14. Hace frío
Jisung nunca había tenido tanta suerte como cuando divisó, a través de la marabunta de cabezas que poblaban la discoteca, al adorable profesor Lee. Tuvo un segundo de duda, tampoco eran tan cercanos. Unos cuantos mensajes al día no construían una relación.
Pero mierda, le gustaba mucho.
Lee era adorable y educado y podía percibir una ligera ansiedad cuando hablaban. Sus mejillas se ponían rojas cada vez que Jisung soltaba alguna frase coqueta. Y eso lo divertía muchísimo. Además, olía bien, olía realmente bien: a café recién molido. El café era la bebida favorita del omega. Bien, tal vez no, pero sí que disfrutaba de un buen americano por la mañana. Podría disfrutar de un buen coreano a cualquier hora, por ejemplo, en ese instante, en esa discoteca.
Bebió toda la copa que tenía sobre la mesa para armarse de valor. No es como si le hiciera demasiada falta, teniendo en cuenta que ya estaba borracho. Caminó a trompicones por la pista, esquivando a los bailarines sudorosos, intentando llegar al inocente profesor que miraba a todos lados desconcertado.
—Hola, bonito —dijo una chica, colocándose justo delante de él.
«Estúpida alfa, apártate de mi camino», gruñó su lobo. Jisung casi lo dijo en voz alta.
—Ehm... Hola —saludó en su lugar.
—¿Cómo te llamas?
—Han —contestó, tratando de buscar al alfa que sí le interesaba por encima del hombro de la chica.
—¿Estás solo, Han? ¿Puedo invitarte a una copa?
—No, muchas gracias, nuna, me están esperando —mintió, queriendo esquivarla.
—Oh, ¿te espera tu alfa? No hueles a alfa...
—Eh... —Jisung dudó unos segundos, olía muchísimo a Felix porque al idiota le encantaba impregnarlo todo con su esencia a fresas, pero podia mentirle y decirle que su alfa le estaba esperando.
«Nuestro alfa está esperando», aseguró el chucho, convencido de que Lee Minho era el poseedor del título aunque solo había cruzado cuatro conversaciones de mierda con él.
—Venga, te invito a una copa, vamos a la barra —insistió sonriente la chica. Era guapa, con el pelo rizado y un par de bonitos hoyuelos en sus mejillas, pero no era lo que le apetecía en ese momento.
Lo tomó de la muñeca con suavidad y tiró para acercarlo un poco más a ella. Olía a roble, no era desagradable, pero estaba más interesado en cierto olor a café que pareció inundar sus fosas nasales repentinamente.
Un cuerpo ancho y un poco más alto que el suyo se colocó a su espalda. El calor se hizo casi insoportable. La alfa miró al visitante inesperado frunciendo el ceño. Jisung estaba casi desconectado, sobre todo cuando una mano ajena le rodeó para posarse en su vientre.
—No creo que sea posible —aseguró el alfa a su espalda. Sus feromonas fueron brutalmente posesivas. Han nunca admitiría en voz alta que aquella mierda le había puesto un poquito cachondo.
Volteó la cabeza para ver al muchacho y ese ligero cosquilleo se convirtió en un aviso claro de excitación. Su entrepierna se llenó en los pantalones cuando descubrió a Minho tan cerca de él, observando fijamente a la alfa que pretendía emborrachar todavía más a Jisung.
¿Cuándo se puso tan sexy?
«Siempre ha sido sexy»
—Bueno, cálmate. Solo estaba tratando de invitar al omega a una copa —avisó la chica.
—No tienes por qué hacerlo. Y suéltale la mano. —Su voz sonaba autoritaria y algo le decía que estaba enfadado. Su lobo ronroneó de placer cuando lo apretó con más decisión contra su cuerpo.
—Amigo, no he hecho nada malo. El omega lleva solo toda la noche —aclaró ella, soltando el brazo de Han.
—Estaba esperándome. Así que ya puedes apartarte, me llevaré a mi omega de aquí.
Jisung jadeó inconscientemente y ambos alfas se dieron cuenta. La muchacha levantó una ceja escéptica, pero gracias al cielo se marchó de allí. Minho no lo soltó. Su brazo seguía alrededor de su cintura como el dispositivo de seguridad de una montaña rusa. Lo empujó, dirigiéndolo a la salida de la discoteca. Ni siquiera pensó en que hacía mucho frío porque el calor del cuerpo ajeno estaba calentándolo como una hoguera.
—¿Por qué has bebido tanto? —preguntó Minho, frustrado, apartándolo de la entrada.
—No he bebido tanto... —se excusó en el momento en el que el hombre lo soltaba. Su lobo lloriqueó, exigiendo que se pegase a él.
—Estás borrachísimo. Otra vez. Siempre que te veo aquí estás borracho —se quejó, echándose el pelo hacia atrás.
—¿Nos hemos visto antes aquí? —Jisung se tambaleó al dar un paso y casi cae al suelo. El hombre volvió a tomarlo por la cintura pegándolo a su cuerpo y sintió sus mejillas calentarse casi tanto como lo que guardaba en sus pantalones.
—Te vi una vez, el señor Bang te llevó a casa —contestó Minho en voz baja.
Jisung tuvo una especie de revelación, como si todo cobrara sentido repentinamente.
—Por eso reconocía tu olor —murmuró, encarándolo—, estabas aquí el día que tuve mi celo... —Se colgó de su cuello y el chico lo miró sorprendido, con los ojos muy abiertos—. Tienes unos ojos muy bonitos, señor Lee...
—Minho.
—Eso, Minho... Minho hyung —Jisung pudo ver la media sonrisa que movió la mejilla ajena—. También tienes la nariz más perfecta que he visto en mi vida... No es justo que seas tan guapo. —Acarició con su dedo índice el puente de la nariz y la respiración de Lee se aceleró.
—Jisung... —susurró, como una advertencia, antes de empujarlo contra la pared lateral del edificio para apartarlo—. Estás borracho.
—¿Tienes pareja? —preguntó, el muchacho negó.
Agarró las solapas de su chaqueta, atrayéndolo más cerca. El alfa tuvo que posar sus manos en la pared para no caer de bruces contra él. Han se lamió los labios y tomó una respiración profunda, embebíendose del intenso olor a café que el chico parecía incapaz de contener. No quería que se contuviera, santo infierno, quería que dejase esas feromonas sobre su piel, que no fuera capaz de quitárselas de encima ni dándose un baño de alcohol.
Jisung subió sus palmas por el cuello ajeno y enredó los dedos en el pelo de su nuca. Se mordió el labio observando esos belfos perfilados que el alfa entreabrió. Sus dientecitos de conejo se intuían entre la rosada carne. Quería besarlo. Estaba un poco mareado y no podía enfocar bien la vista, pero quería besarlo durante mucho rato.
Un resquicio de raciocinio le golpeó en su confuso cerebro, era el profesor de la guardería de Suni, era el alfa que los otros padres rechazaban, el que dejaba sus feromonas sobre su hija y hacía que Hyunjin se volviera una perra gruñona y rabiosa. Pero también era jodidamente guapo y estaba mirándolo como si quisiera comerlo. Jisung estaba dispuesto a desnudarse y ponerse una guinda en la punta de la polla si ese hombre le dejaba follarle la boca.
Tenía que besarlo. O lo besaba o se moría. En cualquier caso, podría alegar enajenación mental transitoria si las cosas se tornaban raras.
«La vida es una, Sung». Tenía que hacerle caso al chucho, ¿no? Todos decían que tenía que estar en sintonía con su lobo, así que le pareció un buen momento para empezar a hacerle caso a la bestia inestable.
Acarició el pelo lacio y escuchó el suspiro ajeno. Tiró un poco más del cuello y se puso de puntillas, lo suficiente como para saborear esa boca bonita que guardaba unos dientes perlados. En cuanto sus labios se tocaron, Han gimió, con su polla llenándose en sus pantalones por completo y su culo deseoso de recibir lo que el alfa tuviera para darle.
Minho también gimió.
Sus manos abandonaron la pared para ceñirse a su cintura, el cuerpo grande lo aprisionó contra el ladrillo de la pared. Le saqueó la boca, seguro de que debía esconder algún tesoro en esa garganta. Sus lenguas pelearon juntas. El toque de su espalda se convirtió en demandante. En un segundo, Jisung estaba subido sobre su muslo, cabalgando como un jinete, mientras las manos ajenas se clavaban en sus nalgas. Iba a romperle el pantalón, si seguía tirando de esa manera tan violenta se quedaría con el culo al aire.
El alfa se apartó de sus labios para enterrar la cara en su cuello y aspirar a todo lo que daban sus pulmones. Los dedos ajenos le dirigieron, meneándolo sobre el muslo ancho y musculoso. La fricción era torturadora y casi se corre cuando los labios se posaron sobre la piel que cubría su glándula de olor, chupando con fuerza.
—Ah... Joder, sí... —gimió, desconociéndose.
—Basta —gruñó, apartándose de forma repentina del hueco de su cuello.
Tenía los ojos brillantes y los labios húmedos y rojos. Quiso besarlo una vez más, pero lo detuvo con firmeza. Apretaba la mandíbula tan fuerte que creyó que se le saltaría una muela.
—Minho hyung... —llamó, oscilando sus caderas sobre el muslo que todavía estaba entre sus piernas.
—Basta, Jisung, estamos en la calle —exclamó en un susurro.
Han miró a todos lados. Todavía era pronto, apenas llevaba bebiendo dos horas (en las que se encargó de embriagarse al máximo) así que había un número indecente de personas esperando en la cola de entrada. Ojalá estuviera lo suficientemente sobrio para avergonzarse.
Lo agarró de la mano y tiró de él hacia la carretera, directo a la parada de taxis.
—Mi coche está ahí —afirmó, señalando a la acera de enfrente.
—¿No habrás bebido, verdad?
—Apenas acababa de entrar a la discoteca cuando te vi con esa alfa —gruñó. Jisung le dio una mirada de medio lado y tiró de él para cruzar los cuatro carriles sin mirar. Minho gritó un montón de maldiciones cuando llegaron al otro lado—. ¿Estás loco? Podrían atropellarnos, joder...
—No lo hicieron —puntualizó, dándole una sonrisa inocente—, ahora llévame a tu casa —Metió las manos en los bolsillos del pantalón del alfa y el chico se asustó apartándose—. ¿Por qué huyes? ¿Tienes miedo que note que la tienes dura? —bromeó, soltando una risita.
Minho frunció el ceño y enrojeció, parecía un dibujo animado y era totalmente adorable. Jisung tropezó una vez más cuando el mareo se puso peor. El profesor le tomó de la cintura y prácticamente lo llevó en volandas hasta el asiento del copiloto. Le puso el cinturón y entró por el lado contrario rápidamente.
La mano de Jisung fue al muslo ajeno.
—Tienes buenas piernas...
—Jisung, para.
—¿Crees que podrías follarme mientras me cargas en brazos?
Minho estaba a punto de colapsar. El coche olía a su excitación y la de Jisung haciendo el aire prácticamente irrespirable. Estaba a punto de parar el coche y mandarlo todo a la mierda; de echar el sillón hacia atrás y ponerlo a saltar sobre su regazo.
La mano ajena presionó su muslo dos o tres veces más. Echó un vistazo de reojo al chico que estaba frotando sus piernas juntas como si necesitara más fricción. Minho quería dársela. Quería soltar el volante y agarrar esa erección que había notado antes, masturbarlo a conciencia y chupársela. Quería saborearlo, comérselo, consumirlo hasta que fuera nada más que un exhausto pedazo de carne marcada jadeando bajo su cuerpo. Quería arruinarlo, hacer un caos en su cama de saliva, semen y fluidos.
La mano del omega agarró el bulto que guardaba en sus pantalones y Minho jadeó por aire.
—Para, Jisung —ordenó, aterrorizado por tener un accidente y por no poder contenerse antes de saltar sobre él para devorarlo—. Ya estamos llegando...
El omega soltó algunas maldiciones, pero se calmó, volviendo a su asiento. Los siguientes minutos fueron como una penitencia: Jisung jadeaba de vez en cuando, con sus propias manos acariciando sus piernas delgadas; sus feromonas eran incontrolables y se mezclaban en el aire creando una exquisita combinación de excitación y posesividad. Minho no era estúpido, ese omega llegaría a su casa apestando a otro alfa, a uno que lo estaba marcando de todas las formas que le era posible con un olor que Hwang Hyunjin reconocería.
—¿Qué hacemos aquí? —preguntó el chico cuando aparcó frente a la entrada de su edificio.
—Te traje a casa....
—No, no, no, te dije que me lleves a tu casa. Es pronto, no quiero volver a casa aún, hoy es mi día libre, no quiero ir —balbuceó, haciendo un puchero.
—Jisung, tienes que subir a casa, estás borracho...
—No quiero —Se cruzó de brazos con una mueca infantil—. Todavía no son ni las 2 de la mañana, dije que volvería al amanecer, no quiero ver al estúpido alfa. Seguro que se ríe de mí por volver tan pronto.
Minho levantó las cejas, desconcertado.
—¿Qué pretendes que haga, entonces?
—Llévame a tu casa, Minho hyung. Me dijiste que no tienes pareja... —La expresión del chico cambió, sus ojos inocentes se convirtieron en dos llamas y se lamió los labios—. Vamos a tu casa, hyung, por favor... —susurró acercándose a él.
La mano volvió a su muslo y las feromonas seductoras lo marearon. No sabía si lo estaba haciendo a posta, pero Jisung parecía decidido a destruir cualquier rastro de moral que le quedara. Se mordió la boca justo antes de hacer un puchero inocente y quiso besarlo otra vez. Joder, quería seguir besándolo cada segundo. Han sabía dulce y sus besos eran tan demandantes como él parecía serlo.
Observando esa cara bonita un par de segundos más, dejó que su lobo tomase la decisión por él y arrancó camino a su apartamento.
El omega rio contento, dando unas palmaditas al saberse vencedor. Minho deseó poder cumplir todos sus caprichos. De hecho, se dio cuenta de que jamás podría negarle nada.
El intranquilo viaje culminó con Minho aparcando de cualquier forma cerca de su apartamento. Se dio cuenta de que el omega no traía abrigo justo en ese momento.
—¿Dónde está tu chaqueta? —preguntó.
—No sé —contestó, parpadeando lentamente.
Minho bufó cansado y salió del coche, trató de llegar al otro lado pero el chico ya estaba saliendo a trompicones. Tropezó con el bordillo de la acera y lo agarró por la cintura justo antes de que cayera al suelo. Han rio de forma escandalosa mientras el alfa lo llevaba hacia el edificio.
Entraron al ascensor y el chico aprovechó la posición para menear su culo respingón contra su entrepierna. Gruñó, abrumado, apretando con firmeza la cintura ajena. Se dijo a sí mismo que solo estaba manteniéndolo derecho, que esa mano no tenía nada que ver con lo cachondo que estaba ni con las ganas que tenía de bajar esos vaquero negros y darle unos cuantos azotes al omega travieso.
Abrió la puerta de su apartamento y depositó al chico con cuidado en la pared para arrodillarse y sacarse los zapatos. Descalzó también al omega y el pequeño pie se colocó en su hombro. Lo miró desde allí, tan inmenso, sensual y poderoso que pensó que quería estar arrodillado ante él para siempre. Su lobo se removía en su interior exigiendo que lo tocara.
Jisung se desabrochó los botones de la camisa con la respiración pesada. Minho aprovechó su posición para recorrer el frente con los ojos mientras su mano iba inconscientemente al muslo que mantenía al chico de pie. Su pecho lampiño y marcado se asomó entre las solapas y vislumbró la erección que le apretaba los pantalones formando un bulto en la tela.
Sus propios dedos subieron hasta la cintura estrecha del omega, acercándose más a él. Estaba a la altura perfecta para que abriera esa bragueta y le llenará la boca con su eje. Respiró hondo, inundando sus pulmones de la fragancia que lo obsesionaba y, al soltar el aire de una vez, golpeó sobre el ombligo desnudo del chico.
Jisung jadeó y volvió a enredar los dedos en su pelo, instándole a mirarlo a los ojos. Apoyó la barbilla en el vientre cálido del omega y las respiraciones de ambos se escucharon entrecortadas
—Cárgame hasta tu cama, hyung —pidió en un susurro.
«Obedece al omega». Por supuesto que lo hizo, Minho ya sabía que nunca podría negarle nada.
Se puso de pie de un salto y tomó al muchacho por los muslos, las piernas se enredaron alrededor de su cintura instantáneamente. Los labios de Jisung fueron directos a los suyos y no pudo más que seguirle en el beso devastador que estaba dándole. Probó los belfos ajenos mientras sus dedos se clavaban en sus nalgas con posesividad.
Jisung se apartó para enterrar la cara en su cuello y aspirar allí. Balbuceó un poco mientras entraba a su habitación y lo escuchó gemir claramente cuando lo tumbó en la cama. Se restregó contra las sábanas, oliéndolas, mientras su lobo se regocijaba de aquel momento; del omega excitado por su olor, de ese cuerpo delgado entre las sábanas deshechas de la cama donde se había masturbado pensando en él tantas veces. Era como un sueño hecho realidad.
Han se quitó del todo la camisa y un segundo después se quejó del frío. Minho lo pensó un instante, pero decidió que podría hacer un gasto extra este mes en calefacción. Salió de la habitación, recorriendo la casa hasta el termostato central y subió la temperatura hasta 25 grados, sabiendo que Changbin se lo echaría en cara igual que lo hizo él tantas veces.
Volvió a la habitación sacándose la chaqueta y la camiseta con velocidad y se encontró con una escena completamente inesperada: Jisung se arrebujaba bajo el nórdico y abrazaba su almohada, con la cara enterrada en ella. Minho sintió su corazón dolorido porque quería a ese omega en ese lugar cada noche del resto de su vida.
—Minho hyung, ven aquí, hace frío —se quejó.
Cumplió el deseo, metiéndose bajo los cobertores en el lado contrario al que él siempre dormía, que estaba ocupado en ese instante por un bonito omega semidesnudo y borracho que olía como el cielo.
Jisung reptó hasta enrollarse a su alrededor, descartando la almohada para enterrar la cara en su pecho desnudo y respirar hondo. Su lobo, todavía excitado, rasguñó para que lo tomara; Minho, por suerte para ambos, todavía tenía plena consciencia. Abrazó al chico imprengnándolo en sus feromonas, le gustaba como olía cuando el café y la lavanda se mezclaban sobre la piel de Han.
—Hace frío, pero tú estás calentito —balbuceó Han.
—Duérmete, Jisung —susurró, acariciándole la espalda.
—No te vayas o moriré congelado.
—No me iré, duerme tranquilo. Yo cuido de ti.
No pasaron ni treinta segundos antes de que los ligeros ronquidos se escaparan de la boca del omega. Minho no se apartó ni un centímetro de él.
***
¿CREYERON QUE SU PRIMERA VEZ JUNTOS IBA A SER CON ALCOHOL Y DUDOSO CONSENTIMIENTO DE POR MEDIO? not on my watch, navegantes, este fic es todo fluff y cosas cuquis, nada de turbiedades.
¡Nos vemos en el infierno!
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