12. ¡Mi hija es una malandra!

—¡Déjame en paz! —El grito de Suni sobresaltó a todo el mundo.

Los niños se quedaron en silencio, un silencio espectral. Jeong Eunji estaba en el suelo, mirándola como si se hubiera vuelto loca, con su labio inferior temblando. Hoshi se rascaba la mano nervioso, con sus ojos abiertos mirando de un lado a otro.

Minho se acercó cauteloso justo en el momento en el que Eunji empezaba a llorar a mares. La ayudó a levantarse y la pequeña se abrazó a su cuello.

—¿Qué ha pasado? —preguntó, en voz baja. Eunji sollozaba contra él y Suni lo miró frunciendo el ceño—. Suni, ¿por qué has empujado a Eunji?

La niña no contestó. Se quedó callada, con los brazos cruzados y sus mejillas rojas por la rabia y el llanto contenido. Minho no estaba entendiendo una mierda de lo que estaba pasando.

—Solo le dije que me prestara el color rojo —murmuró Eunji.

—¡Eso es mentira! —exclamó la pequeña Han, hablando por primera vez.

—Entonces, ¿cuál es la verdad? —preguntó Minho.

La niña en sus brazos dejó de llorar en algún momento, pero no se soltó de su cuello. Estaba sorprendido y no de una manera grata. Suni nunca gritaba, nunca trataba mal a los compañeros incluso cuando Eunji era bastante cruel con ella.

—Suni, ¿estás bien?

—¿Por qué le pregunta a ella, señor Lee? Ella me empujó, me tiró al suelo —se quejó, lloriqueando, la víctima de la ira de Han. Minho sacó un pañuelo del bolsillo del delantal y sonó los mocos.

—Quiero saber qué ha pasado, Eunji. Tengo que escuchar lo que Suni tenga que decir. Todos tenemos que hablar cuando tenemos un problema. Yo siempre te dejo hablar cuando haces cosas que no debes para que me expliques la razón por la que las hiciste, ¿verdad? —Jeong Eunji asintió, pero volvió a esconder su cara en su cuello con un suspiro desconsolado.

Todo aquello estaba sobrepasándolo. Estaba acostumbrado a las salidas de tono de Jeong Eunji, a estar pendiente de Hoshi un poco más de lo normal, a tratar con los diferentes ánimos del resto; pero no estaba acostumbrado a que Suni gritara.

De hecho, no era solo que Suni hubiera gritado, era que el hecho le hacía pensar inevitablemente en el omega que no había venido todo lo que dijo que vendría. Minho tenía que confesar que se sentía un poco engañado. En lugar de estar feliz por haberlo conocido por fin, estaba decepcionado porque las únicas dos veces que había ido a buscar a la niña en dos semanas había llegado con el estúpido alfa que seguía mirándole como si fuera una mierda.

—Eunji, no llores, yo te puedo dar mi color rojo —murmuró Hoshi, todavía confuso.

—No lo quiero —aseguró. El niño bajó los ojos y se apartó.

—¡Ve, señor Lee! ¡Ella es mala con todos! —Suni estaba alzando la voz—. Ya no quiero ser su amiga, ni estar en su clase. Quiero irme, quiero irme con mi papá —exclamó, con el tono bajando hasta que era un sollozo—. Llame a mi papá Jisung, señor Lee. —La niña estaba llorando y él no entendía una puta mierda de nada de lo que estaba ocurriendo.

—Chicos, quedan dos horas para que los papás vengan, vamos a solucionar esto y después todos nos iremos a casa, ¿está bien?

Suni negó con la cabeza, con las lágrimas cubriéndole las mejillas gorditas. Se levantó de la silla con brusquedad y fue hasta su mochila. Sacó el peluche del perro y fue hasta el rincón donde se amontonaban las colchonetas que usaban para dormir la siesta. Se sentó de cara a la pared, apretando el peluche contra su nariz.

La vio tan desconsolada que se preguntó si las peleas entre sus padres habrían escalado lo suficiente como para que estuvieran afectando a su ánimo de esa manera.

El resto de niños se removió, mirándose unos a otros. Estaban a punto de echarse todos a llorar.

«Consuela a los cachorros».

Ya lo intento, joder.

«Inténtalo más fuerte», gruñó el lobo.

Minho dejó que sus feromonas se esparcieran por el aula, tratando de calmar a los chiquillos aunque no era muy útil con los no presentados. Le limpió la cara una vez más a Jeong Eunji. La llevó hasta uno de los cojines en el suelo y después ordenó al resto que se sentaran allí. Suni seguía lloriqueando en la esquina, alejada de todos y dándoles la espalda.

Tenía el corazón agarrado en un puño y el estómago revuelto.

—Suni, por favor, ¿puedes ir con tus compañeros para que hablemos? —murmuró, acercándose a ella.

—Quiero a mi papá —reclamó ella, sin levantar la cabeza del peluche en el que la tenía apretada.

—Tu papá vendrá en un rato, Suni...

—¡Quiero a mi papá! —gimió ella. Parecía triste, muy triste y empezaba a preocuparse de verdad.

Tomó el teléfono móvil y le envió un mensaje a Kihyun hyung para que avisara a los padres de la niña porque necesitaba hablar con ellos.

—Bueno, te dejaremos tu espacio, pero quiero que escuches lo que hablaremos allí atrás, Suni, porque es para todos.

No contestó, así que Minho puso atención en los pequeños seres humanos que esperaban la lección sobre por qué era importante respetar a los compañeros. Con un resoplido cansado, se enfrentó a siete pares de ojos con lágrimas contenidas.

Dos horas después del infame suceso, Minho se dirigía a la sala de descanso para hablar con los padres de Suni mientras el director Yoo cuidaba de ella en el aula. Respiró hondo antes de entrar, calmando sus nervios por ver a Han y al alfa pelotinto. No quería entrar en conflicto con ellos, no quería un encontronazo como el que tuvo con los Jeong porque sabía que su permanencia pendía de un hilo fino.

Y su lobo ya estaba absolutamente desquiciado por la posibilidad de encontrarse con el omega más hermoso que había visto en su vida.

Daba igual la cantidad de veces que Minho se dijera a sí mismo que ese hombre era tan inalcanzable como la cima del Everest o como la maldita Luna; a su animal eso le importaba una mierda. Él solo sabía de instinto y su instinto le decía que aquel chico era suyo, que ese olor a lavanda debería estar en sus sábanas, que sus labios eran los que tenían que besarlo.

Se pellizcó el brazo, sacándose de encima ese ánimo en el que entraba cada vez que veía a Han Jisung o pensaba en él. Contó hasta diez, respiró hondo y abrió la puerta.

Casi no pudo moverse por culpa de la sorpresa. Ningún alfa estaba sentado en el sofá de la pequeña habitación que usaban para las reuniones privadas, solo un bonito omega con la espalda recta, moviendo la pierna con nerviosismo. Se tensó casi más que si hubiera estado Hwang allí.

—¿Qué ha pasado? —preguntó directamente.

Sus ojos eran redondos y brillantes, como un adorable animalito. Pudo sentir el miedo y la confusión en ese aroma a lavanda que llenaba la habitación. Cerró la puerta tras él, consciente de que era una decisión terrible porque corría el riesgo de intoxicarse o de saltarle encima al hombre.

—Senor Han... Suni ha tenido una pelea con Jeong Eunji —contó, con la voz comedida, sentándose en la silla porque no confiaba en sí mismo si se sentaba junto a él. El olor cambió junto con la expresión del chico—, no ha sido nada grave, pero estoy preocupado. Nunca he escuchado a Suni gritar y hoy ha sido como si explotara por los aires.

—Dios santo —resopló el otro, quitándose las gafas para dejarlas sobre la mesilla. Frotó sus ojos con fuerza, se le veía agotado y podía sentir la tensión en su lenguaje corporal y en su aroma.

—Lleva toda la semana un poco taciturna. No participa en clase, ha estado distraída y gruñona.

—Ya, no ha estado bien en casa tampoco—confesó el hombre, mirando al suelo con vergüenza.

—Yo... No sé qué le pasa, parece haber perdido la paciencia con Hoshi también, y ellos se llevan muy bien...

—¿Se ha peleado con Hoshi también? Diosa Luna, estoy criando a una abusona. Sabía que se convertiría en una ... —exclamó dramático—. ¿Van a expulsarla?

—No, no, señor Han, no van a expulsarla —aseguró rápidamente.

—Los Jeong pedirán su cabeza. Y Chan hyung dejará de hablarme. Mi vida se va al garete... —El labio inferior del omega tembló de pronto—. ¿Por qué tengo que hacer todo tan mal? —El susurro le rompió el corazón a Minho.

—Señor Han... Creo... creo que podemos arreglarlo —aseguró—. Suni es maravillosa normalmente, me da la impresión de que esta es su forma de pedir ayuda... por eso quiero entender qué es lo que ha cambiado para que esté tan susceptible.

—Ha cambiado todo —soltó el chico mirando sus propias manos sobre su regazo—. Por más que lo intento, nunca es suficiente... Soy el peor padre del mundo.

—No diga eso —interrumpió, sin poder evitar enfadarse un poco.

«Consuela al omega», joder, quería hacerlo, pero le asustaba acercarse, ya estaba pasándolo bastante mal por estar encerrado en una habitación tan pequeña con ese hombre.

Su lobo le empujaba a abrazarlo y cuidarlo para siempre, a llevarlo a su cama y resguardarlo de todo en un nido. Minho quería apartar toda esa tristeza a la que olía ahora mismo el chico.

Los hombros del omega temblaron y observó cómo se rascaba insistentemente la rodilla.

—Señor Han, ¿está bien? —Qué estúpida pregunta, por supuesto que no estaba bien.

El chico le miró un segundo y entonces se puso a llorar. Fue incapaz de contener al lobo.

Como si alguien más guiará sus acciones, se sentó en el sofá estrecho y abrazó a Han con fuerza. El más joven se deshizo entre sus brazos, llorando como lo había hecho antes su hija. Su olor agrio le picaba la nariz y su animal no sabía qué más hacer, así que lo envolvió con sus feromonas para calmarlo. Feromonas que eran claramente posesivas, pero el otro no se quejó.

Al contrario, pareció que aquella acción tan inapropiada abrió una puerta que Han tenía cerrada. Se enganchó con fuerza de su camiseta y olfateó, con su respiración pausándose paulatinamente.

Parecía frágil y cansado. Su cuerpo hipaba mientras el calor de sus brazos removía cosas indecentes dentro de Minho. Era un hijo de puta cruel y asqueroso por aprovecharse así del omega, pero también sentía que estaba en el cielo.

El cuerpo delgado encajaba a la perfección con el suyo. Su nariz rozaba de vez en cuando la piel descubierta de su cuello, dándole escalofríos. Deseó, como el vil rastrero que era, que sus feromonas cubrieran el ligerísimo olor al alfa pelotinto que sentía sobre él. Su propio aroma se hizo más intenso, más pesado, más posesivo.

—El señor Choi no deja de cargarme trabajo —murmuró—, siento que el ascenso ha sido más un castigo que un privilegio. Y ya casi no veo a Felix, echo de menos a Lixie... Ya nunca viene a dormir a casa por culpa del estúpido alfa que no es capaz de encauzar su vida —Minho acarició la cabeza de Jisung y lo dejó hablar, aunque no entendía mucho de qué iba todo eso—. Mi casa está hecha un desastre... siempre lo está, pero ahora más. Llegué tarde a la oficina tres veces porque ese imbécil tarda una hora en ducharse todas las mañanas. Se le ocurren los planes más estúpidos y me trastoca todo el horario. Y llora, llora un montón y me dan ganas de llorar a mí también porque siempre huele a tristeza en casa... Y nadie hace la cena para nosotros porque Félix ya no viene...

—¿Se ha peleado con él?

—No, claro que no —exclamó, sorbiendo por la nariz— pero nuestra casa es pequeña y ya somos muchos allí. Y ahora mi hija es una malandra. Me la quitarán los servicios sociales y acabará en la cárcel por vender drogas. Yo no quiero que Suni venda drogas, señor Lee, ni siquiera sabe sumar. Tiene que enseñarla a sumar antes de que la expulsen o la estafarán.

Minho quiso aguantarse, pero se le escapó una risita entre dientes que se convirtió en una carcajada. El omega que lloriqueaba en su pecho se apartó un poco y el profesor apretó la boca para tratar de parar la risa. Joder, no te rías de él.

—Lo siento, lo siento —se excusó, respirando hondo para calmarse—, no me estoy riendo de usted, es solo que... Da igual... —Le miró, sonrojado, con el eco de la risa todavía en su garganta.

Han estaba muy cerca de él y sus ojos brillantes le parecieron realmente bonitos. Como un impulso, secó las lágrimas de sus mejillas con los dedos. Sintió una electricidad extraña y unas casi irrefrenables ganas de besarlo. Su labio inferior se llenaba en un puchero que Minho creía que sería sabroso. Su piel tostada estaba enrojecida y húmeda y aprovechó ese instante de cercanía para acariciar el hermoso lunar de su mejilla. Han parpadeó y su olor se hizo más intenso, tanto como sabía que era el propio en ese momento. Casi comete una locura, pero se apartó rápidamente, carraspeando. Esa mierda era demasiado inapropiada. Y se sentía demasiado correcta.

Se levantó del sillón y puso distancia entre ellos. Han sorbió los mocos de nuevo, así que Lee sacó un pañuelo del bolsillo y se lo tendió. Gajes del oficio: siempre llevaba un paquete de clínex encima desde que trabajaba con los pequeños.

—No vamos a expulsar a Suni, solo quería hablar con usted... Bueno, con los dos, supongo que usted le trasladará esta información al señor Hwang...

—Sí, claro... No se preocupe, yo se lo diré...

—Yo... Señor Han, hay algo más que me gustaría decirle —avisó—, sé que usted está atravesando unos momentos complicados con... hmmm... con el señor Hwang. Lee Felix me lo dijo... —se apresuró a aclarar—. Ella los dibujó a los dos llorando hoy, fue la razón por la que peleó con Jeong Eunji...

—Oh, joder... —Casi le dijo que cuidara su lenguaje.

—No sé muy bien qué es lo que está pasando, pero... —Es el momento, es ahora o nunca, Minho—, quiero que sepa que si necesita hablar, estoy disponible para usted...

El chico sonrió y se veía tan bonito que su estómago dio tres vueltas de campana. Incluso con todas esas lágrimas, sonándose los mocos y hecho un pequeño desastre, era hermoso. Recordó como se sentía ese cuerpo cerca del suyo y tuvo el desesperado impulso de abrazarlo una vez más.

El chico se secó los pómulos y volvió a ponerse las gafas, respirando hondo. Las aletas de su nariz se abrieron y sus ojos cambiaron repentinamente, como si hubiera cazado a Minho haciendo algo indebido. Se dio cuenta de que su olor no tenía nada que ver con el consuelo amable, sino con cosas posesivas de alfa de las que él tanto renegaba.

El omega se lamió los labios y Lee tragó saliva, metiéndose las manos en los bolsillos para evitar volver a tocarlo. No era el lugar, el momento, o la persona, pero no podía evitar sentir ese calor dentro suyo por tenerlo tan cerca.

—Hm... Le tomaré la palabra, señor Lee.

—Puede llamarme Minho, usted lo dijo —corrigió—, no hay tanta diferencia de edad entre nosotros...

—Bueno, usted no ha dejado de llamarme "señor Han" —comentó el chico, acercándose a él cuando caminó hacia la puerta—, creí que era su forma de dejar claros los límites sin ser cruel.

—No, no, claro que no... Es solo que... Me parecía inapropiado, no tengo la mejor relación del mundo con... Bueno, con los papás alfas de los niños...

—¿Se lleva mal con Chan hyung?

—No, Bang Chan-ssi es muy amable conmigo. Siempre lo ha sido.

—¿Entonces?

—Bueno, con los otros alfa... Ya sabe, por eso de que yo también soy un alfa y que no debería estar dando clase a niños pequeños...

—Ah, se refiere a los Jeong y a Hyunjin, entiendo —Minho negó con la cabeza agobiado, pero el omega rio suavemente y colocó su mano pequeña y masculina sobre su brazo. Su lobo ronroneó—, no se crea lo que dicen esos idiotas. Usted es un buen profesor, incluso es paciente con mi hija y ella es una malandra —Lee rio, bajando la cabeza, con sus mejillas calientes—. Muchas gracias, señor Lee. Y siento el mental breakdown, estoy teniendo una semana muy difícil.

—No se preocupe... Recuerde que estoy aquí si me necesita... —abrió la puerta y le dejó salir, respirando por última vez el olor a lavanda, dándose cuenta de como se mezclaba con sus feromonas posesivas. Le gustaba eso, le gustaba como olía ahora mismo ese omega porque olía a sí mismo y parecía suyo.

—Gracias, de verdad, Minho hyung —concluyó, en un susurro, caminando por el pasillo hacia la clase.

El lobo de Lee colapsó y él estuvo a punto de desmayarse también.

—No tiene marca —dijo Minho, entrando en casa.

—Primero que todo, buenas tardes para ti también, amigo mío —recalcó Changbin, cansado.

—¿Me oyes, Binnie? No tiene marca en el cuello, por lo tanto, no es de ese alfa.

—¿A qué viene esto ahora?

—Hoy tuve una reunión con Jisung —Seguía llamándolo por su nombre de pila, pero Changbin no pensaba recriminarle más—. Estaba muy alterado, con mucha ansiedad. Creo que es por ese pelotinto. Pero bueno, el caso es que llevaba el cuello de la camisa abierto y no tiene marca.

—¿Y?

—¿Cómo que y? Está claro, si no tiene marca, no está unido al alfa.

—Eso es una estupidez, hyung, hay una niña que demuestra que están unidos —discutió—, eres un iluso.

—No pagues tu mal humor conmigo, Changbin.

—Y tú deja el show. Yo ya sabía que no tenía marca.

—¿Qué?

—Me fijé el sábado pasado, su cuello está limpio como una patena —Los ojos de Minho se iluminaron y se sentó a su lado en el sofá—, pero eso no hace que el alfa desaparezca. De hecho, vino a buscarlos el sábado y se fueron a comer. Es guapísimo, un poco chulo, pero muy guapo. Y la niña lo adora. No puedes meterte en medio de una familia, Minho hyung, es terriblemente mezquino —concluyó.

El mayor tenía el ceño fruncido y sus pupilas parecían querer atravesarlo.

—Tú estás siendo mezquino conmigo. Yo no tengo la culpa de que Felix no te dirija la palabra.

—No, pero estás pintando pajaritos en el aire con un omega que ya tiene alfa.

—Mi lobo no entiende esa mierda.

—¿Ahora escuchas a tu lobo? —interrumpió— ¿No eras tú el que decía que los instintos son de animales? —Minho arrugó la boca con enfado—. Dile a tu lobo que deje de ilusionarse...

—¿Igual que se lo dices tú al tuyo? —Changbin lo miró, indignado. Minho se levantó del sofá airadamente—. ¿O acaso no sigues esperando que ese omega te conteste a algún mensaje? Han pasado casi quince días, ya es hora de que laves la funda de la almohada, iluso. No te va a responder porque no quiere nada contigo.

—Hijo de puta —gruñó cuando lo vio desaparecer por el pasillo.

Tenía razón. Changbin esperaba que algún día Félix contestara a sus mensajes, pero no parecía que fuera a ocurrir pronto. El chico le evitaba como si tuviera la peste, ni siquiera le respondió el sábado en clase de taekwondo cuando trató de hablar con él.

El omega se comportaba frío, colocando entre ellos un muro que Changbin no podía saltar. ¿Por qué se quedó a dormir? ¿Por qué hizo el desayuno? ¿Por qué dejó que lo abrazara toda la noche? ¿Por qué no contestaba a sus mensajes?

No tenía respuesta para ninguna de sus preguntas y Felix no parecía dispuesto a dárselas tampoco.

***

Parece que la historia se repite y el tiempo que pasa Hyunjin en casa de Han los tensa muchísimo más. 

¿Cómo van sus vidas?

¡Nos vemos en el infierno!


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