🏵️Capítulo 5🏵️

Capitulo 5: SESSHOMARU TAISHO 

Era obvio que no había pegado ojo en toda la noche. Desde que esa niña llegó a su vida, todo se había vuelto un caos. No hacía mucho, la habían dejado en la puerta de su departamento, solita, solo con una nota escrita a mano que decía "Moroha", donde le contaban que no podían hacerse cargo y que él era el papá y tenía que asumir su responsabilidad.

Al principio, no pudo creer lo que estaba viendo.

¿Quién demonios haría semejante cosa? ¿Qué clase de persona abandonaría a un bebé sin ninguna explicación? Intentó localizar a la persona que la dejó, pero fue en vano. No había huellas, ni testigos, ni pistas. Parecía como si la niña hubiera aparecido de la nada.

Su primer instinto fue desentenderse de la pequeña. Ni en sus peores pesadillas se le había cruzado por la mente la idea de ser padre. Su vida estaba meticulosamente organizada, cada aspecto planificado con precisión, y no había espacio en ella para cuidar de una niña. Lo más sensato era llevarla a la policía y dejar que las autoridades se encargaran del asunto.

Justo cuando iba a llamar a su secretario para que resolviera el problema, el sonido del timbre lo obligó a girar sobre sus talones. Frunció el ceño, irritado por la interrupción, y se dirigió a la puerta con pasos firmes. Al abrirla, su expresión se endureció aún más al encontrarse cara a cara con su padre y su medio hermano, ambos plantados en el umbral con la naturalidad de quienes desconocen el significado de la palabra "invitación".

Sesshomaru apenas tuvo tiempo de reprimir un suspiro de fastidio cuando notó que la atención de su padre se desviaba hacia la pequeña canasta a su lado. La rigidez en el rostro de Toga Taisho se acentuó, sus ojos afilándose con una mezcla de incredulidad y sospecha, como si intuyera la magnitud del problema antes incluso de confirmarlo.

Sin decir una palabra, dio un paso adelante, su presencia llenando la estancia con una autoridad silenciosa. Sesshomaru permaneció inmóvil, observando cómo su padre se inclinaba ligeramente y retiraba la delgada manta que cubría el interior del cesto.

El silencio en la habitación se tornó denso cuando la diminuta figura quedó al descubierto. La niña dormía profundamente, su respiración pausada y tranquila, completamente ajena a la tensión que su mera existencia había desatado.

Toga no tardó en encontrar la pequeña tarjeta entre las telas. La tomó con la misma precisión con la que desenfundaría una espada y la leyó con rapidez, sus facciones endureciéndose aún más.

Sesshomaru sintió el peso de aquella mirada clavarse en él, inquisitiva, exigiendo respuestas que no tenía.

—¿Quién es la madre? —preguntó su padre, seco, directo.

La pregunta cayó como una losa sobre sus hombros, haciéndolo apretar los dientes.No respondió. No porque no quisiera, sino porque simplemente no lo sabía. Los recuerdos de las noches desenfrenadas, de relaciones sin importancia, pasaron fugazmente por su mente. Siempre había sido cuidadoso, meticuloso hasta en sus excesos. Nunca había dejado cabos sueltos. Y, sin embargo, allí estaba la prueba viviente de que algo se le había escapado de las manos.

Su padre no perdió el tiempo. Se inclinó y retiró con delicadeza la manta que cubría a la niña, buscando algo... y entonces lo encontró.

*Una marca en su pequeño pie*.

Sesshomaru había intentado argumentar, pero su padre no estaba dispuesto a escuchar. En un gesto de desesperación, Toga había revisado el pie de la niña, buscando la marca distintiva de la familia Taisho. Cuando la encontró, la mirada de Sesshomaru se endureció. No podía negar la evidencia, pero eso no significaba que estuviera dispuesto a aceptarla.

—Esto no prueba nada —dijo con frialdad—. Necesitamos una prueba de ADN.

Toga lo miró con una mezcla de decepción y desprecio.

—¿En serio vas a perder el tiempo con eso? —preguntó, su voz cargada de incredulidad—. Esa niña es una Taisho, y tú lo sabes.

Sesshomaru sintió que el aire se volvía espeso.

Era imposible.

Pero allí estaba.

El símbolo que cada miembro de la familia Taisho llevaba desde el nacimiento. Un vestigio de linaje que no dejaba lugar a dudas.

La incredulidad se le quedó atorada en la garganta. Sus dedos se crisparon levemente mientras observaba a la niña con una mezcla de rechazo y desconcierto. Como si sintiera su mirada, la pequeña abrió los ojos lentamente, revelando un par de orbes dorados. Idénticos a los suyos. Idénticos a los de su padre y hermano.

"Sesshomaru apretó los dientes".

Todo estas pequeñas situaciones indicaba que aquella niña era una Taisho. Una Taisho con todas sus letras . Pero él no sentía nada. Ninguna conexión, ningún instinto paternal. Solo el peso sofocante de la responsabilidad cayendo sobre sus hombros como una losa fría de la cual se quería deshacer.

Al contrario de él, Inuyasha parecía hipnotizado,que no dudo ni un minuto en acercarse a la pequeña canasta  y tomar a las niñas en brazos con naturalidad.

Escucho a la bebe emitir un pequeño sonido, removiéndose inquieta, pero en cuanto su medio hermano la sostuvo con más firmeza, se calmó casi al instante.

 Sesshomaru sintió una punzada de incomodidad ante la escena.Observó la naturalidad con la que el idiota de su hermano sostenía a la niña, como si fuera lo más normal del mundo, lo hacía sentirse aún más incómodo. ¿Acaso Inuyasha no entendía la magnitud del problema?

Observó la marca una vez más, ahora más visible en el delicado tobillo de la niña, revelándose con crudeza cuando la levantó en brazos. Como si con solo mirarla pudiera hacerla desaparecer. Pero no lo hizo. Seguía allí. Una maldita  pero silenciosa condena que afirmaba que pertenecía a una Taisho.

Su padre rompió el tenso silencio con una advertencia que lo golpeó con más fuerza que cualquier otra cosa dicha hasta el momento:

—Si no te haces cargo, no recibirás más apoyo de mi parte.

Sesshomaru levantó la mirada, helada y afilada. Pero su padre no se inmutó.

—Y si no tomas responsabilidad, consideraré seriamente a Oamu Kirinmaru como mi sucesor.

El aire en la habitación pareció volverse irrespirable.

Kirinmaru

Sesshomaru sintió un latigazo de furia recorrer su espalda. Solo la idea de que ese hombre pudiera tocar lo que él había construido era inaceptable.

Apretó los puños. Respiró hondo, tratando de calmar el hervidero de emociones que amenazaban con consumirlo en ese momento. 

Cuando el sonido del teléfono interrumpió sus pensamientos. Su asistente le recordaba, con un tono impaciente, que el inversionista alemán llevaba ya treinta minutos esperando para discutir los planes sobre los nuevos automóviles.

—¡Demonios! —murmuró, maldiciendo en voz baja. Había salido de casa apresurado para asistir a esa reunión, pero todo se había complicado cuando encontró a la niña en su puerta. Entre los trajines, simplemente lo había olvidado.

Colgó la llamada con un seco «Bien» y tomó sus portafolios y su saco para salir de inmediato. Justo cuando cruzaba el umbral, la voz firme de su padre lo detuvo.

—¿A dónde demonios vas, Sesshomaru? Aún no me has explicado nada sobre esa niña.

Sesshomaru lo miró frío, con una expresión impasible.

—No es mía —negó con firmeza.

—¡Cómo puedes decir eso! —rugó su padre, visiblemente molesto—. Ya te he dicho que no hay duda. Las características de los Taisho están en ella. Es obvio que esta niña es de nuestra familia.

Pero Sesshomaru, con su acostumbrada frialdad, no le dio importancia. Sin mediar palabra, giró sobre sus talones y salió sin mirar atrás, ignorando por completo las protestas de su padre. Sin embargo, Toga no estaba dispuesto a dejarlo ir tan fácilmente. Lo siguió hasta el estacionamiento y, antes de que pudiera subir al auto, lo sujetó de la camisa.

—Sé hombre, Sesshomaru, y asume tu responsabilidad.

—No tengo tiempo para tonterías, Toga —dijo con frialdad, deshaciéndose del agarre con un movimiento brusco.

Intentó subir a su auto, pero la voz de su padre resonó de nuevo, esta vez con una amenaza helada que lo hizo detenerse por un segundo.

—Te juro, Sesshomaru, que si no te haces cargo de la niña, me encargaré de que todos en la junta que estaban de tu lado dejen de apoyarte.

Amenazó el peliplata, haciendo voltear a su hijo con furia.

"No se atrevería", pensó.

Y este, como si le respondiera:

—Lo voy a hacer.

Continuara...

Hola, jajá dije en el ultimo one-shot que publicaría otra historia ,pero termine aquí .

Gracias a los que se preocuparon la anterior vez por mi ,ya me siento mas animada y con ganas de seguir . La situación que me preocupaba mejoro ,pero aun espero que todo vuelva a hacer lo mismo .Gracias.

Nos vemos pronto. ¡Bye! Comenten y voten para saber qué les está gustando de la historia.

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