🏵️Capítulo 1🏵️
Capítulo 1: Regreso a Tokio
Estaba nerviosa y preocupada mientras se acomodaba en su asiento del tren y dejaba escapar un suave suspiro, cuando el vagón comenzaba a moverse con un ritmo constante. El murmullo de los pasajeros mezclado con el monótono sonido de las ruedas sobre los rieles creaba una sinfonía que, en otro momento, podría haberla relajado. Pero hoy, su mente estaba demasiado ocupada para encontrar consuelo en el familiar vaivén del tren.
A través de la amplia ventana junto a su asiento, los paisajes urbanos de Osaka se desvanecían lentamente, dando paso a vastos campos verdes y pequeñas aldeas que parecían resistir el paso del tiempo. El cielo estaba teñido de un gris melancólico, amenazando con una ligera llovizna que añadiría un toque más sombrío al día. Rin apoyó la frente contra el frío cristal, observando cómo las gotas de lluvia comenzaban a golpear suavemente la ventana, creando pequeños ríos que competían en una carrera hacia el borde.
Mientras el tren avanzaba hacia Tokio, una mezcla de emociones se agitaba dentro de ella. La capital era su hogar, el lugar donde había crecido y acumulado innumerables recuerdos, tanto felices como dolorosos. Habían pasado tres años desde que decidió mudarse a Osaka para perseguir sus sueños académicos, buscando independencia y nuevas experiencias que la ayudaran a crecer como persona. Sin embargo, nunca imaginó que el regreso a su ciudad natal estaría marcado por una tragedia que sacudiría los cimientos de su mundo.
El pensamiento de su hermana mayor, Kagome, llenaba su mente con una mezcla de preocupación y culpa. Recordó la última conversación que habían tenido por teléfono hace unos meses, una charla rápida y superficial donde ambas fingieron que todo estaba bien, ocultando las verdaderas preocupaciones que cargaban en sus corazones. Kagome siempre había sido la figura fuerte y protectora en su vida, la que enfrentaba los desafíos con una sonrisa y una determinación inquebrantable. Saber que ahora estaba postrada en una cama de hospital, luchando por su vida, era una realidad que Rin aún no podía aceptar del todo.
Sacó su teléfono del bolsillo y volvió a leer el mensaje que había cambiado todo: "Tu hermana Kagome está en el hospital. Está en coma." Cada vez que leía esas palabras, sentía un nudo formarse en su garganta, dificultando su respiración y haciendo que sus manos temblaran ligeramente. Había intentado llamar varias veces al número desconocido que le envió el mensaje, pero siempre caía en el buzón de voz. La falta de información la estaba volviendo loca, llenando su mente con escenarios cada vez más oscuros y desesperanzadores.
Intentando calmarse, Rin cerró los ojos y recordó momentos felices que compartió con Kagome. Las tardes de verano jugando en el parque cercano a su casa, las noches de invierno acurrucadas bajo una manta viendo películas antiguas, y las innumerables veces que su hermana la había consolado después de una pelea con sus padres o un desamor adolescente. Kagome no solo era su hermana; era su mejor amiga, su confidente y su modelo a seguir. La idea de perderla era simplemente insoportable.
El sonido de una voz anunciando la próxima estación la sacó de sus pensamientos. Abrió los ojos y se dio cuenta de que el paisaje había cambiado drásticamente. Los edificios altos y las calles concurridas de Tokio comenzaban a aparecer, recordándole que pronto enfrentaría la realidad que tanto temía. Se enderezó en su asiento y comenzó a recoger sus pertenencias, preparándose mentalmente para lo que estaba por venir.
Al llegar a la estación central de Tokio, Rin descendió del tren con pasos apresurados, su maleta rodando detrás de ella mientras navegaba entre la multitud de viajeros que se movían en todas direcciones. El aire de la ciudad estaba cargado de humedad y una energía frenética que contrastaba con la calma relativa de Osaka. A pesar de haber crecido allí, Rin se sentía extraña, como una forastera que volvía a un lugar que ya no la reconocía.
Salió de la estación y levantó la mano para detener un taxi. Mientras esperaba, el cielo finalmente cedió y comenzó a llover con más intensidad, empapando rápidamente su cabello y ropa. Un taxi se detuvo frente a ella, y Rin entró apresuradamente, agradecida por el refugio temporal.
-Al Hospital General de Tokio, por favor -dijo al conductor, su voz traicionando una pizca de urgencia.
El conductor asintió y puso el taxímetro en marcha, incorporándose al tráfico denso de la ciudad. Rin miró por la ventana, observando cómo las luces de neón se reflejaban en las calles mojadas, creando un efecto casi surrealista. Cada semáforo en rojo, cada atasco de tráfico, incrementaba su ansiedad, haciendo que sus dedos tamborilearan nerviosamente sobre su regazo.
Después de lo que pareció una eternidad, el taxi se detuvo frente al imponente edificio del hospital. Pagó rápidamente y salió del vehículo, sintiendo cómo la lluvia la golpeaba nuevamente mientras corría hacia la entrada principal. Las puertas automáticas se abrieron con un zumbido, dándole paso a un vestíbulo amplio y luminoso que olía a desinfectante y café rancio.
Rin se acercó al mostrador de información, donde una recepcionista de aspecto amable la recibió con una sonrisa profesional.
-Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarte? -preguntó la mujer, mirando a Rin con ojos atentos.
-Estoy buscando a mi hermana, Kagome Higurashi. Me informaron que esta en este hospital -respondió Rin, tratando de mantener la voz firme a pesar de la emoción que amenazaba con desbordarse.
La recepcionista tecleó rápidamente en su computadora y asintió después de unos segundos.
-Sí, Kagome Higurashi está en la habitación 512, en el quinto piso. Puedes tomar el ascensor que está a tu derecha -indicó con una mano.
-Gracias -murmuró la castaña antes de dirigirse hacia el ascensor, su corazón latiendo con fuerza contra su pecho.
El ascensor llegó rápidamente, y Rin entró junto con un par de personas más. El ascenso fue silencioso, pero cada segundo que pasaba aumentaba su ansiedad. Cuando las puertas se abrieron en el quinto piso, Rin salió con pasos rápidos, siguiendo las señales que la guiaban hacia la habitación de su hermana.
Al llegar frente a la puerta marcada con el número 512, Rin se detuvo por un momento, tomando una profunda bocanada de aire para calmarse. Giró el pomo lentamente y entró en la habitación, encontrándose con una escena que la golpeó como un puñetazo en el estómago.
Kagome yacía en la cama, pálida y conectada a múltiples máquinas que monitoreaban sus signos vitales. Un respirador ayudaba a su pecho a subir y bajar con un ritmo constante, mientras que una serie de cables y tubos rodeaban su cuerpo, haciéndola parecer aún más frágil. El sonido rítmico de los monitores llenaba la habitación, creando un ambiente frío y clínico que contrastaba dolorosamente con los recuerdos cálidos que Rin tenía de su hermana.
Las lágrimas llenaron los ojos de Rin mientras se acercaba lentamente a la cama, temiendo que cualquier movimiento brusco pudiera lastimar a Kagome. Se sentó en la silla junto a la cama y tomó la mano de su hermana entre las suyas, sorprendiéndose por lo fría y débil que se sentía.
-Kagome... soy yo, Rin -susurró con voz quebrada-. Estoy aquí ahora. Todo va a estar bien.
Las lágrimas rodaron libremente por sus mejillas mientras apretaba suavemente la mano de Kagome, buscando alguna señal de reconocimiento o respuesta. Pero el rostro de su hermana permaneció inmóvil, sus ojos cerrados y su respiración dependiente de las máquinas que la mantenían con vida.
En ese momento, la puerta de la habitación se abrió suavemente, y una mujer con uniforme de enfermera entró con una carpeta en la mano. Al ver a Rin, esbozó una sonrisa comprensiva y se acercó con pasos tranquilos.
-Hola, soy la enfermera Tanaka. ¿Eres familiar de Kagome? -preguntó con una voz suave y reconfortante.
Rin se enjugó las lágrimas rápidamente y asintió.
-Sí, soy su hermana menor, Rin. Acabo de llegar de Osaka -respondió, intentando mantener la compostura.
La enfermera asintió con comprensión y consultó la carpeta que tenía en mano.
-Entiendo. Lamento mucho que tengas que verla en estas circunstancias. Kagome fue ingresada hace una semana después de sufrir complicaciones durante el parto -explicó con tono profesional pero empático.
Rin parpadeó, sorprendida por la información.
-¿Parto? ¿Kagome estaba embarazada? -preguntó, sintiendo una mezcla de sorpresa y confusión.
La enfermera Tanaka la miró con una leve expresión de sorpresa antes de asentir.
-Sí, estaba en su octavo mes de embarazo. Al parecer, sufrió una hemorragia interna que complicó el proceso. Logramos estabilizarla, pero entró en coma poco después. La bebé nació prematuramente pero en buen estado de salud -informó, manteniendo el contacto visual con Rin.
El mundo de Rin se tambaleó ante esta nueva información. No tenía idea de que su hermana estaba embarazada; Kagome nunca lo mencionó en sus escasas conversaciones que tenían por teléfono.
Se sintió abrumada por un lado, la alegría de ser tía y su pequeña sobrina, y por otro, la confusión y preocupación de haberse distanciado tanto de su hermana.
—¿Dónde está la bebé ahora? —preguntó con urgencia, queriendo saber más sobre su sobrina recién nacida.
La enfermera Tanaka bajó la mirada antes de responder.
—La bebé fue entregada a una mujer llamada Kaede —dijo la enfermera con tono cuidadoso.
—¿Kaede? —repitió Rin, desconcertada—. ¿Mi antigua vecina? ¿Qué... por qué ella?
La enfermera asintió lentamente, como si evaluara cómo decir lo siguiente—. Fue quien firmó la custodia temporal... pero no hemos podido contactarla.
El corazón de Rin se detuvo un segundo. Algo no estaba bien. Aunque conocía a la señora Kaede, sabía que no era alguien con demasiada paciencia. La idea de que su sobrina estuviera lejos, sin haberla conocido, la inquietaba profundamente.
—¿Saben dónde puedo encontrarla? Necesito ver a la bebé y asegurarme de que estén bien —dijo con determinación, levantándose de la silla.
La enfermera pareció pensar un momento.
—Nos dijo que vivía cerca de un templo antiguo en las afueras de la ciudad, pero cuando fuimos, la dirección no era exacta —dijo algo deprimida, luego ofreció amablemente—. Si quieres, puedo darte la información que nos dio para que la busques.
—Te lo agradecería mucho —respondió Rin, con una chispa de esperanza.
La enfermera salió a buscar los datos y Rin volvió a concentrarse en Kagome, acariciándole suavemente la mano. El rostro de su hermana estaba sereno, aunque inmóvil.
—Kagome, prometo que cuidaré de tu hija hasta que despiertes. Haré todo lo posible para que estés con tu familia cuando regreses —susurró emocionada.
Unos minutos después, la enfermera regresó con una pequeña hoja de papel.
—Aquí tienes la dirección de Kaede. Está un poco lejos, pero puedes llegar en taxi o en tren —le informó, entregándole el papel.
—Gracias, de verdad —dijo Rin, sintiendo alivio.
La enfermera sonrió con calidez.
—Para eso estamos. Si necesitas algo más, no dudes en pedirlo —dijo antes de salir de la habitación.
Rin guardó la dirección y miró a Kagome una vez más. Quería quedarse a su lado, pero también sabía que era crucial encontrar a su sobrina. Tras unos momentos, decidió que debía irse de inmediato.
—Volveré pronto, Kagome. Cuídate y lucha por despertar —le dijo antes de besarle la frente con cariño.
Con pasos decididos, salió de la habitación. Afuera, la lluvia se había reducido a una suave llovizna. Levantó la mano para llamar un taxi y le dio la dirección al conductor.
El trayecto fue largo. Rin observaba cómo la ciudad se transformaba en zonas más tranquilas y verdes. Finalmente, el taxi se detuvo frente a una casa modesta, cerca de un templo rodeado de árboles antiguos. El lugar era sereno, en contraste con la agitación que sentía en su interior.
Pagó al conductor y se acercó cautelosamente a la entrada. Tocó la puerta y esperó, su corazón latiendo con fuerza. Nadie salió. Mientras pensaba qué hacer, una vecina la reconoció.
—¡Rin, eres tú! —dijo la mujer, acercándose con unas bolsas—. ¡Cómo has crecido! ¿Qué haces por aquí?
—Hola, señora Susumiko —saludó Rin, algo incómoda—. Estoy buscando a la señora Kaede.
La vecina negó con la cabeza.
—Kaede viene solo una vez a la semana, casi no se deja ver por aquí —respondió, preocupando aún más a Rin.
—¿La vio con un bebé?
—No sé de qué me hablas, muchacha.
Rin iba a preguntar más, pero su teléfono sonó. La señora Sussumiko se despidió rápidamente.
—Llámame si aparece —pidió Rin antes de que la mujer se fuera.
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