitación. Hyunjin se rascó la nariz, molesto.

El omega estaba sentado con la espalda recta, oscilando como un péndulo, con un ojo medio cerrado y el otro abierto. Pero no podía obviar la cara de enfado, como si quisiera golpearlo. Hyunjin no tenía ganas de pelear, pero tampoco iba a permitir esos desplantes.

—¿No entiendes gue le esdás jodiendo la vida? Brimero guerías guitarnos a nuestra bebida y ahora le ogupas la gasa... ¡Normal gue no guiera volver hasta el amanecer! No guiere ver du gara de egoísda.

—¡ES MI HIJA, FELIX! —exclamó, exasperado.

—Shhh, no grites, Suni esdá durmiendo...

—Vete a la mierda, imbécil. No te metas en mi vida. Esa niña es mi hija y tengo el mismo derecho que Jisung a estar con ella.

—¿¡Lo ves!? Se la guieres robar. Bero no lo voy a bermidir. No vas a hacer gue mi obega sufra más. I'm gonna kick your ass fuera de esda gasa y Jizu volverá a ser feliz.

—Yo soy el que te voy a patear fuera de mi casa, Félix, estoy harto de tu mierda —gruñó agresivamente.

Su aroma se hizo más fuerte y el omega respondió aumentando su amenaza. Hyunjin estaba a punto de abofetear a ese idiota y tirarlo por la ventana.

Clic.

La cerradura de la puerta sonó y los dos miraron hacia el pasillo de la entrada. Escuchó el traqueteo de los zapatos y un segundo después Jisung apareció en el salón. Los miró a los dos sin entender nada y sacudió la cabeza.

—¿Estoy dormido? —preguntó.

—No, pero deberías estarlo. Son las siete de la mañana.

—No me sermonees, no encontraba un taxi y me duele la cabeza.

Caminó hacia la cocina y lo escuchó llenarse un vaso de agua. Hyunjin lo siguió y, por los pasos accidentados a su espalda, parecía que Felix también. Cuando entró a la estancia, arrugó la nariz. Comprobó que la cafetera estaba limpia y se acercó más a Jisung, que apoyaba la mano sobre la encimera, con la cabeza baja.

Percibió el aroma familiar encima del omega y su lobo se puso alerta. Olfateó cerca del cuello del chico antes de que se girase asustado.

—¿Qué haces? Joder, que susto. Haz ruido cuando vayas a acercarte así.

—¿Por qué hueles de esa manera? —Los ojitos de la ardilla se ampliaron.

—A ver, ¿a gue hueles? —Felix lo empujó y se agarró del cuello de Jisung, aspirando fuerte—. Hueles a alfa. ¿Be esdás engañando, obega? ¿Bor gué no llevas abrigo? Creí gue de enfermarías —lloriqueó en su hombro y Jisung lo abrazó—. ¿Bor gué no me has llamado bara venir a hacer la cena? ¿Ya no me guieres? ¿Ya no guieres ser mi obega? ¿Me gambias bor el belotinto?

—Lixie, cálmate, estás borracho. No te he cambiado por nadie...

—¿Por qué hueles así? —insistió Hyunjin.

—¿Perdón?

—¿Por qué hueles al profesor de Suni? ¿Por qué estás todo impregnado de sus feromonas? ¿Te acostaste con él?

—Uy, gué berra... Te lo tenías galladito —murmuró el rubio.

—Eso no es asunto tuyo. Con quien me acueste o deje de acostarme no es tu puto asunto.

—¡¡PERIODT!!! —exclamó Félix con una risita.

Hyunjin gruñó. Jisung le enseñó los dientes. Su lobo estaba disparatado, no entendía por qué esos dos omegas estaban comportándose de esa manera y el olor intenso del profesor dentro de la cocina lo ponía frenético.

El papá de su hija llevó a Felix hasta una silla y lo dejó caer allí. Le acarició la cara y le acercó un vaso de agua en un silencio espectral. La tensión podía cortarse con un cuchillo. Hyunjin se sentía engañado, traicionado y ultrajado. No le había gustado ese alfa desde el primer momento, su olor intenso sobre su hija lo hacía sentir inseguro. Y ahora Jisung llegaba a casa apestando a él.

—Por eso lo defendiste. Porque te gusta —acusó, enfadado con él—. Eres capaz de dejar a tu hija en manos de un alfa desconocido solo porque te gusta.

La bofetada sonó alta y clara en la cocina. Tan violenta e inesperada que hasta Felix aspiró el aire asustado. El dolor nació en su mejilla pero lo recorrió hasta los pies. Se llevó la mano al lugar, sorprendido de que el padre de su hija pudiera hacer algo así. Han tenía las pupilas en llamas, casi podía ver el fuego saliendo de su cabeza.

Su olor, normalmente suave y tranquilizador, se tornó violento de una forma que Hyunjin nunca había experimentado. El otro omega en la habitación respondió de la misma forma, tratándolo como una amenaza, como un intruso. Él no era un intruso, él era parte de esa especie de familia, el padre de Suni, el ex mejor amigo de Jisung, el alfa que debía protegerlos.

—En tu maldita vida vuelvas a insinuar algo como eso —escupió el moreno, con los dientes apretados.

—¿Papi? ¿Papá? —La voz de Suni llegó desde el salón.

—Me la llevaré a su habitación —dijo.

Se observaron unos a otros unos segundos más. Hyunjin decidió salir de la cocina e ir a por su niña para apartarla de ese ánimo de mierda y de esos olores agresivos. Aunque todavía fuera un bebé, era capaz de percibirlos de alguna manera.

—Ven conmigo un ratito y después iremos a desayunar —murmuró, alzándola en brazos.

—¿Y papá?

—Papá se va a dormir, ha tenido una noche larga.

—Ah... ¿Podemos ir al parque hoy?

—Si cariño, iremos a desayunar y después al parque. Busquemos una ropa bonita y nos damos un baño. —La pequeña asintió contenta. Hyunjin entró a la habitación y escuchó los pasos en el pasillo y a Jisung intentando silenciar a Felix. Casi gruñe otra vez recordando el olor a café.

No sabía qué hora era ni cómo había llegado a esa cama mullida, pero agradeció el olor a lavanda que cubría todo a su alrededor. Acarició la mano que le rodeaba la cintura y escuchó el gruñido de Jisung a su espalda. El omega se pegó más. Han odiaba ser la cucharita grande, y sin embargo no parecía dispuesto a soltarlo.

Abrió los párpados y casi se le sale el corazón del cuerpo cuando se encontró con dos pequeños ojos negros mirándolo fijamente.

—Suni, qué susto me has dado —murmuró, con la voz muchísimo más ronca de lo normal. La niña le observó en silencio—. ¿Estás bien? ¿Ha pasado algo? —Trató de zafarse de la trampa de los brazos de Jisung, pero no se lo permitió.

—Tío Lixie... Es hora de que me digas la verdad —sentenció, cruzando los bracitos.

—¿Qué verdad, bebita?

—¿Tú eres malandro? —preguntó, con un tono mortalmente serio y su ceño fruncido.

Felix se echó a reír de forma escandalosa. La niña se sorprendió, ladeando la cabeza como un cachorro. Jisung gimió una maldición a su espalda y se giró, liberándolo por fin. Aprovechó para incorporarse con un ligero dolor de cabeza, aupó en brazos a la niña y le dio un montón de besos en la cara.

—Claro que no, Suni, soy chef —contestó, apretujándole las mejillas.

—Ya basta, tío Lix, te huele el aliento —se quejó, apartándolo.

—Me lavaré los dientes y te haré la comida, ¿te parece?

—Ya comí, papi me llevó a desayunar y después al parque, después al centro comercial y después a comer.

—¿Qué hora es, Suni?

—No sé, no sé leer la hora todavía —afirmó, encogiéndose de hombros. Felix se rio otra vez y la sentó sobre su padre, que se quejó, despertándose por fin.

—¿Alguien puede cortarme la cabeza? —Su voz sonaba rasposa, casi tanto como la de Felix.

—No, papá, si pierdes la cabeza no tendrás pelo para peinarte.

—Ah, es verdad. Entonces tomaré un paracetamol —aseguró, abrazando a la bebé.

Felix se levantó y fue al baño. Hizo sus necesidades y se dio cuenta de que llevaba un pijama de su amigo puesto. El chico entró mientras se lavaba los dientes y orinó a su espalda con un suspiro cansado.

—¿Me cambiaste de ropa? —le preguntó, robándole sus productos de la cara para ponerse un poco.

—Te duché, bueno, me metí en la ducha contigo. Yo también necesitaba una y no quería tardar mucho.

—Mierda, qué borrachera... —susurró, mientras Jisung le daba a la cisterna y se colocaba a su lado para lavarse los dientes.

—Y que lo digas...

Un recuerdo confuso llegó a su cabeza: el omega abofeteando a Hyunjin en la cocina. Abrió los ojos mirando a su amigo.

—Sungie, ¿le pegaste a Hyunjin? —preguntó. El chico observó su reflejo en el espejo, con la comisura de la boca llena de pasta de dientes. Asintió en silencio—. ¿Por qué? ¿Qué pasó? Tengo como lagunas...

—Ya hablaremos de eso —murmuró Jisung, después de enjuagarse.

Felix miró fijamente a su amigo y se fijó en el chupetón que cargaba en el cuello.

—Cabrón, ¿quién te hizo eso en el cuello? —Acercó los dedos al lugar y el chico se espantó, tapándose.

Suni entró en el baño arrastrando un abrigo que no había visto nunca.

—Papá, ¿vino el señor Lee a casa?

—¿Qué? —Felix no entendía nada.

—Esta es la chaqueta del señor Lee.

—No, claro que no, Suni, es mía, esa chaqueta es mía —respondió Jisung nervioso, arrebatándosela. La niña no pareció convencida—. Me la compré hace poco. Es mía.

—Pero tiene el parche de conejito del señor Lee —insistió, señalando el bolsillo delantero.

—Es que la venden así. La venden con un parche de conejito.

—Eso es una mentira. Me dijiste que no se dicen mentiras y estás mintiendo, papá.

—No estoy mintiendo, esta chaqueta la venden con el parche del conejito. ¿Acaso no tienes tú chaquetas con parches? —La pequeña arrugó la frente—. Se venden abrigos con parches.

—Eso ya lo sé, pero esa chaqueta es del señor Lee —insistió—. Hoshi le regaló el parche al señor Lee porque lo vio en el centro comercial y dijo que le recordaba a él —aseguró la niña—. Chan-papá-de-Hoshi lo compró y Hoshi se lo trajo. El señor Lee nos enseñó la chaqueta al día siguiente y le dio muchas gracias a Chan-papá-de-Hoshi. No me quieras ver la cara.

—¿Jisung? —Felix lo miró fijamente, recordando algunas cosas más de la noche anterior.

—Ahora que lo pienso, me encontré al señor Lee y se dejó olvidada la chaqueta. Entonces la recogí para devolvérsela —inventó, rascándose la nuca—. ¿Por qué no vas a ver la tele? ¿Dónde está papi Hyunjin? —siguió, cambiando de tema abruptamente.

—Se fue a mi cuarto cuando le dije que ya estábais despiertos, dice que está cansado. Papi está viejo, cuando salimos con Innie oppa siempre duerme la siesta. Innie oppa dice que no aguanta ni un asalto porque es un anciano.

—Ah... —susurró Jisung, poniendo la chaqueta a su espalda.

—Bebita, espéranos en el salón, voy a hacerte un montón de comida rica para que tengas para toda la semana. —Los ojitos de la niña se iluminaron.

—Tío Lixie, cuando Innie oppa vuelva de su viaje podemos invitarlo. Es genial, te va a gustar mucho. A él no le da miedo subirse a las cosas del parque de atracciones y juega súper bien a la consola. Seguro que tú también le gustarás a él, aunque seas malandro.

—Suni, no soy un malandro —la corrigió—. Pero está bien, cuando ese chico vuelva lo invitaremos. Ahora vete a esperarnos al salón.

La niña asintió y se marchó contenta, un instante después se giró, mirando fijamente a su amigo, que respiraba con dificultad. Tenía las mejillas rojas como un tomate. Huyó del baño hacia su habitación con la chaqueta en las manos, pero se la arrebató y la olió.

—Joder, ¿te acostaste con el señor Lee? —preguntó, cuando el chico recuperó la chaqueta de sus manos y la guardó sin cuidado en su armario.

—Creo que no, porque no me duele nada... Pero me desperté en su cama y estaba medio desnudo... —gimió, avergonzado.

—Hijo de puta, qué suerte...

—¿Suerte? ¡Es el maestro de Suni!

—¿Y qué? ¿Tiene pareja? —Jisung se encogió de hombros—. ¿Entonces? ¿Cuál es el problema? Sois adultos y él está como para hacerle un favor.

—Joder, Felix, estaba borracho y solo recuerdo que le comí la boca... Dios mío, qué vergüenza... ¿Cómo voy a mirarlo a la cara?

—Hombre, no creo que él estuviera en contra si te llevó a su casa. No seas imbécil, Sungie, ese chico está bueno, a priori parece estar soltero y supongo que le gustas, si no, no te hubiera dejado dormir en su casa.

—Me desperté abrazado a él... —susurró.

—¡Santa virgen de Loreto! ¡Él te hizo el chupetón! —exclamó, dándose cuenta—. Los calladitos siempre son los más puercos... Seguro que te lo follaste. Una pena que no puedas acordarte.

—Creo que no, de verdad, creo que no llegamos a eso... Solo recuerdo que hacía un montón de frío en su casa y que dormí unas cuantas horas... Cuando me desperté no sabía ni qué año era —lloriqueó. De pronto, abrió los ojos, como si se le hubiera encendido una bombilla en la cabeza—. Tú estuviste en esa casa.

—¿Qué dices?

—Tú sabías que Seo sabumnim vivía con él y no me lo dijiste —le acusó, señalándolo con el dedo—. Y, ¿qué tienes con él? ¿Por qué no has vuelto a las clases?

—No me cambies de tema, Jisung —gruñó, huyendo de aquella conversación incómoda—. Dormiste con el señor Lee, hazte cargo porque tienes que devolverle esa chaqueta.

—Cállate, no me lo recuerdes.

Su amigo salió de la habitación y Felix respiró tranquilo. Lo siguió, respirando tranquilo. De verdad no le apetecía contarle a Jisung que llevaba ignorando al alfa todo ese tiempo. 

***

Solo un aviso: en mis historias, no suele haber "malos", solo gente que hace cosas malas o cosas mal por distintas razones. 

¡Nos vemos en el infierno, navegantes!                             

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